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Prevención de la Ansiedad

Ansiedad y solución de problemas: un procedimiento

La vida de todas las personas está llena de problema, pero nosotros somos solucionadores natos de problemas. Así que es posible hacer frente a estos problemas si les dedicamos el tiempo y el esfuerzo necesario. Sin embargo, a veces, nos encontramos con problemas que parecen no tener solución. Esto suele provocar que nos sintamos ansiosos, y por tanto que perdamos facultades para resolver con éxito el problema o que directamente evitemos enfrentarnos al problema. Con el procedimiento que presentamos a continuación, se pueden hallar soluciones para estos problemas, siempre que se enfrente uno con calma a ellos, se sigan bien las instrucciones y se dedique el suficiente tiempo y esfuerzo.

Aunque pueda parecer un esquema con demasiadas partes, esta comprobada su eficacia en buscar nuevas y útiles soluciones a problemas en apariencia sin salida.

  1. Definición y formulación del problema

Si definimos un problema, ya lo tenemos medio resuelto. Para esto se han de seguir los siguientes pasos:

  1. Recoge toda la información importante del problema respondiendo a las cinco preguntas de abajo. Si no hay suficiente información se ha de buscar.
  • ¿Qué ocurre?
  • ¿Quién esta implicado?
  • ¿Cuándo ocurre?
  • ¿Dónde tiene lugar?
  • ¿Qué haces tú cuando se da una situación esta?
  1. Ahora aclara la naturaleza del problema. Para esto:
  1. Intenta cambiar los conceptos más generales por otros más claros.
  2. Organiza la información que has recogido en la pregunta anterior con los nuevos conceptos más claros.
  1. Escribe una meta realista para tu problema, es decir, que se pueda conseguir si se le dedica suficiente tiempo y esfuerzo.
  2. Ahora evalúa los costes y beneficios de solucionar y no solucionar el problema. Considera no sólo los costes y beneficios para ti, sino también para otras personas implicadas o relacionadas con el problema.

SOLUCION

Costes

Beneficios

NO SOLUCION

Costes

Beneficios

  1. Generación de soluciones alternativas

Ahora se trata de que pienses formas de resolver tu problema. Olvídate de cómo intentaste solucionar anteriormente el problema, porque seguramente no te funcionó. Estas tres reglas te servirán para hallar buenas soluciones:

  1. Escribe el mayor número posible de soluciones
  2. No pienses si son mejores o peores soluciones, por descabelladas que sean
  3. Intenta que las soluciones sean lo más variadas posible

SOLUCION 1:

SOLUCION 2:

SOLUCION 3:

SOLUCION 4:

SOLUCION 5:

SOLUCION 6:

(Si se te ocurren más soluciones apúntalas atrás o en otra hoja)

  1. Toma de decisiones

Ahora es el momento de ver que soluciones son las mejores. Para cada solución diferente se evalúan los mismos aspectos puntuándolos del 0 al 10. Al final para cada situación se suman las puntuaciones de cada aspecto y se comparan la puntuación total con la de las demás. La solución que más puntos obtenga será la que se pondrá en práctica. A veces la mejor solución es una combinación de varias de ellas.

SOLUCION 1

Resolución del problema:

Bienestar emocional a corto plazo (en unas semanas):

Bienestar emocional a largo plazo (meses después):

Tiempo necesario (más puntuación cuanto menos tiempo necesite):

Esfuerzo necesario (más puntuación cuanto menos esfuerzo necesite):

Bienestar de otras personas relacionadas o implicadas en el problema, a corto plazo
(las próximas semanas):

Bienestar de otras personas relacionadas o implicadas en el problema, a largo plazo
(meses después):

SOLUCION 2

Resolución del problema:

Bienestar emocional a corto plazo (en unas semanas):

Bienestar emocional a largo plazo (meses después):

Tiempo necesario (más puntuación cuanto menos tiempo necesite):

Esfuerzo necesario (más puntuación cuanto menos esfuerzo necesite):

Bienestar de otras personas relacionadas o implicadas en el problema, a corto plazo
(las próximas semanas):

Bienestar de otras personas relacionadas o implicadas en el problema, a largo plazo
(meses después):

SOLUCION 3

Resolución del problema:

Bienestar emocional a corto plazo (en unas semanas):

Bienestar emocional a largo plazo (meses después):

Tiempo necesario (más puntuación cuanto menos tiempo necesite):

Esfuerzo necesario (más puntuación cuanto menos esfuerzo necesite):

Bienestar de otras personas relacionadas o implicadas en el problema, a corto plazo
(las próximas semanas):

Bienestar de otras personas relacionadas o implicadas en el problema, a largo plazo
(meses después):

SOLUCION 4

Resolución del problema:

Bienestar emocional a corto plazo (en unas semanas):

Bienestar emocional a largo plazo (meses después):

Tiempo necesario (más puntuación cuanto menos tiempo necesite):

Esfuerzo necesario (más puntuación cuanto menos esfuerzo necesite):

Bienestar de otras personas relacionadas o implicadas en el problema, a corto plazo
(las próximas semanas):

Bienestar de otras personas relacionadas o implicadas en el problema, a largo plazo
(meses después):

SOLUCION 5

Resolución del problema:

Bienestar emocional a corto plazo (en unas semanas):

Bienestar emocional a largo plazo (meses después):

Tiempo necesario (más puntuación cuanto menos tiempo necesite):

Esfuerzo necesario (más puntuación cuanto menos esfuerzo necesite):

Bienestar de otras personas relacionadas o implicadas en el problema, a corto plazo
(las próximas semanas):

Bienestar de otras personas relacionadas o implicadas en el problema, a largo plazo
(meses después):

SOLUCION 6

Resolución del problema:

Bienestar emocional a corto plazo (en unas semanas):

Bienestar emocional a largo plazo (meses después):

Tiempo necesario (más puntuación cuanto menos tiempo necesite):

Esfuerzo necesario (más puntuación cuanto menos esfuerzo necesite):

Bienestar de otras personas relacionadas o implicadas en el problema, a corto plazo
(las próximas semanas):

Bienestar de otras personas relacionadas o implicadas en el problema, a largo plazo
(meses después):

En caso de que hayas pensado más soluciones haz una fotocopia de alguna de estas hojas de evaluación de las soluciones. También puedes puntuar en una hoja en blanco mirando los aspectos que se tienen que evaluar en cada solución.

  1. Puesta en práctica y verificación de la solución

Una vez elegida la solución al problema hay que ponerla en práctica y ver si es efectivamente la más adecuada. Primero será mejor imaginarse a uno mismo poniéndola en práctica, así veremos que problemas puede haber y la mejor forma de ponerla en práctica. Luego ya se puede realizar en la vida real.
Después de poner la solución en práctica, responde a las siguientes preguntas:

¿Qué resultado has obtenido?

Compara el resultado con la meta que te pusiste al principio del esquema, ¿has logrado lo que pretendías?

Si la respuesta a la anterior pregunta es negativa repasa todas las etapas del esquema y responde: ¿ha fallado la solución por dificultades en el proceso de solución de problemas? ¿qué dificultades?

¿ha fallado por dificultades en la puesta en práctica? ¿qué dificultades?

Si sigues sin encontrar la causa de que tu solución no funcione vuelve a comenzar el proceso. En caso de que aún así no vislumbres la solución consulta con tu terapeuta. En caso de que la solución haya sido satisfactoria prémiate, porque te lo has merecido.

Para saber más

Labrador, F. J.; Cruzado, J. A. y Muñoz, M.(editores)(1996): Manual de técnicas de modificación y terapia de la conducta. Madrid: Pirámide. Capítulo 26.

Caballo, V. (1998): Manual de técnicas de terapia y modificación de conducta. Madrid: Siglo XXI. Capítulo 22

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Fuente: Texto, Miguel Luna. Ilustración, Raúl Ariño. Clínica de la Ansiedad.

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Prevención de la Ansiedad

Consumo de drogas y ansiedad

Numerosos trabajos ponen de manifiesto la importante relación existente entre el uso y el abuso de algunas sustancias y la presencia de problemas de salud mental. Sin embargo, es difícil establecer cuál es el papel específico que juega cada sustancia en el inicio, mantenimiento o empeoramiento del trastorno mental. Esto se debe a varios motivos: en primer lugar, la mayoría de las sustancias suelen consumirse en asociación a otras (por ejemplo, el alcohol y el tabaco, se habla entonces de policonsumo). En segundo lugar, se considera que el comienzo del trastorno mental podría preceder al uso de la sustancia, o simplemente coincidir en el tiempo, en muchas ocasiones. Finalmente, las diferentes patologías, y en especial los problemas de ansiedad y estado de ánimo, suelen ir asociados a otros trastornos (comorbilidad), por lo que es complicado establecer la relación directa entre la sustancia y cada problema en particular.

En este texto se hablará de sustancias como el alcohol y el tabaco, conocidas como drogas legales, y de otras ilegales, como el cannabis, la cocaína, las anfetaminas, las drogas de síntesis, los alucinógenos, los inhalantes y los opiáceos. Se señalará finalmente la relación entre ansiedad y el uso tan extendido en nuestra sociedad de barbitúricos, tranquilizantes e hipnóticos.

Si bien se tratará de forma específica la relación entre cada grupo de sustancias y la psicopatología, en general se puede considerar que esta asociación se puede establecer a dos niveles: el consumo de la sustancia como factor de riesgo de desarrollar un problema psicológico (causa) y como consecuencia de padecerlo (efecto). El consumo regular y prolongado de una sustancia puede conducir a la aparición de diversas patologías. Es el caso de los cuadros psicóticos inducidos por el consumo de cannabis o cocaína, por ejemplo. Por otro lado, el consumo de la mayoría de sustancias que aquí se describen se asocia a contextos lúdico-festivos. Las personas toman esa droga porque quieren divertirse, se sienten más eufóricos, más sociables y desinhibidos. Es posible que algunas personas no sean capaces de disfrutar e interaccionar a nivel social si no consumen alguna sustancia (por ejemplo, el alcohol), o tengan dificultades para afrontar sus problemas cotidianos o exigencias diarias si no es gracias a alguna de ellas (por ejemplo, los tranquilizantes o, en otros casos, la cocaína). En estas situaciones diremos que el consumo de sustancias es un efecto o consecuencia de problemas previos.

Uso, abuso y dependencia de substancias

Se habla de uso de una sustancia cuando su consumo es ocasional y no interfiere en ningún ámbito de la vida de una persona (social, laboral, familiar, etc.). Según la Asociación Psiquiátrica Americana (DSM-IV), se habla de abuso cuando el consumo de una o más sustancias conlleva un deterioro o malestar clínicamente significativos y se observan uno o más de los siguientes síntomas durante un período de 12 meses:

  1. Consumo repetido de la/s sustancia/s, que implica el incumplimiento de obligaciones en el trabajo, la escuela o en casa.
  2. Consumo repetido de la sustancia en situaciones en que es peligroso hacerlo (por ejemplo, conduciendo un vehículo).
  3. Problemas legales relacionados con la sustancia.
  4. Consumo continuado de la sustancia a pesar de los problemas sociales o interpersonales que éste ha causado o exacerbado.

La dependencia se produce como consecuencia de repetidos abusos. Según la APA, el consumo de la/s sustancia/s implica un deterioro o malestar clínicamente significativos y se deben dar uno o más de los siguientes ítems durante un período de 12 meses:

  1. Necesidad de consumir cada vez una cantidad mayor de la sustancia para conseguir los mismos efectos que antes (tolerancia) o bien el efecto de la misma cantidad de sustancia disminuye claramente tras su consumo continuado (habituación).
  2. Abstinencia: la supresión o cese de la toma de la sustancia provoca malestar y una serie de síntomas (específicos en cada droga). En muchos casos, se consume la misma sustancia o una similar para aliviar o evitar dichos síntomas.
  3. La sustancia se toma en mayor cantidad o por un período más largo de lo que inicialmente se pretendía.
  4. Deseo persistente o esfuerzos infructuosos de controlar o dejar de consumir esa sustancia.
  5. Se emplea mucho tiempo en actividades relacionadas con la obtención y/o el consumo de la sustancia o en la recuperación de sus efectos.
  6. Reducción de actividades sociales, laborales o recreativas a pesar de tener conciencia de problemas físicos o psicológicos causados o exacerbados por el consumo de la sustancia.

Tabaco

Cerca del 30% de la población española de 16 o más años es fumadora. En general, fuman más los hombres que las mujeres, si bien entre los más jóvenes esta relación se invierte. Aunque la tendencia general sugiere que el consumo de tabaco está disminuyendo de forma lenta en la población general, se observa un preocupante aumento del número de fumadores en el colectivo de menor edad.

La nicotina es la principal sustancia psicoactiva del tabaco. Esta sustancia tiene un efecto muy importante sobre el sistema nervioso central (SNC) y periférico. Se absorbe rápidamente y llega en pocos segundos al cerebro atravesando la barrera hematoencefálica con facilidad.

Su poder adictivo es muy importante, especialmente debido a estos factores: produce múltiples efectos placenteros (mejora la concentración, el estado de ánimo, disminuye la agresividad, el peso); el efecto de una inhalación de esta sustancia es muy rápido (la nicotina tarda menos de 10 segundos en llegar al cerebro); la ingestión de nicotina se produce muchas veces al día (depende del número de cigarrillos que se consuma) y se asocia a muchas situaciones.

Aunque el tabaco es una droga estimulante, la mayoría de los fumadores fuman para relajarse. De hecho, fumar un cigarrillo calma la ansiedad provocada por su falta en las situaciones asociadas al consumo.

Se considera que el tabaco es una herramienta psicológica que se suele utilizar para reducir el estrés o manejar mejor un estado de ánimo negativo, para afrontar una situación problemática, para controlar el peso, etc. Por otro lado, se trata de una sustancia comúnmente aceptada por la sociedad, potenciada desde los medios de comunicación y con una percepción de riesgo o peligrosidad por parte de la población prácticamente nula.

Se puede hablar de dependencia y de abstinencia de nicotina. Estos síntomas aparecen al cabo de unas pocas horas (2-12 horas) y pueden extenderse un promedio de cuatro semanas o más tiempo. La interrupción o reducción de la cantidad de nicotina puede provocar disforia o estado de ánimo deprimido, insomnio, irritabilidad, frustración o ira, ansiedad, dificultad de concentración, nerviosismo o aumento del apetito y/o el peso, entre otros.

Las consecuencias del consumo continuado de tabaco en la salud lo convierten en uno de los principales problemas de salud pública. Fumar constituye un poderoso factor de riesgo de padecer cáncer (de pulmón, boca, faringe, esófago, etc.), enfermedades cardiovasculares (cardiopatías, enfermedades cerebrovasculares) y respiratorias (bronquitis crónica), así como úlceras, daños en el feto, etc.

El consumo de tabaco se ha visto asociado a diferentes problemas psicológicos: trastornos del estado de ánimo, esquizofrenia, alcoholismo, trastornos de ansiedad y trastorno de déficit de atención con hiperactividad.

De las anteriores relaciones, una de las más estudiadas es la asociación entre tabaco y depresión. El estado de ánimo deprimido es uno de los síntomas más frecuentes del síndrome de abstinencia asociado a esta sustancia. Diversos estudios señalan que algunos fumadores pueden desarrollar una depresión durante la abstinencia de la sustancia si tienen una historia previa de este trastorno. Se considera que la nicotina tiene una función antidepresiva. A nivel biológico, se ha propuesto que la nicotina aliviaría alguno de los síntomas de la depresión porque actúa sobre los sistemas de recompensa del cerebro (sistema dopaminérgico).

Otros estudios han asociado el consumo de tabaco con mayores niveles de estrés y ansiedad. Se considera que muchas de estas personas no afrontan de forma efectiva sus problemas cotidianos, recurriendo al consumo de tabaco para aliviar la ansiedad que éstos producen. De hecho, una de las situaciones relacionadas con la recaída del consumo de tabaco es el afrontamiento de situaciones conflictivas. Otros estudios han asociado el tabaco con una mayor incidencia de ataques de pánico.

Alcohol

El alcohol es sin duda la droga más consumida por la población, en todos los grupos de edad y en ambos sexos. Su uso aparece asociado a contextos lúdicos y festivos y forma parte de los hábitos alimentarios diarios de muchas personas. Según el Observatorio Español sobre Drogas, el 87% de los ciudadanos de 15 a 65 años ha consumido alcohol en alguna ocasión, mientras que el 4.7% lo hace de forma semanal y un 13% diariamente. Los estudios epidemiológicos revisados indican que el consumo de alcohol se ha estabilizado en la población española. Esto ha sido posible gracias a: un aumento del número de abstemios, la estabilización en la edad de inicio del consumo de alcohol y la reducción del porcentaje de bebedores ‘abusivos’ (bebedores de elevadas cantidades y consumo regular). En el colectivo de jóvenes también se observa un descenso de los bebedores habituales y un incremento de los escolares abstemios.
Sin embargo, el consumo de alcohol, especialmente entre los jóvenes, sigue siendo un tema de candente actualidad y de preocupación a nivel de salud pública, dado que su consumo se ha convertido en un componente esencial de las noches de fin de semana, constituye una de las principales causas de los accidentes de tráfico, y tiene consecuencias muy graves a nivel físico, psicológico y social si se utiliza de forma abusiva.

Pese a ello, existe una importante tolerancia social respecto al uso de esta sustancia. Se trata de una droga percibida como poco peligrosa y es frecuente la banalización de su consumo.

El alcohol es un depresor del sistema nervioso central, actúa bloqueando la parte del sistema nervioso responsable de controlar las inhibiciones. La sensación inicial tras su consumo es de euforia, alegría y desinhibición, calma la ansiedad y el dolor. Sin embargo, le sigue un estado de somnolencia con visión borrosa, incoordinación muscular, lentitud de reflejos, vértigo y visión doble, pérdida de equilibrio y lenguaje farfullante.

Efectos del consumo de alcohol

Efectos agudos

  • Físicos: El consumo excesivo de alcohol produce acidez de estómago, vómitos, diarrea, descenso de la temperatura corporal, sed, dolor de cabeza, deshidratación… Si las dosis ingeridas han sido muy elevadas hablamos de una intoxicación etílica aguda (borrachera), que puede implicar depresión respiratoria, coma (coma etílico) y ocasionalmente la muerte.
  • Psicológicos y conductuales: bajo los efectos del alcohol, muchas personas desarrollan una falsa sensación de seguridad en sí mismo. Esta sensación de seguridad, unida a una percepción irreal del riesgo y alteraciones en la coordinación, la visión y el tiempo de reacción se han visto asociadas a la realización de conductas temerarias o de riesgo. El consumo excesivo de alcohol, como se ha indicado anteriormente, se ha relacionado con accidentes de tráfico. También se vincula un consumo elevado de esta sustancia con la realización de conductas sexuales de riesgo, aumento de la agresividad física y, por tanto, de los conflictos interpersonales.

Efectos crónicos

  • Físico: El consumo regular de dosis elevadas de alcohol tiene efectos perjudiciales en múltiples sistemas del organismo. Uno de los órganos más afectado es el hígado, encargado de la metabolización del etanol, principal componente activo del alcohol. Se han descrito alteraciones neurológicas (epilepsia, atrofia cerebral, síndrome de Wernicke-Korsakoff, entre otros), gastrointestinales (cáncer de boca-faringe, de esófago, de estómago, de colon y de hígado, cirrosis, pancreatitis, hepatitis, etc.), cardiovasculares (arritmias, hipertensión, miocarditis), respiratorias (apneas, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, neumonía, tuberculosis, etc.), endocrinas y metabólicas (diabetes, por ejemplo), así como complicaciones en el sistema reproductivo, musculo esquelético, en la sangre y durante el embarazo y el parto.
  • Psicológicos: Se ha descrito tolerancia y dependencia del alcohol. El cese brusco de su consumo prolongado provoca un síndrome de abstinencia que puede cursar con inquietud, nerviosismo y gran ansiedad, calambres musculares, temblores, náuseas, vómitos, irritabilidad, insomnio e incluso crisis epilépticas. El síndrome de abstinencia puede acompañarse del denominado «delirium tremens», que se caracteriza por un estado confusional y aparición de delirios y alucinaciones.
  • Sociales: el abuso o dependencia del alcohol puede comportar problemas a nivel familiar (pérdida de responsabilidad, malos tratos), en las relaciones interpersonales (agresividad, beligerancia) y a nivel laboral (absentismo, inestabilidad). El consumo de alcohol juega un importante papel en la violencia familiar, en los accidentes de tráfico y en los delitos contra la propiedad, alteraciones del orden, etc.

Consumo de alcohol y salud mental

El alcoholismo se asocia a otras patologías, como trastornos afectivos (depresión, manía), trastornos de ansiedad, trastornos de la personalidad (especialmente personalidad antisocial) y esquizofrenia, y al abuso o dependencia de otras sustancias (principalmente cocaína, opiáceos y benzodiacepinas). La asociación o comorbilidad con otros problemas psicológicos empeora el pronóstico del alcoholismo: puede presentar más recaídas, más complicaciones psicosociales y un mayor riesgo de suicidio.

Consumo de alcohol y problemas psicológicos

En general, se considera que la intoxicación o la abstinencia de alcohol podría conducir a la presencia de determinados síntomas o trastornos psiquiátricos. Estos trastornos reciben el nombre de trastornos inducidos por el alcohol según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV, APA, 1995) y podrían ser los siguientes:

  • Delirium: durante la abstinencia aparece un síndrome confusional, alteraciones perceptivas (alucinaciones o ilusiones), interpretaciones delirantes, agitación psicomotriz y alteraciones emocionales.
  • Demencia persistente: cursa con deterioro de la memoria, alteraciones cognitivas (afasia, apraxia o agnosia), alteración de la ejecución y deterioro significativo de la actividad laboral y social.
  • Trastorno amnésico: puede ser transitorio, por intoxicación aguda, o también persistente. En ese caso se conoce como síndrome de Korsakoff.
  • Trastorno psicótico: se pueden dar alucinaciones, trastorno delirante (con delirios de tipo persecutorio o celotípico)
  • Trastorno del estado de ánimo: Se considera que los estados depresivos inducidos tras el consumo prolongado de alcohol pueden ser graves pero transitorios.
  • Trastornos de ansiedad: el consumo prolongado de alcohol podría inducir estos trastornos en personas con cierta vulnerabilidad, ante la presencia de acontecimientos estresantes o por episodios repetidos de abstinencia.

Problemas psicológicos que llevan al consumo de alcohol

Se considera que muchos de los problemas psicológicos que se asocian al alcoholismo son previos al inicio del consumo de alcohol. Los trastornos de ansiedad, de personalidad y la esquizofrenia podrían aparecer antes que los problemas de alcohol. Sin embargo, en muchos casos la depresión podría ser una consecuencia de los problemas de alcoholismo, ya que su inicio suele ser posterior al comienzo del problema y su sintomatología tiende a mejorar tras pocas semanas de abstinencia.

Al margen de la direccionalidad de la relación entre psicopatología y consumo de alcohol, se ha señalado que entre un 23 y un 70% de los pacientes con problemas de alcoholismo presentan también problemas de ansiedad. Por otro lado, del 20 al 45% de los pacientes con trastornos de ansiedad presentan elevados consumos de alcohol. Entre los trastornos de ansiedad que aparecen asociados con mayor frecuencia al alcoholismo se encuentran la agorafobia (con o sin trastorno de pánico), la ansiedad generalizada, la fobia social y las fobias específicas.

Los pacientes con problemas psiquiátricos podrían beber para reducir los síntomas de ansiedad o ‘evadirse’ de sus problemas y para mitigar un estado de ánimo deprimido. En el caso de las personas con fobia social, por ejemplo, el consumo de alcohol y la desinhibición consecuente puede facilitar su comportamiento en situaciones sociales. En el caso de personas con agorafobia o ataques de pánico, el consumo de alcohol puede calmar la ansiedad que experimentan en esas situaciones. Sin embargo, el uso continuado del alcohol puede agravar estados de ánimo negativos y aumentar precisamente esos síntomas de ansiedad que los pacientes pretendían mitigar con su consumo. Las personas que padecen depresión o tienen un bajo estado de ánimo, podrían beber para animarse y reducir la tristeza. Sin embargo, los efectos depresores de la droga actúan de tal forma que tras un período relativamente breve de euforia y alegría sobreviene la sintomatología depresiva de forma acentuada.

El café

El café es muy probablemente la bebida más consumida en los países desarrollados. Su consumo no aparece únicamente asociado a un contexto lúdico: forma parte de los hábitos alimentarios de la gran mayoría de las personas y constituye una buena inyección de energía por la mañana. De hecho, su principal componente, la cafeína, tiene propiedades estimulantes.

La cafeína se encuentra en el café, en el té, en la Coca-Cola, en muchas bebidas gaseosas y en productos derivados del chocolate. También es un ingrediente común en medicamentos que se recetan para contrarrestar la fatiga, tratar la migraña y otros tipos de cefalea. Por su capacidad para estimular la respiración también se recomienda su uso en el tratamiento de la apnea en los recién nacidos. Se trata de una sustancia que atraviesa la barrera hematoencefálica con mucha facilidad. Su efecto dura entre 2 y 6 horas. A dosis bajas o moderadas (por ejemplo entre la mitad de una taza y tres tazas de café instantáneo) proporciona energía, estado de alerta, motivación y concentración. Sin embargo, a dosis elevadas puede provocar inquietud, nerviosismo, excitación, insomnio, diarrea, taquicardia y sudoración, entre otros.

¿Por qué hablamos del café en un texto sobre ansiedad y consumo de sustancias?

En primer lugar, porque la cafeína, su principal componente, es una sustancia con propiedades estimulantes que se considera adictiva. Algunas personas que consumen grandes cantidades de café pueden desarrollar dependencia y presentan tolerancia y quizás abstinencia. No está claro qué cantidad de cafeína es necesaria para hablar de dependencia e incluso para determinar el grado en que su consumo puede provocar efectos perjudiciales. Algunos trabajos consideran que el consumo de café es elevado si es igual o superior a 4 tazas (300-400 mg de cafeína) diarias. En segundo lugar, el consumo elevado de cafeína se ha asociado a problemas de ansiedad y depresión. Por un lado, se considera que el uso prolongado y de cantidades elevadas de esta sustancia puede provocar alteraciones en el estado de ánimo, además de complicaciones físicas a diferentes niveles. Por otro, el consumo de café y de otras bebidas estimulantes está contraindicado en personas que padecen ansiedad, ya que podrían potenciar la aparición de los síntomas.

Efectos perjudiciales del café

Los datos acerca de los efectos perjudiciales o beneficiosos de la cafeína no son concluyentes e incluso en muchos casos resultan contradictorios. Aquí detallamos los más significativos.

El uso prolongado de más de 650 mg diarios de cafeína, equivalentes a ocho o nueve tazas de café al día, puede ocasionar úlceras gástricas, incremento en el nivel del colesterol y alteraciones del sueño. Este tipo de consumo también parece estar relacionado con disfunciones cardíacas (hipertensión arterial y arritmias) y con la aparición de ciertos tipos de cáncer asociados a los alquitranes del café. En consumidores crónicos se han descrito migrañas. También se ha asociado a una mayor prevalencia de artritis reumatoide, si bien los trabajos aparecidos hasta la fecha no son concluyentes.

Algunos estudios han demostrado que un alto nivel de consumo de cafeína por parte de mujeres embarazadas podría estar asociado a una incidencia por encima de lo normal de nacimientos prematuros, bajo peso al nacer y abortos espontáneos. Basado en datos disponibles, el FDA (Food and Drug Administration) recomienda a las mujeres embarazadas que eviten la cafeína durante el embarazo.

Por otro lado, algunos científicos relacionan el exceso de cafeína con la ansiedad, la hipersensibilidad al dolor y la hipoxia (una disminución de la protección frente a posibles decrecimientos de oxígeno de las células del sistema nervioso). Los autores consideran que este efecto podría producirse con consumos de seis o más tazas de café diarias.

Café y salud mental

Algunos trabajos sugieren que tras el cese brusco de consumo de café o de otras bebidas que contienen cafeína una persona puede experimentar un síndrome de abstinencia que puede durar incluso varios días. Los síntomas varían en severidad según la persona, pero generalmente incluyen dolor de cabeza, fatiga, somnolencia, apatía, irritabilidad y nerviosismo. Como se ha comentado, el consumo prolongado de esta sustancia puede provocar tolerancia y dependencia. A largo plazo se ha descrito que el consumo prolongado de dosis elevadas de cafeína puede generar ansiedad y/o depresión.

Por otro lado, se considera que esta sustancia podría agravar trastornos psicológicos presentes. Hay estudios que demuestran que la cafeína aumenta la ansiedad en algunos pacientes que padecen trastorno de pánico. Por otro lado, se considera que puede intensificar los síntomas del síndrome premenstrual, de otros trastornos de ansiedad o del humor e incluso de cuadros psicóticos ya presentes.

Cannabis

El cannabis, conocido también como marihuana (haciendo referencia a las hojas de la planta) o hachís (si se consume su resina) es, después del tabaco y el alcohol, la droga cuyo uso está más extendido en España y en la mayoría de los países occidentales. Así, según los últimos datos disponibles en el Observatorio Español sobre Drogas, casi uno de cada cinco españoles lo ha probado alguna vez. Las tasas de consumo experimental y regular de esta sustancia han ido incrementándose en los últimos años. Su consumo es especialmente elevado entre los más jóvenes, que se inician en él cada vez a edades más tempranas: el promedio se encuentra entre los 14 y 15 años. En un reciente estudio realizado con estudiantes de 14-18 años de Madrid se observó que el 30% habían consumido cannabis en los últimos 30 días.

Cada vez son más numerosos los estudios que consideran que el cannabis es una droga de “acceso” o “puerta de entrada” al consumo de otras drogas ‘más fuertes’, como las anfetaminas, los alucinógenos o la cocaína. Por otro lado, los estudios que examinan la percepción de riesgo o de peligrosidad asociada a esta droga señalan que la mayoría de las personas consideran al cannabis poco peligrosa, y por tanto, con bajos riesgos.

Efectos del cannabis sobre el organismo

La vía de administración más usual y extendida del cannabis es la fumada. Las sustancias psicoactivas del cannabis, los cannabinoides, son absorbidas por los bronquios, pasan a la sangre y atraviesan la barrera hematoencefálica (BHE) muy fácilmente debido a su gran liposolubilidad. Los cannabinoides actúan sobre diversos receptores del SNC. Sus efectos suelen durar de 1 a 4 horas después de su consumo.

Se puede considerar que el efecto de esta sustancia en las personas es principalmente depresor, si bien los efectos agudos más conocidos de esta droga son un estado de euforia y bienestar, aumento de la sociabilidad y desinhibición, aumento de la percepción sensorial, analgesia y relajación. Tras el consumo de un ‘porro’, una persona se siente más animada, relajada y desinhibida. Debido a estos efectos, su consumo se suele asociar a situaciones sociales. Por otro lado, sus propiedades relajantes lo relacionan con estados de ansiedad y de depresión.

Efectos agudos

  • Efectos conductuales y psicológicos: Además de las sensaciones de bienestar y relajación, se produce una alteración de la percepción sensorial, enlentecimiento de los procesos de pensamiento y dificultades de concentración y de memoria. Se origina confusión, las personas suelen tener lagunas y utilizar un lenguaje monótono. La percepción alterada de la velocidad, la distancia y el tamaño de los objetos, unida al enlentecimiento psicomotor que produce la droga, se ha relacionado con dificultades para el manejo de máquinas complejas, por lo que su consumo se asocia a un mayor riesgo de accidentes (de tráfico, laborales).
  • Efectos físicos: A parte de los efectos que produce sobre el SNC, el cannabis tiene efectos perjudiciales sobre el sistema respiratorio (broncodilatación), el sistema cardiovascular (taquicardia y a dosis elevadas bradicardia, sensaciones de vértigo y desmayos, debido a la disminución de la presión sanguínea), el aparato digestivo (puede producir diarrea), produce hipotermia, sequedad de boca, sed y aumenta el apetito.

Efectos crónicos

  • Físicos: problemas en el sistema respiratorio (bronquitis o asma, aumenta el riesgo de padecer cáncer de pulmón), sistema reproductor (disminución de la libido acompañada de alteraciones en la producción de testosterona, estrógenos y de esperma), efectos sobre el sistema cardiovascular similares a los que produce el tabaco, alteraciones en el sistema endocrino, menor actividad del sistema inmunitario y efectos perjudiciales en el desarrollo del feto.
  • Psicológicos: alteraciones en los procesos de atención, memoria y aprendizaje. Puede producir dependencia y su interrupción un síndrome de abstinencia. El consumo prolongado a dosis elevadas puede conducir a un estado de pasividad e indiferencia conocido por síndrome emotivacional. También se asocia a otros síntomas de deterioro social y laboral por la alteración de la atención, la escasa capacidad de juicio, y la disminución de la capacidad de comunicación y de afecto en situaciones interpersonales.

Consumo de cannabis y problemas psicológicos

El uso prolongado de esta sustancia y, en ocasiones, el uso puntual por parte de sujetos con cierta predisposición, puede producir episodios breves de ansiedad, pánico, tristeza o depresión. En otras ocasiones las personas presentan alucinaciones (especialmente visuales) o delirios. Estos síntomas aparecen por períodos breves de tiempo y suelen desaparecer al cabo de pocas horas o pocos días.

El consumo prolongado del cannabis puede producir un síndrome de dependencia, similar al producido por otras drogas, y su interrupción conducir a un síndrome de abstinencia caracterizado por ansiedad, depresión, irritabilidad, alteraciones del sueño y disminución del apetito.

Cannabis y psicosis: el consumo de cannabis puede causar episodios psicóticos agudos sin alteración del nivel de conciencia del sujeto. Estos episodios suelen ser de corta duración, si bien pueden persistir incluso si se interrumpe el consumo de la sustancia. Muchos estudios se plantean la relación entre el consumo elevado y prolongado de cannabis y la aparición de psicosis o trastornos del humor (manía, depresión). Los datos acerca de si el cannabis actúa como inductor de estos trastornos o bien sólo como ‘mero acompañante’ de los mismos no son concluyentes. Por otro lado, se considera que el consumo prolongado de cannabis precipita el inicio de la esquizofrenia en pacientes con predisposición genética y que empeora su curso. Está asociado con un menor efecto del tratamiento y un mayor porcentaje de recaídas (nueva aparición de episodios psicóticos).

Síndrome amotivaciona: El uso crónico de cannabis se ha asociado con un estado caracterizado por apatía y pérdida de motivación, que se acompaña de déficits en el funcionamiento escolar o laboral y cambios en la conducta.

Problemas psicológicos que llevan al consumo de cannabis

Como se ha comentado anteriormente, el efecto inmediato del cannabis es euforizante y relajante. El consumo de esta sustancia se ha asociado a problemas de ansiedad principalmente por sus propiedades depresoras. La desinhibición asociada a esta sustancia permite al sujeto desprenderse de sus miedos y complejos mientras dura su efecto. El enlentecimiento psicomotor y atencional permiten ‘bajar la guardia’ a personas que constantemente se encuentran sobreactivadas e hipervigilantes a cuanto acontece a su alrededor. Sin embargo, la aparición de episodios breves de pánico o ansiedad, o la taquicardia que suele acompañar al consumo pueden hacer desaparecer estos efectos ‘deseables’.

Por otro lado, las personas que presentan un bajo estado de ánimo pueden verse ‘atraídas’ por esta sustancia elicitadora de bienestar, euforia, una sonrisa fácil y un aumento de la sociabilidad. Sin embargo, el consumo continuado de esta droga en personas con depresión puede incrementar las dificultades atencionales, enlentecimiento psicomotor y deterioro laboral y social característicos de este trastorno.

Cocaína

La cocaína es un estimulante del sistema nervioso central que provoca sensación de euforia, bienestar, aumenta la comunicación verbal, la sociabilidad y disminuye la sensación de fatiga o sueño. Se consume principalmente asociada a contextos de ocio y el objetivo principal de quien la toma es la búsqueda de placer y diversión y aumentar la energía. Algunas personas señalan que la cocaína les ayuda a desinhibirse en situaciones sociales, a ser más sociable. Otros relatan que cuando han tomado esta sustancia se sienten más seguros de sí mismos, con una mayor autoestima. Muchos de los consumidores de esta droga la toman como ayuda para escapar de sus problemas. Como dijo Freud, la cocaína es un ‘quitapesares’ capaz de alterar el estado de ánimo.

El consumo de cocaína sigue siendo mucho menor al de otras sustancias como el tabaco, el alcohol o el cannabis. Sin embargo, los datos aportados en los últimos años por el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías sugieren un incremento en la prevalencia del consumo de cocaína tanto experimental como regular. En España, el porcentaje de población general que ha probado esta droga al menos una vez en su vida se sitúa en torno al 3%, aumentando esta tasa al 5% en el colectivo de jóvenes. Si bien la edad de inicio del uso de cocaína ha permanecido relativamente estable, el mayor incremento en su consumo se ha producido en el colectivo de jóvenes de 14 a 16 años.

La cocaína se asocia al consumo de otras sustancias como el alcohol, el tabaco, el cannabis y otros estimulantes. La vía de administración más frecuente es esnifada, aunque algunos también la consumen fumada combinada con tabaco o marihuana, o mezclada con heroína. Un número elevado de consumidores de heroína también utilizan la cocaína por vía intravenosa o pulmonar (crack).

Efectos de la cocaína sobre el organismo

Efectos agudos

  • Efectos conductuales y psicológicos: la administración de cocaína provoca euforia inicial, aumento de la comunicación verbal, inquietud psicomotora, autoconfianza. También puede provocar irritabilidad, impulsividad y agresividad. Por otro lado, se pueden presentar alteraciones sensoperceptivas como alucinaciones visuales o táctiles.
  • Efectos físicos: el consumo agudo de esta droga puede producir taquicardia, alteraciones de la tensión arterial, sudoración, escalofríos, náuseas o vómitos, disminuye la fatiga, el sueño y el apetito. Tiene también efectos anestésicos a nivel local. Suele ser habitual la midriasis (mirada ‘cristalina’) y la sequedad de boca.

Efectos crónicos:

  • Físicos: Además de tener una elevada capacidad adictiva, se trata de una sustancia muy tóxica. Entre las complicaciones orgánicas asociadas a la cocaína destacan las alteraciones cardiovasculares en forma de arritmias, hipertensión, infartos agudos de miocardio o hemorragias cerebrales, las alteraciones neurológicas como las convulsiones, las complicaciones respiratorias y gastrointestinales, y las cefaleas. Pueden aparecer lesiones locales de la mucosa nasal.
  • Psicológicos s: El consumo crónico de cocaína puede producir depresión, crisis de angustia, irritabilidad y agotamiento general, déficits de atención y memoria, compulsividad, alteraciones del deseo sexual e intentos de suicidio. Son muy frecuentes la inhibición y el retraimiento social y la rumiación del pensamiento. Se ha asociado a trastornos psicóticos, como paranoia y esquizofrenia, y al trastorno bipolar. El consumo prolongado de esta sustancia puede derivar en un problema de dependencia, y su interrupción provocar un síndrome de abstinencia.

Consumo de cocaína y problemas psicológicos

El consumo prolongado de cocaína puede conducir a desarrollar tolerancia a la droga y dependencia. Los sujetos con dependencia suelen gastar mucho dinero en un espacio breve de tiempo e implicarse en robos o solicitar anticipos para comprar la droga. Frecuentemente aparecen alteraciones en el funcionamiento a nivel familiar, social o laboral. El síndrome de abstinencia se caracteriza por un estado de ánimo deprimido, apatía, fatiga, pesadillas, insomnio o hipersomnia, aumento del apetito e intranquilidad, acompañados de un deseo irresistible de consumir nuevamente la droga.

El consumo de cocaína se ha asociado a depresión. Aunque puede ser complicado diferenciar si el trastorno afectivo es previo o una consecuencia del uso de la droga, la mayoría de estudios apuntan a que la depresión aparece después de iniciar el consumo de cocaína. Otros trabajos señalan que el consumo de esta droga exacerbaría el estado de ánimo deprimido previo, aumentando la intensidad de los síntomas.

El uso reiterado de esta droga también puede provocar ansiedad. El sujeto puede experimentar intranquilidad (especialmente tras la interrupción del consumo) y crisis de angustia.

Los síntomas psicóticos son muy frecuentes tras el consumo, agudo o crónico, de cocaína. Se han descrito ideas delirantes y alucinaciones auditivas, visuales o táctiles. Por otro lado, entre el 22 y el 31% de los esquizofrénicos consumen cocaína, siendo complicado en la mayoría de los casos discernir si el consumo ha inducido el trastorno o éste es previo.

Problemas psicológicos que llevan al consumo de cocaína

Como se comentaba al principio de esta sección, el uso de cocaína aumenta la comunicación y disminuye la inhibición en situaciones sociales. Es muy probable que personas con ciertas dificultades para establecer relaciones sociales o moverse con comodidad en ambientes de ocio y diversión hagan uso de esta droga para superar sus limitaciones.

Numerosos trabajos han intentado asociar el consumo de cocaína con la presencia de ciertas características de personalidad. Si bien los estudios no son concluyentes, se ha descrito una importante asociación entre problemas por el consumo de esta sustancia e historia previa de otro trastorno psicológico.

Se considera que muchos consumidores de cocaína tienen problemas de estado de ánimo. En estos casos, se utiliza la sustancia para intentar mejorar su sintomatología depresiva. Del mismo modo, muchos usuarios de esta sustancia que no presentan un trastorno del estado de ánimo pueden recurrir a ella cuando se sienten desanimados tras algún acontecimiento negativo (problemas laborales, personales).

Por otro lado, también se ha descrito un mayor consumo de cocaína en pacientes con trastorno bipolar, especialmente durante la fase maníaca, y en personas con trastornos por déficit de atención con hiperactividad (TDAH).

Drodas recreativas

Si bien el término ‘drogas recreativas’ hace alusión a todas aquellas sustancias que principalmente se consumen con fines recreativos o lúdico-festivos, hemos tratado por separado la relación entre ansiedad y drogas más conocidas y utilizadas, como el alcohol, el tabaco, el cannabis o la cocaína, y los derivados anfetamínicos y alucinógenos. En este apartado nos referiremos a la relación entre ansiedad y consumo de éxtasis, anfetaminas y derivados, y alucinógenos. Hablaremos por tanto de drogas de diseño o de síntesis como el MDMA (éxtasis), MDA o ‘píldora del amor’, MDEA o ‘Eva’, del GHB o éxtasis líquido, la ketamina, y del LSD (alucinógeno) o las anfetaminas.

La prevalencia de consumo de estas sustancias, en comparación a la del alcohol o el cannabis, es relativamente baja. De acuerdo con la Encuesta sobre Drogas a la Población General, cerca del 3% ha probado el éxtasis o las pastillas alguna vez en su vida. Sin embargo, este porcentaje ascendió hasta el 5.7% en el 2000 entre la población escolar (14 a 18 años).

Estas sustancias se consideran facilitadoras de la sociabilidad, por lo que se consumen. Principalmente en contextos de ocio y diversión. Como se ha indicado, su consumo está aumentando entre los más jóvenes, se asocia a salidas nocturnas de fin de semana, se suele dar en discotecas, pubs, bares o fiestas, y se relaciona frecuentemente con el consumo de otras sustancias psicoactivas como el alcohol (91.4%), el tabaco (87.3%), el cannabis (93.1%) y la cocaína (53%). El nivel de riesgo percibido ante el consumo de éxtasis y de alucinógenos es bastante elevado, si bien es menor entre los hombres que entre las mujeres y en los jóvenes en comparación con los adultos.

El consumo de drogas de síntesis provoca cambios en la conducta, como euforia, elevación de la autoestima y desinhibición. Disminuye la sensación de hambre y cansancio, puede mejorar la capacidad de concentración e incrementar la actividad física. Alguna de ellas puede provocar efectos alucinógenos breves (en el caso del MDMA estos efectos son nulos). Asimismo, a alguna de estas sustancias se le ha atribuido un efecto afrodisíaco (por ejemplo el MDA o ‘píldora del amor’), aunque los estudios científicos no han confirmado este hecho.

En los últimos años han aumentado los estudios que relacionan el consumo de estas sustancias con problemas psicológicos, alteraciones físicas, accidentes de tráfico y aumento de conductas de riesgo.

Problemas asociados al uso de drogas recreativas

Problemas agudos

  • Físicos: el consumo de anfetaminas y éxtasis produce una sobreestimulación del SN simpático. No es infrecuente observar efectos neurológicos o cardiovasculares como sequedad de boca, sudoración, sofocos (son conocidos los golpes de calor) o una mayor sensibilidad al frío, pupilas dilatadas, visión borrosa y percepción distorsionada de los colores, tensión muscular, entumecimiento, aumento de la frecuencia cardiaca y la presión arterial, agitación o palpitaciones, vómitos o pérdida del apetito y de energía, entre otros. También pueden producirse alteraciones a nivel hepático (ictericia, hepatitis). El consumo de estas sustancias puede provocar complicaciones a nivel cardiovascular, como accidentes cerebrovasculares, edemas cerebrales o convulsiones. Los efectos del LSD son principalmente emocionales y perceptivos, por lo que la aparición de complicaciones físicas es muy poco frecuente.
  • Psicológicos: en algunos casos se ha descrito tras el consumo de anfetaminas y éxtasis presencia de alucinaciones, ansiedad, agresividad, paranoia, verborrea, alteraciones del sueño o de la conciencia y convulsiones. En el caso del LSD pueden aparecer crisis psicóticas o ataques de pánico.
  • Sociales: Si bien es difícil separar los efectos de estas sustancias del de otras drogas sobre la conducción, dado que con frecuencia se consumen simultáneamente, se ha extendido la idea de que conducir bajo sus efectos aumenta el riesgo de tener un accidente de tráfico. Estas sustancias disminuyen la capacidad de concentración, los reflejos y la visibilidad, aumentan el tiempo de reacción y pueden alterar la percepción y valoración del riesgo. También se ha relacionado el uso de estas sustancias con la realización de conductas sexuales sin protección.

Problemas crónicos: drogas recreativas y salud mental

Además de daños a nivel cerebral, el consumo de estas sustancias se ha visto asociado a problemas cognitivos a corto plazo, como déficits en la memoria, la atención y el aprendizaje.

El consumo continuado de estas sustancias puede generar dependencia y síndrome de abstinencia. En el caso de los derivados anfetamínicos, el síndrome de abstinencia puede cursar con estado de ánimo deprimido, fatiga, pesadillas, alteraciones del sueño, aumento del apetito y alteraciones motoras (enlentecimiento o agitación). No se ha descrito el síndrome de abstinencia tras el consumo de alucinógenos ni de fenciclidina (PCP, ketamina).

Entre los trastornos inducidos por estas sustancias, destacan:

  • Trastornos perceptivos : tras el uso prolongado de alucinógenos se ha observado la presencia de alucinaciones y alteraciones perceptivas.
  • Delirium por intoxicación: tras el consumo de alucinógenos, derivados anfetamínicos o fenciclidina. Cursa con alteración de la conciencia y deterioro de funciones cognitivas como la memoria o la percepción, entre otros.
  • Trastornos psicóticos inducidos por consumo de alucinógenos, anfetamina o fenciclidina, que pueden cursar con alucinaciones y/o delirios.
  • Trastornos del estado de ánimo o ansiedad.

La revisión de numerosos casos clínicos sugiere que el uso prolongado de MDMA, quizás una de las drogas recreativas más estudiadas, puede asociarse a trastornos psiquiátricos como psicosis, trastornos de pánico, despersonalización, depresión y flashbacks. La presencia de estos problemas persiste tras el cese del consumo de esta sustancia.

Se considera que el consumo regular de MDMA puede alterar el funcionamiento de un neurotransmisor, la serotonina, implicada en la regulación del humor, la ansiedad, la impulsividad y agresividad, la actividad sexual, la ingesta, el sueño y el dolor, entre otros. El déficit de esta sustancia podría explicar, por tanto, la presencia de estos problemas psicológicos en los consumidores de MDMA.

Sin embargo, el policonsumo asociado al uso de estas drogas hace difícil asegurar que el MDMA sea el precursor o la causa principal de estos trastornos psiquiátricos. Se considera que la predisposición genética a padecer alguno de estos problemas, unida a la presencia de trastornos psicológicos previos, puede incrementar la probabilidad de presentar alguno de estos trastornos tras el uso continuado de MDMA. Por otro lado, la mayoría de estas alteraciones psicológicas se han asociado a un consumo elevado de esta sustancia, pero no son concluyentes los estudios que relacionan MDMA y psicopatología a dosis bajas o moderadas.

Opiácios

Nos referimos a una familia de sustancias derivadas del opio, que se extrae de la adormidera. Los opiáceos más conocidos son el opio, la morfina, la heroína y la metadona. Se trata de sustancias con una potente acción depresora y analgésica sobre el sistema nervioso central. La heroína es, sin duda, el opiáceo más consumido como droga de abuso. En España, se ha observado un decremento importante de su consumo, pasando del 1% en 1995 al 0.5% en 1997. Asimismo, la principal vía de administración sigue siendo la endovenosa, si bien está incrementando el número de consumidores que la toman esnifada o fumada debido al peligro de transmisión del SIDA.

Efectos agudos

Durante un intervalo de 2-3 horas, el sujeto percibe una sensación de intenso placer («flash») y euforia, seguida de apatía y somnolencia. A nivel físico, los efectos inmediatos de la ingestión de heroína son sequedad de boca, disminución del tamaño de la pupila, enlentecimiento de la respiración, estreñimiento y disminución de la temperatura corporal.

En los usuarios de esta sustancia es muy habitual el policonsumo: la mayoría de ellos también usan cocaína, tabaco, cannabis o ansiolíticos, entre otras sustancias.

Efectos a largo plazo

  • Físicos: Las consecuencias a nivel físico dependen del tiempo de consumo de la droga, de la vía de administración y dosis, de los hábitos higiénicos utilizados y del estilo de vida. Se ha observado una gran incidencia en los consumidores de esta sustancia de llagas, procesos infecciosos como hepatitis, neumonías, SIDA, alteraciones de la nutrición (adelgazamiento extremo), estreñimiento severo, problemas cardiovasculares, etc.
  • Psicológicas y sociales: La heroína tiene un elevado poder adictivo, por lo que su consumo puede generar en un período breve de tiempo dependencia y tolerancia. Durante el síndrome de abstinencia de esta droga puede aparecer tristeza, irritabilidad, náuseas o vómitos, dolores musculares, temblores y convulsiones, lagrimeo, dilatación de las pupilas, sudoración, diarrea, bostezos, fiebre e insomnio. Su consumo continuado suele comportar un gran deterioro del funcionamiento de la persona a nivel familiar, social (ruptura de relaciones interpersonales), laboral y económico (desempleo, problemas económicos). En muchos casos, las personas consumidoras de heroína se ven complicadas en el sistema judicial. Debido a todas estas consecuencias, es frecuente que los consumidores de heroína presenten asociados problemas del estado de ánimo. Por otro lado, también se han descrito alteraciones de la memoria y la atención, estados confusionales, delirium y trastornos psicóticos inducidos por el consumo de esta sustancia.

Inhalantes

Hacemos referencia a un numeroso grupo de sustancias químicas como pegamentos, solventes o colas que se administran por vía oral o nasal. Entre ellas se encuentran algunos productos derivados del petróleo como lacas, pinturas, quitamanchas, gasolinas, etc. La prevalencia de consumo de sustancias volátiles es escasa en nuestro país, situándose alrededor del 1% en jóvenes de 14-15 años, y siendo mucho menor en adultos.

Estas sustancias tienen efectos depresores sobre el SNC. Los efectos inmediatos son la exaltación del humor, la euforia y la alegría, la agresividad y la hiperactividad motriz. También pueden aparecer alucinaciones y delirios. Pasados estos efectos iniciales, se experimenta somnolencia, confusión y bradicardia. Si la inhalación continúa se puede alcanzar una intoxicación grave semejante a la embriaguez etílica, con amodorramiento profundo e incluso pérdida de conciencia. A ello se unen síntomas no buscados por el consumidor como náuseas, vómitos, tos, lagrimeo, etc. La mezcla con otras drogas depresoras (tranquilizantes, somníferos, alcohol) incrementa peligrosamente el riesgo de muerte por sobredosis.

A largo plazo, se produce palidez y fatiga permanente, una disminución de la memoria y de la concentración, pérdida del equilibrio, irritabilidad, conducta agresiva, alteraciones hepáticas, renales, pulmonares y cardiacas, neuropatías, etc.

El uso continuado de estas sustancias puede crear dependencia. Muchos inhaladores crónicos presentan un alto grado de ansiedad ante la falta de la sustancia y un fuerte deseo de inhalar, a la vez que tienen que aumentar la dosis para conseguir los mismos efectos que, tiempo atrás, alcanzaban con cantidades inferiores.

Por otro lado, se ha descrito la relación entre el uso regular de inhalantes y trastornos psicóticos agudos, trastornos del estado de ánimo y ataques de pánico. Algunos autores proponen que las personas con un estado de ánimo deprimido podrían consumir estas sustancias para evadirse de sus problemas. La presencia de ataques de pánico tras la intoxicación por estas sustancias podría conducir igualmente a un estado de ánimo depresivo. Así, entre estos tres componentes (trastorno del humor, trastorno de pánico y consumo de inhalantes) se establecería un círculo vicioso en el que la presencia de uno de ellos ‘alimentaría’ la aparición y/o el mantenimiento del otro.

Sedantes, hipnóticos y ansiolíticos

Con este título genérico nos referimos a sustancias químicas que actúan como depresoras del sistema nervioso central. En el mercado hay muchas de ellas y debido a la facilidad con la que se han prescrito desde el ámbito médico, su uso se ha popularizado entre la población. Algunos medicamentos como Trankimazín, Lexatín, Tranxilium, Valium, Orfidal, etc., son fármacos clasificados dentro del grupo de las benzodiacepinas que suelen tomarse para reducir los síntomas de ansiedad y la tensión muscular y tienen efectos relajantes e inductores del sueño.

Las benzodiacepinas, unidas a algunos antidepresivos, constituyen el tratamiento farmacológico de elección para ciertos trastornos de ansiedad, como la agorafobia, el trastorno de ansiedad generalizada o el trastorno de angustia. En dosis normales, estas sustancias mejoran el rendimiento del paciente y provocan somnolencia y relajación. Dosis elevadas provocan náuseas, aturdimiento, confusión, disminución de la coordinación psicomotriz, etc. El efecto de estas sustancias si se utilizan asociadas al alcohol se ve incrementado, hasta el punto que la mezcla de ambos puede conducir a una sobredosis.

El uso de esta medicación se suele recomendar cuando los síntomas de la ansiedad son incontrolables y muy intensos. Sin embargo, tomar estas sustancias no soluciona el problema. Para poder controlar la ansiedad es necesario ‘atacar’ la base del problema, y esto comporta aplicar estrategias para reducirla (por ejemplo cambiar la forma de vida) y reaccionar ante ella de forma diferente.

Estas sustancias tienen la capacidad de desarrollar tolerancia y dependencia. La mayoría de personas que las utilizan durante mucho tiempo señalan que el medicamento ya no es efectivo si lo toman en la misma cantidad. Por este motivo, se recomienda no utilizar esta droga durante un período prolongado y sustituirla poco a poco por estrategias psicológicas como el autocontrol. La retirada brusca de la droga puede resultar peligrosa y provocar un síndrome de abstinencia que se caracteriza por aumento de la ansiedad, insomnio, irritabilidad, náuseas, dolor de cabeza y tensión muscular, temblor y palpitaciones y disforia.

De todas las sustancias aquí reseñadas, las benzodiacepinas son las más utilizadas debido a que presentan menos efectos secundarios que otros psicofármacos. El uso prolongado de barbitúricos, por ejemplo, puede conducir a padecer alteraciones como anemia, hepatitis, depresión, descoordinación motora y entorpecimiento del habla, etc.

En muchos otros casos, el uso de estas sustancias no se inicia con el tratamiento farmacológico de un problema de ansiedad. Algunos jóvenes consumen estos psicofármacos en asociación con otras drogas como el alcohol, la cocaína o las anfetaminas. El patrón inicial de consumo intermitente puede conducir a un consumo más regular que puede provocar un incremento en los problemas interpersonales y/o laborales, irritabilidad o depresión y alteraciones importantes en la memoria. De hecho, en el DSM-IV (APA, 1995) se han descrito los siguientes trastornos inducidos por el uso de estas sustancias: delirium, demencia, trastorno psicótico, trastorno del estado de ánimo y trastorno de ansiedad, entre otros.

__________

Fuente: Noemí Guillamón (2006). Dibujo: Raúl Ariño. Clínica de la Ansiedad. Psicólogos y psiquiatras

Para saber más

APA (1995). Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV). Barcelona: Masson.

Becoña, E. (2004). Guía clínica para ayudar a los fumadores a dejar de fumar. Valencia: Socidrogalcohol.

Becoña, E., Rodríguez, A. y Salazar, I. (Eds.) (1996). Drogodependencias. III Drogas Ilegales Santiago de Compostela: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Santiago de Compostela.

Bobes, J., y Calafat, A. (Eds.). (2000). Monografía Cannabis. Adicciones, 12 (suplemento 2).

Bobes, J., Sáiz, P.A. (Eds.). (2003). Monografía Drogas Recreativas. Adicciones, 15 (suplemento 2).

Escohotado, A. (1995). Aprendiendo de las drogas. Madrid: Alfaguara.

Gual, A. (Ed.) (2002). Monografía Alcohol. Adicciones, 14 (suplemento 1).

Pascual, F., Torres, M. y Calafat, A. (Eds.) (2001). Monografía Cocaína. Adicciones, 13 (suplemento 2).

Plan Nacional Sobre Drogas (2002). Drogas de síntesis: Consecuencias para la salud. Ministerio del Interior.

Snyder, S. H. (1993). Drogas y Cerebro. Barcelona: Prensa Científica.

Sociedad Española de Investigación sobre Cannabinoides (2002). Guía Básica sobre los Cannabinoides. Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas. Ministerio del Interior. Madrid: Universidad Complutense de Madrid.

Direcciones Internet (en castellano)

FAD: Fundación de Ayuda contra la Drogadicción.

www.socidrogalcohol.org.

www.drogasycerebro.com.

Video ilustrativo: Prevención drogodependencias. (UNED-RTVE2)

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Tarifas de Clínica de la Ansiedad 2024

Tabla de tarifas 2021

 PSICOLOGÍA PSIQUIATRÍA
Primera visita  80 euros 80 euros
 Visita sucesiva 70 Euros 70 euros

Las consultas pueden hacerse también por videoconferencia y abonarse a través de la  pasarela de pago online de Clínica de la Ansiedad.

Primera visita de Psicología

La primera entrevista tiene normalmente dos partes: una primera, donde se inicia el proceso de exploración con el objetivo de conocer mínimamente al paciente y su circunstancia y alcanzar una impresión diagnóstica inicial; y una segunda, donde el especialista hace una primera valoración del caso: hipótesis diagnóstica, diagnóstico diferencial, exploraciones complementarias, cumplimentación del expediente clínico, necesidades terapéuticas, objetivos, recursos terapéuticos, tiempos, etc.

Visitas sucesivas de Psicología

Las entrevistas sucesivas son todas y cada una de las que se efectúan posteriormente a la primera. Básicamente se emplean en la aplicación y desarrollo del tratamiento establecido, abierto a revisión en función de la evolución, nuevos datos, incidencias, etc. Comúnmente, las primeras intervenciones van encaminadas a reducir los síntomas de ansiedad y la incapacitación que producen. Posteriormente se estudian y tratan los factores que originan y/o mantienen la ansiedad y otras alteraciones o dificultades que puedan acompañarla.

Primera visita de Psiquiatría

La primera entrevista tiene normalmente dos partes. Una primera, donde se inicia el proceso de exploración con el objetivo de conocer mínimamente al paciente, su circunstancia, y alcanzar una impresión diagnóstica inicial. Una segunda, donde el especialista hace una primera valoración del caso: hipótesis diagnóstica, diagnóstico diferencial, valoración de las necesidades terapéuticas, objetivos y prescripción farmacológica si procede.

Visita sucesiva de Psiquiatría

Las entrevistas sucesivas son todas y cada una de las que se efectúan posteriormente a la primera. Básicamente se emplean en la aplicación, desarrollo y control del tratamiento farmacológico establecido, abierto a revisión en función de la evolución, nuevos datos, incidencias, etc.

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Clínica de la Ansiedad es un centro de consultas externas especializado en el tratamiento de la ansiedad y problemas relacionados: hipocondría, depresión, inhibición y miedos sociales, estrés y procesos adaptativos.

Las consultas de Clínica de la Ansiedad, en Madrid y Barcelona, son centros sanitarios reconocidos por las autoridades competentes de las comunidades autónomas de Madrid y Cataluña.

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Prevención de la Ansiedad

Ansiedad: un diálogo sobre su sentido, su normalidad o patología, su cura o aceptación

Lector: Me queda una duda importante por resolver. ¿La ansiedad se cura?

AutorÉsa es una pregunta que requiere muchas respuestas, y alguna pregunta más. ¿El dolor es bueno o es malo?

L: ¿El dolor? ¿Qué tiene que ver el dolor con lo que estamos hablando? No intente desviar el tema como han hecho otros psicólogos a los que he preguntado.

A: Después de todo lo que ha leído creo que ya nos habrá cogido cierta confianza, permítame ésta última licencia… el dolor, entonces…

L: Está bien. Supongo que la respuesta más fácil sería que el dolor es malo, pero probablemente no me haría esta pregunta si la solución fuese tan sencilla, por lo que debo suponer que tiene una vertiente positiva.

A: Buena observación. Le sugiero que imagine la vida de un sujeto sin sensibilidad al dolor desde su nacimiento.

L: ¿Sujeto? Le agradecería que no utilice esos términos para hablar conmigo. En el caso que me propone… no parece tan malo ser completamente inmune al dolor… pero claro, eso tendría implicaciones: no sabría cuando algo marcha mal en su interior, le resultaría muy complicado saber cuando está enfermo… probablemente resultaría ser una grave discapacidad.

A: Vayamos a experiencias tempranas, ¿Cómo aprendemos que el fuego es peligroso?

L: ¡Claro! ¡La primera vez que acercase su mano al fuego probablemente le quedaría completamente inutilizable por quemaduras! Y así podríamos encontrar muchos ejemplos en la misma línea. El sentido del dolor es entonces protegernos y alertarnos de peligros para nuestro organismo.

A: Exacto, nos encontramos ante uno de los mecanismos de defensa de nuestro cuerpo, los niños que presentan este tipo de problemas difícilmente llegan a la adultez. Algo muy parecido a lo que ocurre con la ansiedad. Como tendrá claro a estas alturas, la ansiedad es también un mecanismo de defensa que activa la respuesta de lucha/huida y que, al igual que el dolor, en determinadas circunstancias se experimenta como algo muy desagradable, pero que tiene una función protectora del organismo. Muy bien, llegados a este punto me veo obligado a hacerle otra pregunta ¿Sería deseable hacer que un adulto no volviera a sentir dolor jamás?

L: Ya veo por donde me quiere llevar. Evidentemente, no. Si un adulto deja de sentir dolor queda desprotegido ante posibles lesiones externas o internas y ciego a como está funcionando su organismo. Y de ahí quiere que saque la conclusión de que es igualmente indeseable eliminar la ansiedad. Debo reconocer que es una maniobra hábil pero también tengo que decirle que no satisface mi inquietud, yo y los que sufrimos ansiedad buscamos soluciones para curarnos.

A: Curación. Ésa es la otra parte de su pregunta que genera nuevas preguntas: ¿qué entendemos por “curar”? La Real Academia de la Lengua Española nos dice que curar es “aplicar con éxito a un paciente los remedios correspondientes a la remisión de una lesión o dolencia”. Curar lleva asociadas connotaciones de eliminar algo maligno, erradicar o arrancar físicamente aquello que causa daño. Curamos un tumor o un quiste (lo extirpamos), curamos una infección (eliminamos las bacterias que la han producido)… ¿Es la ansiedad algo que podamos curar de esta forma?

L: No, está claro, la ansiedad en sí no es un “ente físico” al que podamos exterminar.

A: Hasta aquí pues, podemos decir que LA ANSIEDAD NO SE CURA, es más NO DEBE CURARSE, ni tiene sentido que hablemos de ello, de la misma forma que no hablamos de que a alguien se le tenga que curar la respiración, que es otra de las funciones adaptativas que garantizan la supervivencia del individuo.

L: Pero existe también otra forma de curar: recuperar una funcionalidad perdida, ajustar un funcionamiento descompensado…

A: ¡Correcto! Y ese es el punto al que quería llegar. Aquí termina la parte triste y empieza a gestarse el final feliz. Aunque no tiene sentido hablar de curar la respiración, sí lo tiene curar el asma; aunque no tenga sentido decir que tenemos que curar de la circulación, si lo tiene curar arritmias. Entonces, no tiene sentido hablar de curar la ansiedad pero sí lo tiene hablar de recuperar su funcionalidad adaptativa.

L: Bien, por eso hablamos de trastornos de ansiedad, ¿no? Aquellos casos en los que la ansiedad ha perdido su funcionalidad y se activa en situaciones en las que no es adaptativa, en las que no tiene sentido que se ponga en marcha y nos supone más un inconveniente que una ventaja. Entendido ¿debemos entonces aprender a controlar esas disfunciones de la ansiedad?

A: Controlar también es un término confuso, pero lo aceptaremos durante los próximos párrafos para retomarlo después. En efecto la clave estará en aprender a regular, modular, rebajar, los niveles de ansiedad para que no resulten molestos, para que no interfieran en nuestra vida.

L: Interferir. Por lo que he leído ésa es la clave en el momento de determinar si se presenta o no un trastorno de ansiedad ¿no es así? El grado en el que el problema nos está suponiendo una discapacidad, algo que entorpece o dificulta nuestra actividad normal y hace mucho más complicadas o incluso imposibles actividades que antes éramos capaces de realizar sin esfuerzo. ¿Entonces podríamos decir que curar un trastorno de ansiedad consiste en conseguir que su grado de interferencia en nuestras vidas se reduzca y deje de ser significativo?

A: Yo no lo habría dicho mejor.

L: Reformulemos la pregunta ¿Se puede reducir el nivel de interferencia de los trastornos de ansiedad hasta recuperar una vida normalizada?

A: SÍ, SE PUEDE, por dos caminos, que siempre van muy relacionados: a) porque hemos conseguido rebajar los niveles de ansiedad, a través de distintas vías, o b) porque hemos aprendido a manejarlos y ya no nos suponen un problema.

L: ¡Manejar! La palabra mágica, ustedes siempre hablan de manejar la ansiedad ¡Como si de una moto o una videoconsola se tratara! Cuando ustedes nos hablan de manejar, nosotros hace años que intentamos dominarla, ¡y no se puede!

A: Llegamos ahora a otro punto importante y es el momento de retomar el concepto que antes hemos “aceptado cautelarmente”. De nuevo permítame una pregunta, ¿Ha luchado usted contra su ansiedad?

L: Llevo años haciéndolo

A: ¿Qué mecanismo hemos dicho a lo largo del libro que la ansiedad pone en marcha?

L: El de lucha/huida

A: 

L: Ya veo, luchar contra la ansiedad es apagar un fuego con gasolina

A: En efecto, actitudes de lucha con el objetivo de escapar o controlar, someter o dominar la ansiedad darán como resultado un aumento de ésta porque justamente ésa es su base: el prepararse para la lucha o la huida. Si vemos la ansiedad como un peligro, la respuesta natural es activar los mecanismos que tenemos para defendernos de los peligros, y uno de esos mecanismos es justamente LA ANSIEDAD! Cuando peleamos con ella o cuando tratamos de evitarla, la hacemos más fuerte.

L: ¿No pretenderá que nos alegremos por ello cuando sufrimos ansiedad?

A: No, por supuesto. Pero caer en la confrontación es una trampa que mantiene y agrava el problema. Cuando, con la ayuda de la información y de algunas técnicas, dejemos de verla como un peligro, ya tendremos hecha buena parte del camino. La aceptación y normalización de la ansiedad es un requisito indispensable para su “curación”. La lucha entendida como perseverancia y disposición positiva siempre será una ayuda, pero la lucha como confrontación será un lastre.

L: Lo que dice me recuerda algunas filosofías orientales: el agua del río no se puede parar, se puede canalizar… o el Judo que se basa en no oponerse a la fuerza del adversario sino en utilizarla a favor de uno mismo para vencerle.

A: Ésas son buenas metáforas de la actitud que nos ayudará a superar los problemas de ansiedad. Cuando decimos que hay que aprender a manejar la ansiedad estamos hablando de aprender a canalizar el agua, o a utilizar llaves para vencer las dificultades y poder seguir nuestra vida con normalidad.

L: ¡Pero a veces el río es el Amazonas y el rival nos saca dos palmos!

A: Sin duda ahí entramos en el mundo de las diferencias individuales, de las que ya hemos hablado también. Cuantos más factores de riesgo estén presentes para que alguien sufra un trastorno de ansiedad, tendrá que realizar mayores esfuerzos y va a necesitar más ayudas para superarlo, pero los principios de los que hemos hablado tendrán la misma validez para esta persona.

L: ¿O sea que, a pesar de las diferencias y de posibles complicaciones todo el mundo puede beneficiarse de ayudas para mejorar su calidad de vida y superar sus problemas de ansiedad?

A: Nunca se pueden hacer afirmaciones universales, pero en términos generales es así.

L: Bueno, parece que después de tantas preguntas mutuas hemos llegado a algo que parece una respuesta: 1) La ansiedad es un mecanismo de defensa que debe seguir existiendo para nuestra supervivencia, 2) el problema aparece cuando su respuesta es exagerada o inadecuada que provoca un problema de salud, 3) normalizar ésa respuesta y minimizar su interferencia en la vida diaria es el objetivo de los tratamientos de ansiedad, 4) recuperar la funcionalidad de la ansiedad y aprender a manejar o modular sus manifestaciones son indicadores de éxito de ese objetivo y 5) si no es posible conseguirlo uno mismo disponemos de ayudas para hacerlo.

A: Yo no hubiera podido acabar mejor.

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Fuente: Marc Coronas. En Higiene y prevención de la ansiedad (2008), escrito por el equipo y colaboradores de Clínica de la Ansiedad y publicado por Editorial Díaz de Santos. Madrid.

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Prevención de la Ansiedad

Guía para acompañantes de agorafóbicos

Este sencillo manual pretender ser una guía orientativa para las personas que rodean al agorafobico. Contiene consejos que pueden serles de utilidad a la hora de ayudar al paciente en plena crisis de pánico, o en la vida cotidiana. No se pide al familiar o al acompañante que entienda lo que le pasa a la otra persona. En ocasiones eso resulta bastante difícil. Se aboga por una aceptación del agorafóbico pero no de la agorafobia.

Su papel como persona cercana es de suma importancia. Usted puede hacer mucho para ayudar al agorafóbico. La agorafobia depende en parte de cosas que hacen los demás, aunque esas personas tengan las mejores intenciones. La gente que padece agorafobia, suele depender en gran medida de otra persona para salir. El problema es que esta dependencia se convierte en un hábito. A menudo puede ser difícil oponerse a esa dependencia. Hay muchas formas por medio de las cuales, las personas, sin darse cuenta, pueden fomentar esa dependencia. A menudo inconscientemente, porque se ha creado ya un hábito en la relación…

¿Y cuál es la forma correcta de ayudar?

Para ser verdaderamente útil, usted debe encontrar formas de ayudar a la persona para que se esfuerce en salir, aún cuando parezca que el cambio se produce lentamente.

Es fácil impacientarse si las cosas van despacio, y más incluso después de un contratiempo. Pero es justo entonces cuando la persona agorafóbica más necesita de su apoyo. No se pide su comprensión, ya que esto es enormemente difícil, más bien se pide la aceptación incondicional de la persona, como tal, aunque no la aceptación incondicional de su miedo.

Confianza

  • Es importante tener una fe ciega en las capacidades de la otra persona para superar las situaciones a las que debe enfrentarse.
  • Esa confianza debe ser real, no fingida. El amor implica fe en la otra persona. Una frase mágica que no debe dejar de repetir: creo en ti.
  • Si acuerda algo con el paciente, mantenga su palabra. Si han quedado en una hora a tal sitio, procure estar en ese sitio cinco o diez minutos antes.

La culpabilidad

  • La culpabilidad es probablemente uno de los sentimientos más inútiles, y que menos pueden ayudar a la recuperación de la persona afectada por la agorafobia.
  • Tenga en cuenta que la persona está en una continua lucha interior, por un lado se ve imposibilitado para realizar ciertas actividades, por otro sabe que las personas que están a su alrededor, tienen que restringir ciertas actividades por causa de su miedo.
  • No le eche en cara que está dejando de hacer cosas por esa persona. Si lo hace, piense que es una decisión consciente que usted ha tomado, usted ha tomado esa decisión, y asuma esa responsabilidad. Esto no hace sino retrasar el proceso de recuperación.

Refuércele siempre que pueda

  • Reforzar sus logros es una de las contribuciones más positivas que puede usted realizar. Aliente cada paso que dé, porque cada paso es un mundo recorrido.
  • No echarle en cara los bloqueos en el avance. El propio paciente sabe cuando ha fracasado y no le ayudará nada que usted se lo recuerde.
  • No espere avances milagrosos de la persona. Tenga en cuenta que está viviendo un proceso, y como tal, debe ser respetado. No presione intentando imponer un ritmo de cómo «deberían de ser los progresos según usted».

Humor

Procure no darle demasiada «seriedad», ni «gravedad» al problema. Tomarse con humor ciertas situaciones ayudarán al afectado a perderle el «respeto» al miedo.

Respeto y aceptación

  • Las actitudes «paternalistas» tampoco serán muy útiles para ayudar al paciente. Debe procurar no atosigarle, ni tomar una postura sobreprotectora. La dependencia es uno de los temas que más pueden doler al agorafóbico, ya que minan su moral y sus ganas de luchar contra la enfermedad.
  • No se preocupe si no entiende lo que a la otra persona le está pasando. Lo verdaderamente importante es la actitud de aceptación incondicional. Procure no juzgar a la persona afectada, si esa persona se siente aceptada se encontrara sin presiones adicionales, estará mucho más cómoda en las situaciones y por lo tanto mucho más dispuesta a aceptar retos contra menos vea que tiene que perder, mas arriesgara).
  • ¿Significa ésto que usted debe dejar su propia vida para atender a la otra persona?. No, ya que ello crearía resentimientos en usted en contra del paciente. La otra persona debe verse apoyada, pero no tiene que percibir que usted es también prisionera de su agorafobia, porque eso no haría más que bajar su autoestima, y usted probablemente le transmitiría una enorme culpa.

Aislamiento

Este apartado va más dirigido a los amigos, y personas que no son familia directa. No deje de ofrecerle realizar determinadas actividades, simplemente porque la persona ya lo haya hecho otras veces. «No lo encasille». A medida que el paciente progrese irá aceptando las diferentes proposiciones.

¿Qué hacer cuando está en medio de un ataque de pánico?

La naturalidad es clave. Procure no dar la categoría de excepcional a esa situación.

La regla de oro es: «Intentar no abandonar la situación hasta que el miedo haya disminuido».

  • Puede intentar distraer al paciente, cuéntele anécdotas curiosas… hágale ver que hay temas en ese momento que son más importantes que su miedo (aunque la persona se resista a creerlo).
  • Haga algo inesperado. Rompa sus esquemas. Haga algo que le descoloque y sea imprevisible. La sorpresa puede hacerle olvidar su miedo, es una forma de distracción.
  • Procure que exprese lo que está sintiendo segundo a segundo. Esto le ayudará a racionalizar sus emociones, y a distanciarse de ellas. No deje que diga algo tan inespecífico como » tengo miedo». Haga que sea concreto: «Siento escalofríos, me palpita el corazón, estoy pensando que quiero salir de aquí, me siento irreal…». De todas formas, depende de los casos, hay personas con las que no es conveniente hablar de los síntomas. Si ve que no le va bien esta técnica, procurar no extenderse sobre las sensaciones del pánico.
  • Corte las expresiones de la espiral del pánico, no deje que el paciente se meta en su mundo de lo terrible y lo horrible. No le deje que use expresiones que no hagan sino corroborarle lo desesperado que esa situación es para él.
  • El contacto físico es importante. Cójale de la mano o abrácele. El contacto físico contrarresta «la sensación de irrealidad» que pueda tener el paciente. La calidez, la seguridad de sentirse amados da una seguridad, proporciona un colchón, (es como hacer equilibrios en la cuerda con red).
  • Ayúdele a regular su respiración. Ponga la mano en el diafragma y ayúdele a regular el ritmo respiratorio. Las inspiraciones no deben ser ni demasiado profundas, ni demasiado rápidas, el tiempo de las expiraciones debe superar ligeramente al de las inspiraciones. Debe utilizarse tan solo la nariz, no la boca.
  • Muchas veces el hecho de poseer una «salida» a la situación, sirve para tranquilizarle. Si están en una situación de «exposición» planeen «salidas airosas de la situación».

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Fuente: Rubén Casado. Asociación Madrileña de Agorafobia.
Clínica de la Ansiedad, marzo de 2002. Dibujos Raúl Ariño/2010

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Prevención de la Ansiedad

Ansiedad: confinamiento y crisis por coronavirus.

La crisis del coronavirus Covid-19, en muy poco tiempo y sin preparación previa, nos ha puesto en una situación de riesgo, ha perturbado seriamente la vida diaria, y nos ha llenado de incertidumbre y vulnerabilidad  generalizadas:

  • Riesgos sanitarios para nosotros, nuestros seres queridos y nuestro entorno social.
  • Riesgos y condiciones económicas adversos.
  • Inmovilización y aislamiento prolongado por las medidas de confinamiento para reducir la expansión del coronavirus, o aplanar la curva de contagios para no colapsar los servicios sanitarios-
  • Rotura de los contextos y actividades sociales, laborales deportivas, de ocio.
  • Incertidumbre generalizada, disminución la percepción de control sobre nosotros, nuestro destino, entorno y circunstancias; temor a la enfermedad, la muerte, al desorden, a la precariedad

En definitiva, la ecuación de la ansiedad se ha puesto, para todos en estas circunstancias, en los términos más desfavorables y difíciles. La ansiedad, como resultado,  depende básicamente de dos variables:

  • Amenaza (x): la valoración de lo que acontece, cómo nos afecta o podría afectar, qué consecuencias tiene.
  • Recursos (Y): la valoración de los recursos que tenemos para hacer frente o asumir dichos riesgos, qué confianza tenemos en ellos – incluidos nosotros mismos-, qué recursos o apoyos podemos poner a nuestro favor.

La ansiedad resultante depende de la magnitud y el signo de las variables señaladas: Si las consecuencias son muy negativas y generalizadas, por un lado, y los recursos mermados o bloqueados, por otro, la ansiedad tenderá a ser alta.

En base a lo anterior, si queremos incidir sobre la ansiedad como emoción, estado de alerta e (in)disposición a la acción, podemos hacerlo sobre tres grandes ejes: recursos, amenazas y un factor que envuelve a toda la ecuación: actitudes-valores.

Bloque recursos

1. Autocuidado: el recurso de recursos somos nosotros mismos. En este sentido son muy importantes las actividades de autocuidado:

  • Seguir con rigor las indicaciones de la autoridades sanitarias en relación a la pandemia.
  • Ejercicio físico.
  • Higiene del sueño.
  • Técnicas de desactivación fisiológica: respiración abdominal.
  • Evitar el abuso de estimulantes; alcohol y otros substancia.

2. Actuaciones para la potenciación de recursos afectivos, sociales y públicos

  • Las relaciones y comunicación afectivas son un potente regulador emocional y motivacional.
  • Activar redes de apoyo mutuo a todos los niveles: familiar, amistoso, profesional, social, cultural.
  • Organizarse para conseguir y reclamar servicios sociales, apoyos institucionales, ayudas públicas.

3. Tareas de solidaridad y ayuda a otros: mejora el propio estado emocional y contribuye a generar círculos virtuosos que potencian la emergencia y distribución de recursos.

 Bloque amenazas

  • Informarse exclusivamente en fuentes fiables.
  • Dedicar un tiempo limitado a informarse: dos-tres veces al día, 10-20 minutos cada vez.
  • Tasar, en las conversaciones con familiares, amigos y redes sociales, el tiempo que dedicamos a hablar de la pandemia.
  • Poner en perspectiva, escalar y dimensionar el problema (270.000 nuevos cánceres diagnosticados al año en España; 6.000 muertos al año por gripe común, 8.000 por contaminación atmosférica).
  • Gestionar las preocupaciones: no elegir el momento de dar vueltas a las cosas en función del estado emocional.
  • Desenmascarar sesgos cognitivos producidos por el miedo.
  • Aplicar técnicas de solución de problemas.

Bloque Actitudes y valores

  • Es normal, ante adversidades graves, pasar por diferentes fases como negación, enfado, decaimiento… Finalmente hay que rendirse a la realidad, aceptarla y, a partir de ahí, construir, trabajar por lo que queremos que pase, por aquello que, dadas las circunstancias, sea fértil y contribuya a nuestro desarrollo, el de los nuestros y el de nuestra sociedad…. que las amenazas no nos deslumbren hasta el punto de no dejarnos ver las oportunidades o trabajar para generarlas.
  • Las crisis, y más ésta que nos da tiempo -no a algunas profesiones como sanitarios o cuerpos de seguridad-, son una ocasión privilegiada para poner al día nuestro sistema de valores, como personas y como sociedad; escalar y poner las cosas en su justa dimensión, valorar lo esencial, revisar nuestros compromisos con nosotros mismos, la propia existencia, con la sociedad, y con la naturaleza.