Tanto la sudoración como el sonrojo son dos reacciones fisiológicas controladas por la rama simpática de nuestro sistema nervioso autónomo, es decir, aquél que funciona sin la necesidad de que lo dirijamos. La sudoración sirve para refrigerar el cuerpo en caso de que éste eleve su temperatura por encima de lo normal. En cambio el sonrojo es una señal a nivel facial de que este calentamiento se está produciendo. Tanto la sudoración como el sonrojo son completamente normales, y se desencadenan en situaciones que activan nuestro sistema de alerta o ante aumentos ambientales de la temperatura. No obstante, hay ocasiones, en que estas manifestaciones son más acusadas o la reacción ante ellas es excesiva. Estos casos pueden representar un serio problema para quien los padece. De ello nos vamos a ocupar a continuación.
En primer lugar nos vamos a referir a la sudoración excesiva primaria (hiperhidrosis primaria). Es un problema fundamentalmente físico, relacionado con la hiperactividad patológica de las fibras simpáticas y un aumento de la respuesta de sudoración. Se trata de una forma de sudar excesiva (p. ej. los niños que la padecen mojan las hojas de sus cuadernos, en adultos cuesta usar chanclas porque se resbalan los pies, la conducción se ve dificultada, a las mujeres no les es posible usar maquillaje). Como es un signo claramente visible y que en nuestra sociedad tiene ciertas connotaciones negativas, puede llevar a la persona a limitar sus relaciones sociales y el tipo de trabajos que realiza. Si es suficientemente intensa puede llegar a provocar un trastorno de ansiedad conocido como fobia social.
Para la hiperhidrosis primaria existen tratamientos paliativos que sólo logran resultados a corto plazo. Serían:
- Antiperspirantes
- Medicamentos anticolinérgicos, psicotrópicos o betabloqueantes: disminuyen la sudoración, pero su ingesta durante largo tiempo está contraindicada.
- Cremas bacterianas tópicas
- Iontoforesis: aplicación de corriente galvánica en la región de la piel sudada. Puede provocar lesiones dérmicas, vesículas, eritemas y alteración de la sensibilidad.
- Tratamientos psicológico: puede ayudar temporalmente o disminuir el sufrimiento psicológico cuando se ha desarrollado una fobia social o alguno de sus síntomas. Pero no elimina el problema principal.
- Inyecciones de toxina botulínica: el tratamiento debe repetirse continuamente, dando problemas como cansancio, irritación alérgica y hematoma.
El tratamiento definitivo para la hiperhidrosis primaria es una operación quirúrgica llamada simpatectomía torácica endoscópica (E.T.S.). Consiste en colocar un clip en el nervio simpático o en cortarlo. De esta manera desaparece la sudoración y se curan totalmente todas las hiperhidrosis primarias, excepto la hiperhidrosis plantar para la que sólo hay una mejora. No obstante, esta operación puede tener (no siempre) una serie de efectos secundarios que es importante señalar:
- Sudoración compensatoria: grandes cantidades de sudor en espalda, abdomen, pies o cualquier otra zona corporal, acompañado por una sensación de estar hirviendo. Aparece en un 50 % de los casos.
- Peligro al hacer deportes o ejercicio excesivo: al no poder refrigerarse (sudando) el cuerpo corre el peligro de sobrecalentarse y producirse colapso cardíaco o desvanecimientos.
- Sudoración gustativa
- Hipotermias: ocurre cuando se dan contrastes de temperatura.
- Pinchazos dolorosos en el corazón, en el cuello y en los costados.
- Cansancio después de realizar actividades: tras la operación algunos pacientes notan un aumento de las horas de sueño debido a que éste se requiere para disminuir la temperatura corporal (función que antes hacía ayudado por la sudoración).
- Delgadez: por debajo de la constitución normal.
- Neuralgia intercostal: falta de fuerza en la zona pectoral y debilidad generalizada.
- Hiperestesia: adormecimiento y sensación exagerada de dolor al roce, así como falta de fuerza.
- Dolor en las “paletillas”
- Rigidez en hombro, cuello, y lumbares.
- Neumotórax (flujo de aire en los pulmones): debido a un daño en la superficie del pulmón durante la operación.
- Hemorragia interna
- Caída del párpado (síndrome de Horner): por un error el cirujano daña los nervios ganglio T1. Produce caída del párpado, constricción de la pupila y agrandamiento del glóbulo ocular.
- Problemas en la piel: al no sudar se da escamación y sequedad de la piel, incluso puede aparecer dermatitis en el cuero cabelludo o en la cejas.
El sonrojo excesivo primario suele centrarse en el rostro y se debe a una inapropiada vasocompresión de los vasos sanguíneos faciales. Igual que la hiperhidrosis primaria produce limitaciones en las relaciones sociales o en la elección de trabajos, pudiendo derivar en una fobia social. El principal tratamiento paliativo son los fármacos psicotrópicos (p. ej. los betabloqueantes) que sólo producen efectos parciales y puntuales. También existe el mismo tratamiento quirúrgico que para la hiperhidrosis primaria, ya que en ambos está implicado el mismo sistema. Los efectos secundarios, por tanto son los mismos.
El segundo caso en que se dan estos dos síntomas es en la fobia social. En este trastorno se experimenta un aumento de la ansiedad ante situaciones sociales con personas extrañas o donde es posible ser evaluado. Se teme actuar de un modo humillante o embarazoso. Al desencadenarse el sistema de alerta (la ansiedad) se producen una serie de síntomas físicos como el temblor, las palpitaciones, la sudoración excesiva y el rubor facial (sonrojo). En este trastorno, como se puede apreciar, estos dos síntomas son sólo parte del problema Si bien es cierto que un cierto número de pacientes con fobia social, tienen como principales síntomas el rubor y la sudoración, estos no llegan a los extremos del trastorno médico. Aunque a estos pacientes les pueda parecer lo más preocupante, el verdadero problema es su preocupación. Y es que en la fobia social con predominancia de estos síntomas, los factores que tienen más importancia son la atención excesiva a las sensaciones internas (como ocurre con la hipocondría o con el pánico), las atribuciones que se hacen de éstas y el intento, inútil, de controlarlas.
Como son signos claramente visibles por los demás, la persona se observa a sí misma como si fuera un observador externo. Pero, por supuesto, tiene más información sobre sus reacciones de la que podría tener cualquier otro observador ajeno. Así no es extraño que estas personas aprecien más sudoración y sonrojo, y de más intensidad, que lo que observadores externos puedan percibir.
Además, el centrarse en sus propias reacciones hace que estén menos atentos a las situaciones sociales en que están interactuando. Esto, claramente empeora su rendimiento y tiende a mantener las atribuciones que hacen sobre su propia incapacidad y debilidad. Estás atribuciones o interpretaciones consisten en ver esos síntomas y la mala actuación frente a la gente (p. ej. no enterarse del tema de conversación, hablar muy bajo, “atrancarse”…) como un señal clara y inequívoca de falta de valía personal, de debilidad, y una comprobación de su sentimiento de inferioridad. Detrás de estas atribuciones suele haber una autoestima resentida, una gran susceptibilidad al rechazo y una dificultad para autoafirmarse.
Otro aspecto típico de la fobia social es un tipo de afrontamiento de los problemas, llamado inhibición conductual. Cosiste en no realizar ninguna conducta (pasividad) pese a estar padeciendo una gran ansiedad reflejada en los distintos síntomas físicos. Este tipo de comportamiento tiene un claro componente genético, pero también implica aspectos aprendidos a lo largo de la vida de la persona. Contrariamente, la expresión espontánea de emociones se relaciona con una menor proporción de síntomas fisiológicos. Este comportamiento, más saludable, suele formar parte de programas de entrenamiento en habilidades sociales y emocionales, que resultan bastante beneficiosos para personas que padecen fobia social.
Los tratamientos para la fobia social, y más en concreto para la fobia social donde la principal preocupación son el sonrojo y la sudoración, son farmacológicos y psicológicos.
De los tratamientos farmacológicos, los más efectivos y utilizados son los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina. También se usan benzodiacepinas de gran potencia y los betabloqueantes adrenérgicos que son especialmente útiles para afrontar situaciones sociales específicas (no actúan sobre el sistema nervioso central, sino sobre los síntomas periféricos) aunque su toma durante largos períodos de tiempo no es aconsejable. El alcohol (usado a menudo por las personas con fobia social para afrontar las situaciones), no mejora el rendimiento –al contrario- sino que elimina momentáneamente estos sentimientos y atribuciones, facilitando cierta desinhibición. El tratamiento farmacológico es por sí solo insuficiente, por lo que se aconseja su utilización en combinación con los tratamientos psicológicos.
Respecto a los tratamientos psicológicos, aquellos que han demostrado su eficacia para la fobia social, y, en especial, para la fobia social cuyo principal temor es la sudoración excesiva y el sonrojo son:
- la terapia racional emotiva: que trabaja con los pensamientos y las atribuciones mediante el diálogo socrático y la realización de experimentos conductuales para rebatir las creencias erróneas. Los síntomas físicos se acrecientan en gran medida por la forma en que los interpretamos, por lo que al actuar eficazmente sobre los pensamientos, suelen disminuir
- Exposición a las situaciones temidas: enfocando la atención en la situación y en los individuos implicados, para que así haya una mejora en la actuación, un aumento de la autoestima y una comprobación de las características reales de estas situaciones y de las personas implicadas. Es menos efectiva si en el momento de exponerse a estas situaciones no aparecen los síntomas temidos, por eso se suele usar acompañada de técnicas cognitivas
- Intención paradójica: sirve para romper la angustiante relación que se mantiene con los síntomas fisiológicos y las correspondientes atribuciones de amenaza y angustia.
En conclusión la sudoración y el sonrojo son dos reacciones normales de nuestro sistema de alerta. Sin embargo a veces las interpretamos de manera amenazante, generando más angustia, dándose entonces la fobia social. Otras ocasiones la sudoración y el sonrojo son objetivamente excesivos, ocasionando problemas prácticos y sociales. Entonces se trata de un trastorno primario que de manera secundaria puede derivar en una fobia social. En el primer caso el principal problema es la interpretación de unos síntomas normales (aunque puede que sean elevados, están dentro de los márgenes normales) y la ansiedad y problemas que producen, en el segundo el foco principal es el síntoma físico. Aunque aquí hemos hecho una clara distinción, en ciertos casos la diferencia no es tan visible. Aquí sería aconsejable realizar pruebas médicas y luego consultar a un psicólogo, para así tener diferentes puntos de vista. En todo caso, si los síntomas son excesivamente molestos para la persona y no mejoran por los tratamientos psicológicos, toca a la propia persona decidir si se somete a otros tipos de tratamientos con los pros y contras que enunciábamos más arriba.
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Fuente: Miguel Luna. Clínica de la Ansiedad, 2002.
Para saber más
Asociación Española del Sudor Excesivo e Hiperidrosis (AESEH), (2016) Página web con diversas informaciones, experiencias, links de interés, foro y chat.
Cervera,S.; Roca,M.; Bobes,J. (1998). Fobia Social. Barcelona. Editorial Masson.
Echeburúa, E. (1995). Evaluación y tratamiento de la fobia social. Barcelona: Martínez Roca.
Mersch, P.P.; Hildebrand, M; Levy, E.H.; Wesswl, I. (1992). Somatic symptoms in social phobia: a treatment based on rational emotive therapy and paradoxical interventions Journal of Behavior Therapy and Experimental Psychiatry, 23: 199-211.
Scholing, A.; Emmelkamp, P.M.G. (1993). Cognitive-behavioural treatment of fear of blushing, trembling or sweating. Behavior Research and Therapy, 23: 155-170.
Wells, A.; Papageorgion, C. (1998). Social Phobia: effects of external attention on anxiety, negative beliefs and perspective taking Behavior Therapy, vol. 29 nº3: 357-370.