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Ansiedad y otros

Ansiedad ante los exámenes

Caso

“…Me levanto por la mañana y lo primero que viene a la cabeza es el examen de la semana que viene. Me empiezo a poner nerviosa y se me hace un nudo en el estómago…. Seguro que no lo he preparado lo suficiente y suspenderé…a lo peor me quedo en blanco, me bloqueo… Tengo que ponerme a estudiar, pero se me hace una montaña… Me sudan las manos y me cuesta concentrarme…. Es lo mismo que me pasa a la hora de hacer el examen, ¡pero justo antes, es aún peor!…. Así seguro que lo haré mal. Lo mejor sería no presentarme y por lo menos así no sufriré tanto ni decepcionaré a nadie…”.

Definición

Podemos definir la ansiedad ante los exámenes como un miedo intenso y persistente que se experimenta frente a, o ante la anticipación de, situaciones de evaluación dentro del ámbito educativo. Esta evaluación académica puede referirse a exámenes escritos, orales, trabajos o informes, responder preguntas en clase, etc.

En un sentido más amplio la ansiedad ante los exámenes forma parte de la ansiedad de evaluación, que puede aparecer en contextos no académicos como intervenciones en público, entrevistas de trabajo, oposiciones, etc. En definitiva, ante cualquier situación donde las capacidades de la persona son evaluadas.

Un aspecto importante a tener en cuenta es que esta ansiedad debe ser reconocida por la propia persona como excesiva o irracional, generar reacciones intensas que interfieren en la vida de la persona de manera significativa, y no aparecer como consecuencia de no haberse preparado o no haber estudiado suficiente.

Las personas con ansiedad ante los exámenes experimentan diversas manifestaciones emocionales, fisiológicas y psicológicas. Sentirán por tanto emociones como miedo, tensión, inseguridad, inquietud y pánico. Podrán experimentar síntomas físicos como taquicardia, palpitaciones, mareo, dolor de cabeza, tensión muscular, sudoración, dificultad para respirar, molestias digestivas, etc. A nivel mental podrán notar dificultad para concentrarse y pensar, confusión, dificultad para controlar las preocupaciones, pensamientos negativos relativos al rendimiento deficiente, a no alcanzar sus expectativas o las de los demás, a consecuencias negativas de un posible bajo rendimiento, miedo a no ser capaz y ser menos que los demás, etc. Asimismo, todos estos pensamientos y sensaciones dificultan la concentración en la tarea.

Por otro lado, cabe reseñar que se pueden distinguir dos perfiles distintos de personas con ansiedad ante los exámenes. Aquellos que presentan déficits en sus habilidades de estudio, y los que no.

¿A quién afecta?

Los estudios estiman que entre un 15 y un 25% de los estudiantes españoles sufren ansiedad ante los exámenes.

Es frecuente que personas con fobia social o trastorno de ansiedad generalizada sufran también problemas de ansiedad de evaluación y ansiedad ante los exámenes.

¿Cómo se origina?

Existen diversos factores que pueden facilitar la aparición de este problema. Entre ellos podemos destacar:

  • Expectativas demasiado elevadas de los padres.
  • Escaso reforzamiento de los logros.
  • Comparación con el rendimiento de los compañeros.
  • Reacciones negativas ante experiencias de bajo rendimiento (reproches, castigos, burlas…).

¿Cómo se mantiene el problema?

Cuando la persona ya ha desarrollado la ansiedad ante los exámenes, la proximidad de una prueba académica suscita la anticipación del posible fracaso, las consecuencias del mismo (respecto a uno mismo o respecto a los padres, compañeros y profesores por ejemplo), y de esta forma se disparan las preocupaciones y los síntomas que las acompañan (miedos, activación fisiológica…). De esta manera la persona se fija especialmente en la dificultad de la materia, en la falta de confianza, en los fracasos anteriores, etc. Esto puede llevar a que la persona intente estudiar más horas y repasar más la materia, aunque la interferencia de sus preocupaciones y su ansiedad podrán dificultar su estudio, y por tanto su efectividad. Si la persona pertenece al grupo con carencias en habilidades de estudio, la interferencia de la ansiedad todavía será mayor. El miedo anticipatorio y el malestar que conllevan pueden provocar que la persona incluso decida no presentarse al examen, cosa que a la larga mantiene aún más el problema.

Una vez en el examen, la atención dirigida a los pensamientos negativos sobre el fracaso, la falta de capacidad para hacerlo bien… y las sensaciones físicas desagradables, merman la capacidad atencional dirigida a la tarea, a la comprensión de la prueba, a poder razonar y recordar, y por tanto puede influir en el rendimiento. Evidentemente, no todas las personas con ansiedad ante los exámenes tienen un bajo rendimiento, ya que de manera natural empleamos estrategias que compensan estas dificultades y nuestro rendimiento puede ser adecuado, sin embargo, la experiencia sufrida será bastante desagradable y, al acabar el examen, lo más probable es que se sientan agotados.

Si finalmente la nota es menor de la esperada, el círculo vicioso se cierra, ya que tomaremos como prueba de nuestro fracaso este rendimiento insuficiente.

¿Cómo se trata?

Para superar la ansiedad ante los exámenes se trabajan en terapia toda una serie de estrategias y técnicas dirigidas a superar las dificultades que conforman el problema.

Las estrategias que se han mostrado más efectivas son la reestructuración cognitiva, la administración de preocupaciones, la regulación de anticipaciones, los procedimientos de desensibilización frente al miedo, las técnicas para el control de la activación fisiológica,  el entrenamiento en habilidades de estudio y formas adecuadas de enfrentarse a un examen.

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Fuente: José Salvador. Clínica de la Ansiedad. Psicólogos en Barcelona y Madrid.

Para saber más

– Fernández, C. (1994). Aprender a estudiar: Cómo resolver las dificultades en el estudio. Madrid: Pirámide.

– Hernández, J.M., Pozo, C. y Polo, A. (1994). Ansiedad ante exámenes. Valencia: Promolibro.

– Miralles,F y Sanz, M.C. (2011). Cómo enfrentarse con éxito a exámenes y oposiciones. Guía Práctica para superar la ansiedad y aumentar la motivación. Madrid: Pirámide.

Video Ilustrativo: Miedo al examen (UNED)

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Ansiedad y otros

Ansiedad y trastornos de alimentación

Los trastornos de alimentación existen desde hace siglos. Sin embargo, en nuestra época se ha producido un incremento de su prevalencia, debido fundamentalmente a cambios culturales y económicos. El mundo occidental es un mundo de opulencia donde están al alcance de la mayoría multitud de servicios y productos (alimentos, entre ellos). En los países del llamado tercer mundo los casos de anorexia, bulimia, o sobreingesta compulsiva son escasos. Existe, además, en nuestro medio, un marcado rechazo a la gordura, y una sobrevaloración de la delgadez como signo de belleza, éxito personal y autocontrol. Esta concepción se dirige fundamentalmente hacia la mujer, es por ello que la mayoría de trastornos de la alimentación se dan en este grupo de la población, aunque el número de varones afectados va en aumento.

Los trastornos de la alimentación son definidos por algunos autores como trastornos emocionales, vinculados fundamentalmente con la ansiedad y la depresión, aunque no sólo.

Anorexia nerviosa

El miedo a engordar puede llegar a alcanzar la forma de un fobia donde los estímulos temidos son las comidas (sobre todo las que más se asocian a una ganancia de peso), situaciones sociales en que hay que comer, personas determinadas relacionadas con la comida, la propia figura o mostrarla, y el propio peso. La ansiedad es continua, incluso cuando se esta por debajo del peso deseado por miedo a ganar algunos quilos. Consecuentemente, se produce la evitación fóbica de estos estímulos, provocando, por ejemplo, la restricción en la cantidad y calidad de los alimentos que, a medida que se mantiene, actúa como un refuerzo del propio dominio y autocontrol. Pero la evitación de alguno de estos estímulos es difícil cuando no imposible (p.e. evitar nuestra imagen o nuestro cuerpo).

La anorexia no es únicamente el miedo a engordar. Existe una sobrevaloración de la delgadez que puede llegar a la obsesión (siendo el único tema de preocupación) y verse acompañada de elaborados rituales relacionados con la comida y el ejercicio físico. Pese a estas semejanzas con el trastorno obsesivo compulsivo, la anorexia tiene una serie de rasgos distintivos como son la alteración en la percepción del propio cuerpo o la amenorrea (ausencia de menstruación).

La idea sobrevalorada de adelgazar y el perfeccionismo llevan a someterse a un férreo autocontrol caracterizado por estrictas dietas y por aumento de la actividad.

De esta manera hay un aumento de la tensión, de la ansiedad y de la irritabilidad, tanto cuando se están cumpliendo los planes, como cuando se quiebran. En este segundo caso, aumenta la probabilidad de que se realicen actividades compensatorias como el vómito, el uso de laxantes o el ejercicio físico desmesurado. Estas actividades sirven para reducir la culpa y la tensión, al menos momentáneamente. La misma situación de restricción dietética provoca déficits nutricionales que también afectan al estado de ánimo y a las emociones de manera negativa.

El estado de ánimo es predominantemente negativo, afectando por ello a la percepción y evaluación del cuerpo. Si anímicamente nos encontramos mal, tendemos a percibirnos negativamente (menos acorde con nuestro ideal), y si asociamos nuestro aspecto percibido en estas condiciones a una supuesta falta de valía es natural que nos sintamos aún peor. Sobretodo se resiente la autoestima y se acentúa la tristeza. Aunque la presencia de estas emociones es manifiesta, suele haber una tendencia en este trastorno a ignorarlas o negarlas, ya que se entienden como un signo de debilidad.

Además de la disforia -mezcla de ansiedad, irritabilidad y tristeza- y de los sentimientos depresivos hay una serie de distorsiones en el pensamiento que se vuelve inflexible, sobregeneralizador, irracional y dicotómico (tendencia a verlo todo como muy bueno o muy malo, sin categorías intermedias). La tenencia de este tipo de pensamiento lleva al rechazo de todo lo que no entra en su lógica, por ejemplo que la delgadez no es sinónimo de aceptación y éxito. Algunas características de este pensamiento se dan también en la depresión (pensamiento dicotómico y sobregeneralizador), trastorno obsesivo-compulsivo (rigidez) y otros trastornos de la ansiedad (irracionalidad).

Bulimia nerviosa

Este trastorno presenta un característico ciclo de control-descontrol-control. Hay también miedo a engordar y una sobrevaloración de la delgadez, con lo que se dan restricciones dietéticas, sin embargo, a diferencia de la anorexia se tiende, de tanto en tanto, a perder el control y a comer en exceso, por lo que, para paliar los sentimientos de culpa y evitar la gordura y el miedo que genera, se ponen en marcha conductas purgativas. La más corriente es la inducción el vómito, aunque también se pueden usar laxantes, enemas o realizar ejercicio físico excesivo.

Un rasgo característico de la bulimia es la impulsividad, que lleva a romper repetidamente las dietas en forma de atracones donde se comen sobretodo los alimentos prohibidos (normalmente los que tienen más calorías). Estos atracones se dan de manera puntual. Para explicarlos se recurre a dos hipótesis, la de la ingesta emocional y la de la externalidad. La primera postula que en la bulimia hay una intolerancia a la tensión y a las personas o situaciones que la provocan (p.e. relaciones sociales insatisfactorias, presión por seguir la dieta o por el deseo de delgadez). Esta tensión se tiende a combatir con diferentes conductas, sobretodo con el comer, aprovechando sus cualidades relajantes y, por tanto, reductoras de la tensión. También se pueden recurrir a otras conductas sustitutivas o compensadoras de esta tensión como las compras excesivas o el juego patológico.

La hipótesis de la externalidad viene a decir que se come por la visión de alimentos externos o cualidades de éstos, o en reacción a determinadas horas del día.

Frecuentemente, la bulimia lleva asociada depresión. Las personas que la padecen, sienten dificultad para controlar sus reacciones emocionales y una vez que se han desencadenado se sienten culpables e incapaces por no haber podido controlarlas. Esto les genera tristeza y reduce su autoestima. Este estado de ánimo repercute negativamente en la evaluación que hacen de su cuerpo, su personalidad y su valía, como ocurría en la anorexia.

Trastorno por sobreingesta compulsiva

En las clasificaciones internacionales no se incluye como tal sino como trastorno de la alimentación no especificado. No suele haber miedo a ganar peso, ni conductas purgativas. Hay sobrepeso pero no llega a los niveles de la obesidad. Si hay restricciones dietéticas son más de la calidad de alimentos que de la cantidad de tomas, y aparecen tras los atracones (a diferencia de lo que ocurre en la bulimia o en algunos casos de anorexia, donde a consecuencia de las restricciones dietéticas se dan episodios de ingesta voraz). Lo más característico de este trastorno, son episodios de ingesta excesiva de alimentos que se viven como descontrolados. Antes y después de estos atracones hay un estado afectivo negativo, donde predomina la ansiedad elevada o el estrés. Estos episodios de ingesta voraz y desmesurada se dan en situaciones limitadas, sobretodo en respuesta a estímulos externos o características de estos (hipótesis externalidad) o para paliar un estado afectivo displacentero, con predominio de la ansiedad (hipótesis ingesta emocional). Si hay restricciones dietéticas, son un estímulo más de tensión que puede llevar a que los atracones sean aún mayores.

En este trastorno, como ocurre con la obesidad, la ansiedad (su incremento), es un importante antecedente de los episodios de ingesta voraz. El atracón sirve para relajar este estado de tensión. Luego de éste, los sentimientos de culpa o disforia no son muy intensos, por lo que es menos probable que se den conductas compensatorias como el vómito o el consumo de laxantes. En la bulimia y en la anorexia, el antecedente del atracón –si es que se produce- es más bien un estado de afectividad negativo (aburrimiento, tensión, tristeza, frustación…).

Es frecuente encontrar en este trastorno un elevado estrés, problemas interpersonales y familiares, abuso de sustancias (drogas), hábitos obsesivos compulsivos, y sentimientos depresivos.

El comportamiento de sobreingesta no sólo está presente en este trastorno, también en la bulimia, en algunos casos de anorexia, y en poblaciones no clínicas. Se relaciona, fundamentalmente con la vivencia de eventos estresantes, un mayor impacto de éstos, y un estado emocional negativo (compuesto por aburrimiento, ansiedad, depresión, ira, y soledad). Este mismo estado afectivo negativo puede llevar a percibir el atracón como más descontrolado o con peores consecuencias (Wolff et al, 2000). Se recurre a la comida para paliar este estado desagradable. Pero si se usa habitualmente esta estrategia, la autoestima se ve afectada, aparecen hirientes sentimientos de culpa y el mismo estado que se quiere evitar tiende a empeorar.

Obesidad

No es un trastorno mental, ni suele llevar asociados trastornos mentales. Pero algunas de sus características pueden ayudar a comprender más y mejor los trastornos de la alimentación y, en nuestro caso, las relaciones de estos con ansiedad y depresión.

En nuestra sociedad hay un marcado rechazo a la gordura y una clara presión hacia la delgadez. Se asimila el prototipo de figura esbelta y delgada a triunfo y valía personal. Esto pone a las personas obesas en una posición difícil. Sobre todo a las mujeres que padecen obesidad, para quienes esta presión es más evidente. Esto, por supuesto, genera tensión, ansiedad y repercute negativamente en la valoración que se hace de uno mismo.

En la obesidad es posible encontrar una predisposición genética. De hecho la cantidad de tejido adiposo viene determinada ya en los genes. Pero en ella también tienen que ver, y mucho, el ingerir alimentos de alto contenido calórico y el sedentarismo. La obesidad o el conocimiento de ella es a veces la antesala para padecer un trastorno de la alimentación.

Como ocurre con el trastorno por sobreingesta compulsiva, puede haber descontrol en forma de atracones que también se explican por las hipótesis de la externalidad y de la ingesta emocional. Algunas personas parecen no saber que se oculta tras sus sentimientos displacenteros. No saben si es miedo, hambre, deseos sexuales, dolor… Pero tienden a interpretarlo como hambre y por tanto combatirlo comiendo (Edelstein, 1989).

No es extraño que se sometan a dietas. Sin embargo, no llegan a los extremos de las dietas en la anorexia, por ejemplo. Hacer dietas continuamente enlentece el metabolismo del cuerpo, provocando que cada vez sea más difícil adelgazar. En cambio el ejercicio físico acelera el metabolismo, disminuye el tejido adiposo (la grasa) y también reduce el apetito.

Tratamientos y consideraciones finales

En el tratamiento de los trastornos de la alimentación lo principal es reestablecer la salud física. Puesto que las dietas continuadas o la existencia de conductas purgativas reiteradas, suele afectar de manera importante al organismo (desequilibrio electrolítico, desgaste del esmalte dental, amenorrea…). Una vez logrado esto se pasa a instaurar unos hábitos alimentarios saludables. Aquí se empieza con el trabajo con ideas y creencias sobre nutrición, el cuerpo y la eficacia de dietas y conductas purgativas para conseguir los ideales de belleza. En el caso de bulimia y sobreingesta compulsiva se trabajan nuevas vías para controlar la impulsividad. Pasado este punto se interviene sobre las posibles patologías psicológicas asociadas. Entre estas patologías se halla, por supuesto, la ansiedad y la depresión, que afectan, y bastante, al curso de estos trastornos. Además de la mejora y el control emocional, son importantes también la optimización de la comunicación interpersonal y la conducta social, el desarrollo de habilidades de resolución de problemas y la mejora de las estrategias de afrontamiento de las situaciones estresantes.

Se ha comprobado que puede haber una relación entre la insatisfacción con la imagen corporal (a pesar de que objetivamente no haya ningún problema), la preocupación por el comer con el correspondiente seguimiento de dietas en chicas adolescentes y un mayor riesgo de padecer síntomas depresivos en la edad adulta. Debido sobre todo a que asocian su masa corporal al bienestar consigo mismas y a la estima que se tienen. Igual ocurriría con el hecho de padecer bulimia, predispone a la depresión (Stice et al., 2000).

Sin embargo, también es cierto que una afectividad negativa podría predisponer a padecer un trastorno de la alimentación. Algunos autores (Schawalberg et al., 1992) han comprobado que en la mayoría en la mayoría de personas con bulimia o con el trastorno de sobreingesta compulsiva la ansiedad aparece antes del trastorno. Por lo que postulan que podría ser un factor de inicio. Fundamentalmente hablan de dos trastornos de ansiedad, el trastorno de ansiedad generalizada y la fobia social.

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Fuente: Miguel Luna (2002). Dibujo: Raúl Ariño. Clínica de la Ansiedad. Barcelona y Madrid.

Para saber más

Edelstein, E.L. (1989). Anorexia nervosa and other Dyscontrol Syndromes. Berlin Heildelberg. Springer-Verlag

Greene, P.G.; Petrie, C.D.; Zeichner, A. (1990). Anxiety reduction in bulimia: single-case methodology to evaluate arousal and eating. Behavioral Assessment, vol.12 pp 295-304

Schwalberg, M.D.; Barlow D.H.; Alger, S.A.; Howard, L.J.(1992). Comparison of bulimics, obese binge eaters, social phobics and individuals with panic disorder on comorbidity across DSM-III-R anxiety disorders. Journal of Abnormal Psychology, vol.101, no.4, 675-681

Stice, E.; Hayward, C.; Cameron, R.P.; Killen, J.D.; Taylor, C.B. (2000). Body-image and eating disturbances predict onset of depression among female adolescents: a longitudinal study. Journal of Abnormal Psychology, vol.109, no.3, 438-444.

Video: Nutrición y salud y salud. (UNED-RTVE2)

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Fobias Específicas

El uso de simuladores en el tratamiento del miedo a volar

Los simuladores son instrumentos, normalmente dedicados a la formación de personal de vuelo, que reproducen las condiciones, incidencias, operaciones y circunstancias del vuelo.

Básicamente hay dos tipos de simuladores: Los que recrean las condiciones y operaciones en la cabina de pasajeros, y los que recrean las condiciones y operaciones de la cabina de pilotaje.

Ambos tipos de simulador son un recurso útil en los programas para superar el miedo a volar. Permiten familiarizarse con el entorno y circunstancias del avión y el vuelo, y disponer experiencias correctoras del miedo y la ansiedad. Todo ello con mucho realismo y elevada sensación de inmersión en la situación.

En el tratamiento del miedo a volar, los simuladores ofrecen la posibilidad de conseguir una progresividad ideal en el proceso de exposición gradual a las condiciones y contextos naturales del vuelo, como paso previo al último: efectuar un vuelo real, normalmente con la asistencia de los profesionales que dirigen el curso o tratamiento.

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Fuente: J. Carlos Baeza. Clínica de la ansiedad.

Video Ilustrativo: Simulador Boeing 737-NGV

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Crisis de pánico y agorafobia

Tratamiento psicológico de las Crisis de Pánico y la Agorafobia

Introducción

Los tratamientos suelen desarrollarse individualmente, aunque en algunos en ocasiones, en función del caso y del momento, está indicado el tratamiento grupal, o la participación de algún acompañante. La duración de los tratamientos oscila normalmente entre seis meses y un año, si bien en algunos casos pueden ser más largos.

El inicio de cualquier tratamiento requiere

  • Una valoración diagnóstica precisa
  • Un conocimiento exhaustivo de los factores implicados en el origen y desarrollo del problema: antecedentes, factores desencadenasteis, factores predisposicionales, factores de mantenimiento, soluciones intentadas, etc.
  • Un conocimiento suficiente del paciente y sus circunstancias: grado de deterioro de la salud y el bienestar, incapacitación e interferencias en planes de acción o estatus significativos para la persona, recursos personales, atribución de capacidad y eficacia, rasgos destacados de la personalidad y del sistema de valores, estado emocional general, etc.
  • La formulación de un esquema explicativo que identifique las variables más relevantes del caso, las relaciones críticas entre ellas, y el proceso que han ido siguiendo a lo largo del tiempo.
  • El establecimiento de una relación adecuada entre el paciente y el especialista que les permita trabajar juntos de manera eficiente: reconocimiento mutuo, comunicación eficaz, confidencialidad, seguimiento de prescripciones, etc.
  • Finalmente, en función de todo lo anterior, el establecimiento de unos objetivos evaluables y unos medios convenientemente ordenados y secuenciados. Estos últimos, los medios y su despliegue, en función de la demanda formulada por el paciente, son los que constituyen el tratamiento propiamente dicho.

La intervención terapéutica conjuga, normalmente, tratamientos específicos, en función del diagnóstico principal, con otros de carácter más general o contextual, en función de las características personales y circunstancias del paciente. Normalmente, las primeras intervenciones van encaminadas a reducir los síntomas de ansiedad y la incapacitación que producen. Posteriormente se analizan y tratan los factores que originan y/o mantienen la ansiedad y otras alteraciones que puedan acompañarla.

Habitualmente, los tratamientos incluyen aspectos relacionados con la recuperación de la salud, si se ha perdido, aspectos relacionados con la prevención, y aspectos relacionados con el desarrollo personal del paciente que de un modo u otro tienen que ver con lo que le pasa.

Normalmente, al inicio del tratamiento, se acude a consulta una vez por semana. Cuando el tratamiento está mínimamente encauzado, se espacian las visitas, efectuándose habitualmente a razón de una visita cada 15 días.

Tratamientos específicos del pánico y la agorafobia

Terapia Psicológica

Hoy en día, según los estudios realizados, existen dos tipos de intervenciones particularmente eficaces:

a)Terapia cognitivo-conductual

b)Exposición en vivo y la autoexposición en vivo (componente básico)

La terapia cognitivo-conductual suele incluir:

  • Información al paciente sobre la naturaleza de la ansiedad en general y del pánico en particular: mecanismos básicos, funcionalidad y disfuncionalidad, explicación sobre los síntomas y su alcance, relaciones entre pensamiento, emoción y acción.
  • Identificación y neutralización del procedimientos contraproducentes, utilizados por el paciente para regular su problema, pero que, en realidad, contribuyen, no a la solución, sino al mantenimiento del problema. Para más información sobre estos procedimientos puede consultarse el apartado Ir de mal en peor del menú superior.
  • Técnicas de respiración: la respiración controlada puede ser útil para reducir la sobreactivación psicológica y para, prevenir o controlar la hiperventilación en los casos en que se da hiperventilación o que presentan dolor u opresión en el pecho al tender a respirar torácicamente.
  • Técnicas cognitivas: reestructuración de creencias distorsionadas e interpretaciones catastróficas, control pensamientos automáticos, regulación de expectativas que se auto-cumplen, etc.
  • Entrenamiento en aserción: facilita la expresión adecuada y la aceptación de las emociones.
  • Técnicas de inervación vagal: esta técnica junto con la respiración controlada y la relajación se ha mostrado útil en pacientes con trastorno de pánico.
  • Técnicas de relajación: se ha mostrado de utilidad conjuntamente con la Exposición en vivo.
  • Intención paradójica: consiste normalmente en la prescripción del síntoma, normalmente con la finalidad de desactivar algún mecanismo que lo sostiene. Parece eficaz pero no se ha mostrado si aumenta o no los efectos de la exposición.
  • Exposición interoceptiva: Exposición a sensaciones temidas para facilitar la habituación, el control de los síntomas y la pérdida del miedo al miedo. Es más aceptada por los pacientes con una alta ansiedad en la exposición.
  • Desarrollo de habilidades y recursos de afrontamiento de fuentes de ansiedad y estrés que contribuyan al origen o mantenimiento de niveles elevados de ansiedad flotante o general lo que podría dificultar la superación de los miedos agorafóbicos.
  • Retroalimentación y reforzamiento social. La retroalimentación ofrecida por el terapeuta parece ser un factor muy importante en la exposición en vivo. Menos importante pero útil, es el reforzamiento dado por el terapeuta.
  • Colaboración de familiares o amigos: pueden ofrecer ayuda, apoyo y aliento al paciente en la aplicación del programa de intervención.
  • Materiales de autoayuda como complemento de la terapia.

Varios estudios indican que la terapia cognitivo-conductual tiene una mejor relación coste-beneficio en comparación con la terapia farmacológica. Aún así, existen casos en que es conveniente la combinación en etapas iniciales de la terapia cognitivo-conductual y la farmacológica.

Exposición en vivo

La exposición en vivo implica que el paciente se exponga en la vida real y de un modo sistemático y progresivo a las situaciones que teme y evita.

Existen tres tipos de exposiciones:

  • Exposición prolongada: con la asistencia del terapeuta se afrontan las situaciones temidas de manera gradual, permaneciendo en las mismas hasta que la ansiedad se reduce significativamente.
  • Exposición autocontrolada más autoobservación: tras 2-5 sesiones con el terapeuta el paciente afronta las situaciones temidas sólo, con permiso de escape temporal en caso de ponerse excesivamente ansioso, siempre y cuando se registre el tiempo pasado fuera de la exposición y luego vuelva a ella.
  • Práctica programada: exposición prolongada y graduada pero con asistencia de un familiar o amigo que realizaría las pautas del terapeuta. Tanto el paciente como el acompañante llevan un manual de autoayuda.

Todas ellas comparten una serie de características comunes:

  • La justificación y presentación de la exposición como un programa sistemático y estructurado que requiere esfuerzo continuado y que implica tolerar cierta cantidad de ansiedad y malestar.
  • Reeducación sobre la naturaleza de la ansiedad: se trata de dar información sobre la ansiedad y el pánico para así reducir el miedo anticipatorio y el humor deprimido. Se le dice que algún grado de ansiedad es normal y aunque puede ser perturbadora, no es peligrosa, como tampoco lo son los ataques de pánico; y es improbable que ocurran las consecuencias catastróficas temidas.
  • Modificar pensamientos y creencias erróneos: mediante la discusión de los aspectos como los riesgos, la sobreestimación de probabilidades y otros errores cognitivos.
  • Especificar claramente los objetivos concretos a conseguir.
  • Las actividades durante la exposición deben hacerse sin prisas, ya que la precipitación es una estrategia defensiva (acabar rápido) e incrementa la activación
  • Discusiones individuales o en grupo sobre las experiencias de la exposición.
  • Otros aspectos: también es importante practicar en días buenos y malos, el reconocimiento de los propios avances, la practica en solitario lo más pronto posible, la superación de las conductas defensivas, entre otras.

Terapia farmacológica

a medicación se utiliza normalmente en combinación y como apoyo del tratamiento psicológico, si bien en algunos casos dicha asociación está desaconsejada. Los medicamentos más utilizados son los ansiolíticos, particularmente las benzodiacepinas, y antidepresivos, comúnmente los Inhibidores Selectivos de la Recaptación de la Serotonina (ISRS)

Según la mayoría de estudios, la medicación es tan eficaz como los tratamientos psicológicos a corto plazo, pero no a medio y largo plazo ya que existe un porcentaje de recaídas mucho mayor, además de crear dependencia si los fármacos utilizados son los ansiolíticos.

En el tratamiento de la agorafobia, los fármacos son aconsejables sólo cuando existan razones específicas que lo justifiquen. Un porcentaje muy alto de pacientes acuden a terapia psicológica tomando medicación, y según el caso, se deberá reducir o mantener la dosis hasta que el paciente aprenda recursos suficientes para manejar la ansiedad, y a partir de este punto, recomendarle que abandone progresivamente la medicación, siempre bajo supervisión del médico correspondiente.

Existe el peligro de que el paciente utilice la medicación como técnica defensiva, tomándosela sólo en las situaciones temidas. En estos casos se le debe aconsejar que deje de hacerlo ya que refuerza la conducta de evitación.

El tratamiento de problemas asociados

En algunos casos, las crisis de ansiedad y la agorafobia vienen acompañados de otros problemas que contribuyan a su mantenimiento y que se tendrá que tratar concurrentemente o posteriormente al problema de la agorafobia. Especialmente existen dos problemas que merece la pena mencionar:

  • Depresión: cuando el estado de ánimo deprimido viene por otros factores y no directamente de la agorafobia (problemas maritales, autoevaluación negativa, aislamiento social) deben ser consideradas por separado.
  • Abuso de alcohol y fármacos ansiolíticos: hacen realmente difícil o imposible el cambio en la conducta agorafóbica. Las personas que estén tomando altas dosis de estas substancias deberán someterse a un programa de retirada lenta antes del tratamiento de la agorafobia. Es conveniente reducir o eliminar el consumo de cafeína y otros estimulantes, ya que exacerban la ansiedad e interfieren n el tratamiento.

El tratamiento, en rigor, no lo es del pánico, la agorafobia, o los problemas asociados, sino de la persona que lo padece, en ralación, naturalmente, con la demanda que efectúa.

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Fuente: E. Massagué y J.C. Baeza. Clínica de la Ansiedad. Psicólogos especialistas en el Tratamiento de las Crisis de Pánico y Agorafobia. Madrid y Barcelona.

Algunas referencias bibliográficas sobre tratamientos del pánico y la agorafobia

Bados, A. (1995a). Agorafobia: Naturaleza, etiología y evaluación. Barcelona: Paidós.

Bados, A. (2000). Agorafobia y ataques de pánico. Madrid: Pirámide.

Botella, C. y Ballester, R. (1997). Trastorno de pánico: Evaluación y tratamiento. Barcelona: Martínez Roca

Craske, M.G y Lewin, M.R. (1997). Trastorno por pánico. En V.E. Caballo (Dir.), Manual para el tratamiento cognitivo-conductual de los trastornos psicológicos (Vol. 1, pp. 113-136). Madrid: Siglo XXI.

Echeburúa, E. y de Corral, P. (1992). La agorafobia. Nuevas perspectivas de evaluación y tratamiento. Valencia: Promolibro.

Marks,I.M.(1991a).Miedos, fobias y rituales: (1) Los mecanismos de la ansiedad.B arcelona: Martínez Roca.

Roca, E; Roca, B.(1999). Cómo tratar con éxito el pánico (con o sin agorafobia). Valencia. ACDE

Video Ilustrativo: Tratamiento psicológico de la ansiedad

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Introducción

Ansiedad y herencia

El trastorno de ansiedad más estudiado es probablemente el trastorno de pánico. Se estima que la aportación de la genética a la ocurrencia del trastorno se sitúa alrededor del 40%. De hecho, los estudios con gemelos indican que entre los monozigotos (comparten la misma carga genética) la presencia del trastorno es de 2 a 5 veces más elevada que entre gemelos dizigotos (no comparten la misma carga genética). Por otro lado, entre familiares de primer grado (padres, hijos, hermanos), es 3 veces más frecuente padecer este trastorno que en la población general. Otros estudios sugieren que los trastornos de pánico podrían compartir factores genéticos con otros problemas de ansiedad, como las fobias, la inhibición del comportamiento o la ansiedad por separación.

Algunos trabajos estiman en un 30% la contribución de la genética a la explicación del trastorno de ansiedad generalizada. La concordancia entre gemelos monozigotos es mayor que entre dizigotos . Por otro lado, los familiares de primer grado de personas con este trastorno tienen entre 2 y 3 veces más probabilidad de tener este mismo trastorno.

La agorafobia, la fobia a la sangre y/o a las heridas y la fobia social son los trastornos de ansiedad con una mayor heredabilidad. También el trastorno de estrés postraumático (TEPT) es más prevalente en gemelos monozigotos que en dizigotos, con una heredabilidad que se estima en torno al 20-30%.

Otros estudios sugieren que ciertas características de personalidad muy relacionadas con la ansiedad (la ansiedad rasgo, la inhibición conductual) podrían heredarse. Estas características heredadas podrían participar en la etiología de los trastornos de ansiedad y del estado de ánimo.

En síntesis, los resultados sugieren que las contribuciones de la genética, como factor predisposicional para el desarrollode los problemasde ansiedad, es apreciable.  Contrariamente a lo que se suponía, no se han identificado genes concretos que de forma específica estén implicados en un tipo u otro de problemas de ansiedad. En su lugar, parece más plausible considerar que un conjunto de genes influya de forma inespecífica en los trastornos de ansiedad, actuando fundamentalmente como factores predisposicionales o de vulnerabilidad, factores que no «obligan» o determinan que una persona llegue a sufrir un trastorno de ansiedad, pero que hacen más probable que éste se desarrolle si concurren otros factores capaces de activarlo.

Tengase en cuenta, por otro lado, que la trasmisión de rasgos o información de padres a hijos no se produce solo por vía genética, sino también a través del aprendizaje, cuyos componentes son también muy importantes en el origen y mantenimiento de los trastornos de ansiedad.

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Fuente: Noemí Guillamón. Clínica de la Ansiedad. Psicólogos y Psiquiatras. Barcelona y Madrid.

Vídeo Ilustrativo: Las bases genéticas de la ansiedad y la depresión I

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Fobias de impulsión

Entendiendo las fobias de impulsión.

Las fobias de impulsión comienzan al malinterpretar pensamientos que en realidad la mayoría de las personas tenemos. Los pensamientos, imágenes o impulsos de contenido agresivo hacia la propia persona o los demás son en realidad normales, aunque sean desagradables. Al interpretarlos como peligrosos, como indicativos de ser una persona desequilibrada…etc, involuntariamente les damos mayor fuerza e importancia, y se pueden convertir en obsesiones, dando comienzo a las fobias de impulsión.

Los estudios dicen que tenemos alrededor de 60.000 pensamientos diarios. Pensamientos de todo tipo. Muchos de ellos negativos y repetitivos. La mayor parte del tiempo no les hacemos demasiado caso, y no nos dejamos «atrapar». En las fobias de impulsión, ocurre lo contrario, el pensamiento (imagen o impulso) nos atrapa.

Todas las personas, en mayor o menor medida, han tenido o tienen pensamientos característicos de las fobias de impulsión. Entre estos 60.000 pensamientos diarios es normal que aparezcan los temidos «¿y si…?»:

  • ¿Y si pierdo el control y empujo el cochecito de mi hijo a la carretera?.
  • ¿Y si impulsivamente insulto a mi jefe?.
  • ¿Y si se me va la cabeza y le doy una bofetada a…?
  • ¿Y si le hago daño a…?
  • ¿Y si de repente doy un volantazo?
  • ¿Y si…?.

En las fobias de impulsión también pueden aparecer las obsesiones de manera imperativa (no solo en formato de ¿y si…?) como si recibieramos una orden: «pégale», «clávale el cuchillo»…etc.

La persona, ante estas obsesiones, asume como ciertas una serie de creencias (falsas) que le llevan a sentirse y comportarse de tal forma que, en vez de conseguir eliminar las fobias de impulsión, la mantienen y la refuerzan. Se sienten tremendamente ansiosas y también culpables por pensar así.

¿Cómo comienzan las fobias de impulsión?

Aparece, por ejemplo, un pensamiento «¿y si…?». En vez de pasarlo por alto y no darle importancia como hacemos con muchos pensamientos, nos fijamos en él con cierta alarma: «¿porqué he pensado eso?, pensar así no es normal, a ver si pierdo el control y…». Sin darnos cuenta, ya hemos plantado la semilla. De alguna manera le estamos diciendo a nuestro sistema de alarma que hay algo que vigilar y que no es normal. De esta forma, provocamos involuntariamente que el ¿y si…? vuelva a aparecer. Cada vez que aparece me alarmo y me angustio más, me preocupo más y le doy más vueltas. Como creo que no debería pensar esas cosas, empiezo a creer que podría suceder en realidad. Como es algo que no quiero que ocurra de ninguna de las maneras, que sería terrible, trato de no tener o expulsar ese pensamiento (imagen o impulso), y trato de evitar las circunstancias que facilitarían que ocurriera (evito cuchillos, balcones, alargar conversaciones o reuniones, quedarme a solas con niños pequeños o con mis hijos…). Al evitar, se hace más fuerte la falsa creencia de «podría ocurrir». Nuestro cerebro, en su afán (lógico, pero en este caso poco acertado) por evitar que ocurran cosas terribles incrementa su vigilancia y advertencia respecto a que ocurriera lo temido, y no para de lanzarnos mensajes (pensamientos, imágenes o impulsos) catastrofistas relacionados con esa pérdida de control, locura…etc.

La persona cree que podría trastornarse (o que ya se está trastornando), que está volviéndose loca, que perderá el control. Cree que pensar esas cosas no es normal. Creen que pensarlo es como tener la intención de hacerlo, que pensarlo en si ya es malo e indicativo de algo terrible. Tratan por tanto de prevenirlo y evitarlo. Tratan de no tener esos pensamientos (imágenes o impulsos) y prevenir situaciones (no estar en situación de «riesgo» si perdieran el control).

De esta manera entran en un círculo del que les cuesta escapar. Las obsesiones continúan, experimentan una gran angustia, miedo, culpa y a menudo vergüenza (por tener esas obsesiones). Intentan no tener esos pensamientos, pero aparecen repetitivamente.

La terapia cognitivo conductual ayuda a la persona a comprender mejor lo que le pasa (los pensamientos obsesivos no son el realidad peligrosos y no perderemos el control) y a adquirir las herramientas necesarias para superar este problema (aprender a gestionar y reducir estos pensamientos y el intenso malestar que comportan).

Nota: También hay pacientes que después de haber experimentado uno o varios ataques de pánico, que implican una gran sensación de pérdida de control, comienzan a alarmarse por esa supuesta pérdida de control y desarrollan fobias de impulsión. Es decir, su ¿y si..?, su obsesión, comienza a partir del miedo a perder el control experimentado en el ataque de ansiedad.

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«Desmontando creencias falsas de las fobias de impulsión»

«El temor a volverse loco o perder el control»

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Fuente: Clínica de la Ansiedad. Psicólogos especialistas en el tratamiento de la ansiedad.

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Ansiedad: avisos y funciones

Ansiedad: redistribución de recursos

El organismo cuenta con recursos limitados, con los que tiene que hacer frente a todo lo que se presente y, por tanto, administrarlos con algún criterio y regla de prioridad.

Se enfrenta, pues, a un problema similar al que, en muchas ocasiones, nos encontramos como personas. Así, con los recursos económicos con los que contamos, tenemos que atender a los diversos asuntos/servicios que nos conciernen o interesan. Si la comunidad de vecinos acuerda el pago de una derrama para arreglar la fachada, y, por otro lado, el coche se ha estropeado y necesitamos otro para trabajar, es probable que, para atender esos gastos, tengamos que reducir otros o dejarlos bajo mínimo.

Volviendo al organismo, ¿qué pasaría si, media hora después de comer copiosamente, nos pusiéramos a jugar un partido de competición de baloncesto? Para jugar a baloncesto ¿a dónde tiene que afluir la sangre (oxígeno, hidratos de carbono)?. A los músculos, al propio sistema cardiovascular y respiratorio. La digestión, por otro lado, es una función compleja, larga, que requiere de una alta afluencia de sangre. Estas dos demandas, exigentes y simultáneas, ponen en conflicto los recursos, capacidad de provisión y distribución del organismo, repercutiendo en sus funcionalidades.

Jugaríamos a baloncesto por debajo de nuestra marca y posibilidades, nos fatigaríamos más y tendríamos menos resistencia, dado que los recursos de oxigenación no son los óptimos, pues una parte de ellos se están detrayendo para otras funciones. Tendríamos dificultades de anticipación y reactividad, más probabilidades de lesionarnos…. Por otro lado, por motivos similares, las funciones digestivas se verían repercutidas negativamente: más molestias, peor funcionalidad.

En el caso de la ansiedad y el estrés ¿a qué zonas del organismo habrían de acudir preferentemente los recursos transportados por el torrente sanguíneo? Dado que el sistema nervioso autónomo está activando las condiciones fisiológicas que nos dispongan a las respuestas de lucha, huida, o parálisis, los recursos se destinarán preferentemente a, casi, los mismos centros que para jugar a baloncesto (con el agravante de que, en el caso de la ansiedad y el estrés, la respuesta motora no se va a desencadenar, lo que, de suyo, va a generar otros problemas).

Cualquier deportista o entrenador trata de evitar el referido conflicto distanciando convenientemente la hora de comer y la de competir. Pero, el partido de la ansiedad y el estrés ¿a qué hora empieza? ¿cuánto dura? Con frecuencia, la administración de recursos por parte del organismo se complica, puesto que las funciones de la ansiedad y su preparación coinciden con otras… Tanto mayor sean la exigencia y duración respectivas, el conflicto entre funciones y sus efectos serán más altos, pasando de una contraindicación a una incompatibilidad.

Así sucede, para poner otro ejemplo, a nivel cerebral. El cerebro consume sobre el 20-25% del oxígeno que tomamos, a pesar de, en proporción, su escaso peso. En el caso de la ansiedad y el estrés, lo podríamos ver con pruebas de neuroimagen, ¿a dónde afluye la sangre fundamentalmente? A las áreas encargadas de la respuesta emocional primaria, la activación de ciertas memorias, la coordinación motora… Si afluyen más recursos a esas áreas, otras quedarán en precario, bajo mínimos ¿cuáles? Áreas prefrontales y otras relacionadas con el procesamiento superior de la información y toma de decisiones, que se verán comprometidas, con operatividad limitada.

Estos conflictos a nivel de la fisiología y metabolismo básicos tienen su expresión también en otro tipo de recursos: perceptivos, atencionales, etc .

Realizar una terapia psicológica te ayudará a superar tu problema de ansiedad de una manera más rápida y eficaz.

Contáctanos y te informamos:

Clínica de la Ansiedad en Barcelona: 93 226 14 12607 507 097.

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Fuente: Clínica de la Ansiedad. Especialistas en el tratamiento de la ansiedad.

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Regulación emocional

El miedo, la expresión emocional de la ansiedad

“La ansiedad se alimenta del miedo”. Esta es una frase que a menudo utilizamos en terapia en la Clínica de la Ansiedad, para que la persona con ansiedad pueda entender mejor los mecanismos que la generan y la mantienen. En la mayoría de los casos podríamos decir que no existe ansiedad sin miedo, aunque lógicamente puede existir miedo sin ansiedad.

El miedo es la emoción básica que origina, alimenta y mantiene cualquier problema de ansiedad.

  • En la fobia social la persona tiene miedo a hacer el ridículo, miedo a que los demás se den cuenta de su nerviosismo y piensen mal, miedo a no caer bien, miedo a decir una tontería…etc.
  • En la hipocondría la persona tiene miedo a morir o a padecer una enfermedad grave.
  • En los problemas obsesivo-compulsivos la persona puede tener miedo a contaminarse, miedo a que suceda algo grave si no realiza un determinado comportamiento, miedo a perder el control y hacerse daño a si mismo u a otras personas…etc.
  • En las fobias simples pueden haber miedos a los animales, a tormentas u otros fenómenos atmosféricos, a la oscuridad, a conducir, al avión…etc.
  • En la agorafobia el miedo es a experimentar ansiedad y no poder escapar u obtener ayuda, a los propios síntomas de la ansiedad, a lugares donde se ha experimentado ansiedad…etc.
  • En las crisis de ansiedad toma todo el sentido la frase “miedo al miedo”, es decir, miedo a experimentar el miedo que se siente cuando se tiene un ataque de pánico o crisis de ansiedad, o miedo a las consecuencias imaginadas respecto alguno de los síntomas (miedo al infarto cuando noto las taquicardias, miedo al desmayo si noto mareo o inestabilidad, miedo a sufrir un colapso por tanta ansiedad…).
  • En la ansiedad generalizada la persona teme que se hagan realidad sus preocupaciones catastróficas que se van al extremo de “todo irá mal, algo malo pasará, sucederá lo peor que temo”.

(Nota: esta explicación se centra en resaltar el papel del miedo en todos estos problemas, pero no explica todo lo que le ocurre a una persona que sufre uno de estos problemas. Existen otros factores implicados, diferentes para cada uno de los problemas, que ayudan a entender y definir el origen, mantenimiento y desarrollo de los problemas antes citados).

¿Y que suele suceder cuando tenemos miedo?

Como es una emoción sumamente desagradable para nosotros nuestra tendencia es huir de ella, escapar, o evitar aquello que nos produce miedo. Este mecanismo de escape o huida es muy lógico y adecuado cuando el miedo viene ante una situación realmente peligrosa, pero es contraproducente cuando no lo es. Huir acaba aumentando y manteniendo la ansiedad.

¿Qué podríamos hacer para que estos problemas no vayan a más y llegar a controlarlos?

Podemos utilizar dos estrategias para hacer frente a estos problemas. Por un lado “desmontar” los miedos, y por otro afrontarlos gradualmente. En la medida en la que podamos, afrontar poco a poco los miedos provocará que se vayan reduciendo. La manera de afrontarlos es siendo conscientes que debemos soportar cierto nivel de ansiedad al enfrentarnos, intentando hacerlo gradualmente para que sea tolerable para nosotros/as. Una práctica continuada podrá darnos buenos resultados. De otro lado, y paralelamente, tenemos que poner a prueba la veracidad de nuestros miedos, es decir, poner en duda si lo que pensamos es cierto o si lo es hasta el extremo al que lo llevamos. Podemos reflexionar sobre cuestiones como: ¿es muy probable que ocurra? ¿lo he pensado muchas veces y nunca ha sucedido? ¿que le diría yo a un amigo/a que estuviera igual de preocupado/a por esto? ¿estoy pensando en lo peor? ¿suele ocurrir lo peor?.

Poder hacer frente a los miedos y desmontarlos en muchas ocasiones no es una tarea sencilla, y no siempre se logra sin una ayuda profesional. Por eso en la terapia se aprenden una serie de estrategias y técnicas para lograr superarlos. De manera pautada y con la ayuda del psicólogo/a, se definen los pasos a seguir para superar estos problemas.

Realizar una terapia psicológica te ayudará a superar tu problema de ansiedad de una manera más rápida y eficaz.

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Fuente: Clínica de la Ansiedad. Especialistas en el tratamiento de la ansiedad.[:]

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Ansiedad Generalizada

Ansiedad Generalizada: problemas asociados

A menudo, las personas que presentan el trastorno de ansiedad generalizada, también conviven con algún otro problema psicologico como:

  • Alteraciones del estado de ánimo como depresión mayor y/o distimia
  • Crisis de pánico con o sin agorafobia
  • Fobia Social
  • Fobia específica
  • Abuso o dependencia de alcohol o de sustancias sedantes, hipnóticas o ansiolíticas
  • Trastornos asociados al estrés (síndrome del colon irritable, dolores de cabeza, hipertensión esencial, úlceras, diarrea, insomnio)

En estudios epidemiológicos, del 67% al 93% de los pacientes con trastorno de ansiedad generalizada (sea éste su diagnóstico principal o no) presenta o han presentado al menos otro problema asociado.

Si nos referimos a  los niños y adolescentes con trastorno de ansiedad generalizada, destacarían los siguientes trastornos comórbidos:

  • Problemas depresivos
  • Fobia social
  • Fobia específica
  • Ansiedad por separación
  • Trastorno de pánico
  • Trastorno de déficit de atención con hiperactividad

El motivo de la concurrencia entre dos o más problemáticas, puede estar justificado por alguna o varias de las siguientes hipótesis:

  1. Un trastorno se convierte en factor de riesgo del otro. Por ejemplo, una persona que padece trastorno de ansiedad generalizada, que le conlleva un desgaste psicológico significativo, a lo largo del tiempo , puede desarrollar un trastorno depresivo.
  2. Varios trastornos conviven porque comparten las mismas causas que los originaron. Por ejemplo, los trastornos de ansiedad y del estado de ánimo surgirían de las mismas vulnerabilidades genéticas, biológicas y psicosociales.
  3. Diversos trastornos pueden presentarse porque presentan síntomas superpuestos, a pesar de considerarse entidades separadas. Por ejemplo, los síntomas de miedo extremo, sensación de ahogo, taquicardias, insomnio, náuseas, temblores y mareos son comunes para diversos trastornos de ansiedad.

En los casos en los que el trastorno de ansiedad generalizada aparezca con otros problemas asociados, será necesario aplicar un plan de tratamiento para cada una de los problemas. Es imprescindible, establecer el diagnóstico principal y jerarquizar el orden de los problemas existentes para abordar en la terapia.  En  ocasiones, se empezará a intervenir por el problema más incapacitante para la persona, en el momento actual,  aunque no corresponda con la patología principal. A medida que la persona vaya mejorando en el problema secundario,  favorecerá la posibilidad de centrarse en la principal alteración psicológica.

Fuente: Verónica Aguilera. Clínica de la Ansiedad. Psicólogos en Barcelona y Madrid

Para saber más

Bados, A.  (2015). Trastorno de ansiedad generalizada. Guía para el terapeuta. Editorial Síntesis: Madrid.

Rodríguez de Kissack, M y Martínez León, N. C. (2002) “Trastorno de ansiedad generalizada y trastorno de pánico en niños y adolescentes”. En Vicente E. Caballo y Miguel Ángel Simón (Dir.y Coord.), 2002. Manual de Psicología Clínica Infantil y del Adolescente. Trastornos generales.(pp. 93-120). Editorial Pirámide: Madrid.

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Preguntas más frecuentes

¿Cuánto duran los tratamientos de la ansiedad y con qué frecuencia se acude consulta?

La duración total de los tratamientos es variable. Los tratamientos psicológicos que hasta la fecha han demostrado una mayor efectividad y eficiencia son los basados en procedimientos cognitivo-conductuales. Su duración oscila entre seis meses y un año, si bien en algunos casos pueden ser más largos, en función del caso, la asociación de la ansiedad a otros trastornos, y la implicación del paciente en el programa.

Se considera que al cabo de unas semanas de tratamiento han de aparecer ya los primeros resultados, indicadores de la utilidad de los recursos que se están aplicando, y de la capacidad y disposición del paciente para beneficiarse de ellos.

Normalmente, al inicio del tratamiento, se acude a consulta una vez por semana. Cuando el tratamiento está encauzado, se espacian las visitas, efectuándose habitualmente a razón de una visita cada 15 días.

Si el tratamiento es exclusivamente farmacológico, el ritmo de las visitas es diferente: inicialmente cada tres o cuatro semanas, posteriormente cada dos o tres meses.