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Errores en la Anticipación

Anticipación y ansiedad: Caso práctico ilustrativo

El caso que se presenta a continuación es prototípico de un Trastorno de Crisis de Ansiedad (pánico) con Agorafobia. Por razones de confidencialidad, todos los datos que directa o indirectamente pudieran afectar a la identidad del paciente, que ha dado su consentimiento, han sido eliminados o alterados.

Presentación del caso

Paciente de 31 años, varón, casado. Ingeniero de profesión. Hace tres años nació su hijo, varón. Poco después quebró la empresa donde trabajaba. Se le produjo una úlcera de estómago. Se decidió a preparar oposiciones, estudiaba 14 horas diarias, durante dos años. Los tres meses inmediatos al examen los pasó fuera de casa, en la ciudad donde opositaba.

Finalizada la oposición, cuando se disponía a tomar transporte público para volver a su residencia, experimentó, de pronto, dolor en el pecho, ahogo, palpitaciones… Pensó en el infarto. Tomó un taxi y se dirigió al servicio de urgencia de un hospital, donde, tras explorarlo, le diagnosticaron un trastorno por estrés. El paciente se tranquilizó y se fue para casa. Hace de esto 10 meses.

«Ya aquí, en mi pueblo y en mi casa, dice, 4 o 5 días después, empecé a pensarlo y ya empecé a estar mal. Cada vez lo pensaba más. Me entraron muchos miedos. Me dolía el pecho, el corazón, los brazos, pero ahora de manera más continuada. Me cuesta dormir 2 horas y me desvelo con mucha facilidad. Duermo 3-4 horas diarias. Tengo sensación de nauseas; rigidez muscular, y sobre todo mareo y aturdimiento. No me concentro y a duras penas puedo seguir el trabajo. Quería hacer un máster, pero he tenido que dejar los estudios. Me ha entrado un miedo horroroso a la muerte, a perder el dominio del cuerpo y de la mente».

Desde hace nueve meses toma Alprazolam tres veces al día (0,75 mg – 0,50 mg – 0,50 mg), bajo prescripción y control regular de un neuropsiquiatra.

En el transcurso de este periodo de tiempo se ha hecho tres chequeos generales y consultado puntualmente con diversos especialistas, sin que se le aprecie anomalía alguna.

Ha dejado de fumar.

Ha desarrollado diversas fobias: transportes públicos, espacios cerrados y abiertos, conducción del propio coche,…  Situaciones que evita hasta donde le es posible. Con la finalidad de preservarse, dentro de lo que cabe, ha tomado diversas precauciones: Se toma el pulso en la muñeca o en el cuello varias veces al día para controlar la tasa cardiaca y anticiparse así a cualquier eventualidad que pudiera darse.

Lee el suplemento de salud del periódico y consulta en una enciclopedia médica que ha comprado para tratar de entender lo que le pasa y ponerse sobreaviso si algo coincidiera «con lo suyo», de ahí que pase parte del día «escuchándose» y evaluando las molestias que se nota y su evolución. Estas observaciones le sirven también para decidir si hará o no alguna cosa prevista: si al disponerse a hacerlas nota la aparición o intensificación de alguna molestia, lo toma como avance de cómo se va a encontrar y en consecuencia decide y previene, siempre poniéndose en el peor de los casos. Si, por ejemplo, ha de desplazarse con el coche, y finalmente se decide a hacerlo, lo hace por circuitos próximos a hospitales o clínicas, teniendo presente en cada momento las direcciones a tomar, por si se produjera algún infarto o accidente interno. En este mismo sentido prefiere circular por la derecha, pegado a la acera, por si tuviera que parar. Evita autopistas, por no tener la posibilidad de salida inmediata y, las retenciones, que pudieran bloquearle.

Tiene muchas veces la sensación de que algo está a punto de pasar, y una cierta sensación de extrañeza respecto de sí y lo que le rodea. Por si acaso el «accidente» fuera mental y perdiera el control, trata de imaginar cuáles serían las peores consecuencias para cada momento; así no se atreve a tender la ropa por si le diera por tirarse al vacío, y si está solo evita peinar o acercarse a su hijo por si, en el supuesto ataque de locura o pérdida de control, lo coge por el cuello y lo ahoga. Ahora resulta que muchas veces le viene esa imagen-idea a la cabeza y ya duda de si no será que en el fondo quiere hacerlo, experimentando gran desasosiego; por otro lado no se atreve a decir nada de esto a su mujer por si se asusta.

Como duerme muy mal, hace tres meses que va al gimnasio diariamente, por espacio de dos horas y media, donde se ejercita hasta la extenuación con la intención de llegar muy fatigado y caer rendido.

Trata de combatir la sensación de ahogo «marcando» la inspiración y la expiración con un determinado ritmo, más bien rápido.

En casa, sobre todo los fines de semana, trata de estar tumbado en el sofá y adormilarse porque ha observado que si lo consigue, aunque no duerma, no piensa y está más relajado. Los ruidos le molestan muchísimo.

Prácticamente ha renunciado a salidas con la familia y amigos. Por lo mal que lo pasa y porque «se pone en evidencia», dado que se encuentra raro y no consigue meterse en la conversación. Se nota muy nervioso e inseguro, entiende que sus amigos verán que «no es el que era»; incluso en el trabajo le ha parecido que hablan de él, tal vez, piensa, porque le ven más «raro y serio». Incluso ha advertido que el jefe le da trabajos más sencillos «porque me ha perdido la confianza». Todo ello, a pesar de que él trata de actuar como si no pasase nada y con el mismo nivel de exigencia social y profesional de «cuando estaba normal», sin embargo algunas cosas no puede disimularlas demasiado y se ve delatado. Duda, y repiensa las cosas mil veces antes de tomar la decisión, que siempre se produce a última hora, «in extremis».

Ha pensado en pedir la excedencia para no tener que soportar la tensión y preservar su imagen, pero económicamente no puede permitírselo. A lo sumo ha fallado algún día o tomado una baja de tres o cuatro.

En conjunto, se siente poco autónomo, dependiente, inseguro, desbordado, a merced de las circunstancias.

Análisis del caso

El afrontamiento en los trastornos por ansiedad suele estar centrado en el control, ya sea de variables de situación, de programa, físicos o de los propios mecanismos de control. En cierto modo los términos afrontamiento y control son sinónimos.

El Afrontamiento Contraproducente (AC) en los trastornos por ansiedad no es otra cosa que estrategias fallidas de control, que tienen el efecto perverso de introducir más desorganización en el sistema de relaciones sobre el que se pretende incidir. Son componendas, intentos de arreglo que se convierten en fuente de desarreglos.

Al hablar, en otros artículos de esta misma sección, de control anticipatorio, como modo de AC, nos hemos referido al abuso de la prevención y a la extralimitación en el cálculo de consecuencias de segundo orden o en la atribución de significación del síntoma. Veamos cómo están representados en el caso expuesto.

El paciente centra la prevención básicamente en la previsión de riesgos relativos a la pérdida de salud física o mental, puesta en cuestión por la aparición de diferentes síntomas. Esto no es infrecuente en pacientes que han experimentado por primera vez la ansiedad en forma de crisis de ansiedad.

Habiendo sentido la salud severamente amenazada -en las crisis de ansiedad puede tenerse la sensación de muerte inminente- la suposición de que pueda suceder algo grave adquiere una verosimilitud que normalmente no tiene. Toda prevención entonces parece poca.

Los especialistas médicos no encuentran nada alarmante, pero el paciente sigue encontrándose mal. Se le genera una disonancia cognoscitiva: O tiene algo que no le ven o detectan, y por eso se encuentra mal, o no tiene nada y, entonces, no tendría que encontrarse mal. Ante la duda, mejor no confiarse: de no confiarse, recelar y que no pase nada, no se deriva nada. Ante la duda el camino de la prevención está claro. Es más, si se siente la necesidad de prevenirse ¡lo primero dudar, sospechar!

En el caso que nos ocupa la estrategia defensiva y de preservación se basa en tener una posibilidad de reacción, adelantarse a la posible crisis, y evitar la fatalidad solicitando ayuda o atención.

Esta estrategia pasa por diversas OPERACIONES:

  1. Detectar, por indicios, la posible causa de la enfermedad para poder acudir al especialista antes de que sea demasiado tarde. ¿Procedimientos?: atender a los comentarios que sobre enfermedades pueden surgir en el entorno más propioconsultar en documentos médicos aspectos relativos a diversas enfermedades, sobre todo las más graves y carentes de tratamientos efectivos, para ver si la coincidencia de algún síntoma con los que se padecen, nos pone sobre la pista correcta.
  2. Evaluar con frecuencia y regularidad la evolución de los síntomas y manifestaciones corporales, prestando especial atención a los cambios, porque pudieran alertar sobre el inicio y desencadenamiento de la crisis y reaccionar a tiempo. El auto-estudio o auto-observación permitiría también confirmar o no hipótesis surgidas de la operación nº 1, por un lado, y establecer un pronóstico de cómo se va a sentir uno en una situación, a partir de lo que pasa solo imaginándola. Estas operaciones pretenden simultanearse con otras acciones y programas en curso.
  3. Considerar para cada actividad, lugar y situación las condiciones de evacuación, salida y asistencia por si la crisis apareciese, de forma que no se produzcan bloqueos o impedimentos. (Por ejemplo, evitar ascensores con puertas automáticas que pudieran bloquearse, evitar alejarse por el campo, elegir rutas con hospital próximo, evitar retenciones, circular por carriles de salida fácil, ir acompañado si la persona es de confianza, etc.) Por ello es necesario representarse cada situación concreta en cada momento.

Estas operaciones, que no son ni exclusivas, ni excluyentes, son articulables entre sí, y en ocasiones una funciona como condición de aplicación de la otra. En ellas están claramente representados los mecanismos integrantes del abuso de la prevención: exceso en el cálculo de riesgos, abuso de la sospecha y generación de indicios, atención auto-enfocada.

Los temores sobre la pérdida o deterioro de la salud mental, están soportados sobre la interferencia de algunas facultades como la atención y la concentración, la sensación de extrañeza, el sentimiento de estar a merced de las circunstancias, las dificultades para regular el cuerpo, las ideas y la conducta que intensifican la sensación de falta de dominio y de control, y el sentimiento de absurdo ante alguno de los nuevos procederes o ideas que pueden contener elementos reconocidos como irracionales.

Estas manifestaciones no son simplemente consideradas efectos de la ansiedad, sino, que desde el estado de alerta y «prevengan» que la ansiedad crea, adquieren un valor informativo como indicativo de posibles riesgos en curso o consumándose.

También en este caso la anticipación puede responder a los mecanismos propios del abuso de la prevención y dar lugar a OPERACIONES similares a las descritas para la salud física:

  1. Evaluar con frecuencia y regularidad la racionalidad de lo que se hace o piensa para ver si es o no «normal»; estar atentos a fallos de memoria, atención o asociación de ideas para advertir el posible deterioro; hipersensibilidad a comentarios donde se habla de «locuras» o conductas incomprensibles (suicidio, demencias, enfermos mentales, delincuencia por trastornos psicológicos, etc.) que puedan servir de base para la generación de incertidumbre, o identificación del propio trastorno. Algunos pacientes se someten a sí mismos a «ejercicios» para comprobar su correcto funcionamiento mental.
  2. Considerar para cada actividad, lugar y situación las consecuencias más graves e irreparables, que pudieran producirse si en ese preciso instante se «perdiera la cabeza» o el auto-control (ahogar al hijo al peinarlo, tirarse por el balcón al tender la ropa) y así poder evitarlos de antemano sin exponerse al riesgo.

La lógica (o psico-lógica) de la prevención no tiene por que ser necesariamente consciente. Podemos anticipar, y de hecho así lo hacemos, sin tener una conciencia reflexiva de que lo estamos haciendo y con qué reglas. Hemos adquirido los modos de anticipación por aprendizaje incidental (Bruner, 1966), es decir ni formalizado ni consciente, y podemos hacer uso de ella del mismo modo. En todo caso, la conciencia de lo anticipado es básica para la acción preventiva y su desarrollo.

Retomando el caso clínico, nos encontramos, que como consecuencia de la OPERACION 1, se producen, al menos, los siguientes efectos colaterales

  • So pretexto de reducir la incertidumbre, se genera y alimenta.
  • Se produce una hiperexposición imaginaria, acompañada de
    interpretación catastrófica.
  • Auto-referencialidad.
  • Alertización por abuso de la sospecha y generación de indi-
    cios (producción-amenaza).
  • Pre-determinación de campos atencionales y asociativos
    (evocación).
  • Elicitación operación 2.

Resultados

Como consecuencia de la OPERACION 2 se producen los siguientes procesos colaterales:

  • Atención-autoenfocada.
  • Generación de indicios y expectativas que se autocumplen.
  • Interferencia entre campos atencionales.
  • Elicitación operación 3 y 1.

Resultados

Como consecuencia de la OPERACION 3 se producen los siguientes procesos colaterales:

  • Hiperexposición Imaginaria.
  • Evitación
  • Atención auto-enfocada.
  • Elicitación de los procesos 1 y 2.

Resultados

  • Sobreactivación biológica.
  • Degradación o abandono de planes.
  • Fobias.
  • Evitación

Como consecuencia de la OPERACION 4, se producen los siguientes procesos colaterales:

  • Atención autoenfocada
  • Generación de campos asociativos capaces de evocar, a la inversa el problema o los temores.
  • Generación de incertidumbre.
  • Generación de procesos de inhibición recíproca.
  • Generación de expectativas negativas que se autocumplen.

Resultados

  • Sobre-activación biológica.
  • Inhibición.
  • Desorden mental.
  • Confusión.
  • Ideas obsesionantes.

Como consecuencia de la OPERACION 5, se producen los siguientes procesos colaterales:

  • Hiper-exposición imaginaria.
  • Generación de incertidumbre.

Resultados

  • Sobreactivación biológica.
  • Degradación o abandono de planes.
  • Evitación

Por lo que se refiere al capítulo de la extralimitación en el cálculo de consecuencias de 2º orden o en la atribución de significación, social o personal del síntoma, el paciente en cuestión centra sus temores en la pérdida de competencia profesional, la pérdida de control, y la degradación de las relaciones amistosas consecuencia de la presunta pérdida de imagen y normalidad.

Si los trastornos que interfieren el rendimiento intelectual, la conducta social, familiar o profesional, son de corta duración no suelen crear dudas sobre la propia identidad o las consecuencias a largo plazo.

Por ejemplo, si tenemos una gripe, no ponemos en cuestión nuestra laboriosidad por desatender durante una semana algunas tareas; ni confundimos las pocas ganas de salir con gente con la pérdida de la sociabilidad y el buen humor; ni las dificultades de atención o concentración se relacionan con un proceso de deterioro mental; la desgana para hacer cosas que normalmente nos gustan no se equipara a la pérdida de sentido y motivación de las cosas o la vida. No nos sentimos otro distinto del que éramos. Tampoco nos parece verosímil que en el trabajo nos retiren la confianza.

La gripe es una enfermedad socialmente bien entendida y aceptada, y dura poco. No así la ansiedad que suele ser poco entendida, mal aceptada y puede durar más tiempo. Después de varios meses padeciéndola los pacientes pueden tener problemas para distinguir lo que son de lo que padecen. No saben si les está cambiando la personalidad y la forma de ser; se sienten distintos, actúan distinto y eso a lo largo del tiempo. Les aparecen dudas sobre si volverán a ser los mismos, si recuperaran la normalidad. La eventualidad de que no fuera así amenaza el estatus, la consideración personal, familiar, amistosa o laboral, intensificándose notablemente la ansiedad.

Para remate, tomando como base algunos prejuicios sociales extensivos a diversas alteraciones psicológicas, pueden entender que si se ha sido víctima de la ansiedad eso indica alguna debilidad, dependencia, «handicap», inferioridad o minusvalía, concepciones que lesionan la auto-estima y la auto-eficacia obligando también a una cierta redefinición de la propia identidad.

En este contexto puede aparecer una cierta auto-referencialidad, (fruto del abuso de la sospecha como proceso defensivo y alertante) que lleva a entender algunos hechos sociales como expresión del perjuicio temido y anticipado; proceso que, a su vez, lleva a tomar medidas que pueden conducir a fenómenos de expectativas auto-cumplidas o auto-generadas, que cargarían de razón por retro-alimentación las sospechas y conjeturas de partida.

No son infrecuentes en estos casos y circunstancias las OPERACIONES:

  1. Evaluaciones auto-referidas sobre la personalidad, inseguridad, y las comparaciones con otros.
  2. La evitación de encuentros sociales para «no ponerse en evidencia».
  3. Las contra-reacciones (por ejemplo mostrarse muy seguro y capaz para corregir o anticiparse a las dudas que en este sentido pudieran darse).
  4. El auto-sometimiento a un control previo, consciente y minucioso, de lo que se va a decir o hacer antes de autorizarse a emitir la conducta.
  5. Pretensión de control de delatores públicos de la ansiedad tales como el sonrojo, sudor, etc.

Como consecuencia de estas OPERACIONES, se producen al menos los siguientes procesos colaterales:

  • Hiperexposición imaginaria. Interpretación catastrófica.
  • Auto-referencialidad.
  • Generación de expectativas que se auto-cumplen.
  • Duplicidad de tareas en el tiempo.

Resultados

  • Inhibición. Desmotivación.
  • Confusión.
  • Despersonalización.
  • Sobre-activación biológica.
  • Abandono de planes de acción significativos.
  • Evitación
  • Dificultades de concentración

El Afrontamiento Contraproducente (AC) no viene básicamente definido por sus resultados (lo que podría llevarnos a una definición tautológica al tomar el resultado como elemento crítico definitorio de AC, es decir, a entender el afrontamiento en términos de resultado), viene también definido por los procesos que lo integran -llamados colaterales en el esquema, aunque a veces son simplemente centrales- y por una perversión del modo de control al que responden las operaciones.

En consecuencia, como es lógico, la desarticulación o neutralización del AC, se centra sobre modos, operaciones, y procesos. No obstante, dado el componente sistémico del conjunto de relaciones y elementos a los que venimos refiriéndonos, también puede incidirse sobre los resultados, de manera que repercuta en una alteración de modos, operaciones y procesos (por ejemplo, el alivio sintomatológico, en tanto en cuanto disminuye la conciencia de enfermedad, favorece y posibilita la reducción de la prevención abusiva).

A primera vista, desde una posición ingenua, podría parecer que una vez identificados los AEC, bastaría con desaconsejarlos para que dejasen de emitirse. Igual ingenuidad supone considerar que la prescripción de «lo que hay que hacer» -afrontamiento correcto- substituye y desplaza automáticamente a «lo que no hay que hacer» -afrontamiento incorrecto-, y por tanto ni siquiera habría que ocuparse de si existe y en qué consiste, puesto que quedaría anulado en cualquier caso. No necesariamente es así, puede ser incluso a la inversa.

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Fuente: Baeza Villarroel, J.C.  Clínica de la Ansiedad.

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Ansiedad y otros

Ansiedad y alcohol

En la sociedad española el alcohol es una droga de curso legal, socialmente aceptada, que mueve importantes divisas y ocasiona no menos importantes quebraderos de cabeza, familiares y sanitarios. Vivimos en una sociedad vinícola donde el acto de beber está asociado a multitud de acontecimientos diarios. Existe una gran presión social para beber, pero a la vez hay una clara falta de información sobre los problemas que produce el consumo reiterado. Además, las bebidas alcohólicas son de fácil acceso y se venden a un precio muy asequible para la mayoría de la población. La oferta de ocio está en exceso orientada al consumo de alcohol y otras drogas. A esto hay que añadir que su consumo es alentado a través de los medios de comunicación, asociándolo a diversión, sensualidad, encuentros sexuales, patrones de vida deseables o a modelos de comportamiento exitosos. Existen, además, una serie de mitos, socialmente extendidos, sobre supuestas propiedades “milagrosas” de las bebidas alcohólicas (antes llamadas “espirituosas”): por ejemplo, sirve para afrontar mejor los problemas (en la mayoría de películas el primer paso ante un problema es servirse una vaso de whisky), tranquiliza, ayuda a dormir, aumenta la potencia sexual… Propiedades que, naturalmente, no tiene.

Uso, abuso y dependencia del alcohol

Hablamos de uso del alcohol, o cualquier otra droga, cuando su consumo es ocasional, relacionado con sólo unos pocos acontecimientos, sin llegar a que se produzca dependencia ni habituación a la sustancia, ni repercusiones negativas en áreas importantes de la vida de una persona (la familia, el trabajo, los amigos, la pareja, salud física y psicológica…).

El abuso, según la Asociación Psiquiátrica Americana (DSM-IV) implica la presencia de una o más de los siguientes cuatro condiciones, en algún momento, durante un período de 12 meses:

1) Consumo repetido de la sustancia que implica dejar obligaciones laborales, académicas o del hogar.

2) Uso repetido de la sustancia en situaciones que implican riesgo físico para la persona.

3) Su consumo conlleva repercusiones legales (multas, deudas, juicios…).

4) Se sigue consumiendo a pesar de los problemas sociales y personales que está creando la sustancia

Por tanto el abuso es un mal uso ya sea por la cuantía de sustancia ingerida o por la finalidad con que se consume. No obstante, también existen malos usos que no llegan a la categoría de abuso, por ejemplo usar el alcohol para afrontar situaciones sociales en que uno siente una enorme vergüenza por las críticas ajenas. En estos casos aunque no se cumplan los criterios para abuso existe un claro riesgo de que así sea. Además de que se está cerrando la puerta a otras formas de afrontar los problemas (por ejemplo hacer frente a los pensamientos que hay detrás del miedo a las críticas).

La dependencia se produce como consecuencia de repetidos abusos. Según Asociación Psiquiátrica Americana (DSM-IV), para poder diagnosticarla como tal, es necesario que se den al menos tres de las siguientes condiciones o criterios durante un período de 12 meses (aunque períodos más cortos también pueden requerir de una intervención):

1) Tolerancia o habituación: necesidad de aumentar progresivamente las dosis para conseguir los mismos efectos que anteriormente, o manteniendo la misma cantidad de alcohol se produce un disminución de los efectos esperados.

2) Síntomas ante la abstinencia o supresión de la sustancia: en el caso del alcohol podría aparecer insomnio, irritabilidad, dolor de cabeza, temblor, náuseas, ansiedad, crisis epilépticas. El síndrome de supresión o abstinencia se produce cuando se deja de ingerir súbitamente alcohol. A veces la persona bebe para evitar, momentáneamente, estos síntomas.

3) Se usa la sustancia en mayor cantidad o por un período más largo de lo que la persona en un principio pretendía.

4) Deseo persistente de consumir la sustancia, y uno o más esfuerzos inútiles por controlar o suprimir el consumo.

5) Gran parte del tiempo se emplea en actividades relacionadas con la obtención, consumo y recuperación de los efectos de la sustancia.

6) Reducción importante o abandono de actividades sociales, laborales o recreativas a pesar de tener consciencia de que se padece un problema físico o psicológico provocado o empeorado por el alcohol.

Efectos del alcohol sobre el organismo

El alcohol atraviesa fácilmente las membranas celulares, por lo que es absorbido rápidamente por el estómago y distribuido por todos los tejidos. Actúa sobre diversos receptores del Sistema Nervioso. Fundamentalmente es un depresor. De ahí su relación con las emociones, en particular con la ansiedad y la depresión. En dosis pequeñas desinhibe, disminuye la ansiedad, lo que se equipara a un estado de excitación, aumentando la frecuencia cardíaca y respiratoria. Con dosis mayores funciona plenamente como un depresor, disminuyendo el nivel de conciencia, la coordinación motora y las funciones autonómicas (respiración y frecuencia cardíaca). Se experimenta una sensación de calor, pero, realmente, se está produciendo una pérdida de calor, con lo que si la temperatura exterior es demasiado baja pueden haber problemas para regular la temperatura corporal. Si la dosis es demasiado elevada se puede llegar al coma o a la muerte por depresión respiratoria.

El alcohol produce en nuestro organismo un desequilibrio metabólico, es decir, perturba el funcionamiento normal. En grandes cantidades es altamente tóxico. Sus efectos son más peligrosos en personas vulnerables (con enfermedades cardíacas, cerebrales…), en mujeres, en niños y en ancianos. Sin embargo, en pequeñas dosis puede ser hasta beneficioso siempre y cuando la persona no tenga vulnerabilidad hacia los efectos físicos y psicológicos del alcohol. Este efecto beneficioso del uso moderado en personas sin vulnerabilidad al alcohol, ha sido utilizado y exagerado por los interesados en que aumente o se mantenga la venta de alcohol. En todo caso siempre existe el peligro de su efecto tóxico y el riesgo de abuso y/o dependencia.

El consumo repetido y abusivo del alcohol tiene una serie de consecuencias para la persona:

físicas: el alcohol actúa sobre diversos órganos entre los que destacan el hígado (peligro de cirrosis), el sistema cardio-vascular (problemas de arrítmias, miocardiopatías, hipertensión arterial e ictus cerebrales), el sistema respiratorio, el sistema nervioso (el síndrome de Wernike-Korsakoff debido a falta de vitamina B1, la degeneración del cerebelo…). También afecta al sistema muscular, al esqueleto (riesgo de osteoporosis), y al sistema endocrino. El alcohol es la segunda causa probada de padecer cáncer, después del tabaco.

Sociales: su consumo se asocia a un mayor riesgo de accidentes, implicación en agresiones, homicidios y peleas, conductas antisociales (robos, insultos, exhibicionismo…), problemas en las relaciones sociales, familiares o de pareja. Produce además déficits en la actividad laboral, académica o social, debido a estar bajo los efectos del consumo abusivo o en período de recuperación de éstos.

Psicológicas: El uso continuado del alcohol produce una “primitivización” de la personalidad, que se vuelve más infantil y eufórica. Hay una pérdida de las funciones cognitivas, se alteran los ritmos biológicos, hay lagunas en la memoria (sobretodo de acontecimientos relacionados con las borracheras), desorientación espacio-temporal. La emoción oscila de la alegría a la tristeza continuamente (labilidad emocional), pudiendo aparecer incontinencia emocional (por ejemplo no se puede evitar arrancar a llorar repentinamente). Surgen sentimientos de culpa, y explosiones de irritabilidad. Se tiene poca tolerancia a las frustaciones. Pueden producirse, además, una serie de trastornos específicos como el síndrome de abstinencia que puede llegar a un delirium tremens, la alucinosis alcohólica (donde hay sobretodo voces que acusan y delirios persecutorios), delirios celopáticos (falsa creencia de que la pareja es infiel), trastornos del estado de ánimo, trastornos de ansiedad, trastornos de sueño (el alcohol disminuye la fase REM del sueño, que es la que garantiza un mayor descanso), demencia y trastornos persistentes de la memoria.

Alcohol y alteraciones emocionales

Para facilitar la descripción de la relación entre el alcohol y los trastornos emocionales nos ocuparemos primero de cómo tener problemas con la ansiedad y el estado de ánimo pueden llevar a una tormentosa relación con el alcohol, para luego dedicarnos a la relación inversa. Es decir, como el mal uso, el abuso y/o la dependencia del alcohol pueden generar consecuencias en nuestras emociones.

Trastornos emocionales que llevan al consumo de alcohol

Por sus propiedades y fácil acceso, el alcohol es frecuentemente utilizado por personas que padecen un trastorno del estado de ánimo o de ansiedad. En el primer caso se usa el alcohol como un medio de controlar un estado de ánimo triste. El alcohol tiene la propiedad de acentuar el estado en que nos hallamos. Altera el estado de ánimo pero la dirección del cambio depende de las expectativas de la persona. Y, normalmente, las expectativas de las personas que padecen depresión son bastante negativas. Por lo tanto no sólo no combate la depresión sino, que tras un ligero alivio debido a la alteración del estado de conciencia, el alcohol, por sus propiedades depresoras sobre el sistema nervioso, agrava la depresión, incrementa los sentimientos de culpa e inadecuación, y disminuye la propia valía consecuencia de verse a uno mismo fuera de control, abandonando las obligaciones sociales, laborales y/o académicas.

En los trastornos de ansiedad,   algunas personas recurren al alcohol por sus propiedades reductoras de la activación fisiológica. Si bien es cierto que el alcohol tranquiliza a corto plazo, no lo es menos que su uso continuado produce una inquietud y una ansiedad que superan con creces al estado inicial que se quería evitar. Sólo en pequeñas dosis y en circunstancias adversas concretas y controlables, el alcohol disminuye la ansiedad. Este efecto está muy en relación con el estado de la persona y siempre se corren los riesgos de intoxicación y dependencia. Además también existe el peligro de acontecimientos ambientales inesperados frente a los que bajo los efectos del alcohol podemos reaccionar inapropiadamente. En las personas con problemas de ansiedad sirve para atenuar momentáneamente los miedos y afrontar las situaciones con más seguridad (menor inhibición). De esta manera se cierran las puertas a otras formas más adecuadas de afrontamiento de los problemas, corriendo además el riesgo de acostumbrarse a usar el alcohol y otras drogas para afrontar no sólo los problemas para los que inicialmente se usó, sino extender también su uso a otros (por ejemplo usarlo para hablar más “tranquilo” en público, y extenderlo luego para aparentar lo que no se es ante las amistades).

La ansiedad social y las emociones desagradables pueden propiciar el uso abusivo del alcohol o recaídas si se está en período de desintoxicación. El alcohol es usado con frecuencia como alivio para los síntomas psíquicos (tensión, sentimientos de culpa, dificultades para conciliar el sueño). Sin embargo, frecuentemente, no hace sino empeorar el estado general y generar un círculo vicioso de difícil salida. Ansiedad y depresión disminuyen con el alcohol pero sólo a corto plazo, para luego volver con mucha más fuerza y exigiendo de nuevo el alcohol como medio de aplacarlas.

También es probable que sean otros trastornos mentales los que induzcan a problemas con el alcohol. Sería el caso de la esquizofrenia y el trastorno bipolar (en que hay oscilaciones entre un estado de ánimo deprimido y una euforia patológica).

Problemas con el alcohol que repercuten en las emociones

Ya hemos visto más arriba algunas de las consecuencias que tiene el consumo reiterado y abusivo de alcohol. Vamos a destacar aquí algunas por sus especiales repercusiones en las emociones.

Síndrome de abstinencia: produce los efectos contrarios a la intoxicación. Hay hiperactividad autonómica, agitación, crisis comiciales, insomnio, alucinaciones, y ansiedad. Este sería el síndrome de abstinencia típico que se produce entre las 7 y las 48 horas después de la última ingesta de alcohol, y que desaparece a los 7 días sin necesidad de tratamiento. Se asocia fundamentalmente con la dependencia física de la sustancia. Se puede complicar en un delirium tremens, estado de disminución de la consciencia con alteraciones perceptivas visuales. Luego se hablaría de otros tipos de síndrome de abstinencia que se relacionarían más con la dependencia psicológica (deseos de la sustancia por sus efectos reforzantes o por que elimina sensaciones displacenteras). Serían el síndrome de abstinencia tardío y el síndrome de abstinencia condicionado que aparecen tras semanas de dejar la sustancia, pudiendo durar meses o años. Se deben a que ante la presencia de determinados estímulos internos o externos, se produce una inquietud psicológica en forma de ansiedad y una desregularización de las funciones psíquicas superiores. Este estado incita a la búsqueda y a la consumición del alcohol. La persona se siente como recién desenganchada, y muy ansiosa, con lo que es fácil que se produzcan recaídas en la conducta de beber. Esta dependencia psicológica es más difícil de tratar que la dependencia física.

Alucinosis alcohólica y delirios celopáticos: ambos son estados que generan en la persona una tremenda angustia puesto que se siente perseguido y engañado, respectivamente. Este aumento de la ansiedad puede generar huida de los lugares temidos o defensa activa (pudiéndose producir, por ejemplo, agresiones más o menos importantes ante la supuesta infidelidad de la pareja).

Trastorno del estado de ánimo debido a la ingesta de alcohol: sería aquel trastorno del estado de ánimo que se da sólo en relación a la bebida. Se debe a una reacción psicológica por la falta de control percibida, a desordenes neuroquímicos ocasionados por el alcohol, a una personalidad disfórica (entre irritable y triste), o al síndrome de abstinencia.

Trastornos de ansiedad debidos a la ingesta de alcohol: son propios de los estados de abstinencia, pero también se pueden dar durante la intoxicación. Los más típicos son la agorafobia y la ansiedad generalizada.

Trastornos del sueño y disfunciones sexuales: sexo y sueño son dos funciones importantes que se ven afectadas por un abuso del alcohol. Dada la relevancia de estas funciones para las personas, su alteración debido al consumo de alcohol implica claras consecuencias sobre las emociones. La falta de sueño genera un estado de ansiedad e irritabilidad característico. Las disfunciones sexuales afectan al propio bienestar y el de la pareja, a la autoestima y, por tanto, al estado de ánimo, lo cuál hace que se active nuestro sistema de alarma (la ansiedad), que no hace sino obstaculizar cualquier intento de mejora.

Amnesias transitorias y persistentes: son trastorno en que se olvidan porciones de información del pasado. Cuando existe consciencia de que se ha olvidado algo, y se sabe que ese algo es importante, se genera ansiedad y miedo por qué se están perdiendo partes importantes de nuestra biografía o información importante para nuestro quehacer cotidiano.

Podríamos citar finalmente, sin comentarios y de manera general, los problemas emocionales derivados de las enfermedades físicas que genera el alcohol, y problemas emocionales debidos a las situaciones sociales a las que lleva el alcohol.

Aunque en apartados anteriores hemos distinguido los casos en que se presenta primero un problema emocional y cuando lo hace primero un problema con el alcohol, esta distinción en la realidad no es tan sencilla. De hecho, lo corriente es que se presenten juntos, sin saberse que es causa y que consecuencia.

Habida cuenta de los problemas que puede acarrear el alcohol a los individuos y al conjunto de la sociedad, la prevención es la mejor baza para evitar que éstos ocurran. Esto implica la adopción de medidas educativas, la superación de creencias y mitos socialmente arraigados, el desarrollo de formas de ocio y relación interpersonal menos mediatizadas por el alcohol y otras substancias tóxicas, y una mejor atención y más temprana a las poblaciones de riesgo.

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Fuente: Miguel Luna . Dibujo: David Martínez. Clínica de la Ansiedad. Barcelona y Madrid.

Para saber más

Buceta, J.M.; Bueno, A.M. (1996). Tratamiento psiicológico de hábitos y enfermedades. Madrid. Pirámide.

Draper, R. (1985). Me llamo Ramón y soy alcohólico. Barcelona. Plaza&James.

First,M; Frances, A.; Pincus H.A. (2002). DSM-IV: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona. Ed. Masson

Franken, I.; Hendriks, V.; Haffmans, P.M.; van der Meer, Chris (2001). Coping Style of Substance-Abuse Patients: Effects of Anxiety and Mood Disorders on Coping Change. Journal of Clinical Psychology. Vol 57 (3), 299-306.

Lorenzo, P.; Ladero; J.M.; Leza, J.C.; Lizasoin, I. (1998). Drogodependencias. Madrid. Editorial Médica Paramericana

Masgoret, F.; Nicolau, R.; Lasa, A. (Eds.) (1988). Drogodependències experiències d´intervenció a Catalunya. Publicacions de la Diputació de Barcelona.

McCrady, B.; Rodríguez, R.; Otero-López, J.M.(1998). Los problemas de la bebida: un sistema de tratamiento paso a paso. Madrid. Pirámide.

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Ansiedad y otros

Acoso psicológico y problemas emocionales

Introducción

El mobbing o acoso psicológico es un conjunto de conductas abusivas en forma de actos, palabras, escritos o gestos que vulneran la identidad, la dignidad o la integridad física y/o psicológica de una persona. Se puede dar en cualquier situación en la que se relacionen un grupo de personas (en el trabajo, en la pareja, en escuelas o universidades, en grupos de amigos…). Lo ejerce una persona o grupo de personas sobre otra persona. A pesar de su alcance, es fácil que pase desapercibido para la mayoría, excepto para las víctimas.

Fundamentalmente, las estrategias de acoso moral son (Hirigoyen, 1999):

  • descalificar y desacreditar a la víctima sutilmente, sobre todo a través de mensajes no verbales.
  • rechazar la comunicación directa: así el conflicto no puede ser solucionado y se provoca el sentimiento de culpa de las víctimas.
  • aislar a la persona.
  • hacer novatadas.
  • inducir a caer en errores.
  • acoso sexual.
  • hacer guasa con sus puntos débiles.
  • burlarse de sus ideas, convicciones o gustos.
  • ridiculizarlo en público.
  • hacer alusiones desagradables.
  • poner en tela de juicio su capacidad de juicio y decisión.

Si bien, para hablar de acoso moral propiamente, estas conductas deben darse repetidamente y de manera insistente, no de forma aislada.

Conducta del agresor

Para los acosadores este comportamiento abusador suele ser una forma habitual de comportarse. Incluso en determinados ambientes puede ser una conducta muy valorada socialmente, por ejemplo entre determinados puestos directivos. Usan la palabrería y una serie de estrategias para ir hundiendo y aislando a la víctima hasta que ésta acaba por reaccionar de modos que, a la postre, realzar el dominio del acosador.

Básicamente el agresor actúa con una forma de violencia indirecta, criticando, faltando al respeto, extendiendo rumores, haciendo jugarretas con sigilo… La mayoría de las veces lo hace sin pretender nada más que la anulación de la otra persona por los sentimientos que le provoca (envidia, deseo de dominación, rivalidad).

Algunos ejemplos específicos de la conducta del acosador en el ámbito laboral son (Ausfelder, 2002):

  • Prohibir a la persona charlar con los compañeros.
  • No se responde a sus preguntas verbales o escritas.
  • Instigar a los compañeros en contra suya.
  • Excluirla de determinados actividades sociales.
  • Los compañeros evitan trabajar con la persona.
  • Se le habla de modo hostil y grosero.
  • Se le provoca para que reaccione descontroladamente.
  • Hacer comentarios maliciosos.
  • Se rechazan sus propuestas sin ni siquiera oírlas.
  • Se le ridiculiza por su aspecto físico.
  • Se le responsabiliza de errores cometidos por otros.
  • Se le dan informaciones erróneas.
  • Es controlado exhaustivamente.
  • Su trabajo es manipulado para dañarle.
  • Se abre su correspondencia.
  • Recibe amenazas.
  • Se le ponen motes ridículos o degradantes.

La víctima

Al principio la forma de actuar del acosador le deja confundida. Sus conductas no tienen una intención clara y sus mensajes maliciosos se sirven de la comunicación no verbal. Dado que este tipo de comunicación no se capta de manera consciente, a no ser que pongamos especial atención, las intenciones del agresor no se ven venir. Dentro de esta comunicación no verbal se incluirían por ejemplo las miradas despreciativas, las retiradas de la mirada, el tono irónico en el habla, y otras muchas conductas. Entonces el problema va creciendo sin que la víctima se de cuenta. Con todo, la persona puede incluso comportarse de manera más complaciente y vulnerable. De esta actitud se sirve el acosador para machacar progresivamente a su víctima.

A medida que pasa el tiempo el acoso se hace más intenso. En la víctima, a la confusión se suma un sentimiento de culpa. Si la víctima es una persona con tendencia a culpabilizarse, la culpabilidad puede llegar a extremos perjudiciales. En todo caso, empieza a creer que todas los ataques del agresor son debidos a ella o a alguna característica de ella. Entonces empieza a dudar de su propia eficacia y valía, y se siente observada. Esto provoca que esté más atenta al como hace las cosas que al proceso en sí, con lo que se cometen equivocaciones más notables y con más frecuencia, lo que es usado por el agresor como una justificación a sus críticas. Y si, además, la víctima tiene estallidos de ira o lloro, lo que pasado un tiempo es más que frecuente, le sirven al agresor para ver cumplidas sus pretensiones e incluso hacerse con nuevos aliados. Las personas del entorno que ignoran los abusos o colaboran, más o menos intencionadamente, con el agresor mantienen y agravan la situación de abuso.

La víctima actúa de una forma pasiva, aguantando los golpes. Primero ignora, luego ya no ve salida posible. Le parece que todo se ha vuelto en su contra y que ella la única y absoluta culpable. El acosador suele utilizar tretas y aliados para aislar a la víctima con lo que se perpetúa problema. Reniega de cualquier comunicación clara con lo que el conflicto siempre sigue en pie y parece que es sólo cosa de uno, es decir, de la víctima. La persona agredida se va debilitando, su autoestima decae, se desestabiliza y sin quererlo cumple las críticas que el acosador le hace. Porque los acosadores se valen de algunos de los rasgos de las personas para criticarlos, hasta que la persona ve mermado su juicio, duda de sí misma y sin saberlo acaba cumpliendo lo que el agresor deseaba desde un principio. Acaba totalmente desamparada ante los recursos y el comportamiento del abusador.

Todo el conjunto de esta tormentosa relación entre víctima y acosador, genera una parálisis aparente en la víctima. Interiormente mantiene un estrés continuo. Este estrés no deja huellas objetivas inmediatas, los problemas llegan pasado un tiempo. De este modo se provocan una serie de trastornos psicosomáticos que afectan a diferentes órganos. Son ejemplos típicos las migrañas, las molestias digestivas, los problemas musculares, etc.

También se producen secuelas en forma de problemas emocionales. Entre ellas destacan la pérdida de autoestima y la reducción de la capacidad de disfrute de las cosas y pequeños placeres cotidianos… Se puede llegar a tener ideas de suicidio. Es normal también que se den trastornos de la ansiedad debido a los niveles de estrés mantenidos a lo largo del tiempo. Se puede llegar, en casos extremos, a crisis de pánico relacionadas con estímulos asociados al acoso, y a la evitación de dichos estímulos (el trabajo, el hogar, la clase…). También puede ocurrir que se instaure un trastorno de la ansiedad como el Trastorno por Ansiedad Generalizada, donde hay preocupaciones y rumiaciones continuas y exageradas respecto de temas de la vida cotidiana (pagos, trabajo, resultados académicos…). Otro trastorno que se podría desarrollar sería el Trastorno por Estrés Postraumático, donde hay un estado de hipervigilancia constante, continuas rememoraciones de las situaciones traumáticas de abuso, tensión y evitación de los estímulos relacionados con las dichas situaciones. Los problemas emocionales llevan asociados además una serie de síntomas que afectan a la vida cotidiana, como el insomnio, la irritabilidad y el miedo a relacionarse con otros. Los ataques de ira o de lloro son frecuentes, sobre todo cuando el acoso está en un estado avanzado.

No es extraño tampoco que se recurra a determinadas estrategias contraproducentes para tratar de solventar el dolor emocional que se sufre. En concreto se trataría de las conductas adictivas, ya sea abusando de ansiolíticos u otros medicamentos, o bien de drogas legales e ilegales como el cannabis, el alcohol, la cocaína, el tabaco, u otras. Pueden producirse también conductas que sirvan de distracción o que sustituyan las carencias afectivas que se están viviendo, por ejemplo comprar compulsivamente, jugar de manera enfermiza, etc.

La persona acaba creyendo que el problema es ella, cuando lo problemático es la relación establecida. Se puede dejar la relación o modificar alguno de sus parámetros.
El acoso moral repercute de manera destacable en las relaciones personales, ya que la persona actúa con miedo y reticencia.

¿Cómo actuar ante el acoso moral?

A continuación daremos una serie de consejos que pueden ser de utilidad para prevenir el mobbing, o en el caso de que ya exista, ponerle remedio.

Lo primero y fundamental es establecer una comunicación directa y con el menor número de trabas. No hay que conformarse con insinuaciones, sobreentendidos o comentarios a media voz. Se pedirán aclaraciones y precisiones para cualquier ambigüedad en la comunicación.

Ha de ofrecerse y exigir un trato respetuoso, tanto a nivel de expresión verbal como no verbal. Ninguna equivocación o error justifica un trato despectivo o humillante. En esta línea no se deben consentir o hacerse cómplice de bromas despreciativas, que nos pongan motes ridículos u ofensivos, y la ironía mal intencionada.

Es importante, tener claras nuestras propias habilidades y límites. Nos ayudará a no dudar global y sistemáticamente de nosotros mismos si alguien nos pone en duda o cuestiona, todo ello sin perjuicio de que podamos reconocer nuestros errores y aceptar críticas siempre que sean constructivas y no excesivas.

Desde un principio o, al menos lo antes posible, es necesario mostrar firmeza, actuar con asertividad. Es decir, expresar claramente nuestros sentimientos, sin temer las reacciones de los demás, pero sin hacerlo tampoco de manera impulsiva. Si se mantienen una tolerancia absoluta, se facilita la labor virulenta del acosador. No hay que temer el conflicto, puesto que un conflicto bien asumido puede llevar a una solución. Además, el conflicto no tiene porqué ser violento. Para ello es importante contener los arranques violentos, actuar con serenidad manifiesta y con defensas reflexionadas. Si se actúa de manera rápida e impulsiva el agresor tiene las puertas abiertas para sus conseguir sus objetivos.

Aunque es importante asumir cierta responsabilidad en el origen y en la solución del asunto, hay que abandonar a todas luces la culpabilidad enfermiza que corroe y sólo sirve para hundir más y más a la víctima (justo el propósito del acosador). No es necesario justificarse constantemente, de lo contrario el agresor se servirá de ello para hallar más errores.

No conviene aislarse. Perderíamos apoyo social y acrecentaríamos nuestra confusión e indefensión, facilitando así los objetivos pretendidos por el abusador.

Llegados a un determinado extremo, se hace necesaria la denuncia ante los órganos competentes, o ante la propia Administración de Justicia. Aunque la legislación es dispar respecto de los diferentes tipos de acoso, existe cada vez más jurisprudencia y actuaciones judiciales al respecto. Para facilitar el quehacer de la justicia en caso de realizar una denuncia será esencial recabar el máximo de pruebas objetivas posibles, ya que, a diferencia de las agresiones físicas, el acoso moral no deja huellas tan claramente visibles.

En general, hay que evitar la pasividad, y actuar cuanto antes para que el acoso no vaya a más. Cuanto más haya avanzado el acoso, más difícil se hace llegar a una solución y más graves son las consecuencias para la salud y bienestar de la víctima Los problemas derivados suelen remitir tras acabar con esta tormentosa relación. No obstante, en determinados casos, se hará necesario un tratamiento psicológico o médico personalizado (en función de aquellos aspectos que han quedado más afectados).

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Fuente: Miguel Luna. Clínica de la Ansiedad. Barcelona y Madrid.

Para saber más

Hirigoyen, M-F (1999). El acoso moral. Barcelona. Paidós.

Ausfelder, T. (2002). Mobbing: el acoso moral en el trabajo. Barcelona. Océano.

MOBBING.NU. Página web especializada en la temática del acoso moral, difundido en varios idiomas, entre ellos el castellano, con diversas informaciones, recursos y enlaces.

Herramientas de gestión de los riesgos psicosociles en el sector educativo: www.prl-sectoreducativo.es/

Video ilustrativo: Acoso escolar I (UNED-TVE2)

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Fobias de impulsión Obsesiones

Miedo a perder el control o volverse loco

El temor a perder el control sobre el propio pensamiento, conducta o impulsos, es frecuente en los trastornos de ansiedad. En cierto modo, este sentimiento, o pre-sentimiento, es consubstancial a la experiencia de ansiedad elevada. Si la ansiedad guarda relación, como hemos señalado en otros documentos de la web, con la percepción del sujeto de verse desbordado, respecto de su capacidad y recursos, por las demandas y exigencias del medio (externo o interno), es natural que dicha experiencia se equipare a pérdida de control sobre uno mismo o sobre el medio: cuando tenemos una dificultad pero es asumible, nos consideramos con los recursos, apoyos, y capacidad para hacerla frente, decimos, en términos coloquiales, que “tenemos un problema, no está resulto, pero está controlado”. Si, por el contrario, nos vemos excedidos o desbordados decimos que “tenemos un problema, no está resuelto, ni bajo control”, es decir nos sentimos a merced de las circunstancias.

Es probable que la ansiedad altere la ejecución de repertorios de conducta, incluso algunos que normalmente “salen solos” sin que medie la conciencia en su producción, ya sea por tratarse de respuestas autónomas, o bien automatizadas tras un proceso de aprendizaje y entrenamiento: la articulación y fluidez del habla, la atención y concentración, la respuesta sexual, la conciliación del sueño, etc. La percepción de dichos fallos, crea dudas en la persona que los experimenta sobre su adecuada regulación y produce desconfianza sobre el normal y correcto funcionamiento de sus funciones y facultades.

En algunos casos, la ansiedad genera, como parte de sus síntomas y manifestaciones, una sensación de extrañeza e irrealidad, como si estuviéramos viendo la realidad a través de un cristal o “como en una película”, como si nos sintiéramos ajenos a nosotros mismos (despersonalización) o al entorno (desrealización).

Del mismo modo que la sobre-preocupación por la salud física lleva a la vigilancia y observación de diferentes funciones y manifestaciones fisiológicas, el temor a perder el control lleva a la auto-observación y seguimiento de nuestro pensamiento, la ejecución de actividades y sus posibles efectos.

El temor a volverse loco

En algunos casos, ese sentimiento de descontrol, desorden o irrealidad se equipara a la idea de trastornarse o volverse loco. En casos extremos este miedo está en la base de las llamadas “fobias de impulsión”, que se caracterizan por la percepción de un alto riesgo de perder la cabeza, trastornarse, en un momento dado y, como consecuencia, hacer algo grave e irreversible, como tirarse desde al balcón, hacer daño a niños u otras personas con cuchillos, o de otras formas, empujar a alguien al tren o a la calzada al paso de los coches, etc.

La presunción de que podría trastornarse, lleva a la persona a estar especialmente alerta y evitar aquellas circunstancias (balcones, jugar con niños pequeños, etc.) dónde, si se llegara a perder la razón, las consecuencias fueran más graves e irreversibles. No es que tenga intención de hacerlo y haya de vigilarse para impedirlo (como a veces piensan los propios pacientes). Todo lo contrario: lo último que quisieran que pasase en el mundo es eso, y por ello, quieren estar advertidos y prevenir los riesgos para que ni siquiera en un supuesto “momento de locura” pudieran hacerlo.

Digamos que, en cierto modo, se ha dado al cerebro la orden de que no se olvide de ese riesgo –por otro lado, absolutamente inexistente-, y dispare las alarmas cuando las consecuencias de la supuesta pérdida de la razón pudieran ser extremas. En consecuencia, el sistema de avisos y advertencias asociado al mecanismo de la ansiedad hace que vengan reiteradamente al pensamiento imágenes o ideas al respecto, muy particularmente cuando estamos frente a circunstancias más críticas (presencia de cuchillos, alturas, etc.). El objetivo es… prevenirse de uno mismo si se diera la supuesta locura.

Estos pensamientos, que confunden e importunan al individuo, son efecto de extremados sistemas de prevención, sin embargo, son tomados por el sujeto como si fueran impulsos internos o pensamientos perversos que les llevarán a hacer lo que no quieren.  Aunque no tienen nada que ver, muchas pacientes interpretan estos fenómenos como indicadores de estar sufriendo, o llegar a sufrir, trastornos mentales de tipo psicótico, como esquizofrenia. Es imposible volverse loco como consecuencia de crisis de pánico u otros trastornos de ansiedad.

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Fuente: J. Carlos Baeza Villarroel. Clínica de la Ansiedad. Especialistas en Madrid y Barcelona. Psicólogos y psiquiatras.

Video: El temor a perder el control o a volverse loco

Documentos relacionados

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Fobia Social

Fobia Social: Algunos libros de interés

En este documento encontrará algunas referencias bibliográficas, unas técnicas, y otras  orientadas a la población general que quiere mejorar alguna habilidad social o superar algunos miedos menores apoyándose en la lectura.

Las lecturas sugeridas a continuación lo son a título orientativo, no constituyen un listado exhaustivo, ni se proponen, necesariamente, como obras mejores que otras no referidas. Las de tipo técnico, ofrecen una información de carácter más profesional, pero en ningún caso capacitan a profesionales no especializados y convenientemente entrenados para tratar este tipo de problemas. Las de tipo divulgativo, en ningún caso constituyen un tratamiento ni lo suplen.

Referencias técnicas

Antona Casas, César (2009). Fobia Social: Evaluación y tratamiento. México, Editorial Trillas.

Bados A. (2001). Fobia social. Madrid, Editorial Síntesis.

Botella C, Baños R.M., Perpiñá C. (2003). Avances en la psicopatología, la evaluación y el tratamiento psicológico del trastorno de ansiedad social. Paidós Ibérica.

Cervera S., Roca M., Bobes J. (1998). Fobia social. Barcelona, Editorial Masson.

Heimberg R., Liebowitz M., Hope D., Schneier F. (2000). Fobia Social: Diagnóstico, evaluación y tratamiento. Barcelona, Ed. Martínez Roca.

Mora M., Raich R. M. (2005). Autoestima .Madrid, Ed. Síntesis.

Referencias divulgativas

Desberg, P.(1996). Estrategias para Superar la Timidez y el Miedo a los demás. Barcelona: Editorial Integral.

Castanyer O. (2015). Asertividad: expresión de una sana autoestima. Bilbao. Editorial DDB.

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Fobias Específicas

Curso para superar el miedo a volar en Madrid: Calendario y precios

El programa de Clínica de la Ansiedad  para superar el miedo a volar consta de dos bloques o módulos:

  • Bloque A: Se realiza individualmente a los largo de seis sesiones. Está relacionado con el conocimiento y desarrollo de procedimientos psicológicos para afrontar y superar el miedo.
  •  Bloque B: Se desarrolla en pequeños grupos, en un solo día. Está relacionado con el  conocimiento y la ejercitación en entorno aeronáutico y del vuelo .

En el desarrollo del programa participan psicólogos y pilotos, con el apoyo de medios técnicos e instrumentales.

El inicio del módulo individual (bloque A) está abierto permanentemente. Ha de realizarse previamente al inicio de la parte grupal del programa (bloque B: información aeronáutica básica y ejercicios en simulador).  Las fechas abajo indicadas son, pues, las previstas para el desarrollo del bloque B del programa para superar el miedo a volar.

Calendario para el desarrollo de los próximos cursos

Día

Mes Año
31Marzo2017
19Mayo

2017

17Junio2017
14Julio

2017

Precio del  Curso :  520 euros.   

Información e incripciones: en volarsinmiedo o en el teléfono de Clínica de la Ansiedad 91 829 93 92.

Video: Programa emitido el 21-4-15 por el Canal 24h, de RTVE, sobre diversas fobias y su tratamiento. Las imágenes de los minutos 10,40 al 15,50 corresponden al programa Conducir Sin Miedo; y las imágenes de los minutos 19,20 al 22,18 al programa Volar Sin Miedo, ambos organizados por Clínica de la Ansiedad para superar dichos miedos

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Crisis de pánico y agorafobia

Agorafobia: componentes, edad de comienzo y problemas asociados.

La agorafobia puede definirse como un miedo y evitación de lugares públicos y de estar fuera de casa basados en la anticipación de experimentar niveles elevados de ansiedad o en la aparición de ataques de pánico.

También puede considerarse como el miedo a estar en lugares o situaciones donde puede ser difícil o embarazoso escapar o donde pueda resultar complicado disponer de ayuda en el caso de tener un ataque de pánico o síntomas similares como: mareo, caída, despersonalización, desrealización, pérdida del control de esfínteres, vómito o molestias cardíacas.

Hay que diferenciar la Agorafobia de la Fobia a los espacios abiertos. Éste último se define como el miedo a caerse o a los espacios abiertos en ausencia de apoyo viso-espacial cercano, con lo que caminan cerca de la pared por temor a caerse o temen las señales de espacio y profundidad al conducir.

En la agorafobia pueden distinguirse varios componentes:

La evitación a situaciones temidas

Existen una gran variedad de situaciones temidas y que las personas con agorafobia acaban evitando por las reacciones que desencadenan. .
Algunos ejemplos comunes son: cines y teatros, supermercados, grandes almacenes, ascensores, también viajar en autobús, tren, avión o barco, andar por la calle, quedarse solo en casa, estar lejos de casa, hasta conducir o viajar en coche.

Otro tipo de situaciones son: tomar baños calientes o saunas, hacer ejercicio, montar en atracciones, tener relaciones sexuales, participar en discusiones, enfadarse, bailar, tomar comidas pesadas, ver espectáculos deportivos emocionantes, ver películas dramáticas o de terror y beber café cargado o alcohol. Todas ellas relacionadas por las sensaciones que desencadenan o por la asociación a una experiencia negativa pasada.

Las conductas defensivas

Sin embargo, las situaciones no siempre se evitan, sino que se pueden afrontar con ansiedad y/o con conductas defensivas para prevenir o manejar la amenaza asociada a la ansiedad/pánico. Ir acompañado de una persona de confianza o un animal doméstico, tomar medicación, beber alcohol o agua, comer algo, fumar, llevar objetos tranquilizadores, pensar en que se está cerca de un hospital o salida cercana, comprar solo a ciertas horas o escapar de la situación son algunos ejemplos de conductas defensivas. Éstas producen alivio inmediato pero contribuyen a mantener el problema.

Mientras que las personas con una agorafobia moderada o grave evitan ambos tipos de relaciones expuestas anteriormente, las personas con trastorno de pánico con agorafobia leve o sin agorafobia tienden a evitar el segundo tipo de situaciones.

La ansiedad anticipatoria

Preocupación por experimentar un ataque de pánico o una fuerte ansiedad. Es una expectativa o anticipación de que ocurrirá un ataque o una fuerte ansiedad juntamente con la tendencia a temer las sensaciones corporales relacionadas con la ansiedad.

El miedo al miedo

Las personas con agorafobia tienen miedo a aquellas situaciones en las que pueden tener sensaciones de ansiedad o ataques de pánico. Suele surgir normalmente en situaciones externas temidas y también como consecuencia de las reacciones corporales producidas por el calor, el hambre, la fatiga, el estrés… que desencadenan a la vez reacciones corporales como debilidad en las extremidades, tensión, visión borrosa, malestar intestinal, dolor o tensión muscular o la sensación de nudo en el estómago o en la garganta.

Se teme a las situaciones en las que se cree que puede ocurrir consecuencias dañinas o catastróficas de tipo físico (ataque cardíaco, tumor cerebral, muerte, desmayo) o mental (perder el control, volverse loco).

Ataques de pánico o síntomas similares

La gran mayoría de las personas que sufren agorafobia informan tener o haber tenido ataques de pánico. Éste consiste en un intenso miedo, terror o malestar acompañado frecuentemente con una sensación de peligro o catástrofe inminente y de un impulso a escapar.

Los síntomas más frecuentes son: palpitaciones, mareo, dificultad para respirar, sudoración, temblores, el miedo a volverse loco o a perder el control y la despersonalización (extrañeza de uno mismo)/desrealización (irrealidad).

Los ataques de pánico varían considerablemente de una persona a otra. Difieren en frecuencia de los ataques), la intensidad, la duración, en las reacciones somáticas, los pensamientos asociados, circunstancias de ocurrencia y predecibilidad (situacionales o espontáneos).

Interferencia o deterioro producido por el trastorno

En los casos graves las personas con agorafobia pueden pasar la mayor parte del tiempo en casa en compañía de familiares y llegar incluso al aislamiento total. Estas personas se ven incapacitadas para realizar actividades diarias.

Tipos de Agorafobia

Según el sistema de clasificación DSM-IV (American Pschiatric Associaton, 1994) podemos clasificar de diferente manera la Agorafobia y Trastornos de Pánico:

  • Trastornos de Pánico con Agorafobia
  • Agorafobia sin historia de Trastorno de Pánico
  • Trastorno de Pánico sin Agorafobia

Sin embargo la CIE-10 (Organización Mundial de la Salud, 1992) tiene la siguiente clasificación:

  • Agorafobia sin Trastorno de Pánico
  • Agorafobia con Trastorno de Pánico
  • Trastorno de Pánico

Edad de comienzo y curso de la Agorafobia

La edad de comienzo se sitúa aproximadamente entre los 25 y los 30 años, aún así existen casos en que el inicio puede darse en cualquier momento entre los 5 y los 58 años. Las personas entre los 45 y los 64 años tienen menos riesgo de desarrollar una agorafobia.

La agorafobia suele comenzar con ataques de pánico o una ansiedad que van creciendo gradualmente en intensidad a lo largo de las sucesivas ocurrencias hasta convertirse en un ataque de pánico. Las personas que sufren este trastorno, en un comienzo, suelen consultar a los centros de salud primaria y a diversos especialistas en medicina, que en ocasiones, no les encuentran nada anómalo. Finalmente, los casos moderados o graves terminan por solicitar ayuda psiquiátrica y/o psicológica.

Existe una fluctuación de los problemas agorafóbicos, los pacientes tienen etapas de remisión y recaídas de duración variable. Estas fluctuaciones pueden ser debidas a múltiples factores como la compañía de una persona, animal u objeto de confianza, a los eventos estresantes, al estado emocional, a cambios hormonales, toma de alcohol, fármacos o drogas o según la época del año.

Si no ha habido tratamiento o éste no ha sido el adecuado, una recuperación relativamente estable es improbable.

Es un trastorno que afecta en mayor proporción a mujeres que a hombres.

Problemas asociados a la agorafobia

Es importante evaluar y tener en cuenta la posible existencia, simultánea, de más de un problema psicológico, ya que pueden desarrollarse complicaciones en el tratamiento y de ello depende también el tipo de intervención y los resultados del tratamiento aplicado.

Los trastornos más frecuentes que pueden convivir junto con la agorafobia son trastornos de ansiedad generalizada o los depresivos. Menos frecuentes son la fobia social y fobia específica.

Las mujeres tienen porcentajes más altos de coexistencia de la agorafobia con otros problemas en el caso del trastorno de ansiedad generalizada, trastornos fóbicos y depresión mayor. Si embargo, en los hombres tienen una mayor incidencia en el abuso de sustancias.

Existen casos que usan el alcohol y/o los fármacos para afrontar sus problemas de ansiedad, pánico y evitación. Éstos pueden reducir la ansiedad a corto plazo pero el efecto se invierte a más largo término y contribuir al mantenimiento de los miedos y de la ansiedad

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Fuente: E. Massagué (2007). Clínica de la Ansiedad, Psicólogos especialistas en el tratamiento de la ansiedad. Madrid y Bacelona.

Referencias para saber más

-Bados, A. (1995a). Agorafobia: Naturaleza, etiología y evaluación. Barcelona: Paidós.

-Bados, A. (2000). Agorafobia y ataques de pánico. Madrid: Pirámide.

-Botella, C. y Ballester, R. (1997). Trastorno de pánico: Evaluación y tratamiento. Barcelona: Martínez Roca.

-Echeburúa, E. y de Corral, P. (1992). La agorafobia. Nuevas perspectivas de evaluación y tratamiento. Valencia: Promolibro.

-Marks,I.M.(1991a).Miedos, fobias y rituales: (1) Los mecanismos de la ansiedad.B arcelona: Martínez Roca

-Roca, E; Roca, B.(1999). Cómo tratar con éxito el pánico (con o sin agorafobia). Valencia. ACDE.

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Introducción

Ansiedad y personalidad

Introducción

La personalidad es el patrón de pensamientos, sentimientos y conductas que presenta una persona y que persiste a lo largo de toda su vida a través de diferentes situaciones. La personalidad es estable en el tiempo y en las situaciones, esto implica que tendemos a comportarnos de forma similar en diferentes contextos y en diferentes momentos de la vida. Los rasgos son los atributos o características de la personalidad. Los rasgos se sitúan a lo largo de un continuum, de modo que las personas nos diferenciamos unas de otras en el grado en que presentamos más o menos cada rasgo.

Una persona extrovertida busca y disfruta de la compañía de los demás, prefiere realizar actividades en grupo que de forma individual, tiene habilidades sociales, es una persona activa, con energía, entusiasta. Una persona introvertida (el polo opuesto) prefiere realizar actividades en solitario o con pocas personas, tiende a ser más inhibida, reflexiva, cautelosa.

Se considera que la personalidad, sobre la base de unos fundamentos biológicos, se modela con el paso del tiempo a partir de las experiencias vividas.

Rasgos de personalidad y trastornos de ansiedad

Cabe distinguir entre ansiedad rasgo y ansiedad estado. La ansiedad rasgo es una característica de personalidad relativamente estable (a lo largo del tiempo y en diferentes situaciones). El rasgo de ansiedad hace referencia a la disposición del individuo para percibir situaciones como peligrosas o amenazantes y a la tendencia a responder ante estas situaciones con ansiedad. La ansiedad estado hace referencia a un estado emocional transitorio y fluctuante en el tiempo.

Ambos conceptos están relacionados. Una persona con un nivel elevado de ansiedad rasgo presenta, por regla general, una ansiedad estado también elevada. Sin embargo, una persona con un nivel de ansiedad rasgo bajo puede mostrar de forma puntual reacciones de ansiedad de elevada intensidad ante situaciones que perciba como amenazantes (ansiedad estado). Así, por ejemplo, una persona con un nivel de ansiedad rasgo bajo puede mostrarse ansiosa ante la inminencia de un examen. En cambio, una persona con un nivel elevado de ansiedad rasgo no sólo se sentirá nerviosa en esa situación, también en muchas otras.

Muchos autores consideran que  la ansiedad rasgo es la característica de personalidad que subyace a muchos trastornos de ansiedad. Se trata de una característica de personalidad que podría estar implicada en la mayor vulnerabilidad a padecer trastornos de ansiedad y de depresión. Para algunos autores, la manifestación más pura de un nivel elevado de ansiedad rasgo es el Trastorno de Ansiedad Generalizada .

Los trastornos de ansiedad  tienen en común otro rasgo de personalidad: la evitación del daño o inhibición conductual. Las personas con un nivel alto de inhibición conductual o evitación del daño suelen evitar y mostrarse inhibidos ante estímulos novedosos o no familiares, suelen reaccionar con retraimiento. Se trata de personas cautelosas, tensas,   aprensivas y pesimistas.

La evitación del daño también se ha visto asociada al Trastorno de Pánico. Algunos estudios sugieren que las personas con ataques de pánico podrían tener unos rasgos temperamentales comunes que precederían la aparición del trastorno:

  • Miedo excesivo a padecer una enfermedad;
  • Hipersensibilidad a la separación: son personas dependientes, con necesidad de protección o de proteger a los suyos, muestran una marcada unión con familiares;
  • Dificultad para alejarse de lugares conocidos: les cuesta adaptarse a los cambios y novedades, no suelen establecerse muy lejos de su lugar de origen y de las personas que conocen;
  • Necesidad de seguridad: necesitan que alguien les tranquilice, les asegure que no va a pasar nada de lo que temen.
  • Se trata de personas muy preocupadas por la salud y la enfermedad, con una importante hipervigilancia a las sensaciones corporales.

Otros rasgos de la personalidad como el perfeccionismo, la rigidez (falta de flexibilidad), la dificultad para adaptarse a los cambios, el control excesivo, aparecen a veces asociados a problemas de ansiedad.

Las características de personalidad no necesariamente preceden la aparición de un  trastorno de ansiedad. La mayoría de estudios que examinan la relación entre personalidad y ansiedad son transversales (evalúan las características de personalidad y la presencia del trastorno en el mismo momento temporal) o utilizan un diseño retrospectivo (preguntan a personas que presentan el trastorno sobre cómo eran antes de la aparición del mismo). Los estudios longitudinales examinados (primero miden la personalidad y luego si aparece o no el trastorno) tampoco informan de resultados concluyentes. Por este motivo, en estos momentos se desconoce si los rasgos de personalidad preceden en el tiempo o se dan de forma simultánea a la presencia de un problema de ansiedad. Incluso algunos autores afirman que alguna de estas características o rasgos podrían verse afectados por el curso del trastorno. Por ejemplo, las personas con ataques de pánico pueden volverse más aprensivas e hipervigilantes a los síntomas físicos a consecuencia de su enfermedad.

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Fuente: Clínica de la Ansiedad. Psicólogos especialistas en el tratamiento de la ansiedad. Madrid, barcelona y online.

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Ansiedad Generalizada

Origen y mantenimiento del Trastorno de la Ansiedad Generalizada (Tag)

Existen diferentes modelos (Sibrava y Borkovec 2006; Craske y Barlow, 2006;Dugas y Robichaud, 2007;Wells, 2009;Llera y Newman. 2014) para explicar las causas y los factores que mantienen el trastorno de ansiedad generalizada. A continuación, se expondrá un modelo que integra diversas perspectivas, propuesto por Arturo Bados (2015).

Muchas personas se preguntan por qué aparece este trastorno. No es posible responder, basándonos en una sola causa, sino en la existencia de varios motivos relacionados con  factores biológicos (hipersensibilidad neurobiológica al estrés genéticamente determinada) y factores psicológicos (experiencias de eventos traumáticos en etapas tempranas , ciertos estilos educativos como sobreprotección, falta de afecto). Dichas experiencias favorecen el aprendizaje de ciertas creencias y esquemas mentales, como resultado de la realización de ciertos errores mentales para procesar la información:

  • “El mundo es peligroso” “seguro que pasará lo peor, será terrible”
    • Errores mentales: Sobrevaloración de la probabilidad de que ocurra una amenaza y exageración de las consecuencias temidas si ocurre.
  • “Soy incapaz de afrontar los peligros”
    • Error mental: Infravaloración de la propia capacidad de afrontamiento ante las amenazas.

 La interacción de ambas vulnerabilidades, tanto biológica como psicológica, es la que determina el desarrollo de una personalidad con unos rasgos específicos que detallamos a continuación y que están directamente implicados ,en el origen y el mantenimiento del trastorno de ansiedad generalizada:

 1-Intolerancia a la incertidumbre

Se refiere a experimentar un miedo excesivo a las situaciones que implican duda, que la información es ambigua, desconocida (ej: empezar a en un nuevo trabajo; estar esperando las notas de un examen…).Estas personas consideran inaceptable, la existencia de     posibles eventos negativos aunque la probabilidad   de su ocurrencia sea baja y además creen que pueden controlar o evitar una situación hipotética futura. Se proponen un objetivo irrealista, que consiste en eliminar el estado de incertidumbre, inherente a una situación futura o desconocida.

Esta intolerancia influye en que la persona manifieste:

  • Hipervigilancia: Atención selectiva ante las amenazas, pero no hacia los eventos positivos.
  • Umbral más bajo para percibir la ambigüeda
  • Creencia que una situación que es ambigua, seguro que también es peligrosa.  

 2-Actitud negativa hacia los problemas

Consiste en ponerse unas “gafas oscuras”, de forma involuntaria, para valorar cualquier problema que le surja en su vida. Estas gafas le conducen a presentar ciertas dificultades para solucionar los problemas tales como no saber identificar la existencia de algunos problemas, los perciben como una amenaza y no como un reto, pueden confundirse en definir los factores causantes de un problema ( en qué tanto por cierto la causa del problema depende de mí-factores internos y/o de otros-factores externos);infravalorarse respecto a la propia capacidad para solucionar problemas, visión pesimista sobre que sus intentos de solución no darán resultado, sentirse frustrado ante los problemas, no dedicar tiempo y esfuerzo suficiente.

3-Miedo a las emociones negativas

Tendencia  a creer que la emociones negativas y/o las sensaciones fisiológicas que acompañan a las emociones son peligrosas, incontrolables o inaceptables. También dificultad para gestionar las emociones, lo que le lleva a tener una percepción de bajo control sobre las reacciones emocionales.

Es decir, creen que las emociones negativas no se deberían experimentar “que no es normal”, se juzgan negativamente a sí mismos “soy débil por tener ansiedad”, que les conducirá a consecuencias negativas “si tengo ansiedad perderé el control, me moriré”, también creen que es posible evitar estas emociones negativas, así que su solución consiste en intentar evitarlas.

Estas tres características personales (intolerancia a la incertidumbre, actitud negativa hacia los problema y miedo a las emociones negativas) se mantienen apagadas, a no ser que haya algo que las active. Son necesarios unos disparadores o antecedentes para que aparezcan las preocupaciones propias del trastorno de ansiedad generalizada.

Hay dos tipos de antecedentes: externos (ej: leer una noticia sobre un accidente, escuchar un ruido) e internos que se refiere a pensamientos en forma de frases y/o imágenes;emociones-sensaciones fisiológicas (ej: notar taquicardia).

A partir de aquí, es posible que aparezca en la mente, de manera involuntaria, un pensamiento fugaz “y si pasa algo malo…”  o imagen sobre una  situación hipotética futura y la persona a través de sus “gafas”(características de la personalidad) que no le permite captar toda la información de la realidad, lo percibirá como una amenaza, aunque no tenga pruebas para concluir que esa situación futura es altamente probable que ocurra.

Es entonces cuando la persona intentará defenderse o controlar que no ocurra el peligro y su herramienta de defensa será PREOCUPÁNDOSE, ya que creerá que preocuparse es útil: para resolver o evitar problemas, para motivarse para solucionarlos, para no pensar en otras cosas más perturbadoras, para prepararse para lo peor, para evitar sentir frustración…

Si además la persona presenta bajo estado de ánimo y/o estrés, se agravarán las preocupaciones.

Pero el hecho de preocuparse provoca ciertas consecuencias que se exponen a continuación, que aseguran que se mantenga la sintomatología del Trastorno de Ansiedad Generalizada:

  • Prevención o reducción del procesamiento emocional de la información        amenazante: se refiere a que preocupándose implica quedarse en aspectos más superficiales respecto a la amenaza y de esta manera, se evita descubrir el principal miedo (la peor consecuencia temida si ocurre la amenaza), por tanto se xperimenta menor grado de ansiedad o malestar. Y si no tenemos acceso al miedo nuclear, disminuye la  posibilidad de  poder modificarlo, contrastándolo con otra información que nos permitiera corregir el miedo irracional.
  •  Prevención del contraste emocional negativo: la preocupación no intenta ni consigue evitar las emociones negativas, si no que sirve para estar emocionalmente preparado para el peor resultado posible de diversos          eventos. Es decir la persona utiliza la preocupación como una estrategia de afrontamiento para evitar pasar de un estado emocional neutral o positivo a uno negativo o experimentar un incremento intenso o repentino en afecto negativo en los pocos casos que las consecuencias negativas ocurren.
  • Ansiedad o inquietud, problemas de concentración, insomnio, tensión  muscular, fatiga, irrabilidad.
  • Conductas de tranquilización y/o evitación: se refieren a hacer o a dejar de     hacer ciertas acciones, para poder reducir el grado de malestar que le provoca la preocupación como por ejemplo: evitar leer noticias sobre catástrofes, pedir  ayuda a los amigos para tomar una decisión, repasar repetidamente la tarea  realizada para asegurarme que está bien, posponer enfrentarme a situaciones temidas, limpiar la casa cada día durante horas por si viene alguna visita, llamar a su hijo repetidamente, si se va de viaje para comprobar si está bien… Con estas conductas, la persona evita, exponerse a la situación temida.
  • Control de pensamientos: se refiere a acciones mentales para intentar evitar o   escapar de los pensamientos disparadores tipo Y si pasa algo malo…. pensando en algo agradable o neutral o sustituyéndolo por otro pensamiento.

Estos  tipos de defensas o estrategias de afrontamiento de tipo mental (preocuparse, control de pensamientos)  como motora (conductas de tranquilización y/o evitación), provocan una tranquilización inmediata (falsa creencia de que están reduciendo la probabilidad de ocurrencia del peligro), pero de esta manera, se consigue que se mantenga el miedo. Si se aplican dichas estrategias de afrontamiento y no ocurre lo temido (lo cual es muy probable porque no existe tal peligro y/o la probabilidad es muy baja), se mantendrá o aumentará el miedo (Conclusión: mi familia no ha tenido un accidente de coche, gracias a que he estado pendiente de ellos, a que le he dicho que evitaran conducir por la carretera secundaria…). Si la persona no realiza ninguna de dichas defensas ante las próximas situaciones temidas (que la familia viaje en coche) y no ocurre lo temido, podrá concluir que no hay peligro, que no está en su control, por tanto, cuando vuelva a aparecer “Y si tienen un accidente…”, no lo percibirá como una amenaza y por consiguiente, no intentará defenderse. De esta manera, conseguirá que el pensamiento negativo desaparezca.

Sería adaptativo que la persona se defendiera si posee pruebas de la existencia de un peligro real (problema presente o un posible problema futuro con evidencias que el grado de probabilidad de que ocurra es elevado). El problema es que la persona intentará defenderse de una amenaza futura de muy baja probabilidad de ocurrencia (ej: que no le guste a mi jefa como trabajo cuando lleva años trabajando y recibiendo elogios por parte de la jefa) y/o del que no tiene ningún tipo de control (ej: que mi amiga tenga un accidente)y en la mayoría de los casos nunca ocurrirá.

Además,  a lo largo del tiempo con el problema del trastorno de ansiedad generalizada, aparece otro factor que lo va a mantener. En esta ocasión, se trata de una preocupación añadida, a las que ya tiene la persona: creencias negativas sobre el hecho de preocuparsepreocuparse es incontrolable” y a veces también, “preocuparse es peligroso”.

Será necesario intervenir sobre los diferentes factores de mantenimiento para lograr una reducción de la sintomatología relacionada con el trastorno de ansiedad generalizada.

 

Fuente: Verónica Aguilera. Clinica de la Ansiedad. Psicólogos en Barcelona y Madrid.

Para saber más

Bados, A.  (2015)Trastorno de ansiedad generalizada.Guía para el terapeuta. Editorial Síntesis: Madrid.

 Vallejo, M.A. (1998) . Manual de Terapia de Conducta. Volumen I. Editorial Dykinson: Madrid.

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