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Prevención de la Ansiedad

Ansiedad: un diálogo sobre su sentido, su normalidad o patología, su cura o aceptación

Lector: Me queda una duda importante por resolver. ¿La ansiedad se cura?

AutorÉsa es una pregunta que requiere muchas respuestas, y alguna pregunta más. ¿El dolor es bueno o es malo?

L: ¿El dolor? ¿Qué tiene que ver el dolor con lo que estamos hablando? No intente desviar el tema como han hecho otros psicólogos a los que he preguntado.

A: Después de todo lo que ha leído creo que ya nos habrá cogido cierta confianza, permítame ésta última licencia… el dolor, entonces…

L: Está bien. Supongo que la respuesta más fácil sería que el dolor es malo, pero probablemente no me haría esta pregunta si la solución fuese tan sencilla, por lo que debo suponer que tiene una vertiente positiva.

A: Buena observación. Le sugiero que imagine la vida de un sujeto sin sensibilidad al dolor desde su nacimiento.

L: ¿Sujeto? Le agradecería que no utilice esos términos para hablar conmigo. En el caso que me propone… no parece tan malo ser completamente inmune al dolor… pero claro, eso tendría implicaciones: no sabría cuando algo marcha mal en su interior, le resultaría muy complicado saber cuando está enfermo… probablemente resultaría ser una grave discapacidad.

A: Vayamos a experiencias tempranas, ¿Cómo aprendemos que el fuego es peligroso?

L: ¡Claro! ¡La primera vez que acercase su mano al fuego probablemente le quedaría completamente inutilizable por quemaduras! Y así podríamos encontrar muchos ejemplos en la misma línea. El sentido del dolor es entonces protegernos y alertarnos de peligros para nuestro organismo.

A: Exacto, nos encontramos ante uno de los mecanismos de defensa de nuestro cuerpo, los niños que presentan este tipo de problemas difícilmente llegan a la adultez. Algo muy parecido a lo que ocurre con la ansiedad. Como tendrá claro a estas alturas, la ansiedad es también un mecanismo de defensa que activa la respuesta de lucha/huida y que, al igual que el dolor, en determinadas circunstancias se experimenta como algo muy desagradable, pero que tiene una función protectora del organismo. Muy bien, llegados a este punto me veo obligado a hacerle otra pregunta ¿Sería deseable hacer que un adulto no volviera a sentir dolor jamás?

L: Ya veo por donde me quiere llevar. Evidentemente, no. Si un adulto deja de sentir dolor queda desprotegido ante posibles lesiones externas o internas y ciego a como está funcionando su organismo. Y de ahí quiere que saque la conclusión de que es igualmente indeseable eliminar la ansiedad. Debo reconocer que es una maniobra hábil pero también tengo que decirle que no satisface mi inquietud, yo y los que sufrimos ansiedad buscamos soluciones para curarnos.

A: Curación. Ésa es la otra parte de su pregunta que genera nuevas preguntas: ¿qué entendemos por “curar”? La Real Academia de la Lengua Española nos dice que curar es “aplicar con éxito a un paciente los remedios correspondientes a la remisión de una lesión o dolencia”. Curar lleva asociadas connotaciones de eliminar algo maligno, erradicar o arrancar físicamente aquello que causa daño. Curamos un tumor o un quiste (lo extirpamos), curamos una infección (eliminamos las bacterias que la han producido)… ¿Es la ansiedad algo que podamos curar de esta forma?

L: No, está claro, la ansiedad en sí no es un “ente físico” al que podamos exterminar.

A: Hasta aquí pues, podemos decir que LA ANSIEDAD NO SE CURA, es más NO DEBE CURARSE, ni tiene sentido que hablemos de ello, de la misma forma que no hablamos de que a alguien se le tenga que curar la respiración, que es otra de las funciones adaptativas que garantizan la supervivencia del individuo.

L: Pero existe también otra forma de curar: recuperar una funcionalidad perdida, ajustar un funcionamiento descompensado…

A: ¡Correcto! Y ese es el punto al que quería llegar. Aquí termina la parte triste y empieza a gestarse el final feliz. Aunque no tiene sentido hablar de curar la respiración, sí lo tiene curar el asma; aunque no tenga sentido decir que tenemos que curar de la circulación, si lo tiene curar arritmias. Entonces, no tiene sentido hablar de curar la ansiedad pero sí lo tiene hablar de recuperar su funcionalidad adaptativa.

L: Bien, por eso hablamos de trastornos de ansiedad, ¿no? Aquellos casos en los que la ansiedad ha perdido su funcionalidad y se activa en situaciones en las que no es adaptativa, en las que no tiene sentido que se ponga en marcha y nos supone más un inconveniente que una ventaja. Entendido ¿debemos entonces aprender a controlar esas disfunciones de la ansiedad?

A: Controlar también es un término confuso, pero lo aceptaremos durante los próximos párrafos para retomarlo después. En efecto la clave estará en aprender a regular, modular, rebajar, los niveles de ansiedad para que no resulten molestos, para que no interfieran en nuestra vida.

L: Interferir. Por lo que he leído ésa es la clave en el momento de determinar si se presenta o no un trastorno de ansiedad ¿no es así? El grado en el que el problema nos está suponiendo una discapacidad, algo que entorpece o dificulta nuestra actividad normal y hace mucho más complicadas o incluso imposibles actividades que antes éramos capaces de realizar sin esfuerzo. ¿Entonces podríamos decir que curar un trastorno de ansiedad consiste en conseguir que su grado de interferencia en nuestras vidas se reduzca y deje de ser significativo?

A: Yo no lo habría dicho mejor.

L: Reformulemos la pregunta ¿Se puede reducir el nivel de interferencia de los trastornos de ansiedad hasta recuperar una vida normalizada?

A: SÍ, SE PUEDE, por dos caminos, que siempre van muy relacionados: a) porque hemos conseguido rebajar los niveles de ansiedad, a través de distintas vías, o b) porque hemos aprendido a manejarlos y ya no nos suponen un problema.

L: ¡Manejar! La palabra mágica, ustedes siempre hablan de manejar la ansiedad ¡Como si de una moto o una videoconsola se tratara! Cuando ustedes nos hablan de manejar, nosotros hace años que intentamos dominarla, ¡y no se puede!

A: Llegamos ahora a otro punto importante y es el momento de retomar el concepto que antes hemos “aceptado cautelarmente”. De nuevo permítame una pregunta, ¿Ha luchado usted contra su ansiedad?

L: Llevo años haciéndolo

A: ¿Qué mecanismo hemos dicho a lo largo del libro que la ansiedad pone en marcha?

L: El de lucha/huida

A: 

L: Ya veo, luchar contra la ansiedad es apagar un fuego con gasolina

A: En efecto, actitudes de lucha con el objetivo de escapar o controlar, someter o dominar la ansiedad darán como resultado un aumento de ésta porque justamente ésa es su base: el prepararse para la lucha o la huida. Si vemos la ansiedad como un peligro, la respuesta natural es activar los mecanismos que tenemos para defendernos de los peligros, y uno de esos mecanismos es justamente LA ANSIEDAD! Cuando peleamos con ella o cuando tratamos de evitarla, la hacemos más fuerte.

L: ¿No pretenderá que nos alegremos por ello cuando sufrimos ansiedad?

A: No, por supuesto. Pero caer en la confrontación es una trampa que mantiene y agrava el problema. Cuando, con la ayuda de la información y de algunas técnicas, dejemos de verla como un peligro, ya tendremos hecha buena parte del camino. La aceptación y normalización de la ansiedad es un requisito indispensable para su “curación”. La lucha entendida como perseverancia y disposición positiva siempre será una ayuda, pero la lucha como confrontación será un lastre.

L: Lo que dice me recuerda algunas filosofías orientales: el agua del río no se puede parar, se puede canalizar… o el Judo que se basa en no oponerse a la fuerza del adversario sino en utilizarla a favor de uno mismo para vencerle.

A: Ésas son buenas metáforas de la actitud que nos ayudará a superar los problemas de ansiedad. Cuando decimos que hay que aprender a manejar la ansiedad estamos hablando de aprender a canalizar el agua, o a utilizar llaves para vencer las dificultades y poder seguir nuestra vida con normalidad.

L: ¡Pero a veces el río es el Amazonas y el rival nos saca dos palmos!

A: Sin duda ahí entramos en el mundo de las diferencias individuales, de las que ya hemos hablado también. Cuantos más factores de riesgo estén presentes para que alguien sufra un trastorno de ansiedad, tendrá que realizar mayores esfuerzos y va a necesitar más ayudas para superarlo, pero los principios de los que hemos hablado tendrán la misma validez para esta persona.

L: ¿O sea que, a pesar de las diferencias y de posibles complicaciones todo el mundo puede beneficiarse de ayudas para mejorar su calidad de vida y superar sus problemas de ansiedad?

A: Nunca se pueden hacer afirmaciones universales, pero en términos generales es así.

L: Bueno, parece que después de tantas preguntas mutuas hemos llegado a algo que parece una respuesta: 1) La ansiedad es un mecanismo de defensa que debe seguir existiendo para nuestra supervivencia, 2) el problema aparece cuando su respuesta es exagerada o inadecuada que provoca un problema de salud, 3) normalizar ésa respuesta y minimizar su interferencia en la vida diaria es el objetivo de los tratamientos de ansiedad, 4) recuperar la funcionalidad de la ansiedad y aprender a manejar o modular sus manifestaciones son indicadores de éxito de ese objetivo y 5) si no es posible conseguirlo uno mismo disponemos de ayudas para hacerlo.

A: Yo no hubiera podido acabar mejor.

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Fuente: Marc Coronas. En Higiene y prevención de la ansiedad (2008), escrito por el equipo y colaboradores de Clínica de la Ansiedad y publicado por Editorial Díaz de Santos. Madrid.

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Guía para acompañantes de agorafóbicos

Este sencillo manual pretender ser una guía orientativa para las personas que rodean al agorafobico. Contiene consejos que pueden serles de utilidad a la hora de ayudar al paciente en plena crisis de pánico, o en la vida cotidiana. No se pide al familiar o al acompañante que entienda lo que le pasa a la otra persona. En ocasiones eso resulta bastante difícil. Se aboga por una aceptación del agorafóbico pero no de la agorafobia.

Su papel como persona cercana es de suma importancia. Usted puede hacer mucho para ayudar al agorafóbico. La agorafobia depende en parte de cosas que hacen los demás, aunque esas personas tengan las mejores intenciones. La gente que padece agorafobia, suele depender en gran medida de otra persona para salir. El problema es que esta dependencia se convierte en un hábito. A menudo puede ser difícil oponerse a esa dependencia. Hay muchas formas por medio de las cuales, las personas, sin darse cuenta, pueden fomentar esa dependencia. A menudo inconscientemente, porque se ha creado ya un hábito en la relación…

¿Y cuál es la forma correcta de ayudar?

Para ser verdaderamente útil, usted debe encontrar formas de ayudar a la persona para que se esfuerce en salir, aún cuando parezca que el cambio se produce lentamente.

Es fácil impacientarse si las cosas van despacio, y más incluso después de un contratiempo. Pero es justo entonces cuando la persona agorafóbica más necesita de su apoyo. No se pide su comprensión, ya que esto es enormemente difícil, más bien se pide la aceptación incondicional de la persona, como tal, aunque no la aceptación incondicional de su miedo.

Confianza

  • Es importante tener una fe ciega en las capacidades de la otra persona para superar las situaciones a las que debe enfrentarse.
  • Esa confianza debe ser real, no fingida. El amor implica fe en la otra persona. Una frase mágica que no debe dejar de repetir: creo en ti.
  • Si acuerda algo con el paciente, mantenga su palabra. Si han quedado en una hora a tal sitio, procure estar en ese sitio cinco o diez minutos antes.

La culpabilidad

  • La culpabilidad es probablemente uno de los sentimientos más inútiles, y que menos pueden ayudar a la recuperación de la persona afectada por la agorafobia.
  • Tenga en cuenta que la persona está en una continua lucha interior, por un lado se ve imposibilitado para realizar ciertas actividades, por otro sabe que las personas que están a su alrededor, tienen que restringir ciertas actividades por causa de su miedo.
  • No le eche en cara que está dejando de hacer cosas por esa persona. Si lo hace, piense que es una decisión consciente que usted ha tomado, usted ha tomado esa decisión, y asuma esa responsabilidad. Esto no hace sino retrasar el proceso de recuperación.

Refuércele siempre que pueda

  • Reforzar sus logros es una de las contribuciones más positivas que puede usted realizar. Aliente cada paso que dé, porque cada paso es un mundo recorrido.
  • No echarle en cara los bloqueos en el avance. El propio paciente sabe cuando ha fracasado y no le ayudará nada que usted se lo recuerde.
  • No espere avances milagrosos de la persona. Tenga en cuenta que está viviendo un proceso, y como tal, debe ser respetado. No presione intentando imponer un ritmo de cómo «deberían de ser los progresos según usted».

Humor

Procure no darle demasiada «seriedad», ni «gravedad» al problema. Tomarse con humor ciertas situaciones ayudarán al afectado a perderle el «respeto» al miedo.

Respeto y aceptación

  • Las actitudes «paternalistas» tampoco serán muy útiles para ayudar al paciente. Debe procurar no atosigarle, ni tomar una postura sobreprotectora. La dependencia es uno de los temas que más pueden doler al agorafóbico, ya que minan su moral y sus ganas de luchar contra la enfermedad.
  • No se preocupe si no entiende lo que a la otra persona le está pasando. Lo verdaderamente importante es la actitud de aceptación incondicional. Procure no juzgar a la persona afectada, si esa persona se siente aceptada se encontrara sin presiones adicionales, estará mucho más cómoda en las situaciones y por lo tanto mucho más dispuesta a aceptar retos contra menos vea que tiene que perder, mas arriesgara).
  • ¿Significa ésto que usted debe dejar su propia vida para atender a la otra persona?. No, ya que ello crearía resentimientos en usted en contra del paciente. La otra persona debe verse apoyada, pero no tiene que percibir que usted es también prisionera de su agorafobia, porque eso no haría más que bajar su autoestima, y usted probablemente le transmitiría una enorme culpa.

Aislamiento

Este apartado va más dirigido a los amigos, y personas que no son familia directa. No deje de ofrecerle realizar determinadas actividades, simplemente porque la persona ya lo haya hecho otras veces. «No lo encasille». A medida que el paciente progrese irá aceptando las diferentes proposiciones.

¿Qué hacer cuando está en medio de un ataque de pánico?

La naturalidad es clave. Procure no dar la categoría de excepcional a esa situación.

La regla de oro es: «Intentar no abandonar la situación hasta que el miedo haya disminuido».

  • Puede intentar distraer al paciente, cuéntele anécdotas curiosas… hágale ver que hay temas en ese momento que son más importantes que su miedo (aunque la persona se resista a creerlo).
  • Haga algo inesperado. Rompa sus esquemas. Haga algo que le descoloque y sea imprevisible. La sorpresa puede hacerle olvidar su miedo, es una forma de distracción.
  • Procure que exprese lo que está sintiendo segundo a segundo. Esto le ayudará a racionalizar sus emociones, y a distanciarse de ellas. No deje que diga algo tan inespecífico como » tengo miedo». Haga que sea concreto: «Siento escalofríos, me palpita el corazón, estoy pensando que quiero salir de aquí, me siento irreal…». De todas formas, depende de los casos, hay personas con las que no es conveniente hablar de los síntomas. Si ve que no le va bien esta técnica, procurar no extenderse sobre las sensaciones del pánico.
  • Corte las expresiones de la espiral del pánico, no deje que el paciente se meta en su mundo de lo terrible y lo horrible. No le deje que use expresiones que no hagan sino corroborarle lo desesperado que esa situación es para él.
  • El contacto físico es importante. Cójale de la mano o abrácele. El contacto físico contrarresta «la sensación de irrealidad» que pueda tener el paciente. La calidez, la seguridad de sentirse amados da una seguridad, proporciona un colchón, (es como hacer equilibrios en la cuerda con red).
  • Ayúdele a regular su respiración. Ponga la mano en el diafragma y ayúdele a regular el ritmo respiratorio. Las inspiraciones no deben ser ni demasiado profundas, ni demasiado rápidas, el tiempo de las expiraciones debe superar ligeramente al de las inspiraciones. Debe utilizarse tan solo la nariz, no la boca.
  • Muchas veces el hecho de poseer una «salida» a la situación, sirve para tranquilizarle. Si están en una situación de «exposición» planeen «salidas airosas de la situación».

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Fuente: Rubén Casado. Asociación Madrileña de Agorafobia.
Clínica de la Ansiedad, marzo de 2002. Dibujos Raúl Ariño/2010

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Ansiedad: confinamiento y crisis por coronavirus.

La crisis del coronavirus Covid-19, en muy poco tiempo y sin preparación previa, nos ha puesto en una situación de riesgo, ha perturbado seriamente la vida diaria, y nos ha llenado de incertidumbre y vulnerabilidad  generalizadas:

  • Riesgos sanitarios para nosotros, nuestros seres queridos y nuestro entorno social.
  • Riesgos y condiciones económicas adversos.
  • Inmovilización y aislamiento prolongado por las medidas de confinamiento para reducir la expansión del coronavirus, o aplanar la curva de contagios para no colapsar los servicios sanitarios-
  • Rotura de los contextos y actividades sociales, laborales deportivas, de ocio.
  • Incertidumbre generalizada, disminución la percepción de control sobre nosotros, nuestro destino, entorno y circunstancias; temor a la enfermedad, la muerte, al desorden, a la precariedad

En definitiva, la ecuación de la ansiedad se ha puesto, para todos en estas circunstancias, en los términos más desfavorables y difíciles. La ansiedad, como resultado,  depende básicamente de dos variables:

  • Amenaza (x): la valoración de lo que acontece, cómo nos afecta o podría afectar, qué consecuencias tiene.
  • Recursos (Y): la valoración de los recursos que tenemos para hacer frente o asumir dichos riesgos, qué confianza tenemos en ellos – incluidos nosotros mismos-, qué recursos o apoyos podemos poner a nuestro favor.

La ansiedad resultante depende de la magnitud y el signo de las variables señaladas: Si las consecuencias son muy negativas y generalizadas, por un lado, y los recursos mermados o bloqueados, por otro, la ansiedad tenderá a ser alta.

En base a lo anterior, si queremos incidir sobre la ansiedad como emoción, estado de alerta e (in)disposición a la acción, podemos hacerlo sobre tres grandes ejes: recursos, amenazas y un factor que envuelve a toda la ecuación: actitudes-valores.

Bloque recursos

1. Autocuidado: el recurso de recursos somos nosotros mismos. En este sentido son muy importantes las actividades de autocuidado:

  • Seguir con rigor las indicaciones de la autoridades sanitarias en relación a la pandemia.
  • Ejercicio físico.
  • Higiene del sueño.
  • Técnicas de desactivación fisiológica: respiración abdominal.
  • Evitar el abuso de estimulantes; alcohol y otros substancia.

2. Actuaciones para la potenciación de recursos afectivos, sociales y públicos

  • Las relaciones y comunicación afectivas son un potente regulador emocional y motivacional.
  • Activar redes de apoyo mutuo a todos los niveles: familiar, amistoso, profesional, social, cultural.
  • Organizarse para conseguir y reclamar servicios sociales, apoyos institucionales, ayudas públicas.

3. Tareas de solidaridad y ayuda a otros: mejora el propio estado emocional y contribuye a generar círculos virtuosos que potencian la emergencia y distribución de recursos.

 Bloque amenazas

  • Informarse exclusivamente en fuentes fiables.
  • Dedicar un tiempo limitado a informarse: dos-tres veces al día, 10-20 minutos cada vez.
  • Tasar, en las conversaciones con familiares, amigos y redes sociales, el tiempo que dedicamos a hablar de la pandemia.
  • Poner en perspectiva, escalar y dimensionar el problema (270.000 nuevos cánceres diagnosticados al año en España; 6.000 muertos al año por gripe común, 8.000 por contaminación atmosférica).
  • Gestionar las preocupaciones: no elegir el momento de dar vueltas a las cosas en función del estado emocional.
  • Desenmascarar sesgos cognitivos producidos por el miedo.
  • Aplicar técnicas de solución de problemas.

Bloque Actitudes y valores

  • Es normal, ante adversidades graves, pasar por diferentes fases como negación, enfado, decaimiento… Finalmente hay que rendirse a la realidad, aceptarla y, a partir de ahí, construir, trabajar por lo que queremos que pase, por aquello que, dadas las circunstancias, sea fértil y contribuya a nuestro desarrollo, el de los nuestros y el de nuestra sociedad…. que las amenazas no nos deslumbren hasta el punto de no dejarnos ver las oportunidades o trabajar para generarlas.
  • Las crisis, y más ésta que nos da tiempo -no a algunas profesiones como sanitarios o cuerpos de seguridad-, son una ocasión privilegiada para poner al día nuestro sistema de valores, como personas y como sociedad; escalar y poner las cosas en su justa dimensión, valorar lo esencial, revisar nuestros compromisos con nosotros mismos, la propia existencia, con la sociedad, y con la naturaleza.