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Obsesiones

Trastorno Obsesivo Compulsivo: Diagnóstico Diferencial

El diagnóstico diferencial sirve para hacer una correcta valoración de una enfermedad con respecto a otras parecidas, con las que pudiera confundirse o solaparse. Es una valoración clínica que corresponde exclusivamente a los especialistas, en ningún caso a los pacientes. En muchos casos requiere de pruebas y exploraciones complementarias que han de solicitarse a los servicios médicos pertinentes en cada caso.

El Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC), ha de diferenciarse de otros trastornos formalmente parecidos:

  • Trastorno de ansiedad debido a enfermedad médica: si existen obsesiones y/o compulsiones, se explican por los efectos fisiológicos directos de una enfermedad médica.
  • Trastorno de ansiedad inducido por substancias: las obsesiones y compulsiones se explican por los efectos fisiológicos directos de una sustancia -drogas o medicamentos-
  • Trastorno dismórfico corporal: el contenido de obsesiones y rituales es, únicamente, la preocupación por la propia apariencia.
  • Fobias espécífica o social: inquietud por un objeto o situación temida y no por el contenido de las ideas obsesivas.
  • Tricotilomanía:  ideas o rituales recurrentes relacionados con arrancarse el cabello.
  • Episodio depresivo mayor: constantes cavilaciones sobre hechos desagradables, congruentes con el estado de ánimo negativo. No son ideas egodistónicas, es decir, la persona no las ve como algo ajeno a sí misma -a diferencia del trastorno obsesivo-compulsivo-.
  • Trastorno de ansiedad generalizada: hay preocupaciones excesivas, diferentes de las obsesiones en que las preocupaciones se viven como inquietud excesiva por hechos de la vida real -ej. por perder el empleo-, además que se experimentan como autogeneradas (egosintónicas).
  • Hipocondría: ideas recurrentes por el miedo a padecer o estar padeciendo una enfermedad, a partir de la mala interpretación de síntomas físicos. No suelen existir rituales como lavados o repeticiones excesivas.
  • Fobia especifica a la enfermedad: tampoco hay rituales, y la preocupación más que por padecer ya la enfermedad, es por la posibilidad de contraerla.
  • Trastorno delirante o trastorno psicótico no especificado: las obsesiones o compulsiones se desmarcan de la realidad -ej. creer que uno es responsable de la muerte de otra persona, porque una vez se la deseó-. Además, suele haber otros síntomas psicóticos.
  • Esquizofrenia: ideas delirantes recurrentes y comportamientos estereotipados extraños no congruentes con la realidad, y egosintónicos -sintonizan con la propia persona-. En ocasiones, se presentan ambos diagnósticos.
  • Trastorno de tics o trastorno de movimientos estereotipados: estereotipados: tanto tics -ej. aclaramiento de garganta, parpadeo repetitivo- como movimientos estereotipados ej. tambalearse, morderse a uno mismo- son menos complejos que las compulsiones y no tienen como objetivo eliminar una obsesión. Es posible que se den síntomas del trastorno obsesivo-compulsivo y del trastorno por tics a la vez, diagnosticándose ambos.
  • Comportamientos dirigidos asociados con otras enfermedades mentales: Juego patológico, Parafilias, Trastornos alimentarios, y Dependencia o Abuso de alcohol. Existen pensamientos recurrentes y comportamientos excesivos, referidos respectivamente a jugar, actividad sexual, la comida o el alcohol, que no pueden considerarse obsesiones porque la persona obtiene placer. Si los desea abandonar es por lo perjuicios que le acarrean.
  • Trastorno obsesivo compulsivo de la personalidad: no hay ni obsesiones ni compulsiones. Se caracteriza por una permanente preocupación por el orden, el control y el perfeccionismo. Si se cumplen los criterios se pueden hacer ambos diagnósticos.
  • Supersticiones no patológicas y comportamientos repetitivos: no consumen demasiado tiempo, ni afectan excesivamente a actividades cotidianas de la persona. Además no provocan una malestar significativo.

Para saber más

First,M; Frances, A.; Pincus H.A. (1999). DSM-IV: Manual de diagnóstico diferencial. Barcelona. Ed. Masson

First,M; Frances, A.; Pincus H.A. (2002). DSM-IV: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona. Ed. Masson

Talbott,J.A.;Hales,R.E. y Yudofsky,S.C.(1989): Tratado de Psiquiatría. Barcelona: Áncora

Video ilustrativo: Trastorno obsesivo-compulsivo, qué y cómo se trata

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Ansiedad Generalizada

Ansiedad Generalizada: Diagnóstico Diferencial

El diagnóstico diferencial sirve para hacer una correcta valoración de una enfermedad con respecto a otras parecidas, con las que pudiera confundirse o solaparse. Es una valoración clínica que corresponde exclusivamente a los especialistas, en ningún caso a los pacientes. En muchos casos requiere de pruebas y exploraciones complementarias que han de solicitarse a los servicios médicos pertinentes en cada caso.

El Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) ha de diferenciarse de:

  • Trastorno de ansiedad debido a enfermedad médica: los síntomas se explican por los efectos fisiológicos directos de una enfermedad (p. ej. hipertiroidismo).
  • Trastorno de ansiedad inducido por substancias:  hay una sustancia -droga, medicamento o tóxico-, que provoca los síntomas de ansiedad. (P. ej. gran ansiedad tras la ingesta de excesiva cafeína.)
  • Ansiedad en otros trastornos mentales:  la inquietud excesiva se relaciona con la posibilidad de sufrir un ataque de pánico -trastorno de angustia-, con pasarlo mal en público –fobia social-, engordar –anorexia nerviosa-, temor a padecer una grave enfermedad –hipocondría-, presentar múltiples síntomas físicos –trastorno de somatización-, o con la preocupación, en la infancia, por el bienestar de los seres queridos o por el hecho de estar alejado de ellos o del hogar –trastorno de ansiedad por separación-.
  • Ideas obsesivas en el trastorno obsesivo compulsivo:  no son sencillas preocupaciones por problemas cotidianos, sino, más bien, pensamientos intrusos, importunos, que suelen ir acompañados de rituales compulsivos para reducir la ansiedad que generan.
  • Trastorno por estrés postraumatico: si la ansiedad generalizada sólo se da en el transcurso de un trastorno por estrés postraumático, se diagnostica, únicamente, éste último.
  • Trastorno adaptativo con ansiedad: sólo se establece este diagnóstico cuando no se cumplen los criterios para el diagnóstico del resto de trastornos de ansiedad, se debe, además a un estresante, y no se prolonga más allá de 6 meses desde la desaparición del estresante.
  • Ansiedad en trastornos del estado de ánimo y en trastornos psicóticos:  la ansiedad aparece sólo en el transcurso de éstos. Además existen otros síntomas específicos de cada uno de estos dos grupos.
  • Ansiedad no patológica: las preocupaciones son más controlables (p. ej. se pueden posponer) e interfieren menos en la actividad diaria de la persona. Son además menos intensas, menos perturbadoras y menos duraderas, y se relacionan más con factores desencadenantes No suelen acompañarse de síntomas físicos como tensión muscular, irritabilidad, o impaciencia. Aunque en niños es más frecuente que se den este tipo de síntomas físicos.

Para saber más

First,M; Frances, A.; Pincus H.A. (1999). DSM-IV: Manual de diagnóstico diferencial. Barcelona. Ed. Masson.

First,M; Frances, A.; Pincus H.A. (2002). DSM-V: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona. Ed. Masson.

Talbott,J.A.;Hales,R.E. y Yudofsky,S.C.(1989): Tratado de Psiquiatría. Barcelona: Áncora.

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Fobia Social

Fobia Social: Diagnóstico Diferencial

El diagnóstico diferencial sirve para hacer una correcta valoración de una enfermedad con respecto a otras parecidas, con las que pudiera confundirse o solaparse. Es una valoración clínica que corresponde exclusivamente a los especialistas, en ningún caso a los pacientes. En muchos casos requiere de pruebas y exploraciones complementarias que han de solicitarse a los servicios médicos pertinentes en cada caso.

La Fobia Social ha de diferenciarse de:

  • Trastorno de angustia con agorafobia: se dan crisis de ansiedad repetidas e inesperadas que llevan a temer y evitar múltiples situaciones, y no sólo situaciones sociales -como sería el caso de la fobia social-. Sin embargo, a veces, pueden darse ambos diagnósticos.
  • Agorafobia sin historia de trastorno de pánico: en este trastorno se temen una serie de situaciones en las que uno puede o no ser observado por los demás -ej. Viajar solo por túneles-. Además, ir acompañado suele tranquilizar a la persona, este efecto no se da en la fobia social, donde hasta se puede experimentar menos ansiedad si uno va solo.
  • Trastorno de ansiedad por separación: evitación y temor en la infancia a separarse de las personas con las que se han establecido vínculos. Se encuentran cómodos en situaciones sociales si son dentro del hogar. En cambio, en la fobia social se temen todas las situaciones sociales.
  • Trastorno de ansiedad generalizada y fobia específica: las preocupaciones y miedos no se limitan a situaciones sociales.
  • Trastornos generalizados del desarrollo y trastorno esquizoide de la personalidad: también se evitan situaciones sociales, pero debido al desinterés por las personas. Para diagnosticar fobia social se requiere haber establecido, al menos, una relación -ej. Amistad – apropiada a la edad de la persona, fuera de la familia inmediata.
  • Trastorno de personalidad por evitación: aunque es un trastorno de personalidad, se puede considerar una variante más grave de la fobia social generalizada -a múltiples situaciones sociales-. En ocasiones se darán ambos diagnósticos.
  • Ansiedad social y evitación en otros trastornos mentales: trastorno depresivo mayor, trastorno distímico, esquizofrenia, trastorno dismórfico corporal, y otros. Si estos síntomas sólo aparecen en el transcurso de una de estos trastornos, el diagnóstico será el trastorno mental correspondiente y no la fobia social.
  • Ansiedad social y evitación por enfermedad médica o mental que provoca síntomas embarazosos: Por ejemplo tartamudeo, temblores en la enfermedad de Parkinson, obesidad, etc…
  • Ansiedad social y evitación por los efectos fisiológicos directos de una substancia: ya sea debido a drogas legales o a ilegales.
  • Ansiedad normal por hablar en publico y timidez: no provocan un malestar significativo, ni causan una gran deterioro en las actividades de la persona. Por ejemplo, en niños puede existir ansiedad ante acontecimientos sociales con adultos, pero no habrá fobia social si esta ansiedad desparece al relacionarse con niños de su misma edad.

Para saber más

First,M; Frances, A.; Pincus H.A. (1999). DSM-IV: Manual de diagnóstico diferencial. Barcelona. Ed. Masson.

First,M; Frances, A.; Pincus H.A. (2002). DSM-IV: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona. Ed. Masson.

Radio3W.com: «Fobias con Rosa León» en Dos mujeres y un diván. Psicóloga Especialista en Psicología Clínica, del equipo de Clínica de la Ansiedadhttp://dosmujeresyundivan.radio3w.com/?powerpress_pinw=262-podcast

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Fobias Específicas

Fobia Específica: Diagnóstico Diferencial

El diagnóstico diferencial sirve para hacer una correcta valoración de una enfermedad con respecto a otras parecidas, con las que pudiera confundirse o solaparse. Es una valoración clínica que corresponde exclusivamente a los especialistas, en ningún caso a los pacientes. En muchos casos requiere de pruebas y exploraciones complementarias que han de solicitarse a los servicios médicos pertinentes en cada caso.

Las fobias específicas han de diferenciarse de:

  • Trastorno de angustia con agorafobia: Hay crisis de angustia de aparición inesperada que llevan a la evitación de múltiples situaciones – no siempre claramente especificadas- que se consideran causantes de estas crisis, además de una ansiedad más permanente -aprensión continua-. En la fobia específica se evitan menos situaciones, está más claro cuáles son, las crisis de angustia – si las hay- se limitan a estos estímulos o situaciones, y hay una ansiedad menos permanente. Sin embargo, a veces, se pueden dar los dos trastornos en un mismo individuo.
  • Fobia social: se evitan y temen situaciones en que se esta sometido a evaluación social.
  • Evitación en el trastorno por estrés postraumático: aparece con posterioridad a un acontecimiento estresante, y en relación a estímulos que recuerdan a éste. Además aparecen síntomas característicos como re-experimentación del acontecimiento (flashbacks), empobrecimiento afectivo o estado de hiperactividad continuo.
  • Evitación en el trastorno obsesivo-compulsivo: asociada al contenido de los pensamientos obsesivos -ej. contaminación o suciedad-.
  • Evitación en el trastorno de ansiedad por separación: se da en niños como un gran temor a separarse de personas a las que se siente ligado. Suele incluir temor a personas u acontecimientos que ponen en peligro su unidad familiar -viajes, ladrones, accidentes-.
  • Hipocondría: se puede confundir con la fobia específica a situaciones en que se puede contraer una enfermedad. Pero en la hipocondría hay convicción de sufrir una enfermedad, con la preocupación derivada, y en esta fobia sólo se teme la posibilidad de tenerla.
  • Anorexia y bulimia nerviosas: la evitación se limita a la comida y a estímulos relacionados, y está motivada por el miedo a engordar más que por el temor a los alimentos.
  • Trastornos psicóticos: se pueden evitar ciertas situaciones u objetos debido al contenido de los propios delirios -ej. evitar la comida por creer firmemente que le van a envenenar a uno-, y sin reconocer que éstos son excesivos e irreales.
  • Evitación no patolgica de objetos o situaciones determinadas: son normales, sobretodo en la infancia, y no provocan un malestar significativo, ni interfieren en la vida social, académica o laboral de la persona -ej. leve miedo a la oscuridad en la infancia, o temor a las serpientes viviendo en una gran ciudad donde no se ven estos animales-.

Para saber más

First,M; Frances, A.; Pincus H.A. (1999). DSM-IV: Manual de diagnóstico diferencial. Barcelona. Ed. Masson.

First,M; Frances, A.; Pincus H.A. (2002). DSM-IV: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona. Ed. Masson.

Radio3W.com: «Fobias con Rosa León» en Dos mujeres y un diván. Psicóloga Especialista en Psicología Clínica, del equipo de Clínica de la Ansiedad.  http://dosmujeresyundivan.radio3w.com/?powerpress_pinw=262-podcast

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Crisis de pánico y agorafobia

Trastorno de pánico o crisis de angustia: Diagnóstico diferencial

El diagnóstico diferencial sirve para hacer una correcta valoración de una enfermedad con respecto a otras parecidas, con las que pudiera confundirse o solaparse. Es una valoración clínica que corresponde exclusivamente a los especialistas, en ningún caso a los pacientes. En muchos casos requiere de pruebas y exploraciones complementarias que han de solicitarse a los servicios médicos pertinentes en cada caso.

El trastorno de pánico ha de diferenciarse de:

  • Trastornos de ansiedad debidos a enfermedad orgánica: con características propias del trastorno de pánico, pero también con síntomas atípicos que los diferencian de éste:
  1. Crisis Hipoglucémicas: Bajo nivel de azúcar en sangre que provoca palpitaciones, debilidad, temblor o sudor. Se suele dar en personas diabéticas, y aparece junto con una gran sensación de hambre. Se corrige comiendo.
  2. Hipertiroidismo: Aumento de la hormona tiroxina en sangre que genera síntomas parecidos a los del ataque de pánico. Sin embargo en el hipertiroidismo las manos están calientes y rosadas, hay pérdida de peso con apetito normal, no se soporta el calor, y la taquicardia se da hasta en reposo.
  3. Hiperparatiroidismo: Falta de secreción de hormona paratiroidea .
  4. Síndrome de Cushing: Elevación de los niveles de cortisol en sangre. Aunque puede ocasionar síntomas parecidos al pánico, lo mas normal es que provoque síntomas de depresión.
  5. Feocromocitoma: Se dan aumentos de los niveles de catecolaminas, como ocurre en los ataques de pánico. La diferencia es que uno se siente “como si estuviese ansioso”, pero no se experimenta un gran terror, ni se da ansiedad anticipatoria.
  6. Epilepsia: Las crisis comiciales parciales complejas duran unos segundos y presentan síntomas como miedo, agresividad, y sensación de desrealización y despersonalización. A veces, aparecen alucinaciones, vómitos, diarrea o micción , alteración del estado de consciencia y amnesia tras el episodio lo que permite diferenciarlo Taquicardia Paroxística Supraventriculardel pánico.
  7. Trastornos Audiovestibulares Se experimenta un vértigo , y no la sensación de mareo e inestabilidad característica del pánico.
  8. Prolapso de la Válvula Mitral: Se produce dolor precordial, palpitaciones, arritmias, no se soporta el ejercicio, hay disnea, dolor de cabeza, fatiga y ansiedad. A diferencia del pánico, en la auscultación hay soplo sistólico.
  9. Aceleración del ritmo cardíaco que llega hasta las 140-220 pulsaciones por minuto. En el pánico el ritmo cardíaco no se eleva tanto.
  10. Intestino Irritable: Náuseas y molestias intestinales, pero sin relación directa con ansiedad aguda (como sí ocurre en el pánico).
  11. Otras enfermedades Orgánicas: Como anemia, hipertensión, asma, enfermedad cerebrovascular, infecciones, migraña, isquemia, tumores, síndrome premenstrual, falta de vitamina B12, alteraciones electrolíticas, etc.

El que se de cualquiera de estas enfermedades no significa que no se padezca un trastorno de pánico, pueden coexistir y relacionarse de diferente manera.

  • Trastorno de Ansiedad por abuso o abstinencia de subtancias 
  1. Abuso de cocaína, anfetaminas, cafeína (algunos personas lo usan erróneamente para contrarestar los efectos de los ansiolíticos), cannabis, anticolinérgicos, alucinógenos, hormonas estereoideas y simpaticomiméticos (como broncodilatadores o vasoconstrictores).
  2. Síndrome de Abstinencia por abandono o reducción de alcohol o ansiolíticos.
  • Crisis de angustia en otros trastornos de ansiedad En la fobia social, en el trastorno obsesivo compulsivo, en las fobias específicas, en el trastorno por estrés agudo o el trastorno por estrés postraumático, el miedo esta desencadenado por un estímulo externo (aunque no siempre es fácil de identificar), se temen unas pocas situaciones específicas y se da menos ansiedad anticipatoria. En el trastorno de ansiedad generalizada los síntomas son menos intensos y más duraderos, y las preocupaciones no son por estos síntomas.
  • Depresión: cuadro muy diferente de la ansiedad pero que se puede dar junto a ella. Se síntomas son apatía, falta de motivación, gran tristeza, ideación suicida, pérdida/pérdida de libido y/o apetito, etc.
  • Hipocondría Tanto en el pánico como en la hipocondría se malinterpretan señales corporales. Pero en la hipocondría no son sólo señales propias de la ansiedad (palpitaciones, sudoración, mareo…) sino de otro tipo, por ejemplo un pequeño lunar se interpreta como un tumor maligno. Además en la hipocondría se cree que la amenaza se dará pasado un tiempo, mientras que en el pánico uno cree que se morirá o perderá el control inmediatamente. Pueden darse también ambos diagnósticos.
  • Trastorno de despersonalización: experiencia persistente y recurrente de sentirse un observador externo de los propios actos físicos o mentales, que puede acompañarse de sensación de extrañeza respecto al mundo real (desrealización). En el pánico también puede estar presente, pero junto con otros síntomas. Es frecuente la «anestesia» sensorial y la falta de respuesta afectiva, y no se suelen dar episodios de gran ansiedad tan delimitados como en el pánico.
  • Trastorno de ansiedad por separación: Se inicia en la infancia y tanto ansiedad como evitación se centran en problemas relacionados con la separación de figuras con las que se han establecido lazos afectivos.
  • Evitación el el trastorno delirante: evitación debido a las ideas delirantes.

Referencias

First, M; Frances, A.; Pincus H. A. (1999) DSM-IV Manual de diagnóstico diferencial Barcelona. Ed. Masson

Roca, E; Roca, B. (1999). Cómo tratar con éxito el pánico (con o sin agorafobia). Valencia. ACDE

Talbott, J. A.; Hales, R.E. y Yudofsky, S. C.(1989): Tratado de Psiquiatría. Barcelona: Áncora.

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Introducción

Ansiedad: el por qué de los síntomas

La finalidad de la ansiedad es proteger al organismo y sus intereses. Si nos encontramos ante una situación de peligro (fuego en el edificio, por ejemplo) tenemos que estar preparados para una acción inmediata, necesitamos que en nuestro cuerpo se produzcan una serie de cambios, encaminados a superar con éxito la situación (escapar de la llamas, sobrevivir).

Nuestro actual mecanismo de defensa es heredero del que como especie hemos ido desarrollando a lo largo de miles de años de evolución. Los peligros a los que estaban expuestos nuestros antepasados estaban ligados a la supervivencia y a funciones primarias de lucha y huida (luchar contra los animales, competir contra otros humanos, correr, pelear, esconderse…). Todas estas, son acciones que requieren una activación muscular alta. En la actualidad hay muchos peligros que no se resuelven atacando o luchando pero, sin embargo, seguimos conservando el componente de alta sobre-activación motora cuando interpretamos que una situación es peligrosa.

El encargado de coordinar dicha activación motora y todos los cambios físicos que supone es el Sistema Nervioso Autónomo (SNA), también conocido como Sistema Nerviosos Vegetativo. Conozcámoslo un poco mejor antes de detallar la respuesta de lucha-huida.

El SNA forma parte del sistema nervioso periférico. Es un sistema involuntario que se encarga de regular funciones tan importantes como la digestión, la circulación sanguínea, la respiración y el metabolismo. Entre sus acciones están: el control de la frecuencia cardíaca, la contracción y dilatación de vasos sanguíneos, la contracción y relajación del músculo liso en varios órganos, la acomodación visual, el tamaño pupilar y secreción de glándulas exocrinas y endocrinas.

El sistema nervioso autónomo se divide en dos subsistemas que tienen funciones diferentes:

  • El sistema nervioso simpático: se encarga de preparar al cuerpo para la acción y la producción de la energía que necesita. Para ello libera dos productos químicos (la adrenalina y la noradrenalina), que desencadenan una respuesta completa, es decir, se experimentan todos los síntomas que componen la respuesta de ansiedad (lucha y huida).
  • El sistema nervioso parasimpático: su acción produce efectos opuestos al sistema nervioso simpático. Propicia la desactivación, la recuperación y restauración del organismo. Favorece el almacenamiento y la conservación de la energía. Lo hace a través de la acetilcolina, un neurotransmisor.

Una vez conocido el Sistema Nervioso Autónomo volvamos a la descripción detallada de la Respuesta de lucha y Huida. Decíamos que es un tipo de respuesta que nos prepara para hacer frente a los peligros, luego ¿qué pasa cuando nuestro cerebro (corteza cerebral, amígdala) interpreta que estamos ante una situación peligrosa?. Se comunica con el Sistema Nervioso Autónomo, que activa su rama simpática, propiciando una serie de cambios físicos para preparar al organismo para luchar o huir. Veamos cuáles son dichos cambios agrupados por sistemas:

Sistema muscular: Necesitamos que los grandes grupos musculares (extremidades y otros) entren en acción, tensándose, para poder emprender la acción de huir o luchar.

Visión: Las pupilas se dilatan para poder tener una visión más nítida, más agudizada en el centro del campo visual donde suele situarse el peligro, para poder discriminarlo mejor o para saber por dónde hay que huir.

Sistema cardiovascular: Se encarga del transporte y la distribución, por vía urgente, de las sustancias nutritivas y el oxígeno. ¿Cómo lo hacen? mediante el incremento del ritmo y la fuerza de los latidos cardíacos, para que las extremidades puedan recibir las sustancias nutritivas y el oxígeno.

A su vez se produce una redistribución del flujo sanguíneo, de manera que los músculos más directamente relacionados con la actividad física reciben más sangre, y reciben menos sangre la piel, los dedos de manos y pies y la zona abdominal. En el cerebro se produce también una redistribución de la sangre que afecta, por un lado, al área frontal (zona vinculada con el razonamiento) donde disminuye el flujo; y por otro, a las zonas relacionadas con las respuestas instintivas y motoras (correr o luchar) donde se incrementa. La redistribución del flujo sanguíneo en el cerebro puede producir sensaciones de mareo, de confusión… y dificultar ciertas funciones cognitivas superiores como la capacidad de planificación, razonamiento… que se verán reestablecidas cuando se desvanezca el estado de alarma.

Sistema respiratorio: La preparación del organismo para una reacción rápida e intensa requerirá un aporte energético extra (glúcidos y lípidos). Estas materias primas se transformarán en energía, mediante procesos de combustión, para lo que se necesita oxígeno, el combustible de nuestro organismo, en mayor cantidad.

Sistema exocrino: El proceso de sobre-activación propio de la respuesta de lucha-huida produce un aumento de la temperatura corporal que el organismo compensa incrementando la sudoración, para refrigerarse. Por otro lado, la piel resbaladiza a causa del sudor dificultaría el ser capturados.

Todos estos cambios constituyen la respuesta fisiológica de la ansiedad, respuesta, que a su vez acaba influyendo o modulando las respuestas cognitiva y conductual. Nos disponemos, a continuación, a describir en qué sentido.

Los procesos atencionales juegan un papel destacado en la respuesta de ansiedad: nos fijamos más en las señales que tienen que ver con la amenaza. Se produce, en este sentido, un cambio en la prioridad de las acciones que llevamos a cabo, de modo que lo relacionado con lo peligroso recibe la condición de preferente. El objetivo principal es protegerse y/o prepararse para superar los peligros:

  • Luchar, enfrentarse con el problema.
  • Escapar o huir de la situación amenazante.
  • Evitar la situación amenazante, en los casos en que la anticipemos.
  • Quedarse paralizado o inmovilizado ante la situación amenazante. Es una respuesta más habitual en el reino animal, que se constituye como la alternativa más eficaz en los casos en los que no son posibles las anteriores.

Y, ¿cómo y cuándo se acaba esta reacción de defensa? La reacción suele frenarse cuando nos sentimos a salvo, cuando el peligro ya no está presente. Para refrenar la respuesta de ansiedad suelen ponerse en acción, por un lado, el Sistema Nervioso Parasimpático, que como hemos visto anteriormente se encarga de proteger y reparar al organismo; por otro lado, el organismo libera una serie de productos químicos que destruyen la adrenalina y la noradrenalina, con la consecuente sensación de desactivación.

Dado el valor adaptativo que tiene la ansiedad para nosotros, ¿cuándo acaba convirtiéndose en un problema?.

  • Si la ansiedad pasa de ser un episodio poco frecuente, de intensidad leve o media y duración limitada, a convertirse en episodios repetitivos, de intensidad alta y duración prolongada.
  • Si la ansiedad deja de ser una respuesta esperable y común a la de otras personas para unos tipos de situación, y pasa a ser una reacción desproporcionada para la situación en la que aparece.
  • Si la ansiedad conlleva un grado de sufrimiento alto y duradero, en lugar de limitado y transitorio, e interfiere significativamente en diferentes áreas de la vida de la persona que la padece, causando molestias generalizadas que afectan a los hábitos básicos de la persona: ritmos de sueño, alimentación y nivel general de activación.

Siguiendo estos criterios debemos tener en cuenta que cuando estamos sometidos a un nivel de activación muy intenso y/o sostenido, los efectos beneficiosos producidos por los cambios fisiológicos se convierten en sensaciones físicas desagradables. De forma detallada tenemos:

La contracción de los grandes grupos musculares que prepara al organismo para la acción se reconvierte en sensaciones de tensiones musculares o incluso dolor, temblores, espasmos, calambres y sacudidas. Estos últimos son producidos por la acción del ácido láctico, un producto que se obtiene al generarse la energía, que al permanecer en los músculos termina por actuar como un tóxico.

La dilatación pupilar que permite que entre más luz en el ojo y aumenta la discriminación visual, acaba creando molestias como la visión borrosa, sensibilidad a la luz, neblina o puntos luminosos.

El aumento de la presión sanguínea y la frecuencia cardiaca para intensificar el transporte de nutrientes y oxígeno, se viven como palpitaciones o taquicardia. La sudoración profusa aparece por la necesidad del organismo de refrigerarse, liberando el calor generado en la producción de energía.

A su vez la redistribución, por parte del torrente sanguíneo, de los nutrientes y oxígeno a las zonas donde son necesarios, puede producir pérdida de sensibilidad, hormigueo, palidez y frío (especialmente en manos y pies). A su vez, el hecho de que la digestión (y con ella la secreción de saliva) se vea enlentecida o parada puede generar molestias estomacales, náuseas, diarrea y la sensación de boca seca.

La redistribución del flujo sanguíneo cerebral que facilita que el organismo se concentre en la acción (luchar o escapar), más que en un análisis reflexivo, crea problemas como atención selectiva hacia el peligro, dificultad para pensar con claridad o confusión, mareo y sensación de irrealidad.

El aumento de la frecuencia y e intensidad de la respiración, ideales para tener un mayor suministro de oxígeno en los músculos, puede transformarse en hiperventilación, lo que conlleva que se reduzca el nivel de dióxido de carbono en la sangre y se desencadenan una serie de sensaciones desagradables como: hormigueo, mareo, debilidad, sensación de desmayo, sudoración, escalofríos, visión borrosa, taquicardia, nudo en la garganta, temblor, sensación de irrealidad, opresión/dolor en el pecho, sensación de falta de aire, cansancio.

Normalmente, la respuesta de lucha-huida descrita anteriormente, y la activación que la caracteriza, se vive como muy oportuna ante una situación de peligro que entrañe movimiento o desplazamiento. La cuestión es que muchos de las situaciones amenazantes a que se enfrenta el hombre actual no requieren, para su solución, dicha respuesta motora. Y no sólo eso: una reacción de activación excesiva se podría vivir como interferidora y alarmante, más que como facilitadora para la situación. Terminamos este artículo como lo empezamos: señalando que nuestra respuesta visceral y autónoma ante situaciones amenazantes es heredera de aquella que durante cientos de años nos ha ayudado a adaptarnos y sobrevivir en entornos físicos y materiales muy primarios. Las fuentes de riesgo pueden ser muy distintas e incluso ir cambiando por razones culturales, sociales u otras, pero la respuesta fisiológica ante la ansiedad es esencialmente la misma.

__________
Fuente: Gemma Balaguer Fort . Clínica de la Ansiedad. Barcelona y Madrid. Psicólogos especialistas en el tratamiento de la ansiedad.

Vídeo Ilustrativo: Ansiedad

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Programas a la carta

Ansiedad: administración de preocupaciones

Programa  emitido originalmente el 6 de mayo de 2013. Las preocupaciones nos motivan, preparan y predisponen para resolver asuntos que nos afectan. En muchos casos, sin embargo, generan una ansiedad excesiva e interfieren en el desarrollo de otros intereses. Presentado por Paulí Castelló con la participación del Dr. J. Carlos Baeza.

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Preguntas más frecuentes

¿Cuántas personas padecen trastornos de ansiedad?

Prevalencia anual   

 Prevalencia global  

Ansiedad Generalizada3/%5%
Fobias Específicas9%10 – 11,3%
Fobia Social3 – 13%
Estrés Postraumático1 – 14%
Trast. Obsesivo-Compulsivo  1,5%2,1%
Trastorno de Pánico1-2%1,5 – 3,5%

Los trastornos de ansiedad son uno de los trastornos psicológicos más comunes en la población general. Los trastornos que se incluyen bajo esta categoría diagnóstica tienen prevalencias muy diferentes. Mostramos aquí las prevalencias descritas en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV), que establece los criterios diagnósticos para cada trastorno.

La prevalencia anual hace referencia al porcentaje de personas que presentan un diagnóstico de ansiedad durante los últimos 12 meses. La prevalencia para toda la vida (o prevalencia global) hace referencia al porcentaje de personas que han sido diagnosticados de dicho trastorno, independientemente de si lo presentan o no en el momento actual.

Ansiedad Generalizada: la prevalencia anual es de 3% y la global del 5%.

Fobias Específicas: la prevalencia anual es de aproximadamente el 9%. La prevalencia global se sitúa entre el 10% y el 11.3%.

Fobia Social: La prevalencia global oscila entre el 3% y el 13%. Las estimaciones de prevalencia varían ampliamente en función de los criterios considerados para considerar la presencia y ausencia del trastorno.

Trastorno de Estrés Postraumático: presenta una prevalencia global que oscila entre el 1% y el 14%. La variabilidad en estas prevalencias se explica por los métodos de evaluación utilizados y por las diferencias en las poblaciones estudiadas (p.ej. poblaciones de riesgo, como los veteranos de guerra, víctimas de desastres naturales o de terrorismo, etc.

Trastorno Obsesivo-Compulsivo: la prevalencia anual fluctúa entre el 1.5% y el 2.1%. La prevalencia global es de aproximadamente el 2.5%.

Trastorno de Pánicoen estudios de población general, la prevalencia anual oscila entre el 1 y el 2%. La prevalencia global se sitúa entre el 1.5% y 3.5%

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Buscar ayuda

Cómo se desarrollan las consultas psicológicas

Una vez que la persona se decide a buscar ayuda, y elige al equipo o especialista adecuado, el primer paso para ser asistido consiste en solicitar una primera visita. En algunos casos, si no se tienen referencias sobre el profesional y sus procedimientos de trabajo, o bien se tienen dudas sobre la indicación de un tratamiento u otras cuestiones de interés, es conveniente solicitar previamente información por teléfono, e incluso personalmente, que ayude a tomar la decisión de iniciar, o no, el proceso de consultas y tratamiento.

La primera entrevista, tras establecerse el contacto personal entre el paciente y el especialista, tiene normalmente dos partes: una primera, donde se inicia el proceso de exploración con el objetivo de alcanzar una impresión diagnóstico inicial y conocer mínimamente al paciente y su circunstancia; y una segunda, donde el especialista hace una primera valoración del caso: hipótesis diagnóstica, diagnóstico diferencial, exploraciones complementarias, confección del expediente clínico, indicaciones terapéuticas, objetivos tiempos, etc.

Es posible que el proceso de exploración se prolongue, según los casos, dos o tres entrevistas más, a partir de las cuales el especialista efectúa, en firme, la valoración diagnóstica y la propuestas de tratamiento, que determinan la elección de los procedimientos a seguir, periodicidad de las visitas, duración del tratamiento, resultados esperables, etc.

Posteriormente se aplica y desarrolla el tratamiento establecido, abierto a revisión en función de la evolución, nuevos datos, incidencias, etc. Los tratamientos no terminan cuando se consigue la mejora, si no cuando dicha mejora se estabiliza. Finalizado el tratamiento es aconsejable hacer dos o tres visitas de seguimiento convenientemente distanciadas en el tiempo.

La intervención terapéutica conjuga, normalmente, tratamientos específicos, en función del diagnóstico principal, con otros de carácter más general en función de las características personales y circunstancias del paciente.

Comúnmente, las primeras intervenciones van encaminadas a reducir los síntomas de ansiedad y la incapacitación que producen. Posteriormente se estudian y tratan los factores que originan y/o mantienen la ansiedad y otras alteraciones o dificultades que puedan acompañarla.

Habitualmente, los tratamientos incluyen aspectos relacionados con la recuperación de la salud, si se ha perdido, aspectos relacionados con la prevención, y aspectos relacionados con el desarrollo personal del paciente que de un modo u otro tienen que ver con lo que le pasa.

Normalmente, al inicio del tratamiento, se acude a consulta una vez por semana. Cuando el tratamiento está mínimamente encauzado, se espacian las visitas, efectuándose habitualmente a razón de una visita cada 15 días. Si el tratamiento es exclusivamente farmacológico, el ritmo de las visitas es diferente: inicialmente cada tres o cuatro semanas, posteriormente cada dos o tres meses.

La duración total de los tratamientos es variable. Oscilan entre seis meses y un año, si bien en algunos casos pueden ser más largos. Se considera que al cabo de dos tres meses han de aparecer ya algunos primeros resultados, indicadores de la utilidad de los recursos que se están aplicando, y de la capacidad y disposición del paciente para beneficiarse de ellos.

Fuente: Clínica de la Ansiedad. Barcelona y Madrid. Psicólogos. Terapia cognitivo conductual.

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Interacciones contraproducentes

Ansiedad: Pretensión de control consciente sobre repertorios automáticos o automatizados

«Si ordeno, decía (el rey) corrientemente, a un general que se transforme en ave marina y el general no obedece, no será culpa del general. Será culpa mía» (Antoine de Saint-Exupéry, El Principito).

Es probable que la ansiedad altere la ejecución de repertorios de conducta, incluso algunos que normalmente salen solos sin que medie la conciencia en su producción, ya sea por tratarse de respuestas autónomas, o bien automatizadas tras un proceso de aprendizaje y entrenamiento.

La ansiedad puede comprometer o dificultar la escritura, sea manual o dactilográfica, la articulación y fluidez del habla, la atención y concentración, la respuesta sexual, la conciliación del sueño, y prácticamente cualquier acción.

El sujeto entonces pierde parte de la eficacia habitual y aumenta la desconfianza en sus recursos y posibilidades. Alertados por el incremento de errores, algunos pacientes deciden, entonces, someter a control directo y voluntario acciones o secuencias de acción que normalmente venían produciéndose automáticamente, sin esfuerzo consciente de realización, en el marco de programas de acción más generales. Así, es posible que la persona afectada trate de regular voluntariamente la respuesta de erección, regular el movimiento de los dedos al escribir a máquina ordenando cada movimiento al dictado de un plan teórico de actuación (como cuando aprendía a escribir), y comprobando la impresión correcta de cada carácter o palabra; forzar la concentración, de modo que en realidad se esté concentrando sobre el propio fenómeno de la concentración, en detrimento de lo que teóricamente quiere atenderse, forzar el sueño, actividad que en la práctica impide conciliarlo; operar sobre el idioma habitual prefigurando mentalmente cada fonema, palabra o frase y la consiguiente disposición del aparato fonador (de modo parecido a como se hace cuando se inicia el aprendizaje de idioma extranjero).

Estos procedimientos convierten la tarea en irresoluble, es decir, abocada al fracaso, con la consiguiente obstaculización del plan general donde se encuentra articulada. Como quiera que suela aplicarse más solución de la misma, se incurre en una circularidad que se autoalimenta indefinidamente.

Se pueden disponer voluntariamente, eso sí, algunas condiciones que posibiliten la ocurrencia de eventos como los referidos anteriormente, pero no provocarlos directamente. Así, por ejemplo, para facilitar la conciliación del sueño se puede procurar el aislamiento de estímulos auditivos o luminosos, regular la temperatura de la habitación, adoptar una posición cómoda de reposo, etc. pero no imponer el sueño.

El problema del control consciente sobre repertorios automatizados es un caso particular de otro más general consistente en querer tener presente en cada momento y en cada paso de la secuencia de acción el por qué de lo que se hace, cómo se está haciendo y cómo está resultando, cuestiones que, aunque fundamentan la acción, han de ser provisionalmente relegadas al olvido para poder ejecutarse correctamente. Aquí los efectos contraproducentes no se producen necesariamente por ser, aisladamente, actos contraproducentes, sino por las múltiples incompatibilidades que generan tanto desde el punto de vista de la lógica de desarrollo de la acción como de los planes sobre los que se opera.

Los errores, las dudas sobre la pérdida de la normalidad y la razón, la sensación de extrañeza, conducen al paciente a establecer este híper-control que le lleva a comportarse constantemente como instructor, guardián y juez de sí mismo en su vida y actos habituales. Simultáneamente a su producción.

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Fuente: Baeza Villarroel, J.C. (1994). ISBN: 84-490-0131-5. Ilustración: Francisco García. Clínica de la Ansiedad. Madrid y Barcelona