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Ansiedad: Sesgos atencional e interpretativo

Ante la eventual aparición de un peligro, el organismo reserva prioritariamente gran parte de sus recursos (atencionales, de pensamiento, motores y metabólicos) para la disposición de acciones defensivas, en detrimento de otras acciones que quedan relegadas o asistidas bajo mínimos. Si por ejemplo, pongamos por caso, un recolector acude a comer y hacer acopio de frutos a un determinado paraje, donde, en un momento dado, aparecen señales de la posible presencia de un león en las cercanías, tiene mucho sentido adaptativo para su supervivencia – y por extensión para la de la especie- que su organismo entienda que ha de atender, preocuparse y ocuparse, preferentemente, de que no lo coman a él, antes que de comer, disponiendo las operaciones pertinentes:

  1. Agudizar los sentidos respecto de estímulos relevantes indicadores de la evolución de la amenaza (ruidos, olores, movimientos) – atención selectiva, sesgo atencional-.
  2. Obstaculizar la recepción y procesamiento de otros estímulos no relacionados con la amenaza (textura, color, valor nutritivo). El sistema d alerta considerará una distracción injustificada atender otra cosa que no fuera el posible peligro inminente, o por venir.
  3. Relacionar con la amenaza posibles indicios normalmente neutros, o de procedencia incierta, y susceptible de varias interpretaciones -sesgo interpretativo-, por ejemplo movimientos de juncos.
  4. La recuperación de informaciones almacenadas en la memoria sobre inconvenientes y peligros –sesgos memorístico- , particularmente aquellas asociadas o asociables a la situación y circunstancia.
  5. Prepararse para respuestas de huida, búsqueda de protección y condiciones de seguridad, o evitación del daño. Podría ser incluso que el animal defecase de forma que algunos recursos fisiológicos y metabólicos dispuestos para propiciar los procesos digestivos, se desactiven, quedando disponibles para la eventual respuesta defensiva.

Los llamados sesgos atencional e interpretativo han merecido notable consideración y estudio en los trastornos de ansiedad. También los sesgos de memoria, aunque en menor medida y con resultados más controvertidos. Para una revisión detallada de estas cuestiones puede consultarse Arcos Guijarro y Cano Vindel (1999) . Cabría añadir otros dos sesgos, el falsacional y el finalístico (Baeza, 2008) que formarían parte de los procesos de valoración (appraisal) o revaloración de la información y las respuestas estratégicas a tomar.

El sesgo falsacional se refiere a la inversión de los procesos lógicos y operativos relacionados con la «carga de la prueba»: en situaciones normalizadas, a pesar de la existencia de indicios contradictorios, la carga de la prueba tiende a recaer en demostrar que pasa algo «anormal»; en situaciones de excepción -miedo no asumible- lo que se ha de demostrar es que no pasa nada, es decir, lo temido está en curso mientras no se demuestre lo contrario.

El sesgo finalístico se refiere al establecimiento de objetivos finales de la acción en una determinada situación. Los objetivos condicionan las funciones cognitivas y operativas que han de implementarlos. En una situación normalizada -peligro asumible- el objetivo tiende a establecerse en función de «lo que se quiere que pase». En una situación de excepción -miedo no asumible- el objetivo tiende a establecerse en función de «lo que se quiere que no pase», lo que requiere y determina estrategias operativas y asistencias cognitivas coherentes con dicho objetivo.

En general, los estudios empíricos muestran que aquellas personas con un sistema de alerta más sensible, vinculado a factores predisposicionales de origen biológico o a la ansiedad como rasgo de personalidad, muestran una mayor tendencia a los sesgos antes citados.

Sesgo atencional

En general, ante situaciones de peligro, la atención se dirige selectivamente a señales de peligro relacionadas con la amenaza y su evolución, viéndose obstaculizada la recepción y el procesamiento de otros estímulos no relacionados con la amenaza. La ansiedad, como sistema de alerta considerará una distracción injustificada atender otra cosa que no fuera el posible peligro inminente, o por venir.

En el estudio del sesgo atencional hay dos enfoques. El primero lo relaciona con la vigilancia o expectativa, también llamado sesgo pre-atentivo, en el cual se produce una orientación hacia material de carácter amenazante de probable aparición (Broadbent y Broadbent, 1988). Es decir, el fenómeno básico de sesgo atencional consiste en la atención preferente hacia estímulos indicadores de peligro o amenaza potencial, en comparación con estímulos emocionalmente neutros, particularmente cuando unos y otros se presentan de modo concurrente.

En segundo lugar, el conocido como sesgo de procesamiento del estímulo, en el que la atención se centra en procesar un estímulo presente de carácter negativo (Bradley, Mogg, Falla y Hamilton, 1998). Es decir, ante situaciones de peligro, la atención se dirige selectivamente a señales relacionables con la amenaza y su evolución.

Estas dos formas del sesgo se relacionan con las dos formas de atención propuestas por Posner y Petersen (1990), la atención como un estado de alerta asociada a la detección de un estímulo de probable aparición y la atención orientada al procesamiento de un evento ya presente.

Sesgo interpretativo

El sesgo interpretativo -recordemos, considerar estímulos ambiguos, equívocos, como indicadores de peligro-, se expresa de formas diferentes según el caso: en el trastorno de ansiedad generalizada, es amplio y genérico, referido a múltiples y diversas amenazas; en pacientes afectados por ansiedad de evaluación el sesgo de interpretar negativamente estímulos ambiguos afecta a los relacionados con la valoración o imagen social; en el caso de los hipocondríacos se produce sobre estímulos neutros relacionados con la salud: molestias inespecíficas, dolores de cabeza intrascendentes, etc.

Es más probable que se produzca este sesgo en personas con altos niveles de ansiedad rasgo que se encuentran sometidas a una situación estresante (Mathews y MacLeod, 2002).

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Fuente: J. Carlos Baeza Villarroel. Clínica de la Ansiedad. Psicólogos en Madrid y Barcelona especializados en el tratamiento de la ansiedad.

Video: Sesgos cognitivos Falsacional y Finalístico en Trastornos de Ansiedad. José Carlos Baeza Villarroel. II Jornadas sobre Emociones y Bienestar. Organizadas por la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y Estrés (SEAS) y la Fundación Mutua Madrileña (FMM). Madrid: 1,2, 3 de octubre de 2009. Puede descargarlo en Video grabado y difundido por FMM.

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Ansiedad: sesgo memorístico

El biaix memorístic fa referència a l’activació-recuperació d’informacions guardades en la memòria sobre inconvenients, experiències negatives i perills; particularment, aquells associats o associables a lla situació i circumstància actual.

El biaix memorístic s’ha estudiat, fonamentalment, en relació amb tres tipus de fenomen:

  1. L’establiment d’associacions selectives d’estímuls a partir de l’experiència, per processos d’aprenentatge basades, fonamentalment, en el condicionament clàssic, és a dir, una tendència a associar certs senyals amb conseqüències aversives. Aquestes associacions són molt importants, per exemple, en la constitució de fòbies.
  2. Fa referència al record especial de fets estressants, ansiògens o traumàtics, i com els aspectes aversius es recorden millor que els aspectes no aversius que els acompanyen.
  3. S’estudia si l’estat emocional (tristesa, alegria, ansietat) fa més probable que es recordin experiències congruents amb aquest estat emocional, és a dir, si és més fàcil, o no, que les persones deprimides o amb ansietat recordin altres moments i episodis de la seva vida viscuts amb aquest mateix tipus d’estat emocional. Això sembla ser així per al cas de l’estat d’ànim. No és tan clar per al cas de l’ansietat.

Atès el paper de l’experiència i de l’aprenentatge en l’adaptació de l’individu al medi, i molt particularment davant de situacions de perill, la funció de la memòria i de factors biològics que la determinen, és molt important.

Font: J. Carlos Baeza Villaroel. Clínica de l’Ansietat. Psicòlegs a Madrid i a Barcelona especialitzats en el tractament de l’ansietat.

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Ansiedad: Sesgo falsacional. Inversión de la carga de la prueba

A los procesos de atender y de significar-interpretar sigue un tercero: comprobar la hipótesis o la formulación a falsar.

Permítasenos una breve disquisición que resultará esclarecedora para el proceso que pretendemos explicar. En un estado de derecho, con todas sus garantías, rige la llamada presunción de inocencia, lo que significa que una persona, a pesar de posibles indicios en contra, es considerada como inocente mientras no se demuestre lo contrario. Es decir, la carga de la prueba recae sobre la demostración de culpabilidad. La hipótesis a falsar es la inocencia, que se tomará por cierta mientras no se aporten pruebas contrastadas y suficientes de lo contrario.

Pues bien, aunque la mayoría de nosotros no somos jueces o investigadores profesionales, continuamente manejamos conjeturas –generamos hipótesis-, tratamos de contrastarlas –las sometemos a prueba- y obramos en consecuencia en una determinada dirección.

En circunstancias regulares, en lo referido a nuestra salud, el trabajo, la pareja, impera la presunción de normalidad a pesar de la existencia de algunos problemas en cada una de esas áreas, más o menos excepcionales, que llaman quizás nuestra atención o nos generan algún recelo o desconfianza.

En situaciones normalizadas, que no entrañan riesgos especiales, dónde la probabilidad subjetiva de ocurrencia de peligro es escasa o las consecuencias menores, lo excepcional, lo imprevisto o lo incierto no alteran la presunción de normalidad. Así, por ejemplo, si vamos por a calle y se nos acerca alguien cuyas intenciones no conocemos consideramos, en principio, no obstante, que no pasa nada amenazante mientras no se demuestre lo contrario, y eso aunque nos haya generado cierta inquietud o alerta; quien se acerca no es un delincuente –un ladrón, un terrorista- mientras no se manifieste explícitamente en ese sentido. Otro ejemplo. Si nuestra pareja se retrasa respecto de su hora habitual de llegada a casa -hecho que no deja de llamarnos la atención y generar alguna preocupación- consideramos, a pesar de la extrañeza que esa circunstancia nos pueda producir, que el motivo será intrascendente o poco preocupante, mientras no se demuestre lo contrario. Un último ejemplo. Si un día nos duele la cabeza, ocasionándonos un intenso malestar y condicionando nuestros planes, entendemos no obstante, a pesar de desconocer el motivo, que nuestra salud no se encuentra comprometida, mientras no se demuestre lo contrario.

En situaciones consideradas de excepción, cuando la ansiedad e inseguridad ante un supuesto peligro son muy intensos e inasumibles, se produce, normalmente de manera automática, un cambio en los procesos y métodos de análisis: la inversión de la carga de la prueba, proceso que bajo determinadas condiciones puede tener un claro valor adaptativo frente a peligros graves, traumáticos o de consecuencias irreversibles.

En una situación de guerra, grave conflicto social, violencia y actos de terror es probable que los individuos que se acerquen a personas o lugares especialmente expuestos o sensibles, sean considerados, de entrada, como malhechores, aun cuando no lo parezcan y aunque se desee profundamente que no lo sean. Para que sean considerados inofensivos han de superar una serie de pesquisas, chequeos, interrogatorios, pruebas, contrapruebas, encaminadas a demostrar que no son lo que se les presume. Así procede también la persona celosa ante un retraso de su pareja, o el hipocondríaco ante una molestia física. Es decir, se toma lo temido por cierto, mientras no se demuestre lo contrario.

En todos los casos, la persona que se siente amenazada, solo se sentirá tranquila, tras demostrase la inocencia o inocuidad del transeúnte, del  retraso de la pareja o de la naturaleza de los síntomas. Inocencia caduca y efímera, que queda solo corroborada para esa determinada circunstancia. Si en los próximos días se repite algo parecido, las pesquisas, pruebas y exámenes de hoy no son probatorias de nada: que nuestra pareja no se retrasara ayer para coquetear con su amante, no quiere decir que hoy no se haya vestido para él. Que el dolor de la semana pasada no fuera debido al cáncer, no quiere decir que no lo sea el de hoy, incluso podría ser que, entonces, el médico se hubiera equivocado, el escáner no hubiera funcionado correctamente en ese momento, o la analistas, traspapelara los expedientes. Porque estas cosas pasan ¿o no?.

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Fuente: J. Carlos Baeza Villarroel. Clínica de la Ansiedad, 2008.

Video: Sesgos cognitivos Falsacional y Finalístico en Trastornos de Ansiedad. José Carlos Baeza Villarroel. II Jornadas sobre Emociones y Bienestar. Organizadas por la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y Estrés (SEAS) y la Fundación Mutua Madrileña (FMM). Madrid: 1,2, 3 de octubre de 2009. Puede descargarlo en Video grabado y difundido por FMM.

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Ansiedad: Sesgo finalístico. El objetivo para el que trabajar.

Detectar, interpretar, falsar ¿para qué?. Para conducirse –es imposible no comportarse- de una manera u otra, en una dirección, con un propósito. Al fin y al cabo ése es el problema principal al que nos enfrentamos en cada momento y circunstancia: decidir qué hacer y cómo, y más allá de esto, cómo articular los qués diferentes y cómos entre sí mediante diversos ordenamientos que implican criterios rectores y prioridades.

En términos muy básicos, la dirección  tiene dos sentidos: aproximación y evitación. Evitación de lo temido, aproximación a lo deseado.

Volvamos, por un momento, al ejemplo del recolector que, motivado por su necesidad de nutrirse acude a un paraje entre cuya maleza puede encontrar alimento. La conducta esta persona estará dirigida (orientada) a procurar la satisfacción de su apetencia de la manera más fácil y económica posible: en igualdad de condiciones cogerá los frutos de más fácil acceso, evitando las zarzas. Pero si, en esa tesitura, advierte la posible presencia de un león en las inmediaciones, es muy probable que su conducta se oriente entonces a la prevención y evitación del daño, aunque suponga la demora o el abandono, más o menos provisionales, de sus otros planes. Es decir, las conductas de aproximación hacia lo que le gusta, desea o necesita serán desactivadas o reducidas muy significativamente a favor de las conductas de evitación y búsqueda de seguridad. Dicho de otra manera, ante un conflicto de intereses como el que hemos señalado, el individuo en cuestión se ocupará –y diríamos también que se pre-ocupará- de lo que quiere que no pase, en lugar de ocuparse de lo que quiere que pase. Este proceder tendrá sus lógicas consecuencias no solo en los ya citados sesgos atencional, interpretativo y falsacional, sino también en la meta u objetivo finalístico: más vale no comer, que arriesgarse a ser comido. La evitación del daño, como objetivo, prevalece sobre la consecución de lo apetecible.

Pongamos otro ejemplo, más cercano a los problemas de ansiedad. Vamos a elegir el caso de una persona con elevados miedos sociales. Como se sabe, la ansiedad social se caracteriza por un miedo intenso de llegar a sentirse humillado en situaciones sociales, especialmente, actuar de tal modo que se coloque uno en una situación vergonzosa frente a las demás personas.

Imaginemos que esta persona, Juan, es invitada a participar mañana por la noche en una fiesta de conocidos suyos. Vamos a suponer también que, en un acto de arrojo por su parte, supera las dudas respecto de acudir o no y acepta ir. La evitación de la situación temida es la forma más primaria de regular el miedo. Pero el hecho de que acuda a la fiesta no quiere decir que el control de los peligros no sea su prioridad: probablemente su objetivo sea ir a la fiesta y salir indemne, disponiendo todo lo necesario para que no suceda lo que quiere que no suceda. Este es el objetivo para el que ha de trabajar: lo que quiere que no pase. Con esta prioridad finalística por la que trabajar ¿qué contenido o asistencias ha de darle el cerebro a la conciencia cuando Juan anticipe la situación?. Naturalmente posibles amenazas, posibles materializaciones de lo temido, de forma que esté previamente advertido y disponga las acciones que lo neutralicen o eviten. Preferiblemente, le vendrán a la cabeza posibles desarrollos negativos de las cosas dado que este es el tipo de “asistencia” que puede prestar la cabeza si se la ha prefigurado para que sirva al fin antes mencionado. Su mente le ira trayendo una serie de posibles problemas, para los que tendrá que prever una solución (si la encuentra): qué platos habrá en el menú de la cena…sopa no pedirá, si le temblaran las manos se notaría mucho, pero cómo arreglárselas a la hora de brindar o coger la taza de del café… mejor abrazarlas con toda la mano y bajar un poco la cabeza para beber, … ¿y si aparece el sonrojo o el bloqueo?….

Entremos ya en la fiesta. Si en un momento dado, Juan ve acercare en su dirección, desde lejos a una chica ¿Qué pensamientos o asociaciones ha de servirle la cabeza si el objetivo fundamental para el que trabaja es evitar hacer el ridículo o que el nerviosismo lo delate? Muy probablemente le vendrán pensamientos del tipo: Cuidado, si hablas con ella te sonrojarás, te puedes quedar en blanco, hacer el ridículo, quedar en situación vergonzante con ella y con los demás. Solución: Mirar para otro lado o darse la vuelta distraídamente. La concordancia entre objetivo, pensamiento y acción es impecable. ¿Le ha traicionado a Juan la cabeza?. No. Ha trabajado con exhaustividad y eficacia al servicio del objetivo.

Supongamos ahora que los miedos de Juan son leves o moderados, y que su objetivo en la fiesta (aquello por lo que va a trabajar, no sólo lo que idealmente le gustaría) es encontrar oportunidades de divertirse, conocer alguna chica si hubiera ocasión, hablar con ella, contar algunas anécdotas o chistes…. Esto no es simplemente lo que le gustaría que pasase -las cosas no pasan solas- sino aquello que quiere que pase, la oportunidad que quiere crear o buscar… Si antes de ir piensa en la fiesta, probablemente la cabeza le traerá imágenes de posibles oportunidades o cómo crearlas, cómo arreglarse para estar atractivo, y, ya en la fiesta, si volvemos a la escena anterior –la chica que se acerca- probablemente la vendrán pensamientos del tipo: ahí puede haber una ocasión para salir a su encuentro y hablar con ella aunque me cueste un poco –todo hay que trabajarlo-.

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Fuente: J. Carlos Baeza Villarroel. Clínica de la Ansiedad, 2008.

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Ansiedad: Sesgo anticipatorio

La anticipación es un proceso  cognitivo, imaginario, que prevé las consecuencias de un posible discurrir de las cosas, sobre la base de la experiencia y otras fuentes de conocimiento. Va desde un proceso rápido, intuitivo, automático, hasta un proceso de predicción elaborado y deliberado.

La anticipación prefigura aspectos básicos de la acción y del sujeto en acción, calcula cómo puede ésta desarrollarse en un contexto y circunstancias determinadas y cómo se verían nuestros propósitos favorecidos u obstaculizados.

Se trata pues de un mecanismo básico de adaptación e incluso de supervivencia, sin olvidar el valor motivacional que la anticipación, como expectativa, tiene. En palabras de Bandura  “los pensamientos anticipatorios que no exceden los límites de la realidad tienen un valor funcional porque motivan el desarrollo de competencias y de planes de acción”. La anticipación forma parte de la propia acción como factor regulador e inductor conductual y emocional.

El pensamiento tiene gran capacidad de auto-activación fisiológica de la emoción. La experiencia común nos dice que la imaginación de escenas repugnantes o asquerosas produce nauseas, las eróticas excitación seaxual, o la degustación imaginaria de un manjar salivación y secreción de jugos gástricos. En concreto, las anticipaciones referidas a la ocurrencia de amenazas, daño o perjuicio, generan ansiedad. Estos pensamientos pueden resultar, a veces, tan activadores como los propios acontecimientos reales.

La anticipación previsora, mecanismo universal y básicamente adaptativo, puede, no ya errar el cálculo, hecho normal en una función que es básicamente probabilística, y que puede, además, estar basada sobre datos o creencias falsas, si no también ser disfuncional.

El sesgo anticipatorio

Una de las características de las emociones es que influyen poderosamente en la memoria y otros procesos cognitivos, tanto más cuanto más intensas son. Las emociones no son solo una experiencia afectiva, disponen y motivan a determinadas acciones, activando fisiología y pensamiento en esa dirección. Los llamados sesgos cognitivos son un modo de procesar contenidos mentales de manera consonante con la emoción y su función.

Entre ellos se cuenta el sesgo anticipatorio, que básicamente consiste en ignorar los posibles desarrollos positivos de las cosas o la resolución favorable de los problemas que pudieran surgir, considerando exclusivamente aquello que cumple la doble condición de ser un problema de consecuencias gravísimas, por un lado, y no resolubles por otro.

La anticipación como mecanismo cognitivo tanto se refiere a la consideración, la visión anticipada, de desarrollos positivos de las cosas, como a la contemplación de desarrollos  negativos.

Sin embargo, cuando la ansiedad o el miedo respecto de algunos acontecimientos son altos ¿Nos detenemos en la consideración de los posibles desarrollos positivos o en la disposición de los medios para alcanzarlos?. No. Si ha de ir bien… Por el contrario, sí nos detenemos y contemplamos ámpliamente los posibles desarrollos negativos. Y dentro de éstos  ¿En cuáles?:

  • ¿En lo que sea poco problema, solucionable? No, si es pequeño y ademas se arregla…

  • ¿En lo que sea poco problema, no solucionable? No, si es pequeño, es asumible…

  • ¿En lo que sea mucho problema, solucionable? No, si tiene solución….

Ya solo nos queda una opción a la que ir a parar:

  • Lo que sea mucho problema, no solucionable.

Ahí se centran todos nuestros supuestos, que aparecen además como una conclusión, como un destino. Pero, ¿son las premisas las que nos han llevado a esa conclusión? Ese destino ¿se deriva inexorablemente del análisis concienzudo y objetivo de los hechos y su curso? No. Es el resultado, amañado, de una trampa, que constituye la esencia del llamado sesgo anticipatorio, a saber, construimos la anticipación siguiendo una regla: no entrarán en la máquina de anticipar aquellos términos que no cumplan la doble condición de ser un problema de graves consecuencias, y no resoluble.

A propósito de este modo de proceder, nos decimos que hacemos listas de problemas para estar advertidos, para no vernos sorprendidos, para crear una contra-lista de soluciones que oponer al problema, pero lo cierto es que todo lo que pudiera  ir bien, o ser resoluble, queda fuera de los contenidos de la anticipación. También pensamos que dicha anticipación nos ayudará a reducir la angustia ante lo incierto e impredecible, sin embargo la angustía se incrementa notablemente. La ansiedad es resultado, básicamente, de la interacción de dos variables:

  • Amenaza: la valoración de lo que acontece, cómo nos afecta o podría afectar, qué consecuencias tiene.

  • Recursos: la valoración de los recursos que tenemos para hacer frente o asumir dichos riesgos, qué confianza tenemos en ellos -incluidos nosotros mismos-, qué recursos o apoyos podemos poner a nuestro favor.

La ansiedad resultante depende de la magnitud y el signo de las variables señaladas: Si las consecuencias son muy negativas y generalizadas, por un lado, y los recursos mermados o bloqueados, por otro, la ansiedad tenderá a ser alta. Merced al sesgo interpretativo, hemos puesto la ecuación de la ansiedad en los términos mas desfavorables: amenaza alta (“mucho problema”), recursos bajos,  fallidos o no considerados (“no solucionable”)

Ese mecanismo de filtrado, que excluye la consideración de supuestos favorables o resolubles, es un efecto de la emoción sobre el procesamiento cognitivo que se produce automática e insconscientemente cuando los temores se nos presentan como altos e inasumibles. En ese caso la estrategía operativa no pasa por trabajar fundamentalmente por lo que queremos que pase, si no por lo que queremos que no pase, lo que en última instancia remite a las estrategias primarias de evitación y búsqueda de seguridad.

¿Dónde están las trampas?

  • En considerar solo un tipo de desarrollos.

  • En decirnos que hacemos listas de problemas para tener una contra-listas de soluciones, cuando en realidad lo que hacemos es otra cosa: desentendernos de ellas.

  • En poner la ecuación de la ansiedad en los términos más desfavorables: ignorando o debilitando la variable recursos y magnificando la variable amenaza.

  • En tomar las anticipaciones como representativas de la realidad, y no una proyección del miedo que experimentamos.

Manejando el sesgo anticipatorio

  • Ser conscientes del sesgo para no jugar a su favor

  • Desactivar las trampas.

  • No elegir el momento de hacer las anticipaciones en función del estado emocional -es decir, coincidiendo con los momentos en que estamos emocionalmente peor-.

  • Trabajar fundamentalmente a favor de lo que se quiere que pase, no tanto de lo que se quiere que no pase (re-direccionamiento de objetivos).

  • Tolerar y convivir mejor con la incertidumbre.

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Fuente: Jose Carlos Baeza Villarroel. Doctor en Psicología. Clínica de la Ansiedad. 2020.