Desasosiego, desespero, angustia, desazón por la vida, como se le quiera llamar. Es lo mismo, lo de siempre, lo constante, lo único seguro, arraigado en alma, intangible pero tremendamente sentido desde adentro del ser interior. Trato de darle forma, de tener una representación mental de lo que no se qué es y me acompaña desde que tengo razón, desde que soy consciente de mi existencia. Es una sombra a veces blanca, a veces gris, y otras veces como hoy negra, lúgubre, nublada… provoca dolor, temblor profundamente íntimo e interno. Nada, nadie lo entenderá jamás, solo yo. En momentos como este , de incertidumbre, de vacío inmenso, de soledad acompañada, en momentos donde no hay nada adelante, aparece y se posa sobre mi de nuevo. Me abraza , camina junto a mi. Si corro, corre a mi lado; si me detengo, se aquieta junto a mi mirándome, si duermo se muestra en mis sueños en formas amorfas o en pesadillas extrañas, en lo más absurdo del pensamiento. Le dicen ansiedad, pero nadie imagina su significado. Tal vez algún día sienta dentro de mi lo que para muchos es tranquilidad, tal vez cuando me transporte a otra dimensión, tal vez cuando me cuando me convierta en polvo y mis partículas viajen al universo. O … tal vez nunca, si entendiera lo que nunca es.
Descartes sugiere que nuestra mente tiene algo casi divino, capaz de germinar semillas de pensamientos útiles incluso en terrenos áridos y descuidados. Tal vez, en tu lucha con la sombra, este concepto pueda servirte de faro.
Visualiza tu mente como un jardín. Aunque algunas zonas parezcan oscurecidas por grandes nubes, hay rincones donde la luz puede brotar de forma espontánea. En lugar de luchar contra la sombra, podríamos aprender a observarla, a entenderla como parte del paisaje natural de nuestro jardín mental. Cada vez que sientas su peso, imagina que estás regando esas otras partes del jardín que aún pueden florecer, cultivando pensamientos que pueden no ser grandiosos o revolucionarios, pero que son tuyos y verdaderos.
En estos momentos, podría ser útil llevar un diario de esos pensamientos útiles, pequeños brotes de luz que a menudo pasamos por alto. Anota esas pequeñas victorias, esos momentos breves de paz o de simple curiosidad, como cuando te preguntas por la forma de una nube o el vuelo de un pájaro. Estos son los frutos espontáneos de los que hablaba Descartes, signos de la capacidad divina de tu mente para superar la oscuridad.
Este ejercicio no busca eliminar la sombra, sino cambiar la forma en que interactúas con ella. Reconocer que, junto a esa sombra, hay también capacidad para la luz, puede darte un sentido de equilibrio y tal vez, con el tiempo, transformar la manera en que sientes su peso.
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