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Fobias Específicas

Curso para superar el miedo a volar en Madrid: Calendario y precios

El programa de Clínica de la Ansiedad  para superar el miedo a volar consta de dos bloques o módulos:

  • Bloque A: Se realiza individualmente a los largo de seis sesiones. Está relacionado con el conocimiento y desarrollo de procedimientos psicológicos para afrontar y superar el miedo.
  •  Bloque B: Se desarrolla en pequeños grupos, en un solo día. Está relacionado con el  conocimiento y la ejercitación en entorno aeronáutico y del vuelo .

En el desarrollo del programa participan psicólogos y pilotos, con el apoyo de medios técnicos e instrumentales.

El inicio del módulo individual (bloque A) está abierto permanentemente. Ha de realizarse previamente al inicio de la parte grupal del programa (bloque B: información aeronáutica básica y ejercicios en simulador).  Las fechas abajo indicadas son, pues, las previstas para el desarrollo del bloque B del programa para superar el miedo a volar.

Calendario para el desarrollo de los próximos cursos

Día

Mes Año
31Marzo2017
19Mayo

2017

17Junio2017
14Julio

2017

Precio del  Curso :  520 euros.   

Información e incripciones: en volarsinmiedo o en el teléfono de Clínica de la Ansiedad 91 829 93 92.

Video: Programa emitido el 21-4-15 por el Canal 24h, de RTVE, sobre diversas fobias y su tratamiento. Las imágenes de los minutos 10,40 al 15,50 corresponden al programa Conducir Sin Miedo; y las imágenes de los minutos 19,20 al 22,18 al programa Volar Sin Miedo, ambos organizados por Clínica de la Ansiedad para superar dichos miedos

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Crisis de pánico y agorafobia

Agorafobia: componentes, edad de comienzo y problemas asociados.

La agorafobia puede definirse como un miedo y evitación de lugares públicos y de estar fuera de casa basados en la anticipación de experimentar niveles elevados de ansiedad o en la aparición de ataques de pánico.

También puede considerarse como el miedo a estar en lugares o situaciones donde puede ser difícil o embarazoso escapar o donde pueda resultar complicado disponer de ayuda en el caso de tener un ataque de pánico o síntomas similares como: mareo, caída, despersonalización, desrealización, pérdida del control de esfínteres, vómito o molestias cardíacas.

Hay que diferenciar la Agorafobia de la Fobia a los espacios abiertos. Éste último se define como el miedo a caerse o a los espacios abiertos en ausencia de apoyo viso-espacial cercano, con lo que caminan cerca de la pared por temor a caerse o temen las señales de espacio y profundidad al conducir.

En la agorafobia pueden distinguirse varios componentes:

La evitación a situaciones temidas

Existen una gran variedad de situaciones temidas y que las personas con agorafobia acaban evitando por las reacciones que desencadenan. .
Algunos ejemplos comunes son: cines y teatros, supermercados, grandes almacenes, ascensores, también viajar en autobús, tren, avión o barco, andar por la calle, quedarse solo en casa, estar lejos de casa, hasta conducir o viajar en coche.

Otro tipo de situaciones son: tomar baños calientes o saunas, hacer ejercicio, montar en atracciones, tener relaciones sexuales, participar en discusiones, enfadarse, bailar, tomar comidas pesadas, ver espectáculos deportivos emocionantes, ver películas dramáticas o de terror y beber café cargado o alcohol. Todas ellas relacionadas por las sensaciones que desencadenan o por la asociación a una experiencia negativa pasada.

Las conductas defensivas

Sin embargo, las situaciones no siempre se evitan, sino que se pueden afrontar con ansiedad y/o con conductas defensivas para prevenir o manejar la amenaza asociada a la ansiedad/pánico. Ir acompañado de una persona de confianza o un animal doméstico, tomar medicación, beber alcohol o agua, comer algo, fumar, llevar objetos tranquilizadores, pensar en que se está cerca de un hospital o salida cercana, comprar solo a ciertas horas o escapar de la situación son algunos ejemplos de conductas defensivas. Éstas producen alivio inmediato pero contribuyen a mantener el problema.

Mientras que las personas con una agorafobia moderada o grave evitan ambos tipos de relaciones expuestas anteriormente, las personas con trastorno de pánico con agorafobia leve o sin agorafobia tienden a evitar el segundo tipo de situaciones.

La ansiedad anticipatoria

Preocupación por experimentar un ataque de pánico o una fuerte ansiedad. Es una expectativa o anticipación de que ocurrirá un ataque o una fuerte ansiedad juntamente con la tendencia a temer las sensaciones corporales relacionadas con la ansiedad.

El miedo al miedo

Las personas con agorafobia tienen miedo a aquellas situaciones en las que pueden tener sensaciones de ansiedad o ataques de pánico. Suele surgir normalmente en situaciones externas temidas y también como consecuencia de las reacciones corporales producidas por el calor, el hambre, la fatiga, el estrés… que desencadenan a la vez reacciones corporales como debilidad en las extremidades, tensión, visión borrosa, malestar intestinal, dolor o tensión muscular o la sensación de nudo en el estómago o en la garganta.

Se teme a las situaciones en las que se cree que puede ocurrir consecuencias dañinas o catastróficas de tipo físico (ataque cardíaco, tumor cerebral, muerte, desmayo) o mental (perder el control, volverse loco).

Ataques de pánico o síntomas similares

La gran mayoría de las personas que sufren agorafobia informan tener o haber tenido ataques de pánico. Éste consiste en un intenso miedo, terror o malestar acompañado frecuentemente con una sensación de peligro o catástrofe inminente y de un impulso a escapar.

Los síntomas más frecuentes son: palpitaciones, mareo, dificultad para respirar, sudoración, temblores, el miedo a volverse loco o a perder el control y la despersonalización (extrañeza de uno mismo)/desrealización (irrealidad).

Los ataques de pánico varían considerablemente de una persona a otra. Difieren en frecuencia de los ataques), la intensidad, la duración, en las reacciones somáticas, los pensamientos asociados, circunstancias de ocurrencia y predecibilidad (situacionales o espontáneos).

Interferencia o deterioro producido por el trastorno

En los casos graves las personas con agorafobia pueden pasar la mayor parte del tiempo en casa en compañía de familiares y llegar incluso al aislamiento total. Estas personas se ven incapacitadas para realizar actividades diarias.

Tipos de Agorafobia

Según el sistema de clasificación DSM-IV (American Pschiatric Associaton, 1994) podemos clasificar de diferente manera la Agorafobia y Trastornos de Pánico:

  • Trastornos de Pánico con Agorafobia
  • Agorafobia sin historia de Trastorno de Pánico
  • Trastorno de Pánico sin Agorafobia

Sin embargo la CIE-10 (Organización Mundial de la Salud, 1992) tiene la siguiente clasificación:

  • Agorafobia sin Trastorno de Pánico
  • Agorafobia con Trastorno de Pánico
  • Trastorno de Pánico

Edad de comienzo y curso de la Agorafobia

La edad de comienzo se sitúa aproximadamente entre los 25 y los 30 años, aún así existen casos en que el inicio puede darse en cualquier momento entre los 5 y los 58 años. Las personas entre los 45 y los 64 años tienen menos riesgo de desarrollar una agorafobia.

La agorafobia suele comenzar con ataques de pánico o una ansiedad que van creciendo gradualmente en intensidad a lo largo de las sucesivas ocurrencias hasta convertirse en un ataque de pánico. Las personas que sufren este trastorno, en un comienzo, suelen consultar a los centros de salud primaria y a diversos especialistas en medicina, que en ocasiones, no les encuentran nada anómalo. Finalmente, los casos moderados o graves terminan por solicitar ayuda psiquiátrica y/o psicológica.

Existe una fluctuación de los problemas agorafóbicos, los pacientes tienen etapas de remisión y recaídas de duración variable. Estas fluctuaciones pueden ser debidas a múltiples factores como la compañía de una persona, animal u objeto de confianza, a los eventos estresantes, al estado emocional, a cambios hormonales, toma de alcohol, fármacos o drogas o según la época del año.

Si no ha habido tratamiento o éste no ha sido el adecuado, una recuperación relativamente estable es improbable.

Es un trastorno que afecta en mayor proporción a mujeres que a hombres.

Problemas asociados a la agorafobia

Es importante evaluar y tener en cuenta la posible existencia, simultánea, de más de un problema psicológico, ya que pueden desarrollarse complicaciones en el tratamiento y de ello depende también el tipo de intervención y los resultados del tratamiento aplicado.

Los trastornos más frecuentes que pueden convivir junto con la agorafobia son trastornos de ansiedad generalizada o los depresivos. Menos frecuentes son la fobia social y fobia específica.

Las mujeres tienen porcentajes más altos de coexistencia de la agorafobia con otros problemas en el caso del trastorno de ansiedad generalizada, trastornos fóbicos y depresión mayor. Si embargo, en los hombres tienen una mayor incidencia en el abuso de sustancias.

Existen casos que usan el alcohol y/o los fármacos para afrontar sus problemas de ansiedad, pánico y evitación. Éstos pueden reducir la ansiedad a corto plazo pero el efecto se invierte a más largo término y contribuir al mantenimiento de los miedos y de la ansiedad

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Fuente: E. Massagué (2007). Clínica de la Ansiedad, Psicólogos especialistas en el tratamiento de la ansiedad. Madrid y Bacelona.

Referencias para saber más

-Bados, A. (1995a). Agorafobia: Naturaleza, etiología y evaluación. Barcelona: Paidós.

-Bados, A. (2000). Agorafobia y ataques de pánico. Madrid: Pirámide.

-Botella, C. y Ballester, R. (1997). Trastorno de pánico: Evaluación y tratamiento. Barcelona: Martínez Roca.

-Echeburúa, E. y de Corral, P. (1992). La agorafobia. Nuevas perspectivas de evaluación y tratamiento. Valencia: Promolibro.

-Marks,I.M.(1991a).Miedos, fobias y rituales: (1) Los mecanismos de la ansiedad.B arcelona: Martínez Roca

-Roca, E; Roca, B.(1999). Cómo tratar con éxito el pánico (con o sin agorafobia). Valencia. ACDE.

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Introducción

Ansiedad y personalidad

Introducción

La personalidad es el patrón de pensamientos, sentimientos y conductas que presenta una persona y que persiste a lo largo de toda su vida a través de diferentes situaciones. La personalidad es estable en el tiempo y en las situaciones, esto implica que tendemos a comportarnos de forma similar en diferentes contextos y en diferentes momentos de la vida. Los rasgos son los atributos o características de la personalidad. Los rasgos se sitúan a lo largo de un continuum, de modo que las personas nos diferenciamos unas de otras en el grado en que presentamos más o menos cada rasgo.

Una persona extrovertida busca y disfruta de la compañía de los demás, prefiere realizar actividades en grupo que de forma individual, tiene habilidades sociales, es una persona activa, con energía, entusiasta. Una persona introvertida (el polo opuesto) prefiere realizar actividades en solitario o con pocas personas, tiende a ser más inhibida, reflexiva, cautelosa.

Se considera que la personalidad, sobre la base de unos fundamentos biológicos, se modela con el paso del tiempo a partir de las experiencias vividas.

Rasgos de personalidad y trastornos de ansiedad

Cabe distinguir entre ansiedad rasgo y ansiedad estado. La ansiedad rasgo es una característica de personalidad relativamente estable (a lo largo del tiempo y en diferentes situaciones). El rasgo de ansiedad hace referencia a la disposición del individuo para percibir situaciones como peligrosas o amenazantes y a la tendencia a responder ante estas situaciones con ansiedad. La ansiedad estado hace referencia a un estado emocional transitorio y fluctuante en el tiempo.

Ambos conceptos están relacionados. Una persona con un nivel elevado de ansiedad rasgo presenta, por regla general, una ansiedad estado también elevada. Sin embargo, una persona con un nivel de ansiedad rasgo bajo puede mostrar de forma puntual reacciones de ansiedad de elevada intensidad ante situaciones que perciba como amenazantes (ansiedad estado). Así, por ejemplo, una persona con un nivel de ansiedad rasgo bajo puede mostrarse ansiosa ante la inminencia de un examen. En cambio, una persona con un nivel elevado de ansiedad rasgo no sólo se sentirá nerviosa en esa situación, también en muchas otras.

Muchos autores consideran que  la ansiedad rasgo es la característica de personalidad que subyace a muchos trastornos de ansiedad. Se trata de una característica de personalidad que podría estar implicada en la mayor vulnerabilidad a padecer trastornos de ansiedad y de depresión. Para algunos autores, la manifestación más pura de un nivel elevado de ansiedad rasgo es el Trastorno de Ansiedad Generalizada .

Los trastornos de ansiedad  tienen en común otro rasgo de personalidad: la evitación del daño o inhibición conductual. Las personas con un nivel alto de inhibición conductual o evitación del daño suelen evitar y mostrarse inhibidos ante estímulos novedosos o no familiares, suelen reaccionar con retraimiento. Se trata de personas cautelosas, tensas,   aprensivas y pesimistas.

La evitación del daño también se ha visto asociada al Trastorno de Pánico. Algunos estudios sugieren que las personas con ataques de pánico podrían tener unos rasgos temperamentales comunes que precederían la aparición del trastorno:

  • Miedo excesivo a padecer una enfermedad;
  • Hipersensibilidad a la separación: son personas dependientes, con necesidad de protección o de proteger a los suyos, muestran una marcada unión con familiares;
  • Dificultad para alejarse de lugares conocidos: les cuesta adaptarse a los cambios y novedades, no suelen establecerse muy lejos de su lugar de origen y de las personas que conocen;
  • Necesidad de seguridad: necesitan que alguien les tranquilice, les asegure que no va a pasar nada de lo que temen.
  • Se trata de personas muy preocupadas por la salud y la enfermedad, con una importante hipervigilancia a las sensaciones corporales.

Otros rasgos de la personalidad como el perfeccionismo, la rigidez (falta de flexibilidad), la dificultad para adaptarse a los cambios, el control excesivo, aparecen a veces asociados a problemas de ansiedad.

Las características de personalidad no necesariamente preceden la aparición de un  trastorno de ansiedad. La mayoría de estudios que examinan la relación entre personalidad y ansiedad son transversales (evalúan las características de personalidad y la presencia del trastorno en el mismo momento temporal) o utilizan un diseño retrospectivo (preguntan a personas que presentan el trastorno sobre cómo eran antes de la aparición del mismo). Los estudios longitudinales examinados (primero miden la personalidad y luego si aparece o no el trastorno) tampoco informan de resultados concluyentes. Por este motivo, en estos momentos se desconoce si los rasgos de personalidad preceden en el tiempo o se dan de forma simultánea a la presencia de un problema de ansiedad. Incluso algunos autores afirman que alguna de estas características o rasgos podrían verse afectados por el curso del trastorno. Por ejemplo, las personas con ataques de pánico pueden volverse más aprensivas e hipervigilantes a los síntomas físicos a consecuencia de su enfermedad.

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Fuente: Clínica de la Ansiedad. Psicólogos especialistas en el tratamiento de la ansiedad. Madrid, barcelona y online.

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Ansiedad Generalizada

Origen y mantenimiento del Trastorno de la Ansiedad Generalizada (Tag)

Existen diferentes modelos (Sibrava y Borkovec 2006; Craske y Barlow, 2006;Dugas y Robichaud, 2007;Wells, 2009;Llera y Newman. 2014) para explicar las causas y los factores que mantienen el trastorno de ansiedad generalizada. A continuación, se expondrá un modelo que integra diversas perspectivas, propuesto por Arturo Bados (2015).

Muchas personas se preguntan por qué aparece este trastorno. No es posible responder, basándonos en una sola causa, sino en la existencia de varios motivos relacionados con  factores biológicos (hipersensibilidad neurobiológica al estrés genéticamente determinada) y factores psicológicos (experiencias de eventos traumáticos en etapas tempranas , ciertos estilos educativos como sobreprotección, falta de afecto). Dichas experiencias favorecen el aprendizaje de ciertas creencias y esquemas mentales, como resultado de la realización de ciertos errores mentales para procesar la información:

  • “El mundo es peligroso” “seguro que pasará lo peor, será terrible”
    • Errores mentales: Sobrevaloración de la probabilidad de que ocurra una amenaza y exageración de las consecuencias temidas si ocurre.
  • “Soy incapaz de afrontar los peligros”
    • Error mental: Infravaloración de la propia capacidad de afrontamiento ante las amenazas.

 La interacción de ambas vulnerabilidades, tanto biológica como psicológica, es la que determina el desarrollo de una personalidad con unos rasgos específicos que detallamos a continuación y que están directamente implicados ,en el origen y el mantenimiento del trastorno de ansiedad generalizada:

 1-Intolerancia a la incertidumbre

Se refiere a experimentar un miedo excesivo a las situaciones que implican duda, que la información es ambigua, desconocida (ej: empezar a en un nuevo trabajo; estar esperando las notas de un examen…).Estas personas consideran inaceptable, la existencia de     posibles eventos negativos aunque la probabilidad   de su ocurrencia sea baja y además creen que pueden controlar o evitar una situación hipotética futura. Se proponen un objetivo irrealista, que consiste en eliminar el estado de incertidumbre, inherente a una situación futura o desconocida.

Esta intolerancia influye en que la persona manifieste:

  • Hipervigilancia: Atención selectiva ante las amenazas, pero no hacia los eventos positivos.
  • Umbral más bajo para percibir la ambigüeda
  • Creencia que una situación que es ambigua, seguro que también es peligrosa.  

 2-Actitud negativa hacia los problemas

Consiste en ponerse unas “gafas oscuras”, de forma involuntaria, para valorar cualquier problema que le surja en su vida. Estas gafas le conducen a presentar ciertas dificultades para solucionar los problemas tales como no saber identificar la existencia de algunos problemas, los perciben como una amenaza y no como un reto, pueden confundirse en definir los factores causantes de un problema ( en qué tanto por cierto la causa del problema depende de mí-factores internos y/o de otros-factores externos);infravalorarse respecto a la propia capacidad para solucionar problemas, visión pesimista sobre que sus intentos de solución no darán resultado, sentirse frustrado ante los problemas, no dedicar tiempo y esfuerzo suficiente.

3-Miedo a las emociones negativas

Tendencia  a creer que la emociones negativas y/o las sensaciones fisiológicas que acompañan a las emociones son peligrosas, incontrolables o inaceptables. También dificultad para gestionar las emociones, lo que le lleva a tener una percepción de bajo control sobre las reacciones emocionales.

Es decir, creen que las emociones negativas no se deberían experimentar “que no es normal”, se juzgan negativamente a sí mismos “soy débil por tener ansiedad”, que les conducirá a consecuencias negativas “si tengo ansiedad perderé el control, me moriré”, también creen que es posible evitar estas emociones negativas, así que su solución consiste en intentar evitarlas.

Estas tres características personales (intolerancia a la incertidumbre, actitud negativa hacia los problema y miedo a las emociones negativas) se mantienen apagadas, a no ser que haya algo que las active. Son necesarios unos disparadores o antecedentes para que aparezcan las preocupaciones propias del trastorno de ansiedad generalizada.

Hay dos tipos de antecedentes: externos (ej: leer una noticia sobre un accidente, escuchar un ruido) e internos que se refiere a pensamientos en forma de frases y/o imágenes;emociones-sensaciones fisiológicas (ej: notar taquicardia).

A partir de aquí, es posible que aparezca en la mente, de manera involuntaria, un pensamiento fugaz “y si pasa algo malo…”  o imagen sobre una  situación hipotética futura y la persona a través de sus “gafas”(características de la personalidad) que no le permite captar toda la información de la realidad, lo percibirá como una amenaza, aunque no tenga pruebas para concluir que esa situación futura es altamente probable que ocurra.

Es entonces cuando la persona intentará defenderse o controlar que no ocurra el peligro y su herramienta de defensa será PREOCUPÁNDOSE, ya que creerá que preocuparse es útil: para resolver o evitar problemas, para motivarse para solucionarlos, para no pensar en otras cosas más perturbadoras, para prepararse para lo peor, para evitar sentir frustración…

Si además la persona presenta bajo estado de ánimo y/o estrés, se agravarán las preocupaciones.

Pero el hecho de preocuparse provoca ciertas consecuencias que se exponen a continuación, que aseguran que se mantenga la sintomatología del Trastorno de Ansiedad Generalizada:

  • Prevención o reducción del procesamiento emocional de la información        amenazante: se refiere a que preocupándose implica quedarse en aspectos más superficiales respecto a la amenaza y de esta manera, se evita descubrir el principal miedo (la peor consecuencia temida si ocurre la amenaza), por tanto se xperimenta menor grado de ansiedad o malestar. Y si no tenemos acceso al miedo nuclear, disminuye la  posibilidad de  poder modificarlo, contrastándolo con otra información que nos permitiera corregir el miedo irracional.
  •  Prevención del contraste emocional negativo: la preocupación no intenta ni consigue evitar las emociones negativas, si no que sirve para estar emocionalmente preparado para el peor resultado posible de diversos          eventos. Es decir la persona utiliza la preocupación como una estrategia de afrontamiento para evitar pasar de un estado emocional neutral o positivo a uno negativo o experimentar un incremento intenso o repentino en afecto negativo en los pocos casos que las consecuencias negativas ocurren.
  • Ansiedad o inquietud, problemas de concentración, insomnio, tensión  muscular, fatiga, irrabilidad.
  • Conductas de tranquilización y/o evitación: se refieren a hacer o a dejar de     hacer ciertas acciones, para poder reducir el grado de malestar que le provoca la preocupación como por ejemplo: evitar leer noticias sobre catástrofes, pedir  ayuda a los amigos para tomar una decisión, repasar repetidamente la tarea  realizada para asegurarme que está bien, posponer enfrentarme a situaciones temidas, limpiar la casa cada día durante horas por si viene alguna visita, llamar a su hijo repetidamente, si se va de viaje para comprobar si está bien… Con estas conductas, la persona evita, exponerse a la situación temida.
  • Control de pensamientos: se refiere a acciones mentales para intentar evitar o   escapar de los pensamientos disparadores tipo Y si pasa algo malo…. pensando en algo agradable o neutral o sustituyéndolo por otro pensamiento.

Estos  tipos de defensas o estrategias de afrontamiento de tipo mental (preocuparse, control de pensamientos)  como motora (conductas de tranquilización y/o evitación), provocan una tranquilización inmediata (falsa creencia de que están reduciendo la probabilidad de ocurrencia del peligro), pero de esta manera, se consigue que se mantenga el miedo. Si se aplican dichas estrategias de afrontamiento y no ocurre lo temido (lo cual es muy probable porque no existe tal peligro y/o la probabilidad es muy baja), se mantendrá o aumentará el miedo (Conclusión: mi familia no ha tenido un accidente de coche, gracias a que he estado pendiente de ellos, a que le he dicho que evitaran conducir por la carretera secundaria…). Si la persona no realiza ninguna de dichas defensas ante las próximas situaciones temidas (que la familia viaje en coche) y no ocurre lo temido, podrá concluir que no hay peligro, que no está en su control, por tanto, cuando vuelva a aparecer “Y si tienen un accidente…”, no lo percibirá como una amenaza y por consiguiente, no intentará defenderse. De esta manera, conseguirá que el pensamiento negativo desaparezca.

Sería adaptativo que la persona se defendiera si posee pruebas de la existencia de un peligro real (problema presente o un posible problema futuro con evidencias que el grado de probabilidad de que ocurra es elevado). El problema es que la persona intentará defenderse de una amenaza futura de muy baja probabilidad de ocurrencia (ej: que no le guste a mi jefa como trabajo cuando lleva años trabajando y recibiendo elogios por parte de la jefa) y/o del que no tiene ningún tipo de control (ej: que mi amiga tenga un accidente)y en la mayoría de los casos nunca ocurrirá.

Además,  a lo largo del tiempo con el problema del trastorno de ansiedad generalizada, aparece otro factor que lo va a mantener. En esta ocasión, se trata de una preocupación añadida, a las que ya tiene la persona: creencias negativas sobre el hecho de preocuparsepreocuparse es incontrolable” y a veces también, “preocuparse es peligroso”.

Será necesario intervenir sobre los diferentes factores de mantenimiento para lograr una reducción de la sintomatología relacionada con el trastorno de ansiedad generalizada.

 

Fuente: Verónica Aguilera. Clinica de la Ansiedad. Psicólogos en Barcelona y Madrid.

Para saber más

Bados, A.  (2015)Trastorno de ansiedad generalizada.Guía para el terapeuta. Editorial Síntesis: Madrid.

 Vallejo, M.A. (1998) . Manual de Terapia de Conducta. Volumen I. Editorial Dykinson: Madrid.

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Ansiedad y otros

Ansiedad y estrés

El término estrés  deriva del la latín  stringere, que significa provocar tensión. En física se refiere a la fuerza que se aplica a un objeto, que puede romperlo  o deformarlo . En humanidades se  utilizó como sinónimo de adversidad, aflicción. El termino estrés fue incorporado a la biología por W. Cannon en 1911 y a la psicología científica por el fisiólogo  Hans Selye en 1956,  que lo definió  como una respuesta global, total y automática del ser humano ante las exigencias externas e internas que no se pueden armónicamente controlar, las cuales amenazan su equilibrio homeostático, originando en el individuo lo que llamó un Síndrome General de Adaptación. Se habla de un estrés positivo, llamado eustress, y un estrés negativo llamado distress.

El estrés es habitual en nuestras vidas. Lo que distingue y caracteriza la vida y al ser vivo es la facultad de adaptación al cambio.  Cualquier cambio al que debamos adaptarnos representa estrés, ya se trate de acontecimientos  negativos -despido laboral, enfermedad, ruptura amorosa,  muerte de un ser querido-,  o  positivos y deseables -casarse e iniciar la convivencia, nuevas responsabilidades en el trabajo ligadas a un ascenso- .

Nuestras experiencias estresoras provienen de tres fuentes básicas: nuestro entorno -ruidos, carga de trabajo excesiva, conflictos interpersonales, falta de medios-, nuestro cuerpo -insomnio, cambios hormonales, enfermedades- y nuestros pensamientos -preocupaciones, anticipaciones negativas-. La intensidad y naturaleza de esas experiencias estresoras depende de factores individuales -reactividad personal, vulnerabilidad, características de personalidad- y contextuales -apoyos sociales y materiales, cuestiones organizacionales-.

Cuando la respuesta  frente a las demandas del medio interno o externo, son adecuadas, y  asumibles  fisiológicamente para el organismo,  se habla de buen estrés, necesario para el funcionamiento del organismo y su adaptación al medio. Si las demandas del medio son excesivas, intensas y/o prolongadas,  y superan la capacidad de resistencia y de adaptación del organismo, hablamos de mal estrés, que, si es  prolongado, genera disfunciones en nuestros órganos, favorece la aparición de las llamadas enfermedades de adaptación o psicosomáticas, y puede precipitar la aparición de otras.

Cuando el estrés se convierte en problema

El estrés es pues un mecanismo normal, adaptativo. No obstante, cuando estamos sometidos a condiciones estresantes de elevada intensidad y duración, es muy probable que se convierta en disfuncional, interfiriendo en nuestro desempeño, y transformándose, además, en un problema de salud: alteraciones psicofisiológicas -sueño, alimentación, sexualidad-; emocionales -ansiedad, depresión-; neurovegetativas -taquicardia, dolencias musculares, molestias digestivas-; del rendimiento intelectual -concentración, memoria-; debilitamiento del sistema inmunológico -mayor riesgo de infecciones-, etc.

Las razones que se aducen para explicar cómo el estrés propicia alteraciones psicosomáticas son diversas:

  • Activación o sobrecarga excesivamente intensa y/o excesivamente repetida de los órganos.
  • Larga duración de periodo de resistencia del organismo, que produciría un deterioro de la energía y los recursos fisiológicos del mismo, llevando al agotamiento de los órganos.
  • Falta de expresión somatomotora: en las sociedades modernas, los estresores -fuentes de estrés- no suelen requerir  respuestas físicas, sino más bien cognitivas -pensamiento, toma de decisiones-. De este modo los recursos fisiológicos movilizados ante ellos, particularmente los relacionados con el sistema motor, aunque activados, no se desencadenan.
  • Regulación o comunicación fallida o inadecuada entre los centros nerviosos superiores y los periféricos relacionados con los órganos.

Fuentes más comunes de estrés

Holmes y Rahe (1967) construyeron una de las primeras escalas, basándose en datos biográficos procedentes de cientos de personas, donde se cuantifica el grado de alteración y estrés asociado acontecimientos. Una acumulación de 200 o más unidades en un solo año incrementaría la incidencia de trastornos psicosomáticos.

Muerte del cónyuge100
Divorcio73
Separación65
Privación de la libertad63
Muerte de un familiar próximo63
Enfermedad o incapacidad, graves53
Matrimonio50
Perder el empleo47
Reconciliación de la pareja45
Jubilación45
Enfermedad de un pariente cercano44
Embarazo40
Problemas sexuales39
Llegada de un nuevo miembro a la familia39
Cambios importantes en el trabajo39
Cambios importantes a nivel económico38
Muerte de un amigo íntimo37
Cambiar de empleo36
Discusiones con la pareja (cambio significativo)35
Pedir una hipoteca de alto valor31
Hacer efectivo un préstamo30
Cambio de responsabilidades en el trabajo29
Un hijo/a abandona el hogar (matrimonio, universidad)29
Problemas con la ley29
Logros personales excepcionales28
La pareja comienza o deja de trabajar          26
Se inicia o se termina el ciclo de escolarización26
Cambios importantes en las condiciones de vida      25
Cambio en los hábitos personales24
Problemas con el jefe23
Cambio en el horario o condiciones de trabajo        20
Cambio de residencia20
Cambio a una escuela nueva20
Cambio en la forma o frecuencia de las diversiones19
Cambio en la frecuencia de las actividades religiosas19
Cambio en las actividades sociales18
Pedir una hipoteca o préstamo menor17
Cambios en los hábitos del sueño16
Cambios en el número de reuniones familiares15
Cambio en los hábitos alimentarios15
Vacaciones15
Navidades12
Infracciones menores de la ley11

Cómo funciona el estrés

El estrés es, pues,  la acomodación de una persona a situaciones nuevas y la respuesta inespecífica y estereotipada ante los estímulos que trastornan su equilibrio.

Selye explica que son tres las fases por las que pasa el organismo cuando se enfrenta a una situación de estrés:

  1. Fase de reacción de alarma. Se liberan adrenalina y noradrenalina que  propician una reacción rápida e intensa del organismo: aumentan los latidos del corazón y el ritmo respiratorio, se elevan el nivel de azúcar en la sangre, se incrementan la transpiración, dilatan las pupilas, se altera el tono muscular y se hace más lenta la digestión. Se incrementa también la liberación de catecolaminas y cortisol. A esto sigue una sub-fase  en la que se movilizan sistemas defensivos. En esta sub-fase se produce una respuesta de activación nerviosa que se expresa y desarrolla fisiológicamente de  modo afín a la ansiedad.
  2. Fase  de resistencia, en el transcurso de la cual el organismo hace intervenir todos sus mecanismos adaptación y repara daños o desequilibrios causados por la reacción de alarma. En esta fase la respuesta es más lenta y sostenida. Se intensifica la liberación de cortisol. Si la situación estresante persiste, el cuerpo permanece alerta y no puede resaurarse, se pasa a la siguiente fase.
  3. Fase de agotamiento, que acaba con las reservas adaptativas del organismo y altera su homeostasis pudiendo originar, en función también de la vulnerabilidad de cada persona, diferentes alteraciones y dolencias. Estos trastornos generalmente afectan el sistema nervioso autónomo, al sistema neuroendocrino y al sistema inmunológico. La hipertensión, pérdida de memoria, fatiga, algunas jaquecas, tensión, irritabilidad, alteraciones en el sistema inmune, algunas enfermedades de la piel, depresión, ansiedad, son ejemplos de alteraciones que pueden estar relacionadas con el estrés.

 Ansiedad y estrés

Muchas veces ansiedad y estrés se usan como sinónimos. En ambos casos  se produce una reacción caracterizada por alta activación fisiológica. El estrés es un proceso más amplio de adaptación al medio. La ansiedad es una reacción emocional de alerta ante una amenaza. Digamos que dentro de los proceso de cambio que implica el estrés, la ansiedad es la reacción emocional más frecuente. La ansiedad elevada genera estrés. A su vez, el estrés una de las fuente más comunes de ansiedad.

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Fuente: Clínica de la Ansiedad. Psicólogos  en Barcelona y Madrid.

Para saber más:

Video ilustrativo: Estrés crónico: consecuencias sobre la salud

Otros videos relacionados:

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Fobia Social

Sudoración y sonrojo excesivos

Tanto la sudoración como el sonrojo son dos reacciones fisiológicas controladas por la rama simpática de nuestro sistema nervioso autónomo, es decir, aquél que funciona sin la necesidad de que lo dirijamos. La sudoración sirve para refrigerar el cuerpo en caso de que éste eleve su temperatura por encima de lo normal. En cambio el sonrojo es una señal a nivel facial de que este calentamiento se está produciendo. Tanto la sudoración como el sonrojo son completamente normales, y se desencadenan en situaciones que activan nuestro sistema de alerta o ante aumentos ambientales de la temperatura. No obstante, hay ocasiones, en que estas manifestaciones son más acusadas o la reacción ante ellas es excesiva. Estos casos pueden representar un serio problema para quien los padece. De ello nos vamos a ocupar a continuación.

En primer lugar nos vamos a referir a la sudoración excesiva primaria (hiperhidrosis primaria). Es un problema fundamentalmente físico, relacionado con la hiperactividad patológica de las fibras simpáticas y un aumento de la respuesta de sudoración. Se trata de una forma de sudar excesiva (p. ej. los niños que la padecen mojan las hojas de sus cuadernos, en adultos cuesta usar chanclas porque se resbalan los pies, la conducción se ve dificultada, a las mujeres no les es posible usar maquillaje). Como es un signo claramente visible y que en nuestra sociedad tiene ciertas connotaciones negativas, puede llevar a la persona a limitar sus relaciones sociales y el tipo de trabajos que realiza. Si es suficientemente intensa puede llegar a provocar un trastorno de ansiedad conocido como fobia social.

Para la hiperhidrosis primaria existen tratamientos paliativos que sólo logran resultados a corto plazo. Serían:

  • Antiperspirantes
  • Medicamentos anticolinérgicos, psicotrópicos o betabloqueantes: disminuyen la sudoración, pero su ingesta durante largo tiempo está contraindicada.
  • Cremas bacterianas tópicas
  • Iontoforesis: aplicación de corriente galvánica en la región de la piel sudada. Puede provocar lesiones dérmicas, vesículas, eritemas y alteración de la sensibilidad.
  • Tratamientos psicológico: puede ayudar temporalmente o disminuir el sufrimiento psicológico cuando se ha desarrollado una fobia social o alguno de sus síntomas. Pero no elimina el problema principal.
  • Inyecciones de toxina botulínica: el tratamiento debe repetirse continuamente, dando problemas como cansancio, irritación alérgica y hematoma.

El tratamiento definitivo para la hiperhidrosis primaria es una operación quirúrgica llamada simpatectomía torácica endoscópica (E.T.S.). Consiste en colocar un clip en el nervio simpático o en cortarlo. De esta manera desaparece la sudoración y se curan totalmente todas las hiperhidrosis primarias, excepto la hiperhidrosis plantar para la que sólo hay una mejora. No obstante, esta operación puede tener (no siempre) una serie de efectos secundarios que es importante señalar:

  • Sudoración compensatoria: grandes cantidades de sudor en espalda, abdomen, pies o cualquier otra zona corporal, acompañado por una sensación de estar hirviendo. Aparece en un 50 % de los casos.
  • Peligro al hacer deportes o ejercicio excesivo: al no poder refrigerarse (sudando) el cuerpo corre el peligro de sobrecalentarse y producirse colapso cardíaco o desvanecimientos.
  • Sudoración gustativa
  • Hipotermias: ocurre cuando se dan contrastes de temperatura.
  • Pinchazos dolorosos en el corazón, en el cuello y en los costados.
  • Cansancio después de realizar actividades: tras la operación algunos pacientes notan un aumento de las horas de sueño debido a que éste se requiere para disminuir la temperatura corporal (función que antes hacía ayudado por la sudoración).
  • Delgadez: por debajo de la constitución normal.
  • Neuralgia intercostal: falta de fuerza en la zona pectoral y debilidad generalizada.
  • Hiperestesia: adormecimiento y sensación exagerada de dolor al roce, así como falta de fuerza.
  • Dolor en las “paletillas”
  • Rigidez en hombro, cuello, y lumbares.
  • Neumotórax (flujo de aire en los pulmones): debido a un daño en la superficie del pulmón durante la operación.
  • Hemorragia interna
  • Caída del párpado (síndrome de Horner): por un error el cirujano daña los nervios ganglio T1. Produce caída del párpado, constricción de la pupila y agrandamiento del glóbulo ocular.
  • Problemas en la piel: al no sudar se da escamación y sequedad de la piel, incluso puede aparecer dermatitis en el cuero cabelludo o en la cejas.

El sonrojo excesivo primario suele centrarse en el rostro y se debe a una inapropiada vasocompresión de los vasos sanguíneos faciales. Igual que la hiperhidrosis primaria produce limitaciones en las relaciones sociales o en la elección de trabajos, pudiendo derivar en una fobia social. El principal tratamiento paliativo son los fármacos psicotrópicos (p. ej. los betabloqueantes) que sólo producen efectos parciales y puntuales. También existe el mismo tratamiento quirúrgico que para la hiperhidrosis primaria, ya que en ambos está implicado el mismo sistema. Los efectos secundarios, por tanto son los mismos.

El segundo caso en que se dan estos dos síntomas es en la fobia social. En este trastorno se experimenta un aumento de la ansiedad ante situaciones sociales con personas extrañas o donde es posible ser evaluado. Se teme actuar de un modo humillante o embarazoso. Al desencadenarse el sistema de alerta (la ansiedad) se producen una serie de síntomas físicos como el temblor, las palpitaciones, la sudoración excesiva y el rubor facial (sonrojo). En este trastorno, como se puede apreciar, estos dos síntomas son sólo parte del problema Si bien es cierto que un cierto número de pacientes con fobia social, tienen como principales síntomas el rubor y la sudoración, estos no llegan a los extremos del trastorno médico. Aunque a estos pacientes les pueda parecer lo más preocupante, el verdadero problema es su preocupación. Y es que en la fobia social con predominancia de estos síntomas, los factores que tienen más importancia son la atención excesiva a las sensaciones internas (como ocurre con la hipocondría o con el pánico), las atribuciones que se hacen de éstas y el intento, inútil, de controlarlas.

Como son signos claramente visibles por los demás, la persona se observa a sí misma como si fuera un observador externo. Pero, por supuesto, tiene más información sobre sus reacciones de la que podría tener cualquier otro observador ajeno. Así no es extraño que estas personas aprecien más sudoración y sonrojo, y de más intensidad, que lo que observadores externos puedan percibir.

Además, el centrarse en sus propias reacciones hace que estén menos atentos a las situaciones sociales en que están interactuando. Esto, claramente empeora su rendimiento y tiende a mantener las atribuciones que hacen sobre su propia incapacidad y debilidad. Estás atribuciones o interpretaciones consisten en ver esos síntomas y la mala actuación frente a la gente (p. ej. no enterarse del tema de conversación, hablar muy bajo, “atrancarse”…) como un señal clara y inequívoca de falta de valía personal, de debilidad, y una comprobación de su sentimiento de inferioridad. Detrás de estas atribuciones suele haber una autoestima resentida, una gran susceptibilidad al rechazo y una dificultad para autoafirmarse.

Otro aspecto típico de la fobia social es un tipo de afrontamiento de los problemas, llamado inhibición conductual. Cosiste en no realizar ninguna conducta (pasividad) pese a estar padeciendo una gran ansiedad reflejada en los distintos síntomas físicos. Este tipo de comportamiento tiene un claro componente genético, pero también implica aspectos aprendidos a lo largo de la vida de la persona. Contrariamente, la expresión espontánea de emociones se relaciona con una menor proporción de síntomas fisiológicos. Este comportamiento, más saludable, suele formar parte de programas de entrenamiento en habilidades sociales y emocionales, que resultan bastante beneficiosos para personas que padecen fobia social.

Los tratamientos para la fobia social, y más en concreto para la fobia social donde la principal preocupación son el sonrojo y la sudoración, son farmacológicos y psicológicos.

De los tratamientos farmacológicos, los más efectivos y utilizados son los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina. También se usan benzodiacepinas de gran potencia y los betabloqueantes adrenérgicos que son especialmente útiles para afrontar situaciones sociales específicas (no actúan sobre el sistema nervioso central, sino sobre los síntomas periféricos) aunque su toma durante largos períodos de tiempo no es aconsejable. El alcohol (usado a menudo por las personas con fobia social para afrontar las situaciones), no mejora el rendimiento –al contrario- sino que elimina momentáneamente estos sentimientos y atribuciones, facilitando cierta desinhibición. El tratamiento farmacológico es por sí solo insuficiente, por lo que se aconseja su utilización en combinación con los tratamientos psicológicos.

Respecto a los tratamientos psicológicos, aquellos que han demostrado su eficacia para la fobia social, y, en especial, para la fobia social cuyo principal temor es la sudoración excesiva y el sonrojo son:

  • la terapia racional emotiva: que trabaja con los pensamientos y las atribuciones mediante el diálogo socrático y la realización de experimentos conductuales para rebatir las creencias erróneas. Los síntomas físicos se acrecientan en gran medida por la forma en que los interpretamos, por lo que al actuar eficazmente sobre los pensamientos, suelen disminuir
  • Exposición a las situaciones temidas: enfocando la atención en la situación y en los individuos implicados, para que así haya una mejora en la actuación, un aumento de la autoestima y una comprobación de las características reales de estas situaciones y de las personas implicadas. Es menos efectiva si en el momento de exponerse a estas situaciones no aparecen los síntomas temidos, por eso se suele usar acompañada de técnicas cognitivas
  • Intención paradójica: sirve para romper la angustiante relación que se mantiene con los síntomas fisiológicos y las correspondientes atribuciones de amenaza y angustia.

En conclusión la sudoración y el sonrojo son dos reacciones normales de nuestro sistema de alerta. Sin embargo a veces las interpretamos de manera amenazante, generando más angustia, dándose entonces la fobia social. Otras ocasiones la sudoración y el sonrojo son objetivamente excesivos, ocasionando problemas prácticos y sociales. Entonces se trata de un trastorno primario que de manera secundaria puede derivar en una fobia social. En el primer caso el principal problema es la interpretación de unos síntomas normales (aunque puede que sean elevados, están dentro de los márgenes normales) y la ansiedad y problemas que producen, en el segundo el foco principal es el síntoma físico. Aunque aquí hemos hecho una clara distinción, en ciertos casos la diferencia no es tan visible. Aquí sería aconsejable realizar pruebas médicas y luego consultar a un psicólogo, para así tener diferentes puntos de vista. En todo caso, si los síntomas son excesivamente molestos para la persona y no mejoran por los tratamientos psicológicos, toca a la propia persona decidir si se somete a otros tipos de tratamientos con los pros y contras que enunciábamos más arriba.

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Fuente: Miguel Luna. Clínica de la Ansiedad, 2002.

Para saber más

Asociación Española del Sudor Excesivo e Hiperidrosis (AESEH), (2016) Página web con diversas informaciones, experiencias, links de interés, foro y chat.

Cervera,S.; Roca,M.; Bobes,J. (1998). Fobia Social. Barcelona. Editorial Masson.

Echeburúa, E. (1995). Evaluación y tratamiento de la fobia social. Barcelona: Martínez Roca.

Mersch, P.P.; Hildebrand, M; Levy, E.H.; Wesswl, I. (1992). Somatic symptoms in social phobia: a treatment based on rational emotive therapy and paradoxical interventions Journal of Behavior Therapy and Experimental Psychiatry, 23: 199-211.

Scholing, A.; Emmelkamp, P.M.G. (1993). Cognitive-behavioural treatment of fear of blushing, trembling or sweating. Behavior Research and Therapy, 23: 155-170.

Wells, A.; Papageorgion, C. (1998). Social Phobia: effects of external attention on anxiety, negative beliefs and perspective taking Behavior Therapy, vol. 29 nº3: 357-370.

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Fobias Específicas

Programas de realidad virtual aplicados al tratamiento del miedo

La realidad virtual permite recrear o reproducir escenarios del mundo real mediante programas y equipos especializados. Es un recurso técnico y terapéutico de gran ayuda en la superación de diversos miedos: agorafobia, fobia a volar, claustrofobia, etc. Permite al paciente exponerse a las situaciones temidas, y actuar sobre ellas, en un ambiente seguro, donde puede explorar libremente, sentir, vivir y revivir, sentimientos y pensamientos, en la consulta, y sin sentirse observado por los demás.

El usuario dispone de diferentes escenarios, tales como recorrer un aeropuerto, viajar en avión, en autobús o en metro, pasear y comprar por unos grandes almacenes, pasar por un túnel, subir a un ascensor, etc. En cada uno de estos escenarios, el paciente tiene la oportunidad de interaccionar con el ambiente, donde podrá escuchar conversaciones, pedir la parada, subir o bajar del medio de transporte, coger un libro, hacer cola ante un mostrador y hasta enfrentarse a situaciones conflictivas con una cajera.

Siguiendo un procedimiento de exposición progresiva, graduando las situaciones para ir avanzando desde las ejecuciones más fáciles hasta las más difíciles, poco a poco, a partir del conocimiento y dominio que dan las interacciones de la realidad virtual, el paciente podrá enfrentarse al miedo en el mundo real.

La realidad virtual consigue un elevado sentido de presencia, es decir, la sensación de estar dentro de cada escenario. Esta sensación se da en función de diferentes factores. Un primer factor se refiere a los indicios perceptivos, que dependen, en parte, de lo rico y detallista que sea el ambiente, pero también de que se intente vivir e interpretar la experiencia como si fuera verídica. Un segundo factor es la inmersión, por ejemplo, en el cine nos metemos en la película gracias a una pantalla grande, las luces apagadas, el sonido envolvente, etc. En la Realidad Virtual, la inmersión se suele obtener mediante unos cascos y un equipo de proyección. El último factor, hace referencia a la interacción, que, tal y como hemos comentado anteriormente, hace del usuario un participante activo, con opciones de interaccionar con elementos del escenario: coger y dejar objetos, moverse por distintas situaciones, añadir gente, accionar aparatos, abrir y cerrar puertas…

Todos los estudios realizados hasta el momento indican que la técnica de realidad virtual logra cambios clínica y estadísticamente significativos en diversas fobias.

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Fuente: Estela Massagué. Clínica de la Ansiedad.

VideoRTVE-1. Comando Actualidad. Programa emitido el 22-10-2014. «Mala vida» (Problemas de salud mental incapacitantes). A partir del minuto 55:55 reportaje realizado en la Clínica de la Ansiedad, sobre tecnologías aplicadas para la superación de diversas fobias.

Video ilustrativo: Muestra Realidad Virtual aplicada al miedo a volar (Con realidad virtual se vería en tres dimensiones, no en dos como aquí)

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Crisis de pánico y agorafobia

Agorafobia: Origen y mantenimiento

Adquisición del miedo a las situaciones agorafóbicas

Existen varios factores que interactúan entre sí o suman sus influencias, aunque resulta difícil establecer qué es una causa, qué es una consecuencia o cuando existe una relación entre variables.

Entre los factores estudiados que pueden contribuir al surgimiento y/o mantenimiento de la agorafobia están las experiencias traumáticas directas fuera de casa como ataques de pánico, desmayos, asfixia;  las características de personalidad ; la atribución errónea de sensaciones. También se ha estudiado la vulnerabilidad genética como factor de relevancia.

Eventos estresantes

La gran mayoría de personas con agorafobia informan haber pasado por un periodo de estrés o acontecimientos vitales importantes en la época en que comenzó la agorafobia: conflictos interpersonales con el marido o algún familiar, divorcio/separación, nacimiento/aborto, muerte o enfermedad de una persona significativa, reacción al consumo de drogas, enfermedades/operaciones importantes, estrés laboral o escolar, problemas económicos, entre otros.

El estrés puede dar lugar a fobias sólo en personas particularmente vulnerables. Esta vulnerabilidad sería el resultado de una interacción entre variables biológicas, ambientales y psicológicas.

Características personales y experiencias durante la infancia

Es posible encontrar una serie de características en las personas que sufren agorafobia que pueden contribuir a su desarrollo, algunas de ellas son la susceptibilidad a la ansiedad, poca asertividad, poca confianza en sí mismos, elevada ansiedad y retraimiento social, miedo a la evaluación negativa, alta búsqueda de aprobación, estrategias ineficaces para afrontar el estrés, tendencia a la evitación de los problemas interpersonales, rasgo de ansiedad elevado, neuroticismo elevado, alta sensibilidad al daño, introversión alta o la inhibición conductual ante lo desconocido.

Algunas experiencias durante la infancia podrían estar relacionadas con la agorafobia: una madre y/o un padre sobreprotector o falto de cariño puede interferir con el desarrollo de la independencia en el niño y del sentimiento de competencia. Es posible que la ansiedad por separación en la infancia vaya relacionado con el desarrollo de un trastorno de pánico en la vida adulta, y que el abuso sexual y el maltrato físico en edades tempranas de la vida sean factores de riesgo para desarrollar diversos trastornos psicopatológicos.

Activación fisiológica, sensaciones corporales

Además de los factores comentados anteriormente (situaciones temidas, eventos estresantes, ansiedad elevada e hiperventilación) existen otros factores que pueden producir o facilitar la aparición de sensaciones corporales, como:

  1. problemas médicos endocrinos, cardiovasculares, respiratorios o neurológicos;
  2. factores biológicos como los cambios hormonales, la predisposición a tener sensaciones corporales;
  3. pensamientos e imágenes negativos acerca de padecer un ataque de pánico, con la muerte o sufrir un desmayo;
  4.  otros factores como el uso excesivo de cafeína, nicotina, alcohol u otras drogas o fármacos, la excitación, la ira, la fatiga, la falta de sueño, el ejercicio, los cambios posturales rápidos, el calor, son algunos factores que pueden facilitar o provocar la activación fisiológicas y reacciones corporales;
  5. hiperventilción.

La hipervigilancia o atención centrada en los elementos amenazantes de las situaciones temidas y hacia determinadas sensaciones corporales asociadas a la ansiedad, puede facilitar la ocurrencia de episodios de ansiedad/pánico por percibir subjetivamente sensaciones de manera magnificada y aumentar la activación fisiológica.

Interpretación de las sensaciones como señal de peligro y ansiedad/pánico

Los sujetos pueden creer que las sensaciones corporales presagian o van a dar lugar consecuencias peligrosas o catastróficas (ataque cardíaco, desmayo, muerte, incapacidad, perdida de control…) o que son señales de que estas consecuencias ya están ocurriendo.

La percepción juega un papel muy importante en este tipo de trastornos. La percepción que se tiene sobre los cambios fisiológicos, sea ajustada a la realidad o no, suele caracterizarse por ser más precisa en los sujetos con ataques de pánico y agorafobia. Estos sujetos son capaces de detectar cambios fisiológicos muy sutiles normalmente sin ser conscientes de ello.

La sensación de peligro provocadas por la activación fisiológica produce un incremento adicional de dicha activación mediante la hiperventilación o de otros mecanismos creando así un círculo vicioso que puede desencadenar un episodio de ansiedad o un ataque de pánico.

Puede llegar a establecerse una asociación directa entre ciertas sensaciones corporales y la ansiedad/pánico (condicionamiento interoceptivo).

Escape y evitación de las situaciones temidas

La anticipación u ocurrencia de un ataque de ansiedad/pánico, las pensamientos catastróficos y el deseo de evitar el bochorno social, hacen más probable que el sujeto escape de la situación. Existen dos maneras de escape: irse de la situación temida o permanecer en ella efectuando el escape desviando la atención hacia otros estímulos.

Los agorafóbicos utilizan una gran variedad de estrategias, aparte del escape y la distracción, para afrontar los ataques de pánico: medicarse, beber alcohol, aguantar, relajación, pensar que el ataque pasará pronto, tumbarse, respiración, imágenes placenteras, fumar…

La conducta de escape se ve reforzada por la reducción de ansiedad, por la sensación de seguridad o hasta por la atención y apoyo de otros.

La ansiedad anticipatoria aparece ante la posibilidad de entrar en una situación temida y/o de experimentar alguna consecuencia temida, la cual cosa facilita la hipervigilancia a determinadas sensaciones corporales, lo que, a la vez, puede permitir detectar ciertas sensaciones, incrementar la activación fisiológica y producir miedo o ansiedad.

Hay personas que desarrollan un trastorno del pánico pero sin agorafobia, es decir, no presentan evitación agorafóbica y mantienen una actitud de afrontamiento frente a las dificultades. Estas personas tienen un mayor sentido de control personal, una mayor tolerancia de la ansiedad y obtienen menos beneficios de la conducta de evitación (apoyo social, reducción de la ansiedad…).

La conducta de evitación suele tener unas consecuencias negativas como: la reducción de contactos sociales, depresión, baja autoestima, interferencia con actividades de ocio, disfunción sexual o problemas laborables, maritales y familiares.

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Fuente: E. Massagué. Clínica de la Ansiedad. Madrid y Barcelona. Especialistas en el tratamiento de la ansiedad.

Referencias para saber más

-Bados, A. (1995a). Agorafobia: Naturaleza, etiología y evaluación. Barcelona: Paidós

-Bados, A. (2000). Agorafobia y ataques de pánico. Madrid: Pirámide.

-Botella, C. y Ballester, R. (1997). Trastorno de pánico: Evaluación y tratamiento. Barcelona: Martínez Roca

-Echeburúa, E. y de Corral, P. (1992). La agorafobia. Nuevas perspectivas de evaluación y tratamiento. Valencia: Promolibro.

-Marks,I.M.(1991a).Miedos, fobias y rituales: (1) Los mecanismos de la ansiedad.B arcelona: Martínez Roca

-Roca, E; Roca, B.(1999). Cómo tratar con éxito el pánico (con o sin agorafobia). Valencia. ACDE

Video Ilustrativo:

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Introducción

Ansiedad: el papel de nuestras circunstancias y nuestros recursos

Introducción

Las situaciones traumáticas o acontecimientos vitales accidentes, lesiones, incendios, inundaciones, separaciones, muertes, etc.- pueden precipitar la aparición de un trastorno de ansiedad. Por ejemplo, muchas fobias específicas se suelen iniciar tras la vivencia de un suceso traumático relacionado con el objeto fóbico: miedo a los ascensores tras quedarse encerrado en uno de ellos, miedo a ir en coche o a conducir tras sufrir un accidente al volante, etc. En estos casos, se considera que la persona asocia un estímulo -por ejemplo, un ascensor, un coche- a una respuesta emocional negativa miedo, tristeza, asco-. Esta persona ha aprendido que la aparición de ese objeto -por ejemplo, del ascensor- puede ir seguida de un estado emocional de miedo o ansiedad. El temor a que la situación pueda repetirse se ha adquirido mediante un mecanismo de aprendizaje que hemos llamado condicionamiento clásico. Este temor se mantiene porque la persona evita enfrentarse a la situación -condicionamiento instrumental-.

En muchas ocasiones, no obstante,  los problemas de ansiedad no tienen un desencadenante tan específico. Es bastante habitual, por ejemplo, que el inicio de algunos ataques de pánico vaya precedido de una época de estrés, problemas laborales o familiares, consumo excesivo de sustancias, cansancio, mala alimentación o falta de sueño. Estos factores pueden propiciar el desencadenamiento de un ataque de pánico en ausencia de un factor precipitante específico que explique su aparición.

Por tanto, no sólo los acontecimientos vitales y las situaciones traumáticas pueden preceder a la aparición de un trastorno de ansiedad, también los estresores que forman parte de nuestra vida cotidiana -peleas, problemas de trabajo, de pareja, estar en paro, etc.- pueden desencadenar estos problemas. Los estudios sobre la relación entre acontecimientos estresantes y problemas psicológicos indican que el mayor o menor impacto del estresor en la persona no depende fundamentalmente del tipo de estresor -acontecimiento vital o cotidiano-, ni de su cantidad o duración -agudo, crónico-. Lo que realmente determina el grado en que un acontecimiento o cinscunstancia puede afectar o no a nuestra salud mental es la valoración subjetiva que realiza el sujeto de dicha situación. Si un estresor es percibido por la persona como amenazante el impacto será mayor que si no lo percibe de este modo.

Se han estudiado los parámetros o características de los estresores que determinan la valoración subjetiva que realiza el sujeto. Algunos de estos parámetros son:

  • la novedad del estresor -lo nuevo se percibe como más amenazante que lo conocido-,
  • su predictibilidad -elacionado con el parámetro anterior, se considera que si un acontecimiento o circunstancia es previsible desencadena una reacción menos intensa-
  • el grado en que podemos controlar su aparición y/o duración -a mayor sensación de controlabilidad menor impacto-.

Por otro lado, no sólo las características de los estresores determinan el mayor o menor impacto del mismo en nuestra salud mental. Un acontecimiento es percibido por la persona como más o menos amenazante en función de los recursos de que dispone para hacerle frente. Si una persona percibe un estresor como amenazante, pero cuenta con recursos para enfrentarse a él de forma eficaz, el grado de amenaza percibida será menor que si se ve incapaz de plantarle cara.

 ¿De qué recursos disponemos para hacer frente a los acontecimientos vitales y a los problemas de nuestra vida cotidiana? Citaremos los principales: el nivel de competencia percibida, los estilos de afrontamiento y el apoyo social.

La competencia percibida

El nivel de competencia percibida hace referencia a la confianza que tiene la persona en su capacidad para afrontar de forma exitosa esa situación. No basta con tener recursos para afrontar el problema, es importante creer que podemos superarlo. Este sentimiento de competencia está determinado, al menos en parte, por nuestra experiencia previa -otras situaciones en que la persona se haya enfrentado con éxito o fracaso a una situación estresante- y por nuestro nivel de autoestima -valoración personal y subjetiva que cada persona hace de uno mismo-.

Estilos de afrontamiento

Se ha definido el afrontamiento como los esfuerzos, tanto de acción como intrapsíquicos, orientados a dominar, reducir, tolerar y minimizar las demandas internas o ambientales y conflictos cuya tarea excede los recursos de la persona (Cohen y Lazarus, 1979). El modo en que afrontamos las situaciones estresantes o los problemas varía de una persona a otra y es diferente en función de la situación. Sin embargo, se pueden agrupar básicamente en tres categorías:

  • Análisis y evaluación del problema: se realiza un análisis de la situación y se sopesan los pros y contras de cada una de las alternativas de solución del problema.
  • Evitación de la fuente de estrés o huida: se evita la situación o el estresor.
  • Control de la emoción: Las estrategias de afrontamiento van encaminadas a disminuir la emoción provocada por el estresor -relajación, mantener la calma, distraer la atención-.

Otros autores consideran que el afrontamiento de los problemas puede ser

  • activo -el sujeto participa activamente en la búsqueda de soluciones del problema o aplica estrategias para reducir o eliminar el estresor-.
  • pasivo -el sujeto evita la situación, considera que el afrontamiento del problema depende del azar, de la participación de terceras personas-.

El estilo de afrontamiento más adecuado será aquél que combine la evaluación del problema con la búsqueda activa de estrategias para afrontarlo y controlar las emociones que la situación haya desencadenado.

Apoyo social

La carencia de apoyo social se ha considerado uno de los factores desencadenantes más potentes de problemas de salud, psicológicos y sociales. La presencia de apoyo social puede aumentar nuestra autoestima y sentimiento de competencia y la percepción de control de la situación.

Fuente: Clínica de la Ansiedad. Psicólogos especialistas en el tratamiento de la ansiedad.

Vídeo ilustrativo: Estrés (UNED-RTVE2)

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Obsesiones

Regulación del perfeccionismo

El esfuerzo para tomar la decisión ha de hacerlo cada cual en solitario: nadie puede ser libre por tí. 
F. Savater, en Ética para Amador

 

El perfeccionismo: la insatisfacción de nunca acabar

Los planes de acción de la persona tienen un objetivo que se va realizando paso a paso. El inicio de una acción viene tras la conclusión de otra. Los pasos para alcanzar el fin se pueden entender cada uno como fines provisionales, que necesitan estar limitados por un principio y un fin para ordenarse.

El éxito forma parte del cierre o conclusión de una acción. Un éxito comporta saber que el deseo que teníamos se ha realizado. El fracaso conduce a reintentar la ejecución (revisando o no sus reglas de realización), o bien a abandonar el proyecto.

Algunas personas en razón de procesos de aprendizaje basados en la sobre-exigencia, otras por atribuirse poca eficacia o valor, terceras por tener una elevada necesidad de aceptación o aprobación social, tienden a combatir la sensación de inseguridad extremando los requisitos para dar una acción o secuencia de acción por buena y/o acabada.

Dar la conformidad a una acción o secuencia de acción, de forma que no quede pendiente e irresuelta, y sí finalizada, es algo que se efectúa mediante procesos de evaluación. Dichos procesos requieren de criterios de suficiencia, satisfacción y saciabilidad que den los resultados por buenos o malos. Estos criterios constituirían la base de lo que Miller, Galanter y Priban (1960) llaman Orden de Parada. Mediante esta operación la acción puede quedar terminada, aplazada, o abandonada si no se alcanzan progresos o resultados satisfactorios, o bien éstos entran en conflicto con otros intereses.

El perfeccionismo lleva a las personas a establecer planes minuciosamente. No se deciden a ejecutarlos hasta que han trazado con todo detalle las tácticas más pequeñas. La minuciosidad viene acompañada normalmente de la falta de flexibilidad. Un plan es flexible, señalan Miller, Galanter y Priban (1960), si podemos cambiar fácilmente el orden de ejecución de sus partes sin afectar la viabilidad del mismo. El planificador rígido planificaría su tiempo como una secuencia de relaciones causa-efecto, es incapaz de reordenar sus listas de cosas a hacer para adaptarse a las circunstancias cambiantes, sería incapaz de reaccionar en el momento crucial y generalmente exigiría tomarse un tiempo antes de que pudiera incorporar cualquier sub-plan. El perfeccionismo lleva, a su vez, a ejecutar las tareas con extremado celo y con reiteradas comprobaciones que certifiquen la corrección del procedimiento. Finalmente, se tendría que someter el resultado o producto de la acción a escrupulosos análisis de calidad. De este modo se aseguraría el reconocimiento y aceptación unánimes del producto –ha de ser bueno en todo y para todos- y de su productor (el perfeccionista en cuestión)

Así, puede repetirse varias veces el ordenamiento alfabético de un fichero, antes de archivarlo; volver a casa para comprobar que efectivamente se cerró la puerta o el gas; repasar mentalmente el contenido verbal de una conversación pasada, calcular las posibilidades de malentendido que haya podido generar nuestra intervención y volver a la conversación fuera ya de lugar y tiempo, para dar explicaciones, que nadie ha pedido, etc.

La inseguridad personal se asienta sobre la valoración de fallo, falta, insuficiencia, incapacidad. El perfeccionismo como respuesta de afrontamiento consiste en extremar los criterios o requisitos de satisfacción o logro, para asegurar el éxito. Si no se alcanzan dichos criterios de infalibilidad no se da la conformidad a la acción, habiéndose de intensificar el celo que se pone en el empeño. Algo así se hace, aunque por otros motivos, en las llamadas huelgas de celo, que consisten en trabajar escrupulosamente (por ejemplo, los encargados de limpieza de un avión sacan brillo insaciablemente a cualquier elemento metálico del aparato), proceder que tiene como consecuencia el retraso o interrupción de programas y previsiones.

En otros términos, los medios -de los que hemos hablado en términos de fines provisionales- se convierten en un fin en sí mismo. A la incertidumbre se responde con perfeccionismo, y éste, elevando los criterios de suficiencia, genera mayor inseguridad, intensificándose las dudas, indecisiones y desánimo. El perfeccionismo da por frustradas o insatisfactorias acciones en realidad normalizadas o cerradas.

El perfeccionismo puede llevar a re-decidir constantemente el sentido dado a nuestra acción o la de otros, como determinante de posteriores decisiones. Pongamos un ejemplo: una persona, x, necesita saber si lo que siente por su pareja le autoriza a continuar con ella y comprometerse más en la relación o, por el contrario, tendría que romper. Si el último incidente que considera es que el fin de semana pasado, que no la vio, la echó de menos, concluye que en el fondo, por encima de inconvenientes, la quiere profundamente. Pero si hoy ha experimentado aburrimiento mientras paseaba con ella, y además ha sentido la tentación de mirar las piernas de otra chica con quien se ha cruzado, esto le obliga a re-abrir el expediente de la relación y replantear su naturaleza a la luz de estos datos, que pudieran, piensa, dar la clave de lo que es aparente y lo que es profundo en sus sentimientos. Puede, entonces, concluir que no la quiere. Pero mañana, al verla, puede sentir alegría y un fuerte deseo de abrazarla.

Este último hecho en la cadena de desarrollo, le llevaría a abrir de nuevo el expediente y re-codificar todos los hechos en función de esta última clave. Hasta aquí el ejemplo.

Vemos, pues, cómo la intolerancia a la inseguridad y a la duda lleva a re-decidir constantemente en lo tocante a planes generales, sobre la base de secuencias puntuales, a las que se concede valor crítico, instalando al sujeto en la evaluación constante de proceso general, y sustrayéndole de la participación en los hechos, que simplemente adquieren el carácter de prueba en relación con lo evaluado en cada momento.

El perfeccionismo puede afectar a la anticipación de la acción, a su ejecución y, muy particularmente a su cierre o terminación.

El perfeccionismo, no obstante, no siempre es un problema. Si es moderado puede favorecer la superación y el desarrollo personal. La habilidad para aceptar defectos menores es el punto crítico que marca la diferencia entre el perfeccionismo que puede considerarse normal o adaptativo y el que no lo es. El perfeccionista moderado se fija niveles altos de desempeño, pero se siente libre para ser menos preciso o riguroso, llegado el caso, si la situación lo requiere o aconseja; tolera la duda razonablemente sin esperar que su actuación no dé lugar a duda alguna en ningún aspecto y para nadie; finalmente, puede desconectar de la situación una vez fuera de ella. Las personas para las cuales el perfeccionismo es un problema se rigen por estándares altos de actuación de los que no pueden desviarse.

Las situaciones de cambio y adaptación, la toma de decisiones importantes, el estrés, la aparición de problemas de estado de ánimo y ansiedad, pueden favorecer la evolución del perfeccionismo hacia extremos negativos, particularmente en personas más controladoras, con fuerte necesidad de aprobación, con miedo intenso a la evaluación social negativa, y con auto-percepción de baja eficacia.

Exponemos a continuación algunas formas de regular el perfeccionismo

Cambiar hábitos de comparación

En algunos casos el perfeccionismo se asienta sobre sentimientos de inseguridad, baja auto-estima e inferioridad. Es común en muchos de estos casos que la persona tienda a comparar su actuación con la de otras personas buscando una referencia o medida.

La comparación ha sido utilizada en nuestra cultura, afortunadamente cada vez menos, por padres, educadores o jefes para estimular la mejora y perfeccionamiento de hijos, educandos y trabajadores.

¿Qué conductas suelen tomarse como objeto de la comparación? Alguna de las que se dan previamente por malas e insuficientes. Suele considerarse que las que ya están bien, “ya están bien”. Si se trata de mejorar algo, será lo que esté mal. Además, se piensa que señalar lo que está bien puede hacer que la persona se confíe excesivamente, se convierta en un creído, se relaje o se duerma en los laureles. Por el contrario, se piensa que lo que habría de propiciarse es el esfuerzo, la insatisfacción, el sacrificio.

¿Con quién suele establecerse la comparación? Con alguien que en la conducta objeto de la comparación destaque y tenga un desempeño excelente y reconocido.

¿Cuál es el resultado de la comparación? Prácticamente el 100% de las veces que se hace referencia a nuestra conducta, es para señalar algún “pero” o insuficiencia. No podría ser de otra manera si lo que ya esta bien “ya esta bien” y no es objeto de comentario. El 100% de las veces salimos malparados de la comparación. Siempre los demás son mejores. No podría ser de otra manera si se compara algo previamente dado por malo, con algo previamente dado por bueno.

El problema no está, no obstante, en que otros nos hayan podido comparar o no, incluso con buena intención. El problema es que nosotros hayamos interiorizado y automatizado dichos procedimientos de evaluación, perfeccionamiento y movilización, y los construyamos sobre los mismos sesgos:

  • Muestra sesgada de conductas: Sólo nos fijamos en aquello de nosotros mismos que no nos gusta
  • Muestra sesgada de personas con las que compararnos: Elegimos a personas cuya conducta se ha dado previamente por buena.

Es obvio que se trata de un procedimiento poco objetivo, amañado y confirmatorio de la idea de que partíamos: somos torpes e inferiores. Es curioso cómo, a veces, estamos dispuestos a hacernos trampas incluso para perder. Elegir una conducta previamente dada por insuficiente nos coloca, ya de antemano, con pocas probabilidades de salir airosos, pero, si además, jugamos con las cartas marcadas y elegimos para compararnos una persona cuya conducta se ha establecido previamente como buena, el resultado está cantado: somos torpes e inferiores. Se ha subrayado “somos” porque aquí llega la traca final de este rosario de auto-trampas: La conclusión a la que hemos llegado no es: “en esta conducta, en esta ocasión y circunstancias –y tal vez en alguna otra- he alcanzado un desempeño menos efectivo o eficaz que el alcanzado por fulanito/a”, si no “soy torpe e inferior, de segunda categoría o división”. Hemos convertido así una actuación mejorable, en la prueba de un handicap, de una tara o limitación consubstancial a nuestro ser, a nuestra persona. Es algo así como… si de decir una idiotez, se derivara que soy idiota, o de no dar la solución más inteligente a un problema determinado se derivara que no lo soy.

No confundir desideratums con objetivos

Decíamos más atrás que el desarrollo de un proyecto se efectúa paso a paso, desde un punto de partida tomado como referencia inicial, hasta un punto final.

Algunos proyectos o propósitos tienen un objetivo final con criterios de logro precisos, objetivables: por ejemplo alcanzar un objetivo de ventas, hacerse con determinados bienes, u obtener el carné de conducir. Otros proyectos, sin embargo, son más genéricos -aunque por tramos pueden delimitarse objetivamente- , con criterios de logro o satisfacción más difusos, y objetivos que más bien son ideales o desideratums: así por ejemplo, dominar por completo un idioma, u optimizar nuestras relaciones sociales y afectivas. Este tipo de objetivos, así formulados, marcan la dirección en que queremos avanzar, sirven de guía y dan sentido a nuestro hacer y discurrir, pero en términos absolutos no son alcanzables, y no forman parte de lo que se ha de conseguir. Poniendo un símil, la estrella polar está para orientarnos y ayudarnos a alcanzar diversas latitudes del norte, pero no para tocarla con los dedos.

Algunas personas, llevadas de su perfeccionismo, toman los ideales o desideratums, como si fueran objetivos finales, y se juzgan desde tal posición. Los desideratums no son objetivos propiamente dichos.

Progresión: Evaluarse en relación al punto de partida

Un error común en la evaluación de proyectos es hacerlo tomando como referencia el objetivo final, de modo que se mide la distancia entre éste y el punto de desarrollo actual. Es aconsejable, por el contrario, medir la distancia entre el punto actual de desarrollo y el punto de partida o un punto anterior al actual. Aunque en términos matemáticos ambas medidas son inversamente proporcionales -cualquiera de las dos nos da la longitud de la otra y la posición relativa del momento actual-, en términos psicológicos (motivación, programación, evolución) hay notables diferencias: Juzgarse de adelante hacia atrás –es decir, del objetivo final al momento actual- pone el acento en lo que falta. Siempre falta, estemos donde estemos. Si además, como es frecuente en el perfeccionista, nos juzgamos en cada momento en términos de los objetivos finales, pasando sobre nuestra actuación actual la plantilla de corrección construida en términos finales, la conciencia de falta e insuficiencia se incrementa. Esto puede llevarnos a planificar mal: si nos estamos juzgando por objetivos finales, pondremos para la situación actual o inmediata la exigencia de alcanzarlos, rompiendo así la progresividad, haciendo la tarea irresoluble, y entrando en la conocida dinámica del todo o nada.

Si, por el contrario, nos evaluamos de atrás hacia delante – es decir del momento inicial, o anterior al actual, al actual- , se consigue una percepción más clara de avance, de capacidad de ganar terreno, se genera auto-confianza, y la evaluación se hace en términos positivos (tener más de lo agradable o deseado, no menos de lo indeseable). Es más fácil mantener la progresión, la referencia es nuestra propia marca actual y el objetivo inmediatamente posterior algo que se considera más factible puesto que estamos muy cerca. Nuestra tarea no es competir contra nuestros propios objetivos, o con las posiciones avanzadas que, en la misma línea, otros hayan alcanzado ya. Por tanto, para marcar los estándares de nuestra próxima e inmediata intervención simplemente nos pondremos el objetivo de superar nuestra propia marca, en la dirección señalada.

No acaban aquí los riesgos de resbalón para el perfeccionista. Aun suponiendo que se ha procedido salvando los problemas citados anteriormente, podría darse la particularidad de que, habiéndonos puesto unos objetivos y habiéndolos alcanzado, después nos juzgásemos por otros. Veamos un ejemplo. Pongamos que he de caminar hacia una puerta y abrirla puesto que el objetivo es franquearla. Lo hago con eficacia, pero a la hora de valorar mi acción digo: “he abierto la puerta pero con poco estilo o elegancia”. Para el perfeccionista no hay elementos accesorios de actuación, a pesar de que no sean centrales a efectos del objetivo o función que cumplían. Es posible que a pesar del éxito aparente de una acción, el veredicto final, negativo claro, se desplace y establezca sobre otros aspectos absolutamente accidentales.

Decidir no es tenerlo claro, es apostar: desarrollo de la tolerancia a la duda

Algunas dudas son irreductibles. Las diferentes opciones o alternativas pueden tener ventajas, inconvenientes, y aspectos inciertos o desconocidos. Tomar una decisión frente a dos o más opciones, no implica despejar todas las incógnitas e inconvenientes. Decidir es pasar del análisis a la acción, renunciar a una cosa para hacer otra factible: saber a favor de qué tenemos que trabajar, a pesar de su resultado incierto. Decidir es apostar por una opción, llevarla a efecto, ejecutarla, sin volver de nuevo a la fase de deliberación, a pesar de que reaparezca alguna duda o se manifieste algún inconveniente.

Un minuto después de tomar una decisión, tenemos las mismas dudas que un minuto antes de hacerlo. La gran diferencia es que ahora estamos comprometidos –ahí está el asunto, en responsabilizarse- en un programa de acción: desactivar una opción, activar y materializar otra.

Examinar evidencias: introducir deliberadamente pequeños fallos y ver qué efecto tienen

Con frecuencia pensamos que un fallo tendrá consecuencias severas para nuestra imagen personal profesional o social. En muchos casos, el cálculo de dichas consecuencias está basado más en nuestros temores que en evidencias objetivas. A veces es conveniente someter a prueba nuestra creencia o suposición introduciendo en nuestro comportamiento algunos fallos o cierto desorden de manera deliberada, controlada, progresiva, sin correr grandes riesgos: equivocar el nombre de una capital o autor, quedarnos en blanco unos segundos, malentender una frase, etc.

Experimentos de este tipo nos permitirán comprobar que las consecuencias son menores, asumibles, y en la mayoría de casos reconducibles.

Regular factores de riesgo: estrés, ansiedad, estado de ánimo.

Las alteraciones emocionales, particularmente las relacionadas con la ansiedad, estrés y el desánimo, son fuentes de inestabilidad, propician la inseguridad y generan una mayor necesidad de control y prevención. Estos factores pueden llevar de un perfeccionismo sano, que puede incluso disfrutarse, a otro paralizante y ansiógeno.

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Fuente: J.Carlos Baeza Villarroel. Clínica de la Ansiedad. Barcelona, 2008.