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Errores en la Anticipación

Introducción: anticipación y ansiedad

La anticipación es un proceso de evaluación cognitiva que prevé las consecuencias que un acontecimiento dado provocará en el individuo, sobre la base de la experiencia y otras fuentes de conocimiento. Va desde un proceso rápido, intuitivo, automático, hasta un proceso de predicción elaborativo, deliberado, basado en inferencias inductivas o deductivas. Se refiere básicamente a:

  • cómo, cuándo, de qué manera algo perjudica o beneficia (evaluación primaria, Lazarus y Folkman, 1984);
  • qué puede hacerse al respecto ( evaluación secundaria, Lazarus y Folkman, 1984);
  • qué capacidad se atribuye uno para hacerlo ( expectativa de eficacia , Bandura, 1986).
  • qué resultados se calculan como probables (expectativas de resultados, Bandura, 1986 ).

En consonancia, se experimenta un estado emocional agradable o desagradable según el caso y cómo el individuo se vea afectado en sus planes y situaciones.

La anticipación prefigura aspectos básicos de la acción y del sujeto en acción (Catalán,1987) , calcula cómo puede ésta desarrollarse en un contexto y circunstancias determinadas y cómo se verían nuestros propósitos favorecidos u obstaculizados. Se trata pues de un mecanismo básico de adaptación e incluso de supervivencia, sin olvidar el valor motivacional que la anticipación, como expectativa, tiene. En palabras de Bandura (1986) «los pensamientos anticipatorios que no exceden los límites de la realidad tienen un valor funcional porque motivan el desarrollo de competencias y de planes de acción» (página 467). La anticipación forma parte de la propia acción como factor regulador e inductor conductual y emocional.

El pensamiento tiene gran capacidad de auto-activación fisiológica de la emoción. La experiencia común nos dice que la imaginación de escenas repugnantes o asquerosas produce nauseas, las eróticas excitación sexual, o la degustación imaginaria de un manjar salivación y secreción de jugos gástricos. En concreto, las anticipaciones referidas a la ocurrencia de amenazas, daño o perjuicio, generan ansiedad. Estos pensamientos pueden resultar, a veces, tan activadores como los propios acontecimientos reales (May, 1977).

El individuo presta especial atención a las señales del entorno o internas que tienen el valor de predecir el desarrollo de la acción y sus resultados. La previsión resultante de la consideración y análisis de dichas señales predeterminan a su vez el campo atencional sobre el que preferente se focalizará cuando la situación se presente. Otros aspectos de la situación quedarán «ensombrecidos».

Podemos decir que, dada una situación, el individuo tiene más probabilidades de ocuparse de aquello de lo que se ha preocupado. La previsión prepara pues al organismo para atender y responder a determinados aspectos de la realidad.

La anticipación previsora, mecanismo universal y básicamente adaptativo, puede, no ya errar el cálculo, hecho normal en una función que es básicamente probabilística, y que puede, además, estar basada sobre datos o creencias falsas, si no también ser disfuncional.

Para saber más

BANDURA, A. (1986). Social Foundations of Thought and Action. New Jersey: Prentice-Hall, Inc. Ed. Española (1987): Pensamiento y acción. Barcelona: Martínez Roca, S. A.

CATALAN,J.L. (1987). Principios de Psicoterapia Cognitiva. Edición del Autor. Depósito legal B-36894-1987

LAZARUS, R. S., y FOLKMAN, S. (1984). Stress, Appraisal and Coping. Nueva York: Springer Publishing Company, Inc. Ed. Española: (1986). Estrés y procesos cognitivos. Barcelona: Martínez Roca, S. A.

MAY, J. R. (1977). A psychophysiological study of self and externally regulated phobic thought. Behavior Therapy. 8, 849-861.

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Fuente: Baeza Villarroel, J.C. (1994) ISBN: 84-490-0131-5. Clínica de la Ansiedad.

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Psico-lógicas del miedo

Ansiedad: Sesgos atencional e interpretativo

Ante la eventual aparición de un peligro, el organismo reserva prioritariamente gran parte de sus recursos (atencionales, de pensamiento, motores y metabólicos) para la disposición de acciones defensivas, en detrimento de otras acciones que quedan relegadas o asistidas bajo mínimos. Si por ejemplo, pongamos por caso, un recolector acude a comer y hacer acopio de frutos a un determinado paraje, donde, en un momento dado, aparecen señales de la posible presencia de un león en las cercanías, tiene mucho sentido adaptativo para su supervivencia – y por extensión para la de la especie- que su organismo entienda que ha de atender, preocuparse y ocuparse, preferentemente, de que no lo coman a él, antes que de comer, disponiendo las operaciones pertinentes:

  1. Agudizar los sentidos respecto de estímulos relevantes indicadores de la evolución de la amenaza (ruidos, olores, movimientos) – atención selectiva, sesgo atencional-.
  2. Obstaculizar la recepción y procesamiento de otros estímulos no relacionados con la amenaza (textura, color, valor nutritivo). El sistema d alerta considerará una distracción injustificada atender otra cosa que no fuera el posible peligro inminente, o por venir.
  3. Relacionar con la amenaza posibles indicios normalmente neutros, o de procedencia incierta, y susceptible de varias interpretaciones -sesgo interpretativo-, por ejemplo movimientos de juncos.
  4. La recuperación de informaciones almacenadas en la memoria sobre inconvenientes y peligros –sesgos memorístico- , particularmente aquellas asociadas o asociables a la situación y circunstancia.
  5. Prepararse para respuestas de huida, búsqueda de protección y condiciones de seguridad, o evitación del daño. Podría ser incluso que el animal defecase de forma que algunos recursos fisiológicos y metabólicos dispuestos para propiciar los procesos digestivos, se desactiven, quedando disponibles para la eventual respuesta defensiva.

Los llamados sesgos atencional e interpretativo han merecido notable consideración y estudio en los trastornos de ansiedad. También los sesgos de memoria, aunque en menor medida y con resultados más controvertidos. Para una revisión detallada de estas cuestiones puede consultarse Arcos Guijarro y Cano Vindel (1999) . Cabría añadir otros dos sesgos, el falsacional y el finalístico (Baeza, 2008) que formarían parte de los procesos de valoración (appraisal) o revaloración de la información y las respuestas estratégicas a tomar.

El sesgo falsacional se refiere a la inversión de los procesos lógicos y operativos relacionados con la «carga de la prueba»: en situaciones normalizadas, a pesar de la existencia de indicios contradictorios, la carga de la prueba tiende a recaer en demostrar que pasa algo «anormal»; en situaciones de excepción -miedo no asumible- lo que se ha de demostrar es que no pasa nada, es decir, lo temido está en curso mientras no se demuestre lo contrario.

El sesgo finalístico se refiere al establecimiento de objetivos finales de la acción en una determinada situación. Los objetivos condicionan las funciones cognitivas y operativas que han de implementarlos. En una situación normalizada -peligro asumible- el objetivo tiende a establecerse en función de «lo que se quiere que pase». En una situación de excepción -miedo no asumible- el objetivo tiende a establecerse en función de «lo que se quiere que no pase», lo que requiere y determina estrategias operativas y asistencias cognitivas coherentes con dicho objetivo.

En general, los estudios empíricos muestran que aquellas personas con un sistema de alerta más sensible, vinculado a factores predisposicionales de origen biológico o a la ansiedad como rasgo de personalidad, muestran una mayor tendencia a los sesgos antes citados.

Sesgo atencional

En general, ante situaciones de peligro, la atención se dirige selectivamente a señales de peligro relacionadas con la amenaza y su evolución, viéndose obstaculizada la recepción y el procesamiento de otros estímulos no relacionados con la amenaza. La ansiedad, como sistema de alerta considerará una distracción injustificada atender otra cosa que no fuera el posible peligro inminente, o por venir.

En el estudio del sesgo atencional hay dos enfoques. El primero lo relaciona con la vigilancia o expectativa, también llamado sesgo pre-atentivo, en el cual se produce una orientación hacia material de carácter amenazante de probable aparición (Broadbent y Broadbent, 1988). Es decir, el fenómeno básico de sesgo atencional consiste en la atención preferente hacia estímulos indicadores de peligro o amenaza potencial, en comparación con estímulos emocionalmente neutros, particularmente cuando unos y otros se presentan de modo concurrente.

En segundo lugar, el conocido como sesgo de procesamiento del estímulo, en el que la atención se centra en procesar un estímulo presente de carácter negativo (Bradley, Mogg, Falla y Hamilton, 1998). Es decir, ante situaciones de peligro, la atención se dirige selectivamente a señales relacionables con la amenaza y su evolución.

Estas dos formas del sesgo se relacionan con las dos formas de atención propuestas por Posner y Petersen (1990), la atención como un estado de alerta asociada a la detección de un estímulo de probable aparición y la atención orientada al procesamiento de un evento ya presente.

Sesgo interpretativo

El sesgo interpretativo -recordemos, considerar estímulos ambiguos, equívocos, como indicadores de peligro-, se expresa de formas diferentes según el caso: en el trastorno de ansiedad generalizada, es amplio y genérico, referido a múltiples y diversas amenazas; en pacientes afectados por ansiedad de evaluación el sesgo de interpretar negativamente estímulos ambiguos afecta a los relacionados con la valoración o imagen social; en el caso de los hipocondríacos se produce sobre estímulos neutros relacionados con la salud: molestias inespecíficas, dolores de cabeza intrascendentes, etc.

Es más probable que se produzca este sesgo en personas con altos niveles de ansiedad rasgo que se encuentran sometidas a una situación estresante (Mathews y MacLeod, 2002).

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Fuente: J. Carlos Baeza Villarroel. Clínica de la Ansiedad. Psicólogos en Madrid y Barcelona especializados en el tratamiento de la ansiedad.

Video: Sesgos cognitivos Falsacional y Finalístico en Trastornos de Ansiedad. José Carlos Baeza Villarroel. II Jornadas sobre Emociones y Bienestar. Organizadas por la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y Estrés (SEAS) y la Fundación Mutua Madrileña (FMM). Madrid: 1,2, 3 de octubre de 2009. Puede descargarlo en Video grabado y difundido por FMM.

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Una introducción

Afrontamiento de la Ansiedad

La actividad de una persona frente a un problema se centra fundamentalmente en resolverlo. Generalmente, es la propia cultura la que provee de los datos, creencias e informaciones sobre las que la persona elabora, más o menos intuitivamente, una estrategia para actuar sobre la propia enfermedad.

Cuando una persona se siente aquejada de una dolencia no se limita, pasivamente, a sufrir sus efectos, sino que procura incidir sobre su curso para regularlo. Se sirve para ello de los conocimientos que tiene sobre la enfermedad, de lo que el sentido común le dice que puede ser más adecuado o inadecuado, de observaciones realizadas sobre sí mismo, de análisis sobre cómo los síntomas y las alteraciones evolucionan en un unas u otras circunstancias, de lo que ve en otros, lo que le dicen, lo que le ha pasado antes, etc.

Antes incluso de consultar con un especialista la persona ha desarrollado sus propias presunciones sobre lo que le acontece, calculado posibles consecuencias en diferentes órdenes, y muy posiblemente, ha tomado iniciativas tendentes a recuperar la normalidad. Esos actos, u omisiones según el caso, esa determinada caracterización de la enfermedad, no son simples accidentes. En tanto en cuanto influyen en el curso de la misma, en la propia concepción de la persona como sujeto enfermo, son parte integrante del proceso de sanar o enfermar. No son, por tanto, aspectos que hayan de quedar fuera de la terapéutica, fuera del estudio y la consideración de los propios especialistas, más atentos por lo común a aplicar sus soluciones partiendo del conocimiento objetivo que tienen de la enfermedad, y su curso.

Por afrontamiento, siguiendo a Lazarus (1984), entendemos aquellos esfuerzos cognitivos y conductuales constantemente cambiantes que se desarrollan para manejar las demandas específicas externas y/o internas que son evaluadas como excedentes o desbordantes de los recursos del individuo.

Las funciones del afrontamiento suelen definirse en relación a aquello que se pretende controlar. Mechanic (1974) habla de tres funciones: afrontar las demandas sociales y el entorno, crear el grado de motivación necesario para tales demandas y mantener el equilibrio psicológico para poder dirigir la energía y los recursos a las demandas externas. Pearlin y Schooler (1978) hablan de función de control situacional y cambio de circunstancias externas, función de control de significados (antes de que el estrés se produzca) y función del control del estrés en sí mismo (cuando éste ya ha aparecido).

Algunos autores -Lazarus y Folkman (1980), George (1974), Kahm y colaboradores (1964)- han distinguido entre un afrontamiento dirigido a manipular o alterar el problema y un afrontamiento dirigido a regular la respuesta emocional a que da el problema lugar (o que da lugar al problema). Aunque a primera vista la distinción parece clara, en la práctica resulta difícil de sostener: primero porque no es adecuado, y quizá ni siquiera posible, definir lo emocional fuera del problema o al revés. Segundo porque cabrían preguntas, por otro lado capciosas, de difícil respuesta como por ejemplo: ¿Centra el sujeto el afrontamiento en el control de la emoción para así abordar mejor el problema, o trata de resolver el problema para no experimentar la emoción? Y entonces ¿a qué dirige el afrontamiento en verdad?. Tercero, en algunos casos la llamada función de afrontamiento del problema y la llamada función de afrontamiento de la emoción pueden coincidir e identificarse: por ejemplo, cuando la amenaza consiste en la valoración negativa que el medio social podría hacer de las manifestaciones emocionales del individuo (en términos de falta de seguridad, personalidad o autocontrol).

A veces se ha distinguido también entre afrontamiento cognitivo y afrontamiento conductual. Basta un solo ejemplo ofrecido por Fernández Castro (1990) para poner de manifiesto la inconsistencia de esta nueva dicotomía:

«En un artículo de Folkman y Lazarus (1988) sobre la relación entre emoción y afrontamiento, se habla, entre otras, de una estrategia de afrontar el estrés que ellos denominan «deployment of attention» y que califican, lógicamente, de actividad cognoscitiva, pero cuando ponen ejemplos aparece lo siguiente: practicar la relajación, hacer «jogging», dedicarse a «hobbies», tomarse unas vacaciones, comer, fumar o dormir. ¿Son estas actividades cognoscitivas? ¿No se debería distinguir entre la morfología de la actividad y su función? En muchos artículos empíricos se confunde la morfología concreta de una actividad con la función psicológica que se supone que cumple».

En rigor, el afrontamiento, en última instancia, se dirige a la satisfacción -o reformulación satisfactoria- de los planes de acción del individuo, en el marco de su sistema de valores y creencias -también reformulables- que les da sentido y dirección, y a la preservación y disfrute de lo que se ha conseguido o le ha venido dado -Status Quo- y es deseable.

Los resultados del afrontamiento son las consecuencias adaptativas del mismo, que aparecen en el ámbito del trabajo y de la vida social, en el de la satisfacción moral o vital y el de la salud del organismo, pudiendo cruzarse de diferentes formas entre si y en diferentes plazos.

Para saber más

FERNANDEZ CASTRO, J. (1990). Un análisis del afrontamiento del estrés; en Carpintero y Carretero M: (Eds.) Psicología técnica: investigación en procesos básicos. Madrid, 1990.

GEORGE, A. L. (1974). Adaptation to stress in political decision making: The individual, small group, and organizational context. En G. V. Coelho, D. A. Hamburg y J. E. Adams (Eds.). Coping and adaptation. Nueva York: Basic Books.

KAHN, R. L., WOLFE, D. M., QUINN, R. P., SNOEK, J. D. Y ROSENTHAL, R. A. (1964). Organizational stress: Studies in role conflict and ambiguity. Nueva York: Wiley

LAZARUS, R. S. (1984). On the primacy of cognition. American Psychologist, 39, 124-129.

LAZARUS, R. S. Y FOLKMAN, S. (1984). Stress, Appraisal and Coping. Nueva York: Springer Publishing Company, Inc. Ed. Española: (1986). Estrés y procesos cognitivos. Barcelona: Martínez Roca, S. A.

PEARLIN, L. I. Y SCHOOLER, C. (1978). The structure of coping. Journal of Health and Social Behavior, 19, 2-21.

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Fuente: Baeza Villarroel, J.C (1994). ISBN: 84-490-0131-5. Ilustración: Francisco García. Clínica de la Ansiedad.

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Estrés Postraumático

Estrés Postraumático: Una presentación del problema

«…Fui violada a los 25 años. Durante mucho tiempo hablé de esa violación a un nivel intelectual, como si fuera algo que le hubiera pasado a otra persona. Yo sabía muy bien que me había pasado a mí, pero sencillamente no tenía esa sensación. Durante un tiempo me saqué el bulto de encima…

…Posteriormente, empecé a tener recuerdos retrospectivos. Me llegaban como un golpe de agua. Estaba aterrorizada. Repentinamente comencé a revivir la violación. Cada momento era sobrecogedor. Sentía que mi cabeza se movía un poco, sacudiéndose, pero eso no era verdad. Me sofocaba o se me secaba la boca y mi respiración cambiaba. Estaba como suspendida. No sentía el cojín sobre el cual estaba sentada o que mi brazo estaba tocando un mueble. Parecía estar dentro de una burbuja como si flotara. Era de dar miedo… «

El trastorno por estrés postraumático (TEPT) es una condición debilitante que sigue a un evento de terror. Frecuentemente, las personas que sufren de TEPT tienen persistentemente recuerdos y pensamientos espantosos de su experiencia y se sienten emocionalmente paralizadas, especialmente respecto de personas que antes estuvieron cerca de ella. El TEPT, conocido antes como sobresalto por proyectil o fatiga de batalla debido a que se diagnosticó inicialmente a veteranos de guerra, puede ser el resultado de diversos incidentes traumáticos: rapto, graves accidentes como choques de automóviles o de trenes, desastres naturales como inundaciones o temblores, ataques violentos tales como asaltos, violaciones o tortura, etc. El evento que desata este trastorno puede ser algo que amenace la vida de esa persona o la vida de alguien cercano a ella. O bien, puede ser algo que vio, como por ejemplo la destrucción en masa después de la caída de un aeroplano.

Cualquiera que sea la razón del problema, algunas personas con TEPT vuelven a vivir repetidamente el trauma en forma de pesadillas y recuerdos inquietantes durante el día. Pueden también experimentar problemas de sueño, depresión, sensación de indiferencia o de entumecimiento o se sobresaltan fácilmente. Pueden perder el interés en cosas que antes les causaban alegría y les cuesta trabajo sentir afecto. Es posible que se sientan irritables, más agresivas que antes o hasta violentas. Ver cosas que les recuerdan el incidente puede ser molesto, lo que podría hacerles evitar ciertos lugares o situaciones que les traigan a la mente esas memorias. Los aniversarios de lo que sucedió frecuentemente son muy difíciles.

Sucesos ordinarios pueden servir de recordatorios del trauma y ocasionar recuerdos inquietantes o imágenes intrusas.

El TEP puede presentarse en cualquier edad, incluyendo la niñez. El trastorno puede venir acompañado de depresión, de abuso de substancias químicas o de ansiedad. Los síntomas pueden ser ligeros o graves; las personas pueden irritarse fácilmente o tener violentos arranques de cólera o de mal humor. En casos severos, los afectados pueden tener dificultad para trabajar o para relacionarse. En general, los síntomas pueden ser peores si el evento que los ocasiona fue obra de una persona, como en el caso de violación, en comparación con hechos de origen natural como es una inundación.

Un recuerdo retrospectivo puede hacer que la persona pierda contacto con la realidad y vuelva a vivir el evento durante un período de unos segundos o por horas o, muy raramente, por días. Una persona que tiene recuerdos retrospectivos, que pueden presentarse en forma de imágenes, sonidos, olores o sensaciones, generalmente cree que el evento traumático está volviendo a repetirse.

No todas las personas traumatizadas sufren un verdadero caso de TEPT o incluso algunas no lo experimentan en absoluto. Se diagnostica TEPt únicamente si los síntomas duran más de un mes. En aquellas personas que tienen TEPT, los síntomas generalmente comienzan tres meses después del trauma y el curso de la enfermedad es variable. Hay quienes se recuperan dentro de los siguientes 6 meses; a otros, los síntomas les duran mucho más tiempo. Algunos casos pueden cronificarse. Ocasionalmente, la enfermedad no se detecta hasta varios años después del evento traumático.

Los medicamentos antidepresivos y los que se recetan para aminorar la ansiedad, pueden disminuir los síntomas de la depresión y los problemas de sueño; y la psicoterapia, en particular la terapia Cognitivo-conductual, forman parte integral del tratamiento. En ocasiones el exponerse a lo que el trauma recuerda, como parte de la terapia, por ejemplo, regresar a la escena de una violación, puede ayudar. Además, el apoyo de los familiares y amistades puede agilizar la recuperación.

(Esta información sobre Estrés Postraumático procede del National Institute of Mental Health)

Para saber más

Bobes, J.; Bousoño, M.; Calcedo,A y Gonzélez,M.P. (2000). Trastorno de estrés postraumático.Barcelona: Masson

Astin,M.C.y Resick, V.E. (1997): Tratamiento cognitivo- conductual del tratorno de estrés postraraumático. En V.E. Caballo (Dir.), Manual para el tratamiento cognitivo-conductual de los trastornos psicológicos.

Video ilustrativo:  Psicología de las experiencias traumáticas I. (UNED-RTVE2)

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Obsesiones

Obsesiones (TOC): una presentación del problema.

«…No podía hacer algo sin un ritual. Estos rituales trascendían a todos los aspectos de mi vida. Para mí, era muy importante contar. En la noche, cuando ponía mi despertador, tenía que hacerlo en un número que no sumara un «mal» número. Si mi hermana tenía 33 años y yo 24, no podía dejar la televisión en el canal 33 o en el 24. Me echaba champú tres veces en lugar de una porque tres era un número de suerte y uno no lo era. Me demoraba mucho al leer porque contaba las líneas de cada párrafo. Si estaba escribiendo una tarea para mi examen en la escuela no podía tener cierto número de palabras en una línea si sumaban un mal número. Siempre estaba preocupada pensando que si no hacía cierta cosa mis padres iban a morir. O me afligía hacer algo que causara daño a mis padres lo cual era totalmente irracional. No podía usar nada que dijera Boston porque mis padres eran de ahí. No podía escribir la palabra «muerte» porque me preocupaba que algo malo sucediera…»

«…Vestirme por las mañanas era muy difícil porque yo tenía una rutina y si me desviaba de ella, tenía que volverme a vestir. Yo sabía que esos rituales no tenían sentido pero no parecía que pudiera sobrepasarlas hasta que me sometí a terapia…»

El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) es un trastorno caracterizado por presentar pensamientos o rituales de ansiedad que usted siente que no puede controlar. Si usted padece de TOC, como se le conoce, puede estar plagado de pensamientos o imágenes persistentes indeseables o por la necesidad urgente de celebrar ciertos ritos.

Usted puede estar obsesionado con los gérmenes o la mugre y en ese caso se lava las manos una y otra vez. Puede estar lleno de dudas y sentir la necesidad de reconfirmar las cosas repetidamente. Puede estar preocupado por pensamientos de violencia y teme hacer daño a las personas que están cerca de usted. Puede pasar largos períodos de tiempo tocando las cosas o contando; puede estar preocupado por el orden y la simetría; puede tener pensamientos persistentes de llevar a cabo actos sexuales que le son repugnantes; o puede afligirle tener pensamientos que van contra su religión.

Los pensamientos o las imágenes preocupantes se llaman obsesiones y los rituales que se celebran para tratar de prevenirlas o disiparlas se llaman impulsos o compulsiones. No es placentero celebrar estos ritos que se siente obligado a hacer; únicamente siente descanso temporal de la incomodidad causada por la obsesión.

Muchas personas saludables pueden aceptar tener algunos de estos síntomas de TOC, tales como revisar la estufa varias veces antes de salir de la casa. Pero se diagnostica el trastorno únicamente cuando dichas actividades consumen mucho tiempo, son muy angustiosas o interfieren con la vida diaria.

Muchos adultos con este problema de salud reconocen que lo que están haciendo no tiene sentido pero no pueden evitarlo. Sin embargo, muchas personas, especialmente niños con TOC, pueden no comprender que su comportamiento está fuera de lo normal.

El TOC afecta a hombres y a mujeres aproximadamente en igual número y aflige a más o menos 1 de cada 50 personas. Puede aparecer en la niñez, en la adolescencia o en la edad madura pero como promedio se detecta en los jóvenes o en los adultos jóvenes. Un tercio de los adultos con TOC experimentaron sus primeros síntomas en la niñez. El curso que sigue la enfermedad es variable; los síntomas pueden ir y venir, mitigarse por un tiempo o empeorar progresivamente. La evidencia de que se dispone sugiere que el TOC puede venir de familia.

Los pensamientos o las imágenes preocupantes se llaman obsesiones y los rituales que se realizan para tratar de prevenirlas o disiparlas se llaman impulsos o compulsiones. No es placentero celebrar estos ritos que se siente obligado a hacer; únicamente siente descanso temporal de la incomodidad causada por la obsesión.

Además, algunas personas con TOC sufren de trastornos alimenticios. También pueden evitar las situaciones en las cuales tengan que enfrentarse a sus obsesiones. O pueden tratar, sin éxito, de usar alcohol o drogas para calmarse. Si el TOC se agrava seriamente puede interponerse entre una persona y su empleo o evitar que esa persona asuma responsabilidades normales en su casa, pero por lo general no llega a esos extremos.

La investigación ha dado como resultado medicamentos y tratamientos de comportamiento que pueden beneficiar a las personas con TOC. Una combinación de los dos tratamientos casi siempre ayuda a la mayoría de los pacientes. Algunos individuos responden mejor a una terapia y otros requieren una distinta. Dos medicamentos que han probado ser efectivos en el tratamiento del TOC son la clomipramina y la fluoxetina. Sin embargo, varios más parecen ser prometedores y podrán obtenerse en un futuro cercano.

La terapia de comportamiento, específicamente una llamada prevención de respuesta, también ha demostrado ser buena en el tratamiento del TOC. Consiste en exponer a la persona a lo que causa el problema y luego ayudar al o la paciente a hacer a un lado el ritual acostumbrado; por ejemplo, hacer que el o la paciente toque algo sucio y después no se lave las manos. Esta terapia frecuentemente tiene éxito en pacientes que completan un programa de terapia de comportamiento, aunque los resultados han sido menos favorables en algunas personas con TOC y con depresión.

(Esta información sobre trastornos Obsesivo-Compulsivos procede del National Institute of Mental Health)

Para saber más

Vallejo, j. y Berrios,G.E.(1995). Estados obsesivos.Barcelona. Masson S.A.

Silva, P. y Rachman, S.(1995): Trastorno Obsesivo-Compulsivo. Los hechos.Bilbao: Descleé De Brouwer.

Gavino, A.(2001). Deje atrás sus obsesiones. Ediciones Aljibe.

Marks,I.M.(1991a). Miedos, fobias y rituales: (1)Los mecanismos de la ansiedad.Barcelona: Martínez Roca.

Video: Trastorno obsesivo-compulsivo

Otros videos relacionados

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Ansiedad Generalizada

Ansiedad Generalizada (TAG): Una presentación del problema

«Yo siempre pensé que era aprensivo. Me sentía inquieto y no podía descansar. A veces estas sensaciones iban y venían. Otras veces eran constantes. Podían durar días. Me preocupaba por la cena que iba a preparar para la fiesta o cuál sería un magnífico regalo para alguien. Simplemente no podía dejar nada de lado. Tenía serios problemas para dormir. Hubo ocasiones en que despertaba ansioso en la mañana o en la mitad de la noche. Me costaba trabajo concentrarme aún mientras leía el periódico o una novela. A veces me sentía un poco mareado. Mi corazón latía apresuradamente o me golpeaba en el pecho. Esto me preocupaba aún más.»

En el Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) la angustia y las preocupaciones que se experimentan están por encima de lo común. La preocupación y la tensión son crónicas aún cuando nada parece provocarlas. Padecer este trastorno significa anticipar, casi siempre, desastres o consecuencias negativas, preocupaciones frecuentes y excesivas por la salud, el dinero, la familia o el trabajo. Sin embargo, a veces, la raíz de la preocupación es difícil de identificar. El simple hecho de pensar en pasar el día provoca ansiedad.

Las personas que padecen de TAG tienen dificultades para desconectar de sus inquietudes aún cuando generalmente comprenden que su ansiedad es más intensa de lo que la situación justifica. Les cuesta mucho relajarse. Frecuentemente tienen problemas para conciliar o mantener el sueño. Sus preocupaciones van acompañadas de síntomas físicos, especialmente temblores, contracciones nerviosas, tensión muscular, náusea, dolores de cabeza, irritabilidad, transpiración o accesos de calor. Pueden sentirse mareadas o que les falta el aire. Pueden sentir náusea, que tienen que ir al baño frecuentemente o como si tuvieran un nudo en la garganta.

Muchas personas con TAG se sobresaltan con mayor facilidad que otras personas. Tienden a sentirse cansados, les cuesta trabajo concentrarse y a veces también sufren de depresión.

Por lo general, las molestias asociadas con TAG son ligeras y las personas con ese trastorno no se sienten especialmente restringidas dentro del medio social o en el trabajo. A diferencia de muchos otros trastornos de ansiedad, las personas con TAG no necesariamente evitan ciertas situaciones como resultado de su trastorno. Sin embargo, si éste es severo, el TAG puede ser muy debilitante, ocasionando dificultades para llevar a cabo hasta las actividades diarias más simples.

El TAG se presenta gradualmente, a veces aparece ya en la infancia o la adolescencia. Es más común en las mujeres que en los hombres. Es recuente que haya alguna otra persona, entre los familiares de los afectados, que también padezca problemas de ansiedad. Uno de los criterios que han de cumplirse para establecer el diagnóstico de Ansiedad Generalizada es que la ansiedad y las preocupaciones excesivas sobre diversos acontecimientos o actividades se prolonguen más de seis meses.

En general, los síntomas de TAG tienden a disminuir con la edad. Sin embargo lo adecuado es seguir un tratamiento. Se están llevando a cabo investigaciones para confirmar la efectividad de medicamentos ansiolíticos (benzodiazepinas, buspirona) y antidepresivos. También son útiles las técnicas de terapia cognitivo-conductual, las técnicas de relajación y de retroalimentación para controlar la tensión muscular.

(Esta información sobre Ansiedad Generalizada procede del National Institute of Mental Health)

Algunas referencias para saber más

Echeburúa, E. (1993a). Ansiedad crónica: Evaluación y tratamiento. Madrid: Eudema.

Deffenbacher, J.L. (1997). Entrenamiento en el manejo de la ansiedad generalizada. En V.E. Caballo (Dir.), Manual para el tratamiento cognitivo-conductual de los trastornos psicológicos (Vol. 1, pp. 241-263). Madrid: Siglo XXI

Video: Administración de preocupaciones. Clínica de la Ansiedad

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Fobia Social

Fobia Social: Una presentación del problema

La fobia social es un miedo intenso de llegar a sentirse humillado en situaciones sociales, especialmente de actuar de tal modo que se coloque uno en una situación vergonzosa frente a las demás personas. La fobia social frecuentemente comienza alrededor del principio de la adolescencia o aún antes.

He aquí un caso: «Yo no podía aceptar invitaciones, ni ir a fiestas. Por un tiempo, ni siquiera podía ir a mis clases. En mi segundo año de facultad tuve que quedarme en mi casa durante un semestre…

…Mi miedo podía presentarse en cualquier situación social. Sentía ansiedad aún antes de salir de mi casa y aumentaba al irme aproximando a mi clase, a la fiesta o adonde quiera que iba. Sentía el estómago descompuesto y casi creía tener gripe. Mi corazón latía fuertemente, las palmas de las manos se me llenaban de sudor y tenía la sensación de estar separada de mí misma y de todos los demás….

…Cuando entraba a un salón lleno de gente, me ruborizaba y sentía que todos los ojos estaban puestos en mí. Me daba vergüenza pararme en un rincón yo sola pero no podía pensar en qué decir a nadie. Me sentía tan torpe que me quería ir inmediatamente.«

Aunque este trastorno frecuentemente se confunde con timidez, no son lo mismo. Las personas tímidas pueden sentirse muy incómodas cuando están con otras personas, pero no experimentan una  ansiedad extrema al anticipar, o estar, una situación social y no necesariamente la evitan. Por otro lado, las personas con fobia social no necesariamente son tímidas. Pueden sentirse totalmente cómodas con otras personas la mayor parte del tiempo, pero en situaciones especiales, como participar en una reunión, mantener una conversación, hacer un discurso, pueden sentir intensa ansiedad. La fobia social interfiere en el normal desarrollo de la vida y los intereses personales.  Por ejemplo: un trabajador puede dejar de aceptar un ascenso en su trabajo por no poder hacer presentaciones en público. 

La mayoria de personas que sufren de fobia social mejoran significativamente con  terapia cognitivo-conductual. En algún caso puede necesitarse algún apoyo farmacológico. de medicamentos, o una combinación de ambos.

(Esta información sobre fobia social procede del National Institute of Mental Health)

 

Vídeo Ilustrativo: Agorafobia (minutos 0-4,50) y fobia social (minuto 4,50 en adelante)

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Fobias Específicas

Fobia Simple o Específica: Síntomas y presentación del problema

«…Tengo miedo de viajar en avión y por lo tanto ya no lo hago. Es una sensación horrible la que siento cuando se cierra la puerta del avión y me siento metido en una trampa. Mi corazón late fuertemente y sudo la gota gorda. Si alguien comienza a hablarme me pongo tenso y me preocupo. Cuando el avión comienza a ascender no hace otra cosa que reforzar el miedo de que no puedo salir de ahí. Me imagino que estoy perdiendo el control, mi mente danza como loca…. No me da miedo que el avión se estrelle o que nos toque clima turbulento, como les pasa a otras personas. Es únicamente esa sensación de estar atrapado. Siempre que he querido cambiar de trabajo tengo que pensar «¿va a ser necesario viajar en avión?». Por el momento solamente voy a lugares a los que pueda ir conduciendo o por tren. Mis amigos siempre me dicen que, de todas maneras, no podría salirme de un tren que va viajando a altas velocidades así que ¿por qué los trenes no me molestan? Yo les contesto que éste no es un miedo racional…»

Muchas personas experimentan fobias específicas, miedos intensos e irracionales a ciertas cosas o situaciones. Algunas de los más comunes son: perros, arañas o cucarachas, espacios cerrados, alturas, conducir, agua, volar, agujas y heridas que produzcan sangre.  Los adultos con fobias comprenden que sus miedos son irracionales pero, frecuentemente, enfrentarse a  las situaciones que las ocasionan, o anticiparlas, produce ansiedad elevada o  ataques de pánico.

Las fobias específicas afectan a una de cada diez personas. Generalmente las fobias aparecen primero en la adolescencia o en la edad adulta. Comienzan repentinamente y tienden a ser más persistentes que las que se inician en la niñez. En los adultos, solo el 20%, más o menos,  desaparecen solas. Cuando los niños tienen fobias específicas, por ejemplo, miedo a los animales, esos miedos por lo general desaparecen con el tiempo aunque pueden extenderse a la edad adulta. No se sabe con certeza por qué persisten en algunas personas y desaparecen en otras.

Las personas con fobias, si les es fácil evitar lo que les causa miedo, no sienten la necesidad de recibir tratamiento. Sin embargo, en ocasiones, evitar la situación que produce ansiedad, acarrea importantes renuncias en su carrera profesional o en su vida personal.

(Esta información sobre Fobias Específicas procede del National Institute of Mental Health)

Para saber más

Radio3W.com: «Fobias con Rosa León«. Psicóloga Especialista en Psicología Clínica, del equipo de Clínica de la Ansiedad. http://dosmujeresyundivan.radio3w.com/?powerpress_pinw=262-podcast

Agras, S. (1989). Pánico. Cómo superar los miedos, las fobias y la ansiedad. Barcelona: Labor.

Marks,I.M.(1991a).Miedos, fobias y rituales: (1)Los mecanismos de la ansiedad. Barcelona: Martínez Roca

Sandín, B. (1997). Ansiedad, miedos y fobias en niños y adolescentes. Madrid: Dykinson.

Video ilustrativo: Documental sobre ataques de pánico y fobias específicas

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Crisis de pánico y agorafobia

Crisis de ansiedad, de pánico o de angustia: una presentación del problema

«Comenzó hace 10 años. Estaba sentada durante un seminario en un hotel y esta sensación salió de la nada. Sentí que me estaba muriendo. Para mí, un ataque de pánico es casi una experiencia violenta. Siento que me estoy volviendo loca. Me hace sentir que estoy perdiendo el control en forma extrema. Mi corazón late con fuerza, todo parece irreal y hay una fuerte sensación de calamidad inminente. Entre un ataque y otro existe este pavor y ansiedad de que van a regresar. El tratar de escapar a estas sensaciones de pánico puede ser agotador.»

Los síntomas más frecuentes de un ataque de pánico son: Transpiración, palpitaciones, dolores en el pecho, mareos o vértigos náusea, o problemas estomacales, sofocos o escalofríos, falta de aire o una sensación de asfixia, hormigueo o entumecimiento estremecimiento o temblores, sensación de irrealidad, terror, sensación de falta de control o estarse volviendo loco, temor a morir.

Quienes padecen de trastornos de pánico experimentan sensaciones de terror que les llegan repentina y repetidamente sin previo aviso. No pueden anticipar cuando les va a ocurrir un ataque y muchas personas pueden manifestar ansiedad intensa entre cada uno al preocuparse de cuando y donde les llegará el siguiente. Entre tanto, existe una continua preocupación de que en cualquier momento se va a presentar otro ataque.

Cuando llega un ataque de pánico, lo más probable es que usted sufra palpitaciones y se sienta sudoroso, débil o mareado. Puede sentir cosquilleo en las manos o sentirlas entumecidas y posiblemente se sienta sofocado o con escalofríos. Puede experimentar dolor en el pecho o sensaciones de ahogo, de irrealidad o tener miedo de que suceda una calamidad o de perder el control. Usted puede, en realidad, creer que está sufriendo un ataque al corazón, que está perdiendo la razón o que está al borde de la muerte. Los ataques pueden ocurrir a cualquier hora aún durante la noche al estar dormido, aunque no esté soñando. Mientras casi todos los ataques duran aproximadamente dos minutos, en ocasiones pueden durar hasta 10 minutos. En casos raros pueden durar una hora o más.

Usted puede en realidad creer que está sufriendo un ataque al corazón, que está volviéndose loco o que está al borde de la muerte. Los ataques pueden ocurrir a cualquier hora aún durante la noche al estar dormido, aunque no esté soñando.

Al menos un 1.6 por ciento de la población padece trastornos de pánico y es más común en las mujeres que en los hombres. Puede presentarse a cualquier edad, en los niños o en los ancianos, pero casi siempre comienza en los adultos jóvenes. No todos los que sufren ataques de pánico terminan teniendo trastornos de pánico; por ejemplo, muchas personas sufren un ataque y nunca vuelven a tener otro. Sin embargo, para quienes padecen de trastornos de pánico es importante obtener tratamiento adecuado. Un trastorno así, si no se atiende, puede resultar en invalidez.

El trastorno de pánico frecuentemente va acompañado de otros problemas tales como depresión o alcoholismo y puede engendrar fobias, relacionadas con lugares o situaciones donde los ataques de pánico han ocurrido. Por ejemplo, si usted experimenta un ataque de pánico mientras usa un ascensor, es posible que llegue a sentir miedo de subir a los ascensores y posiblemente empiece a evitar usarlos.

Las vidas de algunas personas han llegado a hacerse muy restringidas porque evitan actividades diarias normales como ir al mercado, manejar un vehículo o, en algunos casos hasta salir de su casa. O bien, pueden llegar a confrontar una situación que les causa miedo siempre y cuando vayan acompañadas de su cónyuge o de otra persona que les merezca confianza. Básicamente, evitan cualquier situación que temen pueda hacerlas sentirse indefensas si ocurre un ataque de pánico. Hablamos entonces de agorafobia . La padecen una tercera parte de las personas que sufren de trastornos de pánico, llegando a tener sus vidas muy restringidas. Sin embargo, un tratamiento oportuno al trastorno de pánico puede frecuentemente detener el progreso hacia la agorafobia.

Se han hecho estudios que demuestran que un tratamiento adecuado, un tipo de psicoterapia llamada terapia cognitivo-conductual, medicamentos o posiblemente una combinación de ambos, ayuda del 70 al 90 por ciento de las personas con trastornos de pánico. Se puede apreciar una significante mejoría entre 6 a 8 semanas después de iniciarse el tratamiento.

Los medios usados en la terapia cognitivo-conductual enseñan al paciente a ver las situaciones de pánico de manera diferente y enseñan varios modos de reducir la ansiedad, por ejemplo haciendo ejercicios de respiración o acudiendo a técnicas que dan nuevo enfoque a la atención. Otra técnica que se usa en la terapia del comportamiento, conocida como terapia de exposición, frecuentemente puede mitigar las fobias resultantes de un trastorno de pánico. En la terapia de exposición, se expone poco a poco a las personas a la situación temida hasta que llegan a hacerse insensibles a ella.

Algunas personas encuentran el mayor alivio a los síntomas del trastorno de pánico cuando toman ciertos medicamentos recetados por el médico. Esos medicamentos, al igual que la terapia cognitivo-conductual, pueden ayudar a prevenir ataques de pánico o a reducir su frecuencia y severidad. Los dos tipos de medicamentos que se ha comprobado son seguros y efectivos en el tratamiento del trastorno de pánico son los antidepresivos y las benzodiazepinas.

(Esta información sobre las Crisis o Ataques Pánico procede del National Institute of Mental Health)

Algunas referencias para saber más

Botella, C. y Ballester, R. (1997). Trastorno de pánico: Evaluación y tratamiento. Barcelona: Martínez Roca

Roca,E. y Roca, B.(1999). Cómo tratar con éxito el pánico.Valencia ACDE

Craske, M.G y Lewin, M.R. (1997). Trastorno por pánico. En V.E. Caballo (Dir.), Manual para el tratamiento cognitivo-conductual de los trastornos psicológicos (Vol. 1, pp. 113-136). Madrid: Siglo XXI.

Video: Miedo al miedo, las crisis de ansiedad y sus consecuencias.

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Introducción

La ansiedad como sistema de alerta normal, adaptativo y universal

La ansiedad es un sistema de alerta y activación ante situaciones consideradas amenazantes. Es un fenómeno que se da en todas las personas y que, bajo condiciones normales, mejora el rendimiento y la adaptación al medio social, laboral, o académico. Tiene la importante función de movilizarnos frente a circunstancias amenazantes o preocupantes, de forma que hagamos lo necesario para evitar el riesgo, neutralizarlo, asumirlo o afrontarlo adecuadamente. Por ejemplo, nos ayuda a estudiar si estamos frente a un examen, a estar alerta ante una cita o una entrevista de trabajo, a huir ante un incendio, etc.

Sin embargo, cuando sobrepasa determinados límites, la ansiedad se convierte en un problema de salud, impide el bienestar, e interfiere notablemente en las actividades sociales, laborales, o intelectuales. Puede limitar la libertad de movimientos y opciones personales. En estos casos no estamos ante un simple problema de «nervios», sino ante una alteración. Existen varios tipos de trastornos por ansiedad cada uno con sus características propias.

Se calcula que entre un 15% y un 20% de la población padece, o padecerá a lo largo de su vida, problemas relacionadas con la ansiedad con una importancia suficiente como para requerir tratamiento>. La mejora espontánea (es decir sin consulta ni tratamiento) de los problemas por ansiedad es improbable. Sólo se produce en muy pocos casos. En la mayoría de los casos la ansiedad tiende a mantenerse, e incluso a extenderse y generalizarse. Tratar de sobreponerse a base de fuerza de voluntad, como piensan algunas personas, no es efectivo. Querer que los síntomas desaparezcan no da resultado, no es suficiente. Lo más conveniente es tratarse lo antes posible. La gran mayoría de los casos mejoran siguiendo el tratamiento adecuado.

Más allá de los llamados trastornos por ansiedad (pánico, agorafobia, fobia social, obsesiones, ansiedad generalizada), la ansiedad es, además, un componente importante de otros problemas: problemas de alimentación, problemas sexuales, problemas de relación personal, dificultades de rendimiento intelectual, molestias físicas de origen psicosomático, etc.

La ansiedad normal y proporcionada, así como sus manifestaciones, no puede ni deben eliminarse, dado que se trata de un mecanismo funcional y adaptativo. Se trata de saber convivir con la ansiedad, sin perder la operatividad. Sin embargo, algunas personas que han sufrido trastornos por ansiedad, sobre todo si han sido muy severos o incapacitantes, están tan sensibilizadas que tienen después dificultades para tolerar la ansiedad normal, e incluso distinguirla de la patológica.

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Fuente: Clínica de la Ansiedad. Madrid y Barcelona. Psicólogos especialistas en el tratamiento de la ansiedad.

Para saber más

Ayuso,J.l.(1988). Trastornos de angustia. Barcelona: Marínez Roca

Rojas, E.(1989). La ansiedad: Cómo diagnosticar y superar el estrés, las fobias y las obsesiones. Madrid: Ediciones temas de hoy.

De la Gándara,M. y Fuertes, J. C.(1999). Ansiedad y angustia: causas, síntomas y tratamiento. Madrid: Pirámide.

Miguel Tobal, J.J. . La ansiedad. Madrid: Editorial Aguilar.

Más libros

Video: La ansiedad y sus trastornos

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