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Ansiedad y otros

Ansiedad y drogas

Numerosos trabajos ponen de manifiesto la importante relación existente entre el uso y el abuso de algunas sustancias y la presencia de problemas de salud mental. Sin embargo, es difícil establecer cuál es el papel específico que juega cada sustancia en el inicio, mantenimiento o empeoramiento del trastorno mental. Esto se debe a varios motivos: en primer lugar, la mayoría de las sustancias suelen consumirse en asociación a otras (por ejemplo, el alcohol y el tabaco, se habla entonces de policonsumo). En segundo lugar, se considera que el comienzo del trastorno mental podría preceder al uso de la sustancia, o simplemente coincidir en el tiempo, en muchas ocasiones. Finalmente, las diferentes patologías, y en especial los problemas de ansiedad y estado de ánimo, suelen ir asociados a otros trastornos (comorbilidad), por lo que es complicado establecer la relación directa entre la sustancia y cada problema en particular.

En este texto se hablará de sustancias como el alcohol y el tabaco, conocidas como drogas legales, y de otras ilegales, como el cannabis, la cocaína, las anfetaminas, las drogas de síntesis, los alucinógenos, los inhalantes y los opiáceos. Se señalará finalmente la relación entre ansiedad y el uso tan extendido en nuestra sociedad de barbitúricos, tranquilizantes e hipnóticos.

Si bien se tratará de forma específica la relación entre cada grupo de sustancias y la psicopatología, en general se puede considerar que esta asociación se puede establecer a dos niveles: el consumo de la sustancia como factor de riesgo de desarrollar un problema psicológico (causa) y como consecuencia de padecerlo (efecto). El consumo regular y prolongado de una sustancia puede conducir a la aparición de diversas patologías. Es el caso de los cuadros psicóticos inducidos por el consumo de cannabis o cocaína, por ejemplo. Por otro lado, el consumo de la mayoría de sustancias que aquí se describen se asocia a contextos lúdico-festivos. Las personas toman esa droga porque quieren divertirse, se sienten más eufóricos, más sociables y desinhibidos. Es posible que algunas personas no sean capaces de disfrutar e interaccionar a nivel social si no consumen alguna sustancia (por ejemplo, el alcohol), o tengan dificultades para afrontar sus problemas cotidianos o exigencias diarias si no es gracias a alguna de ellas (por ejemplo, los tranquilizantes o, en otros casos, la cocaína). En estas situaciones diremos que el consumo de sustancias es un efecto o consecuencia de problemas previos.

Uso, abuso y dependencia de substancias

Se habla de uso de una sustancia cuando su consumo es ocasional y no interfiere en ningún ámbito de la vida de una persona (social, laboral, familiar, etc.). Según la Asociación Psiquiátrica Americana (DSM-IV), se habla de abuso cuando el consumo de una o más sustancias conlleva un deterioro o malestar clínicamente significativos y se observan uno o más de los siguientes síntomas durante un período de 12 meses:

  1. Consumo repetido de la/s sustancia/s, que implica el incumplimiento de obligaciones en el trabajo, la escuela o en casa.
  2. Consumo repetido de la sustancia en situaciones en que es peligroso hacerlo (por ejemplo, conduciendo un vehículo).
  3. Problemas legales relacionados con la sustancia.
  4. Consumo continuado de la sustancia a pesar de los problemas sociales o interpersonales que éste ha causado o exacerbado.

La dependencia se produce como consecuencia de repetidos abusos. Según la APA, el consumo de la/s sustancia/s implica un deterioro o malestar clínicamente significativos y se deben dar uno o más de los siguientes ítems durante un período de 12 meses:

  1. Necesidad de consumir cada vez una cantidad mayor de la sustancia para conseguir los mismos efectos que antes (tolerancia) o bien el efecto de la misma cantidad de sustancia disminuye claramente tras su consumo continuado (habituación).
  2. Abstinencia: la supresión o cese de la toma de la sustancia provoca malestar y una serie de síntomas (específicos en cada droga). En muchos casos, se consume la misma sustancia o una similar para aliviar o evitar dichos síntomas.
  3. La sustancia se toma en mayor cantidad o por un período más largo de lo que inicialmente se pretendía.
  4. Deseo persistente o esfuerzos infructuosos de controlar o dejar de consumir esa sustancia.
  5. Se emplea mucho tiempo en actividades relacionadas con la obtención y/o el consumo de la sustancia o en la recuperación de sus efectos.
  6. Reducción de actividades sociales, laborales o recreativas a pesar de tener conciencia de problemas físicos o psicológicos causados o exacerbados por el consumo de la sustancia.

Tabaco

Cerca del 30% de la población española de 16 o más años es fumadora. En general, fuman más los hombres que las mujeres, si bien entre los más jóvenes esta relación se invierte. Aunque la tendencia general sugiere que el consumo de tabaco está disminuyendo de forma lenta en la población general, se observa un preocupante aumento del número de fumadores en el colectivo de menor edad.

La nicotina es la principal sustancia psicoactiva del tabaco. Esta sustancia tiene un efecto muy importante sobre el sistema nervioso central (SNC) y periférico. Se absorbe rápidamente y llega en pocos segundos al cerebro atravesando la barrera hematoencefálica con facilidad.

Su poder adictivo es muy importante, especialmente debido a estos factores: produce múltiples efectos placenteros (mejora la concentración, el estado de ánimo, disminuye la agresividad, el peso); el efecto de una inhalación de esta sustancia es muy rápido (la nicotina tarda menos de 10 segundos en llegar al cerebro); la ingestión de nicotina se produce muchas veces al día (depende del número de cigarrillos que se consuma) y se asocia a muchas situaciones.

Aunque el tabaco es una droga estimulante, la mayoría de los fumadores fuman para relajarse. De hecho, fumar un cigarrillo calma la ansiedad provocada por su falta en las situaciones asociadas al consumo.

Se considera que el tabaco es una herramienta psicológica que se suele utilizar para reducir el estrés o manejar mejor un estado de ánimo negativo, para afrontar una situación problemática, para controlar el peso, etc. Por otro lado, se trata de una sustancia comúnmente aceptada por la sociedad, potenciada desde los medios de comunicación y con una percepción de riesgo o peligrosidad por parte de la población prácticamente nula.

Se puede hablar de dependencia y de abstinencia de nicotina. Estos síntomas aparecen al cabo de unas pocas horas (2-12 horas) y pueden extenderse un promedio de cuatro semanas o más tiempo. La interrupción o reducción de la cantidad de nicotina puede provocar disforia o estado de ánimo deprimido, insomnio, irritabilidad, frustración o ira, ansiedad, dificultad de concentración, nerviosismo o aumento del apetito y/o el peso, entre otros.

Las consecuencias del consumo continuado de tabaco en la salud lo convierten en uno de los principales problemas de salud pública. Fumar constituye un poderoso factor de riesgo de padecer cáncer (de pulmón, boca, faringe, esófago, etc.), enfermedades cardiovasculares (cardiopatías, enfermedades cerebrovasculares) y respiratorias (bronquitis crónica), así como úlceras, daños en el feto, etc.

El consumo de tabaco se ha visto asociado a diferentes problemas psicológicos: trastornos del estado de ánimo, esquizofrenia, alcoholismo, trastornos de ansiedad y trastorno de déficit de atención con hiperactividad.

De las anteriores relaciones, una de las más estudiadas es la asociación entre tabaco y depresión. El estado de ánimo deprimido es uno de los síntomas más frecuentes del síndrome de abstinencia asociado a esta sustancia. Diversos estudios señalan que algunos fumadores pueden desarrollar una depresión durante la abstinencia de la sustancia si tienen una historia previa de este trastorno. Se considera que la nicotina tiene una función antidepresiva. A nivel biológico, se ha propuesto que la nicotina aliviaría alguno de los síntomas de la depresión porque actúa sobre los sistemas de recompensa del cerebro (sistema dopaminérgico).

Otros estudios han asociado el consumo de tabaco con mayores niveles de estrés y ansiedad. Se considera que muchas de estas personas no afrontan de forma efectiva sus problemas cotidianos, recurriendo al consumo de tabaco para aliviar la ansiedad que éstos producen. De hecho, una de las situaciones relacionadas con la recaída del consumo de tabaco es el afrontamiento de situaciones conflictivas. Otros estudios han asociado el tabaco con una mayor incidencia de ataques de pánico.

Alcohol

El alcohol es sin duda la droga más consumida por la población, en todos los grupos de edad y en ambos sexos. Su uso aparece asociado a contextos lúdicos y festivos y forma parte de los hábitos alimentarios diarios de muchas personas. Según el Observatorio Español sobre Drogas, el 87% de los ciudadanos de 15 a 65 años ha consumido alcohol en alguna ocasión, mientras que el 4.7% lo hace de forma semanal y un 13% diariamente. Los estudios epidemiológicos revisados indican que el consumo de alcohol se ha estabilizado en la población española. Esto ha sido posible gracias a: un aumento del número de abstemios, la estabilización en la edad de inicio del consumo de alcohol y la reducción del porcentaje de bebedores ‘abusivos’ (bebedores de elevadas cantidades y consumo regular). En el colectivo de jóvenes también se observa un descenso de los bebedores habituales y un incremento de los escolares abstemios.
Sin embargo, el consumo de alcohol, especialmente entre los jóvenes, sigue siendo un tema de candente actualidad y de preocupación a nivel de salud pública, dado que su consumo se ha convertido en un componente esencial de las noches de fin de semana, constituye una de las principales causas de los accidentes de tráfico, y tiene consecuencias muy graves a nivel físico, psicológico y social si se utiliza de forma abusiva.

Pese a ello, existe una importante tolerancia social respecto al uso de esta sustancia. Se trata de una droga percibida como poco peligrosa y es frecuente la banalización de su consumo.

El alcohol es un depresor del sistema nervioso central, actúa bloqueando la parte del sistema nervioso responsable de controlar las inhibiciones. La sensación inicial tras su consumo es de euforia, alegría y desinhibición, calma la ansiedad y el dolor. Sin embargo, le sigue un estado de somnolencia con visión borrosa, incoordinación muscular, lentitud de reflejos, vértigo y visión doble, pérdida de equilibrio y lenguaje farfullante.

Efectos del consumo de alcohol

Efectos agudos

  • Físicos: El consumo excesivo de alcohol produce acidez de estómago, vómitos, diarrea, descenso de la temperatura corporal, sed, dolor de cabeza, deshidratación… Si las dosis ingeridas han sido muy elevadas hablamos de una intoxicación etílica aguda (borrachera), que puede implicar depresión respiratoria, coma (coma etílico) y ocasionalmente la muerte.
  • Psicológicos y conductuales: bajo los efectos del alcohol, muchas personas desarrollan una falsa sensación de seguridad en sí mismo. Esta sensación de seguridad, unida a una percepción irreal del riesgo y alteraciones en la coordinación, la visión y el tiempo de reacción se han visto asociadas a la realización de conductas temerarias o de riesgo. El consumo excesivo de alcohol, como se ha indicado anteriormente, se ha relacionado con accidentes de tráfico. También se vincula un consumo elevado de esta sustancia con la realización de conductas sexuales de riesgo, aumento de la agresividad física y, por tanto, de los conflictos interpersonales.

Efectos crónicos

  • Físico: El consumo regular de dosis elevadas de alcohol tiene efectos perjudiciales en múltiples sistemas del organismo. Uno de los órganos más afectado es el hígado, encargado de la metabolización del etanol, principal componente activo del alcohol. Se han descrito alteraciones neurológicas (epilepsia, atrofia cerebral, síndrome de Wernicke-Korsakoff, entre otros), gastrointestinales (cáncer de boca-faringe, de esófago, de estómago, de colon y de hígado, cirrosis, pancreatitis, hepatitis, etc.), cardiovasculares (arritmias, hipertensión, miocarditis), respiratorias (apneas, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, neumonía, tuberculosis, etc.), endocrinas y metabólicas (diabetes, por ejemplo), así como complicaciones en el sistema reproductivo, musculo esquelético, en la sangre y durante el embarazo y el parto.
  • Psicológicos: Se ha descrito tolerancia y dependencia del alcohol. El cese brusco de su consumo prolongado provoca un síndrome de abstinencia que puede cursar con inquietud, nerviosismo y gran ansiedad, calambres musculares, temblores, náuseas, vómitos, irritabilidad, insomnio e incluso crisis epilépticas. El síndrome de abstinencia puede acompañarse del denominado «delirium tremens», que se caracteriza por un estado confusional y aparición de delirios y alucinaciones.
  • Sociales: el abuso o dependencia del alcohol puede comportar problemas a nivel familiar (pérdida de responsabilidad, malos tratos), en las relaciones interpersonales (agresividad, beligerancia) y a nivel laboral (absentismo, inestabilidad). El consumo de alcohol juega un importante papel en la violencia familiar, en los accidentes de tráfico y en los delitos contra la propiedad, alteraciones del orden, etc.

Consumo de alcohol y salud mental

El alcoholismo se asocia a otras patologías, como trastornos afectivos (depresión, manía), trastornos de ansiedad, trastornos de la personalidad (especialmente personalidad antisocial) y esquizofrenia, y al abuso o dependencia de otras sustancias (principalmente cocaína, opiáceos y benzodiacepinas). La asociación o comorbilidad con otros problemas psicológicos empeora el pronóstico del alcoholismo: puede presentar más recaídas, más complicaciones psicosociales y un mayor riesgo de suicidio.

Consumo de alcohol y problemas psicológicos

En general, se considera que la intoxicación o la abstinencia de alcohol podría conducir a la presencia de determinados síntomas o trastornos psiquiátricos. Estos trastornos reciben el nombre de trastornos inducidos por el alcohol según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV, APA, 1995) y podrían ser los siguientes:

  • Delirium: durante la abstinencia aparece un síndrome confusional, alteraciones perceptivas (alucinaciones o ilusiones), interpretaciones delirantes, agitación psicomotriz y alteraciones emocionales.
  • Demencia persistente: cursa con deterioro de la memoria, alteraciones cognitivas (afasia, apraxia o agnosia), alteración de la ejecución y deterioro significativo de la actividad laboral y social.
  • Trastorno amnésico: puede ser transitorio, por intoxicación aguda, o también persistente. En ese caso se conoce como síndrome de Korsakoff.
  • Trastorno psicótico: se pueden dar alucinaciones, trastorno delirante (con delirios de tipo persecutorio o celotípico)
  • Trastorno del estado de ánimo: Se considera que los estados depresivos inducidos tras el consumo prolongado de alcohol pueden ser graves pero transitorios.
  • Trastornos de ansiedad: el consumo prolongado de alcohol podría inducir estos trastornos en personas con cierta vulnerabilidad, ante la presencia de acontecimientos estresantes o por episodios repetidos de abstinencia.

Problemas psicológicos que llevan al consumo de alcohol

Se considera que muchos de los problemas psicológicos que se asocian al alcoholismo son previos al inicio del consumo de alcohol. Los trastornos de ansiedad, de personalidad y la esquizofrenia podrían aparecer antes que los problemas de alcohol. Sin embargo, en muchos casos la depresión podría ser una consecuencia de los problemas de alcoholismo, ya que su inicio suele ser posterior al comienzo del problema y su sintomatología tiende a mejorar tras pocas semanas de abstinencia.

Al margen de la direccionalidad de la relación entre psicopatología y consumo de alcohol, se ha señalado que entre un 23 y un 70% de los pacientes con problemas de alcoholismo presentan también problemas de ansiedad. Por otro lado, del 20 al 45% de los pacientes con trastornos de ansiedad presentan elevados consumos de alcohol. Entre los trastornos de ansiedad que aparecen asociados con mayor frecuencia al alcoholismo se encuentran la agorafobia (con o sin trastorno de pánico), la ansiedad generalizada, la fobia social y las fobias específicas.

Los pacientes con problemas psiquiátricos podrían beber para reducir los síntomas de ansiedad o ‘evadirse’ de sus problemas y para mitigar un estado de ánimo deprimido. En el caso de las personas con fobia social, por ejemplo, el consumo de alcohol y la desinhibición consecuente puede facilitar su comportamiento en situaciones sociales. En el caso de personas con agorafobia o ataques de pánico, el consumo de alcohol puede calmar la ansiedad que experimentan en esas situaciones. Sin embargo, el uso continuado del alcohol puede agravar estados de ánimo negativos y aumentar precisamente esos síntomas de ansiedad que los pacientes pretendían mitigar con su consumo. Las personas que padecen depresión o tienen un bajo estado de ánimo, podrían beber para animarse y reducir la tristeza. Sin embargo, los efectos depresores de la droga actúan de tal forma que tras un período relativamente breve de euforia y alegría sobreviene la sintomatología depresiva de forma acentuada.

El café

El café es muy probablemente la bebida más consumida en los países desarrollados. Su consumo no aparece únicamente asociado a un contexto lúdico: forma parte de los hábitos alimentarios de la gran mayoría de las personas y constituye una buena inyección de energía por la mañana. De hecho, su principal componente, la cafeína, tiene propiedades estimulantes.

La cafeína se encuentra en el café, en el té, en la Coca-Cola, en muchas bebidas gaseosas y en productos derivados del chocolate. También es un ingrediente común en medicamentos que se recetan para contrarrestar la fatiga, tratar la migraña y otros tipos de cefalea. Por su capacidad para estimular la respiración también se recomienda su uso en el tratamiento de la apnea en los recién nacidos. Se trata de una sustancia que atraviesa la barrera hematoencefálica con mucha facilidad. Su efecto dura entre 2 y 6 horas. A dosis bajas o moderadas (por ejemplo entre la mitad de una taza y tres tazas de café instantáneo) proporciona energía, estado de alerta, motivación y concentración. Sin embargo, a dosis elevadas puede provocar inquietud, nerviosismo, excitación, insomnio, diarrea, taquicardia y sudoración, entre otros.

¿Por qué hablamos del café en un texto sobre ansiedad y consumo de sustancias?

En primer lugar, porque la cafeína, su principal componente, es una sustancia con propiedades estimulantes que se considera adictiva. Algunas personas que consumen grandes cantidades de café pueden desarrollar dependencia y presentan tolerancia y quizás abstinencia. No está claro qué cantidad de cafeína es necesaria para hablar de dependencia e incluso para determinar el grado en que su consumo puede provocar efectos perjudiciales. Algunos trabajos consideran que el consumo de café es elevado si es igual o superior a 4 tazas (300-400 mg de cafeína) diarias. En segundo lugar, el consumo elevado de cafeína se ha asociado a problemas de ansiedad y depresión. Por un lado, se considera que el uso prolongado y de cantidades elevadas de esta sustancia puede provocar alteraciones en el estado de ánimo, además de complicaciones físicas a diferentes niveles. Por otro, el consumo de café y de otras bebidas estimulantes está contraindicado en personas que padecen ansiedad, ya que podrían potenciar la aparición de los síntomas.

Efectos perjudiciales del café

Los datos acerca de los efectos perjudiciales o beneficiosos de la cafeína no son concluyentes e incluso en muchos casos resultan contradictorios. Aquí detallamos los más significativos.

El uso prolongado de más de 650 mg diarios de cafeína, equivalentes a ocho o nueve tazas de café al día, puede ocasionar úlceras gástricas, incremento en el nivel del colesterol y alteraciones del sueño. Este tipo de consumo también parece estar relacionado con disfunciones cardíacas (hipertensión arterial y arritmias) y con la aparición de ciertos tipos de cáncer asociados a los alquitranes del café. En consumidores crónicos se han descrito migrañas. También se ha asociado a una mayor prevalencia de artritis reumatoide, si bien los trabajos aparecidos hasta la fecha no son concluyentes.

Algunos estudios han demostrado que un alto nivel de consumo de cafeína por parte de mujeres embarazadas podría estar asociado a una incidencia por encima de lo normal de nacimientos prematuros, bajo peso al nacer y abortos espontáneos. Basado en datos disponibles, el FDA (Food and Drug Administration) recomienda a las mujeres embarazadas que eviten la cafeína durante el embarazo.

Por otro lado, algunos científicos relacionan el exceso de cafeína con la ansiedad, la hipersensibilidad al dolor y la hipoxia (una disminución de la protección frente a posibles decrecimientos de oxígeno de las células del sistema nervioso). Los autores consideran que este efecto podría producirse con consumos de seis o más tazas de café diarias.

Café y salud mental

Algunos trabajos sugieren que tras el cese brusco de consumo de café o de otras bebidas que contienen cafeína una persona puede experimentar un síndrome de abstinencia que puede durar incluso varios días. Los síntomas varían en severidad según la persona, pero generalmente incluyen dolor de cabeza, fatiga, somnolencia, apatía, irritabilidad y nerviosismo. Como se ha comentado, el consumo prolongado de esta sustancia puede provocar tolerancia y dependencia. A largo plazo se ha descrito que el consumo prolongado de dosis elevadas de cafeína puede generar ansiedad y/o depresión.

Por otro lado, se considera que esta sustancia podría agravar trastornos psicológicos presentes. Hay estudios que demuestran que la cafeína aumenta la ansiedad en algunos pacientes que padecen trastorno de pánico. Por otro lado, se considera que puede intensificar los síntomas del síndrome premenstrual, de otros trastornos de ansiedad o del humor e incluso de cuadros psicóticos ya presentes.

Cannabis

El cannabis, conocido también como marihuana (haciendo referencia a las hojas de la planta) o hachís (si se consume su resina) es, después del tabaco y el alcohol, la droga cuyo uso está más extendido en España y en la mayoría de los países occidentales. Así, según los últimos datos disponibles en el Observatorio Español sobre Drogas, casi uno de cada cinco españoles lo ha probado alguna vez. Las tasas de consumo experimental y regular de esta sustancia han ido incrementándose en los últimos años. Su consumo es especialmente elevado entre los más jóvenes, que se inician en él cada vez a edades más tempranas: el promedio se encuentra entre los 14 y 15 años. En un reciente estudio realizado con estudiantes de 14-18 años de Madrid se observó que el 30% habían consumido cannabis en los últimos 30 días.

Cada vez son más numerosos los estudios que consideran que el cannabis es una droga de “acceso” o “puerta de entrada” al consumo de otras drogas ‘más fuertes’, como las anfetaminas, los alucinógenos o la cocaína. Por otro lado, los estudios que examinan la percepción de riesgo o de peligrosidad asociada a esta droga señalan que la mayoría de las personas consideran al cannabis poco peligrosa, y por tanto, con bajos riesgos.

Efectos del cannabis sobre el organismo

La vía de administración más usual y extendida del cannabis es la fumada. Las sustancias psicoactivas del cannabis, los cannabinoides, son absorbidas por los bronquios, pasan a la sangre y atraviesan la barrera hematoencefálica (BHE) muy fácilmente debido a su gran liposolubilidad. Los cannabinoides actúan sobre diversos receptores del SNC. Sus efectos suelen durar de 1 a 4 horas después de su consumo.

Se puede considerar que el efecto de esta sustancia en las personas es principalmente depresor, si bien los efectos agudos más conocidos de esta droga son un estado de euforia y bienestar, aumento de la sociabilidad y desinhibición, aumento de la percepción sensorial, analgesia y relajación. Tras el consumo de un ‘porro’, una persona se siente más animada, relajada y desinhibida. Debido a estos efectos, su consumo se suele asociar a situaciones sociales. Por otro lado, sus propiedades relajantes lo relacionan con estados de ansiedad y de depresión.

Efectos agudos

  • Efectos conductuales y psicológicos: Además de las sensaciones de bienestar y relajación, se produce una alteración de la percepción sensorial, enlentecimiento de los procesos de pensamiento y dificultades de concentración y de memoria. Se origina confusión, las personas suelen tener lagunas y utilizar un lenguaje monótono. La percepción alterada de la velocidad, la distancia y el tamaño de los objetos, unida al enlentecimiento psicomotor que produce la droga, se ha relacionado con dificultades para el manejo de máquinas complejas, por lo que su consumo se asocia a un mayor riesgo de accidentes (de tráfico, laborales).
  • Efectos físicos: A parte de los efectos que produce sobre el SNC, el cannabis tiene efectos perjudiciales sobre el sistema respiratorio (broncodilatación), el sistema cardiovascular (taquicardia y a dosis elevadas bradicardia, sensaciones de vértigo y desmayos, debido a la disminución de la presión sanguínea), el aparato digestivo (puede producir diarrea), produce hipotermia, sequedad de boca, sed y aumenta el apetito.

Efectos crónicos

  • Físicos: problemas en el sistema respiratorio (bronquitis o asma, aumenta el riesgo de padecer cáncer de pulmón), sistema reproductor (disminución de la libido acompañada de alteraciones en la producción de testosterona, estrógenos y de esperma), efectos sobre el sistema cardiovascular similares a los que produce el tabaco, alteraciones en el sistema endocrino, menor actividad del sistema inmunitario y efectos perjudiciales en el desarrollo del feto.
  • Psicológicos: alteraciones en los procesos de atención, memoria y aprendizaje. Puede producir dependencia y su interrupción un síndrome de abstinencia. El consumo prolongado a dosis elevadas puede conducir a un estado de pasividad e indiferencia conocido por síndrome emotivacional. También se asocia a otros síntomas de deterioro social y laboral por la alteración de la atención, la escasa capacidad de juicio, y la disminución de la capacidad de comunicación y de afecto en situaciones interpersonales.

Consumo de cannabis y problemas psicológicos

El uso prolongado de esta sustancia y, en ocasiones, el uso puntual por parte de sujetos con cierta predisposición, puede producir episodios breves de ansiedad, pánico, tristeza o depresión. En otras ocasiones las personas presentan alucinaciones (especialmente visuales) o delirios. Estos síntomas aparecen por períodos breves de tiempo y suelen desaparecer al cabo de pocas horas o pocos días.

El consumo prolongado del cannabis puede producir un síndrome de dependencia, similar al producido por otras drogas, y su interrupción conducir a un síndrome de abstinencia caracterizado por ansiedad, depresión, irritabilidad, alteraciones del sueño y disminución del apetito.

Cannabis y psicosis: el consumo de cannabis puede causar episodios psicóticos agudos sin alteración del nivel de conciencia del sujeto. Estos episodios suelen ser de corta duración, si bien pueden persistir incluso si se interrumpe el consumo de la sustancia. Muchos estudios se plantean la relación entre el consumo elevado y prolongado de cannabis y la aparición de psicosis o trastornos del humor (manía, depresión). Los datos acerca de si el cannabis actúa como inductor de estos trastornos o bien sólo como ‘mero acompañante’ de los mismos no son concluyentes. Por otro lado, se considera que el consumo prolongado de cannabis precipita el inicio de la esquizofrenia en pacientes con predisposición genética y que empeora su curso. Está asociado con un menor efecto del tratamiento y un mayor porcentaje de recaídas (nueva aparición de episodios psicóticos).

Síndrome amotivaciona: El uso crónico de cannabis se ha asociado con un estado caracterizado por apatía y pérdida de motivación, que se acompaña de déficits en el funcionamiento escolar o laboral y cambios en la conducta.

Problemas psicológicos que llevan al consumo de cannabis

Como se ha comentado anteriormente, el efecto inmediato del cannabis es euforizante y relajante. El consumo de esta sustancia se ha asociado a problemas de ansiedad principalmente por sus propiedades depresoras. La desinhibición asociada a esta sustancia permite al sujeto desprenderse de sus miedos y complejos mientras dura su efecto. El enlentecimiento psicomotor y atencional permiten ‘bajar la guardia’ a personas que constantemente se encuentran sobreactivadas e hipervigilantes a cuanto acontece a su alrededor. Sin embargo, la aparición de episodios breves de pánico o ansiedad, o la taquicardia que suele acompañar al consumo pueden hacer desaparecer estos efectos ‘deseables’.

Por otro lado, las personas que presentan un bajo estado de ánimo pueden verse ‘atraídas’ por esta sustancia elicitadora de bienestar, euforia, una sonrisa fácil y un aumento de la sociabilidad. Sin embargo, el consumo continuado de esta droga en personas con depresión puede incrementar las dificultades atencionales, enlentecimiento psicomotor y deterioro laboral y social característicos de este trastorno.

Cocaína

La cocaína es un estimulante del sistema nervioso central que provoca sensación de euforia, bienestar, aumenta la comunicación verbal, la sociabilidad y disminuye la sensación de fatiga o sueño. Se consume principalmente asociada a contextos de ocio y el objetivo principal de quien la toma es la búsqueda de placer y diversión y aumentar la energía. Algunas personas señalan que la cocaína les ayuda a desinhibirse en situaciones sociales, a ser más sociable. Otros relatan que cuando han tomado esta sustancia se sienten más seguros de sí mismos, con una mayor autoestima. Muchos de los consumidores de esta droga la toman como ayuda para escapar de sus problemas. Como dijo Freud, la cocaína es un ‘quitapesares’ capaz de alterar el estado de ánimo.

El consumo de cocaína sigue siendo mucho menor al de otras sustancias como el tabaco, el alcohol o el cannabis. Sin embargo, los datos aportados en los últimos años por el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías sugieren un incremento en la prevalencia del consumo de cocaína tanto experimental como regular. En España, el porcentaje de población general que ha probado esta droga al menos una vez en su vida se sitúa en torno al 3%, aumentando esta tasa al 5% en el colectivo de jóvenes. Si bien la edad de inicio del uso de cocaína ha permanecido relativamente estable, el mayor incremento en su consumo se ha producido en el colectivo de jóvenes de 14 a 16 años.

La cocaína se asocia al consumo de otras sustancias como el alcohol, el tabaco, el cannabis y otros estimulantes. La vía de administración más frecuente es esnifada, aunque algunos también la consumen fumada combinada con tabaco o marihuana, o mezclada con heroína. Un número elevado de consumidores de heroína también utilizan la cocaína por vía intravenosa o pulmonar (crack).

Efectos de la cocaína sobre el organismo

Efectos agudos

  • Efectos conductuales y psicológicos: la administración de cocaína provoca euforia inicial, aumento de la comunicación verbal, inquietud psicomotora, autoconfianza. También puede provocar irritabilidad, impulsividad y agresividad. Por otro lado, se pueden presentar alteraciones sensoperceptivas como alucinaciones visuales o táctiles.
  • Efectos físicos: el consumo agudo de esta droga puede producir taquicardia, alteraciones de la tensión arterial, sudoración, escalofríos, náuseas o vómitos, disminuye la fatiga, el sueño y el apetito. Tiene también efectos anestésicos a nivel local. Suele ser habitual la midriasis (mirada ‘cristalina’) y la sequedad de boca.

Efectos crónicos:

  • Físicos: Además de tener una elevada capacidad adictiva, se trata de una sustancia muy tóxica. Entre las complicaciones orgánicas asociadas a la cocaína destacan las alteraciones cardiovasculares en forma de arritmias, hipertensión, infartos agudos de miocardio o hemorragias cerebrales, las alteraciones neurológicas como las convulsiones, las complicaciones respiratorias y gastrointestinales, y las cefaleas. Pueden aparecer lesiones locales de la mucosa nasal.
  • Psicológicos s: El consumo crónico de cocaína puede producir depresión, crisis de angustia, irritabilidad y agotamiento general, déficits de atención y memoria, compulsividad, alteraciones del deseo sexual e intentos de suicidio. Son muy frecuentes la inhibición y el retraimiento social y la rumiación del pensamiento. Se ha asociado a trastornos psicóticos, como paranoia y esquizofrenia, y al trastorno bipolar. El consumo prolongado de esta sustancia puede derivar en un problema de dependencia, y su interrupción provocar un síndrome de abstinencia.

Consumo de cocaína y problemas psicológicos

El consumo prolongado de cocaína puede conducir a desarrollar tolerancia a la droga y dependencia. Los sujetos con dependencia suelen gastar mucho dinero en un espacio breve de tiempo e implicarse en robos o solicitar anticipos para comprar la droga. Frecuentemente aparecen alteraciones en el funcionamiento a nivel familiar, social o laboral. El síndrome de abstinencia se caracteriza por un estado de ánimo deprimido, apatía, fatiga, pesadillas, insomnio o hipersomnia, aumento del apetito e intranquilidad, acompañados de un deseo irresistible de consumir nuevamente la droga.

El consumo de cocaína se ha asociado a depresión. Aunque puede ser complicado diferenciar si el trastorno afectivo es previo o una consecuencia del uso de la droga, la mayoría de estudios apuntan a que la depresión aparece después de iniciar el consumo de cocaína. Otros trabajos señalan que el consumo de esta droga exacerbaría el estado de ánimo deprimido previo, aumentando la intensidad de los síntomas.

El uso reiterado de esta droga también puede provocar ansiedad. El sujeto puede experimentar intranquilidad (especialmente tras la interrupción del consumo) y crisis de angustia.

Los síntomas psicóticos son muy frecuentes tras el consumo, agudo o crónico, de cocaína. Se han descrito ideas delirantes y alucinaciones auditivas, visuales o táctiles. Por otro lado, entre el 22 y el 31% de los esquizofrénicos consumen cocaína, siendo complicado en la mayoría de los casos discernir si el consumo ha inducido el trastorno o éste es previo.

Problemas psicológicos que llevan al consumo de cocaína

Como se comentaba al principio de esta sección, el uso de cocaína aumenta la comunicación y disminuye la inhibición en situaciones sociales. Es muy probable que personas con ciertas dificultades para establecer relaciones sociales o moverse con comodidad en ambientes de ocio y diversión hagan uso de esta droga para superar sus limitaciones.

Numerosos trabajos han intentado asociar el consumo de cocaína con la presencia de ciertas características de personalidad. Si bien los estudios no son concluyentes, se ha descrito una importante asociación entre problemas por el consumo de esta sustancia e historia previa de otro trastorno psicológico.

Se considera que muchos consumidores de cocaína tienen problemas de estado de ánimo. En estos casos, se utiliza la sustancia para intentar mejorar su sintomatología depresiva. Del mismo modo, muchos usuarios de esta sustancia que no presentan un trastorno del estado de ánimo pueden recurrir a ella cuando se sienten desanimados tras algún acontecimiento negativo (problemas laborales, personales).

Por otro lado, también se ha descrito un mayor consumo de cocaína en pacientes con trastorno bipolar, especialmente durante la fase maníaca, y en personas con trastornos por déficit de atención con hiperactividad (TDAH).

Drodas recreativas

Si bien el término ‘drogas recreativas’ hace alusión a todas aquellas sustancias que principalmente se consumen con fines recreativos o lúdico-festivos, hemos tratado por separado la relación entre ansiedad y drogas más conocidas y utilizadas, como el alcohol, el tabaco, el cannabis o la cocaína, y los derivados anfetamínicos y alucinógenos. En este apartado nos referiremos a la relación entre ansiedad y consumo de éxtasis, anfetaminas y derivados, y alucinógenos. Hablaremos por tanto de drogas de diseño o de síntesis como el MDMA (éxtasis), MDA o ‘píldora del amor’, MDEA o ‘Eva’, del GHB o éxtasis líquido, la ketamina, y del LSD (alucinógeno) o las anfetaminas.

La prevalencia de consumo de estas sustancias, en comparación a la del alcohol o el cannabis, es relativamente baja. De acuerdo con la Encuesta sobre Drogas a la Población General, cerca del 3% ha probado el éxtasis o las pastillas alguna vez en su vida. Sin embargo, este porcentaje ascendió hasta el 5.7% en el 2000 entre la población escolar (14 a 18 años).

Estas sustancias se consideran facilitadoras de la sociabilidad, por lo que se consumen. Principalmente en contextos de ocio y diversión. Como se ha indicado, su consumo está aumentando entre los más jóvenes, se asocia a salidas nocturnas de fin de semana, se suele dar en discotecas, pubs, bares o fiestas, y se relaciona frecuentemente con el consumo de otras sustancias psicoactivas como el alcohol (91.4%), el tabaco (87.3%), el cannabis (93.1%) y la cocaína (53%). El nivel de riesgo percibido ante el consumo de éxtasis y de alucinógenos es bastante elevado, si bien es menor entre los hombres que entre las mujeres y en los jóvenes en comparación con los adultos.

El consumo de drogas de síntesis provoca cambios en la conducta, como euforia, elevación de la autoestima y desinhibición. Disminuye la sensación de hambre y cansancio, puede mejorar la capacidad de concentración e incrementar la actividad física. Alguna de ellas puede provocar efectos alucinógenos breves (en el caso del MDMA estos efectos son nulos). Asimismo, a alguna de estas sustancias se le ha atribuido un efecto afrodisíaco (por ejemplo el MDA o ‘píldora del amor’), aunque los estudios científicos no han confirmado este hecho.

En los últimos años han aumentado los estudios que relacionan el consumo de estas sustancias con problemas psicológicos, alteraciones físicas, accidentes de tráfico y aumento de conductas de riesgo.

Problemas asociados al uso de drogas recreativas

Problemas agudos

  • Físicos: el consumo de anfetaminas y éxtasis produce una sobreestimulación del SN simpático. No es infrecuente observar efectos neurológicos o cardiovasculares como sequedad de boca, sudoración, sofocos (son conocidos los golpes de calor) o una mayor sensibilidad al frío, pupilas dilatadas, visión borrosa y percepción distorsionada de los colores, tensión muscular, entumecimiento, aumento de la frecuencia cardiaca y la presión arterial, agitación o palpitaciones, vómitos o pérdida del apetito y de energía, entre otros. También pueden producirse alteraciones a nivel hepático (ictericia, hepatitis). El consumo de estas sustancias puede provocar complicaciones a nivel cardiovascular, como accidentes cerebrovasculares, edemas cerebrales o convulsiones. Los efectos del LSD son principalmente emocionales y perceptivos, por lo que la aparición de complicaciones físicas es muy poco frecuente.
  • Psicológicos: en algunos casos se ha descrito tras el consumo de anfetaminas y éxtasis presencia de alucinaciones, ansiedad, agresividad, paranoia, verborrea, alteraciones del sueño o de la conciencia y convulsiones. En el caso del LSD pueden aparecer crisis psicóticas o ataques de pánico.
  • Sociales: Si bien es difícil separar los efectos de estas sustancias del de otras drogas sobre la conducción, dado que con frecuencia se consumen simultáneamente, se ha extendido la idea de que conducir bajo sus efectos aumenta el riesgo de tener un accidente de tráfico. Estas sustancias disminuyen la capacidad de concentración, los reflejos y la visibilidad, aumentan el tiempo de reacción y pueden alterar la percepción y valoración del riesgo. También se ha relacionado el uso de estas sustancias con la realización de conductas sexuales sin protección.

Problemas crónicos: drogas recreativas y salud mental

Además de daños a nivel cerebral, el consumo de estas sustancias se ha visto asociado a problemas cognitivos a corto plazo, como déficits en la memoria, la atención y el aprendizaje.

El consumo continuado de estas sustancias puede generar dependencia y síndrome de abstinencia. En el caso de los derivados anfetamínicos, el síndrome de abstinencia puede cursar con estado de ánimo deprimido, fatiga, pesadillas, alteraciones del sueño, aumento del apetito y alteraciones motoras (enlentecimiento o agitación). No se ha descrito el síndrome de abstinencia tras el consumo de alucinógenos ni de fenciclidina (PCP, ketamina).

Entre los trastornos inducidos por estas sustancias, destacan:

  • Trastornos perceptivos : tras el uso prolongado de alucinógenos se ha observado la presencia de alucinaciones y alteraciones perceptivas.
  • Delirium por intoxicación: tras el consumo de alucinógenos, derivados anfetamínicos o fenciclidina. Cursa con alteración de la conciencia y deterioro de funciones cognitivas como la memoria o la percepción, entre otros.
  • Trastornos psicóticos inducidos por consumo de alucinógenos, anfetamina o fenciclidina, que pueden cursar con alucinaciones y/o delirios.
  • Trastornos del estado de ánimo o ansiedad.

La revisión de numerosos casos clínicos sugiere que el uso prolongado de MDMA, quizás una de las drogas recreativas más estudiadas, puede asociarse a trastornos psiquiátricos como psicosis, trastornos de pánico, despersonalización, depresión y flashbacks. La presencia de estos problemas persiste tras el cese del consumo de esta sustancia.

Se considera que el consumo regular de MDMA puede alterar el funcionamiento de un neurotransmisor, la serotonina, implicada en la regulación del humor, la ansiedad, la impulsividad y agresividad, la actividad sexual, la ingesta, el sueño y el dolor, entre otros. El déficit de esta sustancia podría explicar, por tanto, la presencia de estos problemas psicológicos en los consumidores de MDMA.

Sin embargo, el policonsumo asociado al uso de estas drogas hace difícil asegurar que el MDMA sea el precursor o la causa principal de estos trastornos psiquiátricos. Se considera que la predisposición genética a padecer alguno de estos problemas, unida a la presencia de trastornos psicológicos previos, puede incrementar la probabilidad de presentar alguno de estos trastornos tras el uso continuado de MDMA. Por otro lado, la mayoría de estas alteraciones psicológicas se han asociado a un consumo elevado de esta sustancia, pero no son concluyentes los estudios que relacionan MDMA y psicopatología a dosis bajas o moderadas.

Opiácios

Nos referimos a una familia de sustancias derivadas del opio, que se extrae de la adormidera. Los opiáceos más conocidos son el opio, la morfina, la heroína y la metadona. Se trata de sustancias con una potente acción depresora y analgésica sobre el sistema nervioso central. La heroína es, sin duda, el opiáceo más consumido como droga de abuso. En España, se ha observado un decremento importante de su consumo, pasando del 1% en 1995 al 0.5% en 1997. Asimismo, la principal vía de administración sigue siendo la endovenosa, si bien está incrementando el número de consumidores que la toman esnifada o fumada debido al peligro de transmisión del SIDA.

Efectos agudos

Durante un intervalo de 2-3 horas, el sujeto percibe una sensación de intenso placer («flash») y euforia, seguida de apatía y somnolencia. A nivel físico, los efectos inmediatos de la ingestión de heroína son sequedad de boca, disminución del tamaño de la pupila, enlentecimiento de la respiración, estreñimiento y disminución de la temperatura corporal.

En los usuarios de esta sustancia es muy habitual el policonsumo: la mayoría de ellos también usan cocaína, tabaco, cannabis o ansiolíticos, entre otras sustancias.

Efectos a largo plazo

  • Físicos: Las consecuencias a nivel físico dependen del tiempo de consumo de la droga, de la vía de administración y dosis, de los hábitos higiénicos utilizados y del estilo de vida. Se ha observado una gran incidencia en los consumidores de esta sustancia de llagas, procesos infecciosos como hepatitis, neumonías, SIDA, alteraciones de la nutrición (adelgazamiento extremo), estreñimiento severo, problemas cardiovasculares, etc.
  • Psicológicas y sociales: La heroína tiene un elevado poder adictivo, por lo que su consumo puede generar en un período breve de tiempo dependencia y tolerancia. Durante el síndrome de abstinencia de esta droga puede aparecer tristeza, irritabilidad, náuseas o vómitos, dolores musculares, temblores y convulsiones, lagrimeo, dilatación de las pupilas, sudoración, diarrea, bostezos, fiebre e insomnio. Su consumo continuado suele comportar un gran deterioro del funcionamiento de la persona a nivel familiar, social (ruptura de relaciones interpersonales), laboral y económico (desempleo, problemas económicos). En muchos casos, las personas consumidoras de heroína se ven complicadas en el sistema judicial. Debido a todas estas consecuencias, es frecuente que los consumidores de heroína presenten asociados problemas del estado de ánimo. Por otro lado, también se han descrito alteraciones de la memoria y la atención, estados confusionales, delirium y trastornos psicóticos inducidos por el consumo de esta sustancia.

Inhalantes

Hacemos referencia a un numeroso grupo de sustancias químicas como pegamentos, solventes o colas que se administran por vía oral o nasal. Entre ellas se encuentran algunos productos derivados del petróleo como lacas, pinturas, quitamanchas, gasolinas, etc. La prevalencia de consumo de sustancias volátiles es escasa en nuestro país, situándose alrededor del 1% en jóvenes de 14-15 años, y siendo mucho menor en adultos.

Estas sustancias tienen efectos depresores sobre el SNC. Los efectos inmediatos son la exaltación del humor, la euforia y la alegría, la agresividad y la hiperactividad motriz. También pueden aparecer alucinaciones y delirios. Pasados estos efectos iniciales, se experimenta somnolencia, confusión y bradicardia. Si la inhalación continúa se puede alcanzar una intoxicación grave semejante a la embriaguez etílica, con amodorramiento profundo e incluso pérdida de conciencia. A ello se unen síntomas no buscados por el consumidor como náuseas, vómitos, tos, lagrimeo, etc. La mezcla con otras drogas depresoras (tranquilizantes, somníferos, alcohol) incrementa peligrosamente el riesgo de muerte por sobredosis.

A largo plazo, se produce palidez y fatiga permanente, una disminución de la memoria y de la concentración, pérdida del equilibrio, irritabilidad, conducta agresiva, alteraciones hepáticas, renales, pulmonares y cardiacas, neuropatías, etc.

El uso continuado de estas sustancias puede crear dependencia. Muchos inhaladores crónicos presentan un alto grado de ansiedad ante la falta de la sustancia y un fuerte deseo de inhalar, a la vez que tienen que aumentar la dosis para conseguir los mismos efectos que, tiempo atrás, alcanzaban con cantidades inferiores.

Por otro lado, se ha descrito la relación entre el uso regular de inhalantes y trastornos psicóticos agudos, trastornos del estado de ánimo y ataques de pánico. Algunos autores proponen que las personas con un estado de ánimo deprimido podrían consumir estas sustancias para evadirse de sus problemas. La presencia de ataques de pánico tras la intoxicación por estas sustancias podría conducir igualmente a un estado de ánimo depresivo. Así, entre estos tres componentes (trastorno del humor, trastorno de pánico y consumo de inhalantes) se establecería un círculo vicioso en el que la presencia de uno de ellos ‘alimentaría’ la aparición y/o el mantenimiento del otro.

Sedantes, hipnóticos y ansiolíticos

Con este título genérico nos referimos a sustancias químicas que actúan como depresoras del sistema nervioso central. En el mercado hay muchas de ellas y debido a la facilidad con la que se han prescrito desde el ámbito médico, su uso se ha popularizado entre la población. Algunos medicamentos como Trankimazín, Lexatín, Tranxilium, Valium, Orfidal, etc., son fármacos clasificados dentro del grupo de las benzodiacepinas que suelen tomarse para reducir los síntomas de ansiedad y la tensión muscular y tienen efectos relajantes e inductores del sueño.

Las benzodiacepinas, unidas a algunos antidepresivos, constituyen el tratamiento farmacológico de elección para ciertos trastornos de ansiedad, como la agorafobia, el trastorno de ansiedad generalizada o el trastorno de angustia. En dosis normales, estas sustancias mejoran el rendimiento del paciente y provocan somnolencia y relajación. Dosis elevadas provocan náuseas, aturdimiento, confusión, disminución de la coordinación psicomotriz, etc. El efecto de estas sustancias si se utilizan asociadas al alcohol se ve incrementado, hasta el punto que la mezcla de ambos puede conducir a una sobredosis.

El uso de esta medicación se suele recomendar cuando los síntomas de la ansiedad son incontrolables y muy intensos. Sin embargo, tomar estas sustancias no soluciona el problema. Para poder controlar la ansiedad es necesario ‘atacar’ la base del problema, y esto comporta aplicar estrategias para reducirla (por ejemplo cambiar la forma de vida) y reaccionar ante ella de forma diferente.

Estas sustancias tienen la capacidad de desarrollar tolerancia y dependencia. La mayoría de personas que las utilizan durante mucho tiempo señalan que el medicamento ya no es efectivo si lo toman en la misma cantidad. Por este motivo, se recomienda no utilizar esta droga durante un período prolongado y sustituirla poco a poco por estrategias psicológicas como el autocontrol. La retirada brusca de la droga puede resultar peligrosa y provocar un síndrome de abstinencia que se caracteriza por aumento de la ansiedad, insomnio, irritabilidad, náuseas, dolor de cabeza y tensión muscular, temblor y palpitaciones y disforia.

De todas las sustancias aquí reseñadas, las benzodiacepinas son las más utilizadas debido a que presentan menos efectos secundarios que otros psicofármacos. El uso prolongado de barbitúricos, por ejemplo, puede conducir a padecer alteraciones como anemia, hepatitis, depresión, descoordinación motora y entorpecimiento del habla, etc.

En muchos otros casos, el uso de estas sustancias no se inicia con el tratamiento farmacológico de un problema de ansiedad. Algunos jóvenes consumen estos psicofármacos en asociación con otras drogas como el alcohol, la cocaína o las anfetaminas. El patrón inicial de consumo intermitente puede conducir a un consumo más regular que puede provocar un incremento en los problemas interpersonales y/o laborales, irritabilidad o depresión y alteraciones importantes en la memoria. De hecho, en el DSM-IV (APA, 1995) se han descrito los siguientes trastornos inducidos por el uso de estas sustancias: delirium, demencia, trastorno psicótico, trastorno del estado de ánimo y trastorno de ansiedad, entre otros.

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Fuente: Noemí Guillamón . Dibujo: Raúl Ariño. Clínica de la Ansiedad. Psicólogos y psiquiatras. Barcelona, Madrid y online.

Para saber más

APA (1995). Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV). Barcelona: Masson.

Becoña, E. (2004). Guía clínica para ayudar a los fumadores a dejar de fumar. Valencia: Socidrogalcohol.

Becoña, E., Rodríguez, A. y Salazar, I. (Eds.) (1996). Drogodependencias. III Drogas Ilegales Santiago de Compostela: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Santiago de Compostela.

Bobes, J., y Calafat, A. (Eds.). (2000). Monografía Cannabis. Adicciones, 12 (suplemento 2).

Bobes, J., Sáiz, P.A. (Eds.). (2003). Monografía Drogas Recreativas. Adicciones, 15 (suplemento 2).

Escohotado, A. (1995). Aprendiendo de las drogas. Madrid: Alfaguara.

Gual, A. (Ed.) (2002). Monografía Alcohol. Adicciones, 14 (suplemento 1).

Pascual, F., Torres, M. y Calafat, A. (Eds.) (2001). Monografía Cocaína. Adicciones, 13 (suplemento 2).

Plan Nacional Sobre Drogas (2002). Drogas de síntesis: Consecuencias para la salud. Ministerio del Interior.

Snyder, S. H. (1993). Drogas y Cerebro. Barcelona: Prensa Científica.

Sociedad Española de Investigación sobre Cannabinoides (2002). Guía Básica sobre los Cannabinoides. Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas. Ministerio del Interior. Madrid: Universidad Complutense de Madrid.

Direcciones Internet (en castellano)

FAD: Fundación de Ayuda contra la Drogadicción.

www.socidrogalcohol.org.

www.drogasycerebro.com.

Video ilustrativo: Prevención drogodependencias. (UNED-RTVE2)

Otros Videos relacionados

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Obsesiones

Tratamiento psicológico del TOC: Trastorno Obsesivo-Compulsivo

El inicio de cualquier tratamiento requiere

  • Una valoración diagnóstica precisa
  • Un conocimiento exhaustivo de los factores implicados en el origen y desarrollo del problema: antecedentes, factores desencadenasteis, factores predisposicionales, factores de mantenimiento, soluciones intentadas, etc.
  • Un conocimiento suficiente del paciente y sus circunstancias: grado de deterioro de la salud y el bienestar, incapacitación e interferencias en planes de acción o estatus significativos para la persona, recursos personales, atribución de capacidad y eficacia, rasgos destacados de la personalidad y del sistema de valores, estado emocional general, etc.
  • La formulación de un esquema explicativo que identifique las variables más relevantes del caso, las relaciones críticas entre ellas, y el proceso que han ido siguiendo a lo largo del tiempo.
  • El establecimiento de una relación adecuada entre el paciente y el especialista que les permita trabajar juntos de manera eficiente: reconocimiento mutuo, comunicación eficaz, confidencialidad, seguimiento de prescripciones etc.
  • Finalmente, en función de todo lo anterior, el establecimiento de unos objetivos evaluables y unos medios convenientemente ordenados y secuenciados. Estos últimos, los medios y su despliegue, en función de la demanda formulada por el paciente, son los que constituyen el tratamiento propiamente dicho.

La intervención terapéutica conjuga, normalmente, tratamientos específicos, en función del diagnóstico principal, con otros de carácter más general o contextual, en función de las características personales y circunstancias del paciente. Normalmente, las primeras intervenciones van encaminadas a reducir los síntomas de ansiedad y la incapacitación que producen. Posteriormente se analizan y tratan los factores que originan y/o mantienen la ansiedad y otras alteraciones que puedan acompañarla.

Habitualmente, los tratamientos incluyen aspectos relacionados con la recuperación de la salud, si se ha perdido, aspectos relacionados con la prevención , y aspectos relacionados con el desarrollo personal del paciente que de un modo u otro tienen que ver con lo que le pasa.

Normalmente, por lo que a intervenciones psicológicas se refiere, se acude a consulta una vez por semana, al inicio del tratamiento. Cuando el tratamiento está mínimamente encauzado, se espacian las visitas, efectuándose habitualmente a razón de una visita cada 15 días.

Tratamientos específicos del trastorno obsesivo-compulsivo

Los tratamientos que han demostrado una mayor eficacia en el tratamiento específico los trastornos obsesivo-compulsivos (TOC) son los tratamientos farmacológicos y los psicológicos basados en procedimientos cognitivo-conductuales.

He aquí una relación de aquellas técnicas consideradas más efectivas:

  • Información al paciente sobre la naturaleza de la ansiedad y el ánimo en general y del TOC en particular: mecanismos básicos, problemas asociados al cierre de las acciones, relaciones entre pensamiento, emoción y acción.
  • Medicación: Ofrece muy buenos resultados terapéuticos el uso de algunos antidepresivos tricíclicos, especialmente la clomipramina. También los Inhibidores Selectivos de la Recaptación de la Serotonina (ISRS), fluoxetina, fluvoxamina, entre otros.
  • Exposición y prevención de respuesta: el paciente se enfreta deliberadada y voluntariamente, al objeto, pensamiento o situación temida, sea real o imaginariamente, absteniéndose de realizar rituales «tranquilizadores», para facilitar los procesos de extinción y/o habituación de la ansiedad. pensamiento o imágenes obsesivas, con la finalidad de conseguir la extinción de la ansiedad asociada
  • Identificación y neutralización del procedimientos contraproducentes, utilizados por el paciente para regular su problema, pero que, en realidad, contribuyen, no a la solución, sino al mantenimiento del problema. Para más información sobre estos procedimientos puede consultarse el apartado Ir de mal en peor del menú de la izquierda.
  • Técnicas cognitivas: reestructuración de creencias distorsionadas, análisis de las consecuencias catastróficas temidas por el paciente, control pensamientos automáticos, resolución de procesos de duda paralizantes, análisis de los sentimientos de culpa.
  • Técnicas para el control de la atención: inhibición recíproca de campos atencionales, parada del pensamiento, etc,
  • Materiales de autoayuda, como complemento de la terapia.

Estos son algunos de los recursos terapéuticos más conocidos y probados en el tratamiento del trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Se ha de tener en cuenta no obstante, que estos trastornos pueden venir asociados a otros problemas, que requieren también un abordaje, en el contexto de un tratamiento integrado y convenientemente articulado. El tratamiento, en rigor, no lo es del TOC, sino de la persona que lo padece, en relación, naturalmente, con la demanda que efectúa. Los tratamientos suelen desarrollarse individualmente. La duración de los tratamientos oscila normalmente entre seis meses y un año, si bien en algunos casos pueden ser más largos.

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Fuente: Clínica de la Ansiedad. Psicólogos especialistas en el tratamiento de los Trastornos Obsesivo-Compulsivos. Barcelona y Madrid.

Para saber más

Silva, P. y Rachman, S.(1995):Trastorno Obsesivo-Compulsivo. Los hechos. Bilbao: Descleé De Brouwer.

Freeston, M.H y Ladouceur, R. (1997). Análisis y tratamiento de las obsesiones. En V.E. Caballo (Dir.), Manual para el tratamiento cognitivo-conductual de los trastornos psicológicos (Vol. 1, pp. 137-169). Madrid: Siglo XXI.

Marks,I.M.(1991a).Miedos, fobias y rituales: (2)Clínica y tratamientos. Barcelona: Martínez Roca

Vallejo, j. y Berrios,G.E.(1995).Estados obsesivos.Barcelona. Masson S.A.

Echeburúa, E. y de Corral, P. (1995). Técnicas de exposición: Variantes y aplicaciones. En F.J. Labrador, J.A. Cruzado y M. Muñoz (Eds.), Manual de técnicas de modificación y terapia de conducta (pp. 422-456). Madrid: Pirámide

Stahl,S.M.(1998).Psicofarmacología esencial. Barcelona: Ariel.

Directrices Internacionales de Tratamiento para el Trastorno Obsesivo-Compulsivo The Expert Consensus Guideline Series: Guías de actuación propuestas por Comités Internacionales de Expertos. Están pensadas para especialistas, pero incluyen un apartado para pacientes y familiares. En inglés.

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Fobia Social

Tratamiento psicológico de la Fobia Social

Objetivos del tratamiento

Se pretende que el paciente reduzca su inhibición social ( es decir, pueda activar recursos con los que cuenta, pero que bajo determinadas condiciones están inhibidos o bloqueados) y que adquiera recursos, y los ponga en practica, para aumentar los logros y mantenerlos: aprender a establecer metas realistas, corregir errores cognitivos (expectativas, supuestos..), concentrarse en la tarea y no en las propias sensaciones, perder el miedo a los propios síntomas, reducir las conductas de evitación o defensivas, controlar la activación autonómica y somática, reducir la ansiedad social y la interferencia que provoca, y superar las carencias existentes en situaciones sociales.

En algunos casos, la ansiedad social está asociada con otras alteraciones, por lo que se requiriere un análisis previo para decidir qué problemas abordar y en qué orden, habiendo de tratarse en primer lugar o en paralelo el problema de mayor gravedad. La presencia de otros trastornos no impide el tratamiento de fobia social, aunque es probable que requieran una intervención adicional.

Programas

Entre las técnicas psicológicas de tratamiento destacan: la exposición (role playing, en vivo), el entrenamiento en habilidades sociales, la identificación y corrección de procedimientos contraproducentes, la reestructuración cognitiva (replanteamiento, mediante experiencias correctoras y puesta a prueba, de creencias, supuestos, formas de evaluación), la mejora de la autoestima, el entrenamiento autoinstruccional, la relajación, enfatizar al paciente la importancia de concentrarse en la tarea o interacción social (concentrarse en aspectos del ambiente, comportamiento de los otros, etc.) es fundamental para tratar uno de los principales problemas de muchos fóbicos sociales: la excesiva conciencia de sí mismos. Los programas de tratamiento suelen combinar varios procedimientos. Un tratamiento no se reduce a la suma de técnicas y procedimientos, si no a su adecuada articulación e integración en función de cada caso.

No se han establecido aún, con claridad, predictores claros de éxito terapéutico, aunque la reducción del miedo a la evaluación negativa se cita como uno de los que pudiera ser más significativo. Las recaídas parecen más probables cuando este tipo de cogniciones no cambian. También pueden estar asociados con peores resultados del tratamiento, o su abandono, la presencia de depresión, déficit de habilidades sociales, bajas expectativas de mejora, tener fobia social generalizada (en lugar de circunscrita o específica), gravedad en el deterioro producido por el trastorno, presentar trastorno de personalidad por evitación, abuso o dependencia de alcohol y no cumplir con las tareas entre sesiones. Que se obtengan peores resultados del tratamiento no significa necesariamente que no se consiga la misma cantidad de cambio; el nivel de cambio puede ser similar, pero no así el estado final conseguido cuando ya se presenta un mayor deterioro en el pre-tratamiento.

A veces, el programa de tratamiento psicológico puede aplicarse en grupo, en su integridad o parcialmente.

El inicio de cualquier tratamiento requiere:

  • Una valoración diagnóstica precisa
  • Un conocimiento exhaustivo de los factores implicados en el origen y desarrollo del problema: antecedentes, factores desencadenasteis, factores predisposicionales, factores de mantenimiento, soluciones intentadas, etc.
  • Un conocimiento suficiente del paciente y sus circunstancias: grado de deterioro de la salud y el bienestar, incapacitación e interferencias en planes de acción o estatus significativos para la persona, recursos personales, atribución de capacidad y eficacia, rasgos destacados de la personalidad y del sistema de valores, estado emocional general, etc.
  • La formulación de un esquema explicativo que identifique las variables más relevantes del caso, las relaciones críticas entre ellas, y el proceso que han ido siguiendo a lo largo del tiempo.
  • El establecimiento de una relación adecuada entre el paciente y el especialista que les permita trabajar juntos de manera eficiente: reconocimiento mutuo, comunicación eficaz, confidencialidad, seguimiento de prescripciones etc.
  • Finalmente, en función de todo lo anterior, el establecimiento de unos objetivos evaluables y unos medios convenientemente ordenados y secuenciados. Estos últimos, los medios y su despliegue, en función de la demanda formulada por el paciente, son los que constituyen el tratamiento propiamente dicho.

La intervención terapéutica conjuga, normalmente, tratamientos específicos, en función del diagnóstico principal, con otros de carácter más general o contextual, en función de las características personales y circunstancias del paciente. Normalmente, las primeras intervenciones van encaminadas a reducir los síntomas de ansiedad y la incapacitación que producen. Posteriormente se analizan y tratan los factores que originan y/o mantienen la ansiedad y otras alteraciones que puedan acompañarla.

Habitualmente, los tratamientos incluyen aspectos relacionados con la recuperación de la salud, si se ha perdido, aspectos relacionados con la prevención , y aspectos relacionados con el desarrollo personal del paciente que de un modo u otro tienen que ver con lo que le pasa.

Normalmente, al inicio del tratamiento, se acude a consulta una vez por semana. Cuando el tratamiento está mínimamente encauzado, se espacian las visitas, efectuándose habitualmente a razón de una visita cada 15 días.

Tratamientos específicos de la fobia social

Los tratamientos que han demostrado una mayor eficacia en el tratamiento específico de fobia social son los basados en procedimientos cognitivo-conductuales. He aquí una relación de algún de las técnicas más utilizadas:

  • Información al paciente sobre la naturaleza de la ansiedad en general y de la fobia social en particular: explicación de los mecanismos y procesos básicos, relaciones entre pensamiento, emoción y acción.
  • Identificación y neutralización del procedimientos contraproducentes, utilizados por el paciente para regular su problema, pero que, en realidad, contribuyen, no a la solución, sino al mantenimiento del problema. Para más información sobre estos procedimientos puede consultarse el apartado Ir de mal en peor del menú de la izquierda.
  • Exposición y autoexposición a situaciones ansiógenas, ya sea en situaciones simuladas en tratamientos de grupo, o en situaciones reales, convenientemente elegidas y programadas. Reducción de las conductas defensivas y de seguridad.
  • Mejora de la autoestima y el autoconcepto. Establecimiento de metas realistas, refuerzo de los resultados positivos. Revisión de los mecanismos desvaloración y de atribución de eficacia.
  • Regulación de los procesos anticipatorios y las «expectativas autocumplidadas».
  • Reestructuración cognitiva para controlar los pensamientos desadaptativos antes y después de la exposición. Identificar, analizar y cuestionar pensamientos problemáticos a través de ejercicios estructurados.
  • Desarrollo de habilidades sociales, entrenamiento asertivo, y control de la inhibición (recuperación de recursos de los que ya se dispone, pero que están bloqueados o inhibidos).
  • Entrenamiento en la concentración en el desarrollo y seguimiento de la tarea, no de los síntomas (sonrojo, temblor, etc).Control de la atención autoenfocada.
  • Medicación: Los medicamentos más utilizados son los Inhibidores Selectivos de la Recaptación de la Serotonina (ISRS), que han de tomarse por periodos no inferiores a un año para alcanzar un mínimo de estabilidad en los resultados. En ocasiones se recurre a las benzodiacepinas, y más excepcionalmente a los IMAOS. El tratamiento farmacológico se ha de efectuar siempre bajo prescripción y control médico. Se considera, no obstante, que los tratamientos cognitivo-conductuales son la terapia a elegir en primer lugar: son tan efectivos o más que la medicación, se producen menos recaídas y efectos secundarios, y los resultados acabados el tratamiento son más estables. No es infrecuente la combinación de tratamientos psicológicos y farmacológicos.
  • Materiales de autoayuda, como complemento de la terapia, y soporte de las «tareas para casa»

Estos son algunos de los recursos terapéuticos más conocidos y probados en el tratamiento de la fobia social. Se ha de tener en cuenta no obstante, que estos trastornos pueden venir asociados a otros problemas, que requieren también un abordaje, en el contexto de un tratamiento integrado y convenientemente articulado. El tratamiento, en rigor, no lo es de la fobia social, sino de la persona que lo padece, en relación, naturalmente, con la demanda que efectúa

Los tratamientos suelen desarrollarse individualmente, al menos en una primera fase, si bien los tratamientos grupales son particularmente útiles en el abordaje de la fobia social. La duración de los tratamientos oscila normalmente entre seis meses y un año, si bien en algunos casos pueden ser más largos.

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Fuente: Clínica de la Ansiedad. Psicólogos especialistas en el tratamiento de la Fobia Social. Madrid y Barcelona.

Para saber más:

Echeburúa, E. (1995). Evaluación y tratamiento de la fobia social. Barcelona: Martínez Roca

Cervera,S.;Roca,M.y Bobes, J.(1998). Fobia Social. Barcelona:Masson S.A.

Caballo, V. E.(2000). Manual de evaluación y entrenamiento de las habilidades Sociales(1ªedición 1993).Madrid:Siglo XXI

Desberg, P.(1996). Estrategias para Superar la Timidez y el Miedo a los demás. Barcelona: Editorial Integral.

Stahl,S.M.(1998).Psicofarmacología esencial. Barcelona: Ariel.

Video: Tratamiento de la ansiedad

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Fobias Específicas

Curso para superar el miedo a volar en Barcelona: Calendario y precios

El programa de Clínica de la Ansiedad  para superar el miedo a volar consta de dos bloques o módulos:

  • Bloque A: Se realiza individualmente a los largo de seis sesiones. Está relacionado con el conocimiento y desarrollo de procedimientos psicológicos para afrontar y superar el miedo.
  • Bloque B: Se desarrolla en pequeños grupos, en un solo día. Está relacionado con el  conocimiento y la ejercitación en entorno aeronáutico y del vuelo .

En la aplicación del programa participan psicólogos y pilotos, con el apoyo de medios técnicos e instrumentales.

El inicio del módulo individual (bloque A) está abierto permanentemente. Ha de realizarse previamente al inicio de la parte grupal del programa (bloque B: información aeronáutica básica y ejercicios en simulador).  Las fechas abajo indicadas son, pues, las previstas para el desarrollo del bloque B del programa para superar el miedo a volar.

Calendario para el desarrollo de los próximos cursos

DíaMes Año
1Abril2017
20Mayo2017
17Junio2017
15Julio2017

Precio del  Curso : 460 euros.

Información e incripciones: en volarsinmiedo o en el teléfono de Clínica de la Ansiedad 93 226 14 12.

Video Ilustrativo: Programa emitido el 21-4-15 por el Canal 24h, de RTVE, sobre diversas fobias y su tratamiento. Las imágenes de los minutos 10,40 al 15,50 corresponden al programa Conducir Sin Miedo; y las imágenes de los minutos 19,20 al 22,18 al programa Volar Sin Miedo, ambos organizados por Clínica de la Ansiedad para superar dichos miedos

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Crisis de pánico y agorafobia

Agorafobia: Diagnóstico Diferencial

El diagnóstico diferencial sirve para hacer una correcta valoración de una enfermedad con respecto a otras parecidas, con las que pudiera confundirse o solaparse. Es una valoración clínica que corresponde exclusivamente a los especialistas, en ningún caso a los pacientes. En muchos casos requiere de pruebas y exploraciones complementarias que han de solicitarse a los servicios médicos pertinentes en cada caso

La Agorafobia, es un trastorno con entidad propia, que ha de distinguirse de:

  • Trastorno de angustia con agorafobia: hay crisis de angustia inesperadas y repetidas que preceden a la agorafobia. En la agorafobia sin historia de trastorno de angustia se tienen algunos síntomas que se pueden dar en los ataques de pánico, pero no las crisis de angustia completas -ya que nunca se han dado-.
  • Fobia social: también hay evitación, pero de actuaciones públicas -ej. dar una conferencia o impartir una clase- por miedo a la opinión de los demás.
  • Fobia específica: se temen y evitan situaciones u objetos más específicos que en la agorafobia -ej. arañas, alturas, ascensores, perros-. La evitación, al menos al comienzo, no se relaciona con preocupaciones por escapar en caso de que se den síntomas parecidos a la angustia. Además tanto el miedo como la evitación no se reducen con la compañía de personas conocidas.
  • Trastorno de ansiedad por separación: se inicia en la infancia, el niño evita separarse de su hogar o de las personas significativas de su entorno.
  • Trastorno obsesivo compulsivo: puede haber como en la agorafobia una reducción de la movilidad, pero provocada por la prevención de la aparición de un pensamiento obsesivo -ej. no salir de casa por miedo a contaminarse- o de un ritual -ej. lavarse todo el cuerpo cada vez que uno cree que se ha “contaminado”-.
  • Trastorno por estrés postraumático: se evitan situaciones que han provocado un elevado estrés -ej. callejones oscuros y solitarios tras una violación, o salir de casa tras haber sido agredido cruelmente-.
  • Trastorno depresvo mayor: también puede haber una restricción en las salidas del hogar, pero debida más a falta de ganas e incapacidad de experimentar placer, o, incluso, a preocupación por llorar en público.
  • Trastorno delirante: el encierro esta motivado por preocupaciones delirantes -ej. la persona esta temerosa porque cree que esta siendo perseguida-.
  • Evitación por preocupaciones realistas ante una enfermedad médica: sería el caso de la evitación por las diarreas súbitas e impredecibles en la Enfermedad de Crohn o por los desmayos en Isquemias Transitorias.

Referencias para saber más

First,M; Frances, A.; Pincus H.A. (1999). DSM-IV: Manual de diagnóstico diferencial. Barcelona. Ed. Masson.

First,M; Frances, A.; Pincus H.A. (2002). DSM-IV: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona. Ed. Masson.

Radio3W.com: «Fobias con Rosa León«. Psicóloga Especialista en Psicología Clínica, del equipo de Clínica de la Ansiedad.

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Introducción

Ansiedad, educación y aprendizaje

¿Por qué una persona tiene un trastorno de ansiedad? ¿Cuáles son sus causas? ¿Qué factores están implicados en la adquisición y el mantenimiento de los trastornos de ansiedad?

La etiología de los trastornos de ansiedad es compleja y a menudo poco conocida. Como ocurre en otros trastornos, no existe una única causa o factor implicado en su génesis y mantenimiento. En los trastornos de ansiedad interactúan factores biológicos o constitucionales y factores ambientales. Entre los primeros se encuentran los factores genéticos, biológicos (alteraciones en la anatomía cerebral, en los neurotransmisores, etc.) o constitucionales, como el temperamento. El temperamento sería ‘el conjunto de pautas reactivas emocionales y autorreguladoras de origen en buena parte innato que se mantienen constantes a lo largo del desarrollo’ (Echeburúa, 1993). Dicho de otra forma, el temperamento sería la parte innata de la personalidad. Estos factores predisponen al individuo a padecer trastornos de ansiedad. Estos factores biológicos y constitucionales interactúan con otros ambientales dando lugar a un trastorno de ansiedad. Entre estos factores ambientales destacan los acontecimientos vitales o situaciones traumáticas, el estilo educativo de los padres, y, en general, los procesos de socialización del niño-adolescente-adulto en los diferentes ámbitos de su vida: familia, escuela, amigos, trabajo, etc.

El papel y el peso de cada uno de estos factores dependerá de cada persona y de cada trastorno de ansiedad. Así, por ejemplo, un joven puede desarrollar un miedo intenso a los perros (o fobia a los animales) tras la mordedura de uno de éstos (situación traumática). Su aversión a los perros puede ser mayor si ha visto en otras personas, por ejemplo en su familia, comportamientos de rechazo o miedo relacionados con los perros, o si este joven es bastante ansioso desde pequeño y lo manifiesta en diferentes ámbitos de su vida (tiene cierta predisposición a la ansiedad). En otros trastornos, por ejemplo en el Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC), puede jugar un papel importante la herencia o carga genética del trastorno. Es frecuente que una persona que padezca TOC tenga antecedentes familiares de este trastorno o de otros trastornos emocionales. Sin embargo, en este caso la genética no se lleva todo el protagonismo. La gravedad de este problema también depende del grado en que la familia o las personas cercanas al que lo padece participan en sus rituales y le ayudan de algún modo a mantenerlos. En la fobia a los animales los factores ambientales pueden jugar un papel principal; en el TOC es probable que el inicio del problema se asocie a factores genéticos y biológicos y que su mantenimiento se explique por factores ambientales.

En este trabajo nos centraremos en los factores ambientales que pueden estar implicados en el inicio y el mantenimiento de los trastornos de ansiedad. Las situaciones traumáticas o acontecimientos vitales (accidentes, lesiones, incendios, inundaciones, separaciones, muertes, etc.) pueden precipitar la aparición de un trastorno de ansiedad. Por ejemplo, muchas fobias específicas se suelen iniciar tras la vivencia de un suceso traumático relacionado con el objeto fóbico: miedo a los ascensores tras quedarse encerrado en uno de ellos, miedo a ir en coche o a conducir tras sufrir un accidente al volante, etc.

En otros casos, puede jugar un papel importante la forma en que los padres educan a sus hijos. Por ejemplo, la sobreprotección de las madres puede ser clave en el trastorno de ansiedad de separación. En esta situación, las madres limitan el grado de autonomía y de socialización del niño porque les preocupa de forma excesiva que éste tenga un accidente o sufra algún daño. Así, por ejemplo, prefieren que los amigos de su hijo jueguen en casa antes que el niño vaya a la de sus colegas, no quieren que los niños jueguen en la calle, no fomentan la relación con otros niños impidiendo que vayan de colonias, o se muestran muy restrictivos en los horarios de llegada a casa.

Por otro lado, la forma en que las personas importantes para el niño (familiares, amigos, profesores) se comportan y las experiencias que éste tiene a lo largo de la vida también

pueden influir en los trastornos de ansiedad. Un niño tímido con unos padres tímidos y muy poco contacto social (poca o nula relación con vecinos, familiares y amigos, trabajos rutinarios e individuales, etc.) es probable que aprenda que ésta es la forma adecuada de comportarse. Si este niño a lo largo de su vida no tiene experiencias que le enseñen que hay otros modos de relación o no se encuentra en situaciones que le ‘obligan’ a adquirir nuevas habilidades, difícilmente superará su timidez.

¿Por qué una situación traumática, el estilo educativo de los padres, o la familia, la escuela y los amigos pueden influir en los trastornos de ansiedad? Es decir, ¿cuáles son los mecanismos o modelos etiológicos que explican esta relación?

Se considera que estos factores ambientales influyen en la adquisición y mantenimiento de los trastornos de ansiedad a través del aprendizaje. Los principales modelos etiológicos o mecanismos de aprendizaje implicados son el condicionamiento clásico, el condicionamiento operante o instrumental y el aprendizaje vicario u observacional.

Condicionamiento Clásico

Es un tipo de aprendizaje asociativo en el que un estímulo aparentemente neutro acaba suscitando la misma respuesta o similar que otro estímulo cuando aparecen asociados. Imaginemos que un perro muerde a un joven. La reacción de éste será probablemente de dolor y de miedo. Se dice que esta respuesta (dolor y miedo ante la mordedura de un perro) está incondicionada o es automática. Si este joven días más tarde se encuentra con otro perro es posible que sienta malestar y que muestre hacia él recelo y temor. Se dice que este estímulo aparentemente neutro (el nuevo perro) ha desencadenado una respuesta condicionada (temor). Este joven ha aprendido a reaccionar de esta forma cuando se encuentra ante estímulos asociados a la situación de la mordedura.

Una parte importante de las fobias específicas se pueden explicar por el condicionamiento clásico. Sin embargo, en muchos casos no existe un acontecimiento traumático que preceda la aparición de la fobia. Muchas personas, siguiendo el ejemplo del miedo a los perros, tienen fobia hacia este tipo de animales y en cambio nunca han sido mordidos o atacados por uno de ellos. No es infrecuente el miedo a volar. Las personas que tienen este miedo evitan coger un avión porque les preocupa tener un accidente y morir en él o la posibilidad de perder el control, padecer un ataque al corazón o sentir mucho malestar físico durante el vuelo. En algunos casos la experiencia de un vuelo lleno de turbulencias, o de algún otro suceso relacionado con el avión puede desencadenar este miedo. En otros no aparece ningún acontecimiento asociado que explique este temor a volar. Algunos autores señalan que hay otros factores, a parte de los sucesos traumáticos, que pueden explicar la adquisición de las fobias. Por ejemplo, en muchos casos las fobias comienzan tras un suceso vital doloroso (muerte de un ser querido, divorcio, una enfermedad, etc.) que no está relacionado con el tipo de fobia que experimenta la persona. Otros autores sugieren que las personas con un nivel general de activación elevado son más propensas a desarrollar fobias que las que poseen niveles más bajos. Es decir, las personas con cierta predisposición general a la ansiedad pueden tener más problemas de este tipo que las que no tienen esta ansiedad ‘de base’. Asimismo, el modo en que interpretamos las situaciones puede ser un factor mediador importante en el desarrollo de las fobias.

Los principios del condicionamiento clásico se han aplicado en el tratamiento psicológico de algunos trastornos de ansiedad. El objetivo principal de estas técnicas es romper la asociación existente entre el estímulo condicionado (por ejemplo todos los perros del mundo) y su respuesta condicionada (temor), sin presentar el estímulo incondicionado (el perro que muerde). Veamos con mayor detalle esta estrategia: si una persona tiene miedo a los perros porque uno de ellos le mordió, el tratamiento psicológico de elección será exponer a esta persona al contacto con los perros, para que compruebe que no hay peligro y su respuesta de temor y evitación desaparezca. Este proceso se puede llevar a cabo de varias maneras: se puede pedir al cliente que permanezca en una habitación con un perro durante un período de tiempo largo hasta que note que su ansiedad ha disminuido. Esta técnica recibe el nombre de inundación. En muchos casos este proceso se realiza pidiendo al cliente en primer lugar que imagine esta situación (inundación imaginada). En una segunda fase se expone in vivo al cliente al objeto fóbico (inundación in vivo). En algunas situaciones es poco recomendable o simplemente no es posible exponer in vivo a la persona a los estímulos que le elicitan miedo. Es el caso de los miedos a algunos animales (serpientes) o algunas situaciones naturales (tormentas, truenos…). En estos casos la exposición en imaginación es el tratamiento de elección.

La desensibilización sistemática es un técnica muy utilizada en el tratamiento de los trastornos de ansiedad. En estos casos se persigue que los estímulos que provocan las reacciones de miedo queden condicionados a respuestas incompatibles con el mismo, como la respuesta de relajación. Esta técnica tiene dos componentes: aprender a relajarse y exponerse de forma gradual a diferentes situaciones relacionadas con la situación fóbica. El cliente aprende primero a relajarse. A continuación debe establecer una jerarquía de diferentes situaciones temidas y ordenarla en función del grado de ansiedad que le genera cada una de ellas. El cliente comenzará por enfrentarse a la situación que le provoca menos ansiedad. En ella practicará la técnica de relajación. Una vez disminuida la ansiedad que experimenta en esa situación podrá enfrentarse a la siguiente, y así de forma sucesiva hasta completar la lista. En el miedo a volar, por ejemplo, el cliente realiza una lista de las situaciones relacionadas que le producen ansiedad. Una posible lista sería: preparar las maletas, ir en coche hasta el aeropuerto, facturar el equipaje, despedirse de sus familiares, embarcar, el avión se dispone a despegar, etc. El cliente debería exponerse a cada una de estas situaciones en imaginación o in vivo aplicando las técnicas de relajación que ha aprendido.

Condicionamiento operante o instrumental

Mediante este tipo de aprendizaje asociativo se puede explicar cómo se adquiere y, sobre todo, se mantiene la conducta. Sus principios básicos son los siguientes: si la realización de una conducta va seguida de una consecuencia positiva (una recompensa o refuerzo positivo) o bien de la desaparición o evitación de una consecuencia negativa (refuerzo negativo) aumentará la probabilidad de que esa persona repita la conducta. Si, en cambio, tras la realización de esa conducta la consecuencia es negativa (un castigo) es probable que esa conducta no se realice de nuevo. Finalmente, si la ejecución de una respuesta no tiene consecuencia dicha conducta dejará de realizarse (extinción).

Veamos varios ejemplos. Si un niño recoge la mesa y la madre lo elogia y felicita por ello es probable que el niño realice esta tarea de nuevo. Del mismo modo, si un niño llora porque quiere un juguete y los padres se lo compran, esta conducta (llanto) queda reforzada de forma positiva porque tiene una recompensa (un juguete). Por este motivo, el niño llorará en un futuro cada vez que quiera conseguir algo. Si, en cambio, cada vez que el niño pega a su hermano pequeño los padres lo castigan sin ver la TV o sin tocar el ordenador, el niño dejará de hacerlo, dado que ha aprendido que esa conducta (pegar al hermano) va seguida de consecuencias negativas (no ver la TV o no tocar el ordenador). Si, finalmente, los padres no prestan atención al niño cuando se porta mal, el niño dejará de portarse así (extinción), porque verá que su comportamiento no va seguido de ninguna consecuencia (que los padres le presten atención).

Los principios del condicionamiento operante están implicados en la adquisición y el mantenimiento de algunos trastornos de ansiedad. La fobia a los perros, por ejemplo, se mantiene a lo largo del tiempo porque la persona no se enfrenta a ellos, los evita. La evitación del estímulo fóbico (perro) es un refuerzo negativo, dado que si no ve o no está cerca del animal no experimentará ansiedad o temor (consecuencia negativa). La evitación de las situaciones que provocan ansiedad constituye un potente refuerzo negativo que mantiene el trastorno. Imaginemos una persona que padece agorafobia. Esta persona tiene miedo a perder el control si sale fuera de casa y se encuentra en lugares con mucha gente o donde escapar puede ser difícil (o embarazoso). Por este motivo evita ir al cine, a unos grandes almacenes, a conciertos, a supermercados, a ir en metro, etc. La negativa a estar en esas situaciones reduce la posibilidad de que la persona experimente ansiedad. Para esta persona su conducta de evitación es algo positivo (no siente ansiedad), por eso la realiza. En el TOC, realizar la compulsión (por ejemplo, lavarse las manos) reduce o elimina la posibilidad de que la persona adquiera una enfermedad (obsesión). La ejecución de la conducta compulsiva reduce la ansiedad asociada al temor de una posible enfermedad o contagio. Desde este punto de vista, la obsesión se mantiene porque la compulsión actúa como un reforzador negativo. En ambos casos, sin embargo, la persona no comprueba la validez o no de sus temores (¿perderá el control si sale de casa?, ¿se contagiará de una enfermedad si no se lava las manos?) porque no se enfrenta a las situaciones que le producen ansiedad.

La reacción de ansiedad puede ser directamente reforzada por otras personas. Tras una respuesta de miedo la madre puede coger al niño en brazos, acariciarlo o, simplemente, prestarle más atención. Este exceso de atención es una forma de recompensa para el niño y puede mantener la aparición de la respuesta de ansiedad. Otro ejemplo: muchas personas con ansiedad generalizada necesitan constantemente que alguien cercano les refuerce, tranquilice y confirme que su actuación es la adecuada, que aquello que temen no va a suceder, etc. Esta excesiva atención a sus dudas y preocupaciones (refuerzo positivo) las alimenta y las mantiene inalterables.

Estos principios de aprendizaje se han aplicado en el tratamiento de los trastornos de ansiedad. Un importante componente en muchos de estos trastornos es la evitación del objeto o situación que provoca la ansiedad, manteniendo así el problema. Por ejemplo, en la fobia a los animales se evita entrar en contacto con ellos, en el miedo a volar no se coge un avión, en la agorafobia se evita acudir a ciertos lugares, en el TOC se evita tocar determinados objetos y, si esto no es posible, se realiza la compulsión de lavado, etc. Por este motivo, el tratamiento de estos trastornos tiene por objetivo romper con este reforzamiento negativo del miedo. Para ello, el cliente debe exponerse a estas situaciones que le producen ansiedad en vez de evitarlas. Esto se puede realizar de forma gradual, mediante aproximaciones sucesivas, o de forma brusca. Se puede considerar que la exposición integra elementos del condicionamiento clásico (habituarse a la ansiedad ante el estímulo fóbico) y del operante (eliminar las conductas de evitación). En el caso del TOC, la técnica psicológica de elección se denomina exposición con prevención de respuesta. En ella el cliente se debe exponer al estímulo fóbico (por ejemplo, tocar un billete con las manos) pero no puede realizar la compulsión (en este caso, lavarse las manos).

Cualquier tratamiento de un trastorno de ansiedad implica reforzar de forma positiva (elogios, pequeños premios o fichas en el caso de los niños, etc.) las conductas de aproximación a la situación u objeto que genera ansiedad. La práctica reforzada es una técnica psicológica para el tratamiento de algunos trastornos de ansiedad en niños y adolescentes. Al niño se le dan instrucciones precisas acerca de lo que debe hacer. El niño ensaya de forma gradual y repetida la conducta de aproximación al objeto fóbico.

Cada pequeño avance es reforzado por el terapeuta, los padres y/o los profesores. Esta técnica se ha aplicado en el tratamiento de la fobia escolar y de la fobia social. En la fobia escolar, por ejemplo, el niño acude a la escuela y permanece en el aula durante períodos progresivamente más prolongados. Al niño se le refuerza constantemente por ello. A este refuerzo positivo, se le suma la nula atención que los padres y maestros deben prestar a las quejas del niño (extinción).

Aprendizaje vicario u observacional

Se trata de un aprendizaje complejo que implica adquirir nuevos comportamientos o modificar otros a partir de la observación de la conducta de los demás. Como se comentaba anteriormente, no todas las personas que experimentan una fobia han sufrido un acontecimiento o suceso traumático previo. En muchos otros casos, estas personas han podido observar las experiencias traumáticas que han vivido otros (por ejemplo, observar cómo al vecino le muerde un perro, ser testigo televisivo de un accidente de avión) o simplemente actuar del mismo modo que sus familiares u otras personas cercanas (evitar entrar en contacto con un perro porque sus padres se apartan cada vez que ven uno). Se considera que en estos casos la experiencia es indirecta y producto del proceso de socialización al que todos estamos sometidos desde que nacemos. Sin duda, las personas que nos rodean actúan como modelos o ejemplos de conducta a seguir. Retomando un ejemplo del principio de este texto, una persona podría tener muchas dificultades para relacionarse con los demás porque no ha adquirido las habilidades sociales necesarias para ello. Esto puede ser debido, al menos en parte, a la ausencia de modelos a imitar, o a que estos modelos no tenían unas habilidades adecuadas. Si un niño tímido tiene unos padres tímidos y con pocas habilidades sociales, difícilmente este niño las aprenderá (al no ser que tenga otros modelos de socialización: hermanos, familiares, profesores, amigos).

Este tipo de aprendizaje facilita la adquisición de nuevas conductas y la reactivación de otras que se realizaban con menor frecuencia. Por otro lado, permite la modificación de conductas inadecuadas. La técnica psicológica que se basa en este tipo de aprendizaje se denomina modelado. Esta técnica se aplica en el tratamiento de diferentes fobias (por ejemplo, fobia a los animales, fobia a las inyecciones-sangre, miedo al dentista), en la fobia social (y en general en el entrenamiento de habilidades sociales), etc. Existen diferentes procedimientos de modelado. En el modelado simbólico, el niño o adulto ansioso puede observar películas o fotos en las que otras personas interactúan con los estímulos temidos (por ejemplo, un video en el que un niño toca un perro, lo acaricia y juega con él). En el modelado encubierto el cliente se imagina primero una situación ansiógena para después representar mentalmente cómo un modelo importante para él (un héroe, un ídolo…) resuelve dicha situación llevando a cabo las conductas temidas. En el modelado en vivo, el cliente observa cómo actúa un modelo (frecuentemente el terapeuta o un colaborador) con el objeto o situación temida. Finalmente, en el modelado participante el propio cliente se enfrenta, ayudado por el modelo (terapeuta) y recibiendo constantemente refuerzo social, a la situación temida. El modelado participante es la variante técnica más interesante y utilizada, junto con el modelado simbólico, en la práctica clínica.

El entrenamiento en habilidades sociales se basa en estas técnicas. Normalmente, en una primera fase el terapeuta o un colaborador hace de modelo y en una situación ficticia realiza la conducta a aprender o a modificar (modelado). En una segunda fase, es el cliente el que debe imitar al modelo (ensayos de conducta o role-playing). En el entrenamiento en habilidades sociales se comienza por aquellas habilidades más básicas o más sencillas y se avanza de forma gradual hasta la adquisición de habilidades más complejas.

Una última consideración…

A pesar de que en el texto se han descrito de forma separada diferentes técnicas psicológicas con una finalidad meramente didáctica, es preciso hacer notar que en la práctica clínica se utilizan todas de forma combinada. Durante la desensibilización sistemática, por ejemplo, el cliente es reforzado positivamente por sus avances. Del mismo modo, en el entrenamiento en habilidades sociales se combina el modelado y el ensayo de conducta durante la sesión clínica con la práctica en situaciones reales (exposición).

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Fuente: Noemí Guillamón. Clínica de la Ansiedad. Psicólogos especialistas en el tratamiento de la ansiedad. Madrid y Barcelona.

Para saber más:

Bayés, R. y Pinillos, J.L. (Eds.). (1989). Aprendizaje y condicionamiento. Tratado de psicología general. Vol.2. Madrid: Ed. Alhambra.

Caballo, V. E. y Simón, M.A. (2001). Manual de Psicología clínica infantil y del adolescente. Trastornos generales. Madrid: Pirámide.

Echeburúa, E. (1993). Trastornos de ansiedad en la infancia. Colección ‘Ojos Solares’. Madrid: Pirámide.

Más libros

Vídeo ilustrativo: Miedos en la infancia y la adolescencia (UNED-TVE2)

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Prevención de la Ansiedad

Ansiedad y respiración

La respiración es un proceso de suma importancia en la regulación fisiológica y metabólica del organismo. En los problemas de ansiedad tiene también una incidencia crucial. Hay algunas formas de respiración que pueden agravarla. Es el  caso de la hiperventilación, un tipo de respiración rápida, agitada, suspirosa, que da lugar a un exceso de oxigenación y provoca la reducción drástica de los niveles de dióxido de carbono, situación frente a la que el organismo reacciona aumentando las sensaciones de ahogo, opresión en el pecho, calor, mareo, hormigueo, visión borrosa, irrealidad, etc. Pero no es de este tipo de respiración contraproducente de la que vamos a hablar en este capítulo, sino de una modalidad que ayuda a regular la ansiedad: la respiración abdominal.

Las técnicas de relajación, entre ellas y muy particularmente la respiración abdominal, se utilizan para reducir o prevenir la sobre-activación  fisiológica producida por la ansiedad y en el estrés, aunque por si solas son insuficientes para un control efectivo del este problema. Han de venir acompañadas de una serie de medidas sobre las fuentes de  ansiedad,  estrategias de afrontamiento,  administración de tiempos, recursos, apoyos, preocupaciones etc. Es importante utilizarlas regular y sistemáticamente, no sólo cuando los estados de tensión ya son muy elevados. Esto último podría dificultar su aplicación y limitar su potencial eficacia.

 

Básicamente, existen tres tipos de respiración:

  1. La respiración torácica: el aire entra y sale de los pulmones por efecto de la apertura y cierre de la caja torácica, como si de un fuelle se tratara. Se  eleva el pecho cuando respiramos. El aire ocupa la parte alta y media de los pulmones.
  2. La respiración  abdominal o diafragmática: el aire entra y sale de los pulmones por efecto del movimiento ascendente y descendente del diafragma, como si del émbolo de una jeringuilla se tratara. El diafragma es  un músculo en forma de arco situado donde terminan las costillas. Se eleva la zona del abdomen cuando respiramos. El aire ocupa la parta baja, media y alta de los pulmones.
  3. Respiraciones mixtas: respiraciones combinadas de movimientos torácicos y diafragmáticos, con posible predominio de uno u otro. Se elevan el tórax y el abdomen cuando respiramos de este modo.

La respiración torácica favorece en el organismo efectos metabólicos que propician la activación fisiológica. Es una respiración que se da preferentemente durante el día – periodo el que el organismo está movilizado o listo para actuar en función de las demandas o exigencias del medio y de sus propias necesidades o intereses- y muy particularmente en situaciones de actividad física, ansiedad y estrés.

La respiración abdominal favorece procesos fisiológicos que propician la desactivación,  la recuperación y la reparación  del  equilibrio homeostático del organismo, alterado por la actividad diaria. Es una respiración que se da preferentemente por la noche y  a veces en situaciones de reposo durante el día, tanto más cuanto más entrenado se está en practicarla. Así pues ambas respiraciones son conocidas y utilizadas por el organismo de forma automática en función de los procesos fisiológicos que necesita favorecer en diferentes momentos. De hecho, cuando hablamos de aprender a respirar abdominalmente, a lo que nos referimos es a aprender a movilizar  voluntariamente el diafragma, para respirar abdominalmente en algunos momentos o situaciones que nos convenga, aprovechando una característica del organismo y de esta respiración que ya se produce bajo determinadas condiciones.

Respiración abdominal. Un procedimiento:

Algunas recomendaciones generales para aplicar durante el entrenamiento son las siguientes:

  •  Busque un momento y un lugar donde no vaya a ser interrumpido.
  •  La primera condición para que el diafragma se mueva es que físicamente pueda hacerlo, es decir, tenga recorrido para poder desplazarse: afloje prendas de ropa o cinturones que puedan apretarle a la altura de la cintura.
  •  Los primeros días practique la respiración abdominal acostado, con las rodillas elevadas y la planta de los pies apoyada en el suelo,  el sofá o la cama. Posteriormente aprenda a hacerla sentado y, más tarde, también de pie. Si práctica la técnica sentado, apoye bien la zona lumbar en el respaldo y evite posturas cerradas o inclinarse hacia delante, de otro modo podría obstaculizar el desplazamiento del diafragma.
  •  Durante los primeros días de aprendizaje, coloque una mano encima de su pecho, y la otra sobre el abdomen. Cuando respire, la mano que debe elevarse es la que está sobre el abdomen, no la que está sobre el pecho -al final de la inspiración podría elevarse muy ligeramente.
  • Aprenda a distinguir una respiración de la otra. Saque bien el aire y después  trate de tomarlo con la barriga, sin que se eleve  apenas nada el pecho. No se preocupe si los primeros días se confunde, no le sale bien, respira peor que si no hiciera nada, o incluso se fatiga un poco. Eso es normal en la primera fase de aprendizaje.
  • Para empezar a aprender, practique en situaciones o momentos de tranquilidad. En términos generales, se recomienda tomar el aire por la nariz y expulsarlo por la boca, aunque también podía hacerse de otra forma, si le resultase más cómodo, por ejemplo, tomándolo y expulsándolo por la nariz.
  •  Si tiene dificultades para seguir el ritmo, inspire durante 3 segundos, haciendo una pequeña pausa y espire durante 5 más. Así llevará una velocidad de 8 respiraciones por minuto, que es el ritmo adecuado. Los primeros días, no obstante, le saldrá un ritmo más elevado e irregular. Es normal. Es preferible que los primeros días se centre en aprender el procedimiento de movilización del diafragma, posteriormente ya irá mejorando el ritmo.
  • Practique la respiración diafragmática entre tres y  cinco veces al día, entre 3-5 minutos cada vez. Esto ha de hacerlo así tanto para aprender el procedimiento como para después utilizarlo. Practique la respiración abdominal regularmente, repartiendo los ejercicios a lo largo del día. No la practique sólo cuando se encuentre tenso.

Consideraciones finales

La respiración abdominal es una técnica de desactivación muy efectiva, y es un procedimiento que está en la base de otras muchas técnicas de relajación. De entre todas ellas, la respiración abdominal es, además, la más discreta: podemos practicarla, sentados o de pie, en presencia o cercanía de otras personas, de forma totalmente desapercibida para ellas. Es además una técnica muy versátil: no requiere para su práctica ningún tipo de aparato, ni ropa especial, ni largos periodos de tiempo disponibles para hacerla. Es fácil encontrar cinco minutos: holguras entre actividades, tiempos de espera, desplazamientos en transportes públicos,  antes de ir a dormir, etc.

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Fuente: Clínica de la Ansiedad. Psicólogos. Madrid y Barcelona

Video: Ansiedad y respiración. Hiperventilación (minutos 1 a 13) y respiración abdominal(minuto 13 en adelante)

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Prevención de la Ansiedad

Sueño y ansiedad: Recomendaciones para dormir bien

Si le cuesta conciliar el sueño, si se despierta antes de la hora deseada o tiene un sueño inquieto y poco satisfactorio, tal vez le sea de utilidad alguna de las recomendaciones que se ofrecen a continuación.

Para dormir bien es importante seguir buenos hábitos. 

El horario

Fije un horario estable para ir a la cama y para despertarse. Si por alguna razón excepcional (por ejemplo, el fin de semana) trasnocha más de lo previsto, no se levante al día siguiente excesivamente tarde. De esta forma, aunque pasará sueño un día, no alterará el ciclo sueño/vigilia al que su organismo está acostumbrado y podrá funcionar con normalidad durante el resto de la semana.

El dormitorio

Procure que su dormitorio sea cómodo, manténgalo bien ventilado y a una temperatura agradable (aproximadamente unos 22ºC), aislado de ruidos y luz. Utilice un colchón confortable y, en caso de usar almohada, que ésta no sea muy alta.

Ejercicio 

Manténgase activo. Haga ejercicio moderado con regularidad, ya que favorece el descanso ayudándonos a liberar tensiones. Pero no lo haga al menos tres horas antes de ir a dormir, pues a corto plazo tiene un efecto activador. La única excepción es la actividad sexual, que no perjudica el sueño.

Actividades en la cama

No utilice la cama para ver la televisión, para escuchar la radio o hacer trabajos de oficina. Tampoco lea nada que le obligue a estar muy concentrado. Su cama ha de ser primordialmente un lugar para dormir.

Postura y ropa

Adopte una postura física correcta, y duerma con ropa cómoda que no le moleste ni apriete.

Hay también algunas cosas que debe evitar.

La siesta

No duerma durante el día. Puede ir bien reposar, o dormitar, 15 ó 20 minutos después de comer, pero no más.

La cena copiosa

Evite las cenas copiosas y no cene demasiado tarde. No teme líquidos en exceso, sobre todo tres horas antes de acostarse. No abuse del jamón, queso, bacón o tomate, ya que contienen tiamina, una sustancia que aumenta la liberación de un estimulante cerebral. Por el contrario, el yogurt, la leche, el plátano, son alimentos ricos en triptófano y pueden ayudarle a conciliar el sueño

Estimulantes

No tome café ni té por la tarde y, al menos 4 horas antes de ir a dormir. Tampoco tome demasiado chocolate. Preferiblemente, no fume ni beba alcohol. Beber mucho alcohol produce somnolencia, pero puede provocar despertares nocturnos, y abatimiento a la mañana siguiente.

Las pantallas

Eviste el uso de pantallas, teléfonos, tablets, ordenadores u otros dispositivos, en la hora previa a acostarse, muy especialmente los contenidos interactivos. 

Comer a medianoche

No coma nada si se despierta a medianoche.

Obligarse a dormir

No fuerce el sueño, sobreviene espontáneamente si se dan las condiciones adecuadas. Si al cabo de un rato (quince o veinte minutos aproximadamente) de acostarse no logra dormir, no pierda la paciencia dando vueltas; levántese de la cama y realice alguna actividad relajante (leer, escuchar música …) hasta que le entre sueño.

Pastillas para dormir

No recurra a las pastillas para dormir. Aunque pueden ser efectivas en un primer momento, después de tres o cuatro semanas empezarán a dejar de serlo debido a la adaptación progresiva del cuerpo y, además, pueden crearle dependencia. Por otra parte, las pastillas alargan el tiempo de sueño pero puede que no favorezcan la calidad del mismo. Sólo estarían indicadas como último recurso en casos definidos de insomnio crónico y siempre bajo la supervisión de un médico especialista.

Trate de hacer agradable el momento de irse a dormir.

Antes de acostarse

Establezca una rutina placentera antes de acostarse. Un baño tibio le ayudará a relajarse; también leer o escuchar música relajante. Es recomendable tomarse un vaso de leche caliente (con miel) o bien una infusión de manzanilla o de valeriana.

Tranquilidad

A la hora de dormir, la tranquilidad es fundamental. Suspenda toda discusión, evite revivir los conflictos y no trabaje en la cama. Si tiene problemas, hable de ellos durante el día, pero «olvídelos» por la noche (no piense en ellos, dese un respiro y aplace su solución para otro momento). No realice esfuerzos intelectuales antes de acostarse.

En general, no olvide que…

Es más importante la calidad que la cantidad

No se preocupe si no consigue dormir ocho horas, ya que no todos necesitamos dormir lo mismo. Seis horas de sueño pueden ser suficientes si éste es reparador (es decir, si no es un sueño interrumpido o alterado por alguna molestia que perturbe el descanso).

Medicamentos

Si está usted tomando algún medicamento, pregunte a su médico si contiene ingredientes que interfieran el sueño, o bien si el problema de salud que padece dificulta el sueño.

Consultar

Si a pesar de seguir estas sugerencias, no logra dormir y su funcionamiento diurno se ve alterado por ello, consulte con el especialista.

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Fuente: Ilustración, Raúl Ariño. Clínica de la Ansiedad. Tratamiento de la ansiedad en Barcelona y Madrid.

 

Video Ilustrativo: Insomio y somnolencia (UNED-TVE2)

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Tratamiento de la Ansiedad

Ansiedad y medicación: Tratamientos farmacológicos

La ansiedad como mecanismo adaptativo de defensa da lugar en el organismo a cambios psicológicos, fisiológicos y conductuales. Se genera y manifiesta a nivel del sistema nervioso, que está compuesto fundamentalmente por unas células denominadas neuronas. Las neuronas constituyen las unidades elementales para la trasmisión de información del sistema nervioso. La información dentro de una misma célula viaja de un extremo al otro mediante impulsos eléctricos. Pero este impulso eléctrico no puede pasar directamente de una neurona a la otra, dado que entre ellas hay un espacio (el llamado espacio sináptico) y no se tocan entre sí. La comunicación de una neurona con otra se produce mediante neurotransmisores, que son sustancias químicas liberadas por los terminales neuronales. Estos neurotransmisores, que para entendernos son como llaves químicas, son liberados al espacio sináptico (que separa una neurona de la contigua) por donde viajan hasta alcanzar los receptores (digamos que son como cerraduras químicas) de la neurona siguiente, originando cambios en la permeabilidad de su membrana lo que genera un impulso o potencial eléctrico, que viajará a lo largo de la célula, hasta el otro extremo, y así sucesivamente hasta que sea necesario.

La mayoría de los tratamientos psicofarmacológicos empleados en la actualidad por la psiquiatría actúan químicamente sobre los sistemas de neurotransmisión tratando de regular, convenientemente, la actividad de determinadas áreas del sistema nervioso implicadas en el trastorno que se desea tratar.

En el tratamiento de la ansiedad, se emplean habitualmente dos tipos de fármacos: los ansiolíticos, y los antidepresivos.

Los ansiolíticos más utilizados pertenecen al grupo de las benzodiacepinas de alta potencia (Alprazolam, Loracepam, Diacepam, Cloracepam, etc). Producen un efecto tranquilizante. Actúan reduciendo los síntomas de ansiedad en cuestión de minutos y disminuyendo tanto la intensidad como la frecuencia de los episodios de angustia.

Los principales efectos adversos de las bezodiacepinas consisten en somnolencia, alteraciones de la memoria, alteraciones de la atención y de la concentración. El deterioro de estas funciones cognitivas suele ser transitorio (se experimenta mientras se está tomando el medicamento) y sólo se produce con dosis elevadas y prolongadas en el tiempo. Otro inconveniente es que su consumo prolongado puede generar efectos de dependencia (adicción) y tolerancia (pérdida progresiva de efectividad).

Los antidepresivos comúnmente empleados hoy en día en el tratamiento de los trastornos de angustia son los ISRS (Inhibidores Selectivos de la Recaptación de la Serotonina). Constituyen el tratamiento de elección primaria. Diversos estudios apuntan a la implicación de la serotonina como principal neurotransmisor involucrado en los trastornos de ansiedad, aunque hay otros. El grupo de los ISRS está constituido por la Fluoxetina, Paroxetina, Fluvoxamina, Sertralina, Citalopram y Escitalopram. Poseen una alta especificidad contra la ansiedad y escasos efectos colaterales (principalmente la ganancia de peso, somnolencia, y disfunción sexual). Apenas presentan interacciones con otros medicamentos y no crean dependencia.

Como inconvenientes de los ISRS citaremos los efectos secundarios de los primeros días (náuseas, cefaleas, incremento transitorio de la ansiedad, etc.) Por ello es conveniente iniciar el tratamiento con dosis bajas, y asociar tranquilizantes las primeras semanas. En algunos pacientes, dependiendo también del fármaco elegido, pueden ocasionar alguna ganancia de peso, o cierta pérdida de apetito o respuesta sexual. Normalmente, el médico informará al paciente sobre el carácter leve y transitorio de estos posibles síntomas adversos. Otro inconveniente es que el efecto terapéutico no se inicia hasta las 2-3 semanas de iniciar las tomas del antidepresivo.

Existe con mucha frecuencia una reticencia inicial al tratamiento psicofarmacológico, fundamentada principalmente en el desconocimiento del paciente respecto a la medicación y el temor por su parte a hacerse dependiente de la toma de éstos medicamentos, o a que le ocasione una excesiva sedación.

En muchos casos, tras lograrse el efecto terapéutico y remitir o desaparecer la sintomatología, el enfermo ya se cree curado y en ocasiones abandona precipitada y bruscamente la medicación. El profesional deberá advertirle de los riesgos inherentes a esta suspensión brusca o prematura. La retirada del medicamento deberá ser programada por el médico en el momento apropiado y de una forma paulatina. Así mismo el profesional deberá insistir en el correcto cumplimiento de las tomas del fármaco como única vía para lograr el deseado efecto terapéutico. Deberá informar también al paciente sobre la posibilidad de otras alternativas farmacológicas distintas a las benzodiacepinas y los ISRS para el caso que no se lograse con ellos una evolución clínica favorable. De la misma manera informará al enfermo sobre los riesgos de la automedicación.

Como co-ayudante al tratamiento psicofarmacológico se deberá intentar una modificación de los posibles hábitos que pudieran influir negativamente en la mejoría de la ansiedad (por ejemplo: consumo de cafeína, alcohol, cannabis, etc.)

El abordaje psicoterapéutico de los trastornos de angustia consiste principalmente en eliminar los temores que pueden dar lugar a los síntomas somáticos que el paciente percibe, así como suprimir las interpretaciones erróneas de las diferentes sensaciones corporales, junto a la anulación de las posibles conductas de evitación respecto a los estímulos ansiógenos.

Existen numerosos estudios que demuestran las ventajas de los tratamientos combinados (psicofarmacológico y psicoterapéuticos) de los trastornos de ansiedad.

Parece que incluso en ciertos casos la estrategia de utilizar tratamientos combinados produce un resultado terapéutico inmediato superior al obtenido con un abordaje psicoterapéutico o psicofarmacológico por separado. También se ha observado que a largo plazo, y en ciertas ocasiones que estas ventajas parecen ser menores o incluso desaparecer. La secuenciación adecuada de farmacoterapia y psicoterapia cognitivo-conductual puede ofrecer muy buenos resultados. Las técnicas cognitivo-conductuales pueden ayudar, también, en los procesos de discontinuación de la medicación, muy particularmente en el caso de largos periodos de consumo de ansiolíticos.

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Fuente: Carlos De Lope . Psiquiatra. Clínica de la Ansiedad. Tratamiento de la ansiedad en Barcelona y Madrid.

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Errores en la Anticipación

Anticipación y ansiedad: Caso práctico ilustrativo

El caso que se presenta a continuación es prototípico de un Trastorno de Crisis de Ansiedad (pánico) con Agorafobia. Por razones de confidencialidad, todos los datos que directa o indirectamente pudieran afectar a la identidad del paciente, que ha dado su consentimiento, han sido eliminados o alterados.

Presentación del caso

Paciente de 31 años, varón, casado. Ingeniero de profesión. Hace tres años nació su hijo, varón. Poco después quebró la empresa donde trabajaba. Se le produjo una úlcera de estómago. Se decidió a preparar oposiciones, estudiaba 14 horas diarias, durante dos años. Los tres meses inmediatos al examen los pasó fuera de casa, en la ciudad donde opositaba.

Finalizada la oposición, cuando se disponía a tomar transporte público para volver a su residencia, experimentó, de pronto, dolor en el pecho, ahogo, palpitaciones… Pensó en el infarto. Tomó un taxi y se dirigió al servicio de urgencia de un hospital, donde, tras explorarlo, le diagnosticaron un trastorno por estrés. El paciente se tranquilizó y se fue para casa. Hace de esto 10 meses.

«Ya aquí, en mi pueblo y en mi casa, dice, 4 o 5 días después, empecé a pensarlo y ya empecé a estar mal. Cada vez lo pensaba más. Me entraron muchos miedos. Me dolía el pecho, el corazón, los brazos, pero ahora de manera más continuada. Me cuesta dormir 2 horas y me desvelo con mucha facilidad. Duermo 3-4 horas diarias. Tengo sensación de nauseas; rigidez muscular, y sobre todo mareo y aturdimiento. No me concentro y a duras penas puedo seguir el trabajo. Quería hacer un máster, pero he tenido que dejar los estudios. Me ha entrado un miedo horroroso a la muerte, a perder el dominio del cuerpo y de la mente».

Desde hace nueve meses toma Alprazolam tres veces al día (0,75 mg – 0,50 mg – 0,50 mg), bajo prescripción y control regular de un neuropsiquiatra.

En el transcurso de este periodo de tiempo se ha hecho tres chequeos generales y consultado puntualmente con diversos especialistas, sin que se le aprecie anomalía alguna.

Ha dejado de fumar.

Ha desarrollado diversas fobias: transportes públicos, espacios cerrados y abiertos, conducción del propio coche,…  Situaciones que evita hasta donde le es posible. Con la finalidad de preservarse, dentro de lo que cabe, ha tomado diversas precauciones: Se toma el pulso en la muñeca o en el cuello varias veces al día para controlar la tasa cardiaca y anticiparse así a cualquier eventualidad que pudiera darse.

Lee el suplemento de salud del periódico y consulta en una enciclopedia médica que ha comprado para tratar de entender lo que le pasa y ponerse sobreaviso si algo coincidiera «con lo suyo», de ahí que pase parte del día «escuchándose» y evaluando las molestias que se nota y su evolución. Estas observaciones le sirven también para decidir si hará o no alguna cosa prevista: si al disponerse a hacerlas nota la aparición o intensificación de alguna molestia, lo toma como avance de cómo se va a encontrar y en consecuencia decide y previene, siempre poniéndose en el peor de los casos. Si, por ejemplo, ha de desplazarse con el coche, y finalmente se decide a hacerlo, lo hace por circuitos próximos a hospitales o clínicas, teniendo presente en cada momento las direcciones a tomar, por si se produjera algún infarto o accidente interno. En este mismo sentido prefiere circular por la derecha, pegado a la acera, por si tuviera que parar. Evita autopistas, por no tener la posibilidad de salida inmediata y, las retenciones, que pudieran bloquearle.

Tiene muchas veces la sensación de que algo está a punto de pasar, y una cierta sensación de extrañeza respecto de sí y lo que le rodea. Por si acaso el «accidente» fuera mental y perdiera el control, trata de imaginar cuáles serían las peores consecuencias para cada momento; así no se atreve a tender la ropa por si le diera por tirarse al vacío, y si está solo evita peinar o acercarse a su hijo por si, en el supuesto ataque de locura o pérdida de control, lo coge por el cuello y lo ahoga. Ahora resulta que muchas veces le viene esa imagen-idea a la cabeza y ya duda de si no será que en el fondo quiere hacerlo, experimentando gran desasosiego; por otro lado no se atreve a decir nada de esto a su mujer por si se asusta.

Como duerme muy mal, hace tres meses que va al gimnasio diariamente, por espacio de dos horas y media, donde se ejercita hasta la extenuación con la intención de llegar muy fatigado y caer rendido.

Trata de combatir la sensación de ahogo «marcando» la inspiración y la expiración con un determinado ritmo, más bien rápido.

En casa, sobre todo los fines de semana, trata de estar tumbado en el sofá y adormilarse porque ha observado que si lo consigue, aunque no duerma, no piensa y está más relajado. Los ruidos le molestan muchísimo.

Prácticamente ha renunciado a salidas con la familia y amigos. Por lo mal que lo pasa y porque «se pone en evidencia», dado que se encuentra raro y no consigue meterse en la conversación. Se nota muy nervioso e inseguro, entiende que sus amigos verán que «no es el que era»; incluso en el trabajo le ha parecido que hablan de él, tal vez, piensa, porque le ven más «raro y serio». Incluso ha advertido que el jefe le da trabajos más sencillos «porque me ha perdido la confianza». Todo ello, a pesar de que él trata de actuar como si no pasase nada y con el mismo nivel de exigencia social y profesional de «cuando estaba normal», sin embargo algunas cosas no puede disimularlas demasiado y se ve delatado. Duda, y repiensa las cosas mil veces antes de tomar la decisión, que siempre se produce a última hora, «in extremis».

Ha pensado en pedir la excedencia para no tener que soportar la tensión y preservar su imagen, pero económicamente no puede permitírselo. A lo sumo ha fallado algún día o tomado una baja de tres o cuatro.

En conjunto, se siente poco autónomo, dependiente, inseguro, desbordado, a merced de las circunstancias.

Análisis del caso

El afrontamiento en los trastornos por ansiedad suele estar centrado en el control, ya sea de variables de situación, de programa, físicos o de los propios mecanismos de control. En cierto modo los términos afrontamiento y control son sinónimos.

El Afrontamiento Contraproducente (AC) en los trastornos por ansiedad no es otra cosa que estrategias fallidas de control, que tienen el efecto perverso de introducir más desorganización en el sistema de relaciones sobre el que se pretende incidir. Son componendas, intentos de arreglo que se convierten en fuente de desarreglos.

Al hablar, en otros artículos de esta misma sección, de control anticipatorio, como modo de AC, nos hemos referido al abuso de la prevención y a la extralimitación en el cálculo de consecuencias de segundo orden o en la atribución de significación del síntoma. Veamos cómo están representados en el caso expuesto.

El paciente centra la prevención básicamente en la previsión de riesgos relativos a la pérdida de salud física o mental, puesta en cuestión por la aparición de diferentes síntomas. Esto no es infrecuente en pacientes que han experimentado por primera vez la ansiedad en forma de crisis de ansiedad.

Habiendo sentido la salud severamente amenazada -en las crisis de ansiedad puede tenerse la sensación de muerte inminente- la suposición de que pueda suceder algo grave adquiere una verosimilitud que normalmente no tiene. Toda prevención entonces parece poca.

Los especialistas médicos no encuentran nada alarmante, pero el paciente sigue encontrándose mal. Se le genera una disonancia cognoscitiva: O tiene algo que no le ven o detectan, y por eso se encuentra mal, o no tiene nada y, entonces, no tendría que encontrarse mal. Ante la duda, mejor no confiarse: de no confiarse, recelar y que no pase nada, no se deriva nada. Ante la duda el camino de la prevención está claro. Es más, si se siente la necesidad de prevenirse ¡lo primero dudar, sospechar!

En el caso que nos ocupa la estrategia defensiva y de preservación se basa en tener una posibilidad de reacción, adelantarse a la posible crisis, y evitar la fatalidad solicitando ayuda o atención.

Esta estrategia pasa por diversas OPERACIONES:

  1. Detectar, por indicios, la posible causa de la enfermedad para poder acudir al especialista antes de que sea demasiado tarde. ¿Procedimientos?: atender a los comentarios que sobre enfermedades pueden surgir en el entorno más propioconsultar en documentos médicos aspectos relativos a diversas enfermedades, sobre todo las más graves y carentes de tratamientos efectivos, para ver si la coincidencia de algún síntoma con los que se padecen, nos pone sobre la pista correcta.
  2. Evaluar con frecuencia y regularidad la evolución de los síntomas y manifestaciones corporales, prestando especial atención a los cambios, porque pudieran alertar sobre el inicio y desencadenamiento de la crisis y reaccionar a tiempo. El auto-estudio o auto-observación permitiría también confirmar o no hipótesis surgidas de la operación nº 1, por un lado, y establecer un pronóstico de cómo se va a sentir uno en una situación, a partir de lo que pasa solo imaginándola. Estas operaciones pretenden simultanearse con otras acciones y programas en curso.
  3. Considerar para cada actividad, lugar y situación las condiciones de evacuación, salida y asistencia por si la crisis apareciese, de forma que no se produzcan bloqueos o impedimentos. (Por ejemplo, evitar ascensores con puertas automáticas que pudieran bloquearse, evitar alejarse por el campo, elegir rutas con hospital próximo, evitar retenciones, circular por carriles de salida fácil, ir acompañado si la persona es de confianza, etc.) Por ello es necesario representarse cada situación concreta en cada momento.

Estas operaciones, que no son ni exclusivas, ni excluyentes, son articulables entre sí, y en ocasiones una funciona como condición de aplicación de la otra. En ellas están claramente representados los mecanismos integrantes del abuso de la prevención: exceso en el cálculo de riesgos, abuso de la sospecha y generación de indicios, atención auto-enfocada.

Los temores sobre la pérdida o deterioro de la salud mental, están soportados sobre la interferencia de algunas facultades como la atención y la concentración, la sensación de extrañeza, el sentimiento de estar a merced de las circunstancias, las dificultades para regular el cuerpo, las ideas y la conducta que intensifican la sensación de falta de dominio y de control, y el sentimiento de absurdo ante alguno de los nuevos procederes o ideas que pueden contener elementos reconocidos como irracionales.

Estas manifestaciones no son simplemente consideradas efectos de la ansiedad, sino, que desde el estado de alerta y «prevengan» que la ansiedad crea, adquieren un valor informativo como indicativo de posibles riesgos en curso o consumándose.

También en este caso la anticipación puede responder a los mecanismos propios del abuso de la prevención y dar lugar a OPERACIONES similares a las descritas para la salud física:

  1. Evaluar con frecuencia y regularidad la racionalidad de lo que se hace o piensa para ver si es o no «normal»; estar atentos a fallos de memoria, atención o asociación de ideas para advertir el posible deterioro; hipersensibilidad a comentarios donde se habla de «locuras» o conductas incomprensibles (suicidio, demencias, enfermos mentales, delincuencia por trastornos psicológicos, etc.) que puedan servir de base para la generación de incertidumbre, o identificación del propio trastorno. Algunos pacientes se someten a sí mismos a «ejercicios» para comprobar su correcto funcionamiento mental.
  2. Considerar para cada actividad, lugar y situación las consecuencias más graves e irreparables, que pudieran producirse si en ese preciso instante se «perdiera la cabeza» o el auto-control (ahogar al hijo al peinarlo, tirarse por el balcón al tender la ropa) y así poder evitarlos de antemano sin exponerse al riesgo.

La lógica (o psico-lógica) de la prevención no tiene por que ser necesariamente consciente. Podemos anticipar, y de hecho así lo hacemos, sin tener una conciencia reflexiva de que lo estamos haciendo y con qué reglas. Hemos adquirido los modos de anticipación por aprendizaje incidental (Bruner, 1966), es decir ni formalizado ni consciente, y podemos hacer uso de ella del mismo modo. En todo caso, la conciencia de lo anticipado es básica para la acción preventiva y su desarrollo.

Retomando el caso clínico, nos encontramos, que como consecuencia de la OPERACION 1, se producen, al menos, los siguientes efectos colaterales

  • So pretexto de reducir la incertidumbre, se genera y alimenta.
  • Se produce una hiperexposición imaginaria, acompañada de
    interpretación catastrófica.
  • Auto-referencialidad.
  • Alertización por abuso de la sospecha y generación de indi-
    cios (producción-amenaza).
  • Pre-determinación de campos atencionales y asociativos
    (evocación).
  • Elicitación operación 2.

Resultados

Como consecuencia de la OPERACION 2 se producen los siguientes procesos colaterales:

  • Atención-autoenfocada.
  • Generación de indicios y expectativas que se autocumplen.
  • Interferencia entre campos atencionales.
  • Elicitación operación 3 y 1.

Resultados

Como consecuencia de la OPERACION 3 se producen los siguientes procesos colaterales:

  • Hiperexposición Imaginaria.
  • Evitación
  • Atención auto-enfocada.
  • Elicitación de los procesos 1 y 2.

Resultados

  • Sobreactivación biológica.
  • Degradación o abandono de planes.
  • Fobias.
  • Evitación

Como consecuencia de la OPERACION 4, se producen los siguientes procesos colaterales:

  • Atención autoenfocada
  • Generación de campos asociativos capaces de evocar, a la inversa el problema o los temores.
  • Generación de incertidumbre.
  • Generación de procesos de inhibición recíproca.
  • Generación de expectativas negativas que se autocumplen.

Resultados

  • Sobre-activación biológica.
  • Inhibición.
  • Desorden mental.
  • Confusión.
  • Ideas obsesionantes.

Como consecuencia de la OPERACION 5, se producen los siguientes procesos colaterales:

  • Hiper-exposición imaginaria.
  • Generación de incertidumbre.

Resultados

  • Sobreactivación biológica.
  • Degradación o abandono de planes.
  • Evitación

Por lo que se refiere al capítulo de la extralimitación en el cálculo de consecuencias de 2º orden o en la atribución de significación, social o personal del síntoma, el paciente en cuestión centra sus temores en la pérdida de competencia profesional, la pérdida de control, y la degradación de las relaciones amistosas consecuencia de la presunta pérdida de imagen y normalidad.

Si los trastornos que interfieren el rendimiento intelectual, la conducta social, familiar o profesional, son de corta duración no suelen crear dudas sobre la propia identidad o las consecuencias a largo plazo.

Por ejemplo, si tenemos una gripe, no ponemos en cuestión nuestra laboriosidad por desatender durante una semana algunas tareas; ni confundimos las pocas ganas de salir con gente con la pérdida de la sociabilidad y el buen humor; ni las dificultades de atención o concentración se relacionan con un proceso de deterioro mental; la desgana para hacer cosas que normalmente nos gustan no se equipara a la pérdida de sentido y motivación de las cosas o la vida. No nos sentimos otro distinto del que éramos. Tampoco nos parece verosímil que en el trabajo nos retiren la confianza.

La gripe es una enfermedad socialmente bien entendida y aceptada, y dura poco. No así la ansiedad que suele ser poco entendida, mal aceptada y puede durar más tiempo. Después de varios meses padeciéndola los pacientes pueden tener problemas para distinguir lo que son de lo que padecen. No saben si les está cambiando la personalidad y la forma de ser; se sienten distintos, actúan distinto y eso a lo largo del tiempo. Les aparecen dudas sobre si volverán a ser los mismos, si recuperaran la normalidad. La eventualidad de que no fuera así amenaza el estatus, la consideración personal, familiar, amistosa o laboral, intensificándose notablemente la ansiedad.

Para remate, tomando como base algunos prejuicios sociales extensivos a diversas alteraciones psicológicas, pueden entender que si se ha sido víctima de la ansiedad eso indica alguna debilidad, dependencia, «handicap», inferioridad o minusvalía, concepciones que lesionan la auto-estima y la auto-eficacia obligando también a una cierta redefinición de la propia identidad.

En este contexto puede aparecer una cierta auto-referencialidad, (fruto del abuso de la sospecha como proceso defensivo y alertante) que lleva a entender algunos hechos sociales como expresión del perjuicio temido y anticipado; proceso que, a su vez, lleva a tomar medidas que pueden conducir a fenómenos de expectativas auto-cumplidas o auto-generadas, que cargarían de razón por retro-alimentación las sospechas y conjeturas de partida.

No son infrecuentes en estos casos y circunstancias las OPERACIONES:

  1. Evaluaciones auto-referidas sobre la personalidad, inseguridad, y las comparaciones con otros.
  2. La evitación de encuentros sociales para «no ponerse en evidencia».
  3. Las contra-reacciones (por ejemplo mostrarse muy seguro y capaz para corregir o anticiparse a las dudas que en este sentido pudieran darse).
  4. El auto-sometimiento a un control previo, consciente y minucioso, de lo que se va a decir o hacer antes de autorizarse a emitir la conducta.
  5. Pretensión de control de delatores públicos de la ansiedad tales como el sonrojo, sudor, etc.

Como consecuencia de estas OPERACIONES, se producen al menos los siguientes procesos colaterales:

  • Hiperexposición imaginaria. Interpretación catastrófica.
  • Auto-referencialidad.
  • Generación de expectativas que se auto-cumplen.
  • Duplicidad de tareas en el tiempo.

Resultados

  • Inhibición. Desmotivación.
  • Confusión.
  • Despersonalización.
  • Sobre-activación biológica.
  • Abandono de planes de acción significativos.
  • Evitación
  • Dificultades de concentración

El Afrontamiento Contraproducente (AC) no viene básicamente definido por sus resultados (lo que podría llevarnos a una definición tautológica al tomar el resultado como elemento crítico definitorio de AC, es decir, a entender el afrontamiento en términos de resultado), viene también definido por los procesos que lo integran -llamados colaterales en el esquema, aunque a veces son simplemente centrales- y por una perversión del modo de control al que responden las operaciones.

En consecuencia, como es lógico, la desarticulación o neutralización del AC, se centra sobre modos, operaciones, y procesos. No obstante, dado el componente sistémico del conjunto de relaciones y elementos a los que venimos refiriéndonos, también puede incidirse sobre los resultados, de manera que repercuta en una alteración de modos, operaciones y procesos (por ejemplo, el alivio sintomatológico, en tanto en cuanto disminuye la conciencia de enfermedad, favorece y posibilita la reducción de la prevención abusiva).

A primera vista, desde una posición ingenua, podría parecer que una vez identificados los AEC, bastaría con desaconsejarlos para que dejasen de emitirse. Igual ingenuidad supone considerar que la prescripción de «lo que hay que hacer» -afrontamiento correcto- substituye y desplaza automáticamente a «lo que no hay que hacer» -afrontamiento incorrecto-, y por tanto ni siquiera habría que ocuparse de si existe y en qué consiste, puesto que quedaría anulado en cualquier caso. No necesariamente es así, puede ser incluso a la inversa.

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Fuente: Baeza Villarroel, J.C.  Clínica de la Ansiedad.