Ansiedad, el papel de la evolución

La finalidad de la ansiedad es proteger al organismo y sus intereses. Si nos encontramos ante una situación de peligro (fuego en el edificio, por ejemplo) tenemos que estar preparados para una acción inmediata, necesitamos que en nuestro cuerpo se produzcan una serie de cambios, encaminados a superar con éxito la situación (escapar de la llamas, sobrevivir).

Nuestro actual mecanismo de defensa es heredero del que como especie hemos ido desarrollando a lo largo de miles de años de evolución. Los peligros a los que estaban expuestos nuestros antepasados estaban ligados a la supervivencia y a funciones primarias de lucha y huida (luchar contra los animales, competir contra otros humanos, correr, pelear, esconderse…). Todas estas, son acciones que requieren una activación muscular alta. En la actualidad hay muchos peligros que no se resuelven atacando o luchando pero, sin embargo, seguimos conservando el componente de alta sobre-activación motora cuando interpretamos que una situación es peligrosa. Este mecanismo nos sirve ante situaciones que puedan representar un peligro para la supervivencia, menos frecuente en nuestros días, pero también nos sirve para afrontar otro tipo de “peligros” que ponen en riesgo algunas metas u objetivos importantes para nosotros (rendimiento académico y laboral, buena adaptación social, buen cuidado de la salud…etc). Si la activación no es demasiado elevada, la ansiedad cumple una razonable función adaptativa ante estas circunstancias ya que nos prepara, nos alerta y nos dispone a conseguir los objetivos antes nombrados. El problema se presenta cuando la activación es excesiva para tales circunstancias.

El encargado de coordinar dicha activación motora y todos los cambios físicos que supone es el Sistema Nervioso Autónomo (SNA), también conocido como Sistema Nerviosos Vegetativo. Conozcámoslo un poco mejor antes de detallar la respuesta de lucha-huida.

El SNA forma parte del sistema nervioso periférico. Es un sistema involuntario que se encarga de regular funciones tan importantes como la digestión, la circulación sanguínea, la respiración y el metabolismo. Entre sus acciones están: el control de la frecuencia cardíaca, la contracción y dilatación de vasos sanguíneos, la contracción y relajación del músculo liso en varios órganos, la acomodación visual, el tamaño pupilar y secreción de glándulas exocrinas y endocrinas.

El sistema nervioso autónomo se divide en dos subsistemas que tienen funciones diferentes:

  • El sistema nervioso simpático: se encarga de preparar al cuerpo para la acción y la producción de la energía que necesita. Para ello libera dos productos químicos (la adrenalina y la noradrenalina), que desencadenan una respuesta completa, es decir, se experimentan todos los síntomas que componen la respuesta de ansiedad (lucha y huida).
  • El sistema nervioso parasimpático: su acción produce efectos opuestos al sistema nervioso simpático. Propicia la desactivación, la recuperación y restauración del organismo. Favorece el almacenamiento y la conservación de la energía. Lo hace a través de la acetilcolina, un neurotransmisor.

Una vez conocido el Sistema Nervioso Autónomo volvamos a la descripción detallada de la Respuesta de lucha y huida. Decíamos que es un tipo de respuesta que nos prepara para hacer frente a los peligros, luego ¿qué pasa cuando nuestro cerebro (corteza cerebral, amígdala) interpreta que estamos ante una situación peligrosa?. Se comunica con el Sistema Nervioso Autónomo, que activa su rama simpática, propiciando una serie de cambios físicos para preparar al organismo para luchar o huir.

La ansiedad es una emoción caracterizada por el sentimiento de miedo, temor, aprensión, inseguridad, como consecuencia de que el individuo siente amenazados sus intereses, cuenta con medios insuficientes, tiene dificultades para emitir las conductas adecuadas, desconfía de sus capacidades, se muestra insatisfecho del éxito alcanzado, o tiene problemas para mantener dichos logros.

Si recordamos una vez más la definición de ansiedad –alerta del organismo ante situaciones consideradas amenazantes- se nos plantea la cuestión de cómo el organismo considera una situación como amenazante, es decir, cómo procesa la información a partir de la cual se ha de generar o no el estado de alerta y las respuestas que correspondan al caso.

Dicho procesamiento se produce en tres etapas (Beck y Clark,1997):

  • 1ª etapa: Evaluación inicial de la amenaza. Se da un reconocimiento automático e instantáneo de los estímulos y se les clasifica como amenazantes o no.
  • 2ª etapa: Activación primitiva frente a la amenaza. Tras la evidencia inicial de peligro se ponen en marcha las respuestas cognitivas, emocionales, fisiológicas y conductuales características de la ansiedad.
  • 3ª etapa: Pensamiento reflexivo. Evaluar la exactitud de su valoración inicial de amenaza, y la disponibilidad y la eficacia de sus recursos para afrontarla.

Así pues, a nivel del sistema nervioso autónomo, el organismo se prepara para acciones motoras, con las implicaciones fisiológicas correspondientes, sean o no necesarias para el afrontamiento del tipo de problema que tenemos. Cuando no son necesarias, o incluso restan recursos a las funciones, producen desconcierto en la persona que las experimenta, pues no ve relación o analogía entre lo que pasa en el cuerpo y los problemas que tiene. Esta disonancia cognoscitiva, es fuente de diversas interpretaciones y suposiciones: estaré desarrollando una enfermedad grave, el organismo me boicotea, no tengo en control sobre mí mismo ni sobre el entorno.

Realizar una terapia psicológica te ayudará a superar tu problema de ansiedad de una manera más rápida y eficaz.

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Fuente: Clínica de la Ansiedad. Especialistas en el tratamiento de la ansiedad.[:]