Extralimitación en el cálculo de consecuencias de 2º orden y en la atribución de la significación social del síntoma

Los mecanismos anticipatorios en los trastornos por ansiedad no son únicamente relativos a la eventualidad de hechos o experiencias indeseables, circunscritas a las manifestaciones de la ansiedad como problema de salud o a las situaciones concomitantes que la suscitan (factores, ambos, que llamaríamos de primer orden o primera instancia), sino que se extienden también a la previsión de posibles consecuencias indeseables en otros programas de acción distintos de los originaria y directamente afectados, y/o en la redefinición de la propia identidad o la socialmente otorgada (factores que llamaríamos de segundo orden o segunda instancia).

Tomemos un caso real para diferenciar cada uno de los órdenes o niveles aludidos:

El señor A. M. H., comercial, se ve en la obligación profesional de participar regularmente, con otros comerciales y directivos del área, en reuniones de evaluación donde, como los demás, tiene que presentar y discutir estrategias y resultados.

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A pesar de llevar años en la empresa, experimenta gran ansiedad al hablar en público -desde que un día se quedara bloqueado ante la pregunta de un jefe muy reputado y respetado-, frente a la eventualidad de que su aportación no sea dada por suficientemente buena, lo que, calcula, podría comprometer su futuro profesional. Las manifestaciones somáticas son de tal intensidad que teme sufrir algún colapso o accidente físico interno, incluso perder el control y hacer o decir alguna inconveniencia.

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Trata de controlarse, sin mucho éxito, por lo que infiere que carece de capacidad de auto-control físico y mental, carencia que delata ante sí y ante los demás, su “falta de inteligencia y personalidad”, lo que le lleva a considerarse, y creerse considerado, como una persona “insegura y en cierto modo inferior”. Estas características le desfavorecen notablemente a la hora de relacionarse con los demás, fuera ya de las reuniones de trabajo, incluso del ámbito laboral, sobre todo porque calcula que será tenido por “poca cosa”, y no se le apreciará como persona, por lo menos no hasta el punto de querer tenerle entre los amigos o personas de confianza.

A. M. H., aficionado al deporte, tiene la ilusión y la posibilidad de dirigir un equipo de fútbol de categoría regional, pero desiste ante el temor de que, al no soportar la tensión, el nerviosismo le traicione ante sus pupilos y pierda así la autoridad o, incluso, la imagen de hombre capaz y responsable que tiene ante los directivos.

Hemos dividido el texto en dos bloques que, básicamente, representan a cada uno de los dos procesos anticipatorios a los que nos hemos referido.

En el párrafo -1- , factores de primer orden, las anticipaciones refieren al cálculo de riesgos, tanto físicos como laborales, en el ámbito donde originariamente surge y se desarrolla el problema: las reuniones de trabajo.

En el párrafo -2- , factores de segundo orden, se contemplan las consecuencias de las consecuencias, lo que implica en otros ámbitos la existencia del problema o su afrontamiento insatisfactorio. Estos factores de segundo orden se pueden subdividir a su vez en dos sub-grupos:

  1. los referidos a la significación personal y social de los síntomas de la ansiedad y conductas asociadas al problema
  2. las repercusiones en otros planes de acción del individuo distintos y parcialmente independientes del inicialmente comprometido. No nos estamos refiriendo aquí al fenómeno de la generalización tal como se entiende en las teorías conductistas sobre aprendizaje)

La aparición de factores de segundo orden, requiere de la existencia previa, e irresuelta, de los de primer orden, mientras que estos no necesitan de la existencia de aquellos para producirse, aunque pueden verse repercutidos y magnificados por ellos.

Los síntomas y la conducta son susceptibles de atribución de significación por el propio sujeto o por el medio social. El sujeto puede, incluso, atribuir al medio social una determinada categorización de lo que le acontece. Y puede tener interés en calcularla para saber cómo podría afectarle y considerar ese dato como decisorio respecto a su proceder.

Los síntomas, en fin, pueden hablar o hacer hablar bien o mal de nosotros mismos, dando lugar a su vez al cálculo de muy diversas consecuencias reales o quiméricas. Es el problema de la transcendencia, de lo que se comunica o extiende a otras cosas traspasando los propios límites. El resultado último y profundo de las cosas. Su último sentido, el sentido fundamental, radical.

Este proceso puede llevar a un paciente ansioso a preguntarse -poner en entredicho- su capacidad de control, su racionalidad, autoeficacia, su normalidad; puede llevarle a redefinir su propia identidad, naturaleza y estatus, o a entender que los demás lo harán.

Ninguno de estos pasos está exento de un fuerte componente desestabilizador, amenazante, y por tanto cualquiera de ellos intensifica la ansiedad y sus manifestaciones. La hace más amenazante en sí misma. Hace más amenazante la situación que originariamente la producía la ansiedad al añadirse a ella la situación creada por la trascendencia, multiplicándose, así, el número de cosas que están en juego. Finalmente, la ansiedad la ansiedad sale de su encuadre originario extendiéndose por doquier porque, por ejemplo, ¿dónde puede meterse uno donde la duda sobre la normalidad no le alcance? y siendo ésta substantiva y esencial ¿dónde no se manifestará, poniéndonos, no ya en cuestión, sino hasta en evidencia? Los actos, entonces, tendrán como mínimo un doble objetivo, el expreso y manifiesto, aprehensible a cualquier observador adiestrado (por ejemplo participar en la actividad en curso en una reunión de amigos) y otro encubierto (que no “se nos vea el plumero”, es decir, la ansiedad, por si acaso la inseguridad y la anormalidad… y entonces la valoración personal … y entonces …). En rigor no tendríamos que hablar de una acción con dos objetivos, sino de dos acciones paralelas que exigen diferentes campos de atención, evaluación, etc., no siempre compatibles sobre un mismo terreno y reglas de juego.

Los factores de segundo orden consisten, pues, en la significación atribuida o atribuible a la ansiedad y a las implicaciones que dicha significación tiene o pudiera tener sobre los planes de acción y el propio estatus personal y social.

En el cálculo de consecuencias de segundo orden cabe también el abuso de la prevención sobre todo en lo que se refiere a la anticipación de la repercusión diferida en otros planes. La extralimitación relativa al cálculo de la significación social del síntoma y cómo repercute no es infrecuente o anecdótica en los trastornos por ansiedad -ni en otros-, todo lo contrario: en muchos pacientes es fundamental en el sostenimiento y perpetuación de la ansiedad y su afrontamiento tanto en la vertiente cognitiva como en la conductual, sea en combinación con los desencadenantes iniciales o en ausencia de ellos.

Las razones y mecanismos por los que este tipo de afrontamiento espontáneo puede ser contraproducente son básicamente los mismos que los señalados y justificados en el capítulo anterior. Se concretan en:

  1. Sobre-activación fisiológica por anticipación de amenaza, riesgo o perjuicio.
  2. Disminución de auto-eficacia.
  3. Solapamiento de campos atencionales y asociativos.
  4. Generación de indicios y expectativas que se autocumplen.
  5. Generación de tareas incompatibles o irresolubles.
  6. Producción de incertidumbre, como recurso defensivo paralizante.
  7. Generalización de la amenaza.

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Fuente: Baeza Villarroel, J.C. (1994) ISBN: 84-490-0131-5.  Clínica de la Ansiedad.