Ansiedad: Sesgo finalístico. El objetivo para el que trabajar.

Detectar, interpretar, falsar ¿para qué?. Para conducirse –es imposible no comportarse- de una manera u otra, en una dirección, con un propósito. Al fin y al cabo ése es el problema principal al que nos enfrentamos en cada momento y circunstancia: decidir qué hacer y cómo, y más allá de esto, cómo articular los qués diferentes y cómos entre sí mediante diversos ordenamientos que implican criterios rectores y prioridades.

En términos muy básicos, la dirección  tiene dos sentidos: aproximación y evitación. Evitación de lo temido, aproximación a lo deseado.

Volvamos, por un momento, al ejemplo del recolector que, motivado por su necesidad de nutrirse acude a un paraje entre cuya maleza puede encontrar alimento. La conducta esta persona estará dirigida (orientada) a procurar la satisfacción de su apetencia de la manera más fácil y económica posible: en igualdad de condiciones cogerá los frutos de más fácil acceso, evitando las zarzas. Pero si, en esa tesitura, advierte la posible presencia de un león en las inmediaciones, es muy probable que su conducta se oriente entonces a la prevención y evitación del daño, aunque suponga la demora o el abandono, más o menos provisionales, de sus otros planes. Es decir, las conductas de aproximación hacia lo que le gusta, desea o necesita serán desactivadas o reducidas muy significativamente a favor de las conductas de evitación y búsqueda de seguridad. Dicho de otra manera, ante un conflicto de intereses como el que hemos señalado, el individuo en cuestión se ocupará –y diríamos también que se pre-ocupará- de lo que quiere que no pase, en lugar de ocuparse de lo que quiere que pase. Este proceder tendrá sus lógicas consecuencias no solo en los ya citados sesgos atencional, interpretativo y falsacional, sino también en la meta u objetivo finalístico: más vale no comer, que arriesgarse a ser comido. La evitación del daño, como objetivo, prevalece sobre la consecución de lo apetecible.

Pongamos otro ejemplo, más cercano a los problemas de ansiedad. Vamos a elegir el caso de una persona con elevados miedos sociales. Como se sabe, la ansiedad social se caracteriza por un miedo intenso de llegar a sentirse humillado en situaciones sociales, especialmente, actuar de tal modo que se coloque uno en una situación vergonzosa frente a las demás personas.

Imaginemos que esta persona, Juan, es invitada a participar mañana por la noche en una fiesta de conocidos suyos. Vamos a suponer también que, en un acto de arrojo por su parte, supera las dudas respecto de acudir o no y acepta ir. La evitación de la situación temida es la forma más primaria de regular el miedo. Pero el hecho de que acuda a la fiesta no quiere decir que el control de los peligros no sea su prioridad: probablemente su objetivo sea ir a la fiesta y salir indemne, disponiendo todo lo necesario para que no suceda lo que quiere que no suceda. Este es el objetivo para el que ha de trabajar: lo que quiere que no pase. Con esta prioridad finalística por la que trabajar ¿qué contenido o asistencias ha de darle el cerebro a la conciencia cuando Juan anticipe la situación?. Naturalmente posibles amenazas, posibles materializaciones de lo temido, de forma que esté previamente advertido y disponga las acciones que lo neutralicen o eviten. Preferiblemente, le vendrán a la cabeza posibles desarrollos negativos de las cosas dado que este es el tipo de “asistencia” que puede prestar la cabeza si se la ha prefigurado para que sirva al fin antes mencionado. Su mente le ira trayendo una serie de posibles problemas, para los que tendrá que prever una solución (si la encuentra): qué platos habrá en el menú de la cena…sopa no pedirá, si le temblaran las manos se notaría mucho, pero cómo arreglárselas a la hora de brindar o coger la taza de del café… mejor abrazarlas con toda la mano y bajar un poco la cabeza para beber, … ¿y si aparece el sonrojo o el bloqueo?….

Entremos ya en la fiesta. Si en un momento dado, Juan ve acercare en su dirección, desde lejos a una chica ¿Qué pensamientos o asociaciones ha de servirle la cabeza si el objetivo fundamental para el que trabaja es evitar hacer el ridículo o que el nerviosismo lo delate? Muy probablemente le vendrán pensamientos del tipo: Cuidado, si hablas con ella te sonrojarás, te puedes quedar en blanco, hacer el ridículo, quedar en situación vergonzante con ella y con los demás. Solución: Mirar para otro lado o darse la vuelta distraídamente. La concordancia entre objetivo, pensamiento y acción es impecable. ¿Le ha traicionado a Juan la cabeza?. No. Ha trabajado con exhaustividad y eficacia al servicio del objetivo.

Supongamos ahora que los miedos de Juan son leves o moderados, y que su objetivo en la fiesta (aquello por lo que va a trabajar, no sólo lo que idealmente le gustaría) es encontrar oportunidades de divertirse, conocer alguna chica si hubiera ocasión, hablar con ella, contar algunas anécdotas o chistes…. Esto no es simplemente lo que le gustaría que pasase -las cosas no pasan solas- sino aquello que quiere que pase, la oportunidad que quiere crear o buscar… Si antes de ir piensa en la fiesta, probablemente la cabeza le traerá imágenes de posibles oportunidades o cómo crearlas, cómo arreglarse para estar atractivo, y, ya en la fiesta, si volvemos a la escena anterior –la chica que se acerca- probablemente la vendrán pensamientos del tipo: ahí puede haber una ocasión para salir a su encuentro y hablar con ella aunque me cueste un poco –todo hay que trabajarlo-.

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Fuente: J. Carlos Baeza Villarroel. Clínica de la Ansiedad, 2008.