La anticipación es un proceso cognitivo, imaginario, que prevé las consecuencias de un posible discurrir de las cosas, sobre la base de la experiencia y otras fuentes de conocimiento. Va desde un proceso rápido, intuitivo, automático, hasta un proceso de predicción elaborado y deliberado.
La anticipación prefigura aspectos básicos de la acción y del sujeto en acción, calcula cómo puede ésta desarrollarse en un contexto y circunstancias determinadas y cómo se verían nuestros propósitos favorecidos u obstaculizados.
Se trata pues de un mecanismo básico de adaptación e incluso de supervivencia, sin olvidar el valor motivacional que la anticipación, como expectativa, tiene. En palabras de Bandura “los pensamientos anticipatorios que no exceden los límites de la realidad tienen un valor funcional porque motivan el desarrollo de competencias y de planes de acción”. La anticipación forma parte de la propia acción como factor regulador e inductor conductual y emocional.
El pensamiento tiene gran capacidad de auto-activación fisiológica de la emoción. La experiencia común nos dice que la imaginación de escenas repugnantes o asquerosas produce nauseas, las eróticas excitación seaxual, o la degustación imaginaria de un manjar salivación y secreción de jugos gástricos. En concreto, las anticipaciones referidas a la ocurrencia de amenazas, daño o perjuicio, generan ansiedad. Estos pensamientos pueden resultar, a veces, tan activadores como los propios acontecimientos reales.
La anticipación previsora, mecanismo universal y básicamente adaptativo, puede, no ya errar el cálculo, hecho normal en una función que es básicamente probabilística, y que puede, además, estar basada sobre datos o creencias falsas, si no también ser disfuncional.
El sesgo anticipatorio
Una de las características de las emociones es que influyen poderosamente en la memoria y otros procesos cognitivos, tanto más cuanto más intensas son. Las emociones no son solo una experiencia afectiva, disponen y motivan a determinadas acciones, activando fisiología y pensamiento en esa dirección. Los llamados sesgos cognitivos son un modo de procesar contenidos mentales de manera consonante con la emoción y su función.
Entre ellos se cuenta el sesgo anticipatorio, que básicamente consiste en ignorar los posibles desarrollos positivos de las cosas o la resolución favorable de los problemas que pudieran surgir, considerando exclusivamente aquello que cumple la doble condición de ser un problema de consecuencias gravísimas, por un lado, y no resolubles por otro.
La anticipación como mecanismo cognitivo tanto se refiere a la consideración, la visión anticipada, de desarrollos positivos de las cosas, como a la contemplación de desarrollos negativos.
Sin embargo, cuando la ansiedad o el miedo respecto de algunos acontecimientos son altos ¿Nos detenemos en la consideración de los posibles desarrollos positivos o en la disposición de los medios para alcanzarlos?. No. Si ha de ir bien… Por el contrario, sí nos detenemos y contemplamos ámpliamente los posibles desarrollos negativos. Y dentro de éstos ¿En cuáles?:
¿En lo que sea poco problema, solucionable? No, si es pequeño y ademas se arregla…
¿En lo que sea poco problema, no solucionable? No, si es pequeño, es asumible…
¿En lo que sea mucho problema, solucionable? No, si tiene solución….
Ya solo nos queda una opción a la que ir a parar:
Lo que sea mucho problema, no solucionable.
Ahí se centran todos nuestros supuestos, que aparecen además como una conclusión, como un destino. Pero, ¿son las premisas las que nos han llevado a esa conclusión? Ese destino ¿se deriva inexorablemente del análisis concienzudo y objetivo de los hechos y su curso? No. Es el resultado, amañado, de una trampa, que constituye la esencia del llamado sesgo anticipatorio, a saber, construimos la anticipación siguiendo una regla: no entrarán en la máquina de anticipar aquellos términos que no cumplan la doble condición de ser un problema de graves consecuencias, y no resoluble.
A propósito de este modo de proceder, nos decimos que hacemos listas de problemas para estar advertidos, para no vernos sorprendidos, para crear una contra-lista de soluciones que oponer al problema, pero lo cierto es que todo lo que pudiera ir bien, o ser resoluble, queda fuera de los contenidos de la anticipación. También pensamos que dicha anticipación nos ayudará a reducir la angustia ante lo incierto e impredecible, sin embargo la angustía se incrementa notablemente. La ansiedad es resultado, básicamente, de la interacción de dos variables:
Amenaza: la valoración de lo que acontece, cómo nos afecta o podría afectar, qué consecuencias tiene.
Recursos: la valoración de los recursos que tenemos para hacer frente o asumir dichos riesgos, qué confianza tenemos en ellos -incluidos nosotros mismos-, qué recursos o apoyos podemos poner a nuestro favor.
La ansiedad resultante depende de la magnitud y el signo de las variables señaladas: Si las consecuencias son muy negativas y generalizadas, por un lado, y los recursos mermados o bloqueados, por otro, la ansiedad tenderá a ser alta. Merced al sesgo interpretativo, hemos puesto la ecuación de la ansiedad en los términos mas desfavorables: amenaza alta (“mucho problema”), recursos bajos, fallidos o no considerados (“no solucionable”)
Ese mecanismo de filtrado, que excluye la consideración de supuestos favorables o resolubles, es un efecto de la emoción sobre el procesamiento cognitivo que se produce automática e insconscientemente cuando los temores se nos presentan como altos e inasumibles. En ese caso la estrategía operativa no pasa por trabajar fundamentalmente por lo que queremos que pase, si no por lo que queremos que no pase, lo que en última instancia remite a las estrategias primarias de evitación y búsqueda de seguridad.
¿Dónde están las trampas?
En considerar solo un tipo de desarrollos.
En decirnos que hacemos listas de problemas para tener una contra-listas de soluciones, cuando en realidad lo que hacemos es otra cosa: desentendernos de ellas.
En poner la ecuación de la ansiedad en los términos más desfavorables: ignorando o debilitando la variable recursos y magnificando la variable amenaza.
En tomar las anticipaciones como representativas de la realidad, y no una proyección del miedo que experimentamos.
Manejando el sesgo anticipatorio
Ser conscientes del sesgo para no jugar a su favor
Desactivar las trampas.
No elegir el momento de hacer las anticipaciones en función del estado emocional -es decir, coincidiendo con los momentos en que estamos emocionalmente peor-.
Trabajar fundamentalmente a favor de lo que se quiere que pase, no tanto de lo que se quiere que no pase (re-direccionamiento de objetivos).
Tolerar y convivir mejor con la incertidumbre.
__________
Fuente: Jose Carlos Baeza Villarroel. Doctor en Psicología. Clínica de la Ansiedad. 2020.