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Fobia Social

Fobia Social: Cuándo se inicia, cómo se manifiesta, cuántos la padecen.

La fobia social se caracteriza por miedo intenso, persistente y excesivo en situaciones sociales, ante la eventualidad de no desempeñarse adecuadamente, verse en situaciones embarazosas, vergonzantes o humillantes, ya sea como consecuencia de la propia actuación o de la posible aparición de síntomas o reacciones incontroladas: ruborizarse, temblar, tener náuseas o vómitos, hacer ruido con la barriga, necesidad imperiosa de orinar o defecar, etc. Muchas veces, la persona está convencida de que su problema principal es debido a alguno de estos síntomas de ansiedad recién citados. El comportamiento más frecuente frente a estos miedos es la evitación de las situaciones sociales con las que se asocian.

Este miedo es reconocido por la persona que lo padece como excesivo e irracional y habitualmente viene precedido de ansiedad anticipatoria, horas o incluso días antes de la ocurrencia del acontecimiento social temido.

Para establecer el diagnóstico de fobia social, los síntomas han de persistir un mínimo de seis meses en los personas mayores de dieciocho años, sin ser debidos a efectos fisiológicos directos de una sustancia, ni a una condición médica general y sin ser mejor explicables por otro trastorno psicológico.

Existe una gran variabilidad individual en lo referente a las situaciones temidas. La fobia social será generalizada si los miedos incluyen la mayoría de situaciones sociales, o específica si se produce en circunstancias muy concretas y delimitadas, y no en todas las demás.

Manifestaciones de la Fobia Social

Normalmente, las manifestaciones sintomatológicas de la ansiedad social se agrupan en tres niveles o sistemas de respuesta: el sistema somático y autónomo, el cognitivo y el conductual.

Sistema somático y autónomo

Las reacciones corporales más comunes son:

  • Temblor de voz y manos.
  • Sudoración, sonrojo, escalofríos
  • Malestar gastrointestinal (ej: sensación de vacío en el estómago o diarrea, náusea).
  • Urgencia urinaria
  • Taquicardia/palpitaciones
  • Dificultad para tragar, boca seca.
  • Tensión muscular,
  • Sensación de ahogo o falta e aire.
  • Sensación de opresión en la cabeza

Los fóbicos sociales que presentan ataques de pánico, manifiestan mayor miedo y evitación de las situaciones sociales, más ansiedad somática, mayor malestar provocado por la fobia y mayor susceptibilidad a la ansiedad y desesperanza.

Sistema cognitivo o de pensamiento

Las manifestaciones más características dentro de este sistema de respuesta son:

  • Dificultades para pensar (confusión, dificultad de recuerdo, peor concentración, etc).
  • Tendencia a centrar la atención en uno mismo, especialmente, en los propios síntomas, emociones negativas, errores…
  • Temores básicos, que son: temor a ser observado, a sentir mucha ansiedad y a tener un ataque de pánico.
  • Temor a no saber comportarse de un modo adecuado o competente.
  • Temor a manifestar síntomas de ansiedad que puedan ser vistos por los demás y/o interferir con la actuación.
  • Temor a la crítica, a la evaluación negativa y al rechazo.
  • Temor a no poder alcanzar las elevadas metas autoimpuestas.

Todos estos temores se manifiestan en pensamientos negativos frecuentes (ej: voy a hacer el ridículo, me pondré rojo), valoraciones no realistas de lo que se espera de uno, sobreestimación del grado en que se es observado por los otros, subestimación de las propias capacidades, exageración de la probabilidad de cometer errores, etc.

Todo ello suele venir acompañado de supuestos relacionados con normas autoimpuestas excesivamente elevadas, creencias sobre la evaluación de los demás y creencias incondicionales sobre uno mismo (Ej: uno debe siempre complacer a los otros”, “si no le gusto a alguien, es que algo malo pasa conmigo”).

Sistema conductual o de comportamiento

La estrategia de afrontamiento más frecuente ante el miedo intenso es la evitación de las situaciones temidas, especialmente la participación en ellas (ser centro de atención o crítica, manifestar los síntomas, etc).

Algunas conductas defensivas para reducir la ansiedad y prevenir sus consecuencias son: consumir alcohol, evitar hablar o hacerlo brevemente y no sobre uno mismo, evitar los silencios hablando mucho y apresuradamente, meditar y ensayar minuciosamente lo que se va a decir…

Suele recurrirse también a conductas específicas para disimular el rubor (dejarse barba, maquillaje), el miedo a temblar (llevar las manos en los bolsillos, no coger objetos en presencia de los otros), el miedo a sudar (evitar ingerir alimentos calientes, llevar ropa ligera), el miedo a desmayarse (apoyarse en una pared al sentirse mareado, o caminar cerca de ella), el miedo a hacer ruidos con el estómago (distanciarse de otros, buscar lugares o actividades ruidosas que lo enmascaren) etc.

Ante la imposibilidad de evitar la situación, pueden aparecer muecas, gestos de inquietud, tartamudeo, silencios largos, etc.

Edad de comienzo y curso 

La edad media de comienzo de la fobia social se sitúa en torno a los 15 años, en plena adolescencia, un periodo crítico, debido a los sistemas de relaciones sociales que se inician en esa etapa y que implican evaluaciones por parte de los demás ante las que puede responderse con ansiedad. Frecuentemente, los adolescentes temen una evaluación negativa y aquellos más vulnerables al estrés pueden manifestar ansiedad y evitar las situaciones sociales. Es poco frecuente que el inicio de la fobia social se produzca posteriormente a los 25 años.

El trastorno suele aparecer de modo lento ante varias situaciones estresantes o humillantes, aunque puede darse abruptamente debido a una única experiencia.

Suele presentar un curso crónico e invariante, aunque es posible su remisión en la vida adulta.

La fobia social representa el 20-35% de los trastornos fóbicos vistos en la clínica. La mayoría de los pacientes no buscan ayuda y los que lo hacen tardan varios años en decidirse.

Frecuencia y problemas asociados

En cifras aproximadas (varían según diversos estudios) se puede considerar que prevalencia anual de la fobia social en la población general es de 2-3% . El porcentaje de personas que se consideran a sí mismas tímidas es de 40-50%. El porcentaje de personas que informan de un gran miedo a hablar en público es de 34%.

En la población general, el trastorno es más frecuente en mujeres que en hombres. Sin embargo, el porcentaje de hombres y mujeres que solicitan consulta es similar (probablemente debido a que los roles sociales imponen valores a los varones contrarios a la timidez, lo cual les motiva a solucionar el trastorno más que a las mujeres).

A efectos diagnósticos y terapéuticos, ha de distinguirse la fobia social de otros trastornos teniendo en cuenta que un paciente puede presentar distintos trastornos en un mismo momento (comorbilidad concurrente) o a lo largo de su vida (comorbilidad longitudinal). Un 70-80% de los fóbicos sociales han presentado en el último año otros trastornos, destacando los de personalidad, ansiedad, afectivos y dependencia de alcohol, nicotina u otras drogas. Generalmente, la fobia social precede a la aparición de otros trastornos asociados, suponiendo un factor de riesgo para éstos.

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Fuente: Olga Herrero. Clínica de la Ansiedad. Psicológos especialistas en el tratamiento de la ansiedad

Para saber más

Bados, A. (2001). Fobia social. Edotorial Síntesis.;

Botella, C.; Baños, R.M.; Perpiñá, C. (2003). Fobia Social. Paidós.

Cervera, S.; Roca, M.; Bobes, J. (1998). Fobia social. Masson

Video Ilustrativo: Fobia social

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Fobias Específicas

Tratamiento psicológico de las Fobias Específicas o Simples

Introducción

El inicio de cualquier tratamiento requiere

  • Una valoración diagnóstica precisa
  • Un conocimiento exhaustivo de los factores implicados en el origen y desarrollo del problema: antecedentes, factores desencadenasteis, factores predisposicionales, factores de mantenimiento, soluciones intentadas, etc.
  • Un conocimiento suficiente del paciente y sus circunstancias: grado de deterioro de la salud y el bienestar, incapacitación e interferencias en planes de acción o estatus significativos para la persona, recursos personales, atribución de capacidad y eficacia, rasgos destacados de la personalidad y del sistema de valores, estado emocional general, etc.
  • La formulación de un esquema explicativo que identifique las variables más relevantes del caso, las relaciones críticas entre ellas, y el proceso que han ido siguiendo a lo largo del tiempo.
  • El establecimiento de una relación adecuada entre el paciente y el especialista que les permita trabajar juntos de manera eficiente: reconocimiento mutua, comunicación eficaz, confidencialidad, seguimiento de prescripciones etc.
  • Finalmente, en función de todo lo anterior, el establecimiento de unos objetivos evaluables y unos medios convenientemente ordenados y secuenciados. Estos últimos, los medios y su despliegue, en función de la demanda formulada por el paciente, son los que constituyen el tratamiento propiamente dicho.

La intervención terapéutica conjuga, normalmente, tratamientos específicos, en función del diagnóstico principal, con otros de carácter más general o contextual, en función de las características personales y circunstancias del paciente. Normalmente, las primeras intervenciones van encaminadas a reducir los síntomas de ansiedad y la incapacitación que producen. Posteriormente se analizan y tratan los factores que originan y/o mantienen la ansiedad y otras alteraciones que puedan acompañarla.

Habitualmente, los tratamientos incluyen aspectos relacionados con la recuperación de la salud, si se ha perdido, aspectos relacionados con la prevención, y aspectos relacionados con el desarrollo personal del paciente que de un modo u otro tienen que ver con lo que le pasa.

Normalmente, al inicio del tratamiento, se acude a consulta una vez por semana. Cuando el tratamiento está mínimamente encauzado, se espacian las visitas, efectuándose habitualmente a razón de una visita cada 15 días.

Tratamientos específicos de las fobias simples

Los tratamientos que han demostrado una mayor eficacia en el tratamiento específico de las fobias específicas son los basados en técnicas de modificación de conducta. He aquí una relación de aquellas técnicas consideradas más efectivas:

  • Información al paciente sobre la naturaleza de la ansiedad en general y de las fobias en particular: mecanismos básicos, procesos de condicionamiento, explicación sobre los síntomas y su alcance, relaciones entre pensamiento, emoción y acción.
  • Identificación y neutralización del procedimientos contraproducentes, utilizados por el paciente para regular su problema, pero que, en realidad, contribuyen, no a la solución, sino al mantenimiento del problema. Para más información sobre estos procedimientos puede consultarse el apartado Ir de mal en peor del menú de la izquierda.
  • Respiración diafragmática lenta y relajación muscular progresiva.
  • Exposición controlada y progresiva a situaciones temidas
  • Desensibilización sistemática: combinación de técnicas de relajación con el enfrentamiento gradual a estímulos fóbicos.
  • Prevención de respuesta o inundación: consiste básicamente en impedir las respuestas de evitación
  • Modelado operante. Inicialmente el paciente observa a un modelo, otra persona, que se enfrenta a las situaciones que él teme sin sufrir consecuencias desagradables. Después el paciente, progresivamente, con ayuda del terapeuta trata de emitir respuestas adaptativas a la situación, a pesar de que persista cierto grado de ansiedad.
  • Medicación: En el tratamiento de las fobias simples no se aconseja el uso de psicofármacos, salvo en algunos casos al inicio del tratamiento, o si existen problemas depresivos.
  • Materiales de autoayuda: como complemento de la terapia, y/o soporte de las tareas para casa.

Estos son algunos de los recursos terapéuticos más conocidos y probados en el tratamiento de las fobias simples. Se ha de tener en cuenta no obstante, que estos trastornos pueden venir asociados a otros problemas, que requieren también un abordaje, en el contexto de un tratamiento integrado y convenientemente articulado. El tratamiento, en rigor, no lo es de la fobia, sino de la persona que lo padece, en relación, naturalmente, con la demanda que efectúa.

Los tratamientos suelen desarrollarse individualmente, aunque en algunos en ocasiones, en función del caso y del momento, está indicado el tratamiento grupal, o la participación de algún acompañante. Los tratamientos suelen durar en torno a unos seis meses.

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Fuente: Clínica de la Ansiedad. Psicólogos especialistas en el tratamiento de la ansiedad. Madrid y Barcelona.

Para saber más

Agras, S. (1989). Pánico. Cómo superar los miedos, las fobias y la ansiedad. Barcelona: Labor

Marks,I.M.(1991a).Miedos, fobias y rituales (2) : Clínica y tratamientos. Barcelona: Martínez Roca

Echeburúa, E. y de Corral, P. (1995). Técnicas de exposición: Variantes y aplicaciones. En F.J. Labrador, J.A. Cruzado y M. Muñoz (Eds.), Manual de técnicas de modificación y terapia de conducta (pp. 422-456). Madrid: Pirámide.

Radio3W.com: «Fobias con Rosa León» en Dos mujeres y un diván. Psicóloga Especialista en Psicología Clínica, del equipo de Clínica de la Ansiedad. http://dosmujeresyundivan.radio3w.com/?powerpress_pinw=262-podcast

Video: Tratamiento de la ansiedad

Videos relacionados

RTVE-1. Comando Actualidad. Programa emitido el 22-10-2014. “Mala vida” (Problemas de salud mental incapacitantes). A partir del minuto 55:55 reportaje realizado en la Clínica de la Ansiedad, sobre tecnologías aplicadas para la superación de diversas fobias.

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Crisis de pánico y agorafobia

Agorafobia: Una presentación del problema

«Finalizada la oposición, cuando me disponía a tomar el metro para volver a casa, experimenté, de pronto, dolor en el pecho, ahogo, palpitaciones … Pensé en el infarto. Tomé un taxi y me se dirigí al servicio de urgencia de un hospital, donde, tras explorarme, me diagnosticaron un trastorno por estrés. Me tranquilicé y me fui para casa. Cuatro o cinco días después, empecé a pensarlo y ya empecé a estar mal, con los mismos síntomas. Cada vez lo pensaba más. Me ha entrado un miedo horroroso a la muerte, a perder el dominio del cuerpo y de la mente. Evito los transportes públicos, espacios cerrados y abiertos, los grandes almacenes. Estoy algo más tranquilo si me acompañan. Conducir mi coche también me da miedo, por si me mareo o me da algo. Si no tengo más remedio, lo hago por circuitos próximos a hospitales o clínicas, teniendo presente en cada momento las direcciones a tomar, por si se produjera algún infarto o accidente interno. Evito las autopistas, por no tener la posibilidad de salida inmediata y, las retenciones, que pudieran bloquearme. Lo paso fatal.»

La Asociación Americana de Psiquiatría define la agorafobia como el miedo a estar en lugares o situaciones de los cuales puede ser difícil o embarazoso escapar o en los cuales puede no disponerse de ayuda en el caso de tener un ataque de pánico o síntomas similares a los del pánico (mareo, caída, sensación de extrañeza, pérdida del control de esfínteres, vómito, ahogo, molestias cardiacas etc). Como consecuencia de este miedo la persona evita las situaciones temidas, las soporta con gran ansiedad o necesita ser acompañada.

Una vez instaurados, los problemas agorafóbicos suelen experimentar fluctuaciones, con remisiones parciales y recaídas de duración variable. Normalmente se necesita un tratamiento adecuado para conseguir una recuperación estable. Se calcula que, como máximo, sólo un 20% de los casos no tratados, se recuperan espontáneamente, casi siempre a lo largo del primer año.

Alrededor de un 5% de la población padece algún trastorno fóbico a lo largo de su vida. En muchos casos la agorafobia, muy relacionada con las crisis de pánico, va acompañada de otros problemas: ansiedad generalizada, depresión, hipocondría, abuso de alcohol o psicofármacos, etc.

Para saber más

Bados, A. (1995a). Agorafobia – I: Naturaleza, etiología y evaluación. Barcelona: Paidós

Echeburúa, E. y de Corral, P. (1992). La agorafobia. Nuevas perspectivas de evaluación y tratamiento. Valencia: Promolibro

Marks,I.M.(1991a).Miedos, fobias y rituales: (1)Los mecanismos de la ansiedad.Barcelona: Martínez Roca

Video Ilustrativo: La casa de los agorafóbicos

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Introducción

Causas de la ansiedad: origen y mantenimiento

Introducción

El hombre, como ser vivo, se desenvuelve en constante interacción con el medio. El medio es  fuente de oportunidades  para la satisfacción de sus necesidades e intereses, pero también de riesgos y amenazas. En esencia, la relación del individuo con el medio  consiste en procurarse y conservar las primeras, y en combatir, evitar, minimizar o contrarrestar las segundas. La  evolución ha ido dotando a la especie de complejos mecanismos destinados a preservarse y optimizar la adaptación a diferentes entornos y circunstancias. Entre ellos, han alcanzado especial relevancia y desarrollo los sistemas de alerta y de defensa. El sistema que llamamos ansiedad, cumple estas funciones.

La ansiedad es un sistema de alerta del organismo ante situaciones consideradas amenazantes, es decir, situaciones que nos afectan y en las que tenemos algo que ganar o que perder. El concepto de ansiedad está pues estrechamente vinculado a la percepción de amenaza y a la disposición de respuestas frente a ella.  La función de la ansiedad es advertir y activar al organismo, movilizarlo,  frente a situaciones de riesgo cierto o probable, quimérico o real, de forma que pueda salir airoso  de ellas. Dependiendo de la naturaleza de las amenazas, o adversidades, la ansiedad nos preparará:

  • para luchar, enfrentar o atacar el posible peligro o problema;
  • para huir del posible peligro o amenaza;
  • para evitar las situaciones aversivas o temidas;
  • para activar conductas de sumisión que neutralicen conductas hostiles de otros -en miedos de carácter social-;
  • para buscar apoyo, elementos de seguridad y protección;
  • para dotarnos de las herramientas o conocimientos que permitan sortear los riesgos y/o acceder a nuestros objetivos.

La ansiedad implica tres tipos de aspectos o componentes

  • Cognitivos: anticipaciones amenazantes, evaluaciones del riesgo, pensamientos automáticos negativos, imágenes importunas, etc.
  • Fisiológicos: activación de diversos centros nerviosos, particularmente del sistema nervioso autónomo, que implica cambios vasculares, respiratorios, etc.
  • Motores y de conducta: inhibición o sobreactivación motora, comportamiento defensivo, búsqueda de seguridad, sumisión, evitación, agresividad, etc.

Cada uno de estos componentes puede actuar con cierta independencia. La ansiedad puede ser desencadenada, tanto por estímulos externos o situacionales, como por estímulos internos al sujeto, tales como pensamientos, sensaciones, imágenes.  El tipo de estímulo capaz de evocar la respuesta de ansiedad vendrá determinado en gran medida por las características de la persona, y por su circunstancia.

Se trata pues de un mecanismo  facilitador de nuestra relación con el medio, y destinado a preservar los intereses del individuo y de la especie. Muchas de las cosas que nos van bien son debidas, en parte,  al correcto funcionamiento de este sistema: evitamos actividades o lugares  peligrosos, procuramos no llegar tarde al trabajo, plantamos cara a diferentes conflictos, nos preparamos para un examen o una reunión, buscamos apoyos para resolver un problema, minimizamos algunos contratiempos o buscamos formas de asumirlos y reformularlos.

De hecho, para desempeñarnos convenientemente, en función de las exigencias y opciones del medio, por un lado, y de nuestras posibilidades e intereses, por otro,  es necesario un cierto estado de alerta, una activación psicológica y fisiológica mínimas. De otro modo estaríamos lentos, desatentos, con poca capacidad de anticipación y respuesta, lo que podría acarrearnos algunos perjuicios o renuncias.

Cuando la ansiedad es proporcionada y se manifiesta dentro unos límites, no se aprecian manifestaciones sintomatológicas -los cambios psicofisiológicos no alcanzan a superar los umbrales sensoriales de los receptores del dolor, la presión, la temperatura- , o bien son menores, salvo en algún momento puntual y limitado que pueden llegar a ser altos. Estos cambios en los procesos fisiológicos no sólo son normales, sino que son funcionales: prepararán organismo para emitir las acciones pertinentes en relación a la caracterización de la realidad a la que se enfrenta o pudiera enfrentarse.

Son muchos los investigadores  que han estudiado la relación entre el nivel de activación psicofisiológica del organismo y la capacidad de individuo para desenvolverse de una manera eficiente. En general se considera que el mejor rendimiento se consigue con niveles medios de activación.

Cuando sobrepasa determinados límites, la ansiedad se convierte en un problema de salud, impide el bienestar, e interfiere notablemente en las actividades sociales, laborales, o intelectuales. Puede limitar la libertad de movimientos y opciones personales. En estos casos no estamos ante un simple problemas de nervios, sino ante una alteración.

La gravedad de los trastornos de ansiedad se mide fundamentalmente por dos parámetros: el sufrimiento y la incapacitación que generan, siendo más graves los que

originan más problemas de salud, y más intensos,  e implican mayores limitaciones para quien los padece.

Factores implicados en el origen y mantenimiento de la la ansiedad como trastorno

En la aparición y mentenimiento de la ansiedad como trastorno influyen tres grandes grupos de factores: los factores predisposicionales, los factores activadores, y los factores de mantenimiento.

Factores predisposicionales: Con este término  nos referimos a variables biológicas y constitucionales, hereditarias o no, que  hacen más probable que un individuo desarrolle alteraciones de ansiedad si se ve expuesto a situaciones capaces de activarla. Dentro de este grupo de factores podríamos considerar también algunos referidos a la personalidad, dependiente de la historia del individuo, condicionada por  la biología y el aprendizaje. Estos factores predisposicionales no son la ansiedad ni condenan a padecerla. Son factores de vulnerabilidad. Dicho en otras palabras, hay personas que cuentan con un sistema de alerta más sensible,  por un lado,  y más complejo de desactivar una vez disparado, por otro. En cierto sentido, son personas que se encuentran regularmente en una especie de pre-alerta que condiciona su disposición hacia el medio -externo o interno-, la advertencia y el  registro  de determinados acontecimientos, y la prefiguración de un tipo de respuestas –defensivas- como más probables.

Algunos de estos factores predisposicionales se desconocen aún, aunque se presume su existencia. Otros son conocidos, pero, para un buen número de ellos, sobre todo los origen genético, no se han desarrollado aún terapéuticas específicas. Sí existen tratamientos para la corrección de algunos de los efectos causados por dichos factores y expresados en los sistemas de neurotrasmisión, lo que permitiría la reducción de su influencia, en algunos casos muy importante, la consiguiente mejora, y la reducción de la vulnerabilidad.

Factores activadores: Con esta expresión nos referimos a aquellos hechos, situaciones o circunstancias que son capaces de activar el sistema de alerta,  la preparación para responder ante ellas y la respuesta propiamente dicha. Hemos señalado anteriormente que la ansiedad está fundamentalmente vinculada a la percepción de amenaza, por lo tanto, esencialmente, los factores activadores de la ansiedad son aquellos que están relacionados con la amenaza y su naturaleza. Hemos indicado, también, que la percepción de riesgo, es decir de lo considerado amenazante, depende fundamentalmente de un proceso de evaluación, consciente o automático, determinado por la valoración de qué pasa y cómo nos afecta, por un lado; y qué podemos hacer  frente a ello, por otro. Básicamente, en términos generales, la ansiedad procede de dos grandes tipos de problemas. En primer lugar, de la posible obstaculización o entorpecimiento de planes, deseos o necesidades, aún en desarrollo, cuya consecución es para nosotros importante o necesaria – por ejemplo, la superación de un examen para acceder a un puesto de trabajo- En segundo lugar, del posible deterioro o problematización de objetivos que ya hemos alcanzado,  logros con los que ya contamos o forman parte de nuestro estatus. Así, percibiríamos como amenazante la pérdida de la salud o el trabajo.

También se encuentran en este grupo de factores otros que por diversas vías inducen una sobre-estimulación/sobre-activación del organismo: podemos mencionar especialmente el estrés y el consumo de sustancias, particularmente las estimulantes.

Factores de mantenimiento: Este grupo de factores afectan fundamentalmente a aquellos casos en que los problemas originarios de ansiedad no se resuelven satisfactoriamente, o bien cuando la ansiedad alcanza límites de trastorno. Una vez que la ansiedad se manifiesta como problema tiene ciertas probabilidades de incrementarse. En el momento en que la ansiedad  aparece, debido a los factores activadores, ayudados en más o en menos por los factores predisposicionales, si es excesiva y sostenida, propicia la aparición de problemas de salud. Estos problemas, que previamente no existían, son debidos a la ansiedad, pero, a su vez, la multiplican. La salud es un bien valorado en sí mismo. Si se problematiza, por cualquier motivo incluida la propia ansiedad, genera un incremento del estado de alerta e indefensión.

 Se ha de considerar además, que la salud es una condición necesaria para la realización de otros planes que pueden resentirse por el nuevo estado del organismo, lo que llevaría a la aparición de nuevos problemas, distintos de los que originariamente motivaron la ansiedad, pero que contribuyen a su retroalimentación.

Las acciones vinculadas a la  ansiedad como mecanismo de alarma -obsérvese esta voz: ¡¡ Al arma !!-, por su valor adaptativo y de supervivencia, son jerárquicamente prioritarias sobre otras acciones, de forma que se retiran de éstas últimas recursos atencionales, cognitivos y conductuales  para poder responder satisfactoriamente a la emergencia. Tiene su lógica que, si por ejemplo, se declara un incendio, la gestión de otros programas de acción  en curso – leer, realizar un informe, participar en una reunión, comer- pase a un segundo plano. Si la ansiedad es puntual, la paralización provisional de estos programas, o su seguimiento bajo mínimos, no representa grandes inconvenientes; pero si el estado de alarma se prolonga en el tiempo afecta severamente a su desarrollo y, a la postre,  tendría consecuencias tales para individuo que se convertirían en nuevas fuentes de ansiedad.

Finalmente, dentro de los factores de mantenimiento, hemos de citar las estrategias contraproducentes de afrontamiento: soluciones intentadas, fallidas, que destinadas a regular la ansiedad, sus motivos o sus efectos, no sólo no lo consiguen, si no que contribuyen a su incremento y perpetuación. Estos procedimientos son variados y afectan tanto control de los síntomas, como de  los pensamientos, del medio y de la conducta. Por poner un ejemplo que ilustre a qué nos estamos refiriendo, valga citar la hiperventilación. Algunas personas, ante la sensación de ahogo y falta de aire, responden con una respiración rápida, superficial, e intensa, cuya consecuencia es una caída brusca de los niveles de dióxido de carbono, lo que a su vez genera un incremento del ahogo, del calor, de la tasa cardiaca, de los mareos, del hormiguero, etc, síntomas que exacerbarían más el miedo, si cabe.

Realizar una terapia psicológica te ayudará a superar tu problema de ansiedad de una manera más rápida y eficaz.

Contáctanos y te informamos:

Clínica de la Ansiedad en Barcelona: 93 226 14 12607 507 097.

Clínica de la Ansiedad en Madrid: 91 829 93 92607 507 097.

Correo electrónico: info@clinicadeansiedad.com

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Fuente: Baeza Villarroel, J. C. (2008). Clínica de la Ansiedad. Psicólogos especialistas en el tratamiento de la ansiedad. Madrid y Barcelona

Para saber más

Libros

Entrevista al Dr. Baeza Villarroel, en Onda Radio, sobre La ansiedad y sus trastornos:

Vídeo: La ansiedad y sus trastornos

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Ansiedad y otros

Ansiedad: miedo a perder el control o volverse loco

El temor a perder el control sobre el propio pensamiento, conducta o impulsos, es frecuente en los trastornos de ansiedad. En cierto modo, este sentimiento, o pre-sentimiento, es consubstancial a la experiencia de ansiedad elevada. Si la ansiedad guarda relación, como hemos señalado en otros documentos de la web, con la percepción del sujeto de verse desbordado, respecto de su capacidad y recursos, por las demandas y exigencias del medio (externo o interno), es natural que dicha experiencia se equipare a pérdida de control sobre uno mismo o sobre el medio: cuando tenemos una dificultad pero es asumible, nos consideramos con los recursos, apoyos, y capacidad para hacerla frente, decimos, en términos coloquiales, que “tenemos un problema, no está resulto, pero está controlado”. Si, por el contrario, nos vemos excedidos o desbordados decimos que “tenemos un problema, no está resuelto, ni bajo control”, es decir nos sentimos a merced de las circunstancias.

Es probable que la ansiedad altere la ejecución de repertorios de conducta, incluso algunos que normalmente “salen solos” sin que medie la conciencia en su producción, ya sea por tratarse de respuestas autónomas, o bien automatizadas tras un proceso de aprendizaje y entrenamiento: la articulación y fluidez del habla, la atención y concentración, la respuesta sexual, la conciliación del sueño, etc. La percepción de dichos fallos, crea dudas en la persona que los experimenta sobre su adecuada regulación y produce desconfianza sobre el normal y correcto funcionamiento de sus funciones y facultades.

En algunos casos, la ansiedad genera, como parte de sus síntomas y manifestaciones, una sensación de extrañeza e irrealidad, como si estuviéramos viendo la realidad a través de un cristal o “como en una película”, como si nos sintiéramos ajenos a nosotros mismos (despersonalización) o al entorno (desrealización).

Del mismo modo que la sobre-preocupación por la salud física lleva a la vigilancia y observación de diferentes funciones y manifestaciones fisiológicas, el temor a perder el control lleva a la auto-observación y seguimiento de nuestro pensamiento, la ejecución de actividades y sus posibles efectos.

El temor a volverse loco

En algunos casos, ese sentimiento de descontrol, desorden o irrealidad se equipara a la idea de trastornarse o volverse loco. En casos extremos este miedo está en la base de las llamadas “fobias de impulsión”, que se caracterizan por la percepción de un alto riesgo de perder la cabeza, trastornarse, en un momento dado y, como consecuencia, hacer algo grave e irreversible, como tirarse desde al balcón, hacer daño a niños u otras personas con cuchillos, o de otras formas, empujar a alguien al tren o a la calzada al paso de los coches, etc.

La presunción de que podría trastornarse, lleva a la persona a estar especialmente alerta y evitar aquellas circunstancias (balcones, jugar con niños pequeños, etc.) dónde, si se llegara a perder la razón, las consecuencias fueran más graves e irreversibles. No es que tenga intención de hacerlo y haya de vigilarse para impedirlo (como a veces piensan los propios pacientes). Todo lo contrario: lo último que quisieran que pasase en el mundo es eso, y por ello, quieren estar advertidos y prevenir los riesgos para que ni siquiera en un supuesto “momento de locura” pudieran hacerlo.

Digamos que, en cierto modo, se ha dado al cerebro la orden de que no se olvide de ese riesgo –por otro lado, absolutamente inexistente-, y dispare las alarmas cuando las consecuencias de la supuesta pérdida de la razón pudieran ser extremas. En consecuencia, el sistema de avisos y advertencias asociado al mecanismo de la ansiedad hace que vengan reiteradamente al pensamiento imágenes o ideas al respecto, muy particularmente cuando estamos frente a circunstancias más críticas (presencia de cuchillos, alturas, etc.). El objetivo es… prevenirse de uno mismo si se diera la supuesta locura.

Estos pensamientos, que confunden e importunan al individuo, son efecto de extremados sistemas de prevención, sin embargo, son tomados por el sujeto como si fueran impulsos internos o pensamientos perversos que les llevarán a hacer lo que no quieren.  Aunque no tienen nada que ver, muchas pacientes interpretan estos fenómenos como indicadores de estar sufriendo, o llegar a sufrir, trastornos mentales de tipo psicótico, como esquizofrenia. Es imposible volverse loco como consecuencia de crisis de pánico u otros trastornos de ansiedad.

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Fuente: J. Carlos Baeza Villarroel. Clínica de la Ansiedad. Especialistas en Madrid y Barcelona. Psicólogos y psiquiatras.

Video: El temor a perder el control o a volverse loco

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Obsesiones

Génesis y mantenimiento del TOC

En el Trastorno Obsesivo Compulsivo es difícil determinar la etiología ya que no parece existir una causa única que explique su origen. Múltiples factores facilitadores pueden contribuir en su desarrollo y es frecuente que aparezca precipitado por eventos estresantes o por un estado de ánimo depresivo. Forman parte de los factores facilitadores del TOC:

Contribución hereditaria

Parece ser que las personas afectadas por un TOC presentan una vulnerabilidad genética que, además, es influida por situaciones de estrés y factores ambientales.
Lo que se hereda parece ser la naturaleza del TOC, no los síntomas específicos, así, una persona puede tener compulsiones de lavado, mientras que su padre las tiene de comprobación. Esto indica que los síntomas no se deben al modelado, aunque este puede facilitar el aprendizaje de rituales y una respuesta de miedo ante estímulos determinados.

Variables biológicas

La teoría neuroquímica sugiere una participación preferente del sistema serotoninérgico por la demostrada eficacia de los fármacos inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina; y dopaminérgico en la etiología de subgrupos específicos de pacientes con TOC, especialmente aquellos con un codiagnóstico de tics.

Sin embargo la teoría neuro-anatómica sostiene que existen diferencias anatómicas cerebrales en los individuos con TOC. Dichas diferencias pueden observarse en el núcleo caudal, el córtex órbitofrontal, en el córtex singular o en los ganglios basales.

El hecho de que algunas personas que han sufrido un traumatismo craneoencefálico presenten síntomas de TOC respalda esta hipótesis.

Hay evidencia de que los tratamientos farmacológicos o psicológicos conductuales, pueden producir una mejoría clínica en los individuos con trastorno obsesivo-compulsivo.

Experiencias tempranas

Parece ser que existe una influencia en el origen del TOC de ciertas experiencias tempranas:

  • Estilos educativos que enfatizan en exceso la responsabilidad y el perfeccionismo.
  • Haber tenido como modelos durante la infancia personas con características obsesivo-compulsivas.
  • Formación religiosa estricta donde se considera que pensar algo es equivalente a hacerlo o tan malo como si se hiciera.
  • Formación moral estricta que facilita la inflexión entre lo que esta bien y lo que esta mal.
  • Presencia de determinadas creencias o modos de pensar Las experiencias tempranas facilitan la existencia de determinadas creencias o modos de pensar. Algunas de las categorías de creencias comunes en el TOC se agrupan en:
  • Responsabilidad exagerada: “Si pienso algo y luego ocurre será mi culpa, tengo que evitarlo”.
  • Control absoluto sobre los propios pensamientos: “No puedo pensar ciertas cosas, si lo hago quiere decir que no estoy bien”
  • Sobreestimación de la importancia de los pensamientos: “Pensar algo así es tan malo como hacerlo”.
  • Sobreestimación de la probabilidad y gravedad de las consecuencias: “Si he pensado esto lo más probable es que vaya a suceder”.
  • Baja tolerancia a la incertidumbre: “Haré todo lo posible por evitar que algo malo suceda si está en mis manos”.
  • Perfeccionismo: “Si cometo un error tendrá graves consecuencias”.

Esta última es especialmente característico de las personas con TOC. Estos individuos perciben como esencial la prevención de resultados negativos y se fundamenta en la creencia de que uno tiene el poder en la producción o prevención de las consecuencias negativas.

Características personales

Estudios realizados muestran que parecen existir 10 factores de personalidad que son frecuentes en la infancia de las personas con TOC: ansiedad por separación, resistencia al cambio, aversión al riesgo, sumisión, susceptibilidad, perfeccionismo, hiper-moralidad, ambivalencia y excesiva devoción al trabajo.

Eventos estresantes

Hemos visto que las personas con TOC pueden tener ciertas características personales, sin embargo, el trastorno en sí puede no aparecer hasta que ocurre un evento estresante o se da un estado de ánimo deprimido.

Algunos de los acontecimientos estresantes más frecuentes son los pequeños problemas cotidianos como: ser criticado, estar enfermo, descansar de modo insuficiente, dormir poco, situaciones de rechazo, problemas de toma de decisiones, ruidos, perder cosas, obligaciones sociales, conflictos, etc.

Factores activadores

La contribución hereditaria, las variables biológicas, experiencias tempranas o determinadas creencias, son factores que facilitan una predisposición para el surgimiento del TOC. Aún así, su aparición puede verse precipitada por eventos estresantes o un estado de ánimo deprimido.

Las obsesiones pueden dispararse por una serie de factores:

  • Situaciones externas. Como ver un cuchillo, dar la mano a alguien, etc. Según el tipo de obsesión.
  • Dudar al recordar algo que se ha hecho. Como no estar seguro de haber cerrado el coche.
  • Sensaciones corporales que desencadenan pensamientos negativos. Como tener un mareo que hace surgir el pensamiento de si se tendrá SIDA.
  • Otros factores como: el bajo estado de ánimo, los acontecimientos estresantes, la lucha para no tener obsesiones y la autoobservación para ver si se está teniendo algún pensamiento obsesivo.

Factores de mantenimiento

Es muy importante el significado que la persona da a las obsesiones una vez se disparan. Si se sobrevalora la importancia de tener un pensamiento negativo (“puedo yo llegar a hacer algo así?, si lo he pensado tal vez sí”, “si he pensado esto, seguramente algo malo va a ocurrir”) es probable que se centre la atención en lo negativo y en la amenaza y se trate de hacer frente luchando contra estos pensamientos.

Esta valoración negativa de los pensamientos o amenazas produce malestar/ansiedad y la persona trata de reducirlo mediante las compulsiones o rituales (limpieza, comprobación, repeticiones, acumulaciones…), la evitación y/o la supresión del pensamiento.

Las personas que sufren TOC creen que si no realizan sus compulsiones o rituales ocurrirán realmente consecuencias catastróficas (como coger una enfermedad, contaminarse, etc.) lo que provoca rumiaciones o sentimientos de culpa. Así pues, las compulsiones tranquilizan, disminuyen la ansiedad y permiten evitar la autoculpabilización. De esta manera se instauran las obsesiones, la persona al sentir una tranquilidad y control mediante la realización de rituales y comprobaciones, refuerza aún más las obsesiones creando un circuito cerrado que se retroalimenta y mantiene el problema.

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Fuente: Estela Massegué. Clínica de la Ansiedad.

Para saber más

Freeston, M.H y Ladouceur, R. (1997). Análisis y tratamiento de las obsesiones. En V.E. Caballo (Dir.), Manual para el tratamiento cognitivo-conductual de los trastornos psicológicos (Vol. 1, pp. 137-169). Madrid: Siglo XXI.

Mancini, F. Un modelo cognitivo del trastorno obsesivo compulsivo. Revista de Psicoterapia, 5-30, volumen XI- nº42/43,2000.

Silva, P. y Rachman, S.(1995): Trastorno Obsesivo-Compulsivo. Los hechos. Bilbao: Descleé De Brouwer.

Vallejo, j. y Berrios,G.E.(1995). Estados obsesivos.Barcelona. Masson S.A.

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Fobia Social

Fobia social: Origen y mantenimiento

En el origen de la fobia social, participan factores predisposicionales (en buena parte biológicos), factores de aprendizaje y, en ocasiones, posibles experiencias activadoras o desencadenantes.

En muchas personas con ansiedad social se da una especial sensibilidad ante la crítica y la desaprobación que ha podido verse potenciada por factores de aprendizaje en la infancia y acentuada en la adolescencia. Esta ansiedad, se manifestará con distinta intensidad y duración en cada persona en función de variables biológicas y psicológicas.

Variables biológicas

Parece existir una preparación biológica evolutiva para temer expresiones faciales de ira, rechazo y crítica, facilitándose así las jerarquías que dan lugar al orden social. Entre las variables sensibles a factores biológicos suelen citarse:

  • Capacidad innata para reconocer la amenaza social y responder ante ella.
  • Alta activación fisiológica, que dificulta la habituación a situaciones amenazantes o no familiares, lo que propicia su evitación.
  • Inhibición conductual en la infancia (mayor miedo y timidez ante personas o situaciones desconocidas, mayor ritmo cardíaco en reposo, mayor dilatación pupilar, mayor tensión muscular y aceleración cardiaca ante situaciones nuevas o estresantes). Esta alta activación fisiológica facilita el condicionamiento del miedo, suponiendo un factor de riesgo para desarrollar trastornos de ansiedad en la vida adulta (especialmente, fobia social generalizada). Sin embargo, el ambiente juega un papel fundamental, como muestra que sólo un tercio de estos niños presenten ansiedad social en la adolescencia.

Variables psicológicas

Algunos factores de la propia experiencia pueden interactuar con la vulnerabilidad biológica y propiciar la ansiedad social al originar en la persona la sensación de pérdida de control ante distintas situaciones. Estos factores experienciales pueden resumirse en:

  • Unos padres sobreprotectores, muy exigentes o poco afectuosos, que emplearan un estilo educativo basado en la vergüenza o rechazo de los hijos con inhibición conductual, lo que interferiría en la relación padres-hijos, dificultaría la independencia, la confianza y la competencia social, y promovería una gran necesidad de aprobación, perfeccionismo y creencia en que los demás son siempre críticos y fiscalizadores.
  • La falta de experiencias y habilidades sociales.
  • La observación de experiencias sociales negativas o ansiedad social en los padres o personas significativas puede facilitar la aparición en los hijos de preocupaciones y conductas similares.
  • Un cambio de circunstancias (laborales, familiares, escolares, de residencia) puede implicar la necesidad de enfrentarse a las situaciones temidas desbordantes (Ej. relacionarse con gente nueva).
  • Experiencias negativas en algunas situaciones sociales (burlas, castigo, marginación, etc.) pueden elevar el miedo ante otro tipo de situaciones sociales distintas.
  • Distintas circunstancias estresantes (laborales, familiares…) o factores accidentales (enfermedad, cambios hormonales…) pueden provocar que se manifieste ansiedad o algunos de sus síntomas somáticos en situaciones sociales.
  • El desarrollo excesivo de la conciencia del sí mismo en el final de la infancia o inicio de la adolescencia puede acarrear timidez y autoevaluación excesivas, desarrollándose el miedo a ser objeto de evaluación y la tendencia a focalizar en exceso la atención sobre uno mismo (sobre los propios pensamientos, actos, apariencia, etc). Infravalorarse puede agudizar la timidez, provocar una gran necesidad de aprobación, y atribuirse a uno mismo mayor responsabilidad ante los fallos que ante los éxitos.

Mantenimiento de la Fobia Social

Los factores implicados en el mantenimiento del problema varían en cada caso pero, en líneas generales, cabe mencionar:

  1. Anticipaciones y activación de supuestos. Anticiparse a la situación social temida activa una serie de supuestos como, por ejemplo, desconfiar en las propias capacidades o creer que se va a ser criticado y rechazado por los demás.
  2. Expectativas negativas. Los anteriores supuestos pueden provocar expectativas negativas acerca del propio desempeño y la suposición de que aparecerán manifestaciones de ansiedad con su consecuente efecto de evaluación negativa, humillación o rechazo. Estas expectativas negativas provocan ansiedad.
  3. Características de la situación. El grado de peligro percibido o ansiedad varían en función de factores situacionales como duración, formalidad, características de los otros (edad, sexo, cargo, etc. ) y sus reacciones. A la hora de hablar en público, resulta relevante la presencia o no de mobiliario, la posibilidad de ser preguntado o el estar de pie o sentado, entre otros factores.
  4. Comportamiento. Las expectativas negativas y ansiedad anticipatoria suelen conducir a la evitación de las situaciones o a la poca implicación en ellas, manifestándose conductas defensivas como beber alcohol, llevar gafas oscuras, hablar únicamente con las personas conocidas, rigidez corporal o hablar poco.
  5. Resultados. Las conductas defensivas reducen la ansiedad a corto plazo, dando al sujeto la sensación de evitarle las consecuencias temidas (humillación, rechazo, etc.). Sin embargo, la persona atribuye su no ocurrencia a estas conductas que, a la postre, le hacen menos cordial y amable, atraen la atención hacia su ansiedad, e interfieren en su actuación. Además, evitar las situaciones hace más difícil su afrontamiento en una próxima ocasión, reduciendo la confianza en uno mismo y dificultando la solución del problema. Así, la atención se centra básicamente en uno mismo (especialmente en los síntomas somáticos y autónomos), y en ciertas reacciones de los otros, más que en la tarea que se tiene entre manos, lo cual dificulta la actuación social adecuada. Los fóbicos sociales se forman una impresión de cómo creen ser percibidos por los demás a partir de sus síntomas más visibles, las emociones sentidas, los propios errores detectados, las reacciones de los otros o experiencias previas, principalmente.

Cuanto mayor es la probabilidad percibida de evaluación negativa, mayor es la ansiedad resultante. Una posible explicación es que normalmente la información que obtenemos sobre cómo nos ven los demás es ambigua y dado que los fóbicos sociales tienen una gran necesidad de aprobación, basan lo que los demás piensan de ellos en el cómo se ven a sí mismos.

Por otra parte, muchas de las acciones para conocer lo que los otros perciben de uno (contacto ocular, dar mucha información personal) resultan altamente ansiógenas para los fóbicos sociales, por aumentar el riesgo de evaluación negativa. Además, cuando reciben una evaluación positiva tienden a rechazarla por creerla un engaño o fruto de una excesiva benevolencia.

El estado de ánimo deprimido suele agravar la fobia social intensificando las expectativas negativas y la experiencia de ansiedad. Tras una interacción social, la ansiedad se reduce pero, al no existir claros indicios de aprobación social, los fóbicos sociales tienden a revisar su actuación detalladamente, con especial atención a sus síntomas y autopercepciones negativas de modo que terminan viendo la actuación como mucho más negativa de lo que fue.

Consecuencias negativas más frecuentes

  • Peor rendimiento laboral o académico, si exigen interacción social o actuaciones en público, y menor probabilidad de graduación universitaria y de desempeñar ciertos trabajos o puestos laborales.
  • Menos contactos sociales y amigos, con menores probabilidades de establecer relaciones íntimas y de pareja.
  • Frecuentemente, problemas de pareja o familiares por la participación en actividades sociales.
  • Menores ingresos y nivel socioeconómico.
  • Abuso/dependencia de sustancias (alcohol, tabaco, ansiolíticos).
  • Baja autoestima, sentimientos de inferioridad, humor deprimido, aunque algunos fóbicos sociales no tienen mala opinión de sí mismos, sino que creen que los demás les juzgan negativamente.
  • Peor calidad de vida.

Las consecuencias negativas son mayores cuando la fobia social es generalizada, y mayores aún si coexiste con otros trastornos.

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Fuente: Olga Herrero (2007). Clínica de la Ansiedad. Especialistas en el tratamiento de la ansiedad. Barcelona y Madrid.

Para saber más

Bados, A. (2001). Fobia social. Editorial Síntesis.
Botella, C.; Baños, R.M.; Perpiñá, C. (2003). Fobia Social. Paidós.
Cervera, S.; Roca, M.; Bobes, J. (1998). Fobia social. Masson.

Video: Documental sobre Fobia Social

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Fobias Específicas

Miedo a volar: Programa de tratamiento.

El programa Volar Sin Miedo, de Clínica de la Ansiedad, tiene como objetivo que las personas que tienen miedo a volar, evitan viajar en avión o lo hacen con mucho malestar, puedan superar esos miedos y dificultades. Son programas eminentemente prácticos que ofrecen técnicas, entrenamiento, y exposición controlada para superar el miedo y las limitaciones que ocasiona. En el programa participan psicólogos y pilotos experimentados, apoyados en diversos medios técnicos e instrumentales.

Características específicas del programa

Los estudios realizados hasta el momento señalan que los programas de intervención psicológica basados en procedimientos cognitivo-conductuales son la terapia de elección y la más efectiva para superar el miedo a volar.

La mayoría de cursos para tratar el miedo a volar se desarrollan en grupo y de manera intensiva a lo largo de un fin de semana.

Nuestro programa para superar el miedo a volar, aunque se desarrolla en un corto espacio de tiempo, no es tan intensivo. ¿Por qué? Porque de un día para otro es muy difícil aprender y dominar los procedimientos para superar el miedo, poder corregirlos, mejorarlos y sacar el máximo partido

La primera parte de nuestro programa se desarrolla individualmente. ¿Por qué?. Si bien muchas de las características del miedo a volar son compartidas por quienes lo padecen, puede haber algunas diferencias. No todos los usuarios tienen los mismos miedos: unos temen encontrarse mal en el avión y no poder salir, otros temen que sea el avión quien se inestabilice o accidente. No todas las personas necesitan o responden por igual a las mismas técnicas o recursos de tratamiento.

El programa de tratamiento consta de dos bloques o módulos. El Bloque A del programa se desarrolla individualmente a los largo de 2-5 semanas. El bloque B del programa se desarrollan en pequeños grupos.

Programa

Bloque A. Se desarrolla individualmente. Consta de 5-6 consultas. Puede iniciarse en cualquier momento.

  1. Explicación psicológica sobre el miedo y la ansiedad, en general, y sobre el miedo a volar en particular: origen, mantenimiento, estrategias de afrontamiento.
  2. Aprendizaje de técnicas para reducir y controlar los síntomas de la ansiedad: fisiología del miedo y la ansiedad, control de la hiperventilación, estrategias de desactivación fisiológica, técnicas de relajación.
  3. Desarrollo de programas para la reducción del miedo: exposición progresiva al avión y a los contextos del viaje con apoyo de programas de realidad virtual y otros
  4. Regulación de procesos de pensamiento: atención selectiva; gestión de preocupaciones, anticipaciones, interpretaciones catastróficas, pensamientos negativos automáticos.

Bloque B. Se desarrolla en pequeños grupos.

  1. Información básica aeronáutica.
  2. Ejercicios en simulador de vuelo.

Seguimiento 

  1. Seguimiento de avances e incidencias en vuelos posteriores a la realización del programa para superar el miedo a volar. Los cursos para superar el miedo a volar son efectivos y suelen ofrecer buenos resultados. No obstante, si en algún caso, a pesar del correcto seguimiento del programa, persiste algún problema significativo, cada participante dispone de una consulta individual gratis para tratar de subsanarlo.

Próximas fechas, orientativas, para el desarrollo del Bloque B

En Barcelona                                            En Madrid

Pasos previos a la actividad

  1. Contactar con nuestro centro. Información general.
  2. Evaluación inicial del caso mediante entrevista y cuestionarios.
  3. Fijación del calendario personal para el desarrollo del programa.

Lugar: el programa Volar Sin Miedo se realiza en Madrid y en Barcelona.

Información e inscripciones: Clínica de la Ansiedad, teléfonos 93 226 14 12 – 91 829 93 92. Si lo desea puede solicitar  una entrevista informativa previa (no implica ningún compromiso, ni tiene ningún coste) donde recibir información personalizada y precisa de las características del curso para superar el miedo a volar.

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Fuente: Clínica de la Ansiedad, 2016. Visite nuestra página www.volarsinmiedo.com.

Video ilustrativo: Fobias específicas. Miedo a volar.

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Crisis de pánico y agorafobia

Síntomas de la agorafobia: Criterios Diagnósticos según las Clasificaciones Internacionales

Para efectuar el diagnóstico de Agorafobia, los especialistas se basan en los criterios diagnósticos del DSM-V o del CIE-10, dos clasificaciones de las enfermedades consensuadas por especialistas de diferentes nacionalidades y reconocido prestigio.

Recuerde, no obstante, que usted no puede, ni debe, auto-diagnosticarse. Sólo un profesional de la salud experto está en condiciones de hacerlo con rigor y fiabilidad. Cuando una persona está preocupada por su salud o normalidad suele identificarse con síntomas o enfermedades que no tiene, o confundirlos con otras posibles.

Criterios DSM-V para el diagnóstico de Agorafobia. Fuente: American Psychiatric Association

  1. Miedo o ansiedad intensa acerca de dos (o más) de las cinco situaciones siguientes:
    1. Uso del transporte público (p. ej., automóviles, autobuses, trenes, barcos, aviones).
    2. Estar en espacios abiertos (p. ej., zonas de estacionamiento, mercados, puentes).
    3. Estar en sitios cerrador (p. ej., tiendas, teatros, cines).
    4. Hacer cola o estar en medio de una multitud.
    5. Estar fuera de casa solo.
  2. El individuo teme o evita estas situaciones debido a la idea de que escapar podría ser difícil o podría no disponer de ayuda si aparecen síntomas tipo pánico u otros síntomas incapacitantes o embarazosos (p. ej., miedo a caerse en las personas de edad avanzada; miedo a la incontinencia).
  3. Las situaciones agorafóbicas casi siempre provocan miedo o ansiedad.
  4. Las situaciones agorafóbicas se evitan activamente, requieren la presencia de un acompañante o se resisten con miedo o ansiedad intensa.
  5. El miedo o la ansiedad es desproporcionado al peligro real que plantean las situaciones agorafóbicas y al contexto sociocultural.
  6. El miedo, la ansiedad o la evitación es continua, y dura típicamente seis o más meses.
  7. El miedo, la ansiedad o la evitación causa malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento. 
  8. Si existe otra afección médica (p.ej., enfermedad intestinal inflamatoria, enfermedad de Parkinson), el miedo, la ansiedad o la evitación es claramente excesiva.
  9. El miedo, la ansiedad o la evitación no se explica mejor por los síntomas de otro trastorno mental- por ejemplo, los síntomas no se limitan a la fobia específica, a la situación; no implican únicamente situaciones sociales (como en el trastorno de ansiedad social); y no están exclusivamente relacionados con las obsesiones (como en el trastorno obsesivo-compulsivo), defectos o imperfecciones percibidos en el aspecto físico (como en el trastorno dismórfico corporal), recuerdo de sucesos traumáticos (como en el trastorno de estrés postraumático) o miedo a la separación (como en el trastorno de ansiedad por separación).

Nota: Se diagnostica agorafobia independientemente de la presencia de trastorno de pánico. Si la presentación en un individuo cumple los criterios para el trastorno de pánico y agorafobia, se asignarán ambos diagnósticos.

Criterios CIE-10 para el diagnóstico de AgorafobiaFuente: Organización Mundial de la Salud

El término «agorafobia» se utiliza aquí con un sentido más amplio que el original y que el utilizado aún en algunos países. Se incluyen en él no sólo los temores a lugares abiertos, sino también otros relacionados con ellos, como temores a las multitudes y a la dificultad para poder escapar inmediatamente a un lugar seguro (por lo general el hogar). El término abarca un conjunto de fobias relacionadas entre sí, a veces solapadas, entre ellos temores a salir del hogar, a entrar en tiendas o almacenes, a las multitudes, a los lugares públicos y a viajar solo en trenes, autobuses o aviones. Aunque la gravedad de la ansiedad y la intensidad de la conducta de evitación son variables, éste es el más incapacitante de los trastornos fóbicos y algunos individuos llegan a quedar completamente confinados en su casa. A muchos enfermos les aterra pensar en la posibilidad de poder desmayarse o quedarse solos, sin ayuda, en público. La vivencia de la falta de una salida inmediata es uno de los rasgos clave de muchas de las situaciones que inducen la agorafobia. La mayor parte de los afectados son mujeres y el trastorno comienza en general al principio de la vida adulta. Están presentes a menudo síntomas depresivos y obsesivos y fobias sociales, pero no predominan en el cuadro clínico. En ausencia de un tratamiento efectivo la agorafobia suele cronificarse, aunque su intensidad puede ser fluctuante.

Pautas para el diagnóstico

  • Los síntomas, psicológicos o vegetativos, son manifestaciones primarias de ansiedad y no secundarias a otros síntomas, como por ejemplo ideas delirantes u obsesivas.
  • Esta ansiedad se limita o predomina en al menos dos de las siguientes situaciones: multitudes, lugares públicos, viajar lejos de casa o viajar solo.
  • La evitación de la situación fóbica es, o ha sido, una característica destacada.

Se ha de especificar la presencia o ausencia de trastorno de pánico en la situación que induce la agorafobia: sin trastorno de pánico o con trastorno de pánico.

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Introducción

La ansiedad: Un modelo explicativo

«La relación con la realidad es conflictiva porque estamos activamente en ella, o, mejor, formamos parte de ella, y en ella el ser humano desea respecto de los objetos y por tanto ha de modificarla, a lo que la realidad se resiste. El ser humano quiere lo que no tiene, y lo que tiene teme perderlo»
Carlos Castilla del Pino, en Teoría de los Sentimientos

Introducción

La conducta de la persona es motivada: implica activación (intensidad) y dirección (aproximación-evitación). Las emociones, la ansiedad entre ellas, reflejan la relación entre los motivos (necesidades) y el éxito, o probabilidad de éxito, de realizar la conducta apropiada para obtener el objeto o meta que satisface dicha necesidad (Palmero,1996).

Dependiendo de la relación necesidades-medios-conducta-éxito se experimenta una emoción u otra -ansiedad,  depresión, etc-. Pongamos un ejemplo. Imaginemos que estamos en periodo de prueba en un trabajo que supone una oportunidad importante para desarrollar nuestra carrera profesional. Este trabajo, además,  nos permitirá obtener unos ingresos con los que atender el pago de algunas necesidades perentorias -alimentación, vivienda, coche- y nos otorgará prestigio social en nuestro medio.  Nuestro meta es demostrar que somos la persona adecuada para el puesto y conseguirlo definitivamente. Nuestras acciones (activación y conducta) van a estar orientadas (dirección) a alcanzar  dicho objetivo disponiendo los medios y recursos más convenientes. Si nuestros planes se ven amenazados –hemos tenido un fallo, nos falta alguna habilidad, el jefe ha cuestionado una de nuestras decisiones, por ejemplo- es muy probable que nuestra respuesta emocional sea de temor, inseguridad y ansiedad ante el riesgo de no alcanzar el éxito en nuestros propósitos. Si finalmente lo que sucediera es que efectivamente fracasamos, es  muy probable que nuestra reacción emocional sea de tipo depresivo, experimentando tristeza, desánimo, culpa y desgana respecto de nuevos intentos. Panksepp (1991) considera las emociones como ciertos tipos de procesos sincronizadores y/o coordinadores que se producen en el cerebro, activando determinadas tendencias de acción. Así, la ansiedad tendería a propiciar  acciones defensivas -ataque, huída, preparación de medios y apoyos, combatividad-, mientras que depresión facilitaría la desactivación de planes, la autocrítica y el cuestionamiento de nuestras capacidades, la desconfianza en nuestros recursos, el desinterés, el retraimiento, etc.

La ansiedad es una emoción caracterizada por el sentimiento de miedo, temor, aprensión, inseguridad, como consecuencia de que el individuo siente amenazados sus intereses, cuenta con medios insuficientes, tiene dificultades para emitir las conductas adecuadas, desconfía de sus capacidades, se muestra insatisfecho del éxito alcanzado, o tiene problemas para mantener dichos logros.

Cuando  existe proporcionalidad entre los medios-recursos con los que cuenta y reconoce el individuo y las exigencias-condicionantes del medio a los que  ha de hacer frente, la persona tiene la percepción de control sobre los problemas y dificultades, y por extensión sobre su conducta, y sus planes. Cuando no es así, la persona se siente desborda, a merced de las circunstancias. La percepción de falta de control, ya sea sobre el medio interno o externo, activa una disposición del organismo hacia un tipo específico de acciones y actitudes relacionadas con la defensa, la búsqueda de seguridad, la prevención, o el ataque, a través de conductas específicas de afrontamiento de la situación. Si las conductas de afrontamiento son efectivas se restablece de nuevo el control –el antiguo o uno nuevo- y se vuelve a la normalidad, si no, es probable que se multipliquen las dificultades y se incremente progresivamente la ansiedad.

Los propósitos que dan sentido y direccionalidad a las acciones, y los procesos de evaluación que, en el caso de la ansiedad, caracterizan una situación como amenazante respecto de dichos propósitos o metas no siempre son conscientes o no en su totalidad. Algunos procesos son automáticos –movemos la mano de manera refleja si se acerca una  avispa o simplemente un objeto extraño que todavía no hemos identificado- o se han automatizado: conducimos sin tener presente constantemente el destino o los procedimientos a seguir en las operaciones y maniobras que realizamos.

Si recordamos una vez más la definición de ansiedad –alerta del organismo ante situaciones consideradas amenazantes-  se nos plantea la cuestión de cómo el organismo considera una situación como amenazante, es decir, cómo procesa la información  a partir de la cual se ha de generar o no el estado de alerta y  las respuestas que correspondan al caso.

En el procesamiento de información vinculado a la percepción de riesgos participan, coordinadamente, algunas áreas cerebrales responsables de las respuestas emocionales básicas -tálamo, amígdala- y la corteza cerebral. Dicho procesamiento se produce en tres etapas (Beck y Clark,1997):

  •  1ª etapa: Evaluación inicial de la amenaza. Se da un reconocimiento automático e instantáneo de los estímulos y se les clasifica  como amenazantes o no. Este proceso consume pocos recursos atencionales y permite el procesamiento paralelo de otros planes o informaciones.
  • 2ª etapa: Activación primitiva frente a la amenaza. Tras la evidencia inicial de peligro se ponen en marcha las respuestas cognitivas, emocionales, fisiológicas y conductuales características de la ansiedad. Esta segunda etapa, que incluye las respuestas de huida o ponerse a salvo, es también automática, rígida, no racional, y total o parcialmente inconsciente. La persona sólo es consciente de los resultados de esa evaluación primitiva de amenaza; es decir, de los efectos fisiológicos, emocionales y conductuales derivados de ella, y de los pensamientos automáticos que la acompañan. El procesamiento de la información característico de esta etapa consume muchos recursos atencionales. Se produce, además, intolerancia a la incertidumbre, y una sobrevaloración del daño y de la probabilidad de que se produzca.
  •  3ª etapa: Pensamiento reflexivo. La persona puede pensar acerca de sus pensamientos y propósitos, evaluar la exactitud de su valoración inicial de amenaza, y la disponibilidad y la eficacia de sus recursos para afrontarla. Se trata de un procesamiento de la información más complejo, lento, racional y consciente.

El modelo de procesamiento de la información que acabamos de explicar encaja con formulaciones neurobiológicas como la de LeDoux (1999). Según LeDoux, las señales o estímulos fóbicos se procesan inicialmente en el tálamo, desde donde se transmite una información primaria a la amígdala, y de ésta al sistema nervioso autónomo y otros centros nerviosos. Esta transmisión, rapidísima, permite un cambio en la focalización de la atención y una apresurada respuesta de escape o de búsqueda de seguridad -este proceso se correspondería con las etapas 1ª y 2ª antes citadas-. Simultáneamente, la corteza cerebral recibe del tálamo una información más completa, que le permite hacerse una representación más precisa, y consciente del problema -etapa 3ª-. Esa información se transfiere también a la amígdala, desde donde se envía nuevamente al sistema nervioso autónomo y otros centros. El hecho de que la información viaje por una vía más rápida, corta y directa del tálamo a la amígdala, antes de que ésta reciba la información reprocesada por la corteza cerebral, podría permitir que las respuestas emocionales se inicien en la amígdala antes de que la persona sea consciente del estímulo, interno o externo, que le hace reaccionar. Desde la corteza cerebral partirían también informaciones al sistema neuroendocrino, que, a través de las hormonas, participa, a medio plazo sobre todo, en las respuestas del organismo frente a la ansiedad y el estrés.

La información, no obstante, no sólo viaja de arriba-abajo, sino también de abajo-arriba. Esto implica que la activación emocional que se refleja en las vísceras -corazón, pulmón, estomago- y los músculos, puede influir y condicionar la actividad de los procesos cognitivo superiores. Del mismo modo que pensamientos amenazantes pueden activar respuestas autónomas que preparan al organismo para la defensa, la sobreestimulación/sobreactivación periféricas pueden activar el pensamiento tratando de buscar o suponer posibles peligros. Es decir, pensamientos amenazantes llevan al organismo a activarse para defenderse, pero la activación defensiva propia de las etapas uno y dos citadas anteriormente, puede llevar al cerebro consciente a indagar por dónde viene el peligro que está presintiendo. Esto explicaría, también, cómo los síntomas de ansiedad pueden convertirse en fuentes de ansiedad y preocupación.

En lo que se refiere a las estrategias contraproducentes en el afrontamiento de la ansiedad, la mayoría de procedimientos a seguir son concernientes a los procesos característicos de la etapa o nivel de procesamiento tres, dado que los niveles uno y dos son menos accesibles al control directo y voluntario por parte de la persona.

El nivel tres de procesamiento está estrechamente ligado a los procesos cognitivos y operativos del individuo, muchos de ellos conscientes e intencionales, al menos en parte.

Un esquema de interrelación de variables operativas para el estudio de la ansiedad

esquema-variables-ansiedad

El esquema superior representa la interrelación de variables operativas para el estudio de la ansiedad, cuya definición sería la siguiente:

  • Amenaza: Se refiere a aquellos daños, pérdidas, u obstáculos que pueden alterar negativamente los planes, intereses, logros o estado del individuo.
  • Anticipación: Se refiere a un proceso cognitivo de evaluación sobre un acontecimiento que todavía no ha ocurrido, respecto del cual, el individuo calcula posibles riesgos, cómo se producirán o no, y cómo podrían prevenirse o afrontarse.
  • Activación biológica: Sobreactivación y sobreestimulación interna del organismo frente a una situación considerada amenazante.
  • Afrontamiento: Aquellos esfuerzos cognitivos y conductuales que se desarrollan para manejar las demandas específicas, internas o externas, que son evaluadas como amenazantes, excedentes o desbordantes de los recursos del sujeto.
  • Resultados: Son las consecuencias adaptativas o no del afrontamiento, frente a la situación amenazante y que tiene repercusiones en estado-proceso afectivo, efectivo y fisiológico del organismo.

La ansiedad no es asimilable, exclusivamente, a ninguna de estas variables o relación particular entre ellas, sino al conjunto de ellas como sistema.

El afrontamiento efectivo de los riesgos u obstáculos que pudieran amenazar la consecución de los logros pretendidos, o el mantenimiento de los logros ya alcanzados o dados –Status Quo– que desean conservarse, reduce la ansiedad o la desactiva.

El afrontamiento no efectivo intensifica la ansiedad. En la medida en que un proyecto o logro se degrada, y la activación fisiológica y psicológica alcanzan límites de trastorno, la ansiedad compromete, obstaculiza o degrada -amenaza en una palabra- la continuidad de otros planes inicialmente no problematizados, dando lugar así a un proceso de generalización, o reacciones en cadena, que retroalimentan la ansiedad negativamente, en tanto en cuanto el individuo ve sus recursos progresivamente más desbordados y su bienestar reducido o truncado en malestar.

__________

Fuente: Baeza Villarroel, J.C. (2008). «Higiene y prevención de la ansiedad«. Madrid: Díaz de Santos. Clínica de la Ansiedad, especialistas en Barcelona y Madrid.

Vídeo: Fisiología del estrés. Programa Redes.TV2

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