La ansiedad, junto con el estado de ánimo deprimido, son estados emocionales que se presentan con mucha frecuencia cuando una persona está sufriendo. En algunos casos, estos estados emocionales configuran el núcleo del problema de la persona, como en el caso de los trastornos de ansiedad y de los trastornos del estado de ánimo, pero en otros casos son una consecuencia de otro tipo de problemáticas.
Desde esta perspectiva, es decir, desde los factores que contribuyen o se asocian a la ansiedad, queremos comentar las emociones más comunes que pueden provocar ansiedad, mantenerla o aumentarla.
- Culpa: experimentamos culpa cuando creemos que hemos hecho algo mal, en contra de nuestros valores, o cuando hemos cometido algún error del que nos creemos responsables. La culpa, si aparece de manera proporcionada a la situación y está realmente justificada, nos ayuda a reflexionar, a aprender y a reparar el daño si fuera posible o necesario. Pero cuando nos hacemos responsables de “todo” sin ser cierto, cuando exageramos el posible daño o error cometido, la culpa aparece de manera intensa y desproporcionada. Esta culpa no nos ayuda a aprender ni reflexionar, no tiene una utilidad real, no le podemos dar salida, y generalmente provoca unos niveles elevados de ansiedad.
- Inseguridad: la inseguridad, si se presenta sin engañarnos, es decir, en una situación en la que realmente no tenemos las habilidades, capacidades o conocimientos suficientes para afrontar la situación, nos ayudará a actuar con cautela, precaución y lentitud, para asegurar una buena ejecución y resultado. Pero si en realidad somos capaces de hacerlo y aparece la inseguridad, nos interferirá más que ayudarnos, nos provocará una tensión y ansiedad innecesarias y contraproducentes. Ejecutaremos con duda, miedo y ansiedad, y con poca confianza en los resultados, y la inseguridad y ansiedad se afianzarán y se alimentarán mutuamente, generando de nuevo dudas, miedo, inseguridad y ansiedad ante una situación futura.
- Preocupación: preocuparnos de una manera razonable sirve para anticipar dificultades, planificar, organizar, calcular y tener preparadas alternativas. Preocuparnos de una manera exagerada o pensar habitualmente en lo peor, generará un grado de ansiedad elevado que interferirá en nuestra tarea de anticipar, planificar, organizar y calcular. Un nivel de ansiedad medio, que es el que aparece ante un grado de preocupación razonable, agudiza nuestros sentidos y nos ayuda a “pensar y calcular más y mejor”. Las preocupaciones catastrofistas (que en realidad son muy poco probables), desencadenan elevados grados de ansiedad, poco útiles, y además la búsqueda de soluciones se verá alterada porque normalmente poco se puede hacer ante la catástrofe. Lo único que podremos hacer es sufrir y esperar que suceda, y eso es igual a ansiedad intensa.
- Rabia: la rabia, la ira, el enfado…si aparecen con una intensidad adecuada nos ayudan a enfrentar situaciones donde nuestra integridad, bienestar o respeto se ven amenazados. Nos aporta el valor y la energía para detener a…, o enfrentarnos a…, en definitiva, para afrontar algún tipo de “agresión o injusticia”. Pero cuando la rabia es excesiva, en vez de ayudarnos a detener esa ”agresión o injusticia”, provocará que seamos excesivamente reactivos o generará una cantidad de tensión en nosotros totalmente innecesaria que aumentará o provocará ansiedad. Una rabia desproporcionada desencadena una respuesta excesiva que aumentará la probabilidad de conflicto, y en vez de ayudar a detenerlo lo empeorará.
- Exigencia: la exigencia desmesurada es uno de los grandes generadores de ansiedad y está en la base de muchos problemas de ansiedad. Exigirnos demasiado nos genera unas expectativas difíciles de cumplir, cuando no inalcanzables, produce presión y por tanto nos estresa y provoca ansiedad. La exigencia, en dosis adecuadas, nos ayuda a rendir, a cumplir con nuestros objetivos, a concentrarnos y focalizarnos, a ser precisos y exhaustivos con nuestro trabajo.
- Vergüenza: la vergüenza a priori podría parecer una emoción que no nos aporta nada, pero en realidad cumple una importante función de inclusión social o pertenencia al grupo. Todo grupo social tiene una serie de normas o reglas. Cuando estamos en riesgo de incumplir esas normas, y por tanto ser rechazados, la vergüenza cumple su función, inhibiendo comportamientos y conductas que generarían ser apartados del grupo. Pero a veces la vergüenza se presenta cuando en realidad no estamos incumpliendo ninguna norma y en vez de ayudarnos nos interfiere en nuestra interacción social, nos preocupa, angustia, y provoca ansiedad.
En terapia, con técnicas y estrategias de la orientación psicológica cognitivo-conductual y de regulación emocional, logramos una mejor comprensión y manejo de estas y otras emociones. Así conseguimos aprovechar las ventajas adaptativas que nos ofrecen nuestras emociones sin el perjuicio de la ansiedad y el estrés que provocan cuando se presentan de manera desbordada
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Fuente: Clínica de la Ansiedad. Especialistas en el tratamiento de la ansiedad.