Rol de actor versus rol de espectador

Con este título nos referimos a una interacción contraproducente entre actos de afrontamiento de la ansiedad, perteneciente al grupo de las incompatibilidades, que se produce como consecuencia de la interferencia entre la ejecución de una tarea y la evaluación simultánea y sistemática de su modo de desempeño.

Así sucede, por ejemplo, cuando en el transcurso de un encuentro sexual, preocupados por nuestra respuesta y temerosos de que se produzca algún fallo, estamos pendientes de si la erección es buena o mala, si la compañera sexual se habrá dado cuenta, etc.; o en el desarrollo de una conferencia sobre determinado tema, estamos pendientes de evaluar la seguridad y aplomo con que estamos hablando, la fluidez verbal, etc.

Nos estamos refiriendo a una práctica muy común en los trastornos de ansiedad, consistente en llevar a cabo una actuación -rol de actor- a la par que, simultáneamente, se ejerce de crítico o analista de la misma -rol de espectador- desde diferentes prismas.

Se trata de verse desde fuera, por los ojos de los demás, como a través de un espejo o monitor de televisión. La finalidad es apreciar, monitorizar, el efecto que producimos -con atención preferente a los más temidos- e intentar corregirlos sobre la marcha.

Es básicamente una operación de control de imagen, vinculada al control de la evaluación. Un proceder que raramente ocurre si se está solo, y apenas ante amigos o familiares incondicionales, pero que tiende a aumentar a medida que aumenta el número de personas que observan, la distancia afectiva respecto a ellas, la autoridad que tienen o la valoración que les concedemos.

Los efectos contraproducentes se producen como consecuencia de la interferencia, inhibición recíproca y a veces bloqueo entre diferentes campos atencionales y operacionales, de modo que algunas tareas o partes substanciales de las mismas se vuelven irresolubles bajo esas condiciones. Se incrementa así el sentimiento de impotencia y dificultad, disminuye la autoeficacia y se reactiva la ansiedad.

En todos estos casos el sentimiento de ridículo y absurdo se potencia. Imagínese, por ejemplo, lo que sucedería si, bailando con un grupo de personas, el juego que jugamos no es tanto escuchar la música y expresar los movimientos rítmicos que nos provoca, cuanto atender a la mecánica de la propia agitación, muecas o contorsiones; es probable que se produzca una sensación parecida al absurdo que se produce si viendo un baile por televisión quitamos la música, con el agravante de que somos nosotros los protagonistas y los otros el jurado.

La interacción simultánea rol de actor / rol de espectador nos coloca constantemente en situación de pasar examen y a los otros en el papel de supuesto tribunal, con actitud fiscalizadora. Esta circunstancia aumenta la ansiedad y es capaz de convertir actos incluso de por sí placenteros en incómodos o aversivos.

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Fuente: Baeza Villarroel, J.C. (1994) ISBN: 84-490-0131-5. Clínica de la Ansiedad. Madrid y Barcelona