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#26201
David Pinazo
Superadministrador

Decía John Wayne, tipo duro donde los haya, que coraje no es no tener miedo, es simplemente volver a subir al caballo después de que éste te haya tirado al suelo. Y a pesar de los tropezones y las caídas somos admirables por el hecho de intentarlo una vez más.

No te creas, hasta los salmones se paran para descansar … aunque sea para coger impulso o afilarse las aletas.

Me viene a la cabeza este cuento, no es mío, pero te lo doy igualmente,

Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún, así que el leñador se propuso hacer un buen papel.

El primer día se presentó al capataz, que le dio un hacha y le asignó una zona del bosque.

El hombre, entusiasmado, salió al bosque a talar.

En un solo día cortó dieciocho árboles.

-Te felicito -le dijo el capataz-. Sigue así.

Animado por las palabras del capataz, el leñador se decidió a mejorar su propio trabajo al día siguiente. Así que esa noche se acostó bien temprano.

A la mañana siguiente, se levantó antes que nadie y se fue al bosque.

A pesar de todo su empeño, no consiguió cortar más de quince árboles.

«Debo estar cansado», pensó. Y decidió acostarse con la puesta de sol.

Al amanecer, se levantó decidido a batir su marca de dieciocho árboles. Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad.

Al día siguiente fueron siete, luego cinco, y el último día estuvo toda la tarde tratando de talar su segundo árbol.

Inquieto por lo que diría el capataz, el leñador fue a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que se estaba esforzando hasta los límites del desfallecimiento.

El capataz le preguntó: «¿Cuándo afilaste tu hacha por última vez?».

-¿Afilar? No he tenido tiempo para afilar: he estado demasiado ocupado talando árboles.

Jorge Bucay.

Un abrazo afilado.