La prevención abusiva no tranquiliza ni da seguridad

Hay una diferencia entre la previsión y la prevención. Ambos son procesos evaluativos de tipo anticipatorio. Preveer se refiere a pronosticar o conjeturar un acontecimiento a partir de alguna señal o indicio con valor predictivo. Lo anticipado puede ser deseado o no deseado, positivo o negativo. Cabe cualquier tipo de expectativa. No nos prevenimos de que nos toque la lotería, nos aumenten el sueldo, o de que haga buen tiempo si vamos a la playa, aunque si podemos preveerlo como posible. Podemos incluso, si está en nuestra mano, procurarlo, posibilitarlo. Prevenir, precaver, implica estorbar, impedir un efecto, ya sea mediante la evitación, o, si no es posible, mediante la preparación de una estrategia defensiva. Si amenaza lluvia, evitamos salir o llevamos un paraguas, por si acaso.

La previsión de un riesgo conlleva una estrategia para superarlo, sin que se alteren substancialmente nuestros planes. La prevención de riesgo implica su evitación. Esto lo saben bien las compañías de seguros, también llamadas de previsión. Cubren un riesgo de forma que, dado, no altere básicamente la situación y circunstancias de quien lo sufre. Si una casa se quema se cuenta con dinero para hacer otra. La prevención se refiere a la evitación del riesgo. La prevención es un modo de previsión y por tanto no son excluyentes. La segunda no implica necesariamente una voluntad de acción u omisión determinada, frente a lo previsto, la primera si. No se trata tanto de afrontar una situación superando los riesgos o conviviendo con ellos, cuanto de impedir su ocurrencia.

La prevención extremada pone más el acento en lo que no se quiere que pase, que en la consecución de lo que se desea que ocurra. O dicho de otra manera, si hay conflictos entre una cosa y otra se elige la primera. La prevención abusiva trataría de reducir la probabilidad de ocurrencia de un riesgo a cero, como requisito previo para comprometerse con una acción.

En cierto modo denota una intolerancia o hipersensibilidad hacia determinados riesgos, objeto de la prevención, y un sentimiento de indefensión, recelo, sospecha, aprensión frente a las situaciones donde pudiera surgir. Poco peligro elimina conductas con posible éxito.

Hay una prevención pertinente, o conveniente, que consiste en disponer unas medidas simples capaces de reducir significativamente la probabilidad del riesgo y, una vez tomadas, olvidarse de él mientras no se manifieste. Con el riesgo restante se convive. La prevención no debe ser más costosa, en ningún sentido, que el daño que se quiere evitar. La prevención pertinente tranquiliza y genera autoconfianza.

Pongamos un ejemplo: Si hemos de salir de viaje, tomamos alguna precaución básica: comprobar el buen estado del coche, procurar un buen estado del conductor (descanso, no drogas) y respetar las normas de tráfico. Estas medidas nos dan una seguridad y confianza, que nos permite relajarnos y centrarnos en otra cosa: el paisaje, la música del casset, la conversación con el compañero de viaje, etc., y mantener una atención flotante sobre la conducción que permite detectar y responder a cualquier eventualidad. Sin las medidas citadas la conciencia de riesgo de accidente automovilístico nos haría estar más tensos, inseguros.

Hay una prevención improcedente, o inconveniente, caracterizada por la pretensión de agotar anticipatoriamente todas y cada una de las posibilidades de materialización del riesgo, con su circunstancia concreta y sus consecuencias en cada momento del desarrollo de la acción. Se trata de evitar ser sorprendido, de estar sobre aviso, ante cualquier posibilidad degradatoria, lo que implica imaginar con la mayor definición todo lo que no caiga dentro de lo imposible.

Esto nos lleva a estar constantemente en actitud de “prevengan”, expresión utilizada militarmente para indicar una situación de máxima alerta y tensión para entrar en acción porque algo incierto y amenazante puede acontecer de un momento a otro. Nada, por natural que parezca, es irrelevante, puede esconder una trampa a la que, a ser posible, hay que anticiparse. Por lo tanto, estímulos neutros e irrelevantes, bajo la actitud suspicaz y de sospecha se convierten en predictores de una situación amenazante (generación de indicios), creando alarma. A diferencia de la prevención pertinente, la improcedente una vez establecida, no genera seguridad, relajación y confianza, ni permite centrarnos en otra cosa.

Volvamos al ejemplo: Si hemos de salir de viaje nos aseguramos del buen estado del coche, procuramos estar en buenas condiciones físicas y mentales, (aunque la preocupación a lo peor no nos ha permitido descansar bien), respetamos las reglas de tráfico, pero además, calculamos ya en carretera, o antes, las mil y una posibilidades de que pase algo:

¿Y si revienta una rueda?

Iré a 90 Km por hora.

¿Y si en la curva aquel camión se me echa encima?

Reduzco y espero que salga de ella.

¿Y si me mareo o me falta el aire? ¿Quién me asegura que no puede pasar algo de esto?

… Y así en cada momento.

La lista es tan larga que sentimos que una u otra cosa pasará si un milagro no lo remedia, no lo que nosotros, que nos vemos desbordados, podamos hacer.

Evidentemente no hemos disfrutado de la conducción, ni del paisaje, ni de la música, ni hemos hablado con el compañero. Quizá estemos doloridos, algo mareados, blancos, y con el susto en el cuerpo. A lo peor en una curva pendientes de si, como habíamos conjeturado de antemano, el camión se acercaba a la raya divisoria, nos hemos acercado demasiado a la derecha sin ver la gravilla y hemos derrapado, a pesar de que el camión iba perfectamente por su lado. ¡Otra eventualidad que tenemos que tener en cuenta de antemano para el próximo viaje no vaya a ser que si no lo tenemos presente se nos olvide, no lo veamos y nos llevemos la sorpresa!

La experiencia de que la prevención, cuando es pertinente, genera tranquilidad, seguridad y distensión, puede llevar a abusar de ella como mecanismo de autorregulación cuando se quieren conseguir esos mismos objetivos.

El abuso de la prevención implica una extralimitación en el cálculo de riesgos, un proceso de generación de indicios, o conversión de señales neutras en señales de alerta mediante la alteración de su significación, y un proceso de auto-observación o atención autoenfocada; factores que comúnmente están inter-relacionados entre sí.

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Fuente: Baeza Villarroel, J.C. (1994) ISBN: 84-490-0131-5. Clínica de l’Ansietat.

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