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Ansiedad y otros

Hipocondría: Ansiedad por la enfermedad

Hipocondría: una aproximación al problema

«…el paciente describe ataques ocasionales de dolor abdominal leve, sensación de plenitud, ruidos intestinales, y una masa abdominal firme (…) Durante los últimos meses ha ido aumentando progresivamente su preocupación por estas sensaciones, hasta el punto de estar convencido de que pueden traducir la presencia de un carcinoma de colon. Somete sus heces a valoraciones semanales para ver si hay sangre oculta y dedica 15-20 minutos cada 2-3 días a palparse cuidadosamente el abdomen (…) Cuenta su historia con un tono sincero, desanimado, y sólo se alegra (…) cuando puede proporcionar una explicación detallada del descubrimiento de una anomalía uretral genuina, pero clínicamente insignificante…» (Fuente: DSM-IV: Libro de Casos).

El cuidado de nuestro cuerpo y las preocupaciones razonables por la salud son conductas adecuadas, sirven para prevenir diferentes enfermedades. Y, desde luego, cuando se padece realmente una enfermedad, son aún más adecuadas, siempre y cuando, sean proporcionadas a la enfermedad padecida. Lo que ocurre en la hipocondría es una desorbitada preocupación por padecer enfermedades que, o no se tienen, o, teniéndolas, no justifican semejante preocupación. Las cavilaciones se basan en pequeñas sensaciones físicas vagas e imprecisas. Esta inmensa preocupación genera mucha angustia y suele llevar al descuido de diferentes actividades que la persona antes realizaba con normalidad -ej. abandono del trabajo, desatención a la vida de pareja por estar más centrado uno en sus propias sensaciones-.

Los componentes esenciales de la hipocondría se pueden dividir en tres formas de respuesta:

Cognitivos

  • preocupación por el propio cuerpo y por padecer diferentes enfermedades.
  • rumiaciones sobre síntomas, salud y enfermedad y sus consecuencias.
  • autobservación excesiva de las funciones del cuerpo y tendencia a verlas como señal de enfermedad.
  • más atención a las posibles consecuencias negativas, desoyendo los aspectos más saludables de uno mismo y de la vida.

Emocional-fisiológicos

  • ansiedad
  • temores sin correspondencia con el peligro real
  • cambios en el estado de ánimo

Conductuales

  • hablar a propios y extraños de las varias dolencias y síntomas.
  • búsqueda de información en diferentes fuentes (enciclopedias, otros enfermos, familiares…).
  • autoobservaciones repetidas y manipulación de diferentes partes del cuerpo para comprobaciones diversas.
  • aumento de las visitas a médicos y especialistas, y deterioro de las relaciones con éstos.
  • disminución de otras actividades sobre todo las de buena salud y aquellas que implican responsabilidad social o laboral.

La persona hipocondríaca está muy metida en el rol de enfermo, es decir, centra la mayor parte de su vida en la vivencia de estar enfermo. Aunque la hipocondría como trastorno se clasifica independiente de la ansiedad y la depresión, muchas veces aparece junto a ellas. Esta coexistencia se explica por varios motivos. El tono de ánimo negativo hace que nos centremos más en nosotros mismos, lleva a interpretar sensaciones neutras como señales de peligro potencial de enfermedad, y vuelve más catastrofistas nuestras expectativas de padecer una enfermedad y lo que significaría padecerla. Además también se ve aumentada nuestra atención a aspectos negativos de la vida, entre ellos las enfermedades, y a recordar enfermedades que se padecieron o padecieron otras personas en el pasado. Y no hay que olvidar que las propias emociones negativas pueden generar síntomas físicos (la ansiedad, por ejemplo, genera palpitaciones, sudores, temblores…) que pueden ser vistos como enfermedad física si se desconoce su origen, o, incluso pueden provocar problemas físicos reales (úlceras, psoriasis, cefaleas tensionales, hipertensión arterial, asma bronquial, etc…).

Entre los factores que facilitan el inicio de los cuadros de hipocondría, suelen citarse los siguientes:

  1. Experiencias previas con efectos sensibilizadores(p.ej. conocimiento de errores médicos, familiares enfermos, padre hipocondríaco…) y factores de aprendizaje en relación al propio cuerpo (fundamentalmente costumbres sociales en la expresión emocional de la enfermedad y las reacciones a ella, capacidad amplificada para percibir las propias reacciones internas, y fallos en la forma de afrontar situaciones estresantes).
  2. Formación de creencias erróneas sobre los síntomas, la salud y la enfermedad. Además de una atención selectiva a aspectos negativos y tendencia a confirmar estas creencias erróneas.
  3. La presencia de un incidente crítico externo (muerte de un familiar, información sobre una enfermedad cuyos síntomas uno cree padecer) o interno (estado de ánimo negativo) suele activar estas creencias y comportamientos arriba señalados, desencadenándose así los componentes característicos de la hipocondría.

Una vez iniciada la hipocondría, hay otros factores que contribuyen a su mantenimiento, entre ellos:

  • continúas visitas a los médicos y a especialistas, sin encontrarse causa física al problema, y sin explicación satisfactoria. Hay un grupo de pacientes hipocondríacos, sin embargo, que evitan sistemáticamente cualquier consulta o exploración médica por temor a que se les confirme la enfermedad temida.
  • insistente búsqueda de información sobre enfermedades a partir de diferentes fuentes.
  • rumiaciones sobre síntomas, salud y enfermedad y sus consecuencias.
  • aparición de enfermedades reales que confirmen las creencias.
  • la persona centra la mayor parte de su vida en la vivencia de estar enfermo.
  • el abandono de interés y la falta de actividad llevan a atender más a las propias sensaciones.
  • atención continuada a la persona y sus quejas por parte de sus conocidos.

En medicina esta enfermedad tiene un mala aceptación y entendimiento. La relación médico-paciente se va deteriorando. El paciente no está satisfecho con las explicaciones médicas que le dicen que no tiene ningún problema físico o que es un enfermo imaginario.

Desde el punto de vista psicológico, una vez comprobado que hay un buen estado de salud, el foco de tratamiento pasa a ser las preocupaciones por la salud y las emociones y conductas asociadas. Los medicamentos no son efectivos, salvo en la medida en que reducen la ansiedad o el desánimo.

El tratamiento psicológico que más claramente ha demostrado su eficacia es el llamado cognitivo-conductual . Se caracteriza por ser básicamente educativo, se enseña al paciente, y a sus familiares si es necesario, nuevas formas de afrontar el problema y se les anima a que dejen de afrontarlo como hasta ahora hacían. Además hay otros componentes específicos como son la relajación, la exposición a las propias sensaciones previniendo respuestas de evitación, reconsideración de los síntomas regulación del estado de ánimo y la ansiedad, análisis de errores en la atribución, programación de tareas y prohibiciones, etc… Los más importantes de estos tratamientos específicos, están más detallados en el apartado correspondiente.

Diagnóstico diferencial de la Hipocondría

El diagnóstico diferencial sirve para hacer una correcta valoración de una enfermedad con respecto a otras parecidas, con las que pudiera confundirse o solaparse. Es una valoración clínica que corresponde exclusivamente a los especialistas, en ningún caso a los pacientes. En muchos casos requiere de pruebas y exploraciones complementarias que han de solicitarse a los servicios médicos pertinentes en cada caso.

En el caso la hipocondría el diagnóstico diferencial se hace respecto a:

  • Enfermedad médica: explica completamente la hipocondría, y conlleva unas preocupaciones realistas en relación a la gravedad objetiva de la enfermedad.
  • Síntomas somáticos en la niñez: Son normales en esta etapa y no se debe diagnosticar hipocondría a menos que haya preocupación prolongada por padecer una enfermedad grave.
  • Preocupaciones por la salud en la vejez: son más realistas o bien se relacionan con un trastorno del estado de ánimo.
  • Trastornos de ansiedad: en el trastorno por ansiedad generalizada puede haber preocupación por padecer una enfermedad grave, pero ésta es sólo una de las preocupaciones. Aunque en la hipocondría son posibles pensamientos obsesivos sobre la enfermedad y rituales asociados, en el trastorno obsesivo compulsivo las obsesiones y las compulsiones no se restringen a la enfermedad. Las preocupaciones hipocondríacas pueden desencadenar ataques de pánico, sólo se diagnosticará trastorno de pánico cuando estos ataques sean recurrentes e inesperados. En la fobia específica a las enfermedades la persona tiene miedo sobre todo a la posibilidad de llegar padecerá alguna enfermedad, en cambio en la hipocondría hay preocupación por padecerla ya. También se diferencia del trastorno de ansiedad por separación que se inicia en la infancia y en situaciones en que hay separación de personas importantes para el sujeto.
  • Trastornos somatomorfos: en el trastorno dismórfico corporal la preocupación se centra en el aspecto físico (recordemos que esta distinción no la hace la CIE-10). En el resto de trastornos somatomorfos (trastorno de somatización, trastorno de conversión, trastorno por dolor y trastorno somatomorfo indiferenciado) también hay síntomas físicos pero no existe preocupación por padecer una enfermedad grave.
  • Episodio depresivo mayor: puede haber preocupación excesiva por la salud física, pero se limita a los momentos en que la persona está deprimida.
  • Trastornos psicóticos: en la hipocondría la creencia de padecer una enfermedad no llega a las proporciones de los delirios somáticos (p. ej. se puede aceptar que la enfermedad temida no exista, o que no se corresponda con la estructura del propio organismo).

Tratamiento de la hipocondría

El inicio de cualquier tratamiento requiere:

  • Una valoración diagnóstica precisa
  • Un conocimiento exhaustivo de los factores implicados en el origen y desarrollo del problema: antecedentes, factores desencadenasteis, factores predisposicionales, factores de mantenimiento, soluciones intentadas, etc.
  • Un conocimiento suficiente del paciente y sus circunstancias: grado de deterioro de la salud y el bienestar, incapacitación e interferencias en planes de acción o estatus significativos para la persona, recursos personales, atribución de capacidad y eficacia, rasgos destacados de la personalidad y del sistema de valores, estado emocional general, etc.
  • La formulación de un esquema explicativo que identifique las variables más relevantes del caso, las relaciones críticas entre ellas, y el proceso que han ido siguiendo a lo largo del tiempo.
  • El establecimiento de una relación adecuada entre el paciente y el especialista que les permita trabajar juntos de manera eficiente: reconocimiento mutua, comunicación eficaz, confidencialidad, seguimiento de prescripciones etc.
  • Finalmente, en función de todo lo anterior, el establecimiento de unos objetivos evaluables y unos medios convenientemente ordenados y secuenciados. Estos últimos, los medios y su despliegue, en función de la demanda formulada por el paciente, son los que constituyen el tratamiento propiamente dicho.

La intervención terapéutica conjuga, normalmente, tratamientos específicos, en función del diagnóstico principal, con otros de carácter más general o contextual, en función de las características personales y circunstancias del paciente. Normalmente, las primeras intervenciones van encaminadas a reducir los síntomas de ansiedad y la incapacitación que producen. Posteriormente se analizan y tratan los factores que originan y/o mantienen la ansiedad y otras alteraciones que puedan acompañarla.

Habitualmente, los tratamientos incluyen aspectos relacionados con la recuperación de la salud, si se ha perdido, aspectos relacionados con la prevención, y aspectos relacionados con el desarrollo personal del paciente que de un modo u otro tienen que ver con lo que le pasa.

Normalmente, al inicio del tratamiento, se acude a consulta una vez por semana. Cuando el tratamiento está mínimamente encauzado, se espacian las visitas, efectuándose habitualmente a razón de una visita cada 15 días.

Tratamientos específicos de la hipocondría

Los tratamientos que han demostrado una mayor eficacia en el tratamiento específico de la hipocondría son los tratamientos psicológicos basados en procedimientos cognitivo-conductuales.

En los tratamientos psicológicos se explican al paciente los factores de origen y de mantenimiento de la hipocondría, se le insta a que deje de hacer continuas visitas a médicos y especialistas, a que procure no hablar repetidamente de sus dolencias y síntomas y, en general, a que deje de centrar su vida en la preocupación por padecer una grave enfermedad. A las personas cercanas se las invita a que no recompensen las quejas ofreciendo algún tipo de beneficio o ganancia. Todo esto que se desaconseja, está relacionado con la solución que hasta ahora se ha intentado, y que, seguramente, no ha dado resultado.

He aquí una relación de aquellas técnicas consideradas más efectivas:

  • Técnicas de Reestructuración Cognitiva: son un conjunto de técnicas que trabajan con los pensamientos, usando el diálogo y las pruebas para validar los pensamientos. Para la hipocondría se trabaja con los errores al atribuir los síntomas vagos, ambiguos y normales a enfermedad grave. También se anima a cambiar el foco de atención, que parece estar atascado en las enfermedades y sus perniciosas consecuencias, ampliándolo a sensaciones saludables del propio cuerpo. Y se busca instaurar nuevas creencias más realistas sobre la salud y la enfermedad.
  • Técnicas de relajación: Recuérdese que la ansiedad puede provocar síntomas que se pueden atribuir a enfermedad grave o, incluso, generar enfermedades graves. Además el generar estas nuevas sensaciones agradables y gratificantes, ayuda a cambiar el foco de atención y orienta hacia un pensamiento menos negativista, reduciendo en algo las preocupaciones existentes.
  • Inundación imaginaria ante la posibilidad de enfermedad grave o muerte: consiste en intentar visualizar los pensamientos y presentimientos negativos sobre enfermedad y muerte, como si realmente hubieran ocurrido. Aunque pueda padecer muy angustiante, sirve para afrontar directamente el miedo a la muerte, el envejecimiento y el posible rechazo de los demás, de manera que la vida presente se hace mucho más llevadera.
  • Exposición intereoceptiva. Técnica de las conocidas con el nombre de paradágicas, donde se pide al paciente que, mediante diversos procedimientos, se genere y se exponga voluntariamente a los síntomas y sensaciones temidas. De esta manera el sujeto percibe que tiene un control sobre dicho síntomas. Se consigue que sensaciones que antes se consideraban como señal de peligro se vean como absolutamente normales. Por tanto, esta técnica, también contribuye a un cambio en el pensamiento y a reducir la angustia y la preocupación.
  • Entrenamiento en Técnicas de Asertividad: Con la mejora de la asertividad y la autoestima se desarrollan formas más efectivas de conseguir los objetivos y deseos (laborales y, sobretodo, sociales), sin tener que usar la queja y los síntomas como forma de comunicación.
  • Análisis y resolución de áreas conflictivas de la vida de la persona: se tratan específicamente, y con tratamientos también específicos según el área, aspectos de la vida de la persona que han quedado seriamente dañados como consecuencia de la enfermedad, o bien han incidido de alguna manera en su aparición o mantenimiento.
  • Medicación: en la hipocondría los medicamentos no tienen mucha efectividad, salvo para regular la sintomatología ansiosa o depresiva que suele acompañarla. Normalmente se utilizan Ansiolíticos y/o Inhibidores Selectivos de la Recaptación de la Serotonina.

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Fuente: Clínica de la Ansiedad. Psicólogos  y psiquiatras en Barcelona y Madrid.

Referencias para saber más

Avia, M.D. (1993). Hipocondría. Barcelona. Ediciones Martínez Roca S.A.

Bauris, M. (1990). Hipocondría. Barcelona. Gedisa Editorial.

First,M; Frances, A.; Pincus H.A. (1999). DSM-IV: Manual de diagnóstico diferencial. Barcelona. Ed. Masson.

First,M; Frances, A.; Pincus H.A. (2002). DSM-IV: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona. Ed. Masson.

Radio Televisión Española: Hipocondríacos, programa La observadora, emitido el 5 de mayo de 20014, con participación de Rosa León, psicóloga de Clínica de  la  Ansiedad :

Video: Hipocondría: Ansiedad por la enfermedad.

Documentos relacionado

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Estrés Postraumático

Estrés Postraumático: Diagnóstico Diferencial

El diagnóstico diferencial sirve para hacer una correcta valoración de una enfermedad con respecto a otras parecidas, con las que pudiera confundirse o solaparse. Es una valoración clínica que corresponde exclusivamente a los especialistas, en ningún caso a los pacientes. En muchos casos requiere de pruebas y exploraciones complementarias que han de solicitarse a los servicios médicos pertinentes en cada caso.

El diagnóstico diferencial del Trastorno por Estrés Postraumático ha de hacerse respecto a:

  • Trastorno Adaptativo: se usa este diagnóstico cuando se dan los mismos síntomas que en el trastorno por estrés postraumático pero no son debidos a un muy grave acontecimiento. También cuando dándose un grave acontecimiento, no ocurre el cuadro de síntomas típico del TEP.
  • Síntomas de evitación, embotamiento afectivo y aumento de la activación previos al acontecimiento traumático: se deben a otros trastornos ya presentes antes del suceso estresante.
  • Aparición de otros trastornos mentales por la exposición al acontecimiento traumático: entonces se reunirían los criterios para trastornos como el trastorno psicótico breve, el trastorno de conversión, el trastorno depresivo mayor u otros. No obstante, si también se cumplen los criterios para el TEP se harían ambos diagnósticos.
  • Trastorno por Estrés Agudo: el cuadro de síntomas aparece y desaparece en las 4 semanas siguientes al suceso traumático. Si persiste más de un mes y se dan los síntomas característicos del TEP, el diagnóstico será el de TEP.
  • Trastorno Obsesivo-compulsivo: también hay pensamientos intrusos y recurrentes, pero son reconocidos como inapropiados y no se relacionan con ningún acontecimiento traumático.
  • Ilusiones, alucinaciones y otras alteraciones perceptivas en otros trastornos mentales : dichos trastornos mentales serían la esquizofrenia y otros trastornos psicóticos, el trastorno del estado de ánimo con síntomas psicóticos, el delirium, trastornos relacionados con sustancias y trastornos psicóticos por enfermedad médica.
  • Simulación: se fingen los síntomas para obtener beneficios materiales, laborales, legales o de otro tipo.

Para saber más

First,M; Frances, A.; Pincus H.A. (1999). DSM-IV: Manual de diagnóstico diferencial. Barcelona. Ed. Masson

First,M; Frances, A.; Pincus H.A. (2002). DSM-IV: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona. Ed. Masson

Talbott,J.A.;Hales,R.E. y Yudofsky,S.C.(1989): Tratado de Psiquiatría. Barcelona: Áncora

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Obsesiones

Trastorno Obsesivo Compulsivo: Diagnóstico Diferencial

El diagnóstico diferencial sirve para hacer una correcta valoración de una enfermedad con respecto a otras parecidas, con las que pudiera confundirse o solaparse. Es una valoración clínica que corresponde exclusivamente a los especialistas, en ningún caso a los pacientes. En muchos casos requiere de pruebas y exploraciones complementarias que han de solicitarse a los servicios médicos pertinentes en cada caso.

El Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC), ha de diferenciarse de otros trastornos formalmente parecidos:

  • Trastorno de ansiedad debido a enfermedad médica: si existen obsesiones y/o compulsiones, se explican por los efectos fisiológicos directos de una enfermedad médica.
  • Trastorno de ansiedad inducido por substancias: las obsesiones y compulsiones se explican por los efectos fisiológicos directos de una sustancia -drogas o medicamentos-
  • Trastorno dismórfico corporal: el contenido de obsesiones y rituales es, únicamente, la preocupación por la propia apariencia.
  • Fobias espécífica o social: inquietud por un objeto o situación temida y no por el contenido de las ideas obsesivas.
  • Tricotilomanía:  ideas o rituales recurrentes relacionados con arrancarse el cabello.
  • Episodio depresivo mayor: constantes cavilaciones sobre hechos desagradables, congruentes con el estado de ánimo negativo. No son ideas egodistónicas, es decir, la persona no las ve como algo ajeno a sí misma -a diferencia del trastorno obsesivo-compulsivo-.
  • Trastorno de ansiedad generalizada: hay preocupaciones excesivas, diferentes de las obsesiones en que las preocupaciones se viven como inquietud excesiva por hechos de la vida real -ej. por perder el empleo-, además que se experimentan como autogeneradas (egosintónicas).
  • Hipocondría: ideas recurrentes por el miedo a padecer o estar padeciendo una enfermedad, a partir de la mala interpretación de síntomas físicos. No suelen existir rituales como lavados o repeticiones excesivas.
  • Fobia especifica a la enfermedad: tampoco hay rituales, y la preocupación más que por padecer ya la enfermedad, es por la posibilidad de contraerla.
  • Trastorno delirante o trastorno psicótico no especificado: las obsesiones o compulsiones se desmarcan de la realidad -ej. creer que uno es responsable de la muerte de otra persona, porque una vez se la deseó-. Además, suele haber otros síntomas psicóticos.
  • Esquizofrenia: ideas delirantes recurrentes y comportamientos estereotipados extraños no congruentes con la realidad, y egosintónicos -sintonizan con la propia persona-. En ocasiones, se presentan ambos diagnósticos.
  • Trastorno de tics o trastorno de movimientos estereotipados: estereotipados: tanto tics -ej. aclaramiento de garganta, parpadeo repetitivo- como movimientos estereotipados ej. tambalearse, morderse a uno mismo- son menos complejos que las compulsiones y no tienen como objetivo eliminar una obsesión. Es posible que se den síntomas del trastorno obsesivo-compulsivo y del trastorno por tics a la vez, diagnosticándose ambos.
  • Comportamientos dirigidos asociados con otras enfermedades mentales: Juego patológico, Parafilias, Trastornos alimentarios, y Dependencia o Abuso de alcohol. Existen pensamientos recurrentes y comportamientos excesivos, referidos respectivamente a jugar, actividad sexual, la comida o el alcohol, que no pueden considerarse obsesiones porque la persona obtiene placer. Si los desea abandonar es por lo perjuicios que le acarrean.
  • Trastorno obsesivo compulsivo de la personalidad: no hay ni obsesiones ni compulsiones. Se caracteriza por una permanente preocupación por el orden, el control y el perfeccionismo. Si se cumplen los criterios se pueden hacer ambos diagnósticos.
  • Supersticiones no patológicas y comportamientos repetitivos: no consumen demasiado tiempo, ni afectan excesivamente a actividades cotidianas de la persona. Además no provocan una malestar significativo.

Para saber más

First,M; Frances, A.; Pincus H.A. (1999). DSM-IV: Manual de diagnóstico diferencial. Barcelona. Ed. Masson

First,M; Frances, A.; Pincus H.A. (2002). DSM-IV: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona. Ed. Masson

Talbott,J.A.;Hales,R.E. y Yudofsky,S.C.(1989): Tratado de Psiquiatría. Barcelona: Áncora

Video ilustrativo: Trastorno obsesivo-compulsivo, qué y cómo se trata

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Ansiedad Generalizada

Ansiedad Generalizada: Diagnóstico Diferencial

El diagnóstico diferencial sirve para hacer una correcta valoración de una enfermedad con respecto a otras parecidas, con las que pudiera confundirse o solaparse. Es una valoración clínica que corresponde exclusivamente a los especialistas, en ningún caso a los pacientes. En muchos casos requiere de pruebas y exploraciones complementarias que han de solicitarse a los servicios médicos pertinentes en cada caso.

El Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) ha de diferenciarse de:

  • Trastorno de ansiedad debido a enfermedad médica: los síntomas se explican por los efectos fisiológicos directos de una enfermedad (p. ej. hipertiroidismo).
  • Trastorno de ansiedad inducido por substancias:  hay una sustancia -droga, medicamento o tóxico-, que provoca los síntomas de ansiedad. (P. ej. gran ansiedad tras la ingesta de excesiva cafeína.)
  • Ansiedad en otros trastornos mentales:  la inquietud excesiva se relaciona con la posibilidad de sufrir un ataque de pánico -trastorno de angustia-, con pasarlo mal en público –fobia social-, engordar –anorexia nerviosa-, temor a padecer una grave enfermedad –hipocondría-, presentar múltiples síntomas físicos –trastorno de somatización-, o con la preocupación, en la infancia, por el bienestar de los seres queridos o por el hecho de estar alejado de ellos o del hogar –trastorno de ansiedad por separación-.
  • Ideas obsesivas en el trastorno obsesivo compulsivo:  no son sencillas preocupaciones por problemas cotidianos, sino, más bien, pensamientos intrusos, importunos, que suelen ir acompañados de rituales compulsivos para reducir la ansiedad que generan.
  • Trastorno por estrés postraumatico: si la ansiedad generalizada sólo se da en el transcurso de un trastorno por estrés postraumático, se diagnostica, únicamente, éste último.
  • Trastorno adaptativo con ansiedad: sólo se establece este diagnóstico cuando no se cumplen los criterios para el diagnóstico del resto de trastornos de ansiedad, se debe, además a un estresante, y no se prolonga más allá de 6 meses desde la desaparición del estresante.
  • Ansiedad en trastornos del estado de ánimo y en trastornos psicóticos:  la ansiedad aparece sólo en el transcurso de éstos. Además existen otros síntomas específicos de cada uno de estos dos grupos.
  • Ansiedad no patológica: las preocupaciones son más controlables (p. ej. se pueden posponer) e interfieren menos en la actividad diaria de la persona. Son además menos intensas, menos perturbadoras y menos duraderas, y se relacionan más con factores desencadenantes No suelen acompañarse de síntomas físicos como tensión muscular, irritabilidad, o impaciencia. Aunque en niños es más frecuente que se den este tipo de síntomas físicos.

Para saber más

First,M; Frances, A.; Pincus H.A. (1999). DSM-IV: Manual de diagnóstico diferencial. Barcelona. Ed. Masson.

First,M; Frances, A.; Pincus H.A. (2002). DSM-V: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona. Ed. Masson.

Talbott,J.A.;Hales,R.E. y Yudofsky,S.C.(1989): Tratado de Psiquiatría. Barcelona: Áncora.

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Fobia Social

Fobia Social: Diagnóstico Diferencial

El diagnóstico diferencial sirve para hacer una correcta valoración de una enfermedad con respecto a otras parecidas, con las que pudiera confundirse o solaparse. Es una valoración clínica que corresponde exclusivamente a los especialistas, en ningún caso a los pacientes. En muchos casos requiere de pruebas y exploraciones complementarias que han de solicitarse a los servicios médicos pertinentes en cada caso.

La Fobia Social ha de diferenciarse de:

  • Trastorno de angustia con agorafobia: se dan crisis de ansiedad repetidas e inesperadas que llevan a temer y evitar múltiples situaciones, y no sólo situaciones sociales -como sería el caso de la fobia social-. Sin embargo, a veces, pueden darse ambos diagnósticos.
  • Agorafobia sin historia de trastorno de pánico: en este trastorno se temen una serie de situaciones en las que uno puede o no ser observado por los demás -ej. Viajar solo por túneles-. Además, ir acompañado suele tranquilizar a la persona, este efecto no se da en la fobia social, donde hasta se puede experimentar menos ansiedad si uno va solo.
  • Trastorno de ansiedad por separación: evitación y temor en la infancia a separarse de las personas con las que se han establecido vínculos. Se encuentran cómodos en situaciones sociales si son dentro del hogar. En cambio, en la fobia social se temen todas las situaciones sociales.
  • Trastorno de ansiedad generalizada y fobia específica: las preocupaciones y miedos no se limitan a situaciones sociales.
  • Trastornos generalizados del desarrollo y trastorno esquizoide de la personalidad: también se evitan situaciones sociales, pero debido al desinterés por las personas. Para diagnosticar fobia social se requiere haber establecido, al menos, una relación -ej. Amistad – apropiada a la edad de la persona, fuera de la familia inmediata.
  • Trastorno de personalidad por evitación: aunque es un trastorno de personalidad, se puede considerar una variante más grave de la fobia social generalizada -a múltiples situaciones sociales-. En ocasiones se darán ambos diagnósticos.
  • Ansiedad social y evitación en otros trastornos mentales: trastorno depresivo mayor, trastorno distímico, esquizofrenia, trastorno dismórfico corporal, y otros. Si estos síntomas sólo aparecen en el transcurso de una de estos trastornos, el diagnóstico será el trastorno mental correspondiente y no la fobia social.
  • Ansiedad social y evitación por enfermedad médica o mental que provoca síntomas embarazosos: Por ejemplo tartamudeo, temblores en la enfermedad de Parkinson, obesidad, etc…
  • Ansiedad social y evitación por los efectos fisiológicos directos de una substancia: ya sea debido a drogas legales o a ilegales.
  • Ansiedad normal por hablar en publico y timidez: no provocan un malestar significativo, ni causan una gran deterioro en las actividades de la persona. Por ejemplo, en niños puede existir ansiedad ante acontecimientos sociales con adultos, pero no habrá fobia social si esta ansiedad desparece al relacionarse con niños de su misma edad.

Para saber más

First,M; Frances, A.; Pincus H.A. (1999). DSM-IV: Manual de diagnóstico diferencial. Barcelona. Ed. Masson.

First,M; Frances, A.; Pincus H.A. (2002). DSM-IV: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona. Ed. Masson.

Radio3W.com: «Fobias con Rosa León» en Dos mujeres y un diván. Psicóloga Especialista en Psicología Clínica, del equipo de Clínica de la Ansiedadhttp://dosmujeresyundivan.radio3w.com/?powerpress_pinw=262-podcast

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Fobias Específicas

Fobia Específica: Diagnóstico Diferencial

El diagnóstico diferencial sirve para hacer una correcta valoración de una enfermedad con respecto a otras parecidas, con las que pudiera confundirse o solaparse. Es una valoración clínica que corresponde exclusivamente a los especialistas, en ningún caso a los pacientes. En muchos casos requiere de pruebas y exploraciones complementarias que han de solicitarse a los servicios médicos pertinentes en cada caso.

Las fobias específicas han de diferenciarse de:

  • Trastorno de angustia con agorafobia: Hay crisis de angustia de aparición inesperada que llevan a la evitación de múltiples situaciones – no siempre claramente especificadas- que se consideran causantes de estas crisis, además de una ansiedad más permanente -aprensión continua-. En la fobia específica se evitan menos situaciones, está más claro cuáles son, las crisis de angustia – si las hay- se limitan a estos estímulos o situaciones, y hay una ansiedad menos permanente. Sin embargo, a veces, se pueden dar los dos trastornos en un mismo individuo.
  • Fobia social: se evitan y temen situaciones en que se esta sometido a evaluación social.
  • Evitación en el trastorno por estrés postraumático: aparece con posterioridad a un acontecimiento estresante, y en relación a estímulos que recuerdan a éste. Además aparecen síntomas característicos como re-experimentación del acontecimiento (flashbacks), empobrecimiento afectivo o estado de hiperactividad continuo.
  • Evitación en el trastorno obsesivo-compulsivo: asociada al contenido de los pensamientos obsesivos -ej. contaminación o suciedad-.
  • Evitación en el trastorno de ansiedad por separación: se da en niños como un gran temor a separarse de personas a las que se siente ligado. Suele incluir temor a personas u acontecimientos que ponen en peligro su unidad familiar -viajes, ladrones, accidentes-.
  • Hipocondría: se puede confundir con la fobia específica a situaciones en que se puede contraer una enfermedad. Pero en la hipocondría hay convicción de sufrir una enfermedad, con la preocupación derivada, y en esta fobia sólo se teme la posibilidad de tenerla.
  • Anorexia y bulimia nerviosas: la evitación se limita a la comida y a estímulos relacionados, y está motivada por el miedo a engordar más que por el temor a los alimentos.
  • Trastornos psicóticos: se pueden evitar ciertas situaciones u objetos debido al contenido de los propios delirios -ej. evitar la comida por creer firmemente que le van a envenenar a uno-, y sin reconocer que éstos son excesivos e irreales.
  • Evitación no patolgica de objetos o situaciones determinadas: son normales, sobretodo en la infancia, y no provocan un malestar significativo, ni interfieren en la vida social, académica o laboral de la persona -ej. leve miedo a la oscuridad en la infancia, o temor a las serpientes viviendo en una gran ciudad donde no se ven estos animales-.

Para saber más

First,M; Frances, A.; Pincus H.A. (1999). DSM-IV: Manual de diagnóstico diferencial. Barcelona. Ed. Masson.

First,M; Frances, A.; Pincus H.A. (2002). DSM-IV: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona. Ed. Masson.

Radio3W.com: «Fobias con Rosa León» en Dos mujeres y un diván. Psicóloga Especialista en Psicología Clínica, del equipo de Clínica de la Ansiedad.  http://dosmujeresyundivan.radio3w.com/?powerpress_pinw=262-podcast

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Crisis de pánico y agorafobia

Trastorno de pánico o crisis de angustia: Diagnóstico diferencial

El diagnóstico diferencial sirve para hacer una correcta valoración de una enfermedad con respecto a otras parecidas, con las que pudiera confundirse o solaparse. Es una valoración clínica que corresponde exclusivamente a los especialistas, en ningún caso a los pacientes. En muchos casos requiere de pruebas y exploraciones complementarias que han de solicitarse a los servicios médicos pertinentes en cada caso.

El trastorno de pánico ha de diferenciarse de:

  • Trastornos de ansiedad debidos a enfermedad orgánica: con características propias del trastorno de pánico, pero también con síntomas atípicos que los diferencian de éste:
  1. Crisis Hipoglucémicas: Bajo nivel de azúcar en sangre que provoca palpitaciones, debilidad, temblor o sudor. Se suele dar en personas diabéticas, y aparece junto con una gran sensación de hambre. Se corrige comiendo.
  2. Hipertiroidismo: Aumento de la hormona tiroxina en sangre que genera síntomas parecidos a los del ataque de pánico. Sin embargo en el hipertiroidismo las manos están calientes y rosadas, hay pérdida de peso con apetito normal, no se soporta el calor, y la taquicardia se da hasta en reposo.
  3. Hiperparatiroidismo: Falta de secreción de hormona paratiroidea .
  4. Síndrome de Cushing: Elevación de los niveles de cortisol en sangre. Aunque puede ocasionar síntomas parecidos al pánico, lo mas normal es que provoque síntomas de depresión.
  5. Feocromocitoma: Se dan aumentos de los niveles de catecolaminas, como ocurre en los ataques de pánico. La diferencia es que uno se siente “como si estuviese ansioso”, pero no se experimenta un gran terror, ni se da ansiedad anticipatoria.
  6. Epilepsia: Las crisis comiciales parciales complejas duran unos segundos y presentan síntomas como miedo, agresividad, y sensación de desrealización y despersonalización. A veces, aparecen alucinaciones, vómitos, diarrea o micción , alteración del estado de consciencia y amnesia tras el episodio lo que permite diferenciarlo Taquicardia Paroxística Supraventriculardel pánico.
  7. Trastornos Audiovestibulares Se experimenta un vértigo , y no la sensación de mareo e inestabilidad característica del pánico.
  8. Prolapso de la Válvula Mitral: Se produce dolor precordial, palpitaciones, arritmias, no se soporta el ejercicio, hay disnea, dolor de cabeza, fatiga y ansiedad. A diferencia del pánico, en la auscultación hay soplo sistólico.
  9. Aceleración del ritmo cardíaco que llega hasta las 140-220 pulsaciones por minuto. En el pánico el ritmo cardíaco no se eleva tanto.
  10. Intestino Irritable: Náuseas y molestias intestinales, pero sin relación directa con ansiedad aguda (como sí ocurre en el pánico).
  11. Otras enfermedades Orgánicas: Como anemia, hipertensión, asma, enfermedad cerebrovascular, infecciones, migraña, isquemia, tumores, síndrome premenstrual, falta de vitamina B12, alteraciones electrolíticas, etc.

El que se de cualquiera de estas enfermedades no significa que no se padezca un trastorno de pánico, pueden coexistir y relacionarse de diferente manera.

  • Trastorno de Ansiedad por abuso o abstinencia de subtancias 
  1. Abuso de cocaína, anfetaminas, cafeína (algunos personas lo usan erróneamente para contrarestar los efectos de los ansiolíticos), cannabis, anticolinérgicos, alucinógenos, hormonas estereoideas y simpaticomiméticos (como broncodilatadores o vasoconstrictores).
  2. Síndrome de Abstinencia por abandono o reducción de alcohol o ansiolíticos.
  • Crisis de angustia en otros trastornos de ansiedad En la fobia social, en el trastorno obsesivo compulsivo, en las fobias específicas, en el trastorno por estrés agudo o el trastorno por estrés postraumático, el miedo esta desencadenado por un estímulo externo (aunque no siempre es fácil de identificar), se temen unas pocas situaciones específicas y se da menos ansiedad anticipatoria. En el trastorno de ansiedad generalizada los síntomas son menos intensos y más duraderos, y las preocupaciones no son por estos síntomas.
  • Depresión: cuadro muy diferente de la ansiedad pero que se puede dar junto a ella. Se síntomas son apatía, falta de motivación, gran tristeza, ideación suicida, pérdida/pérdida de libido y/o apetito, etc.
  • Hipocondría Tanto en el pánico como en la hipocondría se malinterpretan señales corporales. Pero en la hipocondría no son sólo señales propias de la ansiedad (palpitaciones, sudoración, mareo…) sino de otro tipo, por ejemplo un pequeño lunar se interpreta como un tumor maligno. Además en la hipocondría se cree que la amenaza se dará pasado un tiempo, mientras que en el pánico uno cree que se morirá o perderá el control inmediatamente. Pueden darse también ambos diagnósticos.
  • Trastorno de despersonalización: experiencia persistente y recurrente de sentirse un observador externo de los propios actos físicos o mentales, que puede acompañarse de sensación de extrañeza respecto al mundo real (desrealización). En el pánico también puede estar presente, pero junto con otros síntomas. Es frecuente la «anestesia» sensorial y la falta de respuesta afectiva, y no se suelen dar episodios de gran ansiedad tan delimitados como en el pánico.
  • Trastorno de ansiedad por separación: Se inicia en la infancia y tanto ansiedad como evitación se centran en problemas relacionados con la separación de figuras con las que se han establecido lazos afectivos.
  • Evitación el el trastorno delirante: evitación debido a las ideas delirantes.

Referencias

First, M; Frances, A.; Pincus H. A. (1999) DSM-IV Manual de diagnóstico diferencial Barcelona. Ed. Masson

Roca, E; Roca, B. (1999). Cómo tratar con éxito el pánico (con o sin agorafobia). Valencia. ACDE

Talbott, J. A.; Hales, R.E. y Yudofsky, S. C.(1989): Tratado de Psiquiatría. Barcelona: Áncora.

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Introducción

Ansiedad: el por qué de los síntomas

La finalidad de la ansiedad es proteger al organismo y sus intereses. Si nos encontramos ante una situación de peligro (fuego en el edificio, por ejemplo) tenemos que estar preparados para una acción inmediata, necesitamos que en nuestro cuerpo se produzcan una serie de cambios, encaminados a superar con éxito la situación (escapar de la llamas, sobrevivir).

Nuestro actual mecanismo de defensa es heredero del que como especie hemos ido desarrollando a lo largo de miles de años de evolución. Los peligros a los que estaban expuestos nuestros antepasados estaban ligados a la supervivencia y a funciones primarias de lucha y huida (luchar contra los animales, competir contra otros humanos, correr, pelear, esconderse…). Todas estas, son acciones que requieren una activación muscular alta. En la actualidad hay muchos peligros que no se resuelven atacando o luchando pero, sin embargo, seguimos conservando el componente de alta sobre-activación motora cuando interpretamos que una situación es peligrosa.

El encargado de coordinar dicha activación motora y todos los cambios físicos que supone es el Sistema Nervioso Autónomo (SNA), también conocido como Sistema Nerviosos Vegetativo. Conozcámoslo un poco mejor antes de detallar la respuesta de lucha-huida.

El SNA forma parte del sistema nervioso periférico. Es un sistema involuntario que se encarga de regular funciones tan importantes como la digestión, la circulación sanguínea, la respiración y el metabolismo. Entre sus acciones están: el control de la frecuencia cardíaca, la contracción y dilatación de vasos sanguíneos, la contracción y relajación del músculo liso en varios órganos, la acomodación visual, el tamaño pupilar y secreción de glándulas exocrinas y endocrinas.

El sistema nervioso autónomo se divide en dos subsistemas que tienen funciones diferentes:

  • El sistema nervioso simpático: se encarga de preparar al cuerpo para la acción y la producción de la energía que necesita. Para ello libera dos productos químicos (la adrenalina y la noradrenalina), que desencadenan una respuesta completa, es decir, se experimentan todos los síntomas que componen la respuesta de ansiedad (lucha y huida).
  • El sistema nervioso parasimpático: su acción produce efectos opuestos al sistema nervioso simpático. Propicia la desactivación, la recuperación y restauración del organismo. Favorece el almacenamiento y la conservación de la energía. Lo hace a través de la acetilcolina, un neurotransmisor.

Una vez conocido el Sistema Nervioso Autónomo volvamos a la descripción detallada de la Respuesta de lucha y Huida. Decíamos que es un tipo de respuesta que nos prepara para hacer frente a los peligros, luego ¿qué pasa cuando nuestro cerebro (corteza cerebral, amígdala) interpreta que estamos ante una situación peligrosa?. Se comunica con el Sistema Nervioso Autónomo, que activa su rama simpática, propiciando una serie de cambios físicos para preparar al organismo para luchar o huir. Veamos cuáles son dichos cambios agrupados por sistemas:

Sistema muscular: Necesitamos que los grandes grupos musculares (extremidades y otros) entren en acción, tensándose, para poder emprender la acción de huir o luchar.

Visión: Las pupilas se dilatan para poder tener una visión más nítida, más agudizada en el centro del campo visual donde suele situarse el peligro, para poder discriminarlo mejor o para saber por dónde hay que huir.

Sistema cardiovascular: Se encarga del transporte y la distribución, por vía urgente, de las sustancias nutritivas y el oxígeno. ¿Cómo lo hacen? mediante el incremento del ritmo y la fuerza de los latidos cardíacos, para que las extremidades puedan recibir las sustancias nutritivas y el oxígeno.

A su vez se produce una redistribución del flujo sanguíneo, de manera que los músculos más directamente relacionados con la actividad física reciben más sangre, y reciben menos sangre la piel, los dedos de manos y pies y la zona abdominal. En el cerebro se produce también una redistribución de la sangre que afecta, por un lado, al área frontal (zona vinculada con el razonamiento) donde disminuye el flujo; y por otro, a las zonas relacionadas con las respuestas instintivas y motoras (correr o luchar) donde se incrementa. La redistribución del flujo sanguíneo en el cerebro puede producir sensaciones de mareo, de confusión… y dificultar ciertas funciones cognitivas superiores como la capacidad de planificación, razonamiento… que se verán reestablecidas cuando se desvanezca el estado de alarma.

Sistema respiratorio: La preparación del organismo para una reacción rápida e intensa requerirá un aporte energético extra (glúcidos y lípidos). Estas materias primas se transformarán en energía, mediante procesos de combustión, para lo que se necesita oxígeno, el combustible de nuestro organismo, en mayor cantidad.

Sistema exocrino: El proceso de sobre-activación propio de la respuesta de lucha-huida produce un aumento de la temperatura corporal que el organismo compensa incrementando la sudoración, para refrigerarse. Por otro lado, la piel resbaladiza a causa del sudor dificultaría el ser capturados.

Todos estos cambios constituyen la respuesta fisiológica de la ansiedad, respuesta, que a su vez acaba influyendo o modulando las respuestas cognitiva y conductual. Nos disponemos, a continuación, a describir en qué sentido.

Los procesos atencionales juegan un papel destacado en la respuesta de ansiedad: nos fijamos más en las señales que tienen que ver con la amenaza. Se produce, en este sentido, un cambio en la prioridad de las acciones que llevamos a cabo, de modo que lo relacionado con lo peligroso recibe la condición de preferente. El objetivo principal es protegerse y/o prepararse para superar los peligros:

  • Luchar, enfrentarse con el problema.
  • Escapar o huir de la situación amenazante.
  • Evitar la situación amenazante, en los casos en que la anticipemos.
  • Quedarse paralizado o inmovilizado ante la situación amenazante. Es una respuesta más habitual en el reino animal, que se constituye como la alternativa más eficaz en los casos en los que no son posibles las anteriores.

Y, ¿cómo y cuándo se acaba esta reacción de defensa? La reacción suele frenarse cuando nos sentimos a salvo, cuando el peligro ya no está presente. Para refrenar la respuesta de ansiedad suelen ponerse en acción, por un lado, el Sistema Nervioso Parasimpático, que como hemos visto anteriormente se encarga de proteger y reparar al organismo; por otro lado, el organismo libera una serie de productos químicos que destruyen la adrenalina y la noradrenalina, con la consecuente sensación de desactivación.

Dado el valor adaptativo que tiene la ansiedad para nosotros, ¿cuándo acaba convirtiéndose en un problema?.

  • Si la ansiedad pasa de ser un episodio poco frecuente, de intensidad leve o media y duración limitada, a convertirse en episodios repetitivos, de intensidad alta y duración prolongada.
  • Si la ansiedad deja de ser una respuesta esperable y común a la de otras personas para unos tipos de situación, y pasa a ser una reacción desproporcionada para la situación en la que aparece.
  • Si la ansiedad conlleva un grado de sufrimiento alto y duradero, en lugar de limitado y transitorio, e interfiere significativamente en diferentes áreas de la vida de la persona que la padece, causando molestias generalizadas que afectan a los hábitos básicos de la persona: ritmos de sueño, alimentación y nivel general de activación.

Siguiendo estos criterios debemos tener en cuenta que cuando estamos sometidos a un nivel de activación muy intenso y/o sostenido, los efectos beneficiosos producidos por los cambios fisiológicos se convierten en sensaciones físicas desagradables. De forma detallada tenemos:

La contracción de los grandes grupos musculares que prepara al organismo para la acción se reconvierte en sensaciones de tensiones musculares o incluso dolor, temblores, espasmos, calambres y sacudidas. Estos últimos son producidos por la acción del ácido láctico, un producto que se obtiene al generarse la energía, que al permanecer en los músculos termina por actuar como un tóxico.

La dilatación pupilar que permite que entre más luz en el ojo y aumenta la discriminación visual, acaba creando molestias como la visión borrosa, sensibilidad a la luz, neblina o puntos luminosos.

El aumento de la presión sanguínea y la frecuencia cardiaca para intensificar el transporte de nutrientes y oxígeno, se viven como palpitaciones o taquicardia. La sudoración profusa aparece por la necesidad del organismo de refrigerarse, liberando el calor generado en la producción de energía.

A su vez la redistribución, por parte del torrente sanguíneo, de los nutrientes y oxígeno a las zonas donde son necesarios, puede producir pérdida de sensibilidad, hormigueo, palidez y frío (especialmente en manos y pies). A su vez, el hecho de que la digestión (y con ella la secreción de saliva) se vea enlentecida o parada puede generar molestias estomacales, náuseas, diarrea y la sensación de boca seca.

La redistribución del flujo sanguíneo cerebral que facilita que el organismo se concentre en la acción (luchar o escapar), más que en un análisis reflexivo, crea problemas como atención selectiva hacia el peligro, dificultad para pensar con claridad o confusión, mareo y sensación de irrealidad.

El aumento de la frecuencia y e intensidad de la respiración, ideales para tener un mayor suministro de oxígeno en los músculos, puede transformarse en hiperventilación, lo que conlleva que se reduzca el nivel de dióxido de carbono en la sangre y se desencadenan una serie de sensaciones desagradables como: hormigueo, mareo, debilidad, sensación de desmayo, sudoración, escalofríos, visión borrosa, taquicardia, nudo en la garganta, temblor, sensación de irrealidad, opresión/dolor en el pecho, sensación de falta de aire, cansancio.

Normalmente, la respuesta de lucha-huida descrita anteriormente, y la activación que la caracteriza, se vive como muy oportuna ante una situación de peligro que entrañe movimiento o desplazamiento. La cuestión es que muchos de las situaciones amenazantes a que se enfrenta el hombre actual no requieren, para su solución, dicha respuesta motora. Y no sólo eso: una reacción de activación excesiva se podría vivir como interferidora y alarmante, más que como facilitadora para la situación. Terminamos este artículo como lo empezamos: señalando que nuestra respuesta visceral y autónoma ante situaciones amenazantes es heredera de aquella que durante cientos de años nos ha ayudado a adaptarnos y sobrevivir en entornos físicos y materiales muy primarios. Las fuentes de riesgo pueden ser muy distintas e incluso ir cambiando por razones culturales, sociales u otras, pero la respuesta fisiológica ante la ansiedad es esencialmente la misma.

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Fuente: Gemma Balaguer Fort . Clínica de la Ansiedad. Barcelona y Madrid. Psicólogos especialistas en el tratamiento de la ansiedad.

Vídeo Ilustrativo: Ansiedad

Otros vídeos relacionados

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Estrés Postraumático

Tratamiento psicológico del Estrés Postraumático

El inicio de cualquier tratamiento requiere

  • Una valoración diagnóstica precisa
  • Un conocimiento exhaustivo de los factores implicados en el origen y desarrollo del problema: antecedentes, factores desencadenasteis, factores predisposicionales, factores de mantenimiento, soluciones intentadas, etc.
  • Un conocimiento suficiente del paciente y sus circunstancias: grado de deterioro de la salud y el bienestar, incapacitación e interferencias en planes de acción o estatus significativos para la persona, recursos personales, atribución de capacidad y eficacia, rasgos destacados de la personalidad y del sistema de valores, estado emocional general, etc.
  • La formulación de un esquema explicativo que identifique las variables más relevantes del caso, las relaciones críticas entre ellas, y el proceso que han ido siguiendo a lo largo del tiempo.
  • El establecimiento de una relación adecuada entre el paciente y el especialista que les permita trabajar juntos de manera eficiente: reconocimiento mutuo, comunicación eficaz, confidencialidad, seguimiento de prescripciones etc.
  • Finalmente, en función de todo lo anterior, el establecimiento de unos objetivos evaluables y unos medios convenientemente ordenados y secuenciados. Estos últimos, los medios y su despliegue, en función de la demanda formulada por el paciente, son los que constituyen el tratamiento propiamente dicho.

La intervención terapéutica conjuga, normalmente, tratamientos específicos, en función del diagnóstico principal, con otros de carácter más general o contextual, en función de las características personales y circunstancias del paciente. Normalmente, las primeras intervenciones van encaminadas a reducir los síntomas de ansiedad y la incapacitación que producen. Posteriormente se analizan y tratan los factores que originan y/o mantienen la ansiedad y otras alteraciones que puedan acompañarla.

Habitualmente, los tratamientos incluyen aspectos relacionados con la recuperación de la salud, si se ha perdido, aspectos relacionados con la prevención , y aspectos relacionados con el desarrollo personal del paciente que de un modo u otro tienen que ver con lo que le pasa.

Normalmente, al inicio del tratamiento, se acude a consulta una vez por semana. Cuando el tratamiento está mínimamente encauzado, se espacian las visitas, efectuándose habitualmente a razón de una visita cada 15 días.

Tratamientos específicos del estrés postraumático

Los tratamientos que han demostrado una mayor eficacia en el tratamiento específico del estrés postraumático son los basados en procedimientos cognitivo-conductuales, si bien es un ámbito en el que se requiere mucha más investigación. Se ha de tener en cuenta, no obstante, que el tratamiento puede presentar diferencias ostensibles de un caso a otro, no sólo, como es natural, en función de las características de las personas, sino también en función de los hechos traumáticos desencadenantes: no produce los mismos efectos una agresión sexual, que una catástrofe natural, o el choque de dos trenes. He aquí una relación de aquellas técnicas consideradas más efectivas:

  • Disposición de recursos de contención, que lleven al pacientes a sentirse atendido y entendido, expresarse libremente, o poder depositar, y en cierto modo descargarse, sus miedos o inquietudes.
  • EMDR: Desensibilización y Reproceso por el Movimiento de los Ojos. La aplicación de esta técnica parte de la premisa, para el Trastorno de Estrés Postraumático (PTSD), de que la ansiedad se debe a que la información acerca del evento traumático permanece sin haber sido procesada, manteniendo bloqueados las cogniciones, conductas y sentimientos acerca del evento. La EMDR facilitaría el reprocesamiento del recuerdo traumático, mediante la reconstrucción cognitiva del evento, asociada a la inducción en el paciente de movimientos oculares sacádicos, y otras formas de estimulación bilateral.
  • Información al paciente sobre la naturaleza del estrés postraumático: mecanismos básicos, funcionalidad y disfuncionalidad, explicación sobre los síntomas y su alcance, relaciones entre pensamiento, emoción y acción.
  • Medicación: normalmente en combinación y como apoyo del tratamiento psicológico. Los medicamentos que hasta la fecha han demostrado una mayor eficacia, tanto en el periodo inicila de estrés agudo, como posteriormente, son los inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina (ISRS) y los antagonistas de receptores 5-HT2 (nefazodona). El tratamiento farmacológico ha de estar siempre prescrito y supervisado por el médico.
  • Identificación y neutralización del procedimientos contraproducentes, utilizados por el paciente para regular su problema, pero que, en realidad, contribuyen, no a la solución, sino al mantenimiento del problema. Para más información sobre estos procedimientos puede consultarse el apartado Ir de mal en peor del menú de la izquierda.
  • Entrenamiento en relajación: respiración diafragmática lenta y relajación muscular progresiva.
  • Exposición controlada y progresiva a situaciones temidas, normalmente de forma imaginaria. La exposición en un primer momento activa el miedo presente en los recuerdos traumáticos, después permite al paciente tener una experiencia correctora en ausencia de consecuencias aversivas.
  • Técnicas cognitivas: reestructuración interpretaciones catastróficas, control pensamientos automáticos, manejo de la culpabilidad, sobreestimación de la probabilidad de ocurrencia de un hecho negativo. Para favorecer estos cambios es frecuente utilizar ejercicios estructurados,» experimentos conductuales», cuestionamiento de hipótesis mediante «diálogo socrático» o contrastes con la evidencia, etc.
  • Optimización de los apoyos sociales y afectivos. Comunicación de los hechos y vivencias traumáticas.
  • Desarrollo de habilidades de afrontamiento para situaciones específicas. Poner el acento en lo que se quiere que pase, más que en evitar lo que no se desea que ocurra, en una situación dada
  • Grupos de ayuda mútua y/o materiales de autoayuda, como complemento de la terapia.

Estos son algunos de los recursos terapéuticos más conocidos y probados en el tratamiento del estrés postraumático. Se ha de tener en cuenta no obstante, que estos trastornos pueden venir asociados a otros problemas, que requieren también un abordaje, en el contexto de un tratamiento integrado y convenientemente articulado. El tratamiento, en rigor, no lo es del estrés postraumático , sino de la persona que lo padece, en relación, naturalmente, con la demanda que efectúa.

Los tratamientos suelen desarrollarse individualmente, aunque en algunos en ocasiones, en función del caso y del momento, puede estar indicada la terapia grupal. La duración de los tratamientos oscila normalmente entre seis meses y un año, si bien en algunos casos pueden ser más largos, dado que algunos casos se cronifican.

Los manifestaciones de estrés postraumático suelen aparecer varias semanas después de la ocurrencia de los hechos desencadenantes. Diversos estudios indican que si, en ese periodo previo, los afectados reciben asistencia, se reduce drásticamente la posibilidad de desarrollar el trastorno.

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Fuente: Clínica de la Ansiedad. Psicólogos especialistas en el tratamiento del estrés postraumático. Madrid y Barcelona.

Para saber más

Astin,M.C.y Resick, V.E. (1997): Tratamiento cognitivo-conductual del trastorno de estrés postraumático. En V.E. Caballo (Dir.), Manual para el tratamiento cognitivo-conductual de los trastornos psicológicos.

Shapiro F. (1995): Eye movement desensitization and reprocessing: Basic Principles, protocols and procedures. New York: Guillford Press.

Bobes, J.; Bousoño, M.; Calcedo,A y Gonzélez,M.P. (2000). Trastorno de estres postraumático. Barcelona: Masson.

Foa, E. Keane,T. y Friedman,M. (2003).Tratamiento del estrés Postraumático. Barcelona: Ariel.

Shapiro F. (1995): Eye movement desensitization and reprocessing: Basic Principles, protocols and procedures. New York: Guillford Press.

Stahl,S.M.(1998). Psicofarmacología esencial. Barcelona: Ariel.

Directrices Internacionales de Tratamiento para el Estrés Postraumatico. The Expert Consensus Guideline Series: Guías de actuación propuestas por Comités Internacionales de Expertos. Están pensadas para especialistas, pero incluyen un apartado para pacientes y familiares. En inglés.

Video ilustrativo: Psicología de las experiencias traumáticas II. (UNED-RTVE2)

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Obsesiones

TOC: componentes, comienzo, curso y frecuencia.

La American Psychiatric Association define el trastorno obsesivo-compulsivo como la presencia de obsesiones o compulsiones repetidas, suficientemente graves como para acusar un intenso malestar, gran pérdida de tiempo, o una interferencia significativa con la rutina habitual del individuo, con su funcionamiento profesional, con sus actividades sociales habituales, o con sus relaciones con los demás.

Las obsesiones

Se definen como aquellas ideas, pensamientos, impulsos o imágenes persistentes que el individuo considera como intrusas o inapropiadas y que provocan ansiedad o malestar significativos.

Las obsesiones pueden aparecer de manera súbita (autógenas) o disparadas por estímulos externos identificables (reactivas). Las obsesiones son versiones exageradas de intrusiones mentales normales que puede presentar cualquier persona, pero los individuos con TOC creen que son los únicos en tener dichos pensamientos o creen que están locos.

No debemos confundir las obsesiones con las preocupaciones cotidianas. Algunas de las obsesiones más frecuentes son: limpieza/contaminación, dudas repetidas, impulsos de carácter agresivo, de orden/simetría, de contenido religioso, imágenes sexuales, de acumulación o rumiaciones metafísicas.

Las compulsiones

Se definen como comportamientos o actos mentales de carácter recurrente y cuya finalidad es prevenir o aliviar la ansiedad o el malestar. Algunos ejemplos son: contar, rezar, repetir palabras, ordenar, acumular o comportamientos supersticiosos o de lavado.

En la mayoría de casos, la persona siente el impulso de realizar la compulsión para reducir el malestar de una obsesión o bien para prevenir algún acontecimiento negativo. No debemos confundir ciertas conductas normalizadas culturalmente con las compulsiones, por ejemplo, rezar varias veces al día, evitar vestir ciertos colores, etc. Las compulsiones no están sustentadas en la cultura, son muy difíciles de controlar y tienen una magnitud tal que interfieren negativamente en la vida del individuo.

Las compulsiones como las de lavado-limpieza, las de comprobación o las de orden, pueden conducir a la lentitud compulsiva. Esto ocurre cuando realizar ciertas tareas cotidianas (levantarse, asearse, vestirse…) lleva muchas horas dado que se deben hacer de una forma muy concreta y siguiendo un orden determinado. Si se comete algún error en el proceso, la más frecuente es que se repita todo el proceso de nuevo.

Otros componentes

Tal y como ya se ha comentado anteriormente, las obsesiones y las compulsiones son los dos componentes más significativos del Trastorno Obsesivo-Compulsivo.

Aún así, existen otros componentes con menos protagonismo:

  • Ansiedad anticipatoria. Ansiedad producida cuando el individuo prevé situaciones o lugares donde es más fácil que se produzcan las obsesiones.
  • Ansiedad. Cuando aparecen las obsesiones el nivel de ansiedad aumenta considerablemente, momento en que aparecen las reacciones fisiológicas típicas, los pensamientos catastrofistas y las emociones negativas.
  • Conductas de evitación. Cuando el individuo conoce las situaciones de riesgo que favorezcan la aparición de las obsesiones o rituales, es frecuente que trate de evitarlas. Algunos ejemplos serían dejar de acudir a baños públicos por miedo a la contaminación o dejar de estrechar la mano.
  • Conductas defensivas. Cuando ciertas situaciones no pueden ser evitadas, la persona trata de afrontarlas con conductas que, a la larga, mantienen el problema.
  • Interferencia o deterioro producido por el trastorno. La vida laboral o personal del individuo se ve afectada por este tipo de trastorno.

Edad de comienzo y curso

El inicio suele ser gradual, aunque también existen casos de inicio agudo. Lo más frecuente es que aparezca desde la infancia, en la adolescencia los síntomas suelen hacerse más claros y manifiestos y entre los 20 y los 30 años los trastornos obsesivo-compulsivos suelen estar ya muy definidos y estructurados. Estos trastornos raramente comienzan a partir de los 40 años.

Respecto al curso de los síntomas, lo más usual es que sean fluctuantes y con episodios de remisiones incompletas. Según el manual diagnóstico DSM-IV-TR la mayoría de individuos presenta un curso crónico, con altas y bajas y con exacerbaciones de los síntomas que podrían estar relacionadas con acontecimientos estresantes.

La tasa de remisión espontánea es muy baja, pero gracias a técnicas como la exposición más prevención de respuesta, a la disposición de fármacos efectivos y a la terapia cognitiva, los resultados terapéuticos son muy positivos en la mayoría de los casos.

Frecuencia

Hasta hace poco tiempo el TOC se consideraba un trastorno poco frecuente, pero estudios epidemiológicos demuestran que es el cuarto trastorno mental más común.

Investigaciones indican que la prevalencia del TOC es similar en muchas culturas del mundo, que puede existir una predisposición genética y que existe una amplia influencia del aprendizaje: el hecho de haber sido educado en medios rígidos puede favorecer los comportamientos como el orden y la limpieza excesivos, los valores morales estrictos, la sobre-responsabilidad, etc.

Diferencias entre sexos y problemas asociados

Hombres y mujeres se ven afectados casi de igual modo. Aún así, estudios realizados indicarían una edad de inicio más temprana en hombres que en mujeres.

En referencia a los problemas asociados, a menudo el TOC se da junto a otros trastornos de ansiedad, de alimentación, trastornos de personalidad, tricotilomanía, tics nerviosos, depresión o síndrome de la Tourette.

Fundamentalmente se da una fuerte asociación con la depresión, y entre el 25% y el 60% de las personas que sufren TOC desarrollan fobias específicas, ataques de pánico, o fobia social.

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Fuente: Estela Massegé. Clínica de la ansiedad.

Para saber más

Freeston, M.H y Ladouceur, R. (1997). Análisis y tratamiento de las obsesiones. En V.E. Caballo (Dir.), Manual para el tratamiento cognitivo-conductual de los trastornos psicológicos (Vol. 1, pp. 137-169). Madrid: Siglo XXI.

Mancini, F. Un modelo cognitivo del trastorno obsesivo compulsivo. Revista de Psicoterapia, 5-30, volumen XI- nº42/43,2000.

Silva, P. y Rachman, S.(1995):Trastorno Obsesivo-Compulsivo. Los hechos. Bilbao: Descleé De Brouwer.

Vallejo, j. y Berrios,G.E.(1995).Estados obsesivos.Barcelona. Masson S.A.

Punto Radio: Luces en la oscuridad. Entrevista a José Carlos Baeza Villarroel, Doctor en Psicología, Especialista en Psicología Clínica y Coordinador de la Clínica de la Ansiedad.

Video illustrativo: Trastorno obsesivo-compulsivo, qué es y cómo se trata

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