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Obsesiones

Génesis y mantenimiento del TOC

En el Trastorno Obsesivo Compulsivo es difícil determinar la etiología ya que no parece existir una causa única que explique su origen. Múltiples factores facilitadores pueden contribuir en su desarrollo y es frecuente que aparezca precipitado por eventos estresantes o por un estado de ánimo depresivo. Forman parte de los factores facilitadores del TOC:

Contribución hereditaria

Parece ser que las personas afectadas por un TOC presentan una vulnerabilidad genética que, además, es influida por situaciones de estrés y factores ambientales.
Lo que se hereda parece ser la naturaleza del TOC, no los síntomas específicos, así, una persona puede tener compulsiones de lavado, mientras que su padre las tiene de comprobación. Esto indica que los síntomas no se deben al modelado, aunque este puede facilitar el aprendizaje de rituales y una respuesta de miedo ante estímulos determinados.

Variables biológicas

La teoría neuroquímica sugiere una participación preferente del sistema serotoninérgico por la demostrada eficacia de los fármacos inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina; y dopaminérgico en la etiología de subgrupos específicos de pacientes con TOC, especialmente aquellos con un codiagnóstico de tics.

Sin embargo la teoría neuro-anatómica sostiene que existen diferencias anatómicas cerebrales en los individuos con TOC. Dichas diferencias pueden observarse en el núcleo caudal, el córtex órbitofrontal, en el córtex singular o en los ganglios basales.

El hecho de que algunas personas que han sufrido un traumatismo craneoencefálico presenten síntomas de TOC respalda esta hipótesis.

Hay evidencia de que los tratamientos farmacológicos o psicológicos conductuales, pueden producir una mejoría clínica en los individuos con trastorno obsesivo-compulsivo.

Experiencias tempranas

Parece ser que existe una influencia en el origen del TOC de ciertas experiencias tempranas:

  • Estilos educativos que enfatizan en exceso la responsabilidad y el perfeccionismo.
  • Haber tenido como modelos durante la infancia personas con características obsesivo-compulsivas.
  • Formación religiosa estricta donde se considera que pensar algo es equivalente a hacerlo o tan malo como si se hiciera.
  • Formación moral estricta que facilita la inflexión entre lo que esta bien y lo que esta mal.
  • Presencia de determinadas creencias o modos de pensar Las experiencias tempranas facilitan la existencia de determinadas creencias o modos de pensar. Algunas de las categorías de creencias comunes en el TOC se agrupan en:
  • Responsabilidad exagerada: “Si pienso algo y luego ocurre será mi culpa, tengo que evitarlo”.
  • Control absoluto sobre los propios pensamientos: “No puedo pensar ciertas cosas, si lo hago quiere decir que no estoy bien”
  • Sobreestimación de la importancia de los pensamientos: “Pensar algo así es tan malo como hacerlo”.
  • Sobreestimación de la probabilidad y gravedad de las consecuencias: “Si he pensado esto lo más probable es que vaya a suceder”.
  • Baja tolerancia a la incertidumbre: “Haré todo lo posible por evitar que algo malo suceda si está en mis manos”.
  • Perfeccionismo: “Si cometo un error tendrá graves consecuencias”.

Esta última es especialmente característico de las personas con TOC. Estos individuos perciben como esencial la prevención de resultados negativos y se fundamenta en la creencia de que uno tiene el poder en la producción o prevención de las consecuencias negativas.

Características personales

Estudios realizados muestran que parecen existir 10 factores de personalidad que son frecuentes en la infancia de las personas con TOC: ansiedad por separación, resistencia al cambio, aversión al riesgo, sumisión, susceptibilidad, perfeccionismo, hiper-moralidad, ambivalencia y excesiva devoción al trabajo.

Eventos estresantes

Hemos visto que las personas con TOC pueden tener ciertas características personales, sin embargo, el trastorno en sí puede no aparecer hasta que ocurre un evento estresante o se da un estado de ánimo deprimido.

Algunos de los acontecimientos estresantes más frecuentes son los pequeños problemas cotidianos como: ser criticado, estar enfermo, descansar de modo insuficiente, dormir poco, situaciones de rechazo, problemas de toma de decisiones, ruidos, perder cosas, obligaciones sociales, conflictos, etc.

Factores activadores

La contribución hereditaria, las variables biológicas, experiencias tempranas o determinadas creencias, son factores que facilitan una predisposición para el surgimiento del TOC. Aún así, su aparición puede verse precipitada por eventos estresantes o un estado de ánimo deprimido.

Las obsesiones pueden dispararse por una serie de factores:

  • Situaciones externas. Como ver un cuchillo, dar la mano a alguien, etc. Según el tipo de obsesión.
  • Dudar al recordar algo que se ha hecho. Como no estar seguro de haber cerrado el coche.
  • Sensaciones corporales que desencadenan pensamientos negativos. Como tener un mareo que hace surgir el pensamiento de si se tendrá SIDA.
  • Otros factores como: el bajo estado de ánimo, los acontecimientos estresantes, la lucha para no tener obsesiones y la autoobservación para ver si se está teniendo algún pensamiento obsesivo.

Factores de mantenimiento

Es muy importante el significado que la persona da a las obsesiones una vez se disparan. Si se sobrevalora la importancia de tener un pensamiento negativo (“puedo yo llegar a hacer algo así?, si lo he pensado tal vez sí”, “si he pensado esto, seguramente algo malo va a ocurrir”) es probable que se centre la atención en lo negativo y en la amenaza y se trate de hacer frente luchando contra estos pensamientos.

Esta valoración negativa de los pensamientos o amenazas produce malestar/ansiedad y la persona trata de reducirlo mediante las compulsiones o rituales (limpieza, comprobación, repeticiones, acumulaciones…), la evitación y/o la supresión del pensamiento.

Las personas que sufren TOC creen que si no realizan sus compulsiones o rituales ocurrirán realmente consecuencias catastróficas (como coger una enfermedad, contaminarse, etc.) lo que provoca rumiaciones o sentimientos de culpa. Así pues, las compulsiones tranquilizan, disminuyen la ansiedad y permiten evitar la autoculpabilización. De esta manera se instauran las obsesiones, la persona al sentir una tranquilidad y control mediante la realización de rituales y comprobaciones, refuerza aún más las obsesiones creando un circuito cerrado que se retroalimenta y mantiene el problema.

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Fuente: Estela Massegué. Clínica de la Ansiedad.

Para saber más

Freeston, M.H y Ladouceur, R. (1997). Análisis y tratamiento de las obsesiones. En V.E. Caballo (Dir.), Manual para el tratamiento cognitivo-conductual de los trastornos psicológicos (Vol. 1, pp. 137-169). Madrid: Siglo XXI.

Mancini, F. Un modelo cognitivo del trastorno obsesivo compulsivo. Revista de Psicoterapia, 5-30, volumen XI- nº42/43,2000.

Silva, P. y Rachman, S.(1995): Trastorno Obsesivo-Compulsivo. Los hechos. Bilbao: Descleé De Brouwer.

Vallejo, j. y Berrios,G.E.(1995). Estados obsesivos.Barcelona. Masson S.A.

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Fobia Social

Fobia social: Origen y mantenimiento

En el origen de la fobia social, participan factores predisposicionales (en buena parte biológicos), factores de aprendizaje y, en ocasiones, posibles experiencias activadoras o desencadenantes.

En muchas personas con ansiedad social se da una especial sensibilidad ante la crítica y la desaprobación que ha podido verse potenciada por factores de aprendizaje en la infancia y acentuada en la adolescencia. Esta ansiedad, se manifestará con distinta intensidad y duración en cada persona en función de variables biológicas y psicológicas.

Variables biológicas

Parece existir una preparación biológica evolutiva para temer expresiones faciales de ira, rechazo y crítica, facilitándose así las jerarquías que dan lugar al orden social. Entre las variables sensibles a factores biológicos suelen citarse:

  • Capacidad innata para reconocer la amenaza social y responder ante ella.
  • Alta activación fisiológica, que dificulta la habituación a situaciones amenazantes o no familiares, lo que propicia su evitación.
  • Inhibición conductual en la infancia (mayor miedo y timidez ante personas o situaciones desconocidas, mayor ritmo cardíaco en reposo, mayor dilatación pupilar, mayor tensión muscular y aceleración cardiaca ante situaciones nuevas o estresantes). Esta alta activación fisiológica facilita el condicionamiento del miedo, suponiendo un factor de riesgo para desarrollar trastornos de ansiedad en la vida adulta (especialmente, fobia social generalizada). Sin embargo, el ambiente juega un papel fundamental, como muestra que sólo un tercio de estos niños presenten ansiedad social en la adolescencia.

Variables psicológicas

Algunos factores de la propia experiencia pueden interactuar con la vulnerabilidad biológica y propiciar la ansiedad social al originar en la persona la sensación de pérdida de control ante distintas situaciones. Estos factores experienciales pueden resumirse en:

  • Unos padres sobreprotectores, muy exigentes o poco afectuosos, que emplearan un estilo educativo basado en la vergüenza o rechazo de los hijos con inhibición conductual, lo que interferiría en la relación padres-hijos, dificultaría la independencia, la confianza y la competencia social, y promovería una gran necesidad de aprobación, perfeccionismo y creencia en que los demás son siempre críticos y fiscalizadores.
  • La falta de experiencias y habilidades sociales.
  • La observación de experiencias sociales negativas o ansiedad social en los padres o personas significativas puede facilitar la aparición en los hijos de preocupaciones y conductas similares.
  • Un cambio de circunstancias (laborales, familiares, escolares, de residencia) puede implicar la necesidad de enfrentarse a las situaciones temidas desbordantes (Ej. relacionarse con gente nueva).
  • Experiencias negativas en algunas situaciones sociales (burlas, castigo, marginación, etc.) pueden elevar el miedo ante otro tipo de situaciones sociales distintas.
  • Distintas circunstancias estresantes (laborales, familiares…) o factores accidentales (enfermedad, cambios hormonales…) pueden provocar que se manifieste ansiedad o algunos de sus síntomas somáticos en situaciones sociales.
  • El desarrollo excesivo de la conciencia del sí mismo en el final de la infancia o inicio de la adolescencia puede acarrear timidez y autoevaluación excesivas, desarrollándose el miedo a ser objeto de evaluación y la tendencia a focalizar en exceso la atención sobre uno mismo (sobre los propios pensamientos, actos, apariencia, etc). Infravalorarse puede agudizar la timidez, provocar una gran necesidad de aprobación, y atribuirse a uno mismo mayor responsabilidad ante los fallos que ante los éxitos.

Mantenimiento de la Fobia Social

Los factores implicados en el mantenimiento del problema varían en cada caso pero, en líneas generales, cabe mencionar:

  1. Anticipaciones y activación de supuestos. Anticiparse a la situación social temida activa una serie de supuestos como, por ejemplo, desconfiar en las propias capacidades o creer que se va a ser criticado y rechazado por los demás.
  2. Expectativas negativas. Los anteriores supuestos pueden provocar expectativas negativas acerca del propio desempeño y la suposición de que aparecerán manifestaciones de ansiedad con su consecuente efecto de evaluación negativa, humillación o rechazo. Estas expectativas negativas provocan ansiedad.
  3. Características de la situación. El grado de peligro percibido o ansiedad varían en función de factores situacionales como duración, formalidad, características de los otros (edad, sexo, cargo, etc. ) y sus reacciones. A la hora de hablar en público, resulta relevante la presencia o no de mobiliario, la posibilidad de ser preguntado o el estar de pie o sentado, entre otros factores.
  4. Comportamiento. Las expectativas negativas y ansiedad anticipatoria suelen conducir a la evitación de las situaciones o a la poca implicación en ellas, manifestándose conductas defensivas como beber alcohol, llevar gafas oscuras, hablar únicamente con las personas conocidas, rigidez corporal o hablar poco.
  5. Resultados. Las conductas defensivas reducen la ansiedad a corto plazo, dando al sujeto la sensación de evitarle las consecuencias temidas (humillación, rechazo, etc.). Sin embargo, la persona atribuye su no ocurrencia a estas conductas que, a la postre, le hacen menos cordial y amable, atraen la atención hacia su ansiedad, e interfieren en su actuación. Además, evitar las situaciones hace más difícil su afrontamiento en una próxima ocasión, reduciendo la confianza en uno mismo y dificultando la solución del problema. Así, la atención se centra básicamente en uno mismo (especialmente en los síntomas somáticos y autónomos), y en ciertas reacciones de los otros, más que en la tarea que se tiene entre manos, lo cual dificulta la actuación social adecuada. Los fóbicos sociales se forman una impresión de cómo creen ser percibidos por los demás a partir de sus síntomas más visibles, las emociones sentidas, los propios errores detectados, las reacciones de los otros o experiencias previas, principalmente.

Cuanto mayor es la probabilidad percibida de evaluación negativa, mayor es la ansiedad resultante. Una posible explicación es que normalmente la información que obtenemos sobre cómo nos ven los demás es ambigua y dado que los fóbicos sociales tienen una gran necesidad de aprobación, basan lo que los demás piensan de ellos en el cómo se ven a sí mismos.

Por otra parte, muchas de las acciones para conocer lo que los otros perciben de uno (contacto ocular, dar mucha información personal) resultan altamente ansiógenas para los fóbicos sociales, por aumentar el riesgo de evaluación negativa. Además, cuando reciben una evaluación positiva tienden a rechazarla por creerla un engaño o fruto de una excesiva benevolencia.

El estado de ánimo deprimido suele agravar la fobia social intensificando las expectativas negativas y la experiencia de ansiedad. Tras una interacción social, la ansiedad se reduce pero, al no existir claros indicios de aprobación social, los fóbicos sociales tienden a revisar su actuación detalladamente, con especial atención a sus síntomas y autopercepciones negativas de modo que terminan viendo la actuación como mucho más negativa de lo que fue.

Consecuencias negativas más frecuentes

  • Peor rendimiento laboral o académico, si exigen interacción social o actuaciones en público, y menor probabilidad de graduación universitaria y de desempeñar ciertos trabajos o puestos laborales.
  • Menos contactos sociales y amigos, con menores probabilidades de establecer relaciones íntimas y de pareja.
  • Frecuentemente, problemas de pareja o familiares por la participación en actividades sociales.
  • Menores ingresos y nivel socioeconómico.
  • Abuso/dependencia de sustancias (alcohol, tabaco, ansiolíticos).
  • Baja autoestima, sentimientos de inferioridad, humor deprimido, aunque algunos fóbicos sociales no tienen mala opinión de sí mismos, sino que creen que los demás les juzgan negativamente.
  • Peor calidad de vida.

Las consecuencias negativas son mayores cuando la fobia social es generalizada, y mayores aún si coexiste con otros trastornos.

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Fuente: Olga Herrero (2007). Clínica de la Ansiedad. Especialistas en el tratamiento de la ansiedad. Barcelona y Madrid.

Para saber más

Bados, A. (2001). Fobia social. Editorial Síntesis.
Botella, C.; Baños, R.M.; Perpiñá, C. (2003). Fobia Social. Paidós.
Cervera, S.; Roca, M.; Bobes, J. (1998). Fobia social. Masson.

Video: Documental sobre Fobia Social

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Fobias Específicas

Miedo a volar: Programa de tratamiento.

El programa Volar Sin Miedo, de Clínica de la Ansiedad, tiene como objetivo que las personas que tienen miedo a volar, evitan viajar en avión o lo hacen con mucho malestar, puedan superar esos miedos y dificultades. Son programas eminentemente prácticos que ofrecen técnicas, entrenamiento, y exposición controlada para superar el miedo y las limitaciones que ocasiona. En el programa participan psicólogos y pilotos experimentados, apoyados en diversos medios técnicos e instrumentales.

Características específicas del programa

Los estudios realizados hasta el momento señalan que los programas de intervención psicológica basados en procedimientos cognitivo-conductuales son la terapia de elección y la más efectiva para superar el miedo a volar.

La mayoría de cursos para tratar el miedo a volar se desarrollan en grupo y de manera intensiva a lo largo de un fin de semana.

Nuestro programa para superar el miedo a volar, aunque se desarrolla en un corto espacio de tiempo, no es tan intensivo. ¿Por qué? Porque de un día para otro es muy difícil aprender y dominar los procedimientos para superar el miedo, poder corregirlos, mejorarlos y sacar el máximo partido

La primera parte de nuestro programa se desarrolla individualmente. ¿Por qué?. Si bien muchas de las características del miedo a volar son compartidas por quienes lo padecen, puede haber algunas diferencias. No todos los usuarios tienen los mismos miedos: unos temen encontrarse mal en el avión y no poder salir, otros temen que sea el avión quien se inestabilice o accidente. No todas las personas necesitan o responden por igual a las mismas técnicas o recursos de tratamiento.

El programa de tratamiento consta de dos bloques o módulos. El Bloque A del programa se desarrolla individualmente a los largo de 2-5 semanas. El bloque B del programa se desarrollan en pequeños grupos.

Programa

Bloque A. Se desarrolla individualmente. Consta de 5-6 consultas. Puede iniciarse en cualquier momento.

  1. Explicación psicológica sobre el miedo y la ansiedad, en general, y sobre el miedo a volar en particular: origen, mantenimiento, estrategias de afrontamiento.
  2. Aprendizaje de técnicas para reducir y controlar los síntomas de la ansiedad: fisiología del miedo y la ansiedad, control de la hiperventilación, estrategias de desactivación fisiológica, técnicas de relajación.
  3. Desarrollo de programas para la reducción del miedo: exposición progresiva al avión y a los contextos del viaje con apoyo de programas de realidad virtual y otros
  4. Regulación de procesos de pensamiento: atención selectiva; gestión de preocupaciones, anticipaciones, interpretaciones catastróficas, pensamientos negativos automáticos.

Bloque B. Se desarrolla en pequeños grupos.

  1. Información básica aeronáutica.
  2. Ejercicios en simulador de vuelo.

Seguimiento 

  1. Seguimiento de avances e incidencias en vuelos posteriores a la realización del programa para superar el miedo a volar. Los cursos para superar el miedo a volar son efectivos y suelen ofrecer buenos resultados. No obstante, si en algún caso, a pesar del correcto seguimiento del programa, persiste algún problema significativo, cada participante dispone de una consulta individual gratis para tratar de subsanarlo.

Próximas fechas, orientativas, para el desarrollo del Bloque B

En Barcelona                                            En Madrid

Pasos previos a la actividad

  1. Contactar con nuestro centro. Información general.
  2. Evaluación inicial del caso mediante entrevista y cuestionarios.
  3. Fijación del calendario personal para el desarrollo del programa.

Lugar: el programa Volar Sin Miedo se realiza en Madrid y en Barcelona.

Información e inscripciones: Clínica de la Ansiedad, teléfonos 93 226 14 12 – 91 829 93 92. Si lo desea puede solicitar  una entrevista informativa previa (no implica ningún compromiso, ni tiene ningún coste) donde recibir información personalizada y precisa de las características del curso para superar el miedo a volar.

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Fuente: Clínica de la Ansiedad, 2016. Visite nuestra página www.volarsinmiedo.com.

Video ilustrativo: Fobias específicas. Miedo a volar.

Otros videos relacionados

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Crisis de pánico y agorafobia

Síntomas de la agorafobia: Criterios Diagnósticos según las Clasificaciones Internacionales

Para efectuar el diagnóstico de Agorafobia, los especialistas se basan en los criterios diagnósticos del DSM-V o del CIE-10, dos clasificaciones de las enfermedades consensuadas por especialistas de diferentes nacionalidades y reconocido prestigio.

Recuerde, no obstante, que usted no puede, ni debe, auto-diagnosticarse. Sólo un profesional de la salud experto está en condiciones de hacerlo con rigor y fiabilidad. Cuando una persona está preocupada por su salud o normalidad suele identificarse con síntomas o enfermedades que no tiene, o confundirlos con otras posibles.

Criterios DSM-V para el diagnóstico de Agorafobia. Fuente: American Psychiatric Association

  1. Miedo o ansiedad intensa acerca de dos (o más) de las cinco situaciones siguientes:
    1. Uso del transporte público (p. ej., automóviles, autobuses, trenes, barcos, aviones).
    2. Estar en espacios abiertos (p. ej., zonas de estacionamiento, mercados, puentes).
    3. Estar en sitios cerrador (p. ej., tiendas, teatros, cines).
    4. Hacer cola o estar en medio de una multitud.
    5. Estar fuera de casa solo.
  2. El individuo teme o evita estas situaciones debido a la idea de que escapar podría ser difícil o podría no disponer de ayuda si aparecen síntomas tipo pánico u otros síntomas incapacitantes o embarazosos (p. ej., miedo a caerse en las personas de edad avanzada; miedo a la incontinencia).
  3. Las situaciones agorafóbicas casi siempre provocan miedo o ansiedad.
  4. Las situaciones agorafóbicas se evitan activamente, requieren la presencia de un acompañante o se resisten con miedo o ansiedad intensa.
  5. El miedo o la ansiedad es desproporcionado al peligro real que plantean las situaciones agorafóbicas y al contexto sociocultural.
  6. El miedo, la ansiedad o la evitación es continua, y dura típicamente seis o más meses.
  7. El miedo, la ansiedad o la evitación causa malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento. 
  8. Si existe otra afección médica (p.ej., enfermedad intestinal inflamatoria, enfermedad de Parkinson), el miedo, la ansiedad o la evitación es claramente excesiva.
  9. El miedo, la ansiedad o la evitación no se explica mejor por los síntomas de otro trastorno mental- por ejemplo, los síntomas no se limitan a la fobia específica, a la situación; no implican únicamente situaciones sociales (como en el trastorno de ansiedad social); y no están exclusivamente relacionados con las obsesiones (como en el trastorno obsesivo-compulsivo), defectos o imperfecciones percibidos en el aspecto físico (como en el trastorno dismórfico corporal), recuerdo de sucesos traumáticos (como en el trastorno de estrés postraumático) o miedo a la separación (como en el trastorno de ansiedad por separación).

Nota: Se diagnostica agorafobia independientemente de la presencia de trastorno de pánico. Si la presentación en un individuo cumple los criterios para el trastorno de pánico y agorafobia, se asignarán ambos diagnósticos.

Criterios CIE-10 para el diagnóstico de AgorafobiaFuente: Organización Mundial de la Salud

El término «agorafobia» se utiliza aquí con un sentido más amplio que el original y que el utilizado aún en algunos países. Se incluyen en él no sólo los temores a lugares abiertos, sino también otros relacionados con ellos, como temores a las multitudes y a la dificultad para poder escapar inmediatamente a un lugar seguro (por lo general el hogar). El término abarca un conjunto de fobias relacionadas entre sí, a veces solapadas, entre ellos temores a salir del hogar, a entrar en tiendas o almacenes, a las multitudes, a los lugares públicos y a viajar solo en trenes, autobuses o aviones. Aunque la gravedad de la ansiedad y la intensidad de la conducta de evitación son variables, éste es el más incapacitante de los trastornos fóbicos y algunos individuos llegan a quedar completamente confinados en su casa. A muchos enfermos les aterra pensar en la posibilidad de poder desmayarse o quedarse solos, sin ayuda, en público. La vivencia de la falta de una salida inmediata es uno de los rasgos clave de muchas de las situaciones que inducen la agorafobia. La mayor parte de los afectados son mujeres y el trastorno comienza en general al principio de la vida adulta. Están presentes a menudo síntomas depresivos y obsesivos y fobias sociales, pero no predominan en el cuadro clínico. En ausencia de un tratamiento efectivo la agorafobia suele cronificarse, aunque su intensidad puede ser fluctuante.

Pautas para el diagnóstico

  • Los síntomas, psicológicos o vegetativos, son manifestaciones primarias de ansiedad y no secundarias a otros síntomas, como por ejemplo ideas delirantes u obsesivas.
  • Esta ansiedad se limita o predomina en al menos dos de las siguientes situaciones: multitudes, lugares públicos, viajar lejos de casa o viajar solo.
  • La evitación de la situación fóbica es, o ha sido, una característica destacada.

Se ha de especificar la presencia o ausencia de trastorno de pánico en la situación que induce la agorafobia: sin trastorno de pánico o con trastorno de pánico.

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Introducción

La ansiedad: Un modelo explicativo

«La relación con la realidad es conflictiva porque estamos activamente en ella, o, mejor, formamos parte de ella, y en ella el ser humano desea respecto de los objetos y por tanto ha de modificarla, a lo que la realidad se resiste. El ser humano quiere lo que no tiene, y lo que tiene teme perderlo»
Carlos Castilla del Pino, en Teoría de los Sentimientos

Introducción

La conducta de la persona es motivada: implica activación (intensidad) y dirección (aproximación-evitación). Las emociones, la ansiedad entre ellas, reflejan la relación entre los motivos (necesidades) y el éxito, o probabilidad de éxito, de realizar la conducta apropiada para obtener el objeto o meta que satisface dicha necesidad (Palmero,1996).

Dependiendo de la relación necesidades-medios-conducta-éxito se experimenta una emoción u otra -ansiedad,  depresión, etc-. Pongamos un ejemplo. Imaginemos que estamos en periodo de prueba en un trabajo que supone una oportunidad importante para desarrollar nuestra carrera profesional. Este trabajo, además,  nos permitirá obtener unos ingresos con los que atender el pago de algunas necesidades perentorias -alimentación, vivienda, coche- y nos otorgará prestigio social en nuestro medio.  Nuestro meta es demostrar que somos la persona adecuada para el puesto y conseguirlo definitivamente. Nuestras acciones (activación y conducta) van a estar orientadas (dirección) a alcanzar  dicho objetivo disponiendo los medios y recursos más convenientes. Si nuestros planes se ven amenazados –hemos tenido un fallo, nos falta alguna habilidad, el jefe ha cuestionado una de nuestras decisiones, por ejemplo- es muy probable que nuestra respuesta emocional sea de temor, inseguridad y ansiedad ante el riesgo de no alcanzar el éxito en nuestros propósitos. Si finalmente lo que sucediera es que efectivamente fracasamos, es  muy probable que nuestra reacción emocional sea de tipo depresivo, experimentando tristeza, desánimo, culpa y desgana respecto de nuevos intentos. Panksepp (1991) considera las emociones como ciertos tipos de procesos sincronizadores y/o coordinadores que se producen en el cerebro, activando determinadas tendencias de acción. Así, la ansiedad tendería a propiciar  acciones defensivas -ataque, huída, preparación de medios y apoyos, combatividad-, mientras que depresión facilitaría la desactivación de planes, la autocrítica y el cuestionamiento de nuestras capacidades, la desconfianza en nuestros recursos, el desinterés, el retraimiento, etc.

La ansiedad es una emoción caracterizada por el sentimiento de miedo, temor, aprensión, inseguridad, como consecuencia de que el individuo siente amenazados sus intereses, cuenta con medios insuficientes, tiene dificultades para emitir las conductas adecuadas, desconfía de sus capacidades, se muestra insatisfecho del éxito alcanzado, o tiene problemas para mantener dichos logros.

Cuando  existe proporcionalidad entre los medios-recursos con los que cuenta y reconoce el individuo y las exigencias-condicionantes del medio a los que  ha de hacer frente, la persona tiene la percepción de control sobre los problemas y dificultades, y por extensión sobre su conducta, y sus planes. Cuando no es así, la persona se siente desborda, a merced de las circunstancias. La percepción de falta de control, ya sea sobre el medio interno o externo, activa una disposición del organismo hacia un tipo específico de acciones y actitudes relacionadas con la defensa, la búsqueda de seguridad, la prevención, o el ataque, a través de conductas específicas de afrontamiento de la situación. Si las conductas de afrontamiento son efectivas se restablece de nuevo el control –el antiguo o uno nuevo- y se vuelve a la normalidad, si no, es probable que se multipliquen las dificultades y se incremente progresivamente la ansiedad.

Los propósitos que dan sentido y direccionalidad a las acciones, y los procesos de evaluación que, en el caso de la ansiedad, caracterizan una situación como amenazante respecto de dichos propósitos o metas no siempre son conscientes o no en su totalidad. Algunos procesos son automáticos –movemos la mano de manera refleja si se acerca una  avispa o simplemente un objeto extraño que todavía no hemos identificado- o se han automatizado: conducimos sin tener presente constantemente el destino o los procedimientos a seguir en las operaciones y maniobras que realizamos.

Si recordamos una vez más la definición de ansiedad –alerta del organismo ante situaciones consideradas amenazantes-  se nos plantea la cuestión de cómo el organismo considera una situación como amenazante, es decir, cómo procesa la información  a partir de la cual se ha de generar o no el estado de alerta y  las respuestas que correspondan al caso.

En el procesamiento de información vinculado a la percepción de riesgos participan, coordinadamente, algunas áreas cerebrales responsables de las respuestas emocionales básicas -tálamo, amígdala- y la corteza cerebral. Dicho procesamiento se produce en tres etapas (Beck y Clark,1997):

  •  1ª etapa: Evaluación inicial de la amenaza. Se da un reconocimiento automático e instantáneo de los estímulos y se les clasifica  como amenazantes o no. Este proceso consume pocos recursos atencionales y permite el procesamiento paralelo de otros planes o informaciones.
  • 2ª etapa: Activación primitiva frente a la amenaza. Tras la evidencia inicial de peligro se ponen en marcha las respuestas cognitivas, emocionales, fisiológicas y conductuales características de la ansiedad. Esta segunda etapa, que incluye las respuestas de huida o ponerse a salvo, es también automática, rígida, no racional, y total o parcialmente inconsciente. La persona sólo es consciente de los resultados de esa evaluación primitiva de amenaza; es decir, de los efectos fisiológicos, emocionales y conductuales derivados de ella, y de los pensamientos automáticos que la acompañan. El procesamiento de la información característico de esta etapa consume muchos recursos atencionales. Se produce, además, intolerancia a la incertidumbre, y una sobrevaloración del daño y de la probabilidad de que se produzca.
  •  3ª etapa: Pensamiento reflexivo. La persona puede pensar acerca de sus pensamientos y propósitos, evaluar la exactitud de su valoración inicial de amenaza, y la disponibilidad y la eficacia de sus recursos para afrontarla. Se trata de un procesamiento de la información más complejo, lento, racional y consciente.

El modelo de procesamiento de la información que acabamos de explicar encaja con formulaciones neurobiológicas como la de LeDoux (1999). Según LeDoux, las señales o estímulos fóbicos se procesan inicialmente en el tálamo, desde donde se transmite una información primaria a la amígdala, y de ésta al sistema nervioso autónomo y otros centros nerviosos. Esta transmisión, rapidísima, permite un cambio en la focalización de la atención y una apresurada respuesta de escape o de búsqueda de seguridad -este proceso se correspondería con las etapas 1ª y 2ª antes citadas-. Simultáneamente, la corteza cerebral recibe del tálamo una información más completa, que le permite hacerse una representación más precisa, y consciente del problema -etapa 3ª-. Esa información se transfiere también a la amígdala, desde donde se envía nuevamente al sistema nervioso autónomo y otros centros. El hecho de que la información viaje por una vía más rápida, corta y directa del tálamo a la amígdala, antes de que ésta reciba la información reprocesada por la corteza cerebral, podría permitir que las respuestas emocionales se inicien en la amígdala antes de que la persona sea consciente del estímulo, interno o externo, que le hace reaccionar. Desde la corteza cerebral partirían también informaciones al sistema neuroendocrino, que, a través de las hormonas, participa, a medio plazo sobre todo, en las respuestas del organismo frente a la ansiedad y el estrés.

La información, no obstante, no sólo viaja de arriba-abajo, sino también de abajo-arriba. Esto implica que la activación emocional que se refleja en las vísceras -corazón, pulmón, estomago- y los músculos, puede influir y condicionar la actividad de los procesos cognitivo superiores. Del mismo modo que pensamientos amenazantes pueden activar respuestas autónomas que preparan al organismo para la defensa, la sobreestimulación/sobreactivación periféricas pueden activar el pensamiento tratando de buscar o suponer posibles peligros. Es decir, pensamientos amenazantes llevan al organismo a activarse para defenderse, pero la activación defensiva propia de las etapas uno y dos citadas anteriormente, puede llevar al cerebro consciente a indagar por dónde viene el peligro que está presintiendo. Esto explicaría, también, cómo los síntomas de ansiedad pueden convertirse en fuentes de ansiedad y preocupación.

En lo que se refiere a las estrategias contraproducentes en el afrontamiento de la ansiedad, la mayoría de procedimientos a seguir son concernientes a los procesos característicos de la etapa o nivel de procesamiento tres, dado que los niveles uno y dos son menos accesibles al control directo y voluntario por parte de la persona.

El nivel tres de procesamiento está estrechamente ligado a los procesos cognitivos y operativos del individuo, muchos de ellos conscientes e intencionales, al menos en parte.

Un esquema de interrelación de variables operativas para el estudio de la ansiedad

esquema-variables-ansiedad

El esquema superior representa la interrelación de variables operativas para el estudio de la ansiedad, cuya definición sería la siguiente:

  • Amenaza: Se refiere a aquellos daños, pérdidas, u obstáculos que pueden alterar negativamente los planes, intereses, logros o estado del individuo.
  • Anticipación: Se refiere a un proceso cognitivo de evaluación sobre un acontecimiento que todavía no ha ocurrido, respecto del cual, el individuo calcula posibles riesgos, cómo se producirán o no, y cómo podrían prevenirse o afrontarse.
  • Activación biológica: Sobreactivación y sobreestimulación interna del organismo frente a una situación considerada amenazante.
  • Afrontamiento: Aquellos esfuerzos cognitivos y conductuales que se desarrollan para manejar las demandas específicas, internas o externas, que son evaluadas como amenazantes, excedentes o desbordantes de los recursos del sujeto.
  • Resultados: Son las consecuencias adaptativas o no del afrontamiento, frente a la situación amenazante y que tiene repercusiones en estado-proceso afectivo, efectivo y fisiológico del organismo.

La ansiedad no es asimilable, exclusivamente, a ninguna de estas variables o relación particular entre ellas, sino al conjunto de ellas como sistema.

El afrontamiento efectivo de los riesgos u obstáculos que pudieran amenazar la consecución de los logros pretendidos, o el mantenimiento de los logros ya alcanzados o dados –Status Quo– que desean conservarse, reduce la ansiedad o la desactiva.

El afrontamiento no efectivo intensifica la ansiedad. En la medida en que un proyecto o logro se degrada, y la activación fisiológica y psicológica alcanzan límites de trastorno, la ansiedad compromete, obstaculiza o degrada -amenaza en una palabra- la continuidad de otros planes inicialmente no problematizados, dando lugar así a un proceso de generalización, o reacciones en cadena, que retroalimentan la ansiedad negativamente, en tanto en cuanto el individuo ve sus recursos progresivamente más desbordados y su bienestar reducido o truncado en malestar.

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Fuente: Baeza Villarroel, J.C. (2008). «Higiene y prevención de la ansiedad«. Madrid: Díaz de Santos. Clínica de la Ansiedad, especialistas en Barcelona y Madrid.

Vídeo: Fisiología del estrés. Programa Redes.TV2

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Tratamiento de la ansiedad en Barcelona. Psicólogos y psiquiatras

Clínica de la Ansiedad es un centro de consultas externas especializado en el tratamiento de la ansiedad y problemas relacionados: hipocondría, depresión, procesos de adaptación y cambio, etc.

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Fobias específicas: miedo a volar

TiemposContenidos
00:00-13:20Fobias Específicas: Definición, tipos, tratamiento. Por la psicóloga Verónica Aguilera.
13:21-30:08El Miedo a Volar (aviofobia) a través de la experiencia de dos personas afectadas.
30:09-43:92Programa Volar sin Miedo, de Clínica de la Ansiedad, para superar el miedo a volar.
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Preguntas más frecuentes

¿A qué edad se desarrollan los trastornos de ansiedad en la mayoría de los casos?

Los trastornos de ansiedad pueden aparecer en cualquier momento de la vida. Sin embargo, algunos trastornos de ansiedad suelen aparecer de forma más frecuente en determinadas etapas o períodos:

Fobias específicas: son más frecuentes en la infancia que en la adolescencia o etapa adulta.

  • Ambientales: Suelen aparecer en la infancia, aunque también pueden desarrollarse durante los primeros años de la etapa adulta. Ejemplo de fobias ambientales: miedo a las tormentas.
  • Animales y de sangre-inyecciones-daño: suelen aparecer en la infancia. Ejemplos: miedo a las serpientes, arañas, miedo a la sangre, a las agujas).
  • Situacionales se ha descrito un pico en la segunda infancia y otro en la mitad de la tercera década de la vida. Ejemplos: miedo al avión, a quedarse encerrado/a.

Trastorno de pánico: se observa un pico de incidencia en los últimos años de la adolescencia y otro en la etapa adulta, hacia los 30 años.

Fobia social: suele iniciarse durante la adolescencia.

Trastorno Obsesivo-Compulsivo: aunque puede iniciarse en la infancia, es frecuente su aparición durante la adolescencia o primeros años de la etapa adulta.

Trastorno de estrés postraumático: puede ocurrir en cualquier época de la vida.

Ansiedad generalizada: muchas personas consideran que se preocupan de forma excesiva desde siempre. Más de la mitad de las personas que acuden a tratamiento por este problema lo iniciaron durante la infancia o la adolescencia. Sin embargo, no es infrecuente su aparición después de los 20 años.

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Interacciones contraproducentes

Ansiedad: Soluciones búmeran

Nos referimos aquí a diversas actividades que son momentáneamente reductoras de la ansiedad, por diversas razones, pero que a medio plazo contribuyen a incrementar la ansiedad, o dificultan el establecimiento de procedimientos alternativos más adecuados.

Se trata de comportamientos por otro lado normales, necesarios, y positivos, pero que emitidos abusivamente y como forma básica de controlar la ansiedad, se desvirtúan, se vuelven contraproducentes y se producen de modo compulsivo: hiperactividad (o híper-ocupación); adormecimiento; ingesta o sexo compulsivos; abuso de videojuegos, máquinas tragaperras, ordenador, internet; consultas a videntes, etc.

Hiperactividad o híper-ocupación

Algunas personas con ansiedad tienden a generar un ritmo frenético de actividad en prácticamente todos los ámbitos en los que se ocupan (trabajo, relaciones sociales, ocio). Tienen su agenda llena de compromisos, gestiones, tareas, siempre urgidos por la prisa, e inmersos en medios y contextos demandantes. En el tiempo libre -que en realidad se trata de no tener- se llenan de actividades y obligaciones, a ser posible interactivos, poco mecánicos y que requieran movimientos.

En el fondo, aunque no son plenamente conscientes de ello, se trata de no parar quieto, de no tener la cabeza desocupada, de disponer acción contra pensamiento, de forma que no tengan ocasión de venir a la mente preocupaciones, temores, cuestiones personales no resueltas, que, si aparecieran, generarían angustia en sus diferentes manifestaciones.

En cierto modo, se trata de buscarse urgencias, para no plantearse y afrontar lo importante o inquietante. Son personas que cuando paran se sienten peor, por la razón que acabamos de aducir, y porque las condiciones de estrés a que someten al organismo favorecen, al desactivarse y salir de la situación de sobre-esfuerzo, la aparición de diversos reajustes fisiológicos que ocasionan molestias: dolores de cabeza, aturdimiento, fatiga, molestias digestivas, etc. Algunos especialistas en ansiedad y estrés hablan, al respecto, del enfermo de fin de semana. Algunas personas, frente a este problema, tienden a resolverlo mediante una huida hacia delante, aumentando la actividad y generando progresivamente más condiciones de estrés que, tarde o temprano, llevarán a una situación explosiva, crítica e insostenible.

Adormecimiento

Otra forma de tratar de desconectar y quitarse de encima los pensamientos negativos, anticipaciones amenazantes, ideas intrusivas y desasosegantes, es cambiar el estado de conciencia. A veces se recurre al consumo de substancias para conseguirlo. Pero no vamos a referirnos aquí a esta cuestión, tratada ya en otros documentos de eta web. Nos referimos en este caso, al paso de la conciencia vigil al sueño, fuera de los horarios establecidos para dormir. Algunas personas del grupo citado anteriormente al hablar de la sobre-actividad, recurren también a este procedimiento: o están híper-ocupados o duermen. Otras personas, sin embargo, procuran reducir al máximo las actividades y compromisos de todo tipo, y tienden a adormilarse tumbándose en el sofá o en la cama. Este procedimiento es inducido normalmente por la propia persona de manera voluntaria, disponiendo las condiciones adecuadas para su ocurrencia, sin embargo en algunas casos es un mecanismo automático de defensa. Es característico, a este respecto, el caso de algunos estudiantes a quienes, cuanto más cerca están de los exámenes, más les invade una intensa sensación de sueño, a pesar de haber dormido lo suficiente y ser personas estudiosas, voluntariosas e interesadas en la materia.

Las personas que recurren con frecuencia y regularidad a este procedimiento, acaban por hacer una vida de casi-convalecientes que paraliza más, si cabe, el desarrollo de su vida social, familiar, etc., lo que a la larga genera o agudiza conflictos e insatisfacciones, a la par que intensifica en sentimiento y rol de enfermo.

Videojuegos, tragaperras, ordenadores, internet

Dentro de las actividades que generan efectos evasivos, tienen singular importancia, y son relativamente comunes, el uso abusivo o compulsivo de juegos electrónicos, internet, o máquinas tragaperras. Se trata de actividades absorbentes, interactivas, de respuesta inmediata y rápida, envolventes, con muchos elementos de reclamo sonoros y visuales, capaces de alejarnos de nuestra propia realidad, aislándonos del entorno y de nuestros propios pensamiento.

Consultas a videntes, tarot y otros

La incertidumbre es una de las cosas que puede generar más ansiedad a algunas personas. La incerteza sobre el posible cumplimiento o no de deseos o temores, la impaciencia, las dudas, las desconfianzas, la indecisión, se viven a veces como obsesionantes e insufribles. Algunas personas, acuciadas por esta angustia, tratan de reducirla buscando respuestas, adivinaciones, y conocimiento a través de consultas a videntes, tarotistas y otros profesionales exotéricos. La respuesta obtenida puede aliviar momentáneamente la angustia y detener el alubión de pensamientos que la acompañan. Sin embargo ese efecto es corto, y además, puede generarse una necesidad de recurrir a dicho procedimiento de manera cada vez más frecuente e impulsiva. Más allá de los posibles costes económicos, se produce una falta de confianza cada vez mayor en la propia capacidad de discernimiento y decisión, pérdida de autonomía y mayor dependencia de terceros.

Ingesta compulsiva

La ingesta de comida, por sus efectos vagotónicos, puede producir un alivio momentáneo de los síntomas de ansiedad, angustia e insatisfacción. Algunas personas, para paliar un estado emocional desagradable (estrés, aburrimiento, ansiedad, depresión, ira, y soledad), recurren a la comida. Suele tratarse de episodios de ingesta excesiva de alimentos, que se vive como descontrolada. No suele darse conductas purgativas (vómito, uso de laxantes). Antes y después de estos atracones hay un estado afectivo negativo, donde predomina la ansiedad elevada o el estrés. En estos extremos, la ingesta ya no responde a factores nutriciones y de placer gastrónomico-social. El atracón sirve para relajar este estado de tensión. Pero si se usa habitualmente esta estrategia, la autoestima se ve afectada, aparecen hirientes sentimientos de culpa y el mismo estado que se quiere evitar tiende a empeorar.

Otros

El sexo compulsivo, las compras compulsivas, el ejercicio físico excesivo, podrían ser otras de las conductas que, inicialmente destinadas a combatir los pensamientos importunos y la ansiedad, terminan por repetirse sin control y fuera de su motivación básica y originaria: el sexo ya no responde a necesidades de satisfacción sexual, se compran ropas u objetos que no se utilizarán, etc.

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Fuente: J. Carlos Baeza Villarroel. Clínica de la Ansiedad 2008.

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Errores en la Anticipación

Extralimitación en el cálculo de consecuencias de 2º orden y en la atribución de la significación social del síntoma

Los mecanismos anticipatorios en los trastornos por ansiedad no son únicamente relativos a la eventualidad de hechos o experiencias indeseables, circunscritas a las manifestaciones de la ansiedad como problema de salud o a las situaciones concomitantes que la suscitan (factores, ambos, que llamaríamos de primer orden o primera instancia), sino que se extienden también a la previsión de posibles consecuencias indeseables en otros programas de acción distintos de los originaria y directamente afectados, y/o en la redefinición de la propia identidad o la socialmente otorgada (factores que llamaríamos de segundo orden o segunda instancia).

Tomemos un caso real para diferenciar cada uno de los órdenes o niveles aludidos:

El señor A. M. H., comercial, se ve en la obligación profesional de participar regularmente, con otros comerciales y directivos del área, en reuniones de evaluación donde, como los demás, tiene que presentar y discutir estrategias y resultados.

-1-
A pesar de llevar años en la empresa, experimenta gran ansiedad al hablar en público -desde que un día se quedara bloqueado ante la pregunta de un jefe muy reputado y respetado-, frente a la eventualidad de que su aportación no sea dada por suficientemente buena, lo que, calcula, podría comprometer su futuro profesional. Las manifestaciones somáticas son de tal intensidad que teme sufrir algún colapso o accidente físico interno, incluso perder el control y hacer o decir alguna inconveniencia.

-2-
Trata de controlarse, sin mucho éxito, por lo que infiere que carece de capacidad de auto-control físico y mental, carencia que delata ante sí y ante los demás, su «falta de inteligencia y personalidad», lo que le lleva a considerarse, y creerse considerado, como una persona «insegura y en cierto modo inferior». Estas características le desfavorecen notablemente a la hora de relacionarse con los demás, fuera ya de las reuniones de trabajo, incluso del ámbito laboral, sobre todo porque calcula que será tenido por «poca cosa», y no se le apreciará como persona, por lo menos no hasta el punto de querer tenerle entre los amigos o personas de confianza.

A. M. H., aficionado al deporte, tiene la ilusión y la posibilidad de dirigir un equipo de fútbol de categoría regional, pero desiste ante el temor de que, al no soportar la tensión, el nerviosismo le traicione ante sus pupilos y pierda así la autoridad o, incluso, la imagen de hombre capaz y responsable que tiene ante los directivos.

Hemos dividido el texto en dos bloques que, básicamente, representan a cada uno de los dos procesos anticipatorios a los que nos hemos referido.

En el párrafo -1- , factores de primer orden, las anticipaciones refieren al cálculo de riesgos, tanto físicos como laborales, en el ámbito donde originariamente surge y se desarrolla el problema: las reuniones de trabajo.

En el párrafo -2- , factores de segundo orden, se contemplan las consecuencias de las consecuencias, lo que implica en otros ámbitos la existencia del problema o su afrontamiento insatisfactorio. Estos factores de segundo orden se pueden subdividir a su vez en dos sub-grupos:

  1. los referidos a la significación personal y social de los síntomas de la ansiedad y conductas asociadas al problema
  2. las repercusiones en otros planes de acción del individuo distintos y parcialmente independientes del inicialmente comprometido. No nos estamos refiriendo aquí al fenómeno de la generalización tal como se entiende en las teorías conductistas sobre aprendizaje)

La aparición de factores de segundo orden, requiere de la existencia previa, e irresuelta, de los de primer orden, mientras que estos no necesitan de la existencia de aquellos para producirse, aunque pueden verse repercutidos y magnificados por ellos.

Los síntomas y la conducta son susceptibles de atribución de significación por el propio sujeto o por el medio social. El sujeto puede, incluso, atribuir al medio social una determinada categorización de lo que le acontece. Y puede tener interés en calcularla para saber cómo podría afectarle y considerar ese dato como decisorio respecto a su proceder.

Los síntomas, en fin, pueden hablar o hacer hablar bien o mal de nosotros mismos, dando lugar a su vez al cálculo de muy diversas consecuencias reales o quiméricas. Es el problema de la transcendencia, de lo que se comunica o extiende a otras cosas traspasando los propios límites. El resultado último y profundo de las cosas. Su último sentido, el sentido fundamental, radical.

Este proceso puede llevar a un paciente ansioso a preguntarse -poner en entredicho- su capacidad de control, su racionalidad, autoeficacia, su normalidad; puede llevarle a redefinir su propia identidad, naturaleza y estatus, o a entender que los demás lo harán.

Ninguno de estos pasos está exento de un fuerte componente desestabilizador, amenazante, y por tanto cualquiera de ellos intensifica la ansiedad y sus manifestaciones. La hace más amenazante en sí misma. Hace más amenazante la situación que originariamente la producía la ansiedad al añadirse a ella la situación creada por la trascendencia, multiplicándose, así, el número de cosas que están en juego. Finalmente, la ansiedad la ansiedad sale de su encuadre originario extendiéndose por doquier porque, por ejemplo, ¿dónde puede meterse uno donde la duda sobre la normalidad no le alcance? y siendo ésta substantiva y esencial ¿dónde no se manifestará, poniéndonos, no ya en cuestión, sino hasta en evidencia? Los actos, entonces, tendrán como mínimo un doble objetivo, el expreso y manifiesto, aprehensible a cualquier observador adiestrado (por ejemplo participar en la actividad en curso en una reunión de amigos) y otro encubierto (que no «se nos vea el plumero», es decir, la ansiedad, por si acaso la inseguridad y la anormalidad… y entonces la valoración personal … y entonces …). En rigor no tendríamos que hablar de una acción con dos objetivos, sino de dos acciones paralelas que exigen diferentes campos de atención, evaluación, etc., no siempre compatibles sobre un mismo terreno y reglas de juego.

Los factores de segundo orden consisten, pues, en la significación atribuida o atribuible a la ansiedad y a las implicaciones que dicha significación tiene o pudiera tener sobre los planes de acción y el propio estatus personal y social.

En el cálculo de consecuencias de segundo orden cabe también el abuso de la prevención sobre todo en lo que se refiere a la anticipación de la repercusión diferida en otros planes. La extralimitación relativa al cálculo de la significación social del síntoma y cómo repercute no es infrecuente o anecdótica en los trastornos por ansiedad -ni en otros-, todo lo contrario: en muchos pacientes es fundamental en el sostenimiento y perpetuación de la ansiedad y su afrontamiento tanto en la vertiente cognitiva como en la conductual, sea en combinación con los desencadenantes iniciales o en ausencia de ellos.

Las razones y mecanismos por los que este tipo de afrontamiento espontáneo puede ser contraproducente son básicamente los mismos que los señalados y justificados en el capítulo anterior. Se concretan en:

  1. Sobre-activación fisiológica por anticipación de amenaza, riesgo o perjuicio.
  2. Disminución de auto-eficacia.
  3. Solapamiento de campos atencionales y asociativos.
  4. Generación de indicios y expectativas que se autocumplen.
  5. Generación de tareas incompatibles o irresolubles.
  6. Producción de incertidumbre, como recurso defensivo paralizante.
  7. Generalización de la amenaza.

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Fuente: Baeza Villarroel, J.C. (1994) ISBN: 84-490-0131-5.  Clínica de la Ansiedad.