Las estrategias de afrontamiento no siempre son eficaces, sin embargo, hay gran interés por conocer las estrategias adaptativas. La pregunta de investigadores y técnicos suele ser: ¿Qué hacen unas personas en una situación que les permite superar o tolerar el estrés, mientras que otras, en la misma situación, se ven desbordadas? La atención se centra pues en la identificación de lo que hacen los que salen airosos, para que pueda transmitirse a otros que se encuentran en apuros en parecidas circunstancias y puedan también hacerlo.
El estudio de los esfuerzos ineficaces ha despertado poco interés, si no es como algo a superar por la simple implantación de los procedimientos probadamente útiles, que automáticamente, se considera, se convierten en alternativos por su funcionalidad.
Como parte de los inútiles se han descuidado los contraproducentes. Pocas veces se ha formulado la pregunta: ¿Qué hacen algunas personas, frente a una situación, que como consecuencia experimentan ansiedad o estrés y, qué no hacen otras personas y en consecuencia no lo experimentan?. Dada una situación que normalmente genera estrés, pretendiendo las personas controlar los aspectos emocionales del mismo, ¿qué hacen unos que lo mantiene y perpetua, y qué no hacen los que lo superan?
Evidentemente las últimas preguntas y su enfoque no se proponen como alternativas o mejores que la primera, sino como complementarias. Lo deseable es conocer tanto lo que las personas hacen de útil para superar la ansiedad como lo que hacen de contraproducente, manteniéndola. Habida cuenta de que ambas cosas pueden ir juntas, las segundas causan un perjuicio añadido: mermar la posible eficacia de las primeras.
Por contraproducente entendemos el afrontamiento espontaneo que, dirigido a la búsqueda de unos determinados objetivos, con unos determinados medios y procedimiento, no sólo no los alcanza, sino que sus efectos son opuestos a la intención de quien los ejecuta. De esta manera, no contribuyen a la pretendida solución o mejora del problema sino que lo complican y sostienen.
Al hablar de Afrontamiento Contraproducente en Trastornos por Ansiedad nos referirnos a estrategias relativamente comunes realizadas repetidamente por el paciente para controlar las consecuencias indeseables del trastorno
Conviene, pues, advertir sobre la importancia de que dichas conductas sean objeto de atención concreta en los programas terapéuticos. Nos referimos en particular a aquellas estrategias dirigidas a aliviar los síntomas o las consecuencias personales o sociales que el paciente asocia con ellos. No obstante, esta perspectiva puede adoptarse, también, a los problemas origen de la ansiedad, susceptibles también de un afrontamiento contraproducente. Algunos autores como Watzlawick, Weakland y Fisch (1974) se han referido magistralmente a estos asuntos y a ellos remitimos. De ellos es este comentario esclarecedor:
«¿Cómo se crean los problemas y cómo son mantenidos mediante tentativas erróneas por resolver una dificultad?. Una cuidadosa exploración de estas tentativas no solo muestra qué clase de cambio no ha de ser intentado sino que revela también qué es lo que mantiene la situación que ha de ser cambiada y dónde, por tanto, ha de ser aplicado el cambio».
Nuestra pretensión es aplicar esta óptica a las estrategias de autorregulación de la ansiedad. Más allá de lo que originariamente causa el problema, más allá de por qué se manifiesta bajo el espectro de la ansiedad, nos interesa saber qué hace el sujeto para regularla que pudiera estar perpetuándola, pervirtiendo sus propias intenciones y dando lugar a un proceso circular y paradójico de retroalimentación donde la solución aplicada es el problema o parte de él, donde la operación sobre el efecto entra a formar parte de la causa. Nuestro estudio se centra sobre la solución intentada.
No faltan, no obstante, autores que de una u otra forma se han ocupado del estudio y corrección de las estrategias desadaptativas como recurso terapéutico. Algunas corrientes psicoanalíticas, en particular las centradas en la psicología del yo (Haan 1977 ), orientan parte de su esfuerzo terapéutico al estudio de los mecanismos de defensa desadaptativos como forma de superación del problema que de otro modo tiende a repetirse reiteradamente.
Watzlawick y otros (1974, 1981) desde una perspectiva sistémico-constructivista, en su análisis sobre la producción del cambio se refiere ampliamente a aquellos casos en que la solución es el problema, es decir, a cómo pueda generarse un problema como mero resultado de un intento equivocado de cambiar una dificultad existente.
Marks (1981, 1987) desde una perspectiva conductual, ha señalado la importancia de la evitación como perpetuador de la ansiedad, en miedos y obsesiones, y ha basado en las técnicas de exposición y prevención de la respuesta evitativa su abordaje terapéutico. Algunas estrategias como la evitación (Marks, 1987) y la negación (Breznitz, 1983) se caracterizan por ser efectivas en unos casos y circunstancias, mientras que en otros, si bien producen alivio emocional en la situación amenazante, mantienen una vulnerabilidad continuada en las ocasiones siguientes para la persona que las utiliza.
Clark (1989) ha sugerido un tratamiento cognitivo comportamental de las crisis de angustia donde se pone especial interés en el control de la auto-observación del paciente sobre las sensaciones corporales (y las interpretaciones catastróficas asociadas a ellos) y en el control de la hiperventilación, considerando que ambas formas de afrontamiento de la ansiedad contribuyen a su sostenimiento y prolongación en el tiempo.
El afrontamiento, como esfuerzo activo dirigido, descansa sobre la intención de controlar la situación, ya sea modificándola, cambiando su significación o regulando las propias conductas y emociones.
En esta línea, Baeza (1994) ha realizado una primera aproximación, todavía insuficiente y heterogénea, tratando de identificar, definir y clasificar algunas estrategias contraproducentes relativamente comunes en el afrontamiento espontáneo (no inducido) emitido por los pacientes aquejados de trastornos por ansiedad.
Interesa, en la medida de lo posible, desarrollar técnicas eficaces y, en particular, mejorar la aplicación de las ya existentes, para optimizar los tratamientos y reducir su duración. A este respecto hay que señalar que no siempre se hace el suficiente hincapié en las condiciones de aplicación más idóneas para cada técnica, en detrimento de su eficacia. En este sentido, una realidad que suele pasarse por alto es que los pacientes cuando consultan lo hacen después de haber fracasado por sus propios medios, que no necesariamente han abandonado, y al empezar el tratamiento, siguen haciendo, sobre todo los más cronificados, «cosas», que, a veces, los clínicos ignoran o minusvaloran, alguna de las cuales, por contraproducente, puede neutralizar la capacidad terapéutica de técnicas de probada eficacia y alargar el tiempo de las intervenciones.
Bastante difíciles pueden ser ya las circunstancias personales del consultante, y limitados los recursos terapéuticos, como para que los clínicos puedan darse el lujo de permitir, por desconsideración, la interferencia entre acciones espontáneas generadas por el propio paciente y las promovidas por el especialista.
Algunos fallos en los tratamientos pueden tener su origen en fenómenos de esta naturaleza. Pero el profesional no ha de esperar a que estos fallos, o problemas en el seguimiento de prescripciones, alerten sobre ello. Para entonces ya se ha perdido tiempo, esfuerzo, dinero, y expectativas terapéuticas. El especialista no debe presuponer que la simple aplicación y seguimiento de su programa terapéutico paralizará automáticamente cualquier otra iniciativa en curso.
Pero la utilidad de identificar y desactivar tempranamente el afrontamiento espontáneo contraproducente no se limita a posibilitar una mayor efectividad de las técnicas terapéuticas en uso, sino que dicha operación en sí misma supone normalmente un alivio sintomatológico apreciable. En la medida en que los procedimientos contraproducentes contribuyen a agravar el cuadro, o mantenerlo en ausencia de los desencadenantes originales, e incrementar la incapacitación de quien los sufre (y en cierto modo los provoca), su identificación e interrupción conlleva una mejora del síndrome y sus consecuencias
Por último, quisiéramos señalar que la presencia de acciones y pensamientos tendentes a autorregular las manifestaciones de un trastorno, común frente a cualquier alteración, es aún más frecuente ante la ansiedad, que por su naturaleza activadora, propicia la acción y la preocupación, frente al problema general y frente a sí misma como problema.
El afrontamiento espontáneo contraproducente no es, por tanto, algo que sólo se encuentre en casos aislados. Se trata de fenómenos básicos y generales, por lo que de su estudio y abordaje, en el amplio contexto de la psicoterapia, pueden beneficiarse muchos clínicos profesionalmente y muchos pacientes asistencialmente.
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Fuente: Baeza Villarroel, J.C (1994). ISBN: 84-490-0131-5. Clínica de la Ansiedad.