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Ansiedad y otros

Ansiedad y alcohol

En la sociedad española el alcohol es una droga de curso legal, socialmente aceptada, que mueve importantes divisas y ocasiona no menos importantes quebraderos de cabeza, familiares y sanitarios. Vivimos en una sociedad vinícola donde el acto de beber está asociado a multitud de acontecimientos diarios. Existe una gran presión social para beber, pero a la vez hay una clara falta de información sobre los problemas que produce el consumo reiterado. Además, las bebidas alcohólicas son de fácil acceso y se venden a un precio muy asequible para la mayoría de la población. La oferta de ocio está en exceso orientada al consumo de alcohol y otras drogas. A esto hay que añadir que su consumo es alentado a través de los medios de comunicación, asociándolo a diversión, sensualidad, encuentros sexuales, patrones de vida deseables o a modelos de comportamiento exitosos. Existen, además, una serie de mitos, socialmente extendidos, sobre supuestas propiedades “milagrosas” de las bebidas alcohólicas (antes llamadas “espirituosas”): por ejemplo, sirve para afrontar mejor los problemas (en la mayoría de películas el primer paso ante un problema es servirse una vaso de whisky), tranquiliza, ayuda a dormir, aumenta la potencia sexual… Propiedades que, naturalmente, no tiene.

Uso, abuso y dependencia del alcohol

Hablamos de uso del alcohol, o cualquier otra droga, cuando su consumo es ocasional, relacionado con sólo unos pocos acontecimientos, sin llegar a que se produzca dependencia ni habituación a la sustancia, ni repercusiones negativas en áreas importantes de la vida de una persona (la familia, el trabajo, los amigos, la pareja, salud física y psicológica…).

El abuso, según la Asociación Psiquiátrica Americana (DSM-IV) implica la presencia de una o más de los siguientes cuatro condiciones, en algún momento, durante un período de 12 meses:

1) Consumo repetido de la sustancia que implica dejar obligaciones laborales, académicas o del hogar.

2) Uso repetido de la sustancia en situaciones que implican riesgo físico para la persona.

3) Su consumo conlleva repercusiones legales (multas, deudas, juicios…).

4) Se sigue consumiendo a pesar de los problemas sociales y personales que está creando la sustancia

Por tanto el abuso es un mal uso ya sea por la cuantía de sustancia ingerida o por la finalidad con que se consume. No obstante, también existen malos usos que no llegan a la categoría de abuso, por ejemplo usar el alcohol para afrontar situaciones sociales en que uno siente una enorme vergüenza por las críticas ajenas. En estos casos aunque no se cumplan los criterios para abuso existe un claro riesgo de que así sea. Además de que se está cerrando la puerta a otras formas de afrontar los problemas (por ejemplo hacer frente a los pensamientos que hay detrás del miedo a las críticas).

La dependencia se produce como consecuencia de repetidos abusos. Según Asociación Psiquiátrica Americana (DSM-IV), para poder diagnosticarla como tal, es necesario que se den al menos tres de las siguientes condiciones o criterios durante un período de 12 meses (aunque períodos más cortos también pueden requerir de una intervención):

1) Tolerancia o habituación: necesidad de aumentar progresivamente las dosis para conseguir los mismos efectos que anteriormente, o manteniendo la misma cantidad de alcohol se produce un disminución de los efectos esperados.

2) Síntomas ante la abstinencia o supresión de la sustancia: en el caso del alcohol podría aparecer insomnio, irritabilidad, dolor de cabeza, temblor, náuseas, ansiedad, crisis epilépticas. El síndrome de supresión o abstinencia se produce cuando se deja de ingerir súbitamente alcohol. A veces la persona bebe para evitar, momentáneamente, estos síntomas.

3) Se usa la sustancia en mayor cantidad o por un período más largo de lo que la persona en un principio pretendía.

4) Deseo persistente de consumir la sustancia, y uno o más esfuerzos inútiles por controlar o suprimir el consumo.

5) Gran parte del tiempo se emplea en actividades relacionadas con la obtención, consumo y recuperación de los efectos de la sustancia.

6) Reducción importante o abandono de actividades sociales, laborales o recreativas a pesar de tener consciencia de que se padece un problema físico o psicológico provocado o empeorado por el alcohol.

Efectos del alcohol sobre el organismo

El alcohol atraviesa fácilmente las membranas celulares, por lo que es absorbido rápidamente por el estómago y distribuido por todos los tejidos. Actúa sobre diversos receptores del Sistema Nervioso. Fundamentalmente es un depresor. De ahí su relación con las emociones, en particular con la ansiedad y la depresión. En dosis pequeñas desinhibe, disminuye la ansiedad, lo que se equipara a un estado de excitación, aumentando la frecuencia cardíaca y respiratoria. Con dosis mayores funciona plenamente como un depresor, disminuyendo el nivel de conciencia, la coordinación motora y las funciones autonómicas (respiración y frecuencia cardíaca). Se experimenta una sensación de calor, pero, realmente, se está produciendo una pérdida de calor, con lo que si la temperatura exterior es demasiado baja pueden haber problemas para regular la temperatura corporal. Si la dosis es demasiado elevada se puede llegar al coma o a la muerte por depresión respiratoria.

El alcohol produce en nuestro organismo un desequilibrio metabólico, es decir, perturba el funcionamiento normal. En grandes cantidades es altamente tóxico. Sus efectos son más peligrosos en personas vulnerables (con enfermedades cardíacas, cerebrales…), en mujeres, en niños y en ancianos. Sin embargo, en pequeñas dosis puede ser hasta beneficioso siempre y cuando la persona no tenga vulnerabilidad hacia los efectos físicos y psicológicos del alcohol. Este efecto beneficioso del uso moderado en personas sin vulnerabilidad al alcohol, ha sido utilizado y exagerado por los interesados en que aumente o se mantenga la venta de alcohol. En todo caso siempre existe el peligro de su efecto tóxico y el riesgo de abuso y/o dependencia.

El consumo repetido y abusivo del alcohol tiene una serie de consecuencias para la persona:

físicas: el alcohol actúa sobre diversos órganos entre los que destacan el hígado (peligro de cirrosis), el sistema cardio-vascular (problemas de arrítmias, miocardiopatías, hipertensión arterial e ictus cerebrales), el sistema respiratorio, el sistema nervioso (el síndrome de Wernike-Korsakoff debido a falta de vitamina B1, la degeneración del cerebelo…). También afecta al sistema muscular, al esqueleto (riesgo de osteoporosis), y al sistema endocrino. El alcohol es la segunda causa probada de padecer cáncer, después del tabaco.

Sociales: su consumo se asocia a un mayor riesgo de accidentes, implicación en agresiones, homicidios y peleas, conductas antisociales (robos, insultos, exhibicionismo…), problemas en las relaciones sociales, familiares o de pareja. Produce además déficits en la actividad laboral, académica o social, debido a estar bajo los efectos del consumo abusivo o en período de recuperación de éstos.

Psicológicas: El uso continuado del alcohol produce una “primitivización” de la personalidad, que se vuelve más infantil y eufórica. Hay una pérdida de las funciones cognitivas, se alteran los ritmos biológicos, hay lagunas en la memoria (sobretodo de acontecimientos relacionados con las borracheras), desorientación espacio-temporal. La emoción oscila de la alegría a la tristeza continuamente (labilidad emocional), pudiendo aparecer incontinencia emocional (por ejemplo no se puede evitar arrancar a llorar repentinamente). Surgen sentimientos de culpa, y explosiones de irritabilidad. Se tiene poca tolerancia a las frustaciones. Pueden producirse, además, una serie de trastornos específicos como el síndrome de abstinencia que puede llegar a un delirium tremens, la alucinosis alcohólica (donde hay sobretodo voces que acusan y delirios persecutorios), delirios celopáticos (falsa creencia de que la pareja es infiel), trastornos del estado de ánimo, trastornos de ansiedad, trastornos de sueño (el alcohol disminuye la fase REM del sueño, que es la que garantiza un mayor descanso), demencia y trastornos persistentes de la memoria.

Alcohol y alteraciones emocionales

Para facilitar la descripción de la relación entre el alcohol y los trastornos emocionales nos ocuparemos primero de cómo tener problemas con la ansiedad y el estado de ánimo pueden llevar a una tormentosa relación con el alcohol, para luego dedicarnos a la relación inversa. Es decir, como el mal uso, el abuso y/o la dependencia del alcohol pueden generar consecuencias en nuestras emociones.

Trastornos emocionales que llevan al consumo de alcohol

Por sus propiedades y fácil acceso, el alcohol es frecuentemente utilizado por personas que padecen un trastorno del estado de ánimo o de ansiedad. En el primer caso se usa el alcohol como un medio de controlar un estado de ánimo triste. El alcohol tiene la propiedad de acentuar el estado en que nos hallamos. Altera el estado de ánimo pero la dirección del cambio depende de las expectativas de la persona. Y, normalmente, las expectativas de las personas que padecen depresión son bastante negativas. Por lo tanto no sólo no combate la depresión sino, que tras un ligero alivio debido a la alteración del estado de conciencia, el alcohol, por sus propiedades depresoras sobre el sistema nervioso, agrava la depresión, incrementa los sentimientos de culpa e inadecuación, y disminuye la propia valía consecuencia de verse a uno mismo fuera de control, abandonando las obligaciones sociales, laborales y/o académicas.

En los trastornos de ansiedad,   algunas personas recurren al alcohol por sus propiedades reductoras de la activación fisiológica. Si bien es cierto que el alcohol tranquiliza a corto plazo, no lo es menos que su uso continuado produce una inquietud y una ansiedad que superan con creces al estado inicial que se quería evitar. Sólo en pequeñas dosis y en circunstancias adversas concretas y controlables, el alcohol disminuye la ansiedad. Este efecto está muy en relación con el estado de la persona y siempre se corren los riesgos de intoxicación y dependencia. Además también existe el peligro de acontecimientos ambientales inesperados frente a los que bajo los efectos del alcohol podemos reaccionar inapropiadamente. En las personas con problemas de ansiedad sirve para atenuar momentáneamente los miedos y afrontar las situaciones con más seguridad (menor inhibición). De esta manera se cierran las puertas a otras formas más adecuadas de afrontamiento de los problemas, corriendo además el riesgo de acostumbrarse a usar el alcohol y otras drogas para afrontar no sólo los problemas para los que inicialmente se usó, sino extender también su uso a otros (por ejemplo usarlo para hablar más “tranquilo” en público, y extenderlo luego para aparentar lo que no se es ante las amistades).

La ansiedad social y las emociones desagradables pueden propiciar el uso abusivo del alcohol o recaídas si se está en período de desintoxicación. El alcohol es usado con frecuencia como alivio para los síntomas psíquicos (tensión, sentimientos de culpa, dificultades para conciliar el sueño). Sin embargo, frecuentemente, no hace sino empeorar el estado general y generar un círculo vicioso de difícil salida. Ansiedad y depresión disminuyen con el alcohol pero sólo a corto plazo, para luego volver con mucha más fuerza y exigiendo de nuevo el alcohol como medio de aplacarlas.

También es probable que sean otros trastornos mentales los que induzcan a problemas con el alcohol. Sería el caso de la esquizofrenia y el trastorno bipolar (en que hay oscilaciones entre un estado de ánimo deprimido y una euforia patológica).

Problemas con el alcohol que repercuten en las emociones

Ya hemos visto más arriba algunas de las consecuencias que tiene el consumo reiterado y abusivo de alcohol. Vamos a destacar aquí algunas por sus especiales repercusiones en las emociones.

Síndrome de abstinencia: produce los efectos contrarios a la intoxicación. Hay hiperactividad autonómica, agitación, crisis comiciales, insomnio, alucinaciones, y ansiedad. Este sería el síndrome de abstinencia típico que se produce entre las 7 y las 48 horas después de la última ingesta de alcohol, y que desaparece a los 7 días sin necesidad de tratamiento. Se asocia fundamentalmente con la dependencia física de la sustancia. Se puede complicar en un delirium tremens, estado de disminución de la consciencia con alteraciones perceptivas visuales. Luego se hablaría de otros tipos de síndrome de abstinencia que se relacionarían más con la dependencia psicológica (deseos de la sustancia por sus efectos reforzantes o por que elimina sensaciones displacenteras). Serían el síndrome de abstinencia tardío y el síndrome de abstinencia condicionado que aparecen tras semanas de dejar la sustancia, pudiendo durar meses o años. Se deben a que ante la presencia de determinados estímulos internos o externos, se produce una inquietud psicológica en forma de ansiedad y una desregularización de las funciones psíquicas superiores. Este estado incita a la búsqueda y a la consumición del alcohol. La persona se siente como recién desenganchada, y muy ansiosa, con lo que es fácil que se produzcan recaídas en la conducta de beber. Esta dependencia psicológica es más difícil de tratar que la dependencia física.

Alucinosis alcohólica y delirios celopáticos: ambos son estados que generan en la persona una tremenda angustia puesto que se siente perseguido y engañado, respectivamente. Este aumento de la ansiedad puede generar huida de los lugares temidos o defensa activa (pudiéndose producir, por ejemplo, agresiones más o menos importantes ante la supuesta infidelidad de la pareja).

Trastorno del estado de ánimo debido a la ingesta de alcohol: sería aquel trastorno del estado de ánimo que se da sólo en relación a la bebida. Se debe a una reacción psicológica por la falta de control percibida, a desordenes neuroquímicos ocasionados por el alcohol, a una personalidad disfórica (entre irritable y triste), o al síndrome de abstinencia.

Trastornos de ansiedad debidos a la ingesta de alcohol: son propios de los estados de abstinencia, pero también se pueden dar durante la intoxicación. Los más típicos son la agorafobia y la ansiedad generalizada.

Trastornos del sueño y disfunciones sexuales: sexo y sueño son dos funciones importantes que se ven afectadas por un abuso del alcohol. Dada la relevancia de estas funciones para las personas, su alteración debido al consumo de alcohol implica claras consecuencias sobre las emociones. La falta de sueño genera un estado de ansiedad e irritabilidad característico. Las disfunciones sexuales afectan al propio bienestar y el de la pareja, a la autoestima y, por tanto, al estado de ánimo, lo cuál hace que se active nuestro sistema de alarma (la ansiedad), que no hace sino obstaculizar cualquier intento de mejora.

Amnesias transitorias y persistentes: son trastorno en que se olvidan porciones de información del pasado. Cuando existe consciencia de que se ha olvidado algo, y se sabe que ese algo es importante, se genera ansiedad y miedo por qué se están perdiendo partes importantes de nuestra biografía o información importante para nuestro quehacer cotidiano.

Podríamos citar finalmente, sin comentarios y de manera general, los problemas emocionales derivados de las enfermedades físicas que genera el alcohol, y problemas emocionales debidos a las situaciones sociales a las que lleva el alcohol.

Aunque en apartados anteriores hemos distinguido los casos en que se presenta primero un problema emocional y cuando lo hace primero un problema con el alcohol, esta distinción en la realidad no es tan sencilla. De hecho, lo corriente es que se presenten juntos, sin saberse que es causa y que consecuencia.

Habida cuenta de los problemas que puede acarrear el alcohol a los individuos y al conjunto de la sociedad, la prevención es la mejor baza para evitar que éstos ocurran. Esto implica la adopción de medidas educativas, la superación de creencias y mitos socialmente arraigados, el desarrollo de formas de ocio y relación interpersonal menos mediatizadas por el alcohol y otras substancias tóxicas, y una mejor atención y más temprana a las poblaciones de riesgo.

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Fuente: Miguel Luna . Dibujo: David Martínez. Clínica de la Ansiedad. Barcelona y Madrid.

Para saber más

Buceta, J.M.; Bueno, A.M. (1996). Tratamiento psiicológico de hábitos y enfermedades. Madrid. Pirámide.

Draper, R. (1985). Me llamo Ramón y soy alcohólico. Barcelona. Plaza&James.

First,M; Frances, A.; Pincus H.A. (2002). DSM-IV: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona. Ed. Masson

Franken, I.; Hendriks, V.; Haffmans, P.M.; van der Meer, Chris (2001). Coping Style of Substance-Abuse Patients: Effects of Anxiety and Mood Disorders on Coping Change. Journal of Clinical Psychology. Vol 57 (3), 299-306.

Lorenzo, P.; Ladero; J.M.; Leza, J.C.; Lizasoin, I. (1998). Drogodependencias. Madrid. Editorial Médica Paramericana

Masgoret, F.; Nicolau, R.; Lasa, A. (Eds.) (1988). Drogodependències experiències d´intervenció a Catalunya. Publicacions de la Diputació de Barcelona.

McCrady, B.; Rodríguez, R.; Otero-López, J.M.(1998). Los problemas de la bebida: un sistema de tratamiento paso a paso. Madrid. Pirámide.

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Acoso psicológico y problemas emocionales

Introducción

El mobbing o acoso psicológico es un conjunto de conductas abusivas en forma de actos, palabras, escritos o gestos que vulneran la identidad, la dignidad o la integridad física y/o psicológica de una persona. Se puede dar en cualquier situación en la que se relacionen un grupo de personas (en el trabajo, en la pareja, en escuelas o universidades, en grupos de amigos…). Lo ejerce una persona o grupo de personas sobre otra persona. A pesar de su alcance, es fácil que pase desapercibido para la mayoría, excepto para las víctimas.

Fundamentalmente, las estrategias de acoso moral son (Hirigoyen, 1999):

  • descalificar y desacreditar a la víctima sutilmente, sobre todo a través de mensajes no verbales.
  • rechazar la comunicación directa: así el conflicto no puede ser solucionado y se provoca el sentimiento de culpa de las víctimas.
  • aislar a la persona.
  • hacer novatadas.
  • inducir a caer en errores.
  • acoso sexual.
  • hacer guasa con sus puntos débiles.
  • burlarse de sus ideas, convicciones o gustos.
  • ridiculizarlo en público.
  • hacer alusiones desagradables.
  • poner en tela de juicio su capacidad de juicio y decisión.

Si bien, para hablar de acoso moral propiamente, estas conductas deben darse repetidamente y de manera insistente, no de forma aislada.

Conducta del agresor

Para los acosadores este comportamiento abusador suele ser una forma habitual de comportarse. Incluso en determinados ambientes puede ser una conducta muy valorada socialmente, por ejemplo entre determinados puestos directivos. Usan la palabrería y una serie de estrategias para ir hundiendo y aislando a la víctima hasta que ésta acaba por reaccionar de modos que, a la postre, realzar el dominio del acosador.

Básicamente el agresor actúa con una forma de violencia indirecta, criticando, faltando al respeto, extendiendo rumores, haciendo jugarretas con sigilo… La mayoría de las veces lo hace sin pretender nada más que la anulación de la otra persona por los sentimientos que le provoca (envidia, deseo de dominación, rivalidad).

Algunos ejemplos específicos de la conducta del acosador en el ámbito laboral son (Ausfelder, 2002):

  • Prohibir a la persona charlar con los compañeros.
  • No se responde a sus preguntas verbales o escritas.
  • Instigar a los compañeros en contra suya.
  • Excluirla de determinados actividades sociales.
  • Los compañeros evitan trabajar con la persona.
  • Se le habla de modo hostil y grosero.
  • Se le provoca para que reaccione descontroladamente.
  • Hacer comentarios maliciosos.
  • Se rechazan sus propuestas sin ni siquiera oírlas.
  • Se le ridiculiza por su aspecto físico.
  • Se le responsabiliza de errores cometidos por otros.
  • Se le dan informaciones erróneas.
  • Es controlado exhaustivamente.
  • Su trabajo es manipulado para dañarle.
  • Se abre su correspondencia.
  • Recibe amenazas.
  • Se le ponen motes ridículos o degradantes.

La víctima

Al principio la forma de actuar del acosador le deja confundida. Sus conductas no tienen una intención clara y sus mensajes maliciosos se sirven de la comunicación no verbal. Dado que este tipo de comunicación no se capta de manera consciente, a no ser que pongamos especial atención, las intenciones del agresor no se ven venir. Dentro de esta comunicación no verbal se incluirían por ejemplo las miradas despreciativas, las retiradas de la mirada, el tono irónico en el habla, y otras muchas conductas. Entonces el problema va creciendo sin que la víctima se de cuenta. Con todo, la persona puede incluso comportarse de manera más complaciente y vulnerable. De esta actitud se sirve el acosador para machacar progresivamente a su víctima.

A medida que pasa el tiempo el acoso se hace más intenso. En la víctima, a la confusión se suma un sentimiento de culpa. Si la víctima es una persona con tendencia a culpabilizarse, la culpabilidad puede llegar a extremos perjudiciales. En todo caso, empieza a creer que todas los ataques del agresor son debidos a ella o a alguna característica de ella. Entonces empieza a dudar de su propia eficacia y valía, y se siente observada. Esto provoca que esté más atenta al como hace las cosas que al proceso en sí, con lo que se cometen equivocaciones más notables y con más frecuencia, lo que es usado por el agresor como una justificación a sus críticas. Y si, además, la víctima tiene estallidos de ira o lloro, lo que pasado un tiempo es más que frecuente, le sirven al agresor para ver cumplidas sus pretensiones e incluso hacerse con nuevos aliados. Las personas del entorno que ignoran los abusos o colaboran, más o menos intencionadamente, con el agresor mantienen y agravan la situación de abuso.

La víctima actúa de una forma pasiva, aguantando los golpes. Primero ignora, luego ya no ve salida posible. Le parece que todo se ha vuelto en su contra y que ella la única y absoluta culpable. El acosador suele utilizar tretas y aliados para aislar a la víctima con lo que se perpetúa problema. Reniega de cualquier comunicación clara con lo que el conflicto siempre sigue en pie y parece que es sólo cosa de uno, es decir, de la víctima. La persona agredida se va debilitando, su autoestima decae, se desestabiliza y sin quererlo cumple las críticas que el acosador le hace. Porque los acosadores se valen de algunos de los rasgos de las personas para criticarlos, hasta que la persona ve mermado su juicio, duda de sí misma y sin saberlo acaba cumpliendo lo que el agresor deseaba desde un principio. Acaba totalmente desamparada ante los recursos y el comportamiento del abusador.

Todo el conjunto de esta tormentosa relación entre víctima y acosador, genera una parálisis aparente en la víctima. Interiormente mantiene un estrés continuo. Este estrés no deja huellas objetivas inmediatas, los problemas llegan pasado un tiempo. De este modo se provocan una serie de trastornos psicosomáticos que afectan a diferentes órganos. Son ejemplos típicos las migrañas, las molestias digestivas, los problemas musculares, etc.

También se producen secuelas en forma de problemas emocionales. Entre ellas destacan la pérdida de autoestima y la reducción de la capacidad de disfrute de las cosas y pequeños placeres cotidianos… Se puede llegar a tener ideas de suicidio. Es normal también que se den trastornos de la ansiedad debido a los niveles de estrés mantenidos a lo largo del tiempo. Se puede llegar, en casos extremos, a crisis de pánico relacionadas con estímulos asociados al acoso, y a la evitación de dichos estímulos (el trabajo, el hogar, la clase…). También puede ocurrir que se instaure un trastorno de la ansiedad como el Trastorno por Ansiedad Generalizada, donde hay preocupaciones y rumiaciones continuas y exageradas respecto de temas de la vida cotidiana (pagos, trabajo, resultados académicos…). Otro trastorno que se podría desarrollar sería el Trastorno por Estrés Postraumático, donde hay un estado de hipervigilancia constante, continuas rememoraciones de las situaciones traumáticas de abuso, tensión y evitación de los estímulos relacionados con las dichas situaciones. Los problemas emocionales llevan asociados además una serie de síntomas que afectan a la vida cotidiana, como el insomnio, la irritabilidad y el miedo a relacionarse con otros. Los ataques de ira o de lloro son frecuentes, sobre todo cuando el acoso está en un estado avanzado.

No es extraño tampoco que se recurra a determinadas estrategias contraproducentes para tratar de solventar el dolor emocional que se sufre. En concreto se trataría de las conductas adictivas, ya sea abusando de ansiolíticos u otros medicamentos, o bien de drogas legales e ilegales como el cannabis, el alcohol, la cocaína, el tabaco, u otras. Pueden producirse también conductas que sirvan de distracción o que sustituyan las carencias afectivas que se están viviendo, por ejemplo comprar compulsivamente, jugar de manera enfermiza, etc.

La persona acaba creyendo que el problema es ella, cuando lo problemático es la relación establecida. Se puede dejar la relación o modificar alguno de sus parámetros.
El acoso moral repercute de manera destacable en las relaciones personales, ya que la persona actúa con miedo y reticencia.

¿Cómo actuar ante el acoso moral?

A continuación daremos una serie de consejos que pueden ser de utilidad para prevenir el mobbing, o en el caso de que ya exista, ponerle remedio.

Lo primero y fundamental es establecer una comunicación directa y con el menor número de trabas. No hay que conformarse con insinuaciones, sobreentendidos o comentarios a media voz. Se pedirán aclaraciones y precisiones para cualquier ambigüedad en la comunicación.

Ha de ofrecerse y exigir un trato respetuoso, tanto a nivel de expresión verbal como no verbal. Ninguna equivocación o error justifica un trato despectivo o humillante. En esta línea no se deben consentir o hacerse cómplice de bromas despreciativas, que nos pongan motes ridículos u ofensivos, y la ironía mal intencionada.

Es importante, tener claras nuestras propias habilidades y límites. Nos ayudará a no dudar global y sistemáticamente de nosotros mismos si alguien nos pone en duda o cuestiona, todo ello sin perjuicio de que podamos reconocer nuestros errores y aceptar críticas siempre que sean constructivas y no excesivas.

Desde un principio o, al menos lo antes posible, es necesario mostrar firmeza, actuar con asertividad. Es decir, expresar claramente nuestros sentimientos, sin temer las reacciones de los demás, pero sin hacerlo tampoco de manera impulsiva. Si se mantienen una tolerancia absoluta, se facilita la labor virulenta del acosador. No hay que temer el conflicto, puesto que un conflicto bien asumido puede llevar a una solución. Además, el conflicto no tiene porqué ser violento. Para ello es importante contener los arranques violentos, actuar con serenidad manifiesta y con defensas reflexionadas. Si se actúa de manera rápida e impulsiva el agresor tiene las puertas abiertas para sus conseguir sus objetivos.

Aunque es importante asumir cierta responsabilidad en el origen y en la solución del asunto, hay que abandonar a todas luces la culpabilidad enfermiza que corroe y sólo sirve para hundir más y más a la víctima (justo el propósito del acosador). No es necesario justificarse constantemente, de lo contrario el agresor se servirá de ello para hallar más errores.

No conviene aislarse. Perderíamos apoyo social y acrecentaríamos nuestra confusión e indefensión, facilitando así los objetivos pretendidos por el abusador.

Llegados a un determinado extremo, se hace necesaria la denuncia ante los órganos competentes, o ante la propia Administración de Justicia. Aunque la legislación es dispar respecto de los diferentes tipos de acoso, existe cada vez más jurisprudencia y actuaciones judiciales al respecto. Para facilitar el quehacer de la justicia en caso de realizar una denuncia será esencial recabar el máximo de pruebas objetivas posibles, ya que, a diferencia de las agresiones físicas, el acoso moral no deja huellas tan claramente visibles.

En general, hay que evitar la pasividad, y actuar cuanto antes para que el acoso no vaya a más. Cuanto más haya avanzado el acoso, más difícil se hace llegar a una solución y más graves son las consecuencias para la salud y bienestar de la víctima Los problemas derivados suelen remitir tras acabar con esta tormentosa relación. No obstante, en determinados casos, se hará necesario un tratamiento psicológico o médico personalizado (en función de aquellos aspectos que han quedado más afectados).

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Fuente: Miguel Luna. Clínica de la Ansiedad. Barcelona y Madrid.

Para saber más

Hirigoyen, M-F (1999). El acoso moral. Barcelona. Paidós.

Ausfelder, T. (2002). Mobbing: el acoso moral en el trabajo. Barcelona. Océano.

MOBBING.NU. Página web especializada en la temática del acoso moral, difundido en varios idiomas, entre ellos el castellano, con diversas informaciones, recursos y enlaces.

Herramientas de gestión de los riesgos psicosociles en el sector educativo: www.prl-sectoreducativo.es/

Video ilustrativo: Acoso escolar I (UNED-TVE2)

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Fobias de impulsión Obsesiones

Miedo a perder el control o volverse loco

El temor a perder el control sobre el propio pensamiento, conducta o impulsos, es frecuente en los trastornos de ansiedad. En cierto modo, este sentimiento, o pre-sentimiento, es consubstancial a la experiencia de ansiedad elevada. Si la ansiedad guarda relación, como hemos señalado en otros documentos de la web, con la percepción del sujeto de verse desbordado, respecto de su capacidad y recursos, por las demandas y exigencias del medio (externo o interno), es natural que dicha experiencia se equipare a pérdida de control sobre uno mismo o sobre el medio: cuando tenemos una dificultad pero es asumible, nos consideramos con los recursos, apoyos, y capacidad para hacerla frente, decimos, en términos coloquiales, que “tenemos un problema, no está resulto, pero está controlado”. Si, por el contrario, nos vemos excedidos o desbordados decimos que “tenemos un problema, no está resuelto, ni bajo control”, es decir nos sentimos a merced de las circunstancias.

Es probable que la ansiedad altere la ejecución de repertorios de conducta, incluso algunos que normalmente “salen solos” sin que medie la conciencia en su producción, ya sea por tratarse de respuestas autónomas, o bien automatizadas tras un proceso de aprendizaje y entrenamiento: la articulación y fluidez del habla, la atención y concentración, la respuesta sexual, la conciliación del sueño, etc. La percepción de dichos fallos, crea dudas en la persona que los experimenta sobre su adecuada regulación y produce desconfianza sobre el normal y correcto funcionamiento de sus funciones y facultades.

En algunos casos, la ansiedad genera, como parte de sus síntomas y manifestaciones, una sensación de extrañeza e irrealidad, como si estuviéramos viendo la realidad a través de un cristal o “como en una película”, como si nos sintiéramos ajenos a nosotros mismos (despersonalización) o al entorno (desrealización).

Del mismo modo que la sobre-preocupación por la salud física lleva a la vigilancia y observación de diferentes funciones y manifestaciones fisiológicas, el temor a perder el control lleva a la auto-observación y seguimiento de nuestro pensamiento, la ejecución de actividades y sus posibles efectos.

El temor a volverse loco

En algunos casos, ese sentimiento de descontrol, desorden o irrealidad se equipara a la idea de trastornarse o volverse loco. En casos extremos este miedo está en la base de las llamadas “fobias de impulsión”, que se caracterizan por la percepción de un alto riesgo de perder la cabeza, trastornarse, en un momento dado y, como consecuencia, hacer algo grave e irreversible, como tirarse desde al balcón, hacer daño a niños u otras personas con cuchillos, o de otras formas, empujar a alguien al tren o a la calzada al paso de los coches, etc.

La presunción de que podría trastornarse, lleva a la persona a estar especialmente alerta y evitar aquellas circunstancias (balcones, jugar con niños pequeños, etc.) dónde, si se llegara a perder la razón, las consecuencias fueran más graves e irreversibles. No es que tenga intención de hacerlo y haya de vigilarse para impedirlo (como a veces piensan los propios pacientes). Todo lo contrario: lo último que quisieran que pasase en el mundo es eso, y por ello, quieren estar advertidos y prevenir los riesgos para que ni siquiera en un supuesto “momento de locura” pudieran hacerlo.

Digamos que, en cierto modo, se ha dado al cerebro la orden de que no se olvide de ese riesgo –por otro lado, absolutamente inexistente-, y dispare las alarmas cuando las consecuencias de la supuesta pérdida de la razón pudieran ser extremas. En consecuencia, el sistema de avisos y advertencias asociado al mecanismo de la ansiedad hace que vengan reiteradamente al pensamiento imágenes o ideas al respecto, muy particularmente cuando estamos frente a circunstancias más críticas (presencia de cuchillos, alturas, etc.). El objetivo es… prevenirse de uno mismo si se diera la supuesta locura.

Estos pensamientos, que confunden e importunan al individuo, son efecto de extremados sistemas de prevención, sin embargo, son tomados por el sujeto como si fueran impulsos internos o pensamientos perversos que les llevarán a hacer lo que no quieren.  Aunque no tienen nada que ver, muchas pacientes interpretan estos fenómenos como indicadores de estar sufriendo, o llegar a sufrir, trastornos mentales de tipo psicótico, como esquizofrenia. Es imposible volverse loco como consecuencia de crisis de pánico u otros trastornos de ansiedad.

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Fuente: J. Carlos Baeza Villarroel. Clínica de la Ansiedad. Especialistas en Madrid y Barcelona. Psicólogos y psiquiatras.

Video: El temor a perder el control o a volverse loco

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Fobia Social

Fobia Social: Algunos libros de interés

En este documento encontrará algunas referencias bibliográficas, unas técnicas, y otras  orientadas a la población general que quiere mejorar alguna habilidad social o superar algunos miedos menores apoyándose en la lectura.

Las lecturas sugeridas a continuación lo son a título orientativo, no constituyen un listado exhaustivo, ni se proponen, necesariamente, como obras mejores que otras no referidas. Las de tipo técnico, ofrecen una información de carácter más profesional, pero en ningún caso capacitan a profesionales no especializados y convenientemente entrenados para tratar este tipo de problemas. Las de tipo divulgativo, en ningún caso constituyen un tratamiento ni lo suplen.

Referencias técnicas

Antona Casas, César (2009). Fobia Social: Evaluación y tratamiento. México, Editorial Trillas.

Bados A. (2001). Fobia social. Madrid, Editorial Síntesis.

Botella C, Baños R.M., Perpiñá C. (2003). Avances en la psicopatología, la evaluación y el tratamiento psicológico del trastorno de ansiedad social. Paidós Ibérica.

Cervera S., Roca M., Bobes J. (1998). Fobia social. Barcelona, Editorial Masson.

Heimberg R., Liebowitz M., Hope D., Schneier F. (2000). Fobia Social: Diagnóstico, evaluación y tratamiento. Barcelona, Ed. Martínez Roca.

Mora M., Raich R. M. (2005). Autoestima .Madrid, Ed. Síntesis.

Referencias divulgativas

Desberg, P.(1996). Estrategias para Superar la Timidez y el Miedo a los demás. Barcelona: Editorial Integral.

Castanyer O. (2015). Asertividad: expresión de una sana autoestima. Bilbao. Editorial DDB.

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Fobias Específicas

Curso para superar el miedo a volar en Madrid: Calendario y precios

El programa de Clínica de la Ansiedad  para superar el miedo a volar consta de dos bloques o módulos:

  • Bloque A: Se realiza individualmente a los largo de seis sesiones. Está relacionado con el conocimiento y desarrollo de procedimientos psicológicos para afrontar y superar el miedo.
  •  Bloque B: Se desarrolla en pequeños grupos, en un solo día. Está relacionado con el  conocimiento y la ejercitación en entorno aeronáutico y del vuelo .

En el desarrollo del programa participan psicólogos y pilotos, con el apoyo de medios técnicos e instrumentales.

El inicio del módulo individual (bloque A) está abierto permanentemente. Ha de realizarse previamente al inicio de la parte grupal del programa (bloque B: información aeronáutica básica y ejercicios en simulador).  Las fechas abajo indicadas son, pues, las previstas para el desarrollo del bloque B del programa para superar el miedo a volar.

Calendario para el desarrollo de los próximos cursos

Día

Mes Año
31Marzo2017
19Mayo

2017

17Junio2017
14Julio

2017

Precio del  Curso :  520 euros.   

Información e incripciones: en volarsinmiedo o en el teléfono de Clínica de la Ansiedad 91 829 93 92.

Video: Programa emitido el 21-4-15 por el Canal 24h, de RTVE, sobre diversas fobias y su tratamiento. Las imágenes de los minutos 10,40 al 15,50 corresponden al programa Conducir Sin Miedo; y las imágenes de los minutos 19,20 al 22,18 al programa Volar Sin Miedo, ambos organizados por Clínica de la Ansiedad para superar dichos miedos

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Crisis de pánico y agorafobia

Agorafobia: componentes, edad de comienzo y problemas asociados.

La agorafobia puede definirse como un miedo y evitación de lugares públicos y de estar fuera de casa basados en la anticipación de experimentar niveles elevados de ansiedad o en la aparición de ataques de pánico.

También puede considerarse como el miedo a estar en lugares o situaciones donde puede ser difícil o embarazoso escapar o donde pueda resultar complicado disponer de ayuda en el caso de tener un ataque de pánico o síntomas similares como: mareo, caída, despersonalización, desrealización, pérdida del control de esfínteres, vómito o molestias cardíacas.

Hay que diferenciar la Agorafobia de la Fobia a los espacios abiertos. Éste último se define como el miedo a caerse o a los espacios abiertos en ausencia de apoyo viso-espacial cercano, con lo que caminan cerca de la pared por temor a caerse o temen las señales de espacio y profundidad al conducir.

En la agorafobia pueden distinguirse varios componentes:

La evitación a situaciones temidas

Existen una gran variedad de situaciones temidas y que las personas con agorafobia acaban evitando por las reacciones que desencadenan. .
Algunos ejemplos comunes son: cines y teatros, supermercados, grandes almacenes, ascensores, también viajar en autobús, tren, avión o barco, andar por la calle, quedarse solo en casa, estar lejos de casa, hasta conducir o viajar en coche.

Otro tipo de situaciones son: tomar baños calientes o saunas, hacer ejercicio, montar en atracciones, tener relaciones sexuales, participar en discusiones, enfadarse, bailar, tomar comidas pesadas, ver espectáculos deportivos emocionantes, ver películas dramáticas o de terror y beber café cargado o alcohol. Todas ellas relacionadas por las sensaciones que desencadenan o por la asociación a una experiencia negativa pasada.

Las conductas defensivas

Sin embargo, las situaciones no siempre se evitan, sino que se pueden afrontar con ansiedad y/o con conductas defensivas para prevenir o manejar la amenaza asociada a la ansiedad/pánico. Ir acompañado de una persona de confianza o un animal doméstico, tomar medicación, beber alcohol o agua, comer algo, fumar, llevar objetos tranquilizadores, pensar en que se está cerca de un hospital o salida cercana, comprar solo a ciertas horas o escapar de la situación son algunos ejemplos de conductas defensivas. Éstas producen alivio inmediato pero contribuyen a mantener el problema.

Mientras que las personas con una agorafobia moderada o grave evitan ambos tipos de relaciones expuestas anteriormente, las personas con trastorno de pánico con agorafobia leve o sin agorafobia tienden a evitar el segundo tipo de situaciones.

La ansiedad anticipatoria

Preocupación por experimentar un ataque de pánico o una fuerte ansiedad. Es una expectativa o anticipación de que ocurrirá un ataque o una fuerte ansiedad juntamente con la tendencia a temer las sensaciones corporales relacionadas con la ansiedad.

El miedo al miedo

Las personas con agorafobia tienen miedo a aquellas situaciones en las que pueden tener sensaciones de ansiedad o ataques de pánico. Suele surgir normalmente en situaciones externas temidas y también como consecuencia de las reacciones corporales producidas por el calor, el hambre, la fatiga, el estrés… que desencadenan a la vez reacciones corporales como debilidad en las extremidades, tensión, visión borrosa, malestar intestinal, dolor o tensión muscular o la sensación de nudo en el estómago o en la garganta.

Se teme a las situaciones en las que se cree que puede ocurrir consecuencias dañinas o catastróficas de tipo físico (ataque cardíaco, tumor cerebral, muerte, desmayo) o mental (perder el control, volverse loco).

Ataques de pánico o síntomas similares

La gran mayoría de las personas que sufren agorafobia informan tener o haber tenido ataques de pánico. Éste consiste en un intenso miedo, terror o malestar acompañado frecuentemente con una sensación de peligro o catástrofe inminente y de un impulso a escapar.

Los síntomas más frecuentes son: palpitaciones, mareo, dificultad para respirar, sudoración, temblores, el miedo a volverse loco o a perder el control y la despersonalización (extrañeza de uno mismo)/desrealización (irrealidad).

Los ataques de pánico varían considerablemente de una persona a otra. Difieren en frecuencia de los ataques), la intensidad, la duración, en las reacciones somáticas, los pensamientos asociados, circunstancias de ocurrencia y predecibilidad (situacionales o espontáneos).

Interferencia o deterioro producido por el trastorno

En los casos graves las personas con agorafobia pueden pasar la mayor parte del tiempo en casa en compañía de familiares y llegar incluso al aislamiento total. Estas personas se ven incapacitadas para realizar actividades diarias.

Tipos de Agorafobia

Según el sistema de clasificación DSM-IV (American Pschiatric Associaton, 1994) podemos clasificar de diferente manera la Agorafobia y Trastornos de Pánico:

  • Trastornos de Pánico con Agorafobia
  • Agorafobia sin historia de Trastorno de Pánico
  • Trastorno de Pánico sin Agorafobia

Sin embargo la CIE-10 (Organización Mundial de la Salud, 1992) tiene la siguiente clasificación:

  • Agorafobia sin Trastorno de Pánico
  • Agorafobia con Trastorno de Pánico
  • Trastorno de Pánico

Edad de comienzo y curso de la Agorafobia

La edad de comienzo se sitúa aproximadamente entre los 25 y los 30 años, aún así existen casos en que el inicio puede darse en cualquier momento entre los 5 y los 58 años. Las personas entre los 45 y los 64 años tienen menos riesgo de desarrollar una agorafobia.

La agorafobia suele comenzar con ataques de pánico o una ansiedad que van creciendo gradualmente en intensidad a lo largo de las sucesivas ocurrencias hasta convertirse en un ataque de pánico. Las personas que sufren este trastorno, en un comienzo, suelen consultar a los centros de salud primaria y a diversos especialistas en medicina, que en ocasiones, no les encuentran nada anómalo. Finalmente, los casos moderados o graves terminan por solicitar ayuda psiquiátrica y/o psicológica.

Existe una fluctuación de los problemas agorafóbicos, los pacientes tienen etapas de remisión y recaídas de duración variable. Estas fluctuaciones pueden ser debidas a múltiples factores como la compañía de una persona, animal u objeto de confianza, a los eventos estresantes, al estado emocional, a cambios hormonales, toma de alcohol, fármacos o drogas o según la época del año.

Si no ha habido tratamiento o éste no ha sido el adecuado, una recuperación relativamente estable es improbable.

Es un trastorno que afecta en mayor proporción a mujeres que a hombres.

Problemas asociados a la agorafobia

Es importante evaluar y tener en cuenta la posible existencia, simultánea, de más de un problema psicológico, ya que pueden desarrollarse complicaciones en el tratamiento y de ello depende también el tipo de intervención y los resultados del tratamiento aplicado.

Los trastornos más frecuentes que pueden convivir junto con la agorafobia son trastornos de ansiedad generalizada o los depresivos. Menos frecuentes son la fobia social y fobia específica.

Las mujeres tienen porcentajes más altos de coexistencia de la agorafobia con otros problemas en el caso del trastorno de ansiedad generalizada, trastornos fóbicos y depresión mayor. Si embargo, en los hombres tienen una mayor incidencia en el abuso de sustancias.

Existen casos que usan el alcohol y/o los fármacos para afrontar sus problemas de ansiedad, pánico y evitación. Éstos pueden reducir la ansiedad a corto plazo pero el efecto se invierte a más largo término y contribuir al mantenimiento de los miedos y de la ansiedad

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Fuente: E. Massagué (2007). Clínica de la Ansiedad, Psicólogos especialistas en el tratamiento de la ansiedad. Madrid y Bacelona.

Referencias para saber más

-Bados, A. (1995a). Agorafobia: Naturaleza, etiología y evaluación. Barcelona: Paidós.

-Bados, A. (2000). Agorafobia y ataques de pánico. Madrid: Pirámide.

-Botella, C. y Ballester, R. (1997). Trastorno de pánico: Evaluación y tratamiento. Barcelona: Martínez Roca.

-Echeburúa, E. y de Corral, P. (1992). La agorafobia. Nuevas perspectivas de evaluación y tratamiento. Valencia: Promolibro.

-Marks,I.M.(1991a).Miedos, fobias y rituales: (1) Los mecanismos de la ansiedad.B arcelona: Martínez Roca

-Roca, E; Roca, B.(1999). Cómo tratar con éxito el pánico (con o sin agorafobia). Valencia. ACDE.

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Introducción

Ansiedad y personalidad

Introducción

La personalidad es el patrón de pensamientos, sentimientos y conductas que presenta una persona y que persiste a lo largo de toda su vida a través de diferentes situaciones. La personalidad es estable en el tiempo y en las situaciones, esto implica que tendemos a comportarnos de forma similar en diferentes contextos y en diferentes momentos de la vida. Los rasgos son los atributos o características de la personalidad. Los rasgos se sitúan a lo largo de un continuum, de modo que las personas nos diferenciamos unas de otras en el grado en que presentamos más o menos cada rasgo.

Una persona extrovertida busca y disfruta de la compañía de los demás, prefiere realizar actividades en grupo que de forma individual, tiene habilidades sociales, es una persona activa, con energía, entusiasta. Una persona introvertida (el polo opuesto) prefiere realizar actividades en solitario o con pocas personas, tiende a ser más inhibida, reflexiva, cautelosa.

Se considera que la personalidad, sobre la base de unos fundamentos biológicos, se modela con el paso del tiempo a partir de las experiencias vividas.

Rasgos de personalidad y trastornos de ansiedad

Cabe distinguir entre ansiedad rasgo y ansiedad estado. La ansiedad rasgo es una característica de personalidad relativamente estable (a lo largo del tiempo y en diferentes situaciones). El rasgo de ansiedad hace referencia a la disposición del individuo para percibir situaciones como peligrosas o amenazantes y a la tendencia a responder ante estas situaciones con ansiedad. La ansiedad estado hace referencia a un estado emocional transitorio y fluctuante en el tiempo.

Ambos conceptos están relacionados. Una persona con un nivel elevado de ansiedad rasgo presenta, por regla general, una ansiedad estado también elevada. Sin embargo, una persona con un nivel de ansiedad rasgo bajo puede mostrar de forma puntual reacciones de ansiedad de elevada intensidad ante situaciones que perciba como amenazantes (ansiedad estado). Así, por ejemplo, una persona con un nivel de ansiedad rasgo bajo puede mostrarse ansiosa ante la inminencia de un examen. En cambio, una persona con un nivel elevado de ansiedad rasgo no sólo se sentirá nerviosa en esa situación, también en muchas otras.

Muchos autores consideran que  la ansiedad rasgo es la característica de personalidad que subyace a muchos trastornos de ansiedad. Se trata de una característica de personalidad que podría estar implicada en la mayor vulnerabilidad a padecer trastornos de ansiedad y de depresión. Para algunos autores, la manifestación más pura de un nivel elevado de ansiedad rasgo es el Trastorno de Ansiedad Generalizada .

Los trastornos de ansiedad  tienen en común otro rasgo de personalidad: la evitación del daño o inhibición conductual. Las personas con un nivel alto de inhibición conductual o evitación del daño suelen evitar y mostrarse inhibidos ante estímulos novedosos o no familiares, suelen reaccionar con retraimiento. Se trata de personas cautelosas, tensas,   aprensivas y pesimistas.

La evitación del daño también se ha visto asociada al Trastorno de Pánico. Algunos estudios sugieren que las personas con ataques de pánico podrían tener unos rasgos temperamentales comunes que precederían la aparición del trastorno:

  • Miedo excesivo a padecer una enfermedad;
  • Hipersensibilidad a la separación: son personas dependientes, con necesidad de protección o de proteger a los suyos, muestran una marcada unión con familiares;
  • Dificultad para alejarse de lugares conocidos: les cuesta adaptarse a los cambios y novedades, no suelen establecerse muy lejos de su lugar de origen y de las personas que conocen;
  • Necesidad de seguridad: necesitan que alguien les tranquilice, les asegure que no va a pasar nada de lo que temen.
  • Se trata de personas muy preocupadas por la salud y la enfermedad, con una importante hipervigilancia a las sensaciones corporales.

Otros rasgos de la personalidad como el perfeccionismo, la rigidez (falta de flexibilidad), la dificultad para adaptarse a los cambios, el control excesivo, aparecen a veces asociados a problemas de ansiedad.

Las características de personalidad no necesariamente preceden la aparición de un  trastorno de ansiedad. La mayoría de estudios que examinan la relación entre personalidad y ansiedad son transversales (evalúan las características de personalidad y la presencia del trastorno en el mismo momento temporal) o utilizan un diseño retrospectivo (preguntan a personas que presentan el trastorno sobre cómo eran antes de la aparición del mismo). Los estudios longitudinales examinados (primero miden la personalidad y luego si aparece o no el trastorno) tampoco informan de resultados concluyentes. Por este motivo, en estos momentos se desconoce si los rasgos de personalidad preceden en el tiempo o se dan de forma simultánea a la presencia de un problema de ansiedad. Incluso algunos autores afirman que alguna de estas características o rasgos podrían verse afectados por el curso del trastorno. Por ejemplo, las personas con ataques de pánico pueden volverse más aprensivas e hipervigilantes a los síntomas físicos a consecuencia de su enfermedad.

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Fuente: Clínica de la Ansiedad. Psicólogos especialistas en el tratamiento de la ansiedad. Madrid, barcelona y online.

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Tratamiento de la Ansiedad

Plantas medicinales en el tratamiento de la ansiedad

Introducción

Evidencias de la eficacia del uso de hierbas medicinales en el tratamiento de la ansiedad.

Las hierbas medicinales son hoy en día muy populares y se ha generalizado su uso para paliar síntomas fisiológicos. Muchos trastornos psicológicos tienen asociadas manifestaciones fisiológicas que encajan en las normalmente tratadas con hierbas medicinales. Quizá el ejemplo más claro es el uso común de Valeriana en el tratamiento del insomnio. El insomnio de primera hora (problemas para conciliar el sueño) está muy relacionado con la ansiedad. De hecho, muchos fármacos tienen esta doble indicación; insomnio y ansiedad, por ejemplo las benzodiacepinas.

Si bien existen fármacos con demostrada eficacia para el tratamiento de la ansiedad, su principal inconveniente son los efectos secundarios que, aunque no son graves, pueden ser incómodos e incluso motivo de abandono del tratamiento.

Al tratamiento con hierbas medicinales se le supone menos efectos secundarios y una eficacia, al menos, moderada. Pero para poder afirmar esto han de hacerse estudios controlados en los que se comparen los efectos del tratamiento con estas sustancias.

¿Qué es un estudio controlado?

Para determinar la eficacia de una sustancia (por ejemplo de un fármaco) primero se determina su indicación (es decir, para que se va a utilizar). Si se pretende usar una sustancia para tratar la ansiedad, se debe demostrar que el uso de esta sustancia provoca cambios que se reflejan en la disminución de esta ansiedad.

En el lenguaje científico la sustancia se la denomina variable independiente y las consecuencias de esta se las llama variables dependientes (“dependen de la primera”).

El objetivo principal de un estudio de este tipo es determinar relaciones entre las variables independientes y dependientes (entre una sustancia y sus efectos) y para que estos resultados no estén “contaminados” se han de evitar otras influencias. A estas influencias se las denomina variables extrañas.

Los grupos

Pero para determinar la eficacia de una sustancia no vale con medir los resultados en un test. (Variable independiente: sustancia; variable dependiente: resultados test.). Para saber que es eficaz ha de compararse con los resultados obtenidos por un periodo igual de no-tratamiento, tratamiento placebo u otra sustancia que ya haya demostrado su eficacia. Para esto se crean grupos a los que se da un “tratamiento” diferente. Uno de estos grupos tiene que estar recibiendo el tratamiento que quiere estudiarse.

¿Qué es un placebo? Un placebo es un tratamiento inocuo, la diferencia con el no-tratamiento es que en el placebo el sujeto “cree” que está recibiendo tratamiento pero no es así.

De manera resumida podríamos decir que un tratamiento es eficaz si demuestra mejores resultados que un tratamiento placebo, mejor que un no-tratamiento o al menos, resultados similares al tratamiento con otra sustancia de eficacia probada.

¿Qué es un meta-análisis?

Es el estudio de varios estudios. Hoy en día se publican muchas investigaciones científicas. Los meta-análisis son como “resúmenes” de varias investigaciones de manera que pueden dar una visión general sobre el conocimiento o sobre los resultados que se están obteniendo sobre un determinado tema.

Los meta-análisis cuentan con la ventaja de establecer criterios de inclusión o exclusión. Esto significa que no todos los estudios sobre un tema están en un meta-análisis sino solo los que cumplen sus criterios. Esto se hace para evitar que estudios sin el control adecuado alteren los resultados.

Valeriana

Existen pocos datos acerca de la eficacia de la Valeriana para el tratamiento de la ansiedad. Menos aún que cumplan criterios científicos. En las revisiones más recientes (Miyasaka y cols, 2008), sin embargo, se apunta un estudio interesante y metodológicamente correcto que compara los efectos de la valeriana con placebo y administración de Diacepam. El estudio utilizó sujetos diagnosticados de ansiedad generalizada y se midieron los resultados con tests normalizados (HAM y STAI).
Lamentablemente se trata de un estudio piloto y la muestra (número de personas que participaron) es muy pequeña por lo que es difícil que puedan generalizarse los resultados.

Valeriana vs. Placebo

No se han encontrado diferencias significativas. Esto significa que tras las oportunas técnicas estadísticas se determina que las diferencias entre los resultados no pueden explicarse por el efecto de la sustancia.

Esto no quiere decir necesariamente que la Valeriana sea igual de efectiva que u

placebo (que recordemos, es un tratamiento inocuo, sin efecto). La interpretación más plausible es que el número de participantes no permite dar datos suficientes para obtener resultados.

Valeriana vs. Diacepam

Tampoco se encontraron diferencias significativas. ¿Significa esto que valeriana y diacepam son igual de eficaces? No necesariamente. Recordemos que el Diacepam es un ansiolítico con demostrada eficacia. La valeriana no puede ser igual de eficaz que el placebo e igual de eficaz que el diacepam a la vez. La conclusión es que no puede determinarse la eficacia de la valeriana a partir de este estudio

Valeriana: conclusión

Hay un interés científico por determinar la eficacia de esta hierba en cuanto a su uso para el tratamiento de la ansiedad. Lamentablemente, tendremos que esperar a que se hagan más estudios, con más sujetos y que comparen la valeriana con el no-tratamiento y otros tratamientos eficaces.

Pasionaria

En recientes revisiones (Miyasaka y cols, 2008b) se han analizado dos estudios que suman 198 pacientes. En ambos se comparó la pasionaria con un grupo de fármacos (benzodiacepinas) que son utilizados con frecuencia para el tratamiento de la ansiedad. En estos estudios se analizaron también los efectos secundarios.

Pasionaria vs. Benzodiacepina

No se hallaron diferencias significativas. Tanto el grupo pasionaria como el grupo benzodiacepinas mostraron un índice similar de mejora. Tampoco hubieron diferencias en efectos secundarios.

Pasionaria: conclusión

Que no hayan diferencias entre la pasionaria y las benzodiacepinas puede significar que son igual de eficaces o bien, como ocurría con la valeriana, que el tamaño de la muestra (número de participantes) sea insuficiente dando problemas para su análisis estadístico.

Los pocos participantes, los pocos estudios, y el hecho de no haber comparado los efectos de la pasionaria con el no-tratamiento o el tratamiento placebo hace que no pueda concluirse que sea eficaz. Los autores recomiendan que se siga investigando sobre esta hierba con más participantes.

Extracto de Kava

En revisiones actuales (Pittler, 2008) se analizan los resultados de 11 estudios que suman un total de 665 participantes. La comparación se hizo con un grupo placebo y se utilizaron medidas estandarizadas para la ansiedad (cuestionarios comúnmente utilizados en la clínica)

Kava vs. Placebo

El extracto de Kava resultó ser más eficaz que el tratamiento placebo. Se concluye que el extracto de Kava parece ser una opción efectiva para el tratamiento de los síntomas de la ansiedad. Los efectos secundarios observados fueron pocos, leves y transitorios. No obstante, hay dudas sobre su seguridad, sobre todo a largo plazo, motivo por el que en algunos países aún no se comercializa, a la espera de resultados más concluyentes.

Ginko Biloba

Se ha encontrado un estudio que compara los efectos de esta hierba frente al placebo en pacientes con TAG (Trastorno de ansiedad generalizada). Los resultados se midieron mediante la escala Hamilton.

Ginko Biloba vs. Placebo

El extracto de Ginko Biloba fue más eficaz que el placebo en el tratamiento de los síntomas de ansiedad en pacientes de TAG. Además resultó que los efectos secundarios fueron leves (sobre todo de tipo alérgico) y no parece haber riesgo de dependencia.

Ginko Biloba: Conclusión

El extracto de Ginko Biloba puede ser una opción de tratamiento para la ansiedad en un futuro. Al tratarse solo de un estudio no puede concluirse aunque sea una opción de tratamiento hasta que estos datos no se confirmen con más estudios. Además sería necesario que se compare con otros tratamientos, actualmente bien establecidos para la ansiedad.

Calderona amarilla

Se ha encontrado un estudio que compara esta hierba mexicana con un ansiolítico benzodiacepínico: el loracepam. Ambos grupos estaban compuestos por pacientes diagnosticados de TAG y se les administró el tratamiento durante 4 semanas.

Calderna amarilla vs. Loracepam

Los autores encontraron una efectividad similar entre la calderna amarilla y el loracepam. Concluyen que son igual de seguros y que la calderna amarilla presenta mejor tolerabilidad.

Calderna amarilla: Conclusión

El estudio concluye que la Calderna amarilla es tan efectiva y segura como el Loracepam y mejor tolerada.

Al tratarse solo de un estudio los resultados han de ser tomados con cautela. Se debe seguir estudiando la efectividad y seguridad de esta hierba en grupos grandes y durante más tiempo. Además sería necesario comparar este tratamiento con otros bien establecidos, tratamiento placebo y no-tratamiento.

Preparado de espino blanco, amapola de Califonia y magnesio

Se ha encontrado un estudio en el que se compara la efectividad de este preparado con el placebo en pacientes con TAG.

Preparado de espino blanco, amapola de california y magnesio vs. Placebo

Se encontró que el preparado de espino blanco, amapola de california y magnesio fue más efectivo que el placebo mejorando síntomas de ansiedad ligera o moderada. Además, se encontró que esta diferencia aumentaba con el tiempo de tratamiento. Los efectos secundarios registrados fueron de carácter leve o moderado, tratándose principalmente, de efectos digestivos o psicológicos.

Preparado de espino blanco, amapola de california y magnesio vs. Placebo: Conclusión

Los autores concluyen que puede tratarse de una opción para el tratamiento de ansiedad leve o moderada. De todas formas, se trata aun de evidencia escasa para poder justificar su uso.

Conclusiones en la investigación de las hierbas medicinales en el tratamiento de la ansiedad

Si bien el uso de hierbas medicinales es generalizado, es ahora que la ciencia se interesa por demostrar su eficacia y seguridad con estudios similares a los que se realiza con medicamentos. Sobre el uso de estas sustancias en el tratamiento de la ansiedad hemos encontrado meta-análisis de estudios sobre tres hierbas: Valeriana. Pasionaria y Kava (extracto de Kava). Además, la bibliografía actual cuenta con algunos estudios metodológicamente correctos sobre otras hierbas medicinales, tales como el Ginko Biloba, la calderona amarilla o preparados como el de espino blanco, amapola de california y magnesio.

En estos estudios se comparan los efectos de estas hierbas con el de un placebo (un tratamiento inocuo) o con fármacos para la ansiedad (solo se han comparado con benzodiacepinas).

Los resultados de estos estudios son:

-No se ha podido comprobar la eficacia de la valeriana o la pasionaria para el tratamiento de la ansiedad. Los estudios de estas dos sustancias tienen algunos problemas como el número reducido de participantes

-Se han estudiado otras hierbas como: Ginko Biloba, calderona amarilla, y el preparado de espino blanco, amapola de california y magnesio. Estas hierbas pueden ser efectivas y son relativamente seguras pero aún se han de replicar estos estudios y potenciar su metodología para poder establecer conclusiones. Se necesitan estudios con un mayor número de sujetos para poder determinar la eficacia de estas sustancias.

-Se puede considerar que el extracto de Kava es eficaz para el tratamiento de los síntomas de la ansiedad a corto plazo. Debería estudiarse su eficacia a largo plazo y su seguridad a largo plazo ya que algunos estudios apuntan riesgo de toxicidad hepática.

Recuerde

Las llamadas plantas medicinales no son inocuas, ni necesariamente seguras; pueden tener efectos secundarios, contraindicaciones, interactuar negativamente entre sí, con otras substancias o con determinados problemas de salud. Su consumo debe hacerse bajo conocimiento y orientación de los especialistas sanitarios.

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FuenteFabio Falcón (2009). Clínica de la Ansiedad. Tratamiento de las ansiedad en Madrid y Barcelona. Psicólogos y psiquiatras.

Referencias

– Miyasaka LS, Atallah AN, Soares BGO. 2008. Valeriana para los trastornos de ansiedad (Revisión Cochrane traducida). En: La Biblioteca Cochrane Plus, Número 2. Oxford: Update Software Ltd. Disponible en: http://www.update-software.com. (Traducida de The Cochrane Library, 2008 Issue 2. Chichester, UK: John Wiley & Sons, Ltd.).

– Miyasaka LS, Atallah AN, Soares BGO. 2008. Pasionaria para el trastorno de ansiedad (Revisión Cochrane traducida). En: La Biblioteca
Cochrane Plus, 2008b Número 2. Oxford: Update Software Ltd. Disponible en: http://www.update-software.com. (Traducida de
The Cochrane Library, 2008 Issue 2. Chichester, UK: John Wiley & Sons, Ltd.).

– Pittler MH, Ernst E. 2008. Extracto de Kava para el tratamiento de la ansiedad (Revisión Cochrane traducida). En: La Biblioteca Cochrane Plus, Número 4. Oxford: Update Software Ltd. Disponible en: http://www.update-software.com. (Traducida de The Cochrane Library, 2008 Issue 3. Chichester, UK: John Wiley & Sons, Ltd.).

– Grupo de Trabajo de la Guía de Práctica Clínica para el Manejo de Pacientes con Trastornos de Ansiedad en Atención Primaria. 2008.
Madrid: Plan Nacional para el SNS del MSC. Unidad de Evaluación de Tecnologías Sanitarias. Agencia Laín Entralgo. Comunidad de Madrid. Guías de Práctica Clínica en el SNS: UETS Nº 2006/10.

 

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Ansiedad y otros

Ansiedad y estrés

El término estrés  deriva del la latín  stringere, que significa provocar tensión. En física se refiere a la fuerza que se aplica a un objeto, que puede romperlo  o deformarlo . En humanidades se  utilizó como sinónimo de adversidad, aflicción. El termino estrés fue incorporado a la biología por W. Cannon en 1911 y a la psicología científica por el fisiólogo  Hans Selye en 1956,  que lo definió  como una respuesta global, total y automática del ser humano ante las exigencias externas e internas que no se pueden armónicamente controlar, las cuales amenazan su equilibrio homeostático, originando en el individuo lo que llamó un Síndrome General de Adaptación. Se habla de un estrés positivo, llamado eustress, y un estrés negativo llamado distress.

El estrés es habitual en nuestras vidas. Lo que distingue y caracteriza la vida y al ser vivo es la facultad de adaptación al cambio.  Cualquier cambio al que debamos adaptarnos representa estrés, ya se trate de acontecimientos  negativos -despido laboral, enfermedad, ruptura amorosa,  muerte de un ser querido-,  o  positivos y deseables -casarse e iniciar la convivencia, nuevas responsabilidades en el trabajo ligadas a un ascenso- .

Nuestras experiencias estresoras provienen de tres fuentes básicas: nuestro entorno -ruidos, carga de trabajo excesiva, conflictos interpersonales, falta de medios-, nuestro cuerpo -insomnio, cambios hormonales, enfermedades- y nuestros pensamientos -preocupaciones, anticipaciones negativas-. La intensidad y naturaleza de esas experiencias estresoras depende de factores individuales -reactividad personal, vulnerabilidad, características de personalidad- y contextuales -apoyos sociales y materiales, cuestiones organizacionales-.

Cuando la respuesta  frente a las demandas del medio interno o externo, son adecuadas, y  asumibles  fisiológicamente para el organismo,  se habla de buen estrés, necesario para el funcionamiento del organismo y su adaptación al medio. Si las demandas del medio son excesivas, intensas y/o prolongadas,  y superan la capacidad de resistencia y de adaptación del organismo, hablamos de mal estrés, que, si es  prolongado, genera disfunciones en nuestros órganos, favorece la aparición de las llamadas enfermedades de adaptación o psicosomáticas, y puede precipitar la aparición de otras.

Cuando el estrés se convierte en problema

El estrés es pues un mecanismo normal, adaptativo. No obstante, cuando estamos sometidos a condiciones estresantes de elevada intensidad y duración, es muy probable que se convierta en disfuncional, interfiriendo en nuestro desempeño, y transformándose, además, en un problema de salud: alteraciones psicofisiológicas -sueño, alimentación, sexualidad-; emocionales -ansiedad, depresión-; neurovegetativas -taquicardia, dolencias musculares, molestias digestivas-; del rendimiento intelectual -concentración, memoria-; debilitamiento del sistema inmunológico -mayor riesgo de infecciones-, etc.

Las razones que se aducen para explicar cómo el estrés propicia alteraciones psicosomáticas son diversas:

  • Activación o sobrecarga excesivamente intensa y/o excesivamente repetida de los órganos.
  • Larga duración de periodo de resistencia del organismo, que produciría un deterioro de la energía y los recursos fisiológicos del mismo, llevando al agotamiento de los órganos.
  • Falta de expresión somatomotora: en las sociedades modernas, los estresores -fuentes de estrés- no suelen requerir  respuestas físicas, sino más bien cognitivas -pensamiento, toma de decisiones-. De este modo los recursos fisiológicos movilizados ante ellos, particularmente los relacionados con el sistema motor, aunque activados, no se desencadenan.
  • Regulación o comunicación fallida o inadecuada entre los centros nerviosos superiores y los periféricos relacionados con los órganos.

Fuentes más comunes de estrés

Holmes y Rahe (1967) construyeron una de las primeras escalas, basándose en datos biográficos procedentes de cientos de personas, donde se cuantifica el grado de alteración y estrés asociado acontecimientos. Una acumulación de 200 o más unidades en un solo año incrementaría la incidencia de trastornos psicosomáticos.

Muerte del cónyuge100
Divorcio73
Separación65
Privación de la libertad63
Muerte de un familiar próximo63
Enfermedad o incapacidad, graves53
Matrimonio50
Perder el empleo47
Reconciliación de la pareja45
Jubilación45
Enfermedad de un pariente cercano44
Embarazo40
Problemas sexuales39
Llegada de un nuevo miembro a la familia39
Cambios importantes en el trabajo39
Cambios importantes a nivel económico38
Muerte de un amigo íntimo37
Cambiar de empleo36
Discusiones con la pareja (cambio significativo)35
Pedir una hipoteca de alto valor31
Hacer efectivo un préstamo30
Cambio de responsabilidades en el trabajo29
Un hijo/a abandona el hogar (matrimonio, universidad)29
Problemas con la ley29
Logros personales excepcionales28
La pareja comienza o deja de trabajar          26
Se inicia o se termina el ciclo de escolarización26
Cambios importantes en las condiciones de vida      25
Cambio en los hábitos personales24
Problemas con el jefe23
Cambio en el horario o condiciones de trabajo        20
Cambio de residencia20
Cambio a una escuela nueva20
Cambio en la forma o frecuencia de las diversiones19
Cambio en la frecuencia de las actividades religiosas19
Cambio en las actividades sociales18
Pedir una hipoteca o préstamo menor17
Cambios en los hábitos del sueño16
Cambios en el número de reuniones familiares15
Cambio en los hábitos alimentarios15
Vacaciones15
Navidades12
Infracciones menores de la ley11

Cómo funciona el estrés

El estrés es, pues,  la acomodación de una persona a situaciones nuevas y la respuesta inespecífica y estereotipada ante los estímulos que trastornan su equilibrio.

Selye explica que son tres las fases por las que pasa el organismo cuando se enfrenta a una situación de estrés:

  1. Fase de reacción de alarma. Se liberan adrenalina y noradrenalina que  propician una reacción rápida e intensa del organismo: aumentan los latidos del corazón y el ritmo respiratorio, se elevan el nivel de azúcar en la sangre, se incrementan la transpiración, dilatan las pupilas, se altera el tono muscular y se hace más lenta la digestión. Se incrementa también la liberación de catecolaminas y cortisol. A esto sigue una sub-fase  en la que se movilizan sistemas defensivos. En esta sub-fase se produce una respuesta de activación nerviosa que se expresa y desarrolla fisiológicamente de  modo afín a la ansiedad.
  2. Fase  de resistencia, en el transcurso de la cual el organismo hace intervenir todos sus mecanismos adaptación y repara daños o desequilibrios causados por la reacción de alarma. En esta fase la respuesta es más lenta y sostenida. Se intensifica la liberación de cortisol. Si la situación estresante persiste, el cuerpo permanece alerta y no puede resaurarse, se pasa a la siguiente fase.
  3. Fase de agotamiento, que acaba con las reservas adaptativas del organismo y altera su homeostasis pudiendo originar, en función también de la vulnerabilidad de cada persona, diferentes alteraciones y dolencias. Estos trastornos generalmente afectan el sistema nervioso autónomo, al sistema neuroendocrino y al sistema inmunológico. La hipertensión, pérdida de memoria, fatiga, algunas jaquecas, tensión, irritabilidad, alteraciones en el sistema inmune, algunas enfermedades de la piel, depresión, ansiedad, son ejemplos de alteraciones que pueden estar relacionadas con el estrés.

 Ansiedad y estrés

Muchas veces ansiedad y estrés se usan como sinónimos. En ambos casos  se produce una reacción caracterizada por alta activación fisiológica. El estrés es un proceso más amplio de adaptación al medio. La ansiedad es una reacción emocional de alerta ante una amenaza. Digamos que dentro de los proceso de cambio que implica el estrés, la ansiedad es la reacción emocional más frecuente. La ansiedad elevada genera estrés. A su vez, el estrés una de las fuente más comunes de ansiedad.

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Fuente: Clínica de la Ansiedad. Psicólogos  en Barcelona y Madrid.

Para saber más:

Video ilustrativo: Estrés crónico: consecuencias sobre la salud

Otros videos relacionados:

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Fobia Social

Sudoración y sonrojo excesivos

Tanto la sudoración como el sonrojo son dos reacciones fisiológicas controladas por la rama simpática de nuestro sistema nervioso autónomo, es decir, aquél que funciona sin la necesidad de que lo dirijamos. La sudoración sirve para refrigerar el cuerpo en caso de que éste eleve su temperatura por encima de lo normal. En cambio el sonrojo es una señal a nivel facial de que este calentamiento se está produciendo. Tanto la sudoración como el sonrojo son completamente normales, y se desencadenan en situaciones que activan nuestro sistema de alerta o ante aumentos ambientales de la temperatura. No obstante, hay ocasiones, en que estas manifestaciones son más acusadas o la reacción ante ellas es excesiva. Estos casos pueden representar un serio problema para quien los padece. De ello nos vamos a ocupar a continuación.

En primer lugar nos vamos a referir a la sudoración excesiva primaria (hiperhidrosis primaria). Es un problema fundamentalmente físico, relacionado con la hiperactividad patológica de las fibras simpáticas y un aumento de la respuesta de sudoración. Se trata de una forma de sudar excesiva (p. ej. los niños que la padecen mojan las hojas de sus cuadernos, en adultos cuesta usar chanclas porque se resbalan los pies, la conducción se ve dificultada, a las mujeres no les es posible usar maquillaje). Como es un signo claramente visible y que en nuestra sociedad tiene ciertas connotaciones negativas, puede llevar a la persona a limitar sus relaciones sociales y el tipo de trabajos que realiza. Si es suficientemente intensa puede llegar a provocar un trastorno de ansiedad conocido como fobia social.

Para la hiperhidrosis primaria existen tratamientos paliativos que sólo logran resultados a corto plazo. Serían:

  • Antiperspirantes
  • Medicamentos anticolinérgicos, psicotrópicos o betabloqueantes: disminuyen la sudoración, pero su ingesta durante largo tiempo está contraindicada.
  • Cremas bacterianas tópicas
  • Iontoforesis: aplicación de corriente galvánica en la región de la piel sudada. Puede provocar lesiones dérmicas, vesículas, eritemas y alteración de la sensibilidad.
  • Tratamientos psicológico: puede ayudar temporalmente o disminuir el sufrimiento psicológico cuando se ha desarrollado una fobia social o alguno de sus síntomas. Pero no elimina el problema principal.
  • Inyecciones de toxina botulínica: el tratamiento debe repetirse continuamente, dando problemas como cansancio, irritación alérgica y hematoma.

El tratamiento definitivo para la hiperhidrosis primaria es una operación quirúrgica llamada simpatectomía torácica endoscópica (E.T.S.). Consiste en colocar un clip en el nervio simpático o en cortarlo. De esta manera desaparece la sudoración y se curan totalmente todas las hiperhidrosis primarias, excepto la hiperhidrosis plantar para la que sólo hay una mejora. No obstante, esta operación puede tener (no siempre) una serie de efectos secundarios que es importante señalar:

  • Sudoración compensatoria: grandes cantidades de sudor en espalda, abdomen, pies o cualquier otra zona corporal, acompañado por una sensación de estar hirviendo. Aparece en un 50 % de los casos.
  • Peligro al hacer deportes o ejercicio excesivo: al no poder refrigerarse (sudando) el cuerpo corre el peligro de sobrecalentarse y producirse colapso cardíaco o desvanecimientos.
  • Sudoración gustativa
  • Hipotermias: ocurre cuando se dan contrastes de temperatura.
  • Pinchazos dolorosos en el corazón, en el cuello y en los costados.
  • Cansancio después de realizar actividades: tras la operación algunos pacientes notan un aumento de las horas de sueño debido a que éste se requiere para disminuir la temperatura corporal (función que antes hacía ayudado por la sudoración).
  • Delgadez: por debajo de la constitución normal.
  • Neuralgia intercostal: falta de fuerza en la zona pectoral y debilidad generalizada.
  • Hiperestesia: adormecimiento y sensación exagerada de dolor al roce, así como falta de fuerza.
  • Dolor en las “paletillas”
  • Rigidez en hombro, cuello, y lumbares.
  • Neumotórax (flujo de aire en los pulmones): debido a un daño en la superficie del pulmón durante la operación.
  • Hemorragia interna
  • Caída del párpado (síndrome de Horner): por un error el cirujano daña los nervios ganglio T1. Produce caída del párpado, constricción de la pupila y agrandamiento del glóbulo ocular.
  • Problemas en la piel: al no sudar se da escamación y sequedad de la piel, incluso puede aparecer dermatitis en el cuero cabelludo o en la cejas.

El sonrojo excesivo primario suele centrarse en el rostro y se debe a una inapropiada vasocompresión de los vasos sanguíneos faciales. Igual que la hiperhidrosis primaria produce limitaciones en las relaciones sociales o en la elección de trabajos, pudiendo derivar en una fobia social. El principal tratamiento paliativo son los fármacos psicotrópicos (p. ej. los betabloqueantes) que sólo producen efectos parciales y puntuales. También existe el mismo tratamiento quirúrgico que para la hiperhidrosis primaria, ya que en ambos está implicado el mismo sistema. Los efectos secundarios, por tanto son los mismos.

El segundo caso en que se dan estos dos síntomas es en la fobia social. En este trastorno se experimenta un aumento de la ansiedad ante situaciones sociales con personas extrañas o donde es posible ser evaluado. Se teme actuar de un modo humillante o embarazoso. Al desencadenarse el sistema de alerta (la ansiedad) se producen una serie de síntomas físicos como el temblor, las palpitaciones, la sudoración excesiva y el rubor facial (sonrojo). En este trastorno, como se puede apreciar, estos dos síntomas son sólo parte del problema Si bien es cierto que un cierto número de pacientes con fobia social, tienen como principales síntomas el rubor y la sudoración, estos no llegan a los extremos del trastorno médico. Aunque a estos pacientes les pueda parecer lo más preocupante, el verdadero problema es su preocupación. Y es que en la fobia social con predominancia de estos síntomas, los factores que tienen más importancia son la atención excesiva a las sensaciones internas (como ocurre con la hipocondría o con el pánico), las atribuciones que se hacen de éstas y el intento, inútil, de controlarlas.

Como son signos claramente visibles por los demás, la persona se observa a sí misma como si fuera un observador externo. Pero, por supuesto, tiene más información sobre sus reacciones de la que podría tener cualquier otro observador ajeno. Así no es extraño que estas personas aprecien más sudoración y sonrojo, y de más intensidad, que lo que observadores externos puedan percibir.

Además, el centrarse en sus propias reacciones hace que estén menos atentos a las situaciones sociales en que están interactuando. Esto, claramente empeora su rendimiento y tiende a mantener las atribuciones que hacen sobre su propia incapacidad y debilidad. Estás atribuciones o interpretaciones consisten en ver esos síntomas y la mala actuación frente a la gente (p. ej. no enterarse del tema de conversación, hablar muy bajo, “atrancarse”…) como un señal clara y inequívoca de falta de valía personal, de debilidad, y una comprobación de su sentimiento de inferioridad. Detrás de estas atribuciones suele haber una autoestima resentida, una gran susceptibilidad al rechazo y una dificultad para autoafirmarse.

Otro aspecto típico de la fobia social es un tipo de afrontamiento de los problemas, llamado inhibición conductual. Cosiste en no realizar ninguna conducta (pasividad) pese a estar padeciendo una gran ansiedad reflejada en los distintos síntomas físicos. Este tipo de comportamiento tiene un claro componente genético, pero también implica aspectos aprendidos a lo largo de la vida de la persona. Contrariamente, la expresión espontánea de emociones se relaciona con una menor proporción de síntomas fisiológicos. Este comportamiento, más saludable, suele formar parte de programas de entrenamiento en habilidades sociales y emocionales, que resultan bastante beneficiosos para personas que padecen fobia social.

Los tratamientos para la fobia social, y más en concreto para la fobia social donde la principal preocupación son el sonrojo y la sudoración, son farmacológicos y psicológicos.

De los tratamientos farmacológicos, los más efectivos y utilizados son los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina. También se usan benzodiacepinas de gran potencia y los betabloqueantes adrenérgicos que son especialmente útiles para afrontar situaciones sociales específicas (no actúan sobre el sistema nervioso central, sino sobre los síntomas periféricos) aunque su toma durante largos períodos de tiempo no es aconsejable. El alcohol (usado a menudo por las personas con fobia social para afrontar las situaciones), no mejora el rendimiento –al contrario- sino que elimina momentáneamente estos sentimientos y atribuciones, facilitando cierta desinhibición. El tratamiento farmacológico es por sí solo insuficiente, por lo que se aconseja su utilización en combinación con los tratamientos psicológicos.

Respecto a los tratamientos psicológicos, aquellos que han demostrado su eficacia para la fobia social, y, en especial, para la fobia social cuyo principal temor es la sudoración excesiva y el sonrojo son:

  • la terapia racional emotiva: que trabaja con los pensamientos y las atribuciones mediante el diálogo socrático y la realización de experimentos conductuales para rebatir las creencias erróneas. Los síntomas físicos se acrecientan en gran medida por la forma en que los interpretamos, por lo que al actuar eficazmente sobre los pensamientos, suelen disminuir
  • Exposición a las situaciones temidas: enfocando la atención en la situación y en los individuos implicados, para que así haya una mejora en la actuación, un aumento de la autoestima y una comprobación de las características reales de estas situaciones y de las personas implicadas. Es menos efectiva si en el momento de exponerse a estas situaciones no aparecen los síntomas temidos, por eso se suele usar acompañada de técnicas cognitivas
  • Intención paradójica: sirve para romper la angustiante relación que se mantiene con los síntomas fisiológicos y las correspondientes atribuciones de amenaza y angustia.

En conclusión la sudoración y el sonrojo son dos reacciones normales de nuestro sistema de alerta. Sin embargo a veces las interpretamos de manera amenazante, generando más angustia, dándose entonces la fobia social. Otras ocasiones la sudoración y el sonrojo son objetivamente excesivos, ocasionando problemas prácticos y sociales. Entonces se trata de un trastorno primario que de manera secundaria puede derivar en una fobia social. En el primer caso el principal problema es la interpretación de unos síntomas normales (aunque puede que sean elevados, están dentro de los márgenes normales) y la ansiedad y problemas que producen, en el segundo el foco principal es el síntoma físico. Aunque aquí hemos hecho una clara distinción, en ciertos casos la diferencia no es tan visible. Aquí sería aconsejable realizar pruebas médicas y luego consultar a un psicólogo, para así tener diferentes puntos de vista. En todo caso, si los síntomas son excesivamente molestos para la persona y no mejoran por los tratamientos psicológicos, toca a la propia persona decidir si se somete a otros tipos de tratamientos con los pros y contras que enunciábamos más arriba.

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Fuente: Miguel Luna. Clínica de la Ansiedad, 2002.

Para saber más

Asociación Española del Sudor Excesivo e Hiperidrosis (AESEH), (2016) Página web con diversas informaciones, experiencias, links de interés, foro y chat.

Cervera,S.; Roca,M.; Bobes,J. (1998). Fobia Social. Barcelona. Editorial Masson.

Echeburúa, E. (1995). Evaluación y tratamiento de la fobia social. Barcelona: Martínez Roca.

Mersch, P.P.; Hildebrand, M; Levy, E.H.; Wesswl, I. (1992). Somatic symptoms in social phobia: a treatment based on rational emotive therapy and paradoxical interventions Journal of Behavior Therapy and Experimental Psychiatry, 23: 199-211.

Scholing, A.; Emmelkamp, P.M.G. (1993). Cognitive-behavioural treatment of fear of blushing, trembling or sweating. Behavior Research and Therapy, 23: 155-170.

Wells, A.; Papageorgion, C. (1998). Social Phobia: effects of external attention on anxiety, negative beliefs and perspective taking Behavior Therapy, vol. 29 nº3: 357-370.