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Para profesionales

Ansiedad: Guías de Tratamiento

Guías de actuación propuestas por Comités Internacionales de Expertos en diferentes problemas médicos y psicológicos. Se trata de recomendaciones dirigidas a profesionales y especialistas. En inglés.

GUÍAS NICE

Para Trastorno de Ansiedad Generalizada 

Para Trastorno de Angustia (Pánico).

Para Trastorno Obsesivo-Compulsivo

Para Trastorno por Estrés Postraumático

Para Trastorno Depresivo en Adultos

GUÍAS APA  

-Para Trastorno Obsesivo-Compulsivo

-Para  Trastorno de Pánico

-Para Trastorno por Estrés Postraumático

-Para Trastorno Depresivo Mayor

-Para Evaluación Psiquiátrica de Adultos

GUÍA DE PRÁCTICA CLÍNICA PARA EL MANEJO DE PACIENTES CON TARSTORNOS DE ANSIEDAD EN ATENCIÓN PRIMARIA. Ministerio de Sanidad y Consumo (España).

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Fuente: Clínica de la Ansiedad.

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Libros de la Clínica de la Ansiedad

Higiene y prevención de la Ansiedad

Referencia

Título: HIGIENE Y PREVENCIÓN DE LA ANSIEDAD
Autores: J.C. Baeza; G. Balaguer; I. Belchi; M. Coronas; N. Guillamón.
Prologado por Antonio Cano, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés.
Páginas: 187.
Editorial: Ediciones Díaz de Santos. Madrid, 2008.
ISBN: 978-84-7978-850-6

Contenido:

0.- Introducción.

1.- Conceptos: ¿De qué hablamos?.

1.1.- ¿Qué es esto?  La ansiedad un mecanismo ¿adaptativo? de defensa…
1.2.- ¿Cómo es eso?  La ansiedad: un modelo explicativo…
1.3.- ¿Qué me está pasando? La ansiedad: el por qué de los síntomas…
1.4.- ¿Por qué a mí?  La ansiedad: biología, aprendizaje, personalidad, circunstancias y recursos.
1.4.1.- Factores biológicos.
1.4.2.- Personalidad.
1.4.3.- Aprendizaje.
1.4.4.- Circunstancias y recursos.
1.5.- Algunos compañeros de viaje: Depresión, estrés.
1.5.1.- Ansiedad y depresión
1.2.2.- Ansiedad y estrés

2.- Procedimientos: ¿Qué hacer al respecto?.

2.1.- Hábitos y procedimientos para regular la ansiedad y prevenir sus alteraciones.
2.1.1.- Pensamiento y Ansiedad.
2.1.2.- Ansiedad, autoestima, asertividad y disposición de apoyos sociales.
2.1.3.- Gestión del tiempo y resolución de problemas.
2.1.4.- Ansiedad y respiración.
2.1.5.- Exponerse a los miedos para superarlos.
2.1.6.- Ejercicio físico y ansiedad.
2.1.7.- Alimentación y ansiedad.
2.1.8.- Sueño y ansiedad.
2.1.9.- Consumo de drogas y ansiedad.
2.1.10.- Ansiedad y soluciones boomerang.
2.2.- Ansiedad y ámbito socio-familiar.
2.2.1.- Educando a los niños para prevenir la ansiedad.
2.2.2.- Cómo pueden ayudar los familiares.
2.3.- ¿Dónde acudir llegado el caso?. Tratamientos que funcionan.
2.3.1.- Cuándo consultar.
2.3.2.- Tratamientos psicológicos.
2.3.3.- Tratamientos farmacológicos.
2.3.4.- Tratamientos combinados.

3.- Epílogo Triste con final feliz: ¿ la ansiedad se cura?.

4.- Referencias bibliográficas.

Objetivos y destinatarios del libro

El objetivo del libro es doble: por un lado facilitar, de manera rigurosa y con un lenguaje asequible, el conocimiento y comprensión de la ansiedad, sus funciones, mecanismos, causas y factores implicados. Por otro, contribuir a divulgar, de forma práctica y sistemática, los hábitos y procedimientos que ayuden a prevenirla o mantenerla dentro de unos límites manejables y asumibles

Es un libro asequible a cualquier persona interesada en el tema de la ansiedad. Va especialmente dirigido a:

Personas que aún no han recibido tratamiento, pero han identificado sus problemas como relacionados probablemente con la ansiedad a través de diferentes medios: médicos de cabecera, artículos en revistas o periódicos de gran difusión, internet, etc.

Pacientes que ya han sido tratados, pero necesitan observar una serie de procedimientos que mantengan la mejora, y minimicen el riesgo de reincidencias.

Familiares, amigos o allegados de personas que sufren algún trastorno de ansiedad, quieren conocer mejor su problema y prestar algún tipo de apoyo o ayuda bien encaminada.

Profesionales de la educación que están en contacto regular con el segmento más joven de la población, a quienes pueden ayudar a identificar el problema u orientarlo.

Profesionales de la salud que desarrollan su trabajo en centros de atención primaria. Son ellos quienes frecuentemente detectan en primer lugar el problema y efectúan las primeras orientaciones.

Profesionales vinculados a los recursos humanos y a la prevención de riesgos en el trabajo.

Más información y pedidos.

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Buscar ayuda

Cómo buscar ayuda

Si usted o alguna persona a quien usted conoce tiene síntomas de ansiedad, lo mejor que puede hacer inicialmente es ver al médico de familia o cabecera. Un médico puede ayudarle a determinar si los síntomas son debidos a un trastorno de ansiedad, a alguna otra condición médica o a ambos. El siguiente paso para recibir tratamiento en un trastorno de ansiedad es acudir a un profesional de salud mental.

Entre los especialistas que pueden ayudarle están los psicólogos y los psiquiatras. Es mejor buscar a un profesional que tenga entrenamiento especializado en terapia cognitivo-conductual o en terapia de comportamiento y que esté dispuesto a usar medicamentos en caso de que sean necesarios.

Habitualmente, los psicólogos trabajan en equipo con un psiquiatra u otro médico, quien receta los medicamentos cuando éstos se requieren. Para algunas personas la terapia de grupo o la de grupos de auto-ayuda son una parte útil del tratamiento. A muchas personas les es más útil una combinación de estas terapias.

Muchas personas padecen un sólo tipo de trastorno de ansiedad y nada más, pero no es raro que un trastorno de ansiedad venga acompañado de otros problemas como por ejemplo depresión, problemas alimenticios, alcoholismo, abuso de substancias químicas u otro trastorno de ansiedad. Frecuentemente quienes padecen de un trastorno de pánico o fobia social, por ejemplo, también experimentan la intensa tristeza y desaliento asociado con la depresión, o se hacen adictos al alcohol. En esos casos, estos problemas también necesitarán atenderse.

Cuando usted busque a un profesional de la salud es importante que pregunte qué tipos de terapia usa generalmente. Es importante que usted se sienta cómodo con la terapia. De no ser éste el caso, busque ayuda en otro lado. Si usted ha estado tomando medicamentos, es importante no cortar abruptamente el uso de algunos de ellos, sino irlos rebajando bajo la supervisión de su médico. Asegúrese de preguntar a su médico cómo dejar de tomar un medicamento.

Cuando usted encuentre a un profesional de la salud con el cual se siente satisfecho, ambos trabajarán en equipo. Entre los dos podrán desarrollar un plan para el tratamiento de su trastorno de ansiedad que pueda incluir medicamentos, terapia de comportamiento, o terapia cognitivo-conductual, según se considere apropiado. Sin embargo, los tratamientos para trastornos de ansiedad no necesariamente dan resultado inmediatamente. Su psicólogo o psiquiatra puede pedirle que siga un plan específico de tratamiento durante varias semanas para determinar si le está dando resultado.

(Esta información sobre Ayuda en los Trastornos de Ansiedad procede del National Institute of Mental Health)

¿Dónde encontrar un especialista? Si no tiene referencias sobre especialistas que puedan atenderle, puede dirigirse a la página web del colegio de psicólogos de su comunidad dónde, normalmente, hay un directorio que puede facilitarle la búsqueda. Así, por ejemplo

Video: Fobia social, crisis de pánico; agorafobia. 

Clínica de la Ansiedad: Psicólogos y psiquiatras especialistas en el tratamiento de la ansiedad. Madrid y Barcelona.

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Interacciones contraproducentes

Ansiedad: Exposición versus conductas de seguridad

Tradicionalmente, desde los postulados del conductismo como modelo teórico, experimental y terapéutico, el estudio y tratamiento de la ansiedad se ha basado en las leyes del condicionamiento clásico y en el instrumental. El primero, terapéuticamente hablando, daría lugar a las técnicas de contra-condicionamiento y el segundo a las de exposición. Bajo el paradigma instrumental, la evitación y la huida son formas de afrontamiento del miedo encaminadas a controlar las condiciones aversivas del medio (externo o interno).

La psicoterapia conductual, en el abordaje de muchas alteraciones neuróticas relacionadas con la ansiedad -en particular fobias y trastornos obsesivo-compulsivos-, fundamenta el tratamiento en las técnicas de exposición, que consisten básicamente en procurar que el paciente entre y permanezca en contacto con la situación temida, tolerando la angustia que ello conlleva, hasta que ésta disminuya, y así reiteradamente hasta que pueda exponerse a la situación sin experimentar miedo.

La exposición integra un conjunto de procedimientos que van desde la desensibilización progresiva, que es la forma más gradual de exposición, hasta la inundación, donde el paciente se enfrenta con la situación temida en la realidad y de golpe. Técnicas como la implosión, donde el paciente imagina las escenas que le provocan un intenso miedo; la intención paradójica, donde al paciente se le prescribe la vivencia, exageración o reproducción de los propios miedos o síntomas; y otras como el modelado con refuerzo, el reforzamiento encubierto, la inoculación al estrés, la prevención de respuesta, responden también al mismo principio, aunque muchas veces desde formulaciones teóricas y diferentes.

No siempre hay acuerdo entre los especialistas sobre dónde radica el mecanismo terapéutico de estas técnicas. En el ámbito conductual se postula dos posibilidades, a veces, complementarias: la habituación y la extinción. En un caso y en otro desaparecen las respuestas ostensibles de evitación, la ansiedad subjetiva y la sintomatología neurovegetativa, bien porque el paciente compruebe la inocuidad del medio y éste pierda sus propiedades aversivas o bien porque el paciente se habitúe no sólo a miedos concretos, sino a tolerar experiencias y sentimientos desagradables. Desde una óptica cognitiva, las técnicas de exposición posibilitarían experiencias correctoras que conducirían a disconfirmar los pensamientos y expectativas negativas o alarmantes que originan o sostienen los miedos.

No obstante, se producen diversos fracasos en la terapéutica por exposición. La mayoría de ellos por rechazo del tratamiento, abandono prematuro, o seguimiento incorrecto de las prescripciones. Sin embargo, una minoría de pacientes no consiguen habituarse o reducir significativamente la ansiedad mediante la exposición en vivo, aunque cumplan perfectamente las instrucciones del tratamiento, no se encuentren deprimidos y no tomen sedantes, ni alcohol. Parece ser que, por razones aún no bien comprendidas, las personas deprimidas no responden bien a las técnicas de exposición. Los antidepresivos estarían indicados, junto con la exposición, en pacientes obsesivo-fóbicos con estado de ánimo deprimido, mientras que la exposición sola sería el tratamiento de elección para los no deprimidos. La dependencia de alcohol o ansiolíticos (secundaria o no) es un obstáculo a la generalización o transferencia del aprendizaje y los resultados al estado de sobriedad, por lo que se prohíbe su consumo o se reduce a tomas mínimas.

Diversos estudios han puesto de manifiesto que las llamadas Conductas de Seguridad podrían estar detrás de algunos de los fracasos de la exposición como técnica terapéutica. Se trata de estrategias de afrontamiento emitidas por los pacientes para reducir la ansiedad y el malestar psicológico frente a estímulos fóbicos. Citamos a continuación algunos ejemplos:

  • En personas con crisis de pánico/agorafobia: sentarse cerca de la puerta en el cine, de forma que resulte más fácil salir; desplazarse por recorridos donde haya hospitales, farmacias, tiendas abiertas, donde pudieran ser socorridos; llevar una botella de agua encima para refrescarse, corregir la sensación de boca seca, u obstrucción en la garganta; caminar cerca de la pared o llevar algún objeto que pudiera servir de apoyo en un momento dado; agarrarse fuertemente de la oreja o la mano, etc.
  • En pacientes con ansiedad social: ponerse una camiseta que enjugue el sudor; ponerse maquillaje que disimule el sonrojo o colocarse en lugares más oscuros o sombreados; cruzar los brazos para prevenir el temblor; etc.
  • En personas que padecen algún trastorno obsesivo: métodos de afrontamiento supersticioso; auto-diálogos o contra-argumentaciones, etc. En la ansiedad generalizada: realizar llamadas de teléfono tranquilizadoras; comprobaciones, etc.
  • En pacientes con temores hipocondríacos o con ansiedad por la enfermedad: disminuir el esfuerzo físico o su intensidad, que podrían alterar la tasa cardíaca o al respiración; tomar algún alimento “protector”. Algunas estrategias son comunes a varios trastornos: llevar medicación ansiolítica encima, llevar el teléfono consigo, distraerse mediante diversos procedimientos, ir acompañado.

Hay abundante evidencia –Marks (1991); Craske y Barlow (2002; 2001); Cox y otros ((1992); Bados (2001); Baker (1989); Wells y otros (1995) de que estas estrategias de seguridad, citadas también a veces por otros nombres como afrontamiento parcial, afrontamiento desadaptativo, estrategias defensivas, o inútiles, interfieren notablemente en la efectividad de la exposición, malogrando sus resultados. Por este motivo son consideradas como prácticas antiterapéuticas. Se considera que si bien inicial y temporalmente producen cierto alivio del miedo y del malestar, a medio y largo plazo mantienen la ansiedad y la evitación. El uso de estos afrontamientos parciales parece eficaz a corto plazo, lo que le proporciona una validez aparente (Peñate y otros 2006): La persona es capaz de resistir el estímulo fóbico (frente a las estrategias evitativas o de escape), sin embargo la información proporcionada por estas conductas actúa como un mecanismo reforzante de las mismas, con lo que adquiere un valor discriminativo de cuándo, cuánto y en que circunstancias se puede abordar el estímulo fóbico.

Como venimos observando a lo largo de estas páginas no es infrecuente que el paciente combine diferentes estrategias de afrontamiento en su afán por regular la ansiedad y sus consecuencias. En un afrontamiento efectivo las diversas estrategias actuarían de forma complementaria sin interferirse entre sí. Aunque el afrontamiento busca la eficacia, ésta no siempre se alcanza, sea por imperativos del medio, falta de recursos (cognitivos, conductuales, materiales, etc.), u otras razones.

Por nuestra parte (Baeza, 1994), hemos observado que algunos fallos de la exposición como técnica encaminada a provocar la extinción de la ansiedad pueden ser debidos al efecto de simultanear la exposición con algunas formas de auto-regulación de los síntomas: centrar la atención en el control y seguimiento de los síntomas, antes que en las señales aversivas del medio donde se presentan, y servirse de estrategias (inmovilizarse, respirar con un determinado ritmo, moverse total o parcialmente de una forma predeterminada, apoyarse sistemáticamente en ciertos puntos, mantener firmemente una determinada orientación espacial, etc.) capaces (o tomadas por tal) de provocar cierto alivio o control. Los datos parecen indicar que los procedimientos con que los sujetos trataban de regular o contener la ansiedad, o alguna de sus manifestaciones, frente a situaciones temidas, interfieren en los procesos de habituación a la situación o en la extinción del miedo, como lo prueba el hecho de que éstas últimas acontecieron (habituación-extinción) cuando se renunció o impidió la práctica de los procedimientos “tranquilizadores”.

Se trataría, pues, de un problema de interferencia entre formas inicial y perentoriamente efectivas para el afrontamiento de la emoción ansiosa y sus manifestaciones neurovegetativas (fuente de temores sobre la pérdida de control, salud, etc.) y los procesos subyacentes a la exposición por los cuales el medio, interno o externo, pierde sus condiciones aversivas o el paciente se habitúa a ellas.

Así pues, en el marco de la Terapia Cognitivo-Conductual, lo que comúnmente se recomienda en libros de texto y manuales de intervención terapéutica es que las conductas de seguridad sean inhibidas o abandonadas. Desde una perspectiva cognitiva, se argumenta que las conductas de seguridad pueden ser anti-terapéuticas porque impiden la ocurrencia de experiencias disconfirmativas del peligro. Un ejemplo sería el lavado de manos, frente al temor de contaminarse; o las conducta de tragar saliva, frente a la sensación de obstrucción en la garganta, para comprobar o asegurar que no se obstruya.

A pesar de las evidencias sobre el efecto contraproducente de las conductas de seguridad, algunos estudios y experimentos (Rachman 1986,2008; Powers el al., 2004; Milosewic y Radomsky, 2007) ponen de manifiesto que las conductas de seguridad pueden ocasionalmente facilitar la exposición y contribuir a la reducción del miedo, facilitando cambios a largo plazo en los síntomas y el pensamiento, sin impedir las experiencias disconfirmativas del peligro, ayudando a corregir interpretaciones y expectativas negativas, y reduciendo los altos niveles de abandono de los tratamiento. Se considera que podrían ser especialmente útiles en las primeras etapas del tratamiento, muy particularmente en pacientes con altos niveles de ansiedad, y ofrecer potenciales ventajas:

  • Incrementar la aceptabilidad y la tolerancia de los tratamientos.
  • Proveer al paciente de una mejor sensación de control.
  • Incrementar la cooperación del paciente con el tratamiento.
  • La exposición podría ser más larga y fácil.
  • La sensación de seguridad permitiría al paciente aprender mejor la información correctora de la situación.

Quedaría por establecer con claridad, en qué casos, bajo qué condiciones, y en qué circunstancias puede hacerse un uso racional y provechoso de las conductas de seguridad, de forma que faciliten la reducción del miedo, sin generar conductas desadaptativas de evitación, y propicien la disconfirmación de pensamientos irracionales.

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Fuente: J. Carlos Baeza Villarroel. Clínica de la Ansiedad. Psicólogos y psiquiatras. Especialistas en el tratamiento de la ansiedad. Barcelona, Madrid y online.

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Otros errores

La evitación: una manera de perpetuar el problema

La evitación de la situación que provoca ansiedad es una de las respuestas más comunes para intentar regularla. Es más fácil de ejercer frente a estímulos exteriores o ambientales que ante estímulos internos o de valoración social.

El estudio experimental de la evitación ha ocupado un lugar central en la investigación de la ansiedad desde los paradigmas operante y respondiente. Se entiende, básicamente, como un modo de controlar las condiciones aversivas del medio.

Por lo que se refiere al sostenimiento de la ansiedad, la evitación opera de dos maneras: impidiendo que se establezcan la habituación y la extinción (al no comprobarse la inocuidad del estímulo tenido por aversivo). En estos casos, y en este sentido, la evitación puede considerarse en sí misma una estrategia de afrontamiento espontaneo contraproducente, ya que si ocasionalmente impide un incremento puntual de la ansiedad, lo que hace en realidad es contribuir a su sostenimiento y perpetuación.  Desde una perspectiva cognitiva,  la evitación  impidería la ocurrencia de experiencias disconfirmativas del peligro, contribuyendo así al mantenimiento de creencias e interpretaciones inadecuadas que sustentan la ansiedad.

No obstante hay un tercer factor, en absoluto desconsiderable, que contribuye a que la evitación pueda provocar efectos contraproducentes: La evitación de las situaciones que generan ansiedad implica la renuncia a planes e intereses, o la pérdida de condiciones, que pueden ser importantes para el sujeto, lo que a su vez es fuente de ansiedad. En estos casos cabe la pregunta de, dada la exposición, hasta donde la reducción de la ansiedad se produce por los procesos de habituación y o extinción, y hasta donde por la continuidad de los programas de acción en curso o la preservación del Status quo amenazados.

Marks (1981,1987) ha realizado magníficos y extensos trabajos y revisiones sobre el tema de la exposición a situaciones temidas como procedimiento terapéutico en los trastornos por ansiedad, hasta el punto de haberlos convertido en los tratamientos más extendidos en el campo de las terapias conductuales.

Para saber más

MARKS, I. (1981). Cure and Care of Neorosis. New York: John Wiley and Sons, Inc. Ed. Española (1986): Tratamiento de la Neurosis. Barcelona: Martínez Roca, S. A.

MARKS, I. M. (1987). Fears, phobias, and rituals. Oxford University Press, Inc. Ed. Española (1991): Miedos, fobias y rituales. 1. Los mecanismos de la ansiedad. Barcelona: Martínez Roca, S. A.

MARKS, I. M. (1987). Fears, phobias, and rituals. Oxford University Press, Inc. Ed. Española (1991): Miedos, fobias y rituales. 2. Clínica y tratamientos. Barcelona: Martínez Roca, S. A.

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Fuente: Baeza Villarroel, J.C. (1994) ISBN: 84-490-0131-5. Clínica de la Ansiedad.

Documentos relacionados

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Errores en la Anticipación

La prevención abusiva no tranquiliza ni da seguridad

Hay una diferencia entre la previsión y la prevención. Ambos son procesos evaluativos de tipo anticipatorio. Preveer se refiere a pronosticar o conjeturar un acontecimiento a partir de alguna señal o indicio con valor predictivo. Lo anticipado puede ser deseado o no deseado, positivo o negativo. Cabe cualquier tipo de expectativa. No nos prevenimos de que nos toque la lotería, nos aumenten el sueldo, o de que haga buen tiempo si vamos a la playa, aunque si podemos preveerlo como posible. Podemos incluso, si está en nuestra mano, procurarlo, posibilitarlo. Prevenir, precaver, implica estorbar, impedir un efecto, ya sea mediante la evitación, o, si no es posible, mediante la preparación de una estrategia defensiva. Si amenaza lluvia, evitamos salir o llevamos un paraguas, por si acaso.

La previsión de un riesgo conlleva una estrategia para superarlo, sin que se alteren substancialmente nuestros planes. La prevención de riesgo implica su evitación. Esto lo saben bien las compañías de seguros, también llamadas de previsión. Cubren un riesgo de forma que, dado, no altere básicamente la situación y circunstancias de quien lo sufre. Si una casa se quema se cuenta con dinero para hacer otra. La prevención se refiere a la evitación del riesgo. La prevención es un modo de previsión y por tanto no son excluyentes. La segunda no implica necesariamente una voluntad de acción u omisión determinada, frente a lo previsto, la primera si. No se trata tanto de afrontar una situación superando los riesgos o conviviendo con ellos, cuanto de impedir su ocurrencia.

La prevención extremada pone más el acento en lo que no se quiere que pase, que en la consecución de lo que se desea que ocurra. O dicho de otra manera, si hay conflictos entre una cosa y otra se elige la primera. La prevención abusiva trataría de reducir la probabilidad de ocurrencia de un riesgo a cero, como requisito previo para comprometerse con una acción.

En cierto modo denota una intolerancia o hipersensibilidad hacia determinados riesgos, objeto de la prevención, y un sentimiento de indefensión, recelo, sospecha, aprensión frente a las situaciones donde pudiera surgir. Poco peligro elimina conductas con posible éxito.

Hay una prevención pertinente, o conveniente, que consiste en disponer unas medidas simples capaces de reducir significativamente la probabilidad del riesgo y, una vez tomadas, olvidarse de él mientras no se manifieste. Con el riesgo restante se convive. La prevención no debe ser más costosa, en ningún sentido, que el daño que se quiere evitar. La prevención pertinente tranquiliza y genera autoconfianza.

Pongamos un ejemplo: Si hemos de salir de viaje, tomamos alguna precaución básica: comprobar el buen estado del coche, procurar un buen estado del conductor (descanso, no drogas) y respetar las normas de tráfico. Estas medidas nos dan una seguridad y confianza, que nos permite relajarnos y centrarnos en otra cosa: el paisaje, la música del casset, la conversación con el compañero de viaje, etc., y mantener una atención flotante sobre la conducción que permite detectar y responder a cualquier eventualidad. Sin las medidas citadas la conciencia de riesgo de accidente automovilístico nos haría estar más tensos, inseguros.

Hay una prevención improcedente, o inconveniente, caracterizada por la pretensión de agotar anticipatoriamente todas y cada una de las posibilidades de materialización del riesgo, con su circunstancia concreta y sus consecuencias en cada momento del desarrollo de la acción. Se trata de evitar ser sorprendido, de estar sobre aviso, ante cualquier posibilidad degradatoria, lo que implica imaginar con la mayor definición todo lo que no caiga dentro de lo imposible.

Esto nos lleva a estar constantemente en actitud de «prevengan», expresión utilizada militarmente para indicar una situación de máxima alerta y tensión para entrar en acción porque algo incierto y amenazante puede acontecer de un momento a otro. Nada, por natural que parezca, es irrelevante, puede esconder una trampa a la que, a ser posible, hay que anticiparse. Por lo tanto, estímulos neutros e irrelevantes, bajo la actitud suspicaz y de sospecha se convierten en predictores de una situación amenazante (generación de indicios), creando alarma. A diferencia de la prevención pertinente, la improcedente una vez establecida, no genera seguridad, relajación y confianza, ni permite centrarnos en otra cosa.

Volvamos al ejemplo: Si hemos de salir de viaje nos aseguramos del buen estado del coche, procuramos estar en buenas condiciones físicas y mentales, (aunque la preocupación a lo peor no nos ha permitido descansar bien), respetamos las reglas de tráfico, pero además, calculamos ya en carretera, o antes, las mil y una posibilidades de que pase algo:

¿Y si revienta una rueda?

Iré a 90 Km por hora.

¿Y si en la curva aquel camión se me echa encima?

Reduzco y espero que salga de ella.

¿Y si me mareo o me falta el aire? ¿Quién me asegura que no puede pasar algo de esto?

… Y así en cada momento.

La lista es tan larga que sentimos que una u otra cosa pasará si un milagro no lo remedia, no lo que nosotros, que nos vemos desbordados, podamos hacer.

Evidentemente no hemos disfrutado de la conducción, ni del paisaje, ni de la música, ni hemos hablado con el compañero. Quizá estemos doloridos, algo mareados, blancos, y con el susto en el cuerpo. A lo peor en una curva pendientes de si, como habíamos conjeturado de antemano, el camión se acercaba a la raya divisoria, nos hemos acercado demasiado a la derecha sin ver la gravilla y hemos derrapado, a pesar de que el camión iba perfectamente por su lado. ¡Otra eventualidad que tenemos que tener en cuenta de antemano para el próximo viaje no vaya a ser que si no lo tenemos presente se nos olvide, no lo veamos y nos llevemos la sorpresa!

La experiencia de que la prevención, cuando es pertinente, genera tranquilidad, seguridad y distensión, puede llevar a abusar de ella como mecanismo de autorregulación cuando se quieren conseguir esos mismos objetivos.

El abuso de la prevención implica una extralimitación en el cálculo de riesgos, un proceso de generación de indicios, o conversión de señales neutras en señales de alerta mediante la alteración de su significación, y un proceso de auto-observación o atención autoenfocada; factores que comúnmente están inter-relacionados entre sí.

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Fuente: Baeza Villarroel, J.C. (1994) ISBN: 84-490-0131-5. Clínica de l’Ansietat.

Video: Administración de preocupaciones

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Ir de mal en peor

Las paradojas del miedo

Dicen los diccionarios que una paradoja es una afirmación que raya los límites de lo contradictorio, donde se superponen dos o más situaciones con energías opuestas, en un diálogo tal que extremos que deberían neutralizarse se potencian, juntándose se separan o separándose se unen.

Con el título paradojas del miedo queremos referirnos a intenciones, formulaciones, actitudes, tentativas, operativas, que ofrecen resultados opuestos a su propia lógica o pretensión, generando bucles que no tienen salida  o solución en los términos en que están formulados. El esfuerzo por salir del miedo lo acentúa, finalmente.

Las formulaciones paradójicas están en la base de muchas estrategias contraproducentes en el afrontamiento de los problemas de ansiedad. Su reformulación, la rotura de su circularidad, y su transformación en problemas con salida forman parte de los recursos terapéuticos para superarlos.

Para un mayor conocimiento sobre las paradojas en los procesos de mantenimiento y solución de los problemas, y su uso en psicoterapia, pueden consultarse algunos libros y autores de interés: Watzlawick (1976, 1980, 1981, 1988); Fish, Weakland y Segal (1994);) Frankl (1946,1962); Papp (1997); Nardone (1995, 2002, 2004); Mairena, Ballesteros, y Martín (2005).

Para su seguridad permanezcan asustados

La persona que se siente en peligro se enfrenta a una compleja disyuntiva. Puede optar por ignorarlo, mirar para otro lado, olvidarse. De esta manera estaría menos angustiado, pero, por otro lado, más expuesto a  sufrirlo por no ocuparse de prevenirlo o vigilarlo. Puede optar por no perderlo de vista, tenerlo presente, no distraerse con otros asuntos, para así controlarlo mejor, no verse sorprendido, ponerse a salvo. Este proceder, sin embargo, le tendrá permanentemente alerta, angustiado, con la cabeza llena de posibles ocurrencias y derivas del peligro, y el cuerpo poseído por la correspondiente respuesta fisiológica autónoma de lucha-huida-parálisis. Si, además, la persona en cuestión se sintiera asustada por estos síntomas, se produciría un doble salto mortal en el bucle de la paradoja. Mirar los síntomas los despierta, no  hacerlo  llevaría a sentirse a su merced.

Así pues, para sentirse seguro tendría que preocuparse. Pero si se preocupa, no estará tranquilo. Si no se preocupa, estará tranquilo, pero no se sentirá seguro. Darse cuenta de que está tranquilo, le  llevará a pensar que se ha despreocupado, quizás temerariamente…

A mayor inseguridad mayor control, a mayor control mayor inseguridad

El temor a perder el control sobre el propio pensamiento, conducta o impulsos, es frecuente en los problemas de ansiedad. En cierto modo, este sentimiento, o pre-sentimiento, es consubstancial a la experiencia de ansiedad elevada. Si la ansiedad guarda relación, como hemos señalado, con la percepción del sujeto de verse desbordado, respecto de su capacidad y recursos, por las demandas y exigencias del medio -externo o interno-, es natural que dicha experiencia se equipare  a pérdida de control sobre uno mismo o sobre el entorno. Es probable que la ansiedad altere la ejecución de repertorios de conducta, incluso algunos que normalmente salen solos sin que medie la conciencia en su producción, ya sea por tratarse de respuestas autónomas o bien automatizadas tras un proceso de aprendizaje y entrenamiento: la articulación y fluidez del habla, la atención y concentración, la respuesta sexual, la conciliación del sueño, etc. La percepción de dichos fallos  crea dudas en la persona que los experimenta sobre su adecuada regulación y produce desconfianza sobre el normal y correcto funcionamiento de sus  facultades y funciones.

Ante la inseguridad que genera la propia ansiedad, y la eventualidad de que se produzcan actos o intervenciones fallidas o deficientes, el sentido común nos dicta un socorrido antídoto: aumentar el control.

Alertados por el incremento de errores, algunos pacientes deciden, entonces, someter a control directo y voluntario acciones o secuencias de acción que normalmente venían produciéndose automáticamente, sin esfuerzo consciente de realización.  Así, es posible que la persona afectada trate de regular  la concentración forzándola, de modo que en realidad se está concentrando sobre el propio fenómeno de la concentración, en detrimento de lo que se quiere atender; forzar  o vigilar el sueño, actividad que en la práctica impide conciliarlo. Pero si no lo hace, si no lo intenta ¿Cómo podrá regular algo que de suyo está apareciendo de manera alterada y que le perjudica?

Si, por miedos e inseguridades sociales, una persona se comporta de manera inhibida, rígida y poco natural, tal vez se dé la orden de ser espontáneo, imponiéndose las conductas tenidas por tal, pero entonces deja  de serlo. Algo tiene que hacer no obstante, si no lo intenta estará cortado y acartonado.

De nuevo la persona con ansiedad se enfrenta a un contrasentido desconcertante: Si no aumenta el control no ganará confianza, pero si lo aumenta será menos efectiva. Entonces no ganará seguridad. Tendrá que aumentar el control…

Fortalecer al oponente combatiéndolo

Las personas con niveles altos de ansiedad, por un motivo o por otro, suelen sentirse frecuentemente tomadas al asalto por pensamientos importunos y amenazantes, síntomas difíciles de sufrir y sentimientos desagradables. Con cierta frecuencia la respuesta de la persona consiste en tratar de combatirlos para que se vayan, pelearse con ellos para que, al menos, no ganen terreno, tratar de contrarrestarlos. Si no lo hace así teme que se apoderen de ella y le traicionen en el momento más inoportuno o inesperado. Pero mientras los combates, los hace el juego, cobran fuerza o se transforman en otros más horrorosos, y vienen más a la cabeza o a las tripas. Podría optar por  dejarse atravesar y esperar que pasen, aceptarlos, darlos por normales  y convivir con ellos. Pero si no se tienen en cuenta a la hora de tomar decisiones y adquirir compromisos, quizás después no los podamos asumir. Más si  la persona toma sus decisiones en función de ellos les da un poder que no quisiera o no debiera darles. ¿Qué hacer entones pelearse, aceptar?.

Un sistema de alarma que se asusta de su propio ruido

Los síntomas intensos, y a veces inesperados, de la ansiedad, que en sus manifestaciones más extremas vienen acompañados de la sensación de pérdida inminente de la salud física o del control, son efecto del miedo pero, a su vez, comúnmente, se convierten para la persona en la mayor fuente de temor y angustia. Es el fenómeno del miedo al miedo. La ansiedad se convierte, así,  en un sistema de alarma que se alerta por su propio ruido, por sus propios efectos. Las manifestaciones de ansiedad son el peligro a vigilar, y en esa misma vigilancia consiste la alerta y la ansiedad. Llegados a este punto la persona aquejada tiene muchas dificultades para convivir con síntomas originados por la ansiedad normal y adaptativa, o con síntomas parecidos a los de la ansiedad y motivados por causas no patológicas  actividad física, por ejemplo-, o bien generados por el propio estado de alerta ante la posible aparición de dichos síntomas. La persona entonces, se mueve entre dos posiciones básicas  o estados: se encuentra bastante bien -si no aparecen los síntomas en absoluto o está en contexto seguro si aparecieran- o, por el contrario, se encuentra bastante mal -si aparece la más mínima manifestación-. En este caso se despierta un gran temor a que los síntomas lleguen a extremos altos e inadmisibles. Las manifestaciones del miedo se convierten en la mayor fuente de inseguridad, frente a las que hay que estar alerta.

Cuando las medidas de protección angustian 

Las conductas más frecuentes frente al miedo son la evitación y la búsqueda de condiciones de seguridad -por ejemplo permanecer acompañado, o en lugar a salvo-.

Estos procedimientos proporcionan una notable sensación de seguridad y protección, reduciendo el malestar, sin embargo, por otro lado, se convierten en una jaula de oro que genera dependencias, pérdida de autonomía, limitación del desarrollo personal, condicionantes negativos para terceras personas; condiciones que a la postre generan profunda insatisfacción y angustia. Las medidas básicas para sobrevivir no dejan vivir. La forma de adaptarse a los acontecimientos en lo elemental, resulta desadaptativa en lo esencial.

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Fuente: J. Carlos Baeza (2011). «Ir de mal en peor: Afrontamiento contraproducente en trastornos de ansiedad«. Madrid: Editorial Bubock.

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Psico-lógicas del miedo

Ansiedad: sesgo memorístico

El biaix memorístic fa referència a l’activació-recuperació d’informacions guardades en la memòria sobre inconvenients, experiències negatives i perills; particularment, aquells associats o associables a lla situació i circumstància actual.

El biaix memorístic s’ha estudiat, fonamentalment, en relació amb tres tipus de fenomen:

  1. L’establiment d’associacions selectives d’estímuls a partir de l’experiència, per processos d’aprenentatge basades, fonamentalment, en el condicionament clàssic, és a dir, una tendència a associar certs senyals amb conseqüències aversives. Aquestes associacions són molt importants, per exemple, en la constitució de fòbies.
  2. Fa referència al record especial de fets estressants, ansiògens o traumàtics, i com els aspectes aversius es recorden millor que els aspectes no aversius que els acompanyen.
  3. S’estudia si l’estat emocional (tristesa, alegria, ansietat) fa més probable que es recordin experiències congruents amb aquest estat emocional, és a dir, si és més fàcil, o no, que les persones deprimides o amb ansietat recordin altres moments i episodis de la seva vida viscuts amb aquest mateix tipus d’estat emocional. Això sembla ser així per al cas de l’estat d’ànim. No és tan clar per al cas de l’ansietat.

Atès el paper de l’experiència i de l’aprenentatge en l’adaptació de l’individu al medi, i molt particularment davant de situacions de perill, la funció de la memòria i de factors biològics que la determinen, és molt important.

Font: J. Carlos Baeza Villaroel. Clínica de l’Ansietat. Psicòlegs a Madrid i a Barcelona especialitzats en el tractament de l’ansietat.

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Una introducción

Afrontamiento contraproducente de la ansiedad: cuando la solución es el problema o parte de él

Las estrategias de afrontamiento no siempre son eficaces, sin embargo, hay gran interés por conocer las estrategias adaptativas. La pregunta de investigadores y técnicos suele ser: ¿Qué hacen unas personas en una situación que les permite superar o tolerar el estrés, mientras que otras, en la misma situación, se ven desbordadas? La atención se centra pues en la identificación de lo que hacen los que salen airosos, para que pueda transmitirse a otros que se encuentran en apuros en parecidas circunstancias y puedan también hacerlo.

El estudio de los esfuerzos ineficaces ha despertado poco interés, si no es como algo a superar por la simple implantación de los procedimientos probadamente útiles, que automáticamente, se considera, se convierten en alternativos por su funcionalidad.

Como parte de los inútiles se han descuidado los contraproducentes. Pocas veces se ha formulado la pregunta: ¿Qué hacen algunas personas, frente a una situación, que como consecuencia experimentan ansiedad o estrés y, qué no hacen otras personas y en consecuencia no lo experimentan?. Dada una situación que normalmente genera estrés, pretendiendo las personas controlar los aspectos emocionales del mismo, ¿qué hacen unos que lo mantiene y perpetua, y qué no hacen los que lo superan?

Evidentemente las últimas preguntas y su enfoque no se proponen como alternativas o mejores que la primera, sino como complementarias. Lo deseable es conocer tanto lo que las personas hacen de útil para superar la ansiedad como lo que hacen de contraproducente, manteniéndola. Habida cuenta de que ambas cosas pueden ir juntas, las segundas causan un perjuicio añadido: mermar la posible eficacia de las primeras.

Por contraproducente entendemos el afrontamiento espontaneo que, dirigido a la búsqueda de unos determinados objetivos, con unos determinados medios y procedimiento, no sólo no los alcanza, sino que sus efectos son opuestos a la intención de quien los ejecuta. De esta manera, no contribuyen a la pretendida solución o mejora del problema sino que lo complican y sostienen.

Al hablar de Afrontamiento Contraproducente en Trastornos por Ansiedad nos referirnos a estrategias relativamente comunes realizadas repetidamente por el paciente para controlar las consecuencias indeseables del trastorno

Conviene, pues, advertir sobre la importancia de que dichas conductas sean objeto de atención concreta en los programas terapéuticos. Nos referimos en particular a aquellas estrategias dirigidas a aliviar los síntomas o las consecuencias personales o sociales que el paciente asocia con ellos. No obstante, esta perspectiva puede adoptarse, también, a los problemas origen de la ansiedad, susceptibles también de un afrontamiento contraproducente. Algunos autores como Watzlawick, Weakland y Fisch (1974) se han referido magistralmente a estos asuntos y a ellos remitimos. De ellos es este comentario esclarecedor:

«¿Cómo se crean los problemas y cómo son mantenidos mediante tentativas erróneas por resolver una dificultad?. Una cuidadosa exploración de estas tentativas no solo muestra qué clase de cambio no ha de ser intentado sino que revela también qué es lo que mantiene la situación que ha de ser cambiada y dónde, por tanto, ha de ser aplicado el cambio».

Nuestra pretensión es aplicar esta óptica a las estrategias de autorregulación de la ansiedad. Más allá de lo que originariamente causa el problema, más allá de por qué se manifiesta bajo el espectro de la ansiedad, nos interesa saber qué hace el sujeto para regularla que pudiera estar perpetuándola, pervirtiendo sus propias intenciones y dando lugar a un proceso circular y paradójico de retroalimentación donde la solución aplicada es el problema o parte de él, donde la operación sobre el efecto entra a formar parte de la causa. Nuestro estudio se centra sobre la solución intentada.

No faltan, no obstante, autores que de una u otra forma se han ocupado del estudio y corrección de las estrategias desadaptativas como recurso terapéutico. Algunas corrientes psicoanalíticas, en particular las centradas en la psicología del yo (Haan 1977 ), orientan parte de su esfuerzo terapéutico al estudio de los mecanismos de defensa desadaptativos como forma de superación del problema que de otro modo tiende a repetirse reiteradamente.

Watzlawick y otros (1974, 1981) desde una perspectiva sistémico-constructivista, en su análisis sobre la producción del cambio se refiere ampliamente a aquellos casos en que la solución es el problema, es decir, a cómo pueda generarse un problema como mero resultado de un intento equivocado de cambiar una dificultad existente.

Marks (1981, 1987) desde una perspectiva conductual, ha señalado la importancia de la evitación como perpetuador de la ansiedad, en miedos y obsesiones, y ha basado en las técnicas de exposición y prevención de la respuesta evitativa su abordaje terapéutico. Algunas estrategias como la evitación (Marks, 1987) y la negación (Breznitz, 1983) se caracterizan por ser efectivas en unos casos y circunstancias, mientras que en otros, si bien producen alivio emocional en la situación amenazante, mantienen una vulnerabilidad continuada en las ocasiones siguientes para la persona que las utiliza.

Clark (1989) ha sugerido un tratamiento cognitivo comportamental de las crisis de angustia donde se pone especial interés en el control de la auto-observación del paciente sobre las sensaciones corporales (y las interpretaciones catastróficas asociadas a ellos) y en el control de la hiperventilación, considerando que ambas formas de afrontamiento de la ansiedad contribuyen a su sostenimiento y prolongación en el tiempo.

El afrontamiento, como esfuerzo activo dirigido, descansa sobre la intención de controlar la situación, ya sea modificándola, cambiando su significación o regulando las propias conductas y emociones.

En esta línea, Baeza (1994) ha realizado una primera aproximación, todavía insuficiente y heterogénea, tratando de identificar, definir y clasificar algunas estrategias contraproducentes relativamente comunes en el afrontamiento espontáneo (no inducido) emitido por los pacientes aquejados de trastornos por ansiedad.

Interesa, en la medida de lo posible, desarrollar técnicas eficaces y, en particular, mejorar la aplicación de las ya existentes, para optimizar los tratamientos y reducir su duración. A este respecto hay que señalar que no siempre se hace el suficiente hincapié en las condiciones de aplicación más idóneas para cada técnica, en detrimento de su eficacia. En este sentido, una realidad que suele pasarse por alto es que los pacientes cuando consultan lo hacen después de haber fracasado por sus propios medios, que no necesariamente han abandonado, y al empezar el tratamiento, siguen haciendo, sobre todo los más cronificados, «cosas», que, a veces, los clínicos ignoran o minusvaloran, alguna de las cuales, por contraproducente, puede neutralizar la capacidad terapéutica de técnicas de probada eficacia y alargar el tiempo de las intervenciones.

Bastante difíciles pueden ser ya las circunstancias personales del consultante, y limitados los recursos terapéuticos, como para que los clínicos puedan darse el lujo de permitir, por desconsideración, la interferencia entre acciones espontáneas generadas por el propio paciente y las promovidas por el especialista.

Algunos fallos en los tratamientos pueden tener su origen en fenómenos de esta naturaleza. Pero el profesional no ha de esperar a que estos fallos, o problemas en el seguimiento de prescripciones, alerten sobre ello. Para entonces ya se ha perdido tiempo, esfuerzo, dinero, y expectativas terapéuticas. El especialista no debe presuponer que la simple aplicación y seguimiento de su programa terapéutico paralizará automáticamente cualquier otra iniciativa en curso.

Pero la utilidad de identificar y desactivar tempranamente el afrontamiento espontáneo contraproducente no se limita a posibilitar una mayor efectividad de las técnicas terapéuticas en uso, sino que dicha operación en sí misma supone normalmente un alivio sintomatológico apreciable. En la medida en que los procedimientos contraproducentes contribuyen a agravar el cuadro, o mantenerlo en ausencia de los desencadenantes originales, e incrementar la incapacitación de quien los sufre (y en cierto modo los provoca), su identificación e interrupción conlleva una mejora del síndrome y sus consecuencias

Por último, quisiéramos señalar que la presencia de acciones y pensamientos tendentes a autorregular las manifestaciones de un trastorno, común frente a cualquier alteración, es aún más frecuente ante la ansiedad, que por su naturaleza activadora, propicia la acción y la preocupación, frente al problema general y frente a sí misma como problema.

El afrontamiento espontáneo contraproducente no es, por tanto, algo que sólo se encuentre en casos aislados. Se trata de fenómenos básicos y generales, por lo que de su estudio y abordaje, en el amplio contexto de la psicoterapia, pueden beneficiarse muchos clínicos profesionalmente y muchos pacientes asistencialmente.

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Fuente: Baeza Villarroel, J.C (1994). ISBN: 84-490-0131-5. Clínica de la Ansiedad.

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Ansiedad y otros

Ansiedad y depresión

Ansiedad y depresión son dos trastornos emocionales complejos que afectan al pensamiento, la conducta y la fisiología. Alrededor de un tercio de las consultas a los centros de asistencia primaria lo son por molestias psicosomáticas comúnmente relacionadas con la ansiedad y la depresión; teniendo también en consideración que los  procesos de adaptación al estrés suelen cursar con dichas manifestaciones emocionales.

Aspectos diferenciales

La ansiedad es un sistema de alerta que se activa ante situaciones consideradas amenazantes para nuestros intereses o estatus. Su cualidad emocional se corresponde con sentimiemtos de miedo, inseguridad, agobio, irritabilidad, desconfianza, recelo. Tiene como función movilizar conductas  de afrontamiento frente a la amenaza, a veces de forma primaria -evitación, escape, lucha, inhibición- y otras de forma más compleja -anticipaciones, prevenciones, disposición de medidas de seguridad, busqueda de apoyos- . Los pensamientos y evaluaciones están relacionados con la amenaza, la (sobre)valoración del riesgo, la (minus)valoración de los propios recursos, etc. La ansiedad, por tanto, esta orientada fundamentalmente hacia el futuro, para que no se produzcan ciertas consecuencias desagradables que se presuponen.

El ánimo es una emoción relacionada con el sistema de conservación/regulación de la energía y la motivación. El estado de ánimo deprimido, o depresión, se activa ante eventos pasados que implican pérdida, degradación,  fallo o fracaso, produciéndose quietud, disminución o lentificación de los movimientos, y una tristeza profunda. Si no es excesiva sirve para  curar las heridas, facilitar la reflexión y la resolución de los problemas; recibir apoyo social que supla las posibles pérdidas, recargar la energía. Pero, si persiste en exceso, puede ser se produzca aislamiento social, pérdida del sentido de la existencia, mayor abatimiento, pérdida de la capacidad de disfrute, desesperanza, y la creencia de que no existe solución para los problemas. La atención y el pensamiento se orientan preferentemente a pérdidas, fallos o degradaciones imaginados o reales, que además de tristeza, culpa inapropiada, disminución de la autoestima y, en algunos casos, ideación suicida.

Resumen de las características definitorias de la Ansiedad

  • Sistema de alerta
  • Eventos de daño o amenaza
  • Pensamientos de daño o amenaza
  • Aumento de la activación y conductas de ataque, lucha o huida.
  • Tensión
  • Aspectos específicos de los trastornos de ansiedad (rituales, flashbacks, miedo al miedo…)
  • El tratamiento reduce la activación y demuestra la no relación entre los estímulos o situaciones y una amenaza real y altamente probable.

Resumen de las características definitorias de la Depresión

  • Sistema conservación/regulación de energía
  • Eventos de fallo, pérdida o degradación
  • Pensamientos de fallo, pérdida o degradación
  • Disminución de la actividad física y social (retraimiento y enlentecimiento de los movimientos)
  • Tristeza y dificultad para sentir placer
  • Pérdida del sentido de la existencia
  • Culpa inapropiada
  • Baja autoestima y sentimientos de inferioridad
  • El tratamiento quiere aumentar la actividad y enseñar que hay relación entre actuar y recibir recompensas.

Coexistencia de manifestaciones de ansiedad y depresión

Tanto ansiedad como depresión son formas de reaccionar ante eventos externos o internos. Por lo que en ellas son muy importantes las atribuciones. Si un evento lo vemos como una amenaza se disparará nuestro sistema de alerta (la ansiedad), si lo interpretamos como una pérdida o un fallo, seguramente se activará nuestro sistema de conservación de energía (la depresión).

Un 70% de los trastornos depresivos refieren ansiedad de diferentes grados y tipos. Un porcentaje todavía mayor de personas que sufren trastornos de ansiedad, terminan por presentar también sintomatología depresiva de diversa consideración.

Vamos a enunciar algunos aspectos que pueden explicar la confluencia que usualmente se da entre la ansiedad y la depresión:

  • En ocasiones, las situaciones implican amenaza y pérdida a la vez, por lo que llevan a la activación de los dos sistemas con diferentes posibilidades de combinación.
  • Los trastornos de ansiedad, si generan mucho sufrimiento y son incapacitantes, terminan por propiciar la depresión, por verse nuestros planes y propósitos afectados muy negativamente. Asimismo la baja autoestima que acompaña a la depresión propicia el incremento de la ansiedad al sentirnos menos capaces y en peores condiciones para afrontar los problemas. 
  • Algunos síntomas aparecen tanto en la ansiedad y como en depresión, por ejemplo la atención centrada en uno mismo, el sentimiento de inseguridad y vulnerabilidad, las dificultades de rendimiento intelectual, el insomnio, y las molestias digestivas, etc.
  • Pueden llevar a conductas y pensamientos muy similares, aunque con causas y contenidos diferentes. Así la reclusión en casa se dan en la agorafobia con trastorno de pánico y en la depresión, pero en la primera se debe al miedo a experimentar una crisis de pánico y en la segunda a la tristeza y a la falta de motivación. 
  • En niños es difícil separar ansiedad y depresión, posiblemente porque la depresión como la conocemos requiere más elaboración cognitiva con lo que en la infancia se parece más a la ansiedad. Esto se demuestra por que el estado de ánimo en niños diagnosticados de depresión puede ser de irritabilidad. 
  • Algo parecido ocurre en la vejez.
  • En muchos casos, se utilizan los mismos psicofármacos para ambos trastornos, lo que hace suponer que comparten algunos sistemas de neurotransmisión. 
  • Puede haber precursores o concomitantes comunes. En ambos trastornos es corriente encontrar en el inicio o en el transcurso, falta de habilidades para la resolución de problemas, de habilidades sociales, situaciones estresantes o estrés continuado, pensamiento desadaptativo y rígido. 

La relación que pueda darse entre ansiedad y depresión no es fija ni inamovible. Puede presentar oscilaciones a lo largo de su curso. De manera que, en un cierto momento, es posible que predomine una u otra sintomatología.

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Fuente: Miguel Luna. Clínica de la Ansiedad. Psicólogos y psiquiatras en Madrid y Barcelona

Referencias para saber más

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